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Número 343-344

Serie XXXV

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El Regeneracionismo de 1898. De la «crisis de 1898» a «¡Todavía el 98!». Historiadores-ideólogos ante la ciencia histórica

EL REGENERACIONISMO DE 1898.
DE LA "CRISIS DE 1898" A "¡TODAVIA EL 98!"
HISTORIADORES-IDEOLOGOS ANTE LA CIENCIA HISTORICA
POR
Jo SÉ FmtMfN GARRALDA AruZCUN
I. INTRODUCCIÓN
En la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo ha sido
impartido un Seminatio de Historia, del
14 al 18 de agosto, titu­
lado «¡Todavía el 98!». Es el
tínµo de un folleto de Manuel
Azaña Díaz.
La dirección del Seminatio ha estado a cargo de .don Santos
Juliá Díaz. Los lústc¡riadores intervinientes pertenecían, salvo ex­
cepciones como por ejemplo Carlos Seco Serrano ... , a una misma
escuela lústoríográfica.
Por ello la discrepancia y el debate fueron,
pese a las
apariencias, mínimos.
La intención del Seminario estaba
clara:
«bucear en el significado de 1898 para la inmediata lústoria
de España».
Ahora bien: ¿inmediata a 1898 o

a 1998? Ello
im­
ponía anlllizar la crisis general de 1898 y sus implicaciones en la
identidad nacional, el sistema político, y
los valores; estudiar la
posición del Ejército; comprender el significado de 1898 para la
sociedad
y la política de fines de siglo en el Pals. Vasco, Cataluña
y Castilla ; y examinar los diferentes signos
de la renovación y
regeneración propuestas.
El cierre del Seminatio sirvió para «echar
una mirada más
allá del 98 y para analizar la presencia del mito
en la reflexión posterior».
En estas líneas destacaremos los aspectos aprovechables del
Seminario. Pero también efectuaremos una crítica. Es criticable
el método seguido por gran parte
de los ponentes. que partieron
de verdaderos apriorismos ideológicos
-idealismo-, así como la
instrumentalización ideológica de la ciencia lústórica. Lo más
molesto del Seminario fue la necesidad de distinguir tres planos:
l.º los aspectos lústóricos (la materia lústórica) que en no pocos
casos fueron muy interesantes ; 2 .º los condicionamientos ideoló­
gicos del análisis lústórico de naturaleza dialéctica (metodología)
Verbo, núm. 343-344 (1996), 335-377 335
Fundaci\363n Speiro

!OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
que viciaban dichos análisis; y 3.0
, los aspectos políticos actualiza­
dores ( historia intencional e instrumental) que proyectaban
la si­
tuación política actual de España en el ayer. De esta manera,
aquel historiador que en este Seminario sólo buscaba la realidad
del pasado, sin duda se sintió defraudado. Sin embargo, hay que
ser realistas: esta ha sido la manera, hasta hoy generalizada, de
hacer historia contemporánea en España, aunque, afortunadamen­
te,
ya se comienza a barruntar la desideologización de la ciencia
histórica promovida más allá de los Pirineos en nuestras uni­
versidades.
En este Seminario el mito de la modernidad racionalista e
iluminista, secularizadora, esto es, el
de la ilustración europea
de los
siglos XVI y XVII ( a España dicen que llegó tarde y que
le costó implantarse)
es patente. En él la realidad quedó precon­
cebida y prefigurada desde el racionalismo, identificado a priori
y gratuitamente con la modernidad. Aunque este «discurso» es
hoy una repetición monótona y poco creativa, discrepar de
él su­
pone la marginación en algunos paraninfos académicos.
Cada una de las ponencias
estaba bien concebida, en sí misma
y como parte de un conjunto intencional. En esta reseña desarro­
lfaremos las principales tesis mantenidas, encadenadas e interde­
pendientes, y efectuaremos una breve
crítica no sólo del conjunto
sino de
a:lgunas de las tesis más relevantes en particular.
Il, SÍNTESIS ME'!'ODOLÓGICA E HISTÓRICA
Metodalo.gfa de la Historia:
Algunos de los elementos metodológicos aprioristicos más re-.
levantes del Seminario fueron, al parecer, los siguientes:
336
l. Una concepción dialéctica hegeliana para analizar los pro­
cesos
históricos.
2. La lucha de clases por la llamada demolcracia ( social o na­
. cionalísta) que parecía estar implícita en los análisis.
3.
Las estructuras socioeconómicas como condicionante muy
importante que abre
la posibilidad de una llamada de­
mocracia social.
4.
La modernizoción con sus implicaciones de secularización
y laicismo. La religión quedaba ausente del progreso in-
cluso como handicap. · · ·
Fundaci\363n Speiro

B,L REGENERACIONISMO l)E 1898
5. Hay que omitir el e,,tudio de las sociedade,, anteriores a
la Revolución liberal por inútil para explicat los procesos
históricos posteriores,
por carecer de proyección histórica
en cuanto «superados». También hay que criticar a la
Revolución
burgue,,a -que se considera h~ber cumplido
o finalizado su
proceso histórico-, por frenar el avance
«democratizadQr», y provocar en su seno la nece,,idad de
ser superada por
la patticipación política de las llamadas
«clases neutras».
Estos aspectos implican varios apriorismos que suponen dife­
rentes
¡uicios de valor con fuerza para un actual planteamiento
y movilizaci6n politica. Dos de ellos son: la modernidad y la
democracia se identifican con las fuerzas revolucionarias, que fue­
ron fas únicas que se opusieron con futuro a la Revolución li­
beral en torno a 1898. Aquellas otras fuerzas individuales (J oa­
quín Costa, etc.), sociales (tradicionalismo o Catlismo) y religiosas
(la Iglesia católica, etc.), opuestas al Liberalismo pero no revolu­
cionarias, quedan automáticamente excluidas de toda cónsideraci6n,
salvo la necesaria pata justificar un análisis de fa historia que
podía parecer de estilo neomarxista.
Análisis hist6rico:
Los ponente& del Semioario siguieron un análisis interpretati­
vo de los hechos que implicaban
apriorismos y · unos juicios que
necesatiamente terminaron siendo de valor. Nosotros preferimos
separat ambos elementos, el objetivo histórico y el subjetivo de
los
juicids. Ello no implica que propugnemos una historia total­
mente
descárnada, pue,, admitimos el enunciado de algunos juicios
de valor, pero sólo
con un carácter mínimo, y de maneta que se
distingan clatamente de la exposición histórica objetiva, y sólo
sirvan
pata iluminat algunos aspectos fundamentales del pasado
ante los que,
pdr su importancia, el historiador no puede dejat
de apelat a su condición de hombre.
Si al exponer a continuación uria síntesis de las tesis presen­
tadas en el Seminario no efectuamos
la deseable separación entre
los elementos históricos
y las interpretaciones personales de otros
autores
es porque lo impide el planteamiento de este Seminario
como
historia-poUtica. Dicha síntesis contiene los aspectos si­
guientes:
l. · La Revolución liberal y burguesa es el punto de partida
necesario
pata la posterior Revolución socia,!, Esta última
337
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/OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
338
tendrá unas bases democráticas, que si scin tales es preci­
samente por
~arcar a la mayoría silenciosa de la pobla­
ci6n y

a aquellos que no podían participar en
el sistema
propio
del liberalismo burgués.
2. Hay que criticar y desechar como antimodernos todos
los
valores anteriores a la Revolución liberaL Lo mismo debe
decirse de los valores antisociales del liberalismo burgués,
aunque
se considere que sea necesario defender dicho
liberalismo frente a las críticas efectuadas desde posicio­
nes tradicionales, a quienes
se denomina gratuitamente y
con desdén como propias del «Antiguo Régimen».
Según esto, es necesario afirmar los principios básicos
de
la Revolución liberal, a los que se afiaden otros nuevos
propios correspondientes
al nuevo estadio histórico de la
Revolución social.
El racionalismo y la secularización, el civismo y la con­
vivencia, la modernidad y la democracia, son en parte
patrimonio de liberalismo
petó, sobre todo -dicen-,
del socialismo.
3. España, durante
el siglo XIX, no constituía una Naci6n,
mientras que el Estado burgués estuvo en continua crisis,
agudizada en 1898.
Según esto el liberalismo fue una
realidad insuficiente debido a la incapacidad del Estado
y, sobre todo, al incivismo social. El nacionalismo español,
que se afirma fue tardío, se adentra en el siglo xx, y tiene
un carácter reactivo y mítico, no crítico.
4. La sociedad española carecía de civismo (M. J. González)
y de una moral pública (V. Cacho). Sólo hubo dos in­
tentos de establecer la . modernidad, efectuados á través
de la moral pública de la ciencia y la del nacionalismo
catalán, aunque en su día
fracasaron por carecer de los
resortes del poder. ·
5. Algunos de los graves errores de la clase burguesa fueron
la
falta de un auténtico regeneracionismo convertido en
arbitrismo (Varela Tortajada), ser militarista o estar bajo
el chantaje militar (Varela Ortega), no set una el.ase demo­
crática (T. Carnero), y convertirse en reaccionaria o reac­
tiva tanto ante el nacionalismo vasco y catalán como ante
la aplicación del sufragio universal.
6. Era necesario el «proteccionismo» econ6mico del Estado
para un
impulso modernizador (J. Nada!).
Fundaci\363n Speiro

EL REGENERACIONISMO DE 1898
7. La crisis de 1898 fue la fecha de arranque de los naciona­
lismos vasco
y catalán como reacción -y antítesis-- al
turnisrno de
los partidos burgueses y al centralismo del
Estado en crisis.
En el País Vasco, tan vasco fue Unamuno como Sa­
bino Arana, mientras que en el seno del PNV quedó
sintetizada la
reinter¡,retación del vasquismo cultural an­
terior y la reinter¡,retación de Unamuno, síntesis que dará
a dicho
partido cierta indefinición (J. Juaristi). En Cata­
luña el primer nacionalismo.habría surgido de la
sociedad,
se extendió con éxito a través de las C01poraciones y a
pesar de los partidos del turnismd, triunfó en la Barcelona
industrial,
y su incomprensión por los políticos de la
Restauración fue causa de muchos problemas (B.
De
Riquer).
Por el contrario, Castilla sufrió un pesimismo genera­
lizado unido a una autoafirmación negativa ; no
consiguió
ser Nación, ni articuló un proyecto para sí y para toda
España ;
e incluso
se autoafirmó frente al nacionalismo
del País Vasco y de Cataluña (C. Serrano).
8. El nacionalismo español
aparece a comienzds del siglo xx.
Como
en 1923 no fue posible el fascismo por no haber
un nacionalismo de masas,
y este último fue una realidad
durante
la República, se deduce que en 1936 el fascismo

será una posibilidad. Al igual que el nacionalismd ~·­
pañol, también basta 1931 los nacionalismos vasco y ·ca;.
talán carecieron de fuerza (J. P. Fusi). Serán los movi­
mientos obreros
y ~os nacionalismos periféricos .quienes
se enfrentaron al nacionalismo español con el triunfo mi­
litar de este último.
III. ANÁUSIS CRÍTICO
A continuación expondremos las principales tesis del Semina­
rio, surgidas en buena parte
de· la aplicación del método anterior,
a las que
efectuaremos una breve crítica.
1.0 "Crisis de identidad nacional"
José Alvarez Junco dio forma a su
ponencia en base a juicios
de
va:lor y apriorismos ideológicos entre verdades, medias verda-
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JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
des y simplificaciones históricas. Pata él la España del siglo XIX
no constituía propiamente una Nación. El «yo» colectivo se rea­
lizó mal y sobrevivió con problemas. Si en el siglo XVI hubo al­
gunos rasgos de preidentidad nacional -religión, guerras, lengua
castellana~, en el siglo XIX el Estado nacional no pudo realizar
la debida nacionalización, toda vez -por ejemplo-que dicho
Estado
se encontraba en quiebra debido a la deuda nacional y a
que la enseñanza no estaba nacionalizada por
encontratse en manos
de
la Iglesia. Consecuencia de ello es que, en 1898, se habría
creado una retórica nacionalista muy débil. Aunque en dicha fecha
fracasó
el Estado y no la Nación, de hecho se pensó que era la
Nación la que se había frustrado. Fruto de esto fue la sustitución
de
fos mitos del Cid, de Colón, etc., por el mito de Europa. El
nacionalismo que surge entonces, al no poder identificatse con
el Estado en crisis,
se transformó en un nacionalismo mítico que,
con
el tiempo, se convirtió en nacionalismo «reactivo» ( tardío, an­
tisepatatista, antisocialista, etcc} frente a lo que el ponente deno-
minó nacionalismo critico. ·
Crítica
· Al ponente pareció fallatle el método, pues para encontrar la
verdad del ayer no debemos referimos a construcciones mentales
subjetivas sino a realidades
objetivas·. El autor desatrolló los
tópicos
de rigor y tuvo un talante claramente racionalista e idea­
lista. Pata él,
el térttiino Nación sólo es admisible en fa interpre­
tación que
· Ie dio la Revolución francesa, y considera al Estado
como al~d ·necesario y éoncebido únicamente según la idea de
Bodino,
el racionalismo y la Revolución liberal. El autor debe
repasar la
critica que ha sufrido la teor!á ·del origen y desarrollo
de los «mitos»,
ya que, segÚn él, «mito» es todo aquello que no
sea racional. Así, para
Afva= Junco, toda realidad alejada u
opuesta
al Estado está fuera de la raión, es «acrítica», «visceral»,
algo irreal, y, por ello, se convierte en un mito
social.
· Desde el punto "de vista histórico resulta insostenible la afir­
mación de que en "1820 fue el Rey -«El»-quien perdió los
territorios de América ( es muy poco afortunada la aparente prueba
de que, a pesat de perderse un Imperio de 1810 a 1820 en
la
sociedad de entonces no ocurrió nada, pues sí ocurrió), siendo
cierto que en 1898 fue
.Ja Nación -esto es, el «nosotros»-"- quien
perdió las últimas posesiones en
illtramat. Esta afirmación está
unida a aquella otra segun la cual la Patria era por entonces algo
vacío, de manera que, en
el Antiguo Régimen, sólo se encontraba,
340
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EL REGENEP.,.,,.CIONISMO ·DE 1898
social y políticamente, Dios y el Rey, y nada entre ambos y el
individuo. Esto acerca mucho al autor a un conocido
discurso de
Robespierre del 7 de febrero de 1794 (

1
).
El esquema que parecía subyacer en la ponencia es que mien­
tras en el Antiguo Régimen
-se dice--no había Patria o Nación
(el autor
confunde ambos términos), el liberalismo alumbró la
Nación como ser político gracias
a su estrecha vinculación con el
Estado (la voluntad general configuradora del Estado). Así, queda
constituido el Estado
liberal burgués. En la nueva fase que deba
suceder y arrinconar al Estado burgués
-añado--, la clase pro­
letaria
-se considera mayoritaria-sustituiría a la Nación, mien­
tras que el Estado ( antes burgués) en crisis
quedaría a salvo y
consolidado,
es decir, estructurado -,-creado--por la nueva clase.
A este esquema
el ponente añadió otra consideración según la éual
durante el siglo XIX la Nación era muy débil en España, precisa­
mente porque el Estado estaba
eri crisis al carecer de recursos
económicos. Así, una Nación
débil y configurada en base ·a· mitos
habría prolongado
su debilidad con el nuevo mito de Europa. A
continuación
el autor llega a considerar que eso del nacionalismo
reactivo (antisocialista, antiseparatista, etc.) es originalísimo.· El
esquema está setvido. Exponer
es fácil, pero ... ¿y los hechos?
Aunque es cierta y
de todos conocida la crisis del sistema o
instituciones políticas de la Restauración, la restricción práctica
del sufragio universal tras 1890, la
crisis de las élites. políticas
canovistas y liberales, y
la crisis cultural o ideológica en la España
de 1898, a
[as que se refiere Alvarez Junco, es una lástima que
dicho ponente no hubiese sabido
_;_ni lo intentó---llegar a. la
realidad no sólo circunstancial sino sobre todo profunda de todo
ello.
·
2. 0 "Literatura del desastre: los males de la patria"
Según Javier V arela Tortajada, la literatura del Desastre
es una manifestación más del regeneracionismo. No parece que
haya
un verdadero regeneracionismo -los pensadores-y otro
(1) «No sólo la virtU:d es el alma de.la democracia,. sino que no puede
existir más que en este gobierno.
En la ~quía no cop.ozco ningún in­
dividuo que pueda amar a la Patria y que por ello mismo necesite de la
virtud; así es la monarquía: la razón de ella es que de todos los habi­
tantes de sus
Estados sólo el monarca es quien tiene una patria ... ».
(Discursó en nombre del Comité de Salud Pública, 18 de pluvioso Año II). Esta iriterpretaci6n no es ·válida en la mo.ó.arqt.lía moderada o tradicic.>nal.
Tampoco lo es, aunque la práctica 'política de gobiern_o-·fuese afgo más
verosfmil,
en la monari¡uía absoluta.
341
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/OSE FERMIN GARRALDA .ARJZCUN
falso -los políticos-; todos los regeneracionismos, sea el propio
de los políticos, los militares y los pensadores.. . son igualmente
verdaderos, por
lo que a todos les es adecuado dicho término.
El ponente desarrolló los temas del honor y otros de carácter
caballeresco
-la retórica del honor ofendido ... -, la identifica­
ción de la situación de
la Patria con términos médicos por quienes
concebían
la sociedad como un organismo vivo, y el hecha de
tomar como remedio
el «arbitrísmo», el antíparlamentarismo -el
«¡Fuera Cortes!» de Macias Picavea-y, por supuesto, la antípolí­
tica -búsqueda de un «cirujano de hierro» de Joaquín Costa-.
La segunda parte del.a ponencia versó sobre Joaqu(n Costa y
los temas costístas de tradicionalismo,
tealogía política, populis­
mo y moralísmo antipol!tico. Dicho moralísmo no habría hecho
antídemócrata a Costa sino
antipol!tíoo, pues no en vano Costa
quiso mantener las Cortes abiertas, aunque también impedir que
las Cortes, mediante el caciquismo, pudiesen interrumpir la repre­
sentación personal.
Crítica
Aunque el tema fue desarrollado con una mediana profundi­
dad, el autor de
alguna manera se ensañó con Joaquín Costa, tanto
por sus contenidos «arbitristas» como por sus un tanto originales
formas de expresión, hasta crear lo que
yo calificaría de «esper­
pentc, anticostista». Se quiso rertatar a un Costa que parecía de­
mente, descontextualizado, sin que entonces se entienda por qué
su figura ha hecho -como el ponente reconoció-correr ríos
de tinta.
Menos mal que
el profesor Carlos Serrano, uno de los más
interesantes biógrafos de Costa (2), impugnó parte de la ponencia,
y
reivindicó a nuestro más conocido regeneracionista al · destacar
que lo
más característico de Costa es .lo contradictotio (pudo ser
tradicionalista y republicano, desde 1870 fue antícarlista y anti­
tradicionalísta en política, se enfrentó a la Iglesia institucional
... ).
Para Serrano se debe tener en cuenta la evolución de Costa (1880
y 1910),
comprender que su actividad política fue más allá del
profetismo retórico, y advertir su clarividencia en muchos
aspec­
tos (antiesclavismo, concepción moderuizadora de las colonias, de-
(2) MAURICE, Jacques y S~RRANO, Carlos, Joaquln Costa: crisis de la
restauración y populismo (1875-1911}, Madrid, Ed. Siglo XXI, 146 lfflllS.;
desde otta óptica, vid. TIERNO GALVÁN, Enrique, Costa y el regeneracionis­mo, Barcelona, Ed. Barna, 1961, 269 lfflllS., col. Vida Europea.
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EL REGENERA.CIONISMO DE 1898
fensa de un presupuesto para Marina ... ). Asimismo, Serrano
destac6 que
el hombre fuerte al que aspiraba Costa no era Na,
poleón sino un Bismarck a la española, y que el problema de todos
los regeneracionistas fue la adecuación entre Pueblo-Nación-Estado,
planteándose simultáneamente la legitimidad popular.
Al criticar y
mllltratar a Costa y los temas que éste desarrolló,
parece que el ponente hizo extensible esta crítica a los regenera­
cionistas
casticistas, es decir, a aquellos que tuvieron un sentido JI
una crítica que partla de valores JI temas tradicionales, que fueron
una parte de los escritores regeneracionistas (3). Puede deducirse
que, según el ponente,
el casticismo fue algo estéril y un handicap
para la modernización. Sería algf así como una mera protesta sin
futuro a partir de unos valores
~tes de virtualidad para trans­
formar un mundo en crisis.
Porl supuesto, el ponente no se mo­
lestó en probar sus asertos, qué parecen tener un origen ideoló­
gico. Lógicamen_te, y por lo que respecta al tema político, no se
mencionó a los carlistas como permanentes regeneracionistas, aun­
que ello pueda deducirse de la posterior ponencia del profesor
De Riquer.
También discrepamos
de la valoración del programa del gene­
ral Polavieja efectuada
por el ponente. Al contrario que él, cree­
mos que su programa sí fue concreto y regenetacionista, y no sólo
arbitrista, pues
ofrecía la ocupación de las Corporaciones locales
aunque sin pasar por
el sufragio universlll, la represéntación corpo­
rativa, fa descentralización económica y administrativa, un con­
cierto económico, superar los partidos del turnismo, y una gober­
nación patronal de ,la economía y de las relaciones con los traba­
jadores, lo cu~l era muy avanzado para la época.
3. 0 "Crisis del positivismo, derrota de 1898 y morales
colectivas"
Esta ponencia, expuesta por Vicente Cacho, fue muy in­
teresante
por la fácil. dicción y el carácter coloquial del ponente.
Conforme
al espíritu del Seminario creo que su exposición fue
(3) Entre los regeneracionistas citemos a los republicanos Macías Pi~
cavea, Basilio Paraíso, Lucas Mallada, Doctor Madrazo, Luis M'Orot~; a
Altamira y Alfredo Calder6n (ambos de la Instituci6n Libre de Ensefia!l2a);
al notario Julio Serrador, a Pompeyo Gener, a Ganivet (tendencia tradici~
nal), y a Damiifu. Issert; a los conservadores Antonio Maura.., Francisco
S~yela ~ Sant?' Olive;; al general Camilo. 'Gan,fa de Polovieja, a César Sili6, Vida! F1té, Santlago Alba, Alzolo (liga vizcalna de productores y corporativista), etc. ·
343
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IOSE FERMIN GA.RIU.LDA A.RIZCUN
una pieza fundamental pata la tesis generales de aquél. El autor
planteó el tema desde los ptesupuestos
· ideológicos de la Institu­
ción Libre de Enseñanza, haciendo
gafa de sus caracteres raciona­
listas e
ilunrinistas, lacistas y seculatizadores.
Según el ponente, en el siglo
XIX sólo hubo «dos únicas pro­
puestas modernizadoras, transformadoras del país, que presentan
a
· la vez un nivel aceptable de teorización y un grado consistente
de aceptación social».
Se trata de dos morales colectivas: la morro
de la ciencia «impulsada desde Madrid por una

minoría intelectual
que propugnaba la modernización de España
a través de la cien­
cia» ( Institución Libre de Enseñanza), y la moral nacionalista,
«objeto de elaboración muy precisa en Cataluña
a pattir del últi­
mo decenio del siglo, cuya
proyeoc:ión social vino a acelerat el
desastre
del 98».
Quedan· fuera de las morales coléctivas las demás variantes
regeneracionistas, «relegadas a la condición de meros arbitrismos,
carentes de reflexión teórica, por mucho que fuese
el prestigio
de
sus voceadores» --dice Cacho--, y las morales «de autor»,
como las de Unamuno y d'Ors, «cuya formulación, sobresaliente
en determinados casos individuales, no responde, sin e1J'.)bargo, a
necesidad social inmediata alguna, no
al\:llnzando en consecuencia
suficiente irradiación ambiental como
¡,ara consideratlas "morales
colectivas"».
La denominada moral colectiva de la ciencia, iluminista y li­
beral, aspiraba a
la enseñanza laica. Esta moral fue. m.odelada por
Giner de los Ríos, seguido de Ortega y Gasset. Sus parám_etros
fuéron la ciencia, la técnica, la política educativa (laicista) y la
generalización de la cultura (racionalista), valores estos -añado-­
entendidos desde una perspéctiva racionalista y liberal radical.
Esta moral, que triunfó
en Francia, fracasó _en España por varias
razones: porque en este país --dice Cacho-::-no"'hub_o desarrollo
de
la ciencia, Giner no tuvo discípulos a pesar de que su sucesor
natural fuese Ortega y Gasset,
fos del 98 no creyeron en la afir­
mación de la ciencia, y porque la Institución Libre_ de Enseñanza
careció de las palancas y resortes de la influencia
.. Para el Ps>­
nente, el referente teórico inmediata de la moral de la ciencia fue
«la política educativa de la
III República francesa», que -aña­
dimos nosotros-tuvo un marcadísimo carácter faicista y ma­
sónico.
Por otra parte, continúa Cacho, la llamada moral colectiva
nacionalista
en Cataluña no supuso un nacionalismo retróRfado
sino
autonomista, que aspiraba a la autodeterminación y la sobe­
ranía, lo cual no si~iñca. -según el autor-Que quisieran «rom­
per con España». Barcelona dependía culturalmente de París y
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EL REGENERA CIONISMO DE 1898
no tenía relación alguna . con Madrid. No obstante, aunque el
modernismo fuese más lento en llegar a Madrid que a Barcelona,
una vez
en Madrid tendrá una mayor intensidad. · El referente del
nacionalismo catalán «hubo de buscarse en determinados nacio­
nalismos disruptivos centroeuropeos».
Prat de la Riba será quien
modele
la moral colectiva nacionalista y quien dé al catalanismo
conservador una dirección democrática liberal, frente al carácter
autoritario y corporativo de las Bases de Manresa.
En 1901
-dice--el catalanismo se reconcilió con una mentalidad demo­
crática, pues
la Lliga será un partido conservador Hberal. Sin
embargo,
y por contraposición a ella, la publicística de la «lite­
ratura del desastre» se decantó hacia posturas autoritarias.
Sobre este panorama
--continúa Cacho--incidió el resque­
brajamiento del positivismo en Europa. Por él, «de la fe absoluta
en
la razón humana (moral de la ciencia) se pasó a la fe relativa
en el hombre todo, que es mucho más que razón (intuición ; .. )».
Así se pudo acceder a una visión intimista del universo, al mundo
visto
desde· el «yo». Este vitalismo que conllevó el rejuveneci­
miento de todo el tejido cultural europeo, hizo que el regenera­
cionismo español explosionase
en todas las direcciones. Sin em­
bargo, de excluirse la moral de la razón y de predominar la moral
vitalista, la moral puede degenerar en el autoritarismo (son los
casos
--continúa-de Joaquín Costa y Mao Zedong). El llamado
«salto adelante» supone siempre
el autoritarismo. Por entonces,
el gran dilema era: «creemos en la ciencia o creemos en la vida»,
también como núcleo de
la novela de Baroja El árbol de la ciencia.
Tanto Costa como Giner y Ortega fracasaron. La trascenden­
cia de estos dos últimos no se encuentra en
la actividad política
sino, a medio plazo, en fa «concienciación social ( ... ) en punto
al enriquecimiento espiritual
de sus respectivos espacios civiles».
Para Cacho, la democracia
-que define como un sistema
legal estable de conflicto, esto es, algo por esencia
pragmático--,
o
el liberalismo, es la única forma política donde pueden confluir
'1a moral colectiva de la ciencia y la moral colectiva de la vida,
aunque esto era
un imposible en la Espafia de don Alfonso en
tomo a 1898. También el nacionalismo catalán fue pragmático
y positivista. . . .
En realidad, el enemigo de la Institución Libre de Enseñanza
fue lo que el autor denomina
el «catolicismo estrecho», mientras
que el socialismo sería el enemigo del
nácionálismo catalán.
Desde esta
pérspectiva racionalista e iluministá fue -según
el autor-el mundo liberal quien perdió en 1936. De haber
triunfado la moral de la ciencia nunca hubiera habido una· guéria
civil (lo que sin duda, a nuestro criterio, es mucho decir¡: ·Por
·345
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA .ARIZCUN
otra parte, y en relación con ello, fue la incompetencia del Estado
español quien habría dado
alas al nacionalismo catalán.
Para terminar, y ttas ciertas diatribas coloquiales en las que
el
ponente se manifestó como un «antiborbón» · integral, Cacho
afirmó que también hoy
existe mucho «paleonacionalismo» tecni­
ficado
cipuesto a la modernización del país, aunque decir esto
-permítasenos-sólo manifiesta el «cerrilismo» de V. Cacho.
Crítica
Vicente Cacho discurre con los prejuicios de un verdadero
racionalista. Su exposición. supone una falacia
metódica, esto es,
afirmar sin demosttar la existencia de dos morales colectivas
-de
la ciencia y nacionalista-como únicas, exclusivas y excluyentes,
suponiéndolas también como los únicos brotes
posibles· de moder­
nidad.
De esta manera excluye, a priori, que pueda haber ottas
llamadas «morales colectivas» aplicadas a
la comunidad humana.
También llega a identificar gratuitamente
la modernidad con el
racionalismo hasta monopolizar este
término ; Jo que justifica su
incomprensible enfado contra lo que llama «paleonacionalismo»
tecnificado.
Las tres ideas preconcebidas del ponente son: racionalismo,
secularización
en el sentido de laicismo, e identificación de la
Iglesia con lo antimoderno. Más que ciencia histórica el autor
parece que pretende hacer filosofía crítica -y en un sentido muy
peculiar-de la historia del pensamiento, así como reducir el
espíritu al pensamiento. Parece ignorar que la moral católica afec­
ta a .· todo el hombre en su faceta individua[ y social, a no ser
que identifique como
moral colectiva a la que sólo afecta al
hombre colectivo o a los
grupos humanos, lo que no sería más
que úna moral laica y va.c.fá, externa y farisaica, esto es, · una
ideología. Como el autor menciona que las morales colectivas sólo
se irradiaron en minorías parece suponer que los restantes espa­
ñoles, en cuanto
«castizos» y miembros de la Iglesia, educados
mediante una enseñanza ·católica... .

o bien sólo
ten!an una moral
con una proyección exclusivamente individual -individualista,
lo que no es posible de ser· coherentes-o bien eran «sanamente»
inmorales.
Parece más dialéctico que una prueba -que el autor no se
preocupa en demosttar-, aprovechar la crisis de 1898, las caren­
cias industrializadoras, etc., en España para achacar de estas insu­
ficiencias a los valores vertebrales de la España tradicional,
· al
pueblo no racionalista, y sobre todo a la influencia de la Iglesia
346
Fundaci\363n Speiro

EL REGENERACIONISMO·'DE' 1898
Católica. En todo el Seminario pudo observarse que la historia
de la Iglesia quedaba soslayada, como un
gran tema tabú, y que
de una forma
más o menos soterrada se le catalogaba entre el
sector antimodemo y retrógrado. Por el contrario, cuando se
trataba de analizar momentos históricos que supusieron notables
mejoras estructurales y económicas
-v. gr., Gobiernos autori­
tarios de Primo de Rivera y
de Franco-se ignoran dichas
mejoras y entonces
se incide en la carencia de una democracia
de naturaleza
liberal o socialista, al margen de que éste suponga
un verdadero
talismán interpretativo de las sociedades ccmforme
a unos moldes ideológicos que ccm frecuencia afloraron en las
exposiciones del Seminario.
Querer responsabilizar a la
¡gle.sia de lo que. era exclusiva
responsabilidad
de los ciudadanos y de los poderes civiles parece
algo
poco serio o sectario. El triunfo del racionalismo ( que el
autor identifica con
la ciencia y el laicismo) supondría el triunfo
de
la luz, el iluminismo, frente al mundo de las sombras. Estas
ideas y lenguaje, como
irradiación de la moral colectiva, parecen
tener ciertas resonancias· nada «profanas» y no precisamente en
relación con Platón;
En mucha menor dosis que _el ponente efectuaremos alguna
consideración al margen de la ciencia histórica. Bl autor parece
ignorar que
llis morales colectivas de la ciencia, la vitalista y la
nacionalista,
están en el origen de la aguda crisis en la que hoy
estamos sumidos. Según esto, no
se sdstiene su propuesta de
una regeneración auténtica ( modernidad como fruto
de la rique­
za y fa autonomía) al margen del Evangelio. También aconse­
jaría al autor ser
mucho más cauto al explicar la historia de las
ideas, etc., y huir de simplificaciones ajenas a la realidad. El
ponente ignora también que el liberalismo estatista e individua­
lista del siglo
XIX vino a aglutinar y ahondar los anteriores males
de España, y que de la crisis de 18~8 el liberalismo fue muy res­
ponsable, aunque, tras esta fecha, algunos liberales como Maura,
Dato, Silvela, Canalejas, etc., quisieron «lavarle
la cara», espe­
rando sólo que la agonía fuese más larga.
Por último, creer que
el h1,eralismo era democrático, máxime el radical -al menos en
parte imbuido por fa secta masónica-, es mucho suponer; y
considerar como otros que también el socialismo histórico era
democráticd contradice atrevidamente las afirmaciones de sus
pensadores, sus programas sociopolíticos y los hechos.
De nuevo en el ámbito histórico, también puede tener inte­
rés el mostrar que, dentro de cierta tradición no absolutista y
después también antiabsolutista
-la defensa de Navarra de sus
fueros es un exponente de ello-del siglo XVIII, si fue posible
347
Fundaci\363n Speiro

IOSE FERMIN GARRALDA ·ARIZCUN
la modernización. Aunque en un ámbito espacio-temporal con­
creto, creo
haberlo demostrado en mi tesis doctoral y otros tra­
bajos relativos a
la ciudad de Pamplona ( 4 ). Elld no impide que
también un monarca tan absoluto como Fernando
VII hiciese
numerosas reformas y mejoras en la administración pública entre
1823
y 1833.
Copio literalmente
la breve exposición o defensa que hice
en un clima absolutamente hostil -pobre de mí, me acordé del
Brindis del Retiro de
don Marcelino Menéndez y Pelayo del 29
de mayo de
1881-:
c:Conforme q,ne el pueblo esp&ñol no terminase-de "tragar" al
Estado centralista;
habrá . que pensar cuáles fueron los errores de
éste
y de los numerosos pronunciamientos militares -de fuer­
za-liberales.
Cierto es
que el hiS:pano ha sido_ muy individualista, en este
sentido alguien
"incívico."·; sin embargo, también tenía un gran
sentido de comunidad, Precisamente, la desvertebración social la
produjo
el liberalismo, por lo . que el _liberalismo es incívico.
Se habla como si las . mayorías que no aceptaban las llamadas
"morales
colectivi;ts11 fuesen un tanto inmorales, no tuviesen mo·
ral, o su moral fuese individualista. Precisamente, si
hay una
moral individualista
era la del liberalismo. No se debe confundir
moral colectiva con la moral de Estado.
"Civismo" sí fue la federación histórica, el pactismo medie­
val
(recordemos la Jura del Cid: en Santa Gadea de Burgos), loé
Fueros, el auto gobierno munici~ las Juntas ... ».
A esta breve semblanza podríamos añadir otros muchos as­
pectos. Nos encontramos en el punto central del Seminario que
estamos analizando. Por ejemplo, podemos contrastar interpreta­
ciones racionalistas relativas a la historia de España, la crisis
de 1898, la comprensión de la vida del pasado
-el hoy en el
pasado según los
ponentes-, etc., con la verdadera ciencia his­
tórica,
precisamente aunque la ciencia política y la ideología no
se encuentren bajo la competencia de un historiador simple y
llano y sí,
al parecer, bajo la efe los historiadores-ideólogos que
participaron en nuéstro Semin_ario.
Mi breve exposición fue respondida por Alvarez Junco con
diversas afirmaciones. Según él, en el Antiguo Régimen
~ólo se
tenía
políticamente en cuenta a Dios y al poder divino del rey,
(4) GARRALDA AluzCUN, José F~, La administración municipal de
Pamplona del siglo XVIII, Pamplona, Universidad de Navarra, 1986, iné­
dita; «El siglo .de "las "lucesn en_ Pamplona: progreso, mito y realidad»-,
¡er Congreso· de j6venes ·historiadores y ge6grafos, Madrid, Universidad
Com.plutense., 1. 990, vol. II, 1014 p,igs., _p. ágs. 357-371; IDEM, «Ilustración
y Tradición. El Ayuntamiento de Pamplona:. Siglo XVIII», Madrid, Ed.
Speiro, Verbo, núm. 275-276 (mayo-julio 1989), págs. 775-834.
348
Fundaci\363n Speiro

EL REGENERACIONISMO DE 1898
por lo que no había patria. El liberalismo no fue desvertebrador,
pues
lo que lúzo fue vertebrar la sociedad de otra manera. Por
su parte, Santos juliá, desde su cátedra, apostilló: el liberalismo
es la conquista y afirmación del hombre autónomo y libre, su­
pone una organización de hombres libres en la Nación, y no
significa debilidad, ya que Francia e Inglaterra fueron unas po­
tencias, aguantaron todos los embates y... ganaron. Ambos, sin
ser políticamente liberales, defendieron
el liberalismo.
La respuesta -compleja en su fortnulación porque incomo­
daba a la mesa-a esta defensa ideológica del liberalismo plan­
teada por
Alvarez y Juliá, fluyó rápida, eJ\Pllesta desde la cien­
cia histórica: mi ámbito de estudio
es el ser (lo que fue, la
historia) y no el deber ser (la filosofía política)¡ Antonio de
Capmany, liberal en
las Cortes de Cádiz, hizo una brillante de­
fensa de los gremios frente a su intento de supresión por el
liberalismo, de
modo que algo de bueno tenían para él los
gremios ( 5) ; en las sociedades no liberales ( sobre todo en las
no absolutistas), además de Dios y el Rey se encontraba la so­
ciedad organizada que pactaba con el monarca; el 11-IX-1714,
la «Casa de la Ciutat resident en lo
pdrtalá de Sant Antoni» de
Barcelona, sola
y contra toda esperanza, abandonada de unos alia­
dos que habían firmado la paz de Utrecht con los Barbones en
1713, defendió
su tierra contra el absolutismo centralizador (con
el nombre de toda Espafia en sus labios lo mismo que sns ene­
migos en el campo de batalla) y finalizó su bando municipal ape­
lando a la Patria -«( ... ) per son Rey, per son honor, per la
patria y per la llibertat de tota Espanya ( ... )»-...
No me extrafió la disconfortnidad de la mesa profesora! hacia
mi respuesta, sino el talante antiacadémico de Alvarez Junco
que, displicente,
afiadió: los catalanes perdieron y ya está, aun­
que fuese por las artnas, como el Imperio Austro-húngaro; ade­
más, «este discurso suena a Antiguo Régimen». Pronto caí en la
cuenta de cómo lo que simple y
realmente importa son los he­
chos. Puede hablarse de «la tiranía de los hechos». As!, tanto
si los catalanes de 1714 son vencidos
como si triunfan, todo es
un producto de la inevitable · evolución histórica, de modo que,
al mostrar la comprensión y al descubrir tanto la relativa cohe­
rencia
como· algún sentido a la historia lo de menos es si se es
derrotado o no por las artnas y por la violencia; Id importante
es el hecho en sí; esto es, quedar o tío preterido y postergado
(5) F°ERNÁNDBZ DE LA CIGOÑA, Feo. José y CANTERO NÚÑEz, Estanislao,
Antonio de Capmany (1742-1813). --Pensamiento, obra hist6rica, polftica y
jr,ridica, Madrid, 1993, 446 p~s. ·
349
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
de la manera que sea. Así, no se trata de comprender cada
hecho o bien la realidad del pasado,
ni la huella de los «perdedo­
res» que
se posa en el futuro, sino la cadena de unos hechos
que fenomenológicamente desplazan a otros. Sin embargo; los
hechos históricos muestran que de progresar dialécticamente, la
historia progresaría en base a las
anoma/.ias, pues toda derrota
o victoria militar tiene un
carácter aleatorio.
Creo que también pretendieron decirme que la Nación tiene
la misma función para los liberales que la clase proletaria para
los marxistas ;
ambas «vertebran» al Hombre y la colectividad
de manera que la dimensión individual y personal del hombre
concreto queda
totalmente absorbida por el todo, llámese volun­
tad
general y «cuerpo. de asociados que viven bajo una ley común
y representados por la misma legislatura» (

6
), o bien el Hombre
socialista. También en este sentido
la continuidad entre el libe­
ralismo y el socialismo es manifiesta.
4.0 La reacción del Ejército:
regeneracionismo militar, pretorianismo, dictadura
En su exposición, Carlos Seco Serrano utiliz6 uha méto~
dologla mucho más acertada que el resto de las ponencias en
general. Para él hay tres cosas que
el Ejército español nunca
admitió: el desorden en las calles,
una supuesta o re<>l amenaza
a
· la Unidad Nacional, y la posibilidad de que se hundiese la
disciplina necesaria dentro del Ejército.
Según el autor, a
fos pronunciamientos militares, finalizados
en 1868, les
sucedió el posterior golpismo militar. No en vano,
para
el general libetal Domingo Dulce y Garay, el Ejército debía
de ser
ilustrado y no una máquina de fuerza a voluntad de los
políticds; algo así como · el «brazo fuerte» de la ley, debiendo
también velar para que los
políticos. y la política sirviese a la
dicha ley. Sin embargo, frente ál general Dulce, prevaleció el
pensamiento «civilista» de Cánovas, que se propuso -con éxi­
to--impedir absolutamente que los militares interviniesen' en
cualquier situación política.
· ·
A pesar de ello, avanzada la Restauración, los militares man­
tuvieron su desaprobación de cómo se había juzgado su actuación
en Cuba (1898), resentidos (v. gr., García de Polavieja) hacia
los políticos que habían conducido a la Patria
al Desastre, alar-
(6) SmYES, Emmanuel, ¿Qué es el Tercer Estado?, 1789; vid. Madrid,
Alianza Editorial, 1989, 184 págs., col. 1402.
350
Fundaci\363n Speiro

EL REGENERACIONISMO DE 1898
mados por los nacionalismos periféricos, sintiéndose postergados
por su conciencia de los defectos
estructurales del Ejército, y
desasosegados por el amotinamiento de
la oficialidad en Cataluña
(ley de Jurisdicciones de
1906 y Juntas militares de Defensa
de
1917).
El ponente afirmó -aunque advertía la discrepancia de no
pocos de
los presentes-cuatro importantes cuestiones. En pri­
mer lugar, también el Ejército gozó de militares regeneracionis­
tas
-por ejemplo, citó a Vicente Rojo, sin duda por no men­
cionar a otros militares sublevados en 1936-, y expetimentó
un impulso renovador que se mantuvo en la línea de la tradición
civilista de Cánovas.
En segundo lugar, Alfonso XIII no pre­
paró
el golpe de Estado de Primo de Rivera, estuvo al margen
del mismo, y sólo lo aceptó al
día siguiente de ocurrir, cuando
vio que todos, también los políticos del sistema,
lo aplaudían.
Máxime esto es así porque poco antes, en Las Planas (Barcelona,
1922), don Alfonso de
Barbón había condenado explícitamente
el «pretorianismo». De esta manera, don Alfonso no habría sido
responsable
del golpe militar de 1923. Es más -añadió-, Pri­
mo de Rivera inició su andadura con el voto mayoritariamente
favorable de la sociedad, incluidos
los políticos. Con el Director,
el Ejército no
sólo dirigirá inicialmente el país sino que se
propondrá su reconstrucción, así como resolver los problemas al
margen de los políticos profesionales, todo ello con una clara
inspiración en
Joaquín Costa.
El ponente mostró los aspectos positivos y negativos de la
ley de Azaña sobre el retiro militar, uno de cuyos propósitos
-dijo-fue garantizar el republicanismo de los militares. Por
último, destacó
cómo en la primavera de 1936 se estaba entre
la Revolución proletaria y el golpe de Estado militar.
En el debate, el profesor Carlos Serrano apuntó que
la
fecha de 1898 era la confirmación de un hecho más amplio. Así,
según
él, a fines de siglo se va cerrando un ciclo que comenzó
en 1868:
la Revolución y el liberalismo habían fracasado y era
necesario pensar en otras formas políticas. Mientras Costa
de­
nunció los frutos del liberalismo, los restantes regeneracionistas
buscaron nuevos planteamientos, pues la revolución liberal, de
car<Ícter formalista, había fracasado. Costa quiso echar siete ce­
rrojos al sepulcro del Cid, pero al Mio Cid guerrero, no al Cid
de Santa Gadea de Burgos que exigió juramento al
rey aunque
éste luego le desterrase.
351
Fundaci\363n Speiro

IOSE FERMIN GARRALDA A.RIZCUN
5. 0 1898. El intervencionismo militar como factor
de la política exterior
Para José Varela Ortega la crisis en España en 1898 es­
tuvo inmersa en la decadencia de las naciones latinas (Francia,
Portugal e Italia). El problema de Cuba no fue exterior sino
interior, siendo «curiosamente,
la debilidad, que no la fortaleza
(la que) ayudó a mantener la presencia española
en Cuba, tran­
quilizando a los
políticos americanos que vieron en España una
garantía frente a una posible intromisión de una potencia europea
de primer orden». Sin embargo, Cuba, que era una potencia eco­
nómica y un país donde los españoles estaban muy arraigados,
se perdió. Esta pérdida hizo posible que «la reacción que sigue
a
la guerra (pudiese) articula(r) lo que hasta el día de hoy ha
sido la ortopedia de modernización en nuestro
país», desde co­
mienzos de siglo hasta la industrialización llevada a cabo por el
general Franco.
Para el autor, que conoce muy bien el «amiguismo» político,
los partidos, las elecciones y el caciquismo en la Restauración
alfonsina, «la guerra del
98 ( con los yankees) fue calculada, casi
cínicamente, impuesta
por casi todos a casi todos». Es decir,
«la decisión de ir a la guerra
no fue alocada ni quijotesca sino
calculada sobre
la base del mal menor», pues -añade--lo que
el Gobierno temía era «el miedo a la opinión y el miedo a un
golpe militar». Por ello, continúa, el fracaso
se entendió como
problema nacional y no sólo del Gobierno liberal.
Crítica
Sería conveniente que el autor advirtiese y diferenciase las
repercusiones que tuvo la guerra hispano-cubana respecto a las
propias de
la guerra hispano-yankee. La llamada «irracional»
aceptación de esta última por los españoles
no puede desvincu­
larse del hecho de que el general en jefe, Valeriana Weyler, esta­
ba ganando la guerra antes de ser relevado por
el general Ramón
Blanco y Erenas. Según esto, hay que comprender el buen ánimo
de los cubanos fieles a España,
así como de los peninsulares,
después de sufrir durante tres años un Iargo conflicto de

desgaste.
Tampoco debe olvidarse que
si los generales Blanco y Linares,
jefes militares en Cuba, exigieron que la escuadra española del
almirante Cervera fuese a las Antillas fue con
el objeto de evitar
352
Fundaci\363n Speiro

EL,RBGENBRACJONISMO /JE 1898
el bloque de la isla por los yanlrees. En efecto, perder la escua­
dra era quedar bloqueados, significaba la imposibilidad de resistir
una posible invasión, y conllevaba «tirar en
saco roto» los in­
gentes esfuerzos peninsulares y cubanos durante tres años.
Es aventurado para quien, como el profesor V arela; no es
un experto en temas militares, considerar que el Gobierno tomó
decisiones para perder la guerra. Parece cierto
· que al pueblo
español
se le ocultó la verdad respecto a la enorme desigualdad
existente entre
los ejércitos yankees y los españoles, y que ni el
pueblo ni la prensa fueron cautos por no advertir la limitación
de las propias fuerzas, ni los
políticos fueron prudentes y bené­
ficos al soslayar una clara información al respecto.
Parece que con una escuadra en Cuba la isla podía resistir
mucho frente a los norteamericanos. Incluso, tras el fulgurante
Desastre de
la escuadra española en la bahía de Santiago de
Cuba,
al ejército americano de Shafter le costó mucho conquistar
la loma de San Juan y
la posición de El Caney, avanzadillas de
protección de Santiago, ubicadas entre esta ciudad
y el mar. En
ambas los españoles, a pesar de tener una marcada inferioridad
numérica, resistieron heróicamente, con
admiración por parte del
general americano. ¡Cuánto más costaría a los yankees
la con­
quista, pueblo a pueblo, ciudad a ciudad, de toda la isla! Santiago
de Cuba se rindió, por orden del Gobierno, antes
"de que las dos
columnas que
se acercaban para reforzar la guarnición de esta
ciudad llegasen a dicha ciudad. A pesar de rendirse Santiago con
honores militares, una veintena
de generales españoles en Cuba,
identificados con
el pensamiento del general en jefe don Ramón
Blanco, deseaban resistir hasta el fin (7).
Podrá decirse que, conforme a los hechos ocurridos,
el pueblo
con sus élites, y los políticos con su Gobierno a la cabeza, se
equivocaron totalmente respecto a los yankees. Sin duda así fue
de contemplar las cosas a posteriori; pero
es fácil, como poco
acertado, sentenciar la «irracionalidad» de los protagonistas de
los
hechos o utilizar otros adjetivos por el estilo. Al parecer, d
(7) Así veía la situación Javier Peralta, español afincado en Cuba:
«Hasta la hora en que escribo, se ignoran las condiciones de la paz; pero
presumimos que se pierde Cuba
para España, y quizás hasta Puerto Rico.
¡Qué
vergüenza! Somos 150 mil hombres armados, que si hubiera habido
previsión para
aprovisionarlos, se hubieran reido de los yankees y del blo­
queo. Pero, estaría decretado por la Providencia, y quiz.ás sea un bien, para
la Nacion que se pierda esto, porque era si..l ruina y su cementerio, y nnas
cuantas docenas de pillos lo explotaban nada mas» ( carta particular de
Javier Peralta a Pedro Zozaya, Matanzas, 15 de agosto de 1898, Archivo
privado de Zozaya, propiedad del autor).
353
Fundaci\363n Speiro

JOSE· FERMIN GARRALDA .ARIZCUN
alma humana, máxime en circunstancias límite, es mucho más
compleja de lo que a veces puede pretenderse. ·
Una de las afirmaciones básicas de Varela es que «el pulso
entre militares
y políticos se resolvió sacrificando la Armada en
una confrontación rápida que tuvo
más en cuenta el juego po­
lítico ( ... ) que las necesidades estratégicas». Esta supuesta con­
frdntación no parece ser
más que la exigencia de los mandos mi­
litares a ejercer su profesión y su saber hacer la guerra en un
campo de conocimiento en el que los civiles eran incompetentes.
El Ejército
de Cuba atrajo hacia sí a la Armada para evitar el
bloqueo de sus 180.000 soldados regulares en la isla, a los que
había que añadir el
cuerpo de voluntarios cubands. Ai parecer
no hubo presiones militares anticonstitucionales sobre el
Go­
bierno ni, en ese momento, amenazas de un golpe de Estado.
Otra cosa es la amenaza de
un pronunciamientd militar posterior
a la guerra. Durante la preparación y desarrollo de
la guerra no
parece que hubiese lo que se llama «chantaje militar», máxime
cuando los jefes militares estaban afiliados a fos partidos polí­
'tiCds del turnismo.
Posteriormente sí hubo una polémica sobre las responsabili·
dades del Desastre. Es
más, cuando se tramitaba la paz de París
la dictadura fue una posibilidad inminente,
barajándose las can­
didaturas de García de Polavieja y, en menor grado, de Weyler,
Azcárraga,
Fernando Primo de Rivera y Martínez Campos. Sin
embargo, todavía era pronto para que
-a diferencia de lo que
cree Varela
Ortega-a «una parte de las fuerzas armadas, "la
política", y concretamente ,la política liberal y pluripartidista,
sería (fuese) sinónimo de corrupción, traición y decadencia:
sen­
timientos que no son ajenos al desarrollo de la nueva filosofía
de intervención que fraguaría en
los años veintes y treintas».
Lo que ocurre entre 1898 y 1923 en el Ejército y la política
española sobrepasa en amplitud y complejidad
el pluripartidismo
liberal. Según Alonso Baquer
la crisis del profesionalismo militar
surgió fundamentalmente con el pronunciamiento desarmado de
las Juntas Militares de Defensa acaecidas en
la Barcelona de
1917, aunque dicha crisis,
en efecto, no se explique sin las res­
ponsabilidades del Desastre, la ruptura de la unidad jurisdiccional
de 1905, y las protestas del embarque de soldados en Barcelona
para Melilla ocurridas en 1909 ( 8).
Más que «filosofía de la in­
tervención»
lo que hubo fueron remedios de urgencia correla­
tivos a problemas políticos, «en cuya solución no
se quiere ver
(8) Ar.oNSo BAQUER, Miguel, El modelo español de pronunciamiento,
Madrid,
Rialp, 1983, 270 págs., págs. 193 y sigs.
354
Fundaci\363n Speiro

·, EL REGENERACION1$MO DE 1898
implkados a lds militares más que cuando la situación empeo­
ra» (9).
En relación con la guerra hispano-yankee, Varela no prueba
que el Gobierno liberal declarase la guerra a los EE.UU. en 1898
por presiones militares y temor tanto al Ejército como a un posi­
ble
golpe de Estado militar (

1
O). Tampoco prueba que el Desas­
tre de 1898 fuese el punto de partida para que parte del Ejército
sintiese una sistemática animadversión a
la política parlamentaria
liberal de partidos.
En relación con este último punto, la realidad
fue mucho
más compleja: pistolerismo anarquista, huelgas revo­
lucionarias, socialismo revolucionario y anarquism<;> _terrorista, lo
que consideraban amenaza separatista de los nacionalismos vasco
y catalán, inestabilidad política, desgaste de los partidos del tur­
nismo, etc. No parece que tras 1898 fuese el Ejércitd el que
«tirase la primera piedra». Una cosa
es que parte de los militares
estuviesen
sensibilizados ante la situación de -¡a política, la del
propio Ejército, y después los acontecimientos militares de
Ma­
rruecos, y otra -muy distinta que estuviesen predispuesto, a in­
miscuirse en la acción política y, además, en un sentido antipar­
lamentario. Más que actividad política de
parte de los militares
eran las fuerzas revolucionarias las que, desde el
mundo· civil,
pretendían derrocar el Estado burgués.
6. 0 Regeneracionismo y moderniiiación política
Teresa Carnero ofreció una de las ponencias más ideolci­
gizadas del Seminario. Bajo un análisis sesgado por sus conteni­
dos te6ricos referidos a !ds hechos del pasado, hizo un _discurso
ideológico que orientó a utilizar la historia con fines políticos.
La autora se refirió someramente al elitismo y al sistema de la
Restauración, a los fraudes del parlamentarismo, al caciquismo,
y mostró la inexistencia en 1923 de garantlas legales en las vota­
ciones a pesar de haberse decretado -el sufragio unive,:sal mascu­
lino pot un Gobierno liberal fusionista en 189_0. Tddo ello -,-<:on­
tinúa-demostró la incapacidad de la élite para la democrat~a­
ción
exigida por los sectores republicanos de naturaleza socialista
y anarquista, y el intento por dicha élite de proyectar el futuro
comd si nada hubiera cambiado en el pasado.
(9) lDBM, op. cit., pág. 197.
(10) PÉREZ DELGADO, Rafael, 1898. _ El año del desastre, Madrid, Ed.
Tebas, 1976, 504 págs. Este libro, además de analizar la guerra hispano­
yankee, efectúa una interpretaci6n de la historia de talante :racionalista. y
políticamente liberal.
355
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA A.RIZCUN
La autora confrontó el proceso polftico con una teoría prevkl
sobre dicho proceso, todo ello procedente de la teoría polftica.
Así, según la ponente,
el soporte teórico del análisis y sentido
de los
· anteriores hechos citados debía de suponer una explicación
e interpretación previa. Entre
los conceptos barajados incluyó el
de moderoÍllación ( versus secularÍllación o laicismo, socialización
política,
y mentalidad de cambio), modernÍllación económica, de­
mocratización (libertad, no corrupción, y participación con voto
de todas las opciones políticas constitucionales), democracia
es­
table y limitada ( después de perfilar ésta, consideró que la me­
jora socioeconómica --aumento demográfico y del urbanismo,
mejora económica y cambio en la estructura
.social-es el factor
que probablemente induzca a la
modernÍllación politica), y, por
último, la orientación integradora del socialismo.
Las conclusiones de la ponente fueron las siguientes: Por una
parte, los políticos dinásticos de la Restauración frenaron delibe­
radamente la democratización,
y. fueron ·los responsables de que
el sistema no se abriese. Por otra, los liberal-conservadores y los
liberales radicales no. admitieron las necesarias transformaciones
socioeconómicas. Consecuencia de elld es que no hubo regene­
ración política ni tampoco social. En cambio, el socialismo,
como
nueva fuerza, sí fue regenerador, aunque admitiese la radicaliza­
ción de sus bases que respondían a
la provocación de los conser­
vadores. Esta nueva fuerza apostaría
-insiste la ponente-- por
el civismo,
la democracia, la modernidad, la convivencia y el
ejercicio de la tolerancia. Así,
al no consolidarse la democracia
se terminó en una dictadura. Es más, en el fracaso «democrático»
del sistema de
la Restauración alfonsina están las bases de toda
la historia posterior hasta
la última dictadura. Ciertamente -con­
tinuó-, la II República no fue un modelo de democracia, aun­
que los malos hábitos expresados en ésta se encuentran en el
sistema de
la Restauración.
En fin -añadimos,-, la culpa de toda la Historia de Es­
paña la deben tener los conservadores como Cánovas, Maura, Sil­
vela, Dato. . . y todos los polfticos de los dos partidos del tur­
nismo electoral alfonsino. Quienes estaban fuera del sistema como
los republicanos
y las minorías revolucionarias denominadas
emergentes,
estarían libres de responsabilidad. No obstante, no
pocos consideran que referirse al socialismo marxista como una
fuerza democrática contradice tanto a sus teóricos como a los
hechos, a no ser que la dictadura del proletariado sea una
demo­
cracia.
356
Fundaci\363n Speiro

EL 'REGENERACIONISMO DE 1898
Critica
No vamos a examinar este soporte teórico de la profesora
Carnero, porque. ni su
planteamiento teórico ni la crítica corres­
ponde a
un historiador en el ejercicio de su profesión. En efecto,
es ideológico tomar lds conceptos señalados y no otros, e inter­
pretarlos concretamente de
la forma como se ha hecho. En este
sentido dicha ponencia puede considerarse como nuclearmente
ideológica y, más concretamente, racionalista y de talante socia­
lista. Nada digamos del contraste entre el socialismo marxista de
Pablo Iglesias y el socialismo quién sabe
si algo «rebajado», y
sobre todo implícito, de la ponencia a que nos referimos.
El punto central de la ponente fue mostrar el retroceso deli­
berado por don Antonio Maura en
la democratización política,
mediante
lds artículos 24 y 29 de la reforma electoral de 1907
-- nistración Local aunque, en efecto, esta, óltima no llegase a set
ley. Dichos artkulos suponían una total carencia de transparen­
cia
política y la restrición del sufragio universal. A la crítica de
que en España no hubo movilización a favor de la
democratiza,
ción
la ponente añadió: pero ... ¿cómo iba a haberla con este
entramado legal? Era salida dialéctica que choca frontalmente
turnismo de partidos de
la Restauración llevada a cabo en Ca­
taluña, Navarra, e indusd también en las Vascongadas en esta
misma época.
Mantener un esquema previo como punto de partida. de ma­
nera que la hipótesis de trabajo quede transformada en tesis, el
ánimo de interpretar
más que de analizar, y el salirse dogmáti­
camente de las circunstancias espacio-temporales propias del
acon­
tecer histórico, puede, entre otras cosas, conducir a unas co'n~
dusiones tan ingenuas como las expuestas, generalizadoras y po­
litizadas, más propias de un ensayo político que del análisis
propio de la ciencia histórica que seria lo propid de la profesión
de la doctora Carnero. Para no ser prolijos, haremos alguna
pequeña observación al respecto.
Según José V arela no debe ignorarse que el sistema de la
Restauración no estaba hecho para el sufragíd universal. Así, para
evitar que los partidos recurriesen a
la fuerza, se cre6 un siste­
ma político que resolvía el problema de Gobierno. Este sistema
no
se diseñó para la democracia sino para la alternancia, que no
quería competencia política. La alternancia, que fue el objetivo
357
Fundaci\363n Speiro

/OSE FERMIN GARRALDA-ARIZCUN
fundamental de Cánovas y de Sagasta, impedía la democracia,
mientras que el sufragio universal
-añadió--«dinamitaQ alternancia. Segismundo Moret, liberal, amenazaba a la Corona
más que los republicanos y . todos aquellos que estaban fuera del
sistema, pues sobre todo deseaba asegurar la ·alternancia de
go­
bierno. A su. vez, los republicanos estaban divididos y eran muy
pocos. La única salida al caciquismo era ampliar la transparencia
democrática del voto, y
hacer posible realmente el sufragio uni­
versal.
De esta manera el sistema o se democratizaba d estallaba.
Así,
para Varela la Restauración fue un proceso que sufría lo que
él denomina contradicción interna: la alternani:ia y el sufragio
universal. No obstante, reconoce que dicho sufragio
se obtuvo
por presidnes anómalas de los . liberales no dinásticos y de aque­
llos republicanos que deseaban incluirse en el sistema canovista.
Al parecer --observamos-,--el proceso dialéctico de la Historia
funciona gracias a
sus anomaUas.
De cualquier manera -creemos-dicha contradicción era
más aparente que real, debido al escaso número de partidarios
del sufragio universal
-los republicanos, los socialistas y algunos
liberales---, así como a
la manera de introducir dicho sufragio
por un
Sagasta -liber¡tl fusionista-impulsado por el oportunis­
mo político. La universalidad del sufragio masculino en España
fue anterior a otros países de arraigada tradición liberal, por lo
que
no es extraño que esta novedad no funcionase. Además, no
se correspondía con el
inad.ec.uado nivel de alfabetización y cho­
caba con la escasa o nula preocupación social por la cosa pública,
ya que el pueblo en general consideraba a la política como algo
ajeno a sus intereses. En. absoluto se trata de salir en defensa de
nada ni de nadie, por ejemplo de la Restauración y de los par­
tidos liberales turnantes
áinigos del caciquismo, Lo que critica­
mos, al margen de todo juicio personal de valor ante unas u otras
doctrinas políticas, es la pretensión de considerar
como habitual
y como una necesidad histórica la universalización del sufragio
adoptada fuera de unas concretas circunstancias sociales y al mar­
gen del debido
marcd espacio-temporal. ¿No podía quedar el
sufragio
universal masculino en 1890 fuera de lugar en la Es­
paña del momento?
En este sentido, es un hecho que durante los siglos XIX y XX
los cambios se desarrollaron paulatinamente, no pocas veces ori­
ginando problemas y después de muchos tanteos. Sin embargo,
la ponente, al parecer impaciente como quien tiene algo que
perder
-es decir, con excesiva pasión por el pasado histórico-,
abrió la «caja de los truenos» contra lo que ella identificó como
358
Fundaci\363n Speiro

EL REGENERA.CIONISMO DE 1898
un retroceso deliberado de la democratización política, y mostró
sus personales juicios de valor ante las diferentes realidades o ilu­
siones políticas.
A su
vez, la ponente olvidaba que las ideologías que paulati­
namente podían aprovecharse del
sufragio universal eran radical­
mente enemigas de
las·instiruciones políticas, sociales y religio­
sas establecidas. Así, mientras los anarquistas ansiaban derribar
el Estado, los socialistas aspiraban a demoler todo para así hacer
la revolución.
La falta de «cúltura política» y de «civismo» en
las filas del PSOE-UGT y la CNT era evidente
y casi diríamos
que proverbial. Aunque · los naponalist per el monopolio político. de Barcelona por los partidos
rurnan­
tes del sistema en 1901; los anarquistas pondrían en práctica la
técnica política del pistolerismo o terrorismo. No
es que no se
pudiese practicar el sufragio universal ; en realidad
. no se quería
--<1unque decir lo contrario fuese una buena arma política o
dialéctica frente a los liberales del turnismo--, por imperativos
prácticos y dogmáticos, tanto por parte de
los anarquistas . como
de los socialistas. El carácter intencional en la exposición del
núcleo de la ponencia de la profesora Carnero parece fácilmente
reconocible, así
comd. su «salida» del marco de la ciencia his­
tórica.
7. 0 Regeneracionismo y nacionalismo económico
Jordi Nada! Oller estableció un paralelismo entre las deis
fechas ya emblemáticas de 1898 y 1995, nada exagerado, ya
que los problemas -añadió--son · sirniláres aunque las solucio­
nes preconizadas en cada caso
sean· diametralmente opuestas. En
1898 cesó el modelo de desarrollo económico hacia afuera,
sus­
tituido por otro hacia adentro en base al · proteccionismo y el
intervenéionismo del Estado, mientras que, hoy, España es im­
pulsada hácia el europeismo y propugna una liberalización eco­
nómica. En base ·a ello Nada! sugirió para el Semi!l dtulo: «¡Otra vez el 98!».
El ponente efectuó una crítica a las tesis de Leandrci Prados
y a las actuales afirmaciones de Francisco Comin. Nada!, que
está de acuerdo con
las tesis intervencionistas del primer Comin,
se opone al actual neoliberalismo preconizado hoy por este úl­
timo. Hoy, Comin quiere justificar su cambio de perspectiva, al
afirmar que el intervencionismo produjo la depresión y decaden­
cia económica en la España de antaño.
359
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN G.ARRA.LDA ARIZCUN
Sin embargo, para Nadal, partidario del intervencionismo,
no hubo tal decadencia· econ6mica en el
pasado por el mero
hecho de aplicarse una política intervencionista.
Lo que ocurre
es que España no era
un país rico, escaseaba el agua, carecía de
buenas tierras y de buen clima, así como de
carb6n de piedra ...
mientras adolecía de una mala poljtica fiscal, ya que la gran difi.
cultad fiscal fue imponer impuestos a las personas físicas. La
política no fue
la responsable de todos los males, pues debe te­
nerse presente la carencia de recursos del país. Por supuesto
-añade--el hecho de que España se haya rezagado en la his­
toria respecto a otros países europeos no significa que no haya
progresado.
En relaci6n con el presente, Nada! parece mostrarse
algd crítico con la Uni6n Europea -cuyo símbolo es la Moneda
úniC&'-ya que la nueva Europa no permite que haya segundo­
nes ni un progreso de segunda velocidad.
Crítica
Las referencias hist6riéas y del presente efectuadas por Nadal
me sugieren dos tipos de reflexiones. En primer lugar, el ponen­
te no mencion6 el desarrollo econ6mico de 1923-1929, ni
el
posterior a 1951, ni sobre todo a 1964, desarrollos que fueron
mucho
más allá del mero «arbitrismo», que no plantee proyec­
tos
globalizadores de desarrollo integral. Y;0sin embargo, durante
estos años la naturaleza fue tan poco feraz como en otras
oca­
siones.
· Tampoco explic6 los tipos de proteccionismo y su diferencia
esencial respecto al dirigismo
socialista. En segundo lugar, y al
margen de la ciencia histórica, no quiero
imaginar que en los
rasgos presentistas de la ponencia el autor haya querido defender
un neosocialismo económico que acepte el libre mercado como
único método de producción -la producción dirigida por el
Estado ha sido un gran fracaso
histórico-, y fiscalice la produc­
ción de riqueza para que sea
el Estado quien invierta los impues­
tos en unos servicios públicos que tenderían a ser úuicos y de
monopolio estatal. El socialismo económico, en actual derrota,
transformarla su típico dirigismo económico en el proteccionis­
mo de la producción y
el socialismo de los servicios. De esta
manera orientaría
-no dirigirla-Ja producción, y respetaría
la libertad de producción y de mercado
--como «gallina de los
huevos de
oro»-para tener sobre qué presionar fiscaltnente en
beneficio de
. un Estado que vería fortalecida su tendencia esta-
360
Fundaci\363n Speiro

EL REGENERA.CIONISMO DE 1898.
tista mediante el monopolio o control de los servicios. Al mar­
gen de la ciencia histórica,
es bueno recordar que muchas veces
la economía no resiste una presión
fiscal desmedida, y que el
monopolio público de los servicios pueden hacer a éstos inefi­
caces mientras la burocracia crea parásitos sociales.
8. 0 El 98 vasco
Expuesta por Jon Juaristi, parte de la superposición de la
denominada crisis de la monarquía absoluta ( crisis agraria, proto­
industrial
-'las ferrerías-, municipál, etc.) con el supuesto desa­
rrollo de la
conciencia nacional vasca desde el siglo XVIII (per­
sonalidades como Urquijo, Samaniego, Foronda, Conde de Pelia
Florida, Jacinto de Alava ... ) y los comienzos del siglo XIX (As­
tarloa, Abarca, Erro, Zamacola}. Mientras los primeros ilustrados
se replegaron para defender el orden existente, los segundos, pre­
rrománticos, se enfrentarían a Godoy en favor de los Fueros.
En esta inicial conciencia nacional la lengoa vasca ocuparía una
función central para la definición de la nacionalidad, siendo así
que la creencia de que la lengoa vasca era la
más antigoa de las
civilizaciones resultaba algo muy secundario.
Las obras de dichos
prerrománticos cayeron en el olvido entre 1820 y 1876, cobrando
actualidad tras la abolición de los fueros vascongados por
Cá­
novas en 1876.
Entre los prerrománticos por un lado y Miguel de Unamuno
y Sabino Arana -a quienes el autor contrapone--- por otro,
aparecen figoras foralistas, no todos tradicionalistas, pues entre
ellos hay liberales, que desean aglutinar a
todos los vascongados.
Es el caso de Antonio Trueba
-fundador de la «Unión Vascon­
gada»-, Vicente Arana -revista Bizkaya-, Fidel Sagarmínaga,
etcétera.
Dos son las tesis centrales del autor. En primer lugar, el vas­
quismo no es separatista
hasta Sabino Arana, quien paulatina­
mente fue ganando posiciones aunque con una gran dificultad
..
Arana habría partido de la originalidad de la lengua vasca, de la
necesidad de su depuración,
y de los mitos sobre los orígenes
del pueblo vasco expuestos por Zamacola. Su racismo sería
-se­
gún el autor-retórico, debido al predominio de lo lingüistico
sobre lo biológico. En segundo lugar, el ponente se pregontó
sobre quién tuvo
más importancia en el nacionalismo vasco, si
Sabino Arana o Miguel de Unamuno.
En su exposición Juatisti hizo mucho
más hincapié en Una-
361
Fundaci\363n Speiro

/OSE FERMIN G.A.RRALDA .A.RIZCUN
muno que en Arana. Según él, el fuerismo de Unamuno sería
reinterpretado por Ramón De la Sota y Lland y otros vizcaínos
pertenecientes a la «Sociedad Euskalerría». Estos, al ingresar en
el PNV motivados por sus intereses políticos
y económicos, trans­
formaron a este partido, y, así, de ser este último un residuo
político
(tenía cien militantes) pasó a ser una fuerza política
gracias a la nueva financiación, a la nueva militancia, al acceso
al nacionalismo de sectores de la burguesía, y al pragmatismo
de esta última clase social. Según esta tesis, el PNV sintetizó la
crisis de la conciencia vasca, pero no la creó. Y mientras Arana
reinterpretó a los prerrománticos, De la Sota habría reinterpre­
tado
el fuerismo de Unamuno, lo cual --concluye---- ha produci­
do una continua ambigüedad política en
el seno del PNV.
Crítica
Creo· que es fácil advertir en esta exposición una crítica iró­
nica al ptimer nacionalismo, toda vez que el españolismo de
Unamuno
es.tá. fuera de duda. No obstante, es más fácil utilizar
dicha crítica políticamente que ver en la aportación de Unamuno
al PNV un descubrimiento de la ciencia histórica. Quizás esto
sea así porque el ponente es lingüista.
La mencionada ctisis de la monarquía absoluta tiene una
mayor complejidad de lo
que supone el ponente -que parece
seguir a autores como Fontana-, y de ninguna manera se en­
éuentra vinculada a lo que él llama «conciencia nacional vasca».
A este respecto
es importante destacar que la existencia de dicha
«conciencia nacional vasca» en el área vascófona durante el si­
glo XVIII y gran parte del xrx, es una invención.
Después de 1876 en las llamadas Vascongadas, lo mismo que
en Navarra
y Cataluña, recobró fuerza el movimiento foralísta
o fuerista que exigía la
reintegración fdral tras la abolición de los
Fueros
vascongados decretada por Cánovas. En este foralísmo
las tesis de Atana se presentan-como un_a ruptura} no como una
reinterpretaci6n de. los valores hechos vida por la población vas­
c6fona. Además;
es exagerado hablar de una continuidad entre
De la Sota y Unamuno, pues el panorama liberal fuerista al que
pertenecía
el primero, junto a otros «euskalerriacos» -inicial­
mente fueristas liberales y españolistas--, era mucho más am­
plid y vasto como para que la interpretación liberal y pragmática
de los fueros tuviese importantes deudas con
las posturas de
Unamuno. Máxime cuando Unamuno
y· Arana discrepaban en
no pocos aspectos esenciales.
362
Fundaci\363n Speiro

EL REGENERACIONISMO DE 1898
El racismo --quizás mejor etnocentrismo-de Arana fue real
y no
sólo retórico. El predominio del valor de la lengua sobre
el de la raza no convierte a esta última en algo retórico ni en
una simple imagen expresiva.
La raza, se afirma, es algo real,
y se expresa verbalmente de una forma clara, radical y directa.
Entre los numerosos textos conocidos
se encuentra, a modo de
ejemplo, el siguiente: «Porque
la pureza de la raza es, como la
lengua, uno
de los fundamentos del lema bizkaino, y mientras
la lengua, siempre que haya un buen diccionario, puede restau­
rarse aunque nadie
la 'hable, la raza, en cambio, no puede re­
sucitarse una vez perdida» (Bizkaitarra, 31-X-1894) (11).
(11) Para José Javier L6pez Antón «es más apropiado hablar de etno­
centrismo que de racismo, pues no se estila un rechazo del «maketo» en
sí, sino un desdén puritano a quien se considera personificador de la cultura
de la blasfemia y de la navaja»; vid. «Vasquismo cultural y vasquismo
político en la Gamazacla (1893-1894)», en VV.AA., La Gamazada. Ocho
.estudios para un centenario, Pamplona, EUNSA, 1995, 332 págs., pág. 1.90.
Estamos confottnes en entender el concepto racismo como etnocentrismo,
porque el racismo implica afirmar que los caracteres espirituales· del hombre
se encuentran en la sangre biol6gica, ·mientras que el etnocentrismo significa
convertir la
agrupación natural de hombres con afinidades somáticas, lin­
güísticas y culturales en el centro y fundamento de -en este caso-la
nación. Ello no anula sino que explica por é¡ué los textos de Arana no
s6lo expresan
un mero ·desdén puritano, sino un auténtico rechazo de
cualquier tipo de genealogías-, estirpes, familias y pueblos, denominados
ex­
tranjeros en cuanto que diferentes a «Euskeria», en beneficio de la inte­
gridad de esta última. Rechazo éste de estirpes que fuesen portadoras de
un universo de caracteres difetentes e incómpatibles -en cualito que su­
ponen
una diferencia considerada amenazadora-, al espíritu, lengua y raza
vasca.
El mito de la raza -para _algunos raza de origen paleolítico e_ incon­
taminada-no es el único, pero sí un elemento real y diferenciador, aunque
a veces el sentido del término «raZa» en Arana vaya más allá de lo bioló­
gico, suponiéndolo: «Vuestra raza, singular por sus bellas cualidades, pero
más singular por no tener ningún punto de contacto o fraternidad con la
raza española, ni con la francesa, que son sus vecinos, ni con raza alguna
del mundo ( ... ) habéis mezclado vuestra sangre ( ... )» (Bizkaitarra, núm. 15,
30-IX-1894). Engracio
de Aranzadi -«Kiztitza»--'-hablará de la «ciuclacla·
nía de sangre» y mediante otros términos más radicales. Multiplicar los
ejemplos sería
fácil y penoso. De cualquier manera, el valor biológico y
fundamental de la «raza» no deja lugar a dudas. No en vano, el Fuero,
más
que una construcción histórica es una «ley de la naturaleza» (Bhkai­
tarra, núm. 24, 31-111-1899). Se trata de un etnocentrismo -etnia o afini­
dades somáticas, lingüísticas y culturales- que contiene el elemento bá­
sico
de la raza, sustancial al nacionalismo primigenio.
Parece que al nacionalismo vasco no le era necesaria una raza biológica
vasca. Sin embargo,
de existir -y decían existía-, mejor para los naciona­
listas,
por ser un elemento distintivo más de carácter objetivo. La biología
posee
una valoraci6n positiva en cuanto que se trata de algo propio, sobre
todo si se convierte en
una garantía material de diferenciarjón que complete
una distinci6n más espiritual. Por supuesto, el encumbramiento excluyente
'363
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
Es cierto que. tras 1898 «se produce un cambio fundamental
en la orientación táctica. e ideológica del partido. La entrada del
grupo fuerista capitaneado
por Ramón de la Sota (y Uano), im­
plica la colaboración con una clase social diferente: la burguesía
no monopolista,
y la recepción de su filosofía burguesa ("Evolu­
ción industrialista")» (12). Sin embargo, la citada
síntesis dia­
léctica entre Arana y el grupo fuerista de Ramón de la Sota pue­
de tener para el autor interés de surgir de una contradicción entre
ambos protagonistas.
En realidad, no parece haber tal síntesis
dialéctica precisamente porque los aranistas eran un grupo sin
influencia política
-si no desaparecieron fue por el aporte eco­
nómico y humano del grupo de De la Sota-, sólo transcurrieron
cuatro años entre la creación del
Euzkeldun Batzoki¡a (1894) y
la adhesión de De la Sota, y aunque este último optó por unirse
al PNV, muchos liberales fueristas no lo hicieron.
Según
el ponente, las aportaciones de De la Sota y Arana
permiten al PNV cierta indefinición. Esto puede entenderse como
una oscilación entre el separatismo
(¿la reinterpretación de la
cultura vasca tradicional? : una reinterpretación tal supondría una
ruptura con
el pasado y la utilización política de la cultura) y el
federalismo ( ¿reinterpretación de Unamuno?
). Si este plantea­
miento es correcto, debe ser completado con el hecho de que,
en su breve historia, el
PNV ha sido secesionista e independen­
tista, aunque tácticamente no siempre mostrase sus intenciones.
El posterior españolismo de Arana es muy sugestivo y soslayado
por los propios historiadores influidos del nacionalismo.
El ponente olvidó el regeneracionismó que supuso la explo­
sión fuerista y anticentralista de
la Gamazada en Navarra ( 1893-
de la raza en Arana no significa que pará él los caracteres espirituales re­
sidan en -la raza biológica. Esto sería materialista y anticristiano, y él no
era ninguna de ambas cosas. Al parecer entendía los caracteres diferenciado­
res del tipo vasco como
un todo monolítico cuyos elementos, distintos entre
sí, se percibían conjuntamente. Sabino Arana era . un hombre visceral, para
quien todo era bueno si establecía las diferencias radicales que él buscaba
en una época de auge en las ciencias naturales y biologista.
El-nacionalismo no lo es propiamente por propugnar la independencia
¡x>Iítica sino por «la afirmación de que solamente la nación es sujeto de
derechos, ningún derecho puede
alegar ninguna de sus partes»; o bien «no
se
es nacionalista porque se anhela una independencia, sino. porque se con­
sidera a la nación como un
fin en sí misma», fruto del idealismo. Por
ejeniplo,
-IBÁÑEZ QuINTANA, Carlos1 «¿Puede coexistir el Fuero de Vizcaya
con-Jos modernos sistemas. liberales y totalitarios?», en Los Fueros de Viz­
caya,
Sevilla, Ed. Jurra, 1977, 184 págs., págs. 25-58.
(12) REAL ÚIBsTA, Javier, El carlismo vasco, 1876-1900, Madrid, Si­glo XXI, 1985, 338 págs., pág. 226.
364
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EL REGENBRACIONISMO DE 1898
1894 ), muy diferente al discurso y organización política de Sabi­
no Arana. Aunque dicho fuerismo estaba en las antípodas del
nacionalismo sabiniano, Arana admiró
la entereza, la actividad y
la unidad
-a pesar de la pluralidad de las diversas tendencias
políticas-de todos los navarros en torno a los Fueros frente al
centralismo gubernamental liberal del Gobierno de Sagasta, así
como la organización de las manifestaciones fueristas del viejo
Reind. También olvidó esto el profesor De Riquer al explicar
el regionalismo catalán. En efecto,
la Gamazada supuso un im­
pulso regeneracionista para Navarra, el p;opio Arana, los catala­
nistas, y para otras regiones de España. Se trata de un regenera­
cionismo foralista y no nacionalista, en un momentd -además­
de auge político electoral del carlismo y del integrismo navarros
que, por ejemplo, llegaron a ser hegemónicos en
el Ayuntamiento
de Pamplona entre 1891 y 1900, protagonizando
-según Pay­
ne--«una rotura patcial en el caciquismo electoral de los par­
tidos oficiales turnantes en Navarra» (
13 ). Sin embargo, varios
ponentes del Seminario que comentamos pretenden que esto
último sólo fue patrimonio de los nacionalistas. No lo fue en
Vascongadas, ni en Catalnña
... , ni, por supuesto, en Navarra.
9. 0 El 98 en Cataluña
Para Borja de Riquer Permanyer quizás
sea Cataluña donde
surgió la única propuesta política con éxito ante la crisis del
98 ( 14 ). Según él, y a diferencia del resto de España, el mo-
(13) 1ARRAzA M1CHELTORENA, María del Mar, «Incidencia de la Ga­
mazada en los procesos electorales ... _». VV .AA., La Gamazada ... , op. cit.,
pág. 159. Según esta autora, «el respaldo más importante (a la Gamazada)
vino de nuevo de Cataluña y-el-·País Vasco» (pág. 40). Asimismo, para
López Antón «la: Gamazada va a ser un -fiel exponente de esta solidaridad
e inte.ttelación entre catalanistas y_ fueristas navarros» (pág. 169).
(14) El
autor soslaya que la Gamazada en Navarra tuvo una grandí­
sima importancia
social, aunque1 según la citada María del Mar Larraza,
«apenas tuvo incidencia ni en los comportamientos políticos ni en los re­
sultados electorales de las diversas convocatorias inmediatamente
posteri~
res» (op. cit., pág. 145);_ «( .... ) la movilización.que impulsó la Gamazada no
tuvo continuidad, ya que no dio paso a una mayor participación electoral
veraz, ni se canalizó· en una corriente fuerista» (pág. 146), quizás porque
fue más un resultado que una causa.
La
Gamazada tuvo un carácter político, no económioo ni social. No
obstante, en cuanto descentralización, ofrecía una importante base para una
mejora global de la sociedad navarra,
lo que, a diferencia de Cataluña, no
ocurrió. Para los carlistas, antes
y después de la crisis de 1898, el verdadero
principio de la regeneración
y la afirmación de la españolidad.
·365
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IOSE FBRMIN GA.RRALDA. A.RIZCUN
vimiento de las «clases neutras» en el Principado sí estuvo
organizado, tuvo líderes, gozó del apoyo de un fuerte sector
in­
dustrial muy politizado, fue mantenido por una prensa muy plu­
ral y con un alto índice de lectura, y sufrió las iniciales tensiones
del obrerismo.
Esta ponencia fue interesante
por mostrar, primero, la forma
en que las fuerzas catalanas, con independencia de credos polí­
ticos,
se unieron a través de , sus Corporaciones profesionales en
defensa de la personalidad de su propia región, frente a los par­
tidos turnantes de la Restauración; y, segundo, cómo en 1901
los partidos
del turnismo fueron desplazados políticamente por
la
Lliga. Los carlistas fueron, lógicamente, una parte activa en
esta movilización, pues algunos
de los presupuestos de ésta esta­
ban acordes con la política que ellos defendían.
En Catalufia el desengaiío hacia la política gubernamental
conllevó una crítica a los partidos dinásticos de
fa Restauración,
hasta
el punto que las Corporaciones catalanas llegaron a ser
más fuertes y activas que éstos. Así, dichas Corporaciones
con­
figuraron un espacio público más activo y representativo que el
oficial.
La prensa difundió una cultura de «movilización» y «pro­
testa». En realidad el catalanismo fue muy plural y tuvo muchas
fases. Hasta 1880 estuvo vinculado a
la jz.quierda (federalistas,
masones ... ), de suerte que era habitual considetar que ser ca­
tólico y catalanista eta como ver a un cura con el gorro frigio.
A
partir de 1880 esto cambió, hasta que el 25 a 27-V-1892 se
crearon las Bases de Manresa.
En 1901
Francesc Cambó fundaba la Lliga Regionalista, fe­
nómeno más urbano, posibilista y «moderno» que las Bases de
Manresa, que quedan arrinconadas. Tras 1898
los políticos catala­
nes denunciaron
la forma de hacer política en Espaiía ; sus porta­
voces fueron los presidentes de las asociaciones de la vida ciudada­
na y no
los partidos políticos. El ,conflicto de dichas asociaciones
con el poder central Silvela-Polavieja en 1899
es significativo.
Así, en 1901 los primetos diputados regionalistas y regeneracio­
nistas llegaron a las Cortes tras derrotar a
1a candidatura conjunta
de conservadores y liberales. Dichos diputados, además de pro­
testar contra el caciquismo,
exigían la descentralización. Los vo­
tantes catalanistas que confiaron en ellos etan de procedencia
muy divetsa. El éxito de 1901 fue sonado, aunque
fa unión
entre todos los catalanes regionalistas setá coyuntural.
En rea­
lidad, si esta unión
se afianzó fue por el éxito inicial.
Prat de
1a Riba, joven activista en el seno de la unión, im­
plantará poco a poco su nacionalismo. Cataluiía será la única re-
366
Fundaci\363n Speiro

EL REGENERACIONISMO DE 1898
gión ( como crítica considero que esto es mucho decir, pues el
ponente se olvida de las Vascongadas y Navarra) donde los par­
tidos dinásticos no dominan. Tras 1907
los parlamentarios cata­
lanes votaron continuamente
la reforma de la administración.
Es mas, al considerar insuficiente la Mancomunidad, en 1919
los catalanistas reclamarán un estatuto político de autonomía,
aunque, en cualquier caso, extendiesen su proyecto de regenera­
ción a toda
Es¡,afia. A pesar de esto --concluye De Riquer-,
esto provocó en los políticos españoles más rechazo que acepta­
ción, abriéndose entonces la «cuestión catalana» como gran tema
a .debate y erosión.
Crítica
Esta ponencia quizás pueda quitar argumentación al nacio­
nalismo catalán de carácter separatista, pues en ella De Riquer
muestra que los
nacionalistas. catalanes del .sigld XIX y comienzos
del xx no eran independentistas, no aspiraban a la soberanía del
Estado, y supieron conjugar su pertenencia a
Es¡,afia con sus
exigencias de autogobierno. Según él, el nacionalismo tuvo un
relativamente fácil desarrollo
dentro de la propia Cataluña, y una
adhesión firme, coherente y progresiva
por parte de su población.
De esta manera, la ponencia podia dar la impresión de que el
federalismo era una buena solución, y que
si antaño originó pro­
blemas fue responsabilidad de
la incomprensión de Madrid ex-
clusivamente. ·
Este panorama, un tanto idílico, es susceptible de ciertas
correcciones. Aunque De Riquer
parece mostrar que el regiona­
lismo y después el nacionalismo, con exclusión del
primero, erá
la única base de la sociedad catalana, omite que muchos catala'
nes eran antinacionalistas. No es cierto que el caciquismd monár­
quico fuese herido de muerte gtacias a los candidatos de la Lligá
en 1901, ya que, como señala García Venero, «los partidos (del
turnismo) estaban decaídos en sus remates piro,midales, e.n su
cúspide, y
la falta de hombres capaces de levantarlos desde el
mando les afectaba gravemente, lo que repercutía en las pr,win­
cias». Asimismo, y

a
excepción de Barcelona, en 1901 los cata­
lanes eligieron candidatos monárquicos de varias ramas dinásticas,
«lo que
seguiría ocurriendo en el porvenir, incluso en 1907 ».
Además --añade-, «la acción para imponer la pureza en el
sufragio no puede atribuírsela el nacionalismo como
un hecho
367
Fundaci\363n Speiro

/OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
exclusivo» ; en realidad, las elecciones de 1901 fueron en toda
España la ocasi6n de los j6venes regeneracionistas (15).
Respecto a
las bases sociales del primer nacionalismo, es
cierto que
hacia 1905 los dirigentes de la economía catalana se
habían politizado. No obstante, la burguesía y la aristocracia no
fueron multitudinariamente catalanistas ni después nacionalistas.
La política nacionalista tras 1898 intent6 politizar las entidades
representativas de la estructura económica, «como paso necesario
para penetrar en las Corporaciones locales y optar a la represen­
taci6n parlamentaria». Sin embargo, prosigue García Venero, «la
politizaci6n (
... ) no fue un acto espontáneo, directo, un impulso,
en fin, aut6ctono y soberano. Se debi6 a movimientos surgidos
fuera de Cataluña»
(16). En este sentido --además-los prime­
ros nacionalistas se relacionaron con el autoritario y regeneracio,.
nista general García de Polavieja.
Cataluña no fue lliguista, pues
en 1905 la mayoría monár­
quica era incontestable, y en otras ocasiones el nacionalismo
fracas6: por ejemplo, mediante
la derrota de Solidaridad en Bar­
celona
el 13-XIl-1908 y en las elecciones municipales de marzo
de 1909 (17). No
es cierto que el nacionalismo fuese incontes­
table; la protesta
anticentralista sí fue popular y generalizada,
mientras que
el nacionalismo no. Habrá que esperar a 1931 para
que el nacionalismo catalán sea de masas.
Otro
aspecto importante es no reducir Cataluña a Barcelona,
o bien «cifrar en Barcelona la vida entera de Cataluña». Por
ejemplo, el profesor Canals Vida! tendría mucho que decir sobre
ésto (18).
Al parecer, el fen6meno nacionalista catalán es más complejo
que en Vascongadas.
No en vano Sabino Arana partía de cero
y de un rechazo visceral al carlismo ( tanto doctrinal como. en la
política electoral), mientras que Prat de la Riba recondujo a la
Lliga Regionalista, ha'bilmente
y mediante sucesivas dosis de na­
cionalismo, por el camino nacionalista que él babia tdmado, ad­
mitiendo en su seno a carlistas, aunque -l6gicamente-sin
decirse que
la etapa finisecular supuso para los nacionalistas ca­
talanes un período de tanteos, utilizando indistintamente los
términos regionalismo, catalanismo, nacionalismo. Así, en un am-
(15) GARCÍA VENERO, Maximiano, Historia del nacionalismo catalán,
Madrid,
Editora Nacional, 1967, 2 vols., vol. U, págs. 18-19.
(16)
GARCÍA VENERO, Maximiano, op. cit., voL I, págs: 466 y sigs.
(17) GARCÍA VENERO, Maximiano, op. cit., vol. II, elecciones. de 1905
en págs. 44 y sigs., y de 1907 en págs. 94-98.
(18) Entrevista titulada «El catalanismo ha renegado de sus orígenes»,
en
El noticiero universal, 16 de marzo de 1985, págs. 17-20.
368
Fundaci\363n Speiro

EL RBGENER:A..CIONISMO DB 1898
biente no nacionalista y sí regionalista, se hizo política naciona·
lista mediante la argucia
de mezclar deliberadamente los términos
de región, nacionalidad y patria «para
acostumbrar poco a poco
a los lectores» del diario
La Renaixen,a. El nacionalismo catalán
de Prat de
la Riba fue simultáneo al de Arana, más posibilista
y menos visceral.
Prat de la Riba actuará para sus propios fines
desde dentro de unas bases
regionalistas -no nacionalistas­
catalanas
organí,adas, mientras que Sabino Arana formará un
partido nacionalista muy diferenciado de
las opciones políticas del
resto de
la sociedad vascongada.
En el debate posterior a la ponencia surgió una interesante
pregnnta que suponía un juicio
previo de valor: ¿por qué es
más «moderno» centrar la sociedad en el municipio y en la re­
gión en vez de en el Estado centralista? De Riqner se ciñó a los
hechos y a
la superación de todo elemento tradicional y antigno.
Así
-dirá-, los nacionalismos sin Estado -como el catalán­
recurren para afirmarse a los elementos de la tradición. · Prat de
la Riba evolucionó desde el corporativismo a
un sistema liberal
(aunque fuese restrictivo), Almirall será federalista al estilo de
los Estados Unidos,
y las elecciones no fueron un ejemplo de
limpieza democrática, pues hubo caciques republicanos.
Al parecer no fue del agrado de la
mesa mi signiente inter­
vención, en línea de la efectuada en el debate entre Cacho, Af.
varez Junco y González: «No hay que perder de vista una dife­
rencia notable entre Castilla, donde no hubo un resurgir nacio­
nalista, y
la Cataluña finisecular, donde sí hubo un regionalismo
muy activo. Sin duda la sociedad catalana estaba más problema·
tizada, más en tensión que la castellana frente al centralismo,
porque en Cataluña la gnerra carlista, finalizada en 1876, tuvo
un gran auge, mientras que sólo hay constancia de batallones
carlistas castellanos, que además lucharon fuera de su tierra, que
no indicaban un gran auge carlista en las tierras de Castilla. Esto
es importante porque en
di.cha gnerra los carlistas defendían · 1os
Fueros como uno de los puntos básicos de sus reivindicaciones».
Daba
la impresión que molestaba hablar de Carlismo. Así,
Santos Juliá preguntó a De Riquer: «¿tú crees que el fuerismo
ha sido un impulso modernizador?». Esta pregunta tenía algo
de capciosa, aunque sin duda el fuerismo (la descentralización)
pudo ser un importante elemento favorable a la modernización,
para que existiese la denominada modernización (socioeconómica)
eran también necesarias ciertas condiciones de carácter socioeco­
nómico. Y a hemos dicho que en la Navarra de la Gamazada todos
los navarros
-también los liberales aunque a su modo-eran
369
Fundaci\363n Speiro

/OSE FERMIN GARRALDA · ARIZCUN
fueristas, sin que por ello se desarrolle un fuerte movllillento
regionalista, ni esta regi6n foral destacase por su desarrollo socio­
económico, que fue moderado, y en 1893 atravesaba una crisis al
igual que el resto de España.
También daba la impresión que la
pregunta del doctor Juliá reflejaba la sistemática oposición, plan­
teada durante todo el Seminario, entre
Tradición y moderniza­
ción o progreso.
En su respuesta, De Riquer afirmó que el fuerismo en Ca­
taluña desapareció en 1713, lo ·que es un error, ya que en esta
fecha desaparecía parte del fuero público, y
se mantuvo integro
el privado; dijo que el pretendiente don. Carlos y los carlistas
defendían los Fueros sólo retóricamente, lo que a todas luces
es
una falsedad ; y. que nunca había .habido fuerismo en. Cataluña
-esto me pareció entender-, para lo cual aconsejo a De Riquer
la lectura del libro de Juan Vallet de Goytisolo titulado
Reflexio­
nes sobre Cataluña.
Sin duda, el subtítulo de este libro, «Reli­
gación, interacción y dialéctica en su
historia y en su derecho»,
puede
sugerir al ponente muchas cosas.
Al parecer sólo a
algunos se les permite hacer preguntas
«provocativas». En este entorno sólo
es admisible la «provoca­
ción» que
acelera · la comprensión -y una comprensión muy pe­
culiar-de los procesos históricos, comprensión que para algunos
conlleva
Ia evolución de la Historia (al comprender para la ac­
ción, comprender puede ser una forma de actuar). Otras formas
de «provocación», como mis dos observaciones insertas líneas
atrás, pueden
parecer a algunos un retroceso en la dinámica. evo­
lutiva de la comprensión, la conciencia y la Historia. De esta
manera, habrá que desterrar el tradicionalismo y al carlismo
-por ejemplo--de la realidad del pasado, y hasta de la me­
moria histórica, aunque sus exigencias descentralizadoras fuesen
las mismas que las del regionalismo catalán -antes de que parte
de sus bases derivasen al nacionalismo--, y aunque en dicho
regionalismo modernizador
se encontrasen e incidiesen activa­
mente los carlistas. Es repetitivo
el lema apriorístico de que
modernización y tradición
se contraponen.
10.° Castilla y la nación española
Carlos Serrano descubre en los textos literarios de 1898
una Castilla poseida de
una identidad negativa y lastimada por
el sentimiento de que sobre
su tierra pesan maldiciones (la mal,
dición geológica y geográfica, la de los hombres y la raza ... ),
370
Fundaci\363n Speiro

EL· REGBNERA·CIONISMO DE 1898
todo ello en un contexto de pesimismo generalizado. La crítica
originada en 1898 será a veces exagerada. No obstante,
en estas
circunstancias, el regeneracionismo fue positivo porque, a-pesar
de sus caracteres flagelantes, proponía soluciones, equivocadas
o no.
El Regeneracionismo significará el imposible nacionalismo cas­
tellano. Castilla no conseguirá afirmarse como nación ni será na­
cionalista.
Le faltaba una estructura, una organización, y un
elemento positivo como aglutinante.
Se propondrá un proyecto
práctico, pero no
realizará ni articulará un plan para la nación
española
o bien para la misma Castilla.
La Castilla de 1898 será la conciencia de una minoría, de un
fragmento
-y pobre--de España. De su grandeza sólo • quedará
el idioma castellano,
y una renovación eficaz estética, estilística
y lingüística. Desde su postración se encontrará entre la tentación
de recuperar
el rango perdido o bien de quedarse marginada.
Crítica
Según mi criterio, un elemento básico que justificó el impo­
sible nacionalismo castellano fue la Intima unión entre Castilla
y los castellanos por Wi lado -unión agudizada en tiempos de
crisis-- con las fases
más grandiosas de · su trayectoria histórica,
que no fueron estatistas,
ni partidarias de la «Razón de Estado»,
ni nacionalistas, ni uniformistas. En la Castilla anterior al si­
glo XIX triunfó el. iusnaturalismo y no el positivismo racionalista,
el ser sobre el tener, y el .caballero sobre el productor. Castilla
no podía pensarse
ni sentirse siri hacer referencia directa y ex­
presa a los siglos XVI y XVII. Además, Castilla. era, sobre todo,
la Hispanidad, que carecía de los
aiributos del nacionalismo
moderno.
11. 0 La afirmación de España
La ponencia de Juan Pablo Fusi fue interesante, pues perfiló
algunas ideas anteriores que podían distorsionar el conocifu-ierito
de la realidad. El profesor Fusi descubrió las diferentes manifes­
taciones que pueden ser calificadas
de. españolas a finales y co­
mienzos de siglo. Tales fueron el Hispanoamericanismo, el ceil­
tenario de El Quiiote (1905) vinculado a la llamativa evolución
ideológica de
Azorín hasta posturas tradicionales, la estrategia
371
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN,GA.RB.ALDA. JCRIZCUN
de don Alfonso XIII de viajar por la península, el conflicto
con Marruecos,
la fiesta de los toros o nacional, así como otras
manifestaciones culturales tales como la canción española ( zar­
zuela) y
la pintura (Zuloaga, Sorolla), etc. Todos estos elementos
configuraron unos perfiles nuevos
y diferentes al patriotismo es­
pañol decimonónico. Ahora se trata de algo más que de un sen­
timiento. Se trata de la idea de España como concepto abstracto,
antepuesto a la política y base previa de ella, que conlleva el
principio irrecusable de
la unidad de Espafia. Este nacionalismo
es -para el ponente--algo nuevo, unitario e integral. Ello sig­
nifica que quienes, como Unamuno, decían que a principios del
siglo xx había localismo y no patriotismo, acusaban un impor­
tante error de percepción. Sin embargo, este nacionalismo no
es
un movimiento de masas, a diferencia de ese otro nacionalismo
desarrollado en diversos países como Francia, Italia, Alemania,
etcétera.
Así, en 1923, cuando tiene lugar el golpe de Estado de Primo
de Rivera, en España faltaba algo esencial para que hubiese
fas­
cismo: no existía un nacionalismo de masas. Tampoco hubo pro­
tofascismo, pues los espafioles estaban
ancladOs en el sentimiento
liberal anterior a 1914.
No debe exagerarse la fuerza del nacionalismo vasco (limitado
a Vizcaya) y el catalán (
de cierta relevancia a partir de 1901,
aunque localizado y de extensión geográfica limitada), pues hasta
1931 su importancia
es reducida. No en vano, en Catalufia y el
País Vasco hubo importantes movimientos monárquicos, y mien­
tras parte
del monarquismo catalán tendía una mano a la Lliga,
otra era españolista. En realidad, hasta
la II República tampoco
habrá movimientos de masas nacionalistas españolas.
Fue interesante
la advertencia de Fusi de que a veces se
utilizan los términos de Patria y Nación indistintamente, sin ad­
vertir sus diferentes y significativos matices. Para el profesor
Fusi
!Os nacionalistas -de quienes él es personalmente crítico-­
son doctrinatios y que se declaran como tales,
y no los que se
preocupan apasionadamente de su país.
Crítica
De la exposición del doctor Fusi puede deducirse que el ré­
gimen político posterior a 1939 podía ser calificado de fascista.
Ciertamente, Serrano Sufier
configuró una política filofascista,
aunque su caída en desgracia permitió
al Régimen franquista
372
Fundaci\363n Speiro

EL REGENER.ACIONISMO DE 1898
distanciarse notablemente del modelo italiano, aunque mantu­
viese el régimen de partido único, y la democracia orgánica estu­
viese
intervenida desde el poder ejecutivo.
El autor carece de una necesaria definición de nacionalismo,
más profunda que
el simple hecho coyuntural y sociológico del
doctrinarismo, quizás suficiente este último para un estudio em­
pírico pero
no para diferenciar toda la variedad de movimientos
sociales.
En realidad, el nacionalismo es un idealismo, y supone
que solamente la nación
es sujeto de derechos, de manera que
ningún derecho propio, preexistente e inalienable, puede alegar
ninguna de sus partes. El nacionalismo estaría inserto en el
actual
fracaso de la modernidad que, según el profesor Sciacca, está
muerta aunque todavía no esté enterrada.
12.
0 ¡Todavía el 98!
El historiador-político Santos Juliá
Díaz finalizó el Semi­
nario felicitándose por la transición política pactada de 1976,
y por
la aceptación de la actual monarqufa por todos los políticos,
unos por sentimiento
y otros por funcionalidad.
Realizó una brillante síntesis sobre las enseñanzas del Semi­
nario y la actualidad española más candente. El sentimiento del
fracaso del felipismo afloraba
en el ambiente. Así, advirtió que
hoy recobran vigor y vuelven ideas de 1898. Ideas que, a pesar
de no afectar a
la opinión mayoritaria, empiezan a formar un
«enorme ruido» en la convivencia política. No
se trata de círcu­
los aislados. Dicen que España está viviendo un estado de
excep'
ción -«delenda est tiranis»--y que o se cambia el Gobierno o
bien todos nos despeñamos en
la catástrofe. Según Santos Juliá
el repertorio actual es el siguiente: la desmoralización política es
un hecho, la culpa la tienen los políticos, la clase política está
corrupta
y podrida, los partidos políticos se encuentran despres­
tigiados,
es necesario -se dice-reformar radicalmente las Ins­
tituciones y comenzar así de nuevo,
en su dfa nos dotamos de
unas instituciones que el
pafs no precisaba, los nacionalismos se
fortalecen sin que el Estado actúe ...
El ponente se preguntó sobre el supuesto básico que subyace
entre los españoles, más
allá del significado propio que tiene la
simbólica fecha de 1898. Se trata de la misma concepci6n de la
historia de España. Según los pensadores de todas las tendencias
nos ha ido muy mal en un pasado, pasado que unos
y otros
contrastan con un momento de antiguo esplendor.
La discrepan-
373
Fundaci\363n Speiro

-JOSE FERMlN GARRALDA A·RIZCUN
cia radica en cuál es el momento que se considera de esplendor
y cuál es el
problemático o crítico. Cánovas, liberal conservador,
cree que
el desvío estuvo en el siglo XVI, mientras que Marce­
lino Menéndez y Pelayo considera que fue en el XVIII. Los libe­
rales, Ortega y Gasset,
Azaña ... siguen a Cánovas, mientras que
los cat6licos tradicionalistas -y muchos intelectuales de gran
talla,
añado--siguen a don Marcelino.
Para Ortega toda la historia de
España sería un fracaso, lo
que
significa elevar la decadencia a principio metahist6rico. Es­
paña sería una enfermedad. Para Manuel Azaña -el autor pre­
dilecto del
ponente-España qued6 desviada por una doble in­
gerencia extranjerizante: Imperial (los Habsburgo) y la propia
de la Iglesia Cat6lica.
De esta manera, para poner a España sobre
sus ralles, Azaña -insiste-abri6 el proyecto político de re­
fundar España mediante la II República.
El ponente estableci6 un conocido paralelismo. Para Azaña,
desde el presente no
se podía edificar nada, y h.bía que destruir­
lo, aunque éste y su m6dulo podrido
se destruyesen . solos. Para
Ortega y Gasset.
el siglo XIX era un siglo perdido, los años bebas,
un. siglo inútil. Y, por su parte, Franco (¿acaso Juliá desea iden­
tificar
y/ o confundir esta figura histórica cop. el tradicionalismo
español o con la tradici6n
de las Españas?) se propuso enderezar
la nación torcida por el virus del
liberalisino decimonónico, de
manera que si pudiera borrar de la historia el siglo
XIX, lo
berraría. ·
Crítica
Creo que Santos Juliá expresó con una meridiana claridad, y
gran capacidad plástica y sinceridad,
su propia visi6n de la histo­
ria de España. También creo que las exageraciones y los prejui­
cios de un
Ortega y Gasset y sobre todo los de un Azaña, son
fácilmente identificables; son hijos de una época racionalist.a
en auge. Ello no significa que la füpaña del siglo XVI diese todo
lo que era posible dar, a
pesar de haber sido la autora de una
de las obras
más dignas y grandiosas qúe la humanidad ha hecho
en los últimos siglos, como
es la civilización del Nuevo Mundo,
y
qúe la política europea girase en torno a ella dutap.te dos si­
glos. Todos sabemos que ninguna époéa es·· perfecta, y que, como
ocurri6 a los españoles de los siglos XVI y XVII, no pocas veces
quien da
lo más -sobre todo si parece sobrehumano--puede
no dar lo menos,
como es la abundancia material. Como cada
374
Fundaci\363n Speiro

EL REGENERACIONISMO DE. 1898
pueblo tiene su paso histórico, lo que no se .hace en un momento
de su historia puede hacerse en otro. Lo malo es negar lo bueno
del ayer, y construir el presente de espaldas
al propio ser, y a la
moral natural y revelación cristiana. Romper la tradición signi­
fica crear mitos de todo aquello con lo que se vulnera la propia
sociedad histórica y cristiana.
En este sentido, cualquier intento
creativo
es vano una vez. arrinconada la honda realidad de los
~u~blos de las Españas y la verdadera filosofía y teología po­
hncas.
Hoy -finalizó Juliá-se estrenan voces empeñadas en des­
cubrir cuanto se ha torcido,
h~sta el punto de hacer surgir di­
versos elementos de la cultura de 1898. Todo nos ha fracasado
-añadí~ hasta el punto de que ni él mismo está seguro de
que algunos propugnadores de 1898
no sigan pensando que lo
ocurrido en
la transición política a la democracia haya sido una
singular anomalía.
·
IV. ALGUNAS LECCIONES DE POLÍTICA
Aunque este no es el titulo de ninguna ponenda, podría apli­
carse a una considerable parte de el]as.
En el Seminario que
hemos analizado se presentó
una teoría' política, conforme a un
peculiar análisis histórico y . a· una 'singular · instr¡¡mentalización
de la ciencia histórica. Asomándonos' hacia el
exterior del orde­
nado jardín de la ciencia históricá, y totahne11te al margen de
ella, sólo queremos constatar este
hecho, desarrollado en un foro
universitarici. Y queremos constatarlo después de haber mostrado
que,
en nuestra opinión, el método' de 'análisis histórico segµido
por no pocos ponentes es insostenible,' c6lno ciertas conclusiones
históricas chocan con la
realidad del pasado, y que la interpre­
tación
ap6rtada sobre la historia d,¡ España ,-v. gr., Santos
Juliá-carece de la debida hondura y veracidad, de modo qué
más de uno debiera repasar detenidamente a Men~rtdez y Pelayo
y

a otros ilustres historiadores.
·
De los apriorismos propios del análisis histórico realizado
durante este Seminario, del
cdntéxto del mismo y de Ia manifes­
tación como historia-politica
de no J)<>CO$ de sus contenidos,
podemos intuir
-!ti que no nos debíeran·dar lugar-, y simple­
mente queremos
constatar, una prop11esta de política intencional,
con proyección de actualidad, fundada en las ·bases siguientes:
l. Afirmación de un E;sta1';' con, p)e~ y total soberai)ia,
basado en la seculanzacron, d la1crsn¡p y.-en. una moral
375
Fundaci\363n Speiro

JOSH FERMIN GARRALDA ARIZCUN
colectiva, e impulsor de lo que llaman modernidad y
socialización.
2. La superación de la democracia liberal por la socialista,
donde
la base social sea mucho más amplia que la bur­
guesía del liberalismo.
3.
La necesidad de una transparencia y honradez democrá­
tica.
4. La asunción por el Estado español de los nacionalismos
vasco, catalán y gallego, y su reconciliación con ellos,
ya
que no tienen por qué ser separatistas y sí federalistas.
5. Superar los nacionalismos por la democracia social.
6. Mantenimiento de un modelo económico que denominan
«proteccionista».
En suma, con este Seminario alguno podría considerarse muy
justificado para seguir defendiendo el teóricamente denominado
«socialismo democrático y federalista». Ello pudiera suponer una
ttasposición del socialismo actual al de ayer, ignorando que
el
socialismo de antaño era declaradamente marxista, y que difería
del llamado socialismo democrático actual, que
es socialista en
cuanto liberalismo que encierra. Es más
~puede añadirse-,
ante la actual crisis de España no debe caerse en esas posturas
exageradas y arbitristas, estériles, del regeneracionismo de 1898,
ya que no cabe regeneración fuera de
la llamada «democracia
social».. Sólo
sería posible mante.ner el proyecto político de re­
fondar España desde los parámetros de la ttansición de 197 6 y
del «socialismo democrático y federalista».
Al parecer, ante
la actual crisis .se trata de volver a los ori­
gen es (1879 PSOE, 1888 UGT, 1931, 1976, ¿y también lo que
viene después?). ¿Han querido algunos «madrugar» y orientar
,el centenario del Desastre del 1898, para .. prevenir el que algunos
quieran descubrir en él y con él las huellas profundas de
la ac­
tual crisis de España y los españoles?
Se puede tener la impresión de que en la actualidad los pro­
yectos liberal y socialista tienden a confundirse, hasta
el punto
de que algunos. consideran. necesaria la pregunta siguiente: ¿con­
vendrá
plantearse en 1998 un examen y una crítica de mayor
hondura y valentía que
la sugerida en este Seminario -que en
el fondo es un proceso de s6lo al liberalismo-, una crítica que
·supere las conveniencias
de las actuales ideologías --- 376
Fundaci\363n Speiro

EL REGENERACIONISMO DE 1898
en crisis-y el egoísmo de los partidos -en crisis para mu­
chos-... y que supere también el mateo convencional y volunta­
rista
de actuación política que ideologías y pattidos han estable­
cido?
La crítica racional y ecuánime a la crisis, la debida inter­
pretación y penetración del sentido de la historia, la respuesta a
los problemas reales
de las sociedades ... : ¿han de sujetatse a las
circunstancias y contingencias del momento, a la pequeña políti­
ca,
y a los dogmatismos y convicciones de las actuales élites de
influencia social?
En la clausura del Seminario la vicerrectora de la Universi­
dad insistió en las ideas vertebrales del curso, y solicitó reprodu­
cir hoy lo mismo que en 1898: «absoluci6n y disoluci6n». A
cualquier estudioso académico de la Historia le puede resultat
confuso escuchar de una vicerrectora
y en un · Seminario univer­
sitario
-<1unque sea comprensible de tratatse de historiadores­
políticos-, la solicitud de «absolución y disolución» para el 98.
¿De qué 98?
Absolución. Es posible que se pida «piedad y perdón» para
los responsables de la crisis
de la España de 1898 y 1998 por
imperativos de conciencia política, mientras los intelectuales de
ayer y de hoy, erre que erre, reafirman la
ideología otigen de
dichos males, esto es, el liberalismo y el socialismo.
Disolución.
Se ignora qué es lo que se quiere disolver. Se
nos ocurren varias posibilidades. En primer lugar, la Restaura­
ción
aHonsina no terminó en el 1898 sino que de alguna manera
se prolongó hasta convertirse en la responsable de momentos
críticos en la posterior sociedad española, heredera del sistema
y conformada por
él, Aunque nadie sabe cómo ,continuará o bien
si
terminará la instauración o restauración juáneatlina, algunos
piensan que, sin embargo, la actual crisis
de 1998. encuentra su
núcleo neurálgico en el proceso evolutivo de
aqüellá instauración.
En un segundo lugat, quizá la disolución pedida sea la del tur­
nismo de los partidos de la Restauración o bien
la actual partito­
cracia. En tercer lugat, quizá
se quiera evitat hoy el tipo de
crítica que
los regeneracionistas hicieron en 1898, que fue lá única
-nada torpe aunque en algún caso contenga ciertos excesos re­
tóricos-que hubo hace cien años. De cualquier manera, lo que
ahora
más puede llamat la atención es que la «absoluci6n y diso­
luci6n» de·fa vicerrectora nos recuerde el conocido «Perd6n y
piedad» de don Manuel Azaña.
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