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Número 343-344

Serie XXXV

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El orden de la convivencia en este mundo. Patrias y naciones

EL ORDEN DE LA CONVIVENCIA EN ESTE MUNDO
PATRIAS Y NACIONES
Todo el orden de la convivencia humana se refiere a-dos Orde­
nes de derechos: los de las personas y los de los pueblos
Los pueblos grandes y los pueblos pequeños . deben gozar
del mismo respeto en sus derechos.
«Debemos mirar a la Providencia que nos ha permitido vivir
"en Europa estos cambios que han llevado también a la indepen­
,, dencia de los Estados Bálticos de Lituania, Letonia y Estonia. Se
"debe mirar desde el punto de vista geográfico e hist6rico hacia
"el con;unto de nuestro continente.
»Ha caido la l6gica de los dos grandes bloques, decidida en
"Ya/ta,
y por eso los pa!ses, los pueblos y los Estados se han hecho
"libres, independientes, han reconquistado su soberanía. .
»Me congratulo con vosotros por la soberan!a adquirida, que
"se expresa en la persona de vuestro presidente, en el parlamento
"y en la legislaci6n de un país democrático.
»Mirando desde este punto de vista de Europa
hacia el con­
"junto de los pa!ses europeos, desde Occidente a Oriente, desde
"el Atlántico a los Urales, debemos confirmar estos derechos fun­
,, damentales que permiten a las personas, a las comunidades} a los
npueblos, vivir en ,paz, vivir en el respeto recíproco de sus dere­
,, chas. Fundamento de la civilizaci6n humana, cristiana, democrá­
"tíca, euro-pea, son-los derechos de la Lersona humana y lo son
"también los derechos de los pueblos. as palabras de la liturgia
n de hoy parecen mu'V oportunas, palabras que hemos considerado
"y meditado ya en la homilia. Tenemos que aceptarnos los unos
"a los otros, porque Cristo nos ha aceptado. T enemas que aceptar­
"nos en las relaciones entre las personas. En cierto sentido, las re­
"laciones se reducen al respeto de los derechos de la persona hu­
"mana. La aceptación recí-proca en las relaciones entre los [JUeblos
"y los Estados se manifiesta también mediante el respeto de los
"derechos, en sentido mutuo, entre estos pueblos
y estos Estados.
"Así, todo el orden de la con.vivencia humana se reduce a dos
"6rdenes de derecho: los derechos de las personas y los derechos
"de los pueblos.
Verbo, núm. 343-344 (1996), 225-233 225
Fundaci\363n Speiro

»Aceptarnos los unos a los otros quiere decir respetar los de­
"rechos de los demás entre los diversos pueblos. Los pueblos gran­
"des y los pequeños deben gozar del mismo respeto de sus derechos.
"Si falta este respeto reciproco, se corre el riesgo de volver de
"nuevo. a aquello d~ lo que nos hemos ale¡ado, porque nuestro
"siglo· ha dado prueba de c6mo se pueden pisotear los derechos
"de las personas y de los pueblos.
»Si
nos preparamos a entrar en una nueva Europa, justa, digna
"de su tradición, también cristiana, de sus raíces cristianas, debe­
"mos reconsiderar, profundamente estos dos órdenes: los derechos
"de las personas y los derechos de los pueblos.
»Recordamos bien
el trágico periodo de la historia europea de
"este siglo, cuando todos se
preparaban a pisotear con la fuerza
"la libertad y los derechos de los demás. Era el periodo del terror,
"la intimidación, era el periodo en el que dominaba el principio
"de la. su pre macia de la fuerza. . . .
»4hora
queremos entrar en· otro periodo. Después de las ex­
"periencias de este siglo, de tantos decenios
de sufrimientos hu­
",nanos, individuales y nacionales, queremos entrar en el período
"del respeto de los unos
hacia las otros, de los grandes hacia los
"pequeños. Todos deben ser respetados. Especialmente
los· más
"pequeños necesitan que sus derechos soberanos sean respetados.
»No pue,fe do,ninar el terror, la intimidación, aunque otros
"sean ,nás fuertes y más grandes. Estos últimos no pueden sola­
,, mente crear la intimidación y el terror en los más pequeños y en
"los más débiles, sino que deben garantizar el pleno respeto de los
"derechos
de los. demás»; .
JuAN PABLO U: Palabras proounciadas al final de·la misa etr Tallin, 10 de septiembre. L~Osse,-.
valore Romano, · edici6n semanal en lengua ·es­
P!-ÍÍC!la, afio XXV, núm. 38 (1.290), 17 de sep-
tiembre de 1993. ·
La· tensión entre particular y universal y el problema de las
nacionalidades.
«El problema de las nacionalidades se sitúa hoy en un nuevo
"horizonte
muizdioJ, caracterizado por una fuerte 'movilidad', que
"hace los mismos confines étnico-culturales
dé los diversos pue­
" blos cada vez menos definidos; debido al impulso de múltiples
"áinamismos
como las migraciones, los medios de comunicación
"social y
la mundialización de la economla. Sin embargo, en este
Fundaci\363n Speiro

"horizonte de• universalidad vemos precisamente surgir con fuerza
"la acción de los particularismos étnico-culturales, casi como una
"necesidad impetuosa de. identidad y de supervivencJa, u.na espe­
" cie de contrapeso a las tendencias homologadoras. Es un dato
"que
no se debe infravalorar, como si fuera un simple residuo del
"pasado, éste requiere más bien ser analizado, para una reflexión
"profunda a nivel antropológico
y ético-jurídico. ·
»Esta tensión entre particular y universal se puede considerar
"inmanente al ser humano.
La naturaleza común mueve a los hom­
"bres a sentirse, tal como son, miembr.os de una única gran familia.
"Pero por
la concreta historicidad de esta misma naturaleza, están 11necesariamente ligados de un. modo más intenso· á grupos huma­
"nos concretos; ante todo la familia, después los varios grupos de
"pertenencia, hasta el conjunto del respectivo grupo étnico-cultu­
"ral, que, .no por casualidad, indicado con el término 'nación' evoca
"el 'nacer', mientras
que indicado con el término 'patria' ('father­
"land'), evoca
la realidad de la misma familia. La condición huma­
" na se sitúa asi entre estos dos polos --la universalidad y la par­
" tir:ulatidad- en tensión vital entre ellos; tensión inevitable, pero
"especialmente fecunda si se vive con sereno· equilibrio>>.
JuAN PABLO II: Discurso ante la Asamblea
General de las Naciones Unidas, Nueva ·v ork,
5 de octubre. · L'Osservatore Romano, edición se­
manal en lengua -española,. año XXVII,_ núm. 41
(1.398), 13 .de octubre de 1995.
Necesidad de no confundir el legítimo pluralismo de "formas
de libertad" y el carácter universal' de. la naturaleza del
hombre y de l¡¡ experiencia humana.
«En el umbral de un nuevo milenio somos testigos de cómo
"aum.enta de manera extraordinaria y global la búsqueda de liber­
"tad., · que es una de las grandes dinámicas de la historia ·del honí­
"bre. Este fenómeno no se limita a una sola parte del mundo, ni
"es eXpresión de una · única cultura, -Al ··contratio; · en cáda ri1Zcó1'l
"de la tierra hombres y mujeres; áunque amenazados por la violen'
"cia, han afrontado cl riesgo de la: libertad; pidiendo ·que les fuera
"reconocido el espacio en la vida sociaf, politiéa y económica que
1'les corresponde por su dignidad de persónas libres. Esta búsque'
''.da universal de libertad es verdaderamente una de las caracte­
" risticils que distinguen nuestro tiempo.
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Fundaci\363n Speiro

»En mi t1nterior visita a las Naciones Unidas, el 2 de octubre
"de 1979, tuve ocasi6n de poner de relieve c6mo la búsquedt1 de
"liberttJd en nuestro tiempo tiene su fundt1mento en aquellos de­
"rechos universales de los que el hombre goza por el simple hecho
"de serlo. Fue precisamente la barbarie cometida contra la digni­
" dtJd humana lo que llev6 a la Organización de las Naciones Unidas
"a formular, apenas tres años después de su constitución, la De­
"claraci6n universal de los derechos del hombre que continúa sien­
" do en nuestro tiempo una de las más altas expresiones de la
,, conciencia humana. En Asia y en Africa} en América, en Oceanía
"y en Europa, hombres y muieres decididos y valientes han apela­
"do a esta· Declaración para dar fuerza a las reivindicaciones de
"una mayor participación en la vida de la sociedad.
»Es importante
para nosotros comprender lo que podríamos
"llamar
la estructura interior de este movimiento mundial. Una
"primera y fundamental 'clave' de la misma nos la ofrece precisa­
"mente su carácter planetario, confirmando que existen realmente
nunos derechos humanos universales, enraizados en la naturaleza
"de la persona, en los cuales se refle¡an las exigencias ob¡etivas
"e imprescindibles de una ley moral universal. Lejos de ser afir­
"maciones abstractas, estos derechos nos dicen más bien algo im­
"portante sobre la vida concreta de cada hombre y de cada grupo
"social. Nos
recuerdan también que uo vivimos en un mundo
"irracional o sin sentido, sino que, por el contrario, hay una lógi­
"ca moral que ilumina la existencia humana y hace posible el diálo­
" go entre los hombres y entre los pueblos. Si queremos que un
"siglo de constricción deie paso a un siglo de persuasión, debemos
"encon-trar el camino para áiscutir1 ·con un lengua;e comprensible
"y común, acerca del futuro del hombre. La ley moral universal,
"escrita en el
corazón del hombre, es una especie de 'gramática'
"que sirve al mundo para afrontar esta discusi6n sobre su mismo
"futuro.
»En este sentido,
es motivo de seria preocupación el becbo de
"que hoy algunos nieguen la universalidad de los derechos huma­
"nos, así como niegan que haya una naturaleza humana común a
"todos. Ciertamente, no hay un único modelo de organización po­
"litica y económica de la libertad humana, ya que culturas diferen­
''tes y experiencias bist6ricas iliversas dan origen, en una sociedad
"libre y responsable, a diferentes formas institucionales. Pero una
"cosa es afirmar un legitimo pluralismo de 'formas de libertad', y
"otra
cosa es negar el carácter universal o inteligible de la natu­
"raleza del hombre o de la experiencia humana. Esta segunda pers-
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Fundaci\363n Speiro

"pectiva .hace muy difícil, o incluso jmposible, una polltica inter­
n nacional de persuasión» ..
JuAN PABLO II: Discurso ante la Asamblea
General de las -Naciones · Unidas, Nueva York,
5 de octubre. L'Osservatore Romano, edición se­
manal en lengua espafiola, afio XXVII, núm. 41
(1.398), 13 de octubre de 1995.
Necesidad de que el mundo aprenda a convivir en la diversidad-
«En los diecisiete años pasados, durante mis p!!regrinaciones
"pastorales entre las comunidades de la Iglesia cat6lica, he podido
"entrar en diálogo con la rica diversidad de naciones y culturas de
"todas
las partes d!!l mundo. Desgraciadamente, el mundo debe
"aprender todavia a convivir con la diversidad, como nos han re­
" cordado dolosoramente los recientes acontecimientos en los Bal­
,, canes y en A/rica central. La realidad de la 'diferencia' y la
"peculiaridad del 'otro' puede sentirse a veces como un peso, o
"incluso como una amenaza. El miedo
a la 'diferencia', alimentado
"por resentimientos de carácter hist6rico y exacerbado por las
"manipulaciones de persona¡es sin escrúpulos, puede llevar a la
"negaci6n de la humanidad misma del 'otro', con el resultado de
"que las p.ersonas entran en una espiral de violencia de la que
"nadie -ni siquiera los niños-se libra. Tales situaciones no son
"hoy bien conocidas, y en mi corazón y en mis oraciones están
"presentes en este instante de modo especial los sufrimidntos de
"las martirizadas poblaciones de Bosnia-Herzegovina.
»Por
amarga experiencia, por tanto, sabemos que el miedo a
"la 'diferencia'. especialmente cuando se expresa mediante un re­
" ductivo y excluyente nacionalismo que niega cualquier derecho
"al 'otro', puede conducir a una verdadera pesadilla de violencia
"y de terror. Y sin embargo, si nos esforzamos en va/,orar las cosas
"con ob;etividad, podemos ver que, más. allá de todas las di/eren­
,, cías que caracterizan a los individuos y los pueblos,, hay una
"fundamental dimensi6n común, ya que las varias culturas no ·son
"en
realidad sino modos diversos de afrontar la cuestión del sig­
"nificado de la existencia personal. Precisamente aquí podemos
"identificar una fuente del respeto que es debido a cada cultura
"y a cada naci6n: toda cultura es un esfuerzo de reflexi6n sobre
"el misterio del mundo y, en particular, del hombre: es un modo
"de expresar la dimensi6n trascendente de la vida humana. El co­
"razón de cada cultura está constituido por su acercamiento al más
"grande de los misterios: el misterio de Di()s.
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Fundaci\363n Speiro

'»Por. tanto;· nuestro. respeto . por la cultura·,de. los otros está
"basado en nuestro respeto por el
esfuerzo que cada comunidad
':realiza para Jar respuesta al problema de la vida humana. En este 1'-ccjnt'exto tlos ."es. posible constatar l_o importante que es preservar
''el .derecho fundamental a la libertad de religi6n y a la libertad
"de conciencia, como pilares esenciales de la estructura de los de­
"rechos humanos
y fundamento de toda sociedad realmente libre.
"A nadie la está permitido conculcar estos derechos usando el po­
'.'der ·cQactivo para ll)l~er ljl!l~ respuesta al misterio del hombre.
»Querer ignorar
la realidaJ de la diversidad -o, peor aún;
,, tra{ar .de
anular/,a.,- significa excluir la posibilidad de sondear las
"profundidadi,s del misterio de la vida humana. La verdad sobre
"el pombre es .el criterio inmutable con el que todas las 'culturas
"son ¡i,zgadas,
pero cada cultúra .tiene algo que enseñar acerca de
"una u otra dimensi,6n. de· aquella éompleia ·verdad. Por tanto la
'".diferencia', que algunos consideran tan amenazadora, puede Ue­
'.'gar a ser, mediante un diálogo respetuoso, la fuente de una com­
"prensi6n más profunda del misterio de la existencia humana».
JUAN PABLO II: Discurso ante la Asamblea
General de las Nacioiies · Unidás, Nueva York,
5 de octubre .. L'Osservator.e Romaño; -edición se­
manal en lengua española, año XXVII, ttlJlll. 41
(q98), 13 de octúbre de 1995.
Los d;,,:~chos de las naciones.
· · «!4 búsqueda de la libertad en la ,;gunda mitad del siglCI XX
'1ha
comprometido nr, s6/r, ,a ·los individuos, sino· también a las
!'naciones. • A cincuenta· años del final de. la segunda guerra. mun­
''dial' ,es importante recorJar. que aquel conflicto tuvo su origen
''en violaciones de los deri,chos de las naciones: Muchas de ellas
''suftiéron tremendamente por./4.única razón de ser consideradas
"'otras': Crímenes terribles fuerbn cometidos ·en. nombre de doc­
''trinas nefastas, que predicaban la '.inferioridad' de algunas na­
''ciones y culturas. En cierto sentido se puede decir que· la Orga­
'i'nizilción .de
las NacitJnes Unidas· naci6 de la .convicci6n de :que
!'seme;antes doctrinas
eran incompatibles con la paz;. y el esfuerzo
!'Je la Carta por 'preservar a las generaciones veniderps '!de·.la- guerra! {Preámbulo) implicaba.seguramente el compromiso
''moral
de ·defend~r a :cada nación y cultura de·agresiones injustas
:" Y'"Violenttts, •·. . ··... . . . . . . ·. . .
»Por desgracia, incluso· después del final de· la segunda guerra
Fundaci\363n Speiro

"mundial, los derpchos. de. las nacione.r,han. continuado siendo
"violados. Por poner s6lo algunos e¡emplos, los Estados. Bálticos
"y amplios . territorios de. U crani,ry · Bielorrusia fueron abs-0rbidos
"por k Uni6n Soviética; c01rw 'haMa sucedido ya con. Armenia,
"Azerbaiyán y Georgia en el Cáucaso. Simultáneamente, las llama­
" das 'democracias po.pulares' de Europa central y oriental perdie­
"ron de hecho su soberqnla y se les exigió someterse.a la voluntad
"que dominaba e(bloque entero: Eliesultado.de estadivisi6n-ai-­
"tificiaf
tk Europa fue la 'guerra fria'· ·es áecir, una· situación de
"tensi6n internacional en la que la amenaza detholocausto nucléar
"estaba suspendida sobre
la cabeza de la humanidad. Sólo cuando
"se -restableció la libertad para las naciones de Europa central -y
" oriental, la promesa -de paz, que deberla haberllegádo con el final
"de la guerra, comenzó a concretarse para muchas de las victimas
"de aquel conflicto. ·. · . · ·
»La Declaración universal de los derechos del hombre, ado p­
"tada en 1948, ha tratado de manera elocuente de las derechos
"de l,;s personas, pero todavía no hay un análogo acuerdo-interila­
''cional que afronte de modo adecuado los derechos de las naciones.
''S"e trata de una ·situación que debe ser considerada· atentamente,
"por las urgentes cuestiones que conlleva acerca ·de la ¡usticia y la
"libertad en el mundo contemporáneo. ·
»En
realidad, el problema del pleno reconocimiento de los de­
''rechos de los
pueblos y de ·Zas naciones se han presentado repe­
"tidaménte a la conciencia de lá humanidad, suscitando también
"una notable reflexión
ético-jurldica. Pienso en el dehati/desarro­
"llado
durante el concilio de Constanza en el siglo XV; cuanao los
"representantes de lii Academia de Cracovia, .encábezadi>s por Pitwd
"Wlodkówic, de/endiúon con tes6n él detecho a la existencia y ·a
"la autonomia de ciertas poblaciones europe,;s: Muy conocida 'és
"también la reflexión llevada· a ·cabo, en aquella misma época,· por
"la Universída[de Salamanca en relación conlás pueblos-del nue­
"vo mundo, En nuestro siglo, además, ¿c6mo nirrecordar la palii­
"bra profética de mi predecesor Benediéto ·XV, que en el transcur­
"
so de la primera guerra mundial recordaba a todos que 'las· ná­
;, ciones no mueren\· e invitaba a 'ponderar .con éOnciencia serena
"los derechos y las ¡ustas aspiraciones de los pueblos? (A los pue­
"blos beligerantes y a sus jefes, 28. de ¡ulio de 1915). µ" . . - . -..•
»'Sobre este f~ná;mento antropol6gico se apoyan ta,izbién lof
"'derechos de las naciones que· no son sifto loS --'dét'."echOs -huma­
." nos' . cons.iderados. . a. este .especifica nivel de la vida comunitaria.
"Una reflexión sobre estos derechos ciertamente no es fácil, te-
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Fundaci\363n Speiro

"niendo en cuenta la dificultad de definir el concepto mismo de
"'nación', que no se identifica a priori y necesariamente con el de
"Estado. Es, sin embargo, una reflexión improrrogable, si se quie­
" ren evitar los errores del pasado y tender a un orden mundial
n;usto.
»Presupuesto de los demás derechos de una nación es cierta­
"mente
su derecho a la existencia: nadie, pues --un Estado, otra
"nación, o una organizacón internacional- puede
pensar legltima­
"mente
.que una nación no sea digna de existir. Este derecho fun­
,, damental a la existencia na exige necesaria11tente una soberanía
"estatal, siendo posibles diversas formas de agregación ;urldica en­
"tre diferentes naciones, como sucede por ejemplo en los Estados
"federales, en
las Confederaciones, o en Estados caracterizados por
"amplias
autonomlas regionales. Puede haber circunstancias his­
"tóricas en
las que agregaciones distintas de una soberanla estatal
"sean incluso aconsejables, pero con
la condición de que eso su­
" ceda en un clima de verdadera libertad, garantizada por el e;er­
" cicio de la autodeterminación de los pueblos. El derecho a la
"existencia implica naturalmente para cada nación también el de­
"recho a la propia lengua y cultura, mediante las cuales un pueblo
"expresa
y promueve lo que llamarla su originaria 'soberanla' es­
"piritual. La historia demuestra que en circunstancias extremas
"(como aquellas, que se han visto en la tierra donde he nacido), es
''precisamente su .misma -cultura lo que permite a una nación so­
"brevivir a la pérdida de la propia independencia pol!tica y econó­
"mica. Toda nación tiene también consiguientemente derecho a
"modelar su vida según las propias tradiciones, excluyendo, natu­
"ralmente, toda vio/ación de los derechos humanos fundamentales
"y, en particular, la opresión de las minorías. Cada nación tiene
"el derecho de construir el propio futuro proporcionando a las ge­
"neraciones más ióvenes una educación adecuada.
»Pero si los 'derechos de la nación' expresan las exigencias vi­
"tales de la 'particularidad', no es menos importante subrayar las
"exigencias de la universalidad, expresadas a través de una fuerte
"conciencia de los deberes que unas naciones tienen con otras y
"con la humanidad entera. El primero de todos es, ciertamente, el
"deber
'de vivir con una actitud de paz, de respeto y de solidaridad
"con las otras naciot;es. De este modo el e;ercicio de los derechos
"de las naciones, equilibrado por la afirmación y la práctica de los
"deberes, promueve
un fecundo 'intercambio de dones', que re­
"fuerza la unidad entre todos los hombres».
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JuAN .PABLO II: Discurso ante la Asamblea
Generar de las Naciones Unidas, Nueva York,
Fundaci\363n Speiro

5 de octubre. L'Osservatore Romano, edici6n se­
manal en lengua espafiola, afio XXVII, núm. 41
(1.398), 13 de octubre de 1995.
Patriotismo y nacionalismo. Sus posibles diferencias.
«Es necesario aclarar la divergencia esencial entre una forma
"peligrosa de
nacionalismo, que predica el desprecio por las otras
"naciones o culturas, y el patriotismo, .que es; en cambio, el j'usto
"amor por el propio pais de origen. Un verdadero patriotismo
"nunca trata de promover el bien de
la propia naci6n en per¡uicio
"de otras. En efecto, está terminarla por acarrear daño también a
"la propia naci6n, produciendo efectos perniciosos tanto para. el
"agresor como para la víctima. El nacionalismo, especialmente· en
"sus expresiones más
radicales, se opone por tanto al verdadero
"patriotismo,
y hoy debemos empeñarnos ,en hacer que el nacio­
"nalisino exacerbado no continúe proponiendo, con formas nue­
"vas, las aberraciones del totalitarismo. Es un compromiso que
"vale, obviamente, incluso cuando se asume, como-fundamento 'del
''nacionalismo, .el-mismo principio religioso, como-por desgracia ..tu·
"cede en ciertas manifestaciones del llamado 'fundamentalismo'».
JUAN PABLO II: Discurso ante la Asamblea
General de J.$ Naciones ___ Un_i~s,_ Nu.eva York,
5 de octubre. L'Osservatore--Romano, edición se­
manal en lengua española, año XXVII, núm. 41
(1.398), 13 de octubre de 1995.
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Fundaci\363n Speiro