Índice de contenidos

Número 343-344

Serie XXXV

Volver
  • Índice

Gabriel Alférez Callejón: Historia del carlismo

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Gabriel Alférez: IDSTORIA DEL CARLISMO (*)
Gabriel Alférez ha escrito un libro muy importante, Su Histo­
ria del carlismo va a resultar imprescindible para quien quiera co­
nocer lo que fue un movimiento, comunión, partido, estado de
esp!ritu, modo de entender Espafia
-que todo eso fue, y más-,
que este afio cumple 163 afias de existencia, con lo que, sin duda
no
es comparable a ninguna otra agrupación política de nuestra
patria.
Y lo más curioso es que esta
Historia no es obra. de un histo­
riador. No se busquen en ella investigaciones en archivos o datos
nuevos que supongan revisiones de acontecimientos pasados. Así
lo reconoce el autor y así es. Gabriel Alférez es un .estudioso del
pensamiento
político, de las ideologias, y esa más que notable pre­
paradón intelectual suya
ha conseguido el gran mérito del libro.
Tras su lectura
se entiende perfectamente lo que fue el carlismo.
Las grandes obras de Ferrer y Santa Cruz, en numerosísimos
volúmenes, llenas de datos y documentos y la primera de ellas pla­
gada también de erratas, son referencia inexcusable para historia­
dores y eruditos pero sus miles de páginas las hacen imposibles
pata el lector común.
La de Oyarzun, más asequible, es más una
historia de sucesos que del pensamiento que los impulsaba y esta­
ba escrita, además, para justificar posiciones de partido o dentro
del partido. Las justificaciones que
se intentaron desde desviacio­
nes carloshuguistas son verdaderamente deleznables y quien las
lea no sólo no entenderá el carlismo sino que sacará
de él una
versión totalmente equivocada. Esta
e.s, pues, lá gran aportación
de Gabriel Alférez. Una exposición coherente, escrita ciertamente
desde la simpatía, de lo que aquello significó para Espafia.
Un extenso· capítulo, el primero, se dedica a los antecedentes
del carlismo sin los cuales
es imposible entender su historia. El
carlismo no nació por generación espontánea ni porque se aboliera
la ley Sálica.
Si Don Carlos hubiera representado el liberalismo y
Dofia Isabel las ideas de la Espafia tradicional, los que se adhirie­
ron
al primero hubieran sostenido los derechos de la reina nifia.
Hahíá
algo mucho más profundo que unos derechos 'dinásticos tras
una guerra que costó tanta sangre.
Alférez
sefiala el carácter profundamente religioso de las. gue­
rras que son el inmediato antecedente de las carlistas: la guerra
(*Y Editorial Actas (Islas• Mohicas; 32), Madrid, 1995, 15 x 23 cm.; 395, págs.; 2.950 ptas.
432
Fundaci\363n Speiro

U(FORMA.CION BIBUOGR.A.FICA.
contra la Convención, la de la Independencia, la insurrección rea­
lista contra el Trienio, la de los agraviados.
El liberalismo de las
Cortes de
Cáclli: descubrió el enemigo interior que arrojó ya abier­
tamente la
máscara en el Trienio liberal. El Manifiesto de los per­
sas señaló las bases políticas de la monarquía tradicional española
que
el absolutismo borbónico había hecho desaparecer. Y o habría
hablado
más de los diputados tradicionalistas y liberales de Cáclli:,
de la Instrucción Pastoral de los obispos refugiados en Mallorca,
del
Rancio y de V élez, de Gallardo y de Quintana, de la abolición
del Santo Oficio
... Pero incurriríamos en lo que Alférez ha tra­
tado de evitar. Que tanto árbol nos impidiera ver el bosque. El
escenario está trazado y perfectamente precisado. Lo de menos,
como señala
el autor recogiendo testimonios tan distantes como
los de
Lozoya y Pirala, era la cuestión legal. Lo importante era la
ideológica. Por ella estalló la
primera guerra carlista.
El segundo
i:apítulo (págs. 49-94) está dedicado a la primera
guerra
,arlista. Es una síntesis de sucesos conocidos esi:ritos ton
ágil pluma y que dan una más que suficiente versión de los hechos.
El ter,er capítulo (págs. 95-117) se refiere a los años poste­
riores a la derrota, con especial referencia a dos grandes figuras
tradicionalistas, aunque no carlistas: Balmes y Donoso Cortés.
Estoy totalmente de acuerdo con el autor en que no se puede
ha­
cer abstracción del tradicionalismo no carlista si se quiere entender
a éste. Y creo que el lector, después de estas
páginas, nos dará la
razón.
El capítulo cuarto, muy breve (págs. 119-133), se refiere a esos
años en los que el carlismo, eterno Guadiana
.de nuestra última
historia, fluye soterrado. Muerte de Carlos V, San Carlos de la
Rápita, muerte de Carlos VI, liberalismo de
Don Juan, Carta de
la Princesa de Beira ... Todo hada suponer que. el carlismo había
muerto para siempre. Y así hubiera sido
si no fuera rnás0 que una
generosa
y romántica aventura por los derechos dinásticos de un
rey que no reconoda los de una mujer a
la corona de España. Y
obsérvese que eso era lo menos tradicional. Era lo
mqderno. Lo
que trajo Felipe V. Los liberales defendían lo antiguo. Los dere­
chos que llevaron
al trono a Isabel la Católica. Todo es una pura
contradicción si la cuestión dinástica fuera lo relevante.
El capítulo quinto (págs. 135-153) es el prólogo a la guerra
del rey de la barba florida. La revolución de 1868, la
«Gloriosa»,
volvió a colocar a la España católica, o

a una buena parte de ella,
ante la dura alternativa de echarse
al monte en defensa· de sus
ideales o rendir los mismos ante los nuevos
y crecidos. embates de
la revolución. Manterola, Aparisi, Cándido Nocedal, Navarro
Vi-
433
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION' 'IJIBLIOGR.APICI.
lloslada, Tejado, Valentín G6mez, el obispo Caixal ... Y el Gua­
diana vuelve a correr
por la superficie con fuerza incontenible.
La última guerra carlista es el objeto del capítulo sexto (pági­
nas 155-178), que trata también,
naturalmente, de la monarquía
de Amadeo,
la primera Repúblicá y la Restauración alfonsina.
El capítulo séptimo refiere del exilio de Don Carlos y los
acontecimientos contemporáneos hasta
su muerte (págs. 179-217),
prestando especial atención a
la ruptura integrista, los Congresos
Católicos,
la polémica sobre el mal menor y a aquel gran parla­
mentario carlista que fue
Vázquez de Mella.
Don Jaime es el protagonista del capítulo octavo, con particu­
lar atención a la escisión mellista y al controvertido pacto de
Tertitet (págs. 219-235).
·
Don Alfonso Carlos llena las páginas del capítulo noveno
(págs. 237-276), en las que aparece ya la
importante figura de
Manuel Fa! Conde, que tan decisivo papel jugaría en esos años y
en los siguientes. Con el texto del proyecto
de pacto entre el pre­
tendiente carlista y el rey destronado y las vicisitudes de
la .dere­
cha española ante el nuevo régimen republicano. La incansable
actividad de Fa! daría al nuevo resurgir carlista unos matices que
condicionarían notablemente su futuro.
Se cierra el capítu1o con
los prolegómenos del alzamiento y
la intervención carlista en su
preparación.
El capítulo décimo trata de la Cruzada (págs. 277-339). Es de
notable extensión y aunque en
él la nota carlista es menor que en
otros capítulos queda constancia de la generosísima aportación del
Guadiana nuevamente rebrotado a la salvación de la patria. Una
vez más el «por Dios,
por la patria y el rey» sembró de heroísmo
y de sangre las tierras
de España.
«La travesía del
desierto» es el capítulo que cierra el libro
(págs. 341-374), en el que se incluyen decepciones, esperanzas
y
aquella absurda aventura que fue el carloshuguismo, que llevó a
la Comunión a los abismos de la traición a sus ideales y a su his­
toria. Es una anticipación a una obra anunciada:
50 años de Car­
lismo 1940-1990 que promete desarrollar más ampliamente los
años del desengaño
y la victoria frustrada.
Pero desengaños conoció demasiados el Carlismo y de todos
ellos renació con esperanzas redobladas y heroísmos inmarcesibles.
La historia de ese singular movimiento que fue la historia de Es­
paña contemporánea resulta
en este libro de Gabriel Alférez pró­
xima, inteligible, coherente, viva. Creo que es una excelente aproxi­
mación para no especiálistas, que tras su fácil lectura· habrán
aprendido mucha historia y, sobre todo, mucha España.
434
Fundaci\363n Speiro

INPORMACION BIBLIOGR.A.FICA
Porque hay un claro designio en este trabajo. La presentación
del Carlismo·
o, mejor dicho, del tradicionalismo español no ha
ocnpado las horas de Gabriel Alférez por inquietudes de historia­
dor o entretenimiento de sus días de jubilado. Desde su
ya lejana
juventud de estudiante en Madrid donde formó parte de aquella
hermosa aventura intelectual
que fue Acción Española --qué pocos
quedan
ya de aquellos días: José Luis Vázquez Dodero, Eugenio
Hernansanz, Gabriel. Alférez
... -su honrada trayectoria vital su­
puso siempre una generosa entrega a la difusión de unas ideas.
No
podía desaprovechar esta ocasión. O, mejor dicho, ha bus­
cado ex profeso
la coyuntura para presentar esos grandes concep­
tos de Dios, Patria
y Rey que por más de siglo y medio moviliza­
ron a la mejor España en su defensa.
Ojalá consiga este libro,
como el autor
se ha propuesto, que los españoles de hoy vuelvan
a amar lo que sus mayores amaron.
FRANCISCO ] OSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA.
Antonio Caponnetto: HISPANIDAD Y LEYENDAS NEGRAS.
LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN y LA Hrs'.rORIA. DE AMÉRICA (.)
Este libro, originado en la circunstancia conmemorativa del
9?, aborda el tema siempre actual de la Leyenda Negra a la luz
de la interpretació11 revolucio11aria de la Teología de la Llbera­
cifo (TL). Como
afirma el autor, un destacado intelectual argen­
tino,
el libro fu11de dos preocupacio11es convergentes: la denuncia
de
la Teología de la Liberación, y la revisió11 del proceso de
Conquista
y Colo.nizació11 de América. En este sentido, el autor
recorre una parte importante
de la bibliografía especializada para
ir demostrando la justicia de la empresa co11quistadora, a la par
que pone
de manifiesto la tergiversació11 de la Teología de la
Liberación al contemplar el proceso aludido. La TL, dice Ca­
ponnetto, «al ocuparse de la. Historia de América, la analiza y
expone con criterios materialistas, ideologizantes y, digámoslo
todo, anticristianos»
(pág. 15).
El propósito, pues, .de denuncia que lleva este libro es pro­
ducto de
la comecuencia católica de su autor, pero ello no rebaja
ni desmerece el horizo11te analítico que despliega, en . temas a ve­
ces tratados can sumaria superficialidad. Estamos, en efecto, ante
(*) Ediciones del Cruzamante, Buenos Aires, 1989, 220 págs.
435
Fundaci\363n Speiro