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Número 253-254

Serie XXVI

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Salvador Abascal: La Constitución de 1917, destructora de la nación

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
cohesión de los grupos y de las instituciones defendían tanto del
despotismo como de
1a· anarquía.
Lo que Montesquieu no pudo prever, tanto por el tiempo
en que. vivió como por esa misma mentalidad, fue ya avizorado
un siglo después por Alexis Tocqueville al describir el género de
despotismo reglamentado
y enervante que nacería del traspaso
al Estado de todos los poderes
y competencias que en otro tiem­
po residían en las familias
y en _los cuerpos de la sociedad. Des­
potismo casi inconsciente para quienes lo sufren, pero que
de­
seca

las
raíces de

la libertad
y somete al nivel de la masa a los
espíritus más originales. Cabría añadir a esta prospección del futuro «lo que .Montes­
quieu no pudo -menos
aún'-vivir». Lo qut, en cambio, sí ha
sido posible al propio autor de este libro, tanto por la época
en que vive como por su perspicacia en penetrarlo. Pocos auto­
res, en efecto, han percibido lo que entrevió Tocqueville
y que
el Estado contemporáneo ha hecho realidad: la tecnocracia -el
predominio
en el gobierno de
la técnica sobre lo human fenómeno
que nuestro autor ha diagnosticado en toda su di­
mensión despótica y desecadora del. espíritu humano. A ello de­
dicó V allet un clarividente libro: «Ideología, praxis y mito de
la tecnocracia» y, a su anverso, su agotadísimo «Sociedad de __ ma~
sas y Derecho». Puede decirse que la obra política de Juan Vallet
gira en torno a esos dos polos: la denuncia de la masificación
y
la tecnocracia moderna y la afioranza reconstructiva de aquellos
cuerpos

intermedios de la sociedad a los que vivificó histórica­
mente el genio del cristianismo. Algo de cuya pérdida dependen
en gran medida los males que hoy sufrimos. En este libro, sobre la profundidad del análisis
y la ingente
documentación, destaca
la elección ·del tema: la obra de un hom­
bre -Mohtesquieu- situado en un tiempo de intersección en­ tre una época (la de Luis XIV) en
la que nada esencial había
cambiado desde
el remoto gobierno gótico, y otra época en la
que todo iba a cambiar y nada podría ya asentarse.
RAFAEL GAMBRA.
Salvador Abascal: LA CONSTITUCION DE 1917,
DESTRUCTORA DE LA NACION (*)
. Dama¡¡ noticia de un nnevo libro de Salvador Abasta! dedi­
cado, como los más
réciel!tes, a
presentar
la historia d_e su pa-
(*) Segunda edición corregida y aumentada, Tradición, Méjico, 1984,
222 págs.
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tria mexicana desde. su prisma de. infatigable luchador cat.ólico 'j
contrarrevolucionario. -Importantísima tarea, ya que toda la pro~
paganda oficial coincidente con la historiografía Jiberal y masó­
nica nos ha ofrecido una visión absolutamente falseada de los
hechos desde los precursores,
Hidalgo y M9relos, hasta

los
más
recientes

héroes revolucionarios, Calles o Cárdenas. Y,
desde lue­
go,

de los eslabones intermedios de la cadena que fueron Gómez
Parías,
Ocampo, Lerdo,

Madero, Carranza, Obregón ....
Y, por
supuesto, el mito máximo: Benito Juárez.
Hay otros -personajes, importantísimos en su día en la
histoM
ria de México: Saiita Anna, Porfirio Díaz... que, curiosamente,
son detestados por: todos. La revolución no les tiene por hom·
bres suyos pese 8 los servicios prestados. Y la contrarrevolución,
naturalmente, tampoco. Es el justo pago de la historia a esas gen­
tes que tienen su arquetipo en pilatos.
El presente libro, al contrario que otros de Abascal de los
que me he ocupado en estas páginas: Madero, dictador infortu­
nado (1982), La
Revolución de

la Reforma de
1833 a
1848. G6-
mez Parias-Santa Anna (1983) y
Juárez marxista (1985),

abarca
un período muy corto de la historia mexicana, apenas dos meses,
de 1916
y 1917, pero decisivo para el futuro del país.
Se limita a la discusión de una de las Constituciones
más
sectarias y más anticatólicas que ha producido el constituciona­
lismo universal. Sus fuentes estaban lejos: en la Constitución de 1857, en Juárez y en
Lerdo de

Tejada.
La Constitución de. 1917
es
una copia, agravada en el odio anticatólico de textos ánterio­
res. Y a ellos hace constantemente referencia Abascal para que
no pueda quedar la menor duda de
la :61iación del Congreso cons­
tituyente de Querétaro que no tenía absolutamente nada de re­
presentación del pueblo mexicano. Era la voluntad pura y sim­
ple de Carranza, rebosado en no pocas· ocasiones por su izquierda
más radical.
El

resultado no podía ser otro que el derivado del odio a la
religioso católica
y a la tradición mexicana. Una Constitución en
la que la Iglesia resulta no sólo despojada sino
también verda­
daderamente

aniquilada. Sólo la fe del pueblo mexicano ha impe­
dido que se produjera lo que pretendían los legisladores de Que- _
rétaro. Y eso que fueron desechadas algunas proposiciones como
las que pretendían prohibir constitucionalmente la confesión anri­
cular o imponer
el matrimonio de los sacerdotes. .
Los

discursos de los parlamentarios, que Abascal transcribe
profusamente, son un monumento al sectarismo, la ignorancia y
la estupidez. Pero esa Constitución fue aprobada y es la base
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jurídica del México actual. La guerra cristera fue una consecuen­
cia inevitable de aquel atropello
y de aquel expolio.
. Cada

libro de Abascal deja al
lector esperando
al siguiente.
No nos cabe duda que será del mismo interés que los anteriores
y una pieza · más que irá completando el panorama histórico de
México que, debiendo

ser católico e hispano es, contra las con­
vicciones más sentidas de su pueblo, acabado ejemplo de la Re­
volución.
FRANCISCO JOSÉ fBRNÁNDEZ DE LA CrGOÑA.
Gonzalo Fernández de la Mora: LOS ERRORES
DEL
CAMBIO
(*)
Cuando aparece un nuevo título no resulta frecuente en una
nación como España, donde no
existe demasiada
afición a la lec­
tura -salvo obras intrascendentes o basadas en temas del mo­
mento- el que a los pocos días de su publicación se agote. Má­
xime cuandó se trata de una obra de
reflexión sobre

un aconte­
cimiento hacia el que
existe la mayor deformación. El tema del
cambio es objeto,
por. tantas

«plumas del pesebre», del máximo
servilismo a determinados tópicos
y prejuicios, y de forma abru­
madora tratado como si nos encontrásemos ante una- obra tan
maravillosa que, diríase, ya _no es humana.
Hablar de la personalidad de Gonzalo Fernández de la Mora,
sin duda uno de los más destacados intelectuales del pensamiento
español contemporáneo, resultaría superfluo para nuestros lecto­ res. En
.la obra

que ahora ve la luz, Los
errores del

cambio, se
contempla
el diagnóstico, posiblemente más razonado, sobre el
desastre ocasionado a la nación por uno de los más colosales
errores de toda la historia de España. La característica básica del autor en
el tratamiento de la obra
es ese análisis lúcido a lo que nos réferimos. Existen numerosas
opiniones sobre este hecho trascendental del cambio, pero sería
difícil encontrar una con menos apasionamiento, y en la que se
observa por tanto lo mejor del verdadero intelectual.
A lo largo de once capítulos
y un epilogo, el bisturí de Fer­
nández
.de la

Mora disecciona implacablemente los errores del
cambio. Ptimero, una teoría general del cambio sirve de intro­
ducción, poniendo de relieve cómo «en las masas hay una fuer-
(*) Editorial Plaza y Janés, Barcelona, 1986, 249 págs.
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