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Número 343-344

Serie XXXV

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Sobre los fundamentos de Europa y la reconstrucción europea: Bienvenido Gazapo Andrade. Fundamentos de Europa; Andrés Ortega. La razón de Europa; Enrique Barón. Europa en el alba del milenio; Ulrich Im Hof. La Europa de la Ilustración

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
que el hecho de sostener la controversia prueba la perfecta con­
temporaneidad.
En suma, un libro documentado, atractivo, combativo, y . de
aquellos tan cargados de contenido que sugieren en pocas palabras
más ideas de las que llegan a expresar directamente.
Lurs MARÍA SANDOVAL.
SOBRE LOS FUNDAMENTOS DE EUROPA
Y LA RECONSTRUCCION EUROPEA
Bienvenido Gazapo Andrade: FUNDAMENTOS DE .EURO­
PA (*); Andrés Ortega: LA RAZON DE EUROPA (**);
Enrique Bar6n: EUROPA EN EL ALBA DEL MILE­
NIO (***); Ulrichlm Hof: LA EUROPA DE LA ILUSTRA­
CION
(****).
Aunque de muy diversa factura, las ttes primeras obras tienen
en común además de haber aparecido casi al mismo tiempo
-las
tres son de 1994-, el aludir a los fundamentos de Europa, tanto
de los de la vieja
Europa forjados por el 800, c6mo los más pr6-
ximos
de esta «nueva» Europa, establecidos después de la II Gue­
rra Mundial,
pero con antecedentes claros en la bifurcación que
se produjo en Europa al romperse la unidad de la Cristiandad.
Ruptura producida
pOr los padres de los actuales reconstructores,
cuya herencia reivindican. Este comentario va a referirse casi ex­
clusivamente a ese aspecto común a todas ellas y sirviendo de
contraste
la primera a las otras dos y la última a la primera.
Bienvenido Gazapo
es Catedrático de Historia del Instituto
de Burlada (Navarra) y esta obra es básicamente un resumen
de
su tesis doctoral, dirigida por el Catedrático de Historia Medieval
(*) Prologo de Lydia Jiménez, Fundación Universitaria Espafiola, Ma­
drid, 1994, 17 X 24 cm., 298 págs., 3.090 puís.
(**) Prólogo de Miguel Herrero de Mifión, El Pals/Aguilar, Madrid,
1994, 15,5 X 23, 5 cm., 251 págs. 2.000 ptas. Una extensa recensión de
Juan Manuel
Rozas Valdés, ya fue publicada en Verbo, núm. 327-328, agos.
ro-.eptiembre<>ctubre 1994, págs. 875-883.
(***) Prologo de Carlos Fuentes, Acento, Madrid, 1994, 14,5 X 22 cm.,
XX + 218 págs., 2.220 ptas.
(****) Prologo de Jacques Le Goff, Crítica, Barcelona, 1993, 15,5 X
23 cm., 260 págs., 2.000 ptas. El libro apareoe en una colección titulada
«La Construcción de Europa».
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA.
don Angel Martín Duque, que con el título de La imagen mental
de «imperium» en los intelectuales carolingios (años 814 a 843),
fue leída el 11 de abril de 1991 en la Facultad de Filosofía y Le­
tras de la Universidad de Navarra, y obtuvo por unanimidad la
máxima· calificación y el Premio Extraordinario de Doctorado de
dicha Facultad.
Aunque con ral presentación pudiera parecer que todo elogio
resultaría superfluo e inadecuado
por mi parte, ya que no sólo
un tribunal con eminentes
· medievalistas le otorgó la máxima ca­
lificación, sino incluso la Facultad, sin embargo, como simple lec­
tor me atrevo a decir que estamOs ante un gran libro, no tanto
por su rebosante erudición fruto
de un gran dominio en el ma­
nejo y utilización de las fuentes, ni incluso por su alto valor
pedagógico por la estructura y desarrollo de
la materia, sino
sobre todo por la oportunidad de su aparición en un momento
en d que, como advierte el autor, se está efectuando «un nuevo
replanteamiento» de Europa y sé ofrece el resultado de la inves­
tigación como «un conjunto de materiales que puedan servir para
la reflexión a
los hombres que construirán la Europa del tercer
milenio» (pág. 28).
Claro que
la oportunidad que brinda el acontecimiento his­
tórico de la formación de la unidad europea, de la aparición de
una «nueva» Europa,
· no significaría nada por sí misma -dado
que es innombrable la ingente cantidad de obras que inciden
sobre esa cuestión-, si no se tiene en cuenta d contenido de la
obra. La oportunidad está ligada al tema investigado. Porque no
se trata de «una obra más» que, reflexionando sobre la historia
de Europa, incida sobre
el proceso de la unión europea en curso,
sino de una obra que me atrevo a decir,
rompe con la «dogmáti­
ca» al uso que, de una parte promueve ese proceso de formación
y de otra, justifica el camino emprendido, como por ejemplo
ocurre con
La Europa de la Ilustración de Ulrich Im Hof, como,
además, lo consigna expresamente en
el prólogo Jacques Le Goff
(págs. 7-8). . ·
El autor, catedrático jubilado, és Director del Departamento
de Historia
Suiza en el Instituto Histórico de la Universidad de
Berna.
Se trata de un libro dedicado a cantar las excelencias de
la Ilustración aunque no se silencien algunas de sus «sombras»,
que no viene a este comentario más que como contraposicióll de
principios a los verdaderos fundamentos históricos de la forma­
ción de la primera Europa, pues la característica
más acusada de
la Ilustración europea fue su oposición
al catolicismo. La obra,
claramente favorable a la Ilustración y a su herencia, en la que
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INFORMACION BIBLIOGR.AFICA
no escasean los juicios valorativos del autor, por lo demás, está
llena
de lugares comunes que hace algún tiempd ya no cabe sos­
tener.
Así, por ejemplo, brevemente y como muestra, el
XVIII fue
el siglo que trajo la luz
(pág. 14), sin el que la humanidad se­
guiría «vegetando sumida en la apatía y ( ... ) en la estupidez»
(pág. 239); sus filósofos tuvieron gran preocupación
por la ética
(pág. 138) y en el que los ilustrados aparecen llenos de virtu­
des (pág. 187); se escamotea la filiación directa de
la «radicali­
zación» de
la Ilustración y se juzga negativamente la reacción
frente a ella (pág.
231 ), del mismd modo que la radicalización
de la Revolución francesa a partir de 1792 -hasta entonces · no
había sido
«más que un cambio pacífico»-se imputa a las fuer­
zas reaccionarias (pág. 238); se hace del jansenismo -en con­
traste con · el catolicismo ortodoxo-un compromiso auténtico
en la vida cristiana (pág. 150); .se mete en el mismo saco europeo
de
la colonización a España, sin distinguir más que con una
alusión a Las Casas
al que achaca el mérito de conseguir una
legislación protectora de los indios (pág. 189), como
si hubiera
sido
el único y principal español preocupado por · ellos ; se retra­
sa en más de dos siglos y medio el reconocimiento de los derechos
de los 1ds indios y el rechazo del espíritu del colonialismo, que
se quiere ver defendido en un texto de Presidente de la Royal
Society (pág. 192). Y no se trata de una lectura sesgada de una
obra que, por su naturaleza, es de síntesis. Precisamente por ello,
deberla ser exacta y correcta, más aún cuando se trata de una
obra
de divulgación.
Volviendo a
la obra de Gazapd Andrade, el cambio de título
de lo que fue tesis
.doctoral a lo que es un libro pata ser adqui­
rido
y leído por un lector desconocido, resulta totalmente adecua­
dd, peto no por una razón comercial, sino pedagógica, porque ya
con
el titulo, sin falsear nada de su contenido, se indica con toda
claridad· que precisamente de lo que se trata es ele los primeros
y más duraderos fundamentos de lo que históricamente fue Europa.
Pero también
es adecuado el título si lo referimos a los fun­
dameritbs de Europa como principios o cimientos en los que
debería basarse el proceso
de «refundación» europea, si no se
quiere, como ha advertido Juan Pablo
II, que quede compro­
metido el futuro de hombre europeo; claro que para ello sería
preciso cambiar
el· curso del actual desarrollo.
En efecto, así, por referimos a dos libros de autores españoles
que
han adquirido cierta fama, en el primero, en La razón de
Europa de Andrés Ortega ~licenciado en Ciencias Políticas, Mas-
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INP0.11.M.ACION BIBLIOGRAPICA.
ter en Relaciones Internacionales, asesor de Ministro de Asuntos
Exteriores
Fernández Ordóñez y miembro del Departamento de
Estudios del Gabinete
de la Presidencia del Gobierno y posterior­
mente su
Director-se hace arrancar el proyecto europeo de
Adam Smith, Saint-Simon y Comte (págs. 21-22), se alude a sus
antecedentes remotos más auténticos exclusivamente
en su di­
mensión territorial en cuanto
«el espacio carolingio prefigura a
Europa» (pág. 158), se considera a la Europa católica igual que
a la protestante como cicatriz histórica (pág. 155), se alude a que
será «reunificada
en el plano religioso, pero a través de la indi­
ferencia» y que, pese a las protestas
y advertencias de Juan Pa­
blo
II, es intangible que «está construida sobre la laicidad»
{pág. 156
), Se señala que «es preciso ,explicar Europa, explicar
la razón
de Europa yendo a sus raíces» (pág. 19), y aunque se
afirme la permanencia de las tradiciones culturales
de los Estados
(pág. 110), sin embargo, en todo
el libro sólo se va a las raíces
de esta nueva Europa. Lo que trae causa de que la panacea es la
democracia: «La democracia ha sido consustancial a la
integra­
ción en la Comunidad» y es que si «la democracia es un principio
de organización política», sin embargo «es ante todo
un valor»,
un valor moral (pág. 90
).
En la obra de Barón -abogado y economista, ex-ministro y
Presidente del Parlaniento Europeo desde julio de 1989 a enero
de 1992-, entre los interrogantes que plantea la Unión Europea
(pág. 3
), brilla por su ausencia el de ¿será cristiana? Claro que
frente a la
armonía sustancial de la primitiva realidad europea,
a su cosmovisión cristiana que se plasmaría
en instituciones que
darían en
la Cristiandad, el problema a resolver radica en «saber
calcular y recalcular
el sistema de equilibrios, con un juego de
pesos y contrapesos capaz de soportar fuerzas y presiones
diver­
sas e, incluso, contradictorias» (pág. 3 ), Sin embargo, aunque se
diga que «en la construcción europea hay que aceptar a cada uno
como es, y avanzar respetando su idiosincr~ia y su "éaráctet»
(págs. 5-6 ), en realidad, no es así. De un lado, se prescinde de la
historia: «cada uno
en su casa se ve obligado a cerrar el sepulcro
de su
Cid con siete llaves» (pág. 3 ), Claro que, eso no es exacto, puesto que se echa
el cerrojo de modo selectivo y, ¿por
qué no decirlo?, también sectario, ya que de lo que se ira ta és de
«la necesidad de restablecer o de establecer la democracia en
Europa» (pág. 33 ). Es decir, la laicidad y la secularización: la so­
ciedad prescindiendo de Dios, Y es que se presupone que la de­
mocracia es su «fundamento»: «la Civilización europea, que puede
definirse en una sola palabra: la democracia», entendida como·«la
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INFORMACION. ·BIBLlOGR.4..FICA-
libertad política, la soberanía popular, el reconocimiento de de­
rechos al individuo, en suma, el respeto a la persona humana,
objeto
.de la actividad social y que la sociedad tiene el mandato
de salvaguardar» (pág. 36) (1).
La democracia, junto a la trans­
parencia
y la subsidiariedad, scin los valores fundamentales de
esa reconstrucción o de ese proyecto (págs. 183
y 185). De otro,
en virtud del proceso de integración,
se imponen normativas co­
munes que no respetan idiosincrasias y caracteres como ponen
de manifiesto el divorcio, el aborto o incluso el ingreso en la
comunidad. El primero, contrario a los países de cultura católica
y el segundo, tanto a los de cultura católica como protestante. Y
el referéndum democrático se impone imperativamente hasta que
se consigue el resultado buscado. Así ocurrió en Dinamarca, con
una doble votación para ingresar en la Unión, una vez fracasada
la primera o en Irlanda para legalizar
el divorcio, tras la derrota
inicial. Y todos sabemos que el aborto se ha impuesto como nor­
ma homologante con la Europa «defensora» de la persona hu­
mana, de sus derechos y de la vida, que deja indefensos a los más
débiles
(2) y hace imposible el bien común (3 ).
Oaro que esa democracia, como ha denunciado Juan Pablo II,
termina en el «Estado tirano» ( 4 ), y el principio de subsidiariedad
establecido -como ha observado Rozas V aldés-no es más que
un principio administrativo
para establecer los criterios para el
ejercicio de las competencias
compartidas por la Unión y los Es­
tados miembros, que nada
dene que ver con .las libertades y com­
petencias de los hombres
y los cuerpos intermedios de la socie­
dad (5). No hay duda de que se trata de dos visiones y de dos
mundos antagónicos.
Volviendo a libro
ele Gazapo, esos fundamentos quedan cla-
(1) Aunque como ya he indicado sólo me refiero á ella en lo que tiene
relaci6n con esos fundamentos, no quiero dejar de-sefíalar el anacronismo,
además
del. error, que supone intentar ligar la democracia moderna con la
de Pericles (págs. 38 y 186). Cfr. E. CANTERO, «Evolución del concepto
de democracia», AA.VV., ,;"Crisis en la democracia?, Speiro, Madrid, 1984, págs. 5-35.
(2) Cfr. E. CANTERO, «El fracaso de los derechos humanos y su pro­
tección en el ordenamiento jurídico español: el paradigma del aborto», Ver·
bo, núm. 331-332 (enerofebrero 1995), págs. 99-113.
(3) Cfr. E. CANTERO, «Moralidad, pluralismo y bien común», Verbo;
núm. 241-242 (enero-febrero 1996), págs. 113-125.
(4) JuAN PABLO II, Evangelium vitae, núm. 20, San Pablo, Madrid,
1995, pág. 40. Sobre esta cuestión, véase AA.W., ¿Crisis_ en la demacra­
da?, Speiro, Madrid, 1984.
(5) Cfr. JUAN MANuEL RozAS VALDÉS, «El principio de subsicliariedad
en el Tratado de Mastrique y la doctrina social de la Iglesia», Verbo,
núm. 313-314, marro-abril-mayo 1993 (págs. 255-281), págs. 279-280.
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
ramente expuestos desde el principio en una introducción, que
si no aporta nada nuevo, resulta totalmente novedosa fueta de
los estrechos límites de los círculos que, sin desconocer en
abso­
luto el pensamiento moderno, incluso el más inmediato, continua­
mos bebiendo, entre otras fuentes, en
el pensamiento tradicional
y en
la doctrina de la Iglesia. Para el resto, la inmensa mayoría,
por ignorancia, por desprecio, por necedad o por abre bar don­
de no se
debe, constituirá una. gran novedad. Peto mucho me
temo que la buena intención, incluso el deseo del autor
-no me
artiesgo a decir la espetanza-de que pueda influir en quienes
están construyendo esa nueva Europa, no obtendtá resultado
al­
guno. Y nd es para pensar otra cosa, cuando Juan Pablo II
parece tener escaso éxito cuando, año tras año, incansablemente,
una y otra vez, pide --exige--que Europa vuelva a sus raíces
~stianas q';e so~ las que la alumbraron en lo que posee -po­
seia-de mas valioso.
Por eso, dados los límites propios de toda recensión, voy a
destacar para el lector la introducción y parte de
sus conclusiones.
En la introducción el autor
se interroga sobre Europa: nunca fue
un concepto geográfico, ni presenta unidad étnica, ni fue ni
es
una unidad política, ni lo es económica, ni tampoco ideológica­
mente, ni ofrece unidad cultural:
« Y sin embargo ( ... ) fue y es
todavía en nuestra conciencia una sola Europa». Sin indicar aún
qué fue Europa, el autor procede al
examen de «la ruptura de
Europa», dando por supuesto que desde los tiempos carolingios se
concibe a Europa como unidad
-sin duda porque como adviette
él mismo, «parte de los elementos constitutivos de aquel edificio
ideológico constituyen este
trabajo»-. El autor sigue una línea
que podemos llamar clásica, indicando que el proceso de ruptura
se inicia en el siglo XIV con Guilletmo de Ockam y llega a nues­
tros días. Tras aquél, señala
los· hitos fundamentales del proceso
de degradación, constituidos por sus personajes
más influyentes
en el pensamiento, y de rechazo en la política: Lutero, Descartes,
el proyecto de la Ilustración, Voltaire, Condorcet, Kant, Rousseau,
el proyecto político de Napoleón,
el marxismo, el neopaganismo
nazi y el intento actual de
la democracia neocapitalista. Lo común
a todos esos intentos es su oposición y confrontación a
la civili­
zación cristiana (págs. 15-28), que, como conclusión de
la obra
aparecerá
al final, una vez realizada la investigación, es la que
formó a Europa aun antes de los tiempos áureos de
la Cristiandad
medieval.
El primer capítulo se ocupa de la época que abarca el estudio,
con sus tres imperios (bizantino, musulmán
y carolingio), la crea-
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INFORMACION BIBLIOGRAPIC.d.
ción carolingia, su crisis con Ludovico Pío y una valoración final.
El segundo de los hombres, los intelectuales que teorizaron sobre
el imperio y el emperador. El tercero de las obras que escribieron
y
su incidencia, para ocupatse en el siguiente capítulo, con el tí­
tulo de I mperium, de sus concepciones sobre el imperio y el
emperador. A lo largo de estos capítulos queda suficientemen­
te de relieve,
como no podía ser de otro modo, que la formación
de Europa fue obra de la Iglesia y de la religión católica que pro­
fesaban sus. reyes, sus nobles, sus intelectuales y sus pueblos.
Como conclusión final señala: «La creación carolingia supuso
el nacimiento
de Europa, porque el lmperium no fue tanto un
territorio ( como se ha visto), sino un estilo de vida tendente a
encarnar
el "Reino de Dios" en las realidades temporales.
» Y esto nos pateee que es Europa, al menos la que diseñaron
los grandes hombres que la
han ido modelando, desde Benito de
Nursia o Bernardo de Claraval a Schumann y a Juan Pablo 11:
unidad en riquísima diversidad. Esta síntesis genial comenzó a
pergeñarse durante la primera mitad del siglo
IX: Un franco, por
cristiano, Emperador de los latinos. Una latinidad cristianizada,
modelo de cultura
pata los francos» (pág. 291).
No tengo duda alguna sobre
el esfuerzo titánico de Juan Pa­
blo II en ese sentido, aunque su influencia sobre los gobiernos y
las instituciones . -salvo sobre Lech W alesa-de momento pa­
rece infructuosa, pero
me parece que la inclusión de Schumann
,está absolutamente fuera de lugar, La Europa que se intenta cons­
truir va por caminos enfrentados con sus auténticos fundamen­
tos,
como el autor indica en la introducción. Salvo que se diga
que el proyecto no es hijo suyo. ·
Y es que este comentario, por otra parte, no es fruto de nin­
gún antieuropeísmo tradicionalista (Ortega, pág. 19); Europa se
amstituyó como cosmovisión católica compartida y de ahí surgió
la Cristiandad. La primera y más duradera conciencia
de unidad
sin menoscabo de una rica y múltiple pluralidad. Cabe, pues, y
es de desear una unidad europea, incluso con algunos
de los fines
de la actual reconstrucción, que son evidentemente buenos, pero
<:on otros fundamentos diferentes: sus raíces cristianas. El pro­
blema es que la actual reconstrucción
;_tras un largo camino de
enfrentamiento contra aquella cosmovisión-se hace práctica­
mente sin oposición a los nuevos «principios». Por eso el «anti­
europeísmo tradicionalista» sólo
es cierto si se concibe a Europa
como
lo contrario de la Cristiandad, pero no si se asumen los
principios permanentes en que aquella se basó.
De ahí que los
católicos no puedan compartir las bases
füosóficas de esta nueva
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lNFORMA.ClON-B1BL10GRAF1CA.
reconstrucción, dados fos frutos que esa seuda han producido con
el
rechazo de aquellos principios. Y es que su afirmación de ser
religiosameute neutra
-lo que de por si ya es rechazable al pre­
teuder no tener eu cueuta a Dios,-, no es .más que aparieucia.
Verdaderamente no se puede prescindir de Dios, ignorar sus man­
damieutos y los principios derivados del orden natural, sin que
eso suponga tomar
partida contra El. La distinción entre Iglesia
y Estado
no puede ser una secularización que es, en el fondo, el
rechazo de todo vínculo sobrenatural y la absoluta indepeudeucia
del hombre respecto a Dios. Este proceso secularizador continúa
mostrando unas estructuras sociales y unos comportamieutos indi­
viduales, sociales
y políticos no ya contrarios a lo que Dios ha
establecido, sino
claramente inhumanos por antinaturales, en don.
de en las concepciones jurídicas caben muchas cosas,
perci cada
vez es
más difícil que resplandezca la justicia. ·
El libro va prec.,dido de un. prólogo de Lydia Jimépez, en el
que, con todo acierto, liga
las tesis desarrolladas a lo largo de la
ohra con la predicación del Cardenal Ratzinger
y del Papa Juan
Pablo
II. Como indica Jiménez: «El pensamiento .en armonía con
la
fe es el fundamento de Europa» (pág.10). . · ·
Para los lectores de Verbo aficionados. a la historia y a la his;
toria del peusamiento político, a Jos que el peusamiento de Fran­
cisco
Ellas de Tejada y de nuestro director Juan Vallet ,de Goyti­
solo no les ajeno,
y que en tantas ocasiones han desarollado. las
causas de la crisis del pensamiento europeo ; de la ruptura de la
Cristiandad y de algunos de sus remedios, esta obra les resultará
de grata
y reconfortante lectura, por encima de algunas discre­
pancias que a
lo largo de su lectura pudieran surgir. No es la
menor si Europa puede asimilarse a Cristiandad ( 6
);
EsTANISLAO CANTERO.
(6) Cfr. FRANCISCO ELÍAS DE TEJADA, La monarqula tradicional, Rialp,
Madrid,
1954, págs. 36-42; JuAN VALLET DE GornsoLo, «E~ desd~
la perspectiva de Juao Pablo II», Verbo, núm. 257-258 (julio-agosto-~
tiembre 1987), págs. 901-954; MIGUEL AYUSO, ·«Espalia y Europa: casticis­
mo y europefsmo», · Aportes, núm. 17 (julio-octubre 1991), págs. 65-69;
IDEM, «Orden supranacional y doctrina católica», Verbo, núm. 303-304
(marzo-abril 1992), págs. 305-312; y mi «La quiebra de la tradición jurí­
dica española», en AA.VV., El Estado de Derecho, Editó 1996.
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