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Número 263-264

Serie XXVII

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El blanco es la familia

EL BLANCO ES LA FAMILIA
POR
THOMAS ·MOLNAR
Sería difícil ocuparse de la «politización sexual» de !a fami­
lia durante las últimas décadas sin llamar la atención sobre otros
dos fenómenos: la erotización
de la sociedad ( con el surgimiento
de la pornografía como un subproducto) y la inexorable meca­
nización de las relaciones humanas debido· al triunfo de la tec­
nología. Resulta
difícil saber cuál es más destructivo: la conver­
sión de nuestras ciudades
( donde solían existir civilizaciones
esencialmente decentes) en grandes Sodomas o la intrusión de la
tecnología
y las formas mecánicas de pensamiento en la intimi­
dad de las
rdaciones humanas y familiares, desde el nacimiento
-en realidad prenacimiento- a la muerte ( 1 ). Pero sí pode­
mos hacer la cr6nica de la degeneración sexual moral. -llamada
liberación por otros--· prácticamente de . año en año.
Hubo un tiempo, tras
la Segunda Guerra Mundial, en• el
que, tanto en literatura
como en arte, en política y en educación,
se concedió gran importancia a la «sinceridad» e incluso a la
«transparencia» en las relaciones humanas. Lo que la gente que­
ría expresar con esto, que pensadores como Sartre glorificaban,
era la afirmación del yo como fuente de valores y la abolición
de los secretos ( cuestiones
no públicas) encarnados en institu­
ciones. «¡No
más diplomacia de secretos.!» pregonaban los fun­
dadores
de las Naciones Unidas. «¡Fuera el matrimonio-relacio­
nes sexuales libtes! » reclamaban algunos en nombre de la nueva
moralidad.
(1) La reciente «Instrucción sobre el ·.respeto dé la vida. humana»
llama la atención sobre esta mecanización, particularmente la manipulación
bio-tecnológica de los nilios, la madre r el padre.
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Aquéllos fueron también años de entusiasmo por El segundo
sexo
de Slmone de Beauvoir, una especie de manifiesto feminista
cori fundamentos supuestamente filosóficos. « ¡Amor libre y no
al matrimonio!»
habla sido también el slogan en los primeros
años de
la Unión Soviética. Pero poco después siguió una remo­
ra.lización de la legislación sexual. En los años siguientes a 1945,
d baby-boom fue quizás el último acontecimiento moral sexual
dentro de los
lúnites legales y legítimos. Lo que luego ocurrió
pertenece a nuestra crónica.
El divorcio
en masse fue el primer síntoma de que el nuevo
hedonismo
se dirigía haciá su objetivo natural, la familia. Pero
hoy
ha llegado el tiempo en que tal fenómeno universal parece
casi respetable. Aún
más, una cita de The Economüt (21 ·de fe­
breo de 1987) es suficiente para que nos detengamos: «En los
Estados Unidos en 1960-80 hubo un gran auge de relaciones pre­
matrimoniales haciendo uso
de píldoras. La tasa de natalidad
descendió un 42 %

, la tasa de divorcio
se duplicó... Menos de
una de cada diez familias americanas
se amoldaba a la antigua
imagen de Norman
Rockwdl del padre en la oficina, la madre
en la cocina y los pequeños en casa».
En verdad que la institución familiar ha sufrido cambios du­
rante todos los tiempos. Existió la familia «en sentido amplio»
versus la «nuclear»; en la Roma antigua, el padre tenia abso­
luto derecho sobre sus hijos, tanto a la hora de su nacimiento
como de su muerte; en
la época medieval los hijos de corta edad
eran enviados
al servicio de otros sefiores; la nueva construcción
de aposentos burgueses durante los siglos
XVIII y XIX era· un fac­
tor que favorecía el relativo aislamiento entre los niños y los
adultos, y así esto repercutía en
la familia. Pero en ningón mo­
mento ·la familia fue atacada. o ridiculizada. Cuando a principios
de este siglo André Gide. exclamó: «¡Familias, os odio!», se
atribuyó aeertadamente a su temperamento artístico extravagan­
temente consciente
(y homosexual). Gide había sido criado por
su madre, su abuela y dos tías solteronas.
La legalización y aceptación social (¿cuál viene antes?) del
divorcio, ]ógicamente, condujo a
experimentos con «matrimonios
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a prueba». De aquí se puede deducir -como del resto de los -
temas de nuestra cr6nica-que la moral sexual tiene su propia
lógica
y que los fenómenos sociales nunca aparecen separados
de otros fenómenos a los que
esta lógica apunta. Aquellos in­
genuos observadores, por no mencionar a los
ideólogos y plani­
ficadores, que
argu!Jlentan, por ejemplo, que la píldora anticon­
ceptiva no tiene nada que ver con la descomposición de
la fa­
milia, o actúan de mala fe o su interés singular les ciega impi­
diéndoles ver la inevitable reacción en cadena.
-Ü, si lo prefieren,
la teoría del dominó.
El matrimonio a prueba, que se inició en
Suecia, no .era, por supuesto, más que una pareja viviendo jun­
tos, aunque el empleo de la palabra «matrimonio» fueta un caso
de vicio pagando tributo. a la virtud.
La diferencia entre este
caso
y el típico amorío extra-marital consistía en que mientras
el primero llegó a
Set socialmente aceptado, el último eta secreto.
La franqueza,
se podría decir el carácter cuasi-público, del «ma­
trimonio a prueba» ha tenido importantes consecuencias y rami­
ficaciones.·
Una es la legislación. Las palabras «compañera» y «vivir-con­
la-novia»
se han unido a la terminología diaria aceptada, y nues­
tros tribunales, inspirados sociológicamente,
toman en cuenta de
modo creciente esta aceptación. En Francia, la
cc>hahitadón sio
matrimonio tiene claras ventajas tributarias
sobre la situación de
los matrimonios
(y, por supuesto, la tasa de natalidad desciende
por las mismas razones que en Estados Unidos). Los «matrimo­
nos a prueba» son acuerdos temporales, por no darse la perma­
nencia ante la presencia de un hijo. Tal presencia sería un obs­
táculo para una segunda o tercera cohabitación, etc. La legaliza­
ción de lo que se solía llamar liaison amoureuse surgió con las
demandas de alimentos
entablada,s por las ex-amantes. De esta
forma
se ha abierto otra puerta por. donde la familia :puede set
atacada.
La otra consecuencia. del matrimonio a prueba tiene que ver
con el nuevo
ethos. Es cada vez más frecuente que una hija
lleve a su última conquista del colegio
_o de una ifiesta a pasar
el fio de semana a
casa de su padres y que la madre pregunte:
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THOMAS MOLNAE
¿preparo .Ja cama pata los dos? Para el sociólogo es un daro de
investigación
en la «evolución» de la familia; pero, ¿qué supone
para
la familia y sus miembros? Banaliza los vínculos del amor
familiar mediante la demostración de que la familia es gratuita
y no tiene justificación cuando el acto central íntimo se realiza,
sin compromiso serio y duradero, sin garantías de amor e insti­
tucionales, incluso
en el ambiente familiar. Incluso se trivializa
el desayuno de
la mañana siguiente por la presencia del invitado
pasajero que no es realmente
un invitado sino un cliente.
Es importante meditar este aspecto de la cohabitación porque
la mujer está. en su ·centro. A pesar de
lo que los sociólogos pro­
gresistas, psicólogos, sexólogos
y otros intelectuales puedan de­
cir, la mujer es el elemento en que se funda la sociedad
y, en
consecuencia, la familia. La mujer
es monógoma por naturaleza
(pace, todo el mundo), pero mientras el hombre (hijo, marido,
amante)
es centrifugo en relación a la familia, la mujer guarda
el orden en
un sentido físico y moral. Ellas dan al hogar ese
tono indefiruhle del que todos somos conscientes y sus criterios
éticos y de comportamiento determinan lo que se puede
y no
se puede hacer. De ellas depende, más que de las instituciones
del
mundo exterior, el estado moral y la integración social de
la sociedad. · La descomposición y derrumbamiento posteriores
dependen de las normas
que las mujeres dejan de preservar. Al
hombre siempre se le permite una gran laxitud en este ámbito,
pero cuando las mujeres empiezan a ceder
en cuestiones de sen­
sibilidad moral, cuando comienzan a utilizar palabras malsonan­
tes, cuando dejan de v.,r· diferencia entre un comportamiento
decente e indecente,
la. sociedad está condenada (2).
El matrimonio a prueba y sus variantes, que surgieron en
los años 50 como
datos. de investigación sociológica, y como
valor,
qeutral, fueron . los prhicipales factores responsables del
feminismo. Es falso que este último sea político o incluso
eco­
i;tómico; principalmente implica la ideologización del sexo. Causa
(2) En' sociedades trádicioruiles (Atfnás, Oriente Medio, Japón, Fran­
cia en el siglo XVIr, eté:".) 1á hétaira, · la gei.Sha ·o la cortesana estaban fuera
~e la ·sociedad~ --·.aunque · eran -parte necesaria· y · orgánica de ella.
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la desintegración social, igual que la «revuelta del campus» de
los sesenta y setenta, obra de otra minoría falsamente oprimida,
causó
la ruina de nuestras instituciones· como instituciones acadé­
micas.
Por consiguiente, el feminismo debe ser considetado como
un subprodueto de la invención
técnica del saje sex (la píldo­
ra), que
abrió la puerta de la igualdad de las mujetes con los
hombr~s y

a las ventajas sexuales de los hombres. Una
ideología
completa ha cristalizado en torno a la igualdad sexual. El grito
del
«derecho de la mujer sobre su cuerpo» simplemente imita
el efectivo
derecho del hombre de hacet lo que desee con su
cuerpo, en el sentido de que no tiene que preocuparse de las
consecuencias: él no queda embarazado, no sufre las molestias
del embarazo
y parto, no está atado al hogar por el cuidado de
los niños, es libre
para set promiscuo.
La envidia de las mujeres por la libertad ( ventajas sexuales)
de los hombres, expresada ahora hipócritamente en nombre de
la igualdad democrática, se refleja en un Iihro de Blisaheth Ba­
dintes, esposa del ex-mi!Ústro francés de Justicia (con Mitterrand).
La señora Badinter, una especie de mi!Ú-Beauvoir, insiste en que
la
jgualdad total solo se conseguirá con el «avance» médico. de
transferir
el. embrión al cuetpo del hombre. Del hombre em­
barazado el hijo volverá a set pasado al vientre de la madre que
será quien dé a luz. Nosotros solo podemos ver horror y abyec­
ción en esta especulación ~etebral, pero para la Badintet debe set
una forma de
envidia· fálica: los hombres también deberían estar
atados a la condición de
la mu jet ( 3 ).
(3) El feminismo .como fenómeno «cultural» ·ha aparecido incluso en
lo_s textos · de 1engua de los colegios. Los libros de texto son un medio
id6neo de autorizar UDl.l ideología poco a poco, y particulannente los libros
de lengua: donde el estudiante incauto está indefenso respecto a la pre­
sentación de países extranjeros y costumbres .. Yo be visto pequeños díbu~
jos en dichos libros que muestran a: una esposa, ·Jane, que va a la oficina
por
la mañana, mientras su marido, Dick, permanece en casa y hace las
tareas domésticas. El texto rilenciona que no todas las parejas han adop­
tado todavía este nuevo acuerdo, pero que es
ilustrativo para 'el futuro.
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Deben mencionarse con especial énfasis dos de las principa­
les consecuencias del feminismo. Una
es el aborto, que resulta
del argumento retorcido de que una mujer tiene absoluto derecho
sobre su cuerpo, Esto significa igualmente que el niño no tiene
derecho a nacer, ni la familia a ser tal, ni la sociedad o naci6n
a ser un todo viviente. A pesar de
todo, desde el momento del
nacimiento, si
.no de la concepci6n, la sociedad entra en diver­
sas relaciones con la nueva criatura: pr una tradición, lenguaje, lústoria, costumbres, la cadena de
la vida,
la muerte, lo que todavía no ha nacido. A cambio, la sociedad
espera beneficiarse
poco a poco del nuevo miembro: de su ta­
lento, lealtad, defensa de intereses comunes,
y otras contribucio­
nes potenciales. No
es un contrato -así como lo ve la teoría
liberal-que significa algo revocable: es la integración con un
cuerpo viviente. S6crates nos enseñó que
la muerte · es preferi­
ble al destino de ser rechazado como un exiliado,
un proscrito,
un
desterrado, un refugiado.
El
recién nacido, o· el niño que va a nacer, es un haz de
potencialidades actualizadas por la madre, la familia, el ambien­
te, la nación o ·por el conocimiento histórico. Qué horrorizado
quedé cuando leí en el
Newsweek, durante un vuelo hace POfOS
años, en una carta de una mujer al director, esta frase: «Un feto
en el vientre
es tan horrible como el desarrollo de un cáncer».
Milenios de normalidad se desploman al rumor de estas palabras,
peores que
las que cualquier guardia . de un Gulag o cual"luier
torturador jamás pronunciaron.
En cierto modo el verdugo res­
peta el cuerpo de la víctima, y a través de la carne. débil, .su
alma. Las palabras de la autora de la carta nos lleva directamente
al infierno del fin del respeto de sí mismo.
Pero no
es la declaraci6n aislada de un terrorista singular
( un terrorista
es un asesino de personas ignorantes e indefensas).
Hace
dos años en Barcelona, en la nueva España liberal-demo­
crática, tres :tnil mujeres asisti'eron a una manifestación en la que
tres de ellas, mujeres embarazadas, subieron al podiutn para in:
de que ellas también
abortarían un hijo no deseado. Desde en-
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tonces,. las leyes en España hán promulgado el contenido de
este compromiso.
La otra consecuencia del feminismo es «la maternidad su­
plente». Es bk:n sabido el deseo de un hijo que ,tienen ciertas
parejas estériles, incluso aunque la reciente
Instrucci6n de Roma
explica que un hijo no es un derecho sino un regalo, y que las
parejas
sin hijos deben acudir a la adopci6n pero no pagarlo o
conseguirlo mediante fertilizaci6n
in vitro. La «maternidad su­
plente» significa asimilar el seno de la mujer a una salida de
ventas donde
un ser humano puede ser encargado y comprado
como mercancía.
La impersonalidad de la operaci6n está subra­
yada por la misma mujer que da a luz fabricando
más de un
producto, esperando por cada uno
el ,precio de mercado actual.
En el otro extremo del contrato, si puede llamarse así, está el
padre, no un padre
de carne y espíritu, sino de semen única­
mente, el elemento que contribuy6 en una situaci6n aislada y
de masturbaci6n sin el
beneficio del amor y la uni6n espiritual­
física con una mujer.
La criatura en sí misma
-que debe saber más tarde que fue
un producto de
laboratorio-no tiene ni padtes ni identidad, es
simplemente una prueba viviente del progreso científico. Si tiene
talento
se le calificará como alpha entre los productos de la­
boratorio del Brave New World; si es una persona media, heta;
y si es peor,
delta o gamma. Es aterrador pensar en lo que
estas personas pueden desencadenar en lo que todavía llamamos
raza humana. No debe haber nada mal en
sus cuerpos o en sus
mentes. A pesar de todo,
el hecho de que vinieron a la existen­
cia de una forma mecánica, sin
la clara identidad del padre y
la madre,
afectará a su identidad moral, su búsqueda de raíces.
Para
la mente científica no existe ningún ·problema. La carta de
un físico
al New York Times (19 de febrero de 1987) expone
que
es fácil una uni6n entre la madre suplente y su hijo: se la
tranquiliza con sedante durante
el parto y . cuando vuelve en sí
el niño nacido ha sido aparta!1o y entregado a
sus nuevos padres.
El doctor
H. Lehnhoff expone que tal acuerdo «podría ser parte
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del contrato». La fría inhumanidad de tales «soluciones» es
alarmante.
Significativamente, . el problema de las madres suplentes,
como la misma ideología feminista, está planteada en términos
equivocados. El partidario del aborto, Daniel Maguire, un ex­
sacerdote y profesor en Marquette, se opone a ello con el único
fundamento
de que en tales ocasiones una mujer en dificultades
econ6micas
.se ve obligada a vender sus servicios a alguien de
clase
más prospera. Maguire no considera al niño como la pobre
víctima
par excellence. Prefiere aplicar el análisis marxista.
La relaci6n de aberraciones.
sexuales· en el siglo xx ha seguido
generalmente la
cronología de sucesos. Con la homosexualidad
debemos forwsamente abandonar esta cronología. Las aberracio­
nes hasta ahora catalogadas son básicamente nuevas en la histo­
ria de la humanidad, aunque no
sea por otra raz6n que la inter­
venci6n tecnol6gica que
las ha hecho posibles y. las ha catapul­
tado a un status de sensaciones a escala mundial. De modo
extraño, entre la
aberraciollés referidas, la homosexualidad ocupa
la posici6n
más antigua; si no la más respetable, es, por lo me­
nos, tanto un dato de nuev_a investigación como una realidad
hist6rica que siempre ha jugado un papel marginal, pero bien
conocido, en las
comunidades humanas.
Lo que nuéstra sociedad ha añadido al fen6meno homosexual
es la franqueza descarada,
lo cual significa una inmediata poli­
tizaci6n, una
e,,hibición en la plaza del mercado en forma de
«lobbies» con
influencia en la legislación y desfiles delante de
catedrales. Siempre han existido
homosexuales, pero escondían
su condici6n lo
más posible, de la misma forma que se esconden
los amantes, que
de hecho encuentran algo excitante en· su con­
dici6n secreta. Es quizás la inclinación democrática-igualitaria de
esta
época_ la que estimula a la gente a lavar sus trapos más o
menos
sucios en público y a profanar los asuntos· íntimos dis­
cutiendo, analizando e investigando ad nauseam.
Pro lo que se refiere al feminismo -simétrico con la ho­
mosexualidad, en cuanto es parte. de la política sexual-los
«gays» se dieron a conocer p6blicamente a través de los esfuer-
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zos de un ·puñado de actlvtstas. El mundo tenía que quedar
enterado, y la sociedad calificada de «injusta»
tecla que ser
enmendada por un levantamiento revolucionario.
Es difícil deter­
minar dónde s.e sitúa la injusticia en el campo social; después
·de todo, nadie interfirió en la vida de los homosexuales cuando
sus prácticas permanecieron confinadas en lugares privados ( 4 ).
La raíz de la nueva publicidad por y para la sodomía era ideo­
lógica: el poder·
de destruir instituciones, ridiculizándolas y ca­
ricaturizándolas, primero, y, desmantelándolas, después por su
condición débil y poco resistente. Y, entre las instituciones, la
familia es siempre el blanco principal de los movimientos· de
erosión
social. La confusión de los miembros de la familia en
lo concerniente
al «papel sexual» que desempeñan el padre, la
madre
y los niños -<:onsiderados papeles convencionales que no
corresponden a su real aunque escondida orientación
sexual­
pnede ser explotada en vista del desenmascaramiento de la fa­
milia como foco .de hipocresía. ¿Y qué podría ser más daños.o?
El objetivo se alcanza mejor poniendo la «contra-familia»
como modelo alternativo.
Esto· significa una familia homosexual
en donde las funciones naturales de una familia son vistas como
en caricatura: las identidades matrimoniales
se desdibujan, la
bendición religiosa resulta ser
una parodia, y la adopción un
medio
de reclutar nuevos objetos sexuales. Todo esto resnlta
más fácil por la mala conciencia de
las instituciones liberales
(cámaras legislativas, tribunales, agencias sociales) que oficial­
mente no pueden distinguir lo lícito de lo ilícito
y. se sienten
obligados a comportarse
vis a vis con las parejas homosexuales
como si no tuvieran ojos para ver quién está delante de ellos;
exigiendo nuevas leyes, nuevos derechos, una nueva moralidad.
En una
. década fugaz, la revolución gay triunfó quizás más
allá de las esperanzas .más fantásticas de los ideólogos. · Los me-
(4) En la_ mayoría de las sociedades particularmente la oriental y
latina, la tolerancia_ fue más allá. En la antigua Grecia de.l Renacimiento,
en la Francia del siglo XIX, la homosexualidad estaba muy extendida entre
artistas y poetas, gente refinada en exceso. La mayoría, más apegada a la
vida cotidiana, no tenía tiempo libre para pensar en 'esos lujos.
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dios de comunicación sll:Vleron de ayuda informando sin parar
acerca. de abusos de menores, inhabilitando indirectamente tam·
bién a las familias normales, y sacando a la luz historias sobre
la liberación de
· 1os pederastas de todas las trabas de la hetero­
sexualidad (5). Algunas iglesias y el Tribunal Supremo,
encerra.
dos en la lógica de su liberalismo poscristiano, han prosegnido
e incluso han marcado el camino. El Jefe de Sanidad, un estricto
científico (médico), sin
ninguna consideración de la obligatoria
penumbra ética
de. su alto cargo, insiste en la total sexualiza·
ción de las escuelas en nombre de ese gran .ídolo: Información
Implacable. El Dartmouth College le toma la palabra: los estudiantes
de
primer grado reciben todo un equipo sexual con preservativos
y lubricantes, y
un prospecto explicando cómo hacerlo: sexo
oral y anal, fisting, de todo. La industria y televisión siguen la
moda
lanzándose a empresas de billones de dólares mediante la
publicidad de preservativos. En resumen, el programa liberal
será: instituciones desmanteladas, moralidad
de hágalo usted
mismo, hacer dinero.
Lo llaman eduacación para la democracia.
La ostentación gay no es la última en el proceso de la abomi·
nación sexual. El incesto invade el cine, los datos de investiga·
ción y los negocios ( en San Francisco existen ,boutiques para
es.te
propósito). Tímidamente, la legislación empieza a aprobarlo.
Después de todo, el abuso de menores incluye· las
relaciones se·
xuales entre padre e hija; ¿por qué no despenalizarlo? Las pre­
misas están puestas: en Nueva York, wl alto cargo de la policía,
después de haber visto en televisión las boutiques de California,
me dijo: «Es bueno que se sepan las cosas. El público debe estar
enterado». Esta
es la política. del Jefe de Sanidad. Ni una pala·
(5) En New York Times Magazine (15 de marzo de 01987) un marido
y padre de' dos hijos cuenta cómo llegó a admitir su inclinación ante su
esposa, cómo abandonó
su familia (los niños lloraban), cómo se trasladó
a vivir con su· amigo y c6mo todo esto es normal. En verdad, la función
que deSempeñan los medios de comunicación en la actualidad es transfor­
mar lo abyecto e inmoral en normal. ·Ellos lÓ llaman crónica de la evolu­
ción moral.
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bra sobre represión. En el. omnipresente clima liberal ni el Jefe
de Sanidad, ni
niogún gran preboste comprenden que la «infor­
mación» tiene doble filo: produce indignación,
sí, pero· también
estímulo e imitación.
Las muchas facetas de
la se:xualización de 1a sociedad pueden
camuflar su principal objetivo: la
abolición de la familia en fa­
vor de una unidad de toda la humanidad donde no se admitan
vínculos privados y donde la «transparencia» se imponga sobre
todo. Este programa permanente de literatura utópica, esta ban­
dera de todos los regímenes colectivistas, proviene de una
de las
pasiones más poderosas del hombre:
la ignalación de todas las. di­
ferencias ( excepto para aquellos «más iguales» que el resto) y la
mecanización social en lugar de la libertad.
En cada época esta
pasión surge bajo nuevos
slogans: efectivamente existente tanto
utopías puritanas como sodomitas.
O, a:mbas, en. cuyo caso la
primera proporciona la justificación, la tecría fría, mientras la
segunda proporciona el reclutanúento.
En otras palabras: el al-
cahuete y la prostituta. ·
Incluso cuando escribo esto, existen nuevos informes de si­
tuaciones obscenas previamente inimaginadas e inimaginables,
que describen pura:mente
-«científicamente»-los actos que. la . ' ley autoriza ahora o que va á autorizar. 1.fientras que una so-
ciedad al parecer insensata dispone lo que es lícito escribir en
las leyes para abogados, jueces y legisladores, un comentarista
señala a propósito de la maternidad suplente, que los
cálculos
que entran en· fos contratos entre las partes «turban el orden
social».
¿En qué consiste esa turbación?
Se deben mencionar dos
casos recientes entre los
muchos que ya invaden . las salas de
justicia (pero que
no parece ofender la conciencia de los «con­
tratantes»): una abuela surafricana anuncia felizmente
la implan­
tación en ella de
óVÚlos de su propia hija, fertilizados in vitro
por el esperma de su yerno, y la buena disposición para en~re­
gar el bebé -tres de las cuatro «implataciones» viven ahora en
su
vientre--a su hija. ( ¿Es esto incesto? ¿Es una fusión de los
dos papeles, madre y abuela? ¿O ambas cosas?). Una pareja q'ue
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entre tanto se ha divorciado dice a la madre suplente a la que
ha contratado que
ahorre. Ya no se necesita el fruto esperado,
es
un caso de desistimiento. Pero no se trata de un coche sino
de un niño vivo.
Por eso, preguntamos otra vez, antes de que nos inunden
revoluciones biotecnol6gicas
más moderuas: ¿cuál es el fondo de
la cuesti6n?
No estamos tratando con simples casos
legales aislados. Está
bastante claro que noo enfrentamos con una escalada implacable,
con el desenvolvimiento
de una 16gica satánica que disocia una
cuesti6n de otra para así destruir nuestro sentido del horror.
Básicamente nos
piden que demos nuestro consentimiento moral
a la producci6n en masa de unidades con vida y forma humana,
destinadas a no tener padres o familia, ni amor ni lealtad, sino
exclusivamente principios
de bfo-comportamiento para una eo tencia dirigida. Efectivamente, en este estado tecnol6gico se toma
el esperma de un humano, y la familia está lista (?) para reci­
bir el bia.material contratado, con U:n desembolso inicial. Pero
la tecnología se perfeccionará; y surgirán preguntas: ¿por qué
no esperma artificial 'Y útero artificial? Y ya que los padres de
alquiler pueden no presentarse, ¿por qué no crear
grandes or­
fanatos estatales para alojar a los pequeños
«alphas»?
¿Es ésta una fantasía de Huxley? En absoluto. La escalada
desde el divorcio y el· matrimonio a prueba hasta la adopci6n
por pederastas muestra que la realidad otra vez supera la ficci6n.
Mientras llegue ese tiempo en que bastarán unos cuantos super­
cientificos (Huxley los llamaba «controladores del mundo»)
para
controlar los laboratorios donde -toda la «humanidad» sea creada
por medios químicos, tú y yo,. seguiremos teniendO pasiones,
intereses·
y ·motivaciones que se encuentran con las. motivacio­
nes, intereses y pasiones de otras personas. El hombre es terri­
blemente ingenioso cuando
se anima a representar el papel de
Dios, y eso es exactamente lo que permite la bio-tecnología. En
otras palabras, pueden
surgir las más horribles combinaciones
y permutaciones de los preceden-tes que ahora presenciamos. No
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EL BLANCO ES LA FAMILIA
podemos imaginarlas más de lo que hubiéramos podido imaginar
la situación actual hace diez años.
No
se trata de una nueva civilización -----acompañada de una
nueva
moralidad-que surge gracias al adelanto tecnológico.
Pensadores e historiadores del pasado podían proyectar rales
perspectivas y utilizar frases como
«la. moralidad debe ponerse
al nivel del progreso material» solo porque, desde tiempos
re­
motos, pensaron que se enfrentaban con un conflicto misterioso
y romántico entre incompatibles.
Nosotros conocemos, exactamente coro.o lo conocieron Adán
y Eva,. el significado del pecado tras el episodio del Edén. El
pecado es usar nuestra libertad en un acto final que termina con
toda Hhertad.
A este lado de ese acto tenemos una especie hu­
mana que sobrelleva una pesada carga y vacila ante elecciones
y decisiones; que tropieza innumerables
veces pero que vuelve a
enderezarse frecuentemente incluso subiendo por encima
de su
altura. Los hombres no pueden alcanzar la utopía, ni incluso la
gran felicidad. Pero mediante
la libre elección consiguen alguna
satisfacción, alegría, penetración, la exploración de los
lúnites.
Al otro lado -«más allá de lo bueno y lo malo»· (¿más allá
también de la elección?)-- queda
una existencia biológica garan­
tizada (para aquellos
no abortados), creada mecánicamente (fer­
tilización
in vitro) o deshecha (eutanasia). Cada paso es pre-pro­
gramado, las relaciones humanas se siembran,
se interrumpen, se
vuelven a dirigir, se deshacen,. conforme a· intervenciones me­
cánicas y los mecanismos tecnológicos. Por último, de urui madre­
máquiná surgen pequeños robots, siendO su único vínculo con el
padre-máquina un material viscoso verrido sin amor en un tubo.
El amor no es problema.
La ironía es que todo esto -feminismo, movimiento gay,
aborto, tubos de ensayo--parte de la «revolución sexual». El
resuitado
es que el sexo no es libre sino aterrador. En lugar de
Romeo y Julieta, tristes contratantes
se enfrentan entre sí; las
escuelas
-in loco parentis, ¡qué chiste!-se centran en la ·téc­
nica del sexo anal; el chico y la chica se cogen de la mano bajo
la nuebe del SIDA.
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THOMAS MOLNAR
La vida mecanizada, el ocio mecanizado, el sexo mecanizado,
mañana los niños fabricados. ¿Dónde aparece la condición hu­
mana en todo esto? Simplemente, un período de tiempo entre
un nftcimiento y una muerte contratados.
(Traducción de ANA AYUSO)
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