Índice de contenidos
Número 263-264
Serie XXVII
- Textos Pontificios
- Testimonios
-
Estudios
-
La encíclica Sollicitudo rei socialis ante el desarrollo sin solidaridad
-
El pensamiento de Vázquez de Mella. (Su actualidad, sesenta años después)
-
El blanco es la familia
-
Amor, matrimonio y derecho
-
El liberalismo y la Iglesia española. Historia de una persecución: Antecedentes: II. Un mundo que se va, enfrentado a la Iglesia
-
La legitimidad del poder
-
Principios de antropología cristiana. En torno a la obra «Fecundación
-
Sobre la esencia del conocimiento. Un libro importante de Francisco Canals
-
Cambio, democracia y socialismo. Un análisis del presente y el futuro político de España
-
- Actas
- Información bibliográfica
- In memoriam
- Crónicas
- Homenajes
Autores
1988
Agustín Chil Estévez: Pildain. Un obispo para una época
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Chil Estéve,,, Agustín: PIWAIN. UN OBISPO
PARA. UNA
EPOCA (*)
El sacerdote canario don Agustín C)ill Estévez acaba de pu
blicar una completísima
biografía del obispo Pildain, que fue
una de las grandes figuras eclesiales de una época tan importante
como la que
va desde la proclamación de la República hasta la
conclusión del segundo Concilio Vaticano. . ·
Ya tiene monseñor Pildain el estudio histórico que se me
recía. Pues todo lo que se diga de la obra de don Agustín Chil
corre
el riesgo de quedarse corto ante una biografía realmente
ejemplar.
Y que bien podrá ser tomada como modelo por quie
nes, en lo sucesivo, intenten emprésas análog'9.s.
La biografía de un obispo, y más· si está escrita por uno de
sus sacerdotes, corre
el riesgo de convertirse en hagiografía. No
es este
el caso. Doll Antonio Pildain fue hombre de excelsas
virtudes, que naturalmente se -señalan, y de actuaciones contro
vertidas que, después de la publicación del libro, quedan fijadas
en sus justos límites para que
el lector las juzgue como quiera.
Porque, además, Chil Estévez sobre
todQ expone y apenas in
terpreta. Y, todo ello, con una consulta de fuentes, tanto per
sonales
como· documentales, verdaderamente notable.
Tenemos, pues,
Ulla espléndida biografía que hace echemos
más en falta las enormes
carencias que la histotiQgtafía eclesiásti
ca m'!ll-Ífiesta con lo que ello supone para la historia general y
más en un país como España en el que la religión ha· tenido
peso tan relevante. Parece increíble que, con las excepciones de
Gomá
y Vicia!, apenas existan estudios sobre los obispos de los
dos últimos siglos. Lo que en casos como, por ejemplo,
el del
cardenal
Segura es realmente impresentable.
Antonio Pildain
y Zapiain nació en Lezo (Guipúzcoa), el 17
de enero de 1890. Con vocación religiosa como tantos hijos de
aquellas entonces catolicísimas provincias vascongadas, se ordena
(*) Caja Insular de Ahorros de Canarias, .Las Palmas de Gran Canaria, 1987, 478 págs.
565
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION · BIBLIOGRAFICA
de sacerdote en 1913 en la capital de la cristiandad. Sus nota
bles cualidades
le. llevaron de profesor al seminatio de Vitoria
donde, en 1928, gana brillantemente la canonjía de lectora!.
Ya
gozaba entonces de extraordinario prestigio como orador sagrado.
· La República le lleva al Parlamento . como represetante de
la minoría vasco-navarra en
el trienio législativo 1931-1933,
represemando a
su. Guipúzcoa .natal. Allí, en una situación ma
nifiestamente antícatólica, Pildain pronunció doce diséursos me
morables en defensa de los derechos de la Iglesia que le colocan
al nivel de aquellos dos dignos antecesores suyos en
las Cortes
que, en ·situación análoga,
habían defendido la misma causa. Me
refiero a
Afai:iterola y Monescillo. Chil Estévez reproduce ínte
gramente
seis-de ellos que son espléndidas piezas oratorias de
fondo y de forma.
La fama tan merecida lograda por Pildain le lleva a ser pre
conizado obispo de Las Palmas en 19 36. Poco tiempo después
estalla
el Alzamiento y su consagración se ve dificultada retra
sandose hasta el 14 de febrero de 19 3 7.
Y a tenemos en Canarias a aquel
. hombre de firmísimas con
vicciones,
celosísin:¡p ele los derechos de Dios y de su Iglesia Y
de la salvación de las almas y, por otra parte,. sumamente avan
zado en cuestiones sociales. Un obispo difícil, pues, de clasificar.
Por lo primero, podia ser arquetipo integtista. Por lo segundo,
alguien le
tacharía· de progresista o demasiado avanzado.
Sus primeros días en Canarias le dieron ocasión de. derramar
su caridad en una diócesis estremecida por las consecuencias de
la guerra. Fue elemento decisivo
-'-el principal-, en que (il~a
cin las vengazaJ y los paseos. Y su figura entró en la leyenda.
Chil Estévez no puede confirmar
el hecho referido por Rodríguez
Doreste, alcalde socialista de Las Palmas, y extendido por toda
la isla, del .obispo impidiendo las ejecuciones con su presencia
al borde de las misma sima de Jinamar. Pero acudiera el obispo
a la sima o detuviera a la siniestra comitiva en el camino, lo
que es indubitable es que alcanzó de las autorid.ades numerosos
indultos de la pena
maxima e impidió, tras su llegada, que
prosiguieran trágicos excesos.
Es punt9 obligado en su biografía el «enfrentamiento» con
Franco. Tras
el relato de Agustín Chil, la conducta del obispo
queda definitivamente .esclarecida. Ni resabios nacionalistas, ni
venganzas por el retraso -en su ·consagración, ni rechazos a po
siciones tota,litarias que resultaban de mimetismos-extranjeros.
Fue todo mucho más sencillo. El obispo desarrollaba una intensa
campaña en favor de
las buenas costumbres y entendía -'--eSta-
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Fundaci\363n Speiro
JNFORMACION BIBLIOGRAFICA
mos hace más de cincuenta año&-, que el baile era un peligro
para la moralidad. Al igual que
el cardenal Segura y otros obis
pos de entonces.
Por ello, había determinado que en todas las
fiestas en
las que se celebrara baile no habría funciones religiosas.
Algún poncio provinciano
-y esto es conjetura mía-, pensó
tal vez en crear problemas
al obispo colocándole en la difícil po
sición de encontrarse con un ,baile y un Te -Deum-prógramados
con asistencia del Caudillo. Sin duda estaba convencido de que
habría claudicación episcopal.
Era no conocer a Pildain y, efecti
vamente, no
se doblegó. En la catedral no hubo .Te Deum y sus
puertas, concluidos los actos normales del culto,
se cerraron.
Sin embargo, la firma de Pildain apareció, y sin problema
alguno, con todas las de sus hermanos en el episcopado, excepto
las de Múgica y Vida! que se encontraban en e] extranjero y no
quisieron firmar tras
explicar sus razones, al pie de la famosa
Carta colectiva de 1937. que respaldaba inequívocamente ante el
mundo
la legitimidad del Alzamiento.
Fue también objeto
de encendida polémica la radical postura
del obispo ante Unamuno y Pérez Galdós. Al primero le dedicó
el 19 .de septiembre de 1953 su pastoral Van Miguel de Unamu
no, hereje máximo y maestro de herejes, con motivo .del home
naje que se le iba a rendir en Salamanca. Al escritor canario,
otra pastoral.
La Casa-Museo de Pérez Galdós, fechada el 26 de
julio de 1964. De
la que se refería al rector de Salamanca, el
título lo dice todo. Don Benito Pérez Galdós no. sale mejor
parado
en la suya.
Ya se había opuesto Pildain al museo galdosiano en 1959
y nada menos que en carta al · Tefe del Estado. Carta, por otra
parte, respetuosísima con
el Caudillo. Posiblemente por efecto
de esta gestión
el museo permaneció cerrado al público hasta
1964. Apertura que suscitó la citada pastoral.
En días de fe decadente cuesta trabajo entender la intransi
gente actitud del obispo. Pero es que su
fe era recia y firmísima
y le dolía profundamente que
se tributasen honores a quienes,
sin duda, mereciéndolos Hteralmente, habían vivido
y se ha
bían manifestad.o en numerosas ocasiones. en abierta op'osición a
los dogmas de la Iglesia y a la institución eclesial.
Y no deja de tener fundamento
la posición episcopal a este
católico-masoquismo de
tantos hijos de la Iglesia empeñados en
resa:ltar las verdaderas o falsas virtudes de los enemigos de
la
Iglesia cuando lo indicado sería la censura de sus errores o, a
lo menos,
el silencio y no una estúpida actitud incensando con
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Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
los enemigos de la Iglesia aquellos que en su vida se habían
manifestado siempre como tales.
Especialmente reseñable fue, también,
la intervención de Pil·
dain en el Concilio. Anciano ya, se batió denodadamente en de·
fensa de las tesis tradicionales sobre la libertad religiosa aunque
también tuvo
señaladas intervenciones en las que vibraba su pro
fundo sentido social. Como cuando postula la desaparición de la
acepción de personas o clases sociales en las ceremonias religio
sas o que existan distintas clases de las mismas según el esti·
pendio. Porque, «¿por ventura no ,se esa:>gió Dios a los pobres
del mundo?». O como cuando solicitaba que
al igual que se pide
en la misa por
los reyes y autoridades se haga también por los
pobres.
Sería interminable continuar hablando de Pildain. Remito al
lector que quiera conocer mejor a este
gran 'obispó a la,, ,¡,,cee·
lente obra de Agustín Chil Estévez. Allí no solo encontrará da·
tos históricos · sino también ideas que le harán pensar sobre la
Iglesia. Sobre lo que debe ser la Iglesia. Y sobre lo que debe
ser un obispo.
.
Y no puedo cerrar este. comentario sin recordar a un queri
dísimo amigo, tan vinculado a Verbo y a La Ciudad Católica,
Gabriel de Armas, tantas veces citado en el libro de Chil Esté
vez y prematuramente llamado por Dios. Aquel gran admirador
del obispo Pildain hubiera gozado
sobremanera con esta lectura.
Desde el cielo habrán leído juntos el libro, don Antonio y él, ,
,FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA ÜGOÑA
Eudald Forment: DIOS Y EL HOMBRE (*)
Esta pequeña obra consta de tres capítulos bien diferenciados
por su estilo y finalidad.
En un primer capítulo hace el autor una sintética exposici6n
del lugar que al
hombre corresponde en la creación, conforme
a la doctrina de Santo Tomás. Esta doctrina aúna lo que
ya sa·
bían los filósofos paganos, que el hombre es superior a todas las
otras criaturas de este mundo por su inteligencia y libre albe·
drío, con algo de inspiración cristiana, que el hombre es per·
sona. Y el hombre es persona porque está hecho a imagen y se·
mejanza de Dios, lo cual engloba no solo las notas ya mencio
nadas de ser inteligente y libre, sino ante toda la característica
(*) Editorial Casals; Barcelona, 1987.
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Chil Estéve,,, Agustín: PIWAIN. UN OBISPO
PARA. UNA
EPOCA (*)
El sacerdote canario don Agustín C)ill Estévez acaba de pu
blicar una completísima
biografía del obispo Pildain, que fue
una de las grandes figuras eclesiales de una época tan importante
como la que
va desde la proclamación de la República hasta la
conclusión del segundo Concilio Vaticano. . ·
Ya tiene monseñor Pildain el estudio histórico que se me
recía. Pues todo lo que se diga de la obra de don Agustín Chil
corre
el riesgo de quedarse corto ante una biografía realmente
ejemplar.
Y que bien podrá ser tomada como modelo por quie
nes, en lo sucesivo, intenten emprésas análog'9.s.
La biografía de un obispo, y más· si está escrita por uno de
sus sacerdotes, corre
el riesgo de convertirse en hagiografía. No
es este
el caso. Doll Antonio Pildain fue hombre de excelsas
virtudes, que naturalmente se -señalan, y de actuaciones contro
vertidas que, después de la publicación del libro, quedan fijadas
en sus justos límites para que
el lector las juzgue como quiera.
Porque, además, Chil Estévez sobre
todQ expone y apenas in
terpreta. Y, todo ello, con una consulta de fuentes, tanto per
sonales
como· documentales, verdaderamente notable.
Tenemos, pues,
Ulla espléndida biografía que hace echemos
más en falta las enormes
carencias que la histotiQgtafía eclesiásti
ca m'!ll-Ífiesta con lo que ello supone para la historia general y
más en un país como España en el que la religión ha· tenido
peso tan relevante. Parece increíble que, con las excepciones de
Gomá
y Vicia!, apenas existan estudios sobre los obispos de los
dos últimos siglos. Lo que en casos como, por ejemplo,
el del
cardenal
Segura es realmente impresentable.
Antonio Pildain
y Zapiain nació en Lezo (Guipúzcoa), el 17
de enero de 1890. Con vocación religiosa como tantos hijos de
aquellas entonces catolicísimas provincias vascongadas, se ordena
(*) Caja Insular de Ahorros de Canarias, .Las Palmas de Gran Canaria, 1987, 478 págs.
565
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION · BIBLIOGRAFICA
de sacerdote en 1913 en la capital de la cristiandad. Sus nota
bles cualidades
le. llevaron de profesor al seminatio de Vitoria
donde, en 1928, gana brillantemente la canonjía de lectora!.
Ya
gozaba entonces de extraordinario prestigio como orador sagrado.
· La República le lleva al Parlamento . como represetante de
la minoría vasco-navarra en
el trienio législativo 1931-1933,
represemando a
su. Guipúzcoa .natal. Allí, en una situación ma
nifiestamente antícatólica, Pildain pronunció doce diséursos me
morables en defensa de los derechos de la Iglesia que le colocan
al nivel de aquellos dos dignos antecesores suyos en
las Cortes
que, en ·situación análoga,
habían defendido la misma causa. Me
refiero a
Afai:iterola y Monescillo. Chil Estévez reproduce ínte
gramente
seis-de ellos que son espléndidas piezas oratorias de
fondo y de forma.
La fama tan merecida lograda por Pildain le lleva a ser pre
conizado obispo de Las Palmas en 19 36. Poco tiempo después
estalla
el Alzamiento y su consagración se ve dificultada retra
sandose hasta el 14 de febrero de 19 3 7.
Y a tenemos en Canarias a aquel
. hombre de firmísimas con
vicciones,
celosísin:¡p ele los derechos de Dios y de su Iglesia Y
de la salvación de las almas y, por otra parte,. sumamente avan
zado en cuestiones sociales. Un obispo difícil, pues, de clasificar.
Por lo primero, podia ser arquetipo integtista. Por lo segundo,
alguien le
tacharía· de progresista o demasiado avanzado.
Sus primeros días en Canarias le dieron ocasión de. derramar
su caridad en una diócesis estremecida por las consecuencias de
la guerra. Fue elemento decisivo
-'-el principal-, en que (il~a
cin las vengazaJ y los paseos. Y su figura entró en la leyenda.
Chil Estévez no puede confirmar
el hecho referido por Rodríguez
Doreste, alcalde socialista de Las Palmas, y extendido por toda
la isla, del .obispo impidiendo las ejecuciones con su presencia
al borde de las misma sima de Jinamar. Pero acudiera el obispo
a la sima o detuviera a la siniestra comitiva en el camino, lo
que es indubitable es que alcanzó de las autorid.ades numerosos
indultos de la pena
maxima e impidió, tras su llegada, que
prosiguieran trágicos excesos.
Es punt9 obligado en su biografía el «enfrentamiento» con
Franco. Tras
el relato de Agustín Chil, la conducta del obispo
queda definitivamente .esclarecida. Ni resabios nacionalistas, ni
venganzas por el retraso -en su ·consagración, ni rechazos a po
siciones tota,litarias que resultaban de mimetismos-extranjeros.
Fue todo mucho más sencillo. El obispo desarrollaba una intensa
campaña en favor de
las buenas costumbres y entendía -'--eSta-
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JNFORMACION BIBLIOGRAFICA
mos hace más de cincuenta año&-, que el baile era un peligro
para la moralidad. Al igual que
el cardenal Segura y otros obis
pos de entonces.
Por ello, había determinado que en todas las
fiestas en
las que se celebrara baile no habría funciones religiosas.
Algún poncio provinciano
-y esto es conjetura mía-, pensó
tal vez en crear problemas
al obispo colocándole en la difícil po
sición de encontrarse con un ,baile y un Te -Deum-prógramados
con asistencia del Caudillo. Sin duda estaba convencido de que
habría claudicación episcopal.
Era no conocer a Pildain y, efecti
vamente, no
se doblegó. En la catedral no hubo .Te Deum y sus
puertas, concluidos los actos normales del culto,
se cerraron.
Sin embargo, la firma de Pildain apareció, y sin problema
alguno, con todas las de sus hermanos en el episcopado, excepto
las de Múgica y Vida! que se encontraban en e] extranjero y no
quisieron firmar tras
explicar sus razones, al pie de la famosa
Carta colectiva de 1937. que respaldaba inequívocamente ante el
mundo
la legitimidad del Alzamiento.
Fue también objeto
de encendida polémica la radical postura
del obispo ante Unamuno y Pérez Galdós. Al primero le dedicó
el 19 .de septiembre de 1953 su pastoral Van Miguel de Unamu
no, hereje máximo y maestro de herejes, con motivo .del home
naje que se le iba a rendir en Salamanca. Al escritor canario,
otra pastoral.
La Casa-Museo de Pérez Galdós, fechada el 26 de
julio de 1964. De
la que se refería al rector de Salamanca, el
título lo dice todo. Don Benito Pérez Galdós no. sale mejor
parado
en la suya.
Ya se había opuesto Pildain al museo galdosiano en 1959
y nada menos que en carta al · Tefe del Estado. Carta, por otra
parte, respetuosísima con
el Caudillo. Posiblemente por efecto
de esta gestión
el museo permaneció cerrado al público hasta
1964. Apertura que suscitó la citada pastoral.
En días de fe decadente cuesta trabajo entender la intransi
gente actitud del obispo. Pero es que su
fe era recia y firmísima
y le dolía profundamente que
se tributasen honores a quienes,
sin duda, mereciéndolos Hteralmente, habían vivido
y se ha
bían manifestad.o en numerosas ocasiones. en abierta op'osición a
los dogmas de la Iglesia y a la institución eclesial.
Y no deja de tener fundamento
la posición episcopal a este
católico-masoquismo de
tantos hijos de la Iglesia empeñados en
resa:ltar las verdaderas o falsas virtudes de los enemigos de
la
Iglesia cuando lo indicado sería la censura de sus errores o, a
lo menos,
el silencio y no una estúpida actitud incensando con
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
los enemigos de la Iglesia aquellos que en su vida se habían
manifestado siempre como tales.
Especialmente reseñable fue, también,
la intervención de Pil·
dain en el Concilio. Anciano ya, se batió denodadamente en de·
fensa de las tesis tradicionales sobre la libertad religiosa aunque
también tuvo
señaladas intervenciones en las que vibraba su pro
fundo sentido social. Como cuando postula la desaparición de la
acepción de personas o clases sociales en las ceremonias religio
sas o que existan distintas clases de las mismas según el esti·
pendio. Porque, «¿por ventura no ,se esa:>gió Dios a los pobres
del mundo?». O como cuando solicitaba que
al igual que se pide
en la misa por
los reyes y autoridades se haga también por los
pobres.
Sería interminable continuar hablando de Pildain. Remito al
lector que quiera conocer mejor a este
gran 'obispó a la,, ,¡,,cee·
lente obra de Agustín Chil Estévez. Allí no solo encontrará da·
tos históricos · sino también ideas que le harán pensar sobre la
Iglesia. Sobre lo que debe ser la Iglesia. Y sobre lo que debe
ser un obispo.
.
Y no puedo cerrar este. comentario sin recordar a un queri
dísimo amigo, tan vinculado a Verbo y a La Ciudad Católica,
Gabriel de Armas, tantas veces citado en el libro de Chil Esté
vez y prematuramente llamado por Dios. Aquel gran admirador
del obispo Pildain hubiera gozado
sobremanera con esta lectura.
Desde el cielo habrán leído juntos el libro, don Antonio y él, ,
,FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA ÜGOÑA
Eudald Forment: DIOS Y EL HOMBRE (*)
Esta pequeña obra consta de tres capítulos bien diferenciados
por su estilo y finalidad.
En un primer capítulo hace el autor una sintética exposici6n
del lugar que al
hombre corresponde en la creación, conforme
a la doctrina de Santo Tomás. Esta doctrina aúna lo que
ya sa·
bían los filósofos paganos, que el hombre es superior a todas las
otras criaturas de este mundo por su inteligencia y libre albe·
drío, con algo de inspiración cristiana, que el hombre es per·
sona. Y el hombre es persona porque está hecho a imagen y se·
mejanza de Dios, lo cual engloba no solo las notas ya mencio
nadas de ser inteligente y libre, sino ante toda la característica
(*) Editorial Casals; Barcelona, 1987.
568
Fundaci\363n Speiro