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Número 263-264

Serie XXVII

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Eudaldo Forment: Dios y el hombre

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
los enemigos de la Iglesia aquellos que en su vida se habían
manifestado siempre como tales.
Especialmente reseñable fue, también,
la intervención de Pil­
dain en el Concilio, Anciano ya, se batió denodadamente en de­
fensa de las tesis tradicionales sobre la libertad religiosa aunque
también tuvo señaladas intervenciones en las que vibraba su pro­
fundo sentido social. Como cuando postula la desaparición de la
acepción de personas o clases sociales en
las ceremonias religio­
sas o que existan distintas clases de las mismas según el esti­
pendio. Porque,
« ¿por ventura no ,se e5C del mundo?». O como cuando solicitaba que al igual que se pide
en la misa por
los reyes y autoridades se haga también por los
pobres.
.
Sería interminable continuar hablando de Pildain. Remito al
lector q1.1e ,quiera conocer mejor a este gran ,...obispo a la·-~ee­
lente obra de Agustín Chil Estévez. Allí no solo encontrará da­
tos históricos · sino también ideas que le harán pensar sobre la
Iglesia. Sobre lo que debe ser la Iglesia.
Y sobre lo que debe
ser un obispo. .
Y no puedo cerrar este. comentario sin recordar a un queri­
dísimo amigo, tan vinculado a Verbo y a La Ciudad Cat6lica,
Gabriel de Armas, tantas veces citado en el libro de Chil Esté­
vez y prematuramente llamado por Dios. Aquel gtan admirador
del obispo Pildain hubiera gozado sobremanera
con esta lectura.
Desde el cielo habrán leído juntos el libro, don Antonio y él.
FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
Eudald Forment: DIOS Y EL HOMBRE (*)
Esta pequeña obra consta de tres capítulos bien diferenciados
por
su estilo_ y finalidad.
En un primer
capítulo hace el autor una sintética exposición
del lugar que al hómbre corresponde en la creación, conforme
a la doctrina de Santo Tomás. Esta doctrina aúna lo que
ya sa­
bían los filósofos págaoos, que el hombre es superior a todas las
otras criaturas de este mundo por su inteligencia
y libre albe­
drío, con algo de inspiración éristiana, que el hombre es per­
sona. Y el hombre es persona porque está hecho a imagen y se­
mejanza de Dios, lo cual engloba no solo las notas ya mencio­
nadas de ser inteligente y libre, sino ante toda la característica
(*) Editorial Casals,' Barcelona, 1987.
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de ser capuz: de Dios. Pues el hombre es la única criatura de
este mundo-material que puede, conociéndole y amándole, llegar
a
gozar de Dios. Por ello es. la única criatura digna del amor de
amistad, al paso que todas
las otras solo pueden ser amadas se­
gún la concupiscencia.
Pero,. «no basta
--dice Formen!-con esta tensión o anhelo
de Dios, es necesario encontrarlo». La perfección del hombre no
reside solo en
]as capacidades o potencias inalienables que po­
sée, sino en su actualización. No basta con la dignidad ontoló­
gica, hace falta que añada, con su esfuerzo, la dignidad moral.
Y a cuento de esto vienen las otras dos partes de este libro.
Pero como aquí
ya no se trata de manifestar qué es el hombre y
cómo está. relacionado con Dios, sino de movernos a tomar la
senda que a El nos conduce, Forment cambia completamente el
tono. Si antes hizo uso de la ordenada e,q,osición didáctiea:, ade­
cuada para la teoría, aquí recurre aI · método poético de ofrecer­
nos la
narración .de dos vidas, que por vía del ejemplo, son más
útiles para mover el ánimo que cientos de páginas doctrinales.
El primero
de dichos ejemplos, que ocupa el segundo capí­
tulo; nos cuenta cómo la filosofía subjetivísta de los tiempos mo­
dernos dejó con la sola ansia de Dios a Unamuno, sin permitir
que
lo alcanzara. Pues, por un lado, él tenía una fortísima incli­
nación sentimental hacia Dios, pero, por otro,
la razón abortó
esta inclinación
y· le apartó de El. Y, así, la capacidad de Dios
no aboc6, en este caso,
al descanso en Dios del creyente, sino
que se instaló definitivamente en la desasosegada lucha, en
la
agonía, entre el sentimiento religioso y la razón.
· Por fin, en· la tercera parte, se narra la conocida, aunque
siempre conmovedora, conversión de San Agustín. Esta vida
aparece aquí como contrapunto de la abortada téndencia unamu­
niana hacia Dios. Agonías terribles sufrió, sin duda,
San Agus­
tín antes de dar el último paso y abrazar la fe cristiana con
todas
sus consecuencias. Pero esta agonía desembocó .en la quie­
tud
y sosiego de la fe, pues, dice San Agustín, «como si se
hubiera infiltrado en mí una luz de seguridad se disiparon· todas
las tinieblas de
mis dudas».
Breve y claro es este libro de Forment, y, por ello, creo que
alcanzará, en beneficio de muchos, su propósito teórico de
re­
cordamos la relación que tiene el hombre con Dios y con el
resto de . la creación, y su propósito práctico de inclinamos a
. reconocer en Dios la culminación de todas nuestras aspiraciones.
JosÉ
MIGUEL GAMBRA.
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