Índice de contenidos
Número 263-264
Serie XXVII
- Textos Pontificios
- Testimonios
-
Estudios
-
La encíclica Sollicitudo rei socialis ante el desarrollo sin solidaridad
-
El pensamiento de Vázquez de Mella. (Su actualidad, sesenta años después)
-
El blanco es la familia
-
Amor, matrimonio y derecho
-
El liberalismo y la Iglesia española. Historia de una persecución: Antecedentes: II. Un mundo que se va, enfrentado a la Iglesia
-
La legitimidad del poder
-
Principios de antropología cristiana. En torno a la obra «Fecundación
-
Sobre la esencia del conocimiento. Un libro importante de Francisco Canals
-
Cambio, democracia y socialismo. Un análisis del presente y el futuro político de España
-
- Actas
- Información bibliográfica
- In memoriam
- Crónicas
- Homenajes
Autores
1988
El pensamiento de Vázquez de Mella. (Su actualidad, sesenta años después)
EL PENSAMIENTO DE V AZQUEZ DE MELLA
(SÚ ACTUALIDAD, SESENTA AÑOS DESPUES)
POR
MIGUEL AYUSO TORRES
Ha escrito el profesor Alvaro d'Ors ( 1) que -al contrario
de lo que ocurre con la
labor jurisprudencia!, cuya plenitud
acompaña· siempre al esplendor de las culturas y civilizaciones
la reflexión sobre el acontecer político, del que mana toda obra
de teorización polírica, presupone una situación de fracaso, viene
inseparablemente unida a una crisis. Del mismo modo que
la
fisiología es posterior a la patología, pues nadie se interesa. en
saber cómo es su corazón mientras. no le falla.
Juan
Vázquez de. Mella -muerto ahora hace sesenta años-
vino a la vida política e intelectual en unos años en que la vi
vencia del régimen tradicional s.e habla ido disolviendo poco a
poco. Pero por ello iba a ser llamado a trabar su
teorizaci6n. De
ahi la afirmación del profesor Rafael Gambra (2) -a quien
debemos
la interpretación más acabada sobr.e el hombre y su
obra-de que Mella. constituye un punto luminoso entre el
carlismo de
la primera hora, que percibía de modo directo y
vívido el medio tradicional, y el tradicionalismo excesivamente
(1) Cfr. ALVARO n'Oas, Forma de gobierno y legitimidad familiar,
O crece o muere, Madrid, 1960, págs. 12-13; tambi~n en el volmnen Es
critos varios sobre el derecho en crisis, CSIC, Romá-Madrid, 1973, pági
nas 123 y sigs.
(2) Cfr. RAFAEL GAMBRA, «Estudio preliminar» al libro Vázquez de
Mella, Publicaciones Eapañolas, Madrid, 1953, pág, 11; también en el libro,
del mismo autor, La monarquia social y representativa en el · pensamiento
tradicional, Rialp, Madrid, 1954,. pág. 33.
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Fundaci\363n Speiro
MIGUEL AYUSO TORRES
teórico y desarraigado de los hechos que es el único que nos ha
sido dado conocer después.
V
ázquez de Mella ha sido aplaudido principahnente como
orador. Sin duda que lo fue,
y de los grandes. Sus discursos,
aun resintiéndose de algo de
verbaliomo para el entendimiento
más escueto y directo que hoy tenemos de la comunicación, se
siguen leyendo con interés y -al igual de lo que ocurre con los
de otro orador de raza, Juan Donoso Cortés, más antiguo en el
tiempo pero más conocido y admirado en una Europa que sigue
editando sus
obras-siguen resultando evócadores para el ob
servador de la vida española, cuando las piezas de tantos de sus
oponentes coetáneos se nos ca~ de las manos sin remedio. Pero
ha sido menos celebrado en su faceta de pensador que, aunque
dispersa en artículos y discursos
,-al igual que uno de sus . su
cesores, Ramiro de Maeztu, apenas escribió fuera del periodis
mo--, y brote espontáneo de un impulso creador, no deja de
servir al designio de anudar en un sistema total y coherente
el
mundo de ideas de tradicionalismo político español.
En cuanto a su actualidad, no creo qne sus ideas principa
les sean ajenas a los problemas que
nos preocupan hoy, ni a los
,eternos, temas qne son objeto, de . elucidación por la política.
Comó siempre, las vigencias auténticas tienen un oscuro, pero
cierto, punto de encuentro con los actualidades más rabiosas.
Temas
como. el de la presencia católica en la sociedad española,
la limitación
del· poder, el aseguramiento de las libertades re
gionales sin menosc,.bo de la superior unidad de España, el va
lor de la tradición, la búsqueda de la justicia social, no nos re
sultan tan lejanos . o pasados de moda como el nombre de Mella
nos sugiere. Veamos,
* * *
Aunque la especulación de los altos problemas doctrinales
atraía su espíritu con
más fuerza que las circunstancias concre
tas, siempre le acompañó a lo largo de su vida la mordedura de
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EL PENSAMIENTO DE V AZQUEZ DE MELLA
las preocupaciones sociales. Severino Aznar (3 ), el gran ap6stol
de la democracia cristiana -cuando ésta era concebida, según
las directrices pontificias, como mera acción benéfica en favor
del pueblo y desprovista de todo el sentido político de que pos·
teriormente se ha ido recubriendo-, podía estampar, en home·
naje a Mella, que quienes habían cooperado
al movimiento so
cial católico en ~paña eran hijos de la encíclica Rerum novorum;
pero que, ya antes de su publicación en 1891, Mella había escrito
numerosos
artírulos sobre la .cuestión social en esta línea, pu·
diendo ser considerado con toda· justicia como
precursor de
muchas
de las iniciativas posteriores.
También le debemos,
mucho antes de que la filosofía con·
temporánea
-Bergson, los historicistas-operase un cambio
fundamental en
el cerrado esquema del universo conceptual ra
cionalista, la intuición radical de la temporalidad creadora con
referencia, no a la vida espíritual de los individuos, sino a la de
las colectividades nacionales
o históricas. «El vio -ha escrito
Gambra-que en esa. evolución· concreta que es la historia de
los pueblos,
en que Iá vida de los individuos se interpenetra
con, la de la colectividad, se dan esos mismos caracteres de con
tinuidad acumulativa, temporal e irrevers;ble ( 4 ). Y descubrió
que no otra cosa significaba,
. en la sencillez de un término y el
dinamismo de un concepto, la palabra tradición.
En este breve repaso no puede omitirse su construcción del
regionalismo
-antes de que se produjera, con lo que he llamado
en otro lugar la mutación ideológica en torno al centralismo (5),
el cambio de campo de las libertades regionales-y su sugestiva
(3) Cfr. SEVERINO AzNAR, «Prólogo» al volumen XXIV de las Obras
completas de· don Juan Vázquez de Mella, Subirana, Barcelona, 1934, pá
gina XXX; o también en edición separada, El pensamiento social-' de Váz
quez de Mella, Subirana, Barcelona, 1934, pág. 26.
(4) RAFAEL GAMBRA, Tradici~n o mimetismo, IEP, Madrid, 1976,
pág. 28. Puede verse, del mismo autor, para un más álllp.lio desarrrollo;
«El concepto cÍe la tradición en la filosofía actual», en Arbor, núm. 8
(1945); págs. 545-573.
(5) Cfr. MIGUEL· Avuso. «La evolución ideológica en: torno al centra~
lismo», en Verba, núm. 215-216 (1983), págs. 617-638.
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MIGUEL AYUSO TORRES
tesis explicadora del proceso federativo de nuestra pattia como
superposición y espiritualización de los vínculos nacionales. Sin
jactancia y con verdad podía decir
en la Semana Regionalista de
Santiago de Compostela (1918). «Aún no había surgido a la
vida pública la generación catalanista que defiende _ los princi
cipios nacionalistas más aún que regionalistas, y había ido
yo
ya, en los albores de mi juventud, a Barcelona Y. había puesto allí
mi cátedra, cuando no existía más periódico regionalista que La
Renaixen,a, Y· cuando asistían a mis conferencias los más carac
terizados defensores de la doctrina, Durán y Bas y Guimerá» ( 6 ).
El sistema de Mella, en este punto, nos admira por lo adelantado
de su visión y lo comprensivo de sus términos. No concibe la
nación --,aunque Alvaro d'Ors haya criticado justamente alguna
imprecisión
(7}-,tl modo polémico y polltico de los revolucio
narios jacobinos, sino
de acuerdo con el entedimiento natural
y moral de las patrias tradicionales. Por eso, entre el patriotis
mo y el nacionalismo se abre una sima: el patriotismo es concén
trico y siempre abierto. a unidades superiores; el nacionalismo,
en cambio, es
exclusivo y excluyente. Por eso,· también Mella
fue un patriota curado
de espantos nacionalistas. .
Sin embargo, quizá sea
su teoría de las dos soberanías -la
social y la política-la. más característica y divulgada de su pen
samiento, la que ha alcanzado más fortuna. Frente d sistema
mecánico de contención
del poder que se ha atribuido a Mon
tésquieu y que está en la base del constitucionalismo liberal, fa
aportación de Mella consistió en subrayar que el absolutismo
residía menos en la unidad del poder que en su ilimitación ju
rídica. Fiel a ese planteamiento definió la soberan!a social como
(6) Cfr. JuAN VÁZQUEZ DE MELLA, «Discurso a la Semana Regiona
lista de Santiago de Compostela de 31 de julio de 1918», en Obras com
pletas, vol. )_(XVIII; también ·en el volumen Regionalismo :v monarquía,
Rialp, Madrid, 1957, pág. 96.
(7) Cfr. ALVARO D'ÜRS, «Nacionalismo en crisis y regienalismo fun
ci'onal», en Derecho de gentes y organWlCi6n internacional, Instituto Al~
varo Pelayo, Santiago, 1959; también en Papeles dél oficio universitario,
Ríalp, Madrid, 1961, pág. 329 y sigs.
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EL PENSAMIENTO DE V AZQUEZ DE MELLA
«la jerárquía de personas colectivas, de poderes organizados, de
clases, que suben desde la
familia hasta la soberanía que llamo
política,
concretada en .el Estado, al qué deben auxiliar pero
también contener». Aunque desde
el serio del propio pensamien
to. tradicional se hayan formulado observaciones . a tal doctrina
-Francisco Elias de Tejada, de acuerdo con su repudio .del
concepto de
souveranité ( 8). bodiniano prefiere hablar de ¡erar
quía; Alvaro d'Ors (9) la contrasta con su conocida tesis sobre
«la crisis del
Estado»-, lo cierto es que refleja un notable es
fuerzo por relativi2ar el concepto de soberanía nacional y que
asegura las libertades sociales al sujetar
el poder con límites
éticos, orgánicos e institucionales. Y que no está alejada de
lo
que, desde el ya clásico libro .de Bertrand de Jouvenel, Du pou
voir ( 194 5 ), vienen reclamando patéticamente las ·más claras de
entre las inteligencias contemporáneas.
Finalmente, todo su pensamiento está traspasado por el prin
cipio vivificador de la religión. Mella,
al defender la unidad ca
t6lica, destaca que la convivencia es imposiible cuando se le priva
de su fundamento comunitario, y; que, al convertirla en _mera
coexistencia, se anega por lo mismo toda vida social ordenada.
La sociedad que · verdaderamente merezca ese nombre debe sos
tenerse
sobre lo que los conservatistas norteamericanos Kendall
y Wilhelmsen ( 10) llamaron la
ortodoxia · pública, en oposición
a las tesis de la
open society. También en este punto fue Mella
un adelantado,
defendiendo la existencia de una verdad pública
que se impone necesariamente para que la sociedad pueda sobre
vivir.
* * *
(8) Cfr. FRANCISCO ELÍAS DE TEJADA, El Franco-Condado hispánico,
Juna, Sevilla, 1975, pág. 228.
(9) CTr. ALvÁRo n'ORS, «El principio de subsidiariedad>, en Allánti
da, núm. 3.2 (1968), págs. 1934; ta1¡1bién incluido en el volumen del autor
Escritos varios sobre el derecho en ·crisis, cit., pág. 113.
(10) Cfr. W1LMOORE. KENDALL Y FREDERICK WrLHELMSEN, Cícero and
the politics of the _ public ortbodoxy, Universidad de Navarra, .Pamplona,
1%5; también puede verse el ensayó de F. WrLHELMSBN, La ortodoxia pú
blica y las poderes de la irracionalidad, O crece o muere, .Madrid, 1965.
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Salvador Minguijón --otro gran olvidado-, acertó al redu
cir, en
su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias
Morales y Políticas,
el pensamiento tradicional a los rasgos si
guientes: «La estabilidad de las conciencias crea el arraigo, que
engendra dulces sentimientos y
sanas costumbres. Estas crista
lizan en saludables instituciones, las cuales, a su vez conservan
y
afianzan las buenas costumbres. Esta es la esencia doctrinal
del tradicionalismo» (
11 ). En estas breves líneas se contiene tam
bién todo el aliento de V ázquez de Mella y constituye un pro
grama sencillo para . las sociedades que no han terminado de ser
devoradas por el fermento de la dialéctica.
Sin embargo, lo anterior resulta muy lejano cuando
lo con
templamos desde el ordo. bonorum que preside el mundo en que
vivimos. Por eso, si Hans Sedlmayr
~scribió un Hbro de filosofía
del arte titulado
La pérdida del centro, también es cierto que la
filosofía política
se ha desquiciado, haciéndose preciso devolverla
a su verdadera fundamentación aunque en
el empeño debamos
remontarnos muy atrás. Servidumbre muy antigua a la que
se
refirió con ironía en más de una ocasión Mella: «Tengo la des
gracia de parecerme a aquellos cronistas de la Edad Media que
cuando
querían historiar una ermita, empezaban por el dilu
vio» (12). Nosotros no pretendemos tanto: nos
bastaría, en rigor,
con remontamos a Mella. Pero ha llovido mucho desde enton
ces ...
(11) SALVADOR MmGUIJÓN, Los intelectuales ante -la ciencia y la socie
dad, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Madrid, 1941, pág. 97.
(12) JUAN VÁZQUEZ DE MELLA, «Discurso en el Parlamento de 18 de
junio de 1907», en Obras completas, vol. X; también en Regionalismo y
monarquía, cit., pág·. 5.3.
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(SÚ ACTUALIDAD, SESENTA AÑOS DESPUES)
POR
MIGUEL AYUSO TORRES
Ha escrito el profesor Alvaro d'Ors ( 1) que -al contrario
de lo que ocurre con la
labor jurisprudencia!, cuya plenitud
acompaña· siempre al esplendor de las culturas y civilizaciones
la reflexión sobre el acontecer político, del que mana toda obra
de teorización polírica, presupone una situación de fracaso, viene
inseparablemente unida a una crisis. Del mismo modo que
la
fisiología es posterior a la patología, pues nadie se interesa. en
saber cómo es su corazón mientras. no le falla.
Juan
Vázquez de. Mella -muerto ahora hace sesenta años-
vino a la vida política e intelectual en unos años en que la vi
vencia del régimen tradicional s.e habla ido disolviendo poco a
poco. Pero por ello iba a ser llamado a trabar su
teorizaci6n. De
ahi la afirmación del profesor Rafael Gambra (2) -a quien
debemos
la interpretación más acabada sobr.e el hombre y su
obra-de que Mella. constituye un punto luminoso entre el
carlismo de
la primera hora, que percibía de modo directo y
vívido el medio tradicional, y el tradicionalismo excesivamente
(1) Cfr. ALVARO n'Oas, Forma de gobierno y legitimidad familiar,
O crece o muere, Madrid, 1960, págs. 12-13; tambi~n en el volmnen Es
critos varios sobre el derecho en crisis, CSIC, Romá-Madrid, 1973, pági
nas 123 y sigs.
(2) Cfr. RAFAEL GAMBRA, «Estudio preliminar» al libro Vázquez de
Mella, Publicaciones Eapañolas, Madrid, 1953, pág, 11; también en el libro,
del mismo autor, La monarquia social y representativa en el · pensamiento
tradicional, Rialp, Madrid, 1954,. pág. 33.
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teórico y desarraigado de los hechos que es el único que nos ha
sido dado conocer después.
V
ázquez de Mella ha sido aplaudido principahnente como
orador. Sin duda que lo fue,
y de los grandes. Sus discursos,
aun resintiéndose de algo de
verbaliomo para el entendimiento
más escueto y directo que hoy tenemos de la comunicación, se
siguen leyendo con interés y -al igual de lo que ocurre con los
de otro orador de raza, Juan Donoso Cortés, más antiguo en el
tiempo pero más conocido y admirado en una Europa que sigue
editando sus
obras-siguen resultando evócadores para el ob
servador de la vida española, cuando las piezas de tantos de sus
oponentes coetáneos se nos ca~ de las manos sin remedio. Pero
ha sido menos celebrado en su faceta de pensador que, aunque
dispersa en artículos y discursos
,-al igual que uno de sus . su
cesores, Ramiro de Maeztu, apenas escribió fuera del periodis
mo--, y brote espontáneo de un impulso creador, no deja de
servir al designio de anudar en un sistema total y coherente
el
mundo de ideas de tradicionalismo político español.
En cuanto a su actualidad, no creo qne sus ideas principa
les sean ajenas a los problemas que
nos preocupan hoy, ni a los
,eternos, temas qne son objeto, de . elucidación por la política.
Comó siempre, las vigencias auténticas tienen un oscuro, pero
cierto, punto de encuentro con los actualidades más rabiosas.
Temas
como. el de la presencia católica en la sociedad española,
la limitación
del· poder, el aseguramiento de las libertades re
gionales sin menosc,.bo de la superior unidad de España, el va
lor de la tradición, la búsqueda de la justicia social, no nos re
sultan tan lejanos . o pasados de moda como el nombre de Mella
nos sugiere. Veamos,
* * *
Aunque la especulación de los altos problemas doctrinales
atraía su espíritu con
más fuerza que las circunstancias concre
tas, siempre le acompañó a lo largo de su vida la mordedura de
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las preocupaciones sociales. Severino Aznar (3 ), el gran ap6stol
de la democracia cristiana -cuando ésta era concebida, según
las directrices pontificias, como mera acción benéfica en favor
del pueblo y desprovista de todo el sentido político de que pos·
teriormente se ha ido recubriendo-, podía estampar, en home·
naje a Mella, que quienes habían cooperado
al movimiento so
cial católico en ~paña eran hijos de la encíclica Rerum novorum;
pero que, ya antes de su publicación en 1891, Mella había escrito
numerosos
artírulos sobre la .cuestión social en esta línea, pu·
diendo ser considerado con toda· justicia como
precursor de
muchas
de las iniciativas posteriores.
También le debemos,
mucho antes de que la filosofía con·
temporánea
-Bergson, los historicistas-operase un cambio
fundamental en
el cerrado esquema del universo conceptual ra
cionalista, la intuición radical de la temporalidad creadora con
referencia, no a la vida espíritual de los individuos, sino a la de
las colectividades nacionales
o históricas. «El vio -ha escrito
Gambra-que en esa. evolución· concreta que es la historia de
los pueblos,
en que Iá vida de los individuos se interpenetra
con, la de la colectividad, se dan esos mismos caracteres de con
tinuidad acumulativa, temporal e irrevers;ble ( 4 ). Y descubrió
que no otra cosa significaba,
. en la sencillez de un término y el
dinamismo de un concepto, la palabra tradición.
En este breve repaso no puede omitirse su construcción del
regionalismo
-antes de que se produjera, con lo que he llamado
en otro lugar la mutación ideológica en torno al centralismo (5),
el cambio de campo de las libertades regionales-y su sugestiva
(3) Cfr. SEVERINO AzNAR, «Prólogo» al volumen XXIV de las Obras
completas de· don Juan Vázquez de Mella, Subirana, Barcelona, 1934, pá
gina XXX; o también en edición separada, El pensamiento social-' de Váz
quez de Mella, Subirana, Barcelona, 1934, pág. 26.
(4) RAFAEL GAMBRA, Tradici~n o mimetismo, IEP, Madrid, 1976,
pág. 28. Puede verse, del mismo autor, para un más álllp.lio desarrrollo;
«El concepto cÍe la tradición en la filosofía actual», en Arbor, núm. 8
(1945); págs. 545-573.
(5) Cfr. MIGUEL· Avuso. «La evolución ideológica en: torno al centra~
lismo», en Verba, núm. 215-216 (1983), págs. 617-638.
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tesis explicadora del proceso federativo de nuestra pattia como
superposición y espiritualización de los vínculos nacionales. Sin
jactancia y con verdad podía decir
en la Semana Regionalista de
Santiago de Compostela (1918). «Aún no había surgido a la
vida pública la generación catalanista que defiende _ los princi
cipios nacionalistas más aún que regionalistas, y había ido
yo
ya, en los albores de mi juventud, a Barcelona Y. había puesto allí
mi cátedra, cuando no existía más periódico regionalista que La
Renaixen,a, Y· cuando asistían a mis conferencias los más carac
terizados defensores de la doctrina, Durán y Bas y Guimerá» ( 6 ).
El sistema de Mella, en este punto, nos admira por lo adelantado
de su visión y lo comprensivo de sus términos. No concibe la
nación --,aunque Alvaro d'Ors haya criticado justamente alguna
imprecisión
(7}-,tl modo polémico y polltico de los revolucio
narios jacobinos, sino
de acuerdo con el entedimiento natural
y moral de las patrias tradicionales. Por eso, entre el patriotis
mo y el nacionalismo se abre una sima: el patriotismo es concén
trico y siempre abierto. a unidades superiores; el nacionalismo,
en cambio, es
exclusivo y excluyente. Por eso,· también Mella
fue un patriota curado
de espantos nacionalistas. .
Sin embargo, quizá sea
su teoría de las dos soberanías -la
social y la política-la. más característica y divulgada de su pen
samiento, la que ha alcanzado más fortuna. Frente d sistema
mecánico de contención
del poder que se ha atribuido a Mon
tésquieu y que está en la base del constitucionalismo liberal, fa
aportación de Mella consistió en subrayar que el absolutismo
residía menos en la unidad del poder que en su ilimitación ju
rídica. Fiel a ese planteamiento definió la soberan!a social como
(6) Cfr. JuAN VÁZQUEZ DE MELLA, «Discurso a la Semana Regiona
lista de Santiago de Compostela de 31 de julio de 1918», en Obras com
pletas, vol. )_(XVIII; también ·en el volumen Regionalismo :v monarquía,
Rialp, Madrid, 1957, pág. 96.
(7) Cfr. ALVARO D'ÜRS, «Nacionalismo en crisis y regienalismo fun
ci'onal», en Derecho de gentes y organWlCi6n internacional, Instituto Al~
varo Pelayo, Santiago, 1959; también en Papeles dél oficio universitario,
Ríalp, Madrid, 1961, pág. 329 y sigs.
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«la jerárquía de personas colectivas, de poderes organizados, de
clases, que suben desde la
familia hasta la soberanía que llamo
política,
concretada en .el Estado, al qué deben auxiliar pero
también contener». Aunque desde
el serio del propio pensamien
to. tradicional se hayan formulado observaciones . a tal doctrina
-Francisco Elias de Tejada, de acuerdo con su repudio .del
concepto de
souveranité ( 8). bodiniano prefiere hablar de ¡erar
quía; Alvaro d'Ors (9) la contrasta con su conocida tesis sobre
«la crisis del
Estado»-, lo cierto es que refleja un notable es
fuerzo por relativi2ar el concepto de soberanía nacional y que
asegura las libertades sociales al sujetar
el poder con límites
éticos, orgánicos e institucionales. Y que no está alejada de
lo
que, desde el ya clásico libro .de Bertrand de Jouvenel, Du pou
voir ( 194 5 ), vienen reclamando patéticamente las ·más claras de
entre las inteligencias contemporáneas.
Finalmente, todo su pensamiento está traspasado por el prin
cipio vivificador de la religión. Mella,
al defender la unidad ca
t6lica, destaca que la convivencia es imposiible cuando se le priva
de su fundamento comunitario, y; que, al convertirla en _mera
coexistencia, se anega por lo mismo toda vida social ordenada.
La sociedad que · verdaderamente merezca ese nombre debe sos
tenerse
sobre lo que los conservatistas norteamericanos Kendall
y Wilhelmsen ( 10) llamaron la
ortodoxia · pública, en oposición
a las tesis de la
open society. También en este punto fue Mella
un adelantado,
defendiendo la existencia de una verdad pública
que se impone necesariamente para que la sociedad pueda sobre
vivir.
* * *
(8) Cfr. FRANCISCO ELÍAS DE TEJADA, El Franco-Condado hispánico,
Juna, Sevilla, 1975, pág. 228.
(9) CTr. ALvÁRo n'ORS, «El principio de subsidiariedad>, en Allánti
da, núm. 3.2 (1968), págs. 1934; ta1¡1bién incluido en el volumen del autor
Escritos varios sobre el derecho en ·crisis, cit., pág. 113.
(10) Cfr. W1LMOORE. KENDALL Y FREDERICK WrLHELMSEN, Cícero and
the politics of the _ public ortbodoxy, Universidad de Navarra, .Pamplona,
1%5; también puede verse el ensayó de F. WrLHELMSBN, La ortodoxia pú
blica y las poderes de la irracionalidad, O crece o muere, .Madrid, 1965.
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Salvador Minguijón --otro gran olvidado-, acertó al redu
cir, en
su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias
Morales y Políticas,
el pensamiento tradicional a los rasgos si
guientes: «La estabilidad de las conciencias crea el arraigo, que
engendra dulces sentimientos y
sanas costumbres. Estas crista
lizan en saludables instituciones, las cuales, a su vez conservan
y
afianzan las buenas costumbres. Esta es la esencia doctrinal
del tradicionalismo» (
11 ). En estas breves líneas se contiene tam
bién todo el aliento de V ázquez de Mella y constituye un pro
grama sencillo para . las sociedades que no han terminado de ser
devoradas por el fermento de la dialéctica.
Sin embargo, lo anterior resulta muy lejano cuando
lo con
templamos desde el ordo. bonorum que preside el mundo en que
vivimos. Por eso, si Hans Sedlmayr
~scribió un Hbro de filosofía
del arte titulado
La pérdida del centro, también es cierto que la
filosofía política
se ha desquiciado, haciéndose preciso devolverla
a su verdadera fundamentación aunque en
el empeño debamos
remontarnos muy atrás. Servidumbre muy antigua a la que
se
refirió con ironía en más de una ocasión Mella: «Tengo la des
gracia de parecerme a aquellos cronistas de la Edad Media que
cuando
querían historiar una ermita, empezaban por el dilu
vio» (12). Nosotros no pretendemos tanto: nos
bastaría, en rigor,
con remontamos a Mella. Pero ha llovido mucho desde enton
ces ...
(11) SALVADOR MmGUIJÓN, Los intelectuales ante -la ciencia y la socie
dad, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Madrid, 1941, pág. 97.
(12) JUAN VÁZQUEZ DE MELLA, «Discurso en el Parlamento de 18 de
junio de 1907», en Obras completas, vol. X; también en Regionalismo y
monarquía, cit., pág·. 5.3.
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