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Número 343-344

Serie XXXV

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Francisco Canals Vidal: La tradición catalana en el siglo XVIII ante el absolutismo y la Ilustración

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Francisco Canals Vú:lal: LA TRADICION CATALANA
EN EL SIGLO XVIII ANTE EL ABSOLUTISMO
Y
LA ILUSTRACION (*)
Este libro se hacía necesario para redescubrir la historia de
Cataluña. Continua los trabajos de Elías de Tejada relativos a Ca­
taluña, conecta con las Reflexiones sobre Cataluña que Juan V a­
llet de Goytisolo efectúa desde el punto de vista histórico de la
ciencia jurídica, desarrolla unos
. aspectos niuy novedosos e intere­
santes, y supone una crítica a la historiografía dependiente de
alguna manera a las diferentes tendencias nacionalista, liberal o
marxista, que ideologizan la ciencia histórica
y desconocen o bien
distorsionan, intencionadamente o no,
el pasado de Cataluña.
Varios aspectos identifican este libro. Parte de su novedad
radica en centrar su estudio en las mentalidades y vivencias filo­
sóficas
y en la espiritualidad de los hombres y las comunidades
concretas e históricas, en. los temas desarrollados, ert recurrir me~
todológicamente a la historia de la filosofía, de la: Iglesia y de la
teología, en un punto de vista filosófico-teológico vinculado a lós
hechos y

a
la realidad, en el enfoque y tesis planteadas, en la
sugerente penetración
-interpretativa o demostrativa-de unos
hechos tomados
en parte de diferentes historiadores, en una in­
terpretación de la historia de Cataluña diferente a las habituales
y que pertnite redescubrir la Cataluña histórica y que tuvo fuerza
de permanencia, en el propio estilo narrativo y expositivo, denso
y conceptual ...
El autor pretende mostrar la realidad del pasado tal y como
puede ser conocida por las fuentes, apoyándose en la historia de
la filosofía, de la Iglesia y de
la teología, indebidamente desdeña­
das por ciertos historiadores. Pretende indicar un diálogo cientí­
fico
y polémico. Esto es, un debate con aquellos historiadores que
han instrumentado con mentalidad conservadora
y/ o progresista
(*) Madrid, Fundación Elías de Tejada y Erasmo Pércopo, 1995,
277
págs., 230 X 150 mm.
Verbo, núm. 343-344 (1996), 379-444 379
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la lectura de los hechos a favor de «la creacióu artificial de uua
conciencia 'nacionalista' para el pueblo catalán» (pág. 11), con
los defensores de un
«unilateralismo y el apriorismo defortnador de
muchas de las pretendidas
aportaciones históricas» (pág. 13 ), y con
quienes siguen el «camino de
la propaganda O· del silencio (me­
diante al cual se ha llegado) al casi completo olvido e ignorancia
de la historia real de Cataluña» (pág. 1
O). De esta manera, el
autor pone en duda y
efectúa una crítica a la «historia de los his­
toriadores» con el objeto de atender a la historia real (pág. 12).
Este puuto de vista histórico, que no pretende ser apologético,
se completa con otro extrabistórico y humanístico, pero no por
ello menos fundado en la realidad, como
es el intento de lograr
uua renovación de la conciencia· catalana en la
!!nea del redescu­
brimiento de las raíces profundas de la tradición de Cataluña, y
de prevenir frente a «la deformación histórica con
la que el esen­
cialismo idealista y romántico del nacionalismo catalán contempla
todo el proceso histórico de Cataluña y de España en los siglos
pasados» (pág. 251). Cuales sean esas raíces de Cataluña
es obje­
tivo de este libro.
En efecto, algunos historiadores han optado por algunas pos­
turas viciadas de raíz. Citaremos algunas de ellas. Unos eligen del
pasado lo que les interesa e infravaloran aquello que de él no
comparten, o bien no está acorde
con sus proyectos culturales y
políticos del presente. Otros aprecian
y auu investigan, desde
cierto evolucionismo y presentismo, solamente aquel pasado que
creen
ha modelado el presente. Unos terceros caen en la tenta­
ción de querer justificar
el presente mediante el pasado, instru­
mentalizándolo.
Este libro se centra en la historia de las mentalidades, de las
fortnulaciones
y vivencias filosóficas y de la espiritualidad religio­
sa popular. En buena parte es un libro de historia de la Iglesia.
No en vano, Cataluña era vitalmente cristocéntrica. Por otra par­
te, auuque la fortnulación filosófica era patrimonio de minorías
culturales, las vivencias
y parámetros culturales no tenían por qué
ser patrimonio
de las élites. Así, la filosofía de la vida encarnada
en
la comunidad catalana del siglo XVIII se plasmó en una concre­
ta fortnulación filosófica, principalmente de carácter tomista
y
dominicana. Con este fin el autor recoge todos los indicios que
reflejan cómo eran los hombres
y sociedades catalanas del si­
glo XVIII, conectándcilos con el siglo XVII e incluso los siglos an­
teriores. El resultado obtenido es contrastado con los hechos his­
tóricos más relevantes del siglo, como son el absolutismo y el
centralismo monárquico, el jansenismo. y el galicanismo o regalis-
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mo, la ilustración o preilustración racionalistas, y la posterior
revolución liberal
en Francia.
No
es frecuente en la actual historiografía estudios que explo­
ren las vivencias y
manifestaciones de una sociedad en favor de
una escuela filosófica (la tomista
en nuestro caso), ni las conse­
cuencias políticas de esta opción en la guerra de Sucesión. Tam­
poco
es habirual encontrarse con trabajos que buceen en las re­
laciones y oposición existentes entre las diversas escuelas filosó­
ficas (tomismo, suarismo tradicional, escolástica ecléctica), que
se planteen la espiritualidad popular ( devociones del Sagrado Co­
razón de Jesús, de San José ... ), desgranen el complejo del janse­
nismo y galicanismo o regalismo, analicen la incidencia en la
ex­
pulsión de la Compañía ·de Jesús de los viejos conflictos entre las
diversas escuelas filosóHcas, o bien las tendencias regalistas, se
planteen la

compleja identificación ideológica de varios prohom­
bres del siglo de la ilustración, etc.
La tradici6n catalana. . . es un libro sobre la vida espiritual
-en su amplio sentido--de ese controvertido y complejo siglo
que
es el XVIII. No desdeña el análisis sociológico (págs. 38-44
con el conflicto entre
!Qls botiflers y vigatans, 48-50, 72-75, 78-80,
165
y sigs., 212-213, etc.), ni la descripción política (sobre todo
relativa a la guerra de Sucesión), ni las referencias económicas ( en
especial
el auge económico de Cataluña durante el siglo XVIII).
Su autor se muestra especialmente sensible y preparado para
respetar
y transcender el dato empírico, de manera que ni reduce
los hechos a teorías y abstracciones sobre los acontecimientos
históricos, ni queda apresado
por una larga secuencia de datos que
nada explican. Es muy posible que el talante intelectual tomista
del autor influya satisfactoriamente en ello, esto es,
el sentido de
lo real.
De esta manera, el profesor Canals muestra
el vivo interés
que tiene un siglo que ha sido habitualmente presentado de una for­
ma acrítica y sesgada. parcial, evolucionista y en algunos casos casi
'determinista, superficial
y plana. En efecto, para algunos lo único
interesante sería hablar de una vaga
y genérica preilustración e ilus­
tración impulsadas por
la universidad de Cervera a imitación de
la de algunos núcleos castellanos, afirmar sin demostrar la «muerte
cultural» de la Cataluña tradicional durante el siglo XVII, efectuar
valoraciones subjetivas sobre el pasado, y poner la esperanza para
el progreso de Cataluña en los tímidos brotes ilustrados raciona­
listas diferentes
y aun contrarios a la tradición catalana. Por el
contrario, este libro muestra que
el siglo XVII no fue el enterra­
dor de
la tradición y cultura catalanas, que el siglo XVIII es
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INFORMACION BlBLlOGRAFICA.
un siglo de fuertes pervivencias tradicionales, soterradas y manifies­
tas mediante conflictos y protestas, esto es, un siglo complejo y
con problemas de fondo, y que en dicho siglo los catalanes se
propusieron una mejora de . calidad de vida que no perjudicase la
propia concepción de la vida, diríamos que tradicional, por lo
mismo que en
la «Guerra Gran» de 1793-1795 Cataluña mani­
festó su verdadero ser
y talante frente a la Revolución francesa.
El siglo XVIII no es el siglo del relevo de mentalidades, sino
de .división y .conflictos doctrinales
y de escuelas. Es la antesala
del conflictivo siglo
XIX. Esta división se observa en la filosofía
(tomistas sinceros o farisaicos, _suaristas, escolásticos eclécticos o
preilustrados), moral (probabilismo, probabiliorismo y equiproba­
bilismo, pág. 163), teología (jansenistas con sus negativas de
he­
rejía, sus tres tipos y multitud de grados, así como su compleji­
dad, frente a católicos,
y conciliaristas frente a ultramontanos),
política (regalistas o galicaoos -galicanismo real, político, o
ecle­
siástico, gentes de compromiso y falsas toleraocias por una parte,
e intransigentes y ultramontanos por otra). Esta división
es pa­
tente en la universidad de Cervera, entre los jesuitas (escuela
ecléctica antiguo-nova frente a la tradición escolástica), en los
escolapios (eclécticos y tomistas, págs. 157 y sigs.), etc.
De esta
manera, y con sutiles conceptualizaciones; el autor revive las ten­
siones e ideas, las tendencias y política del momento histórico,
desvela la época, sus valores, metas, previvencias
y conflictos, y
muestra la conexión. y diferencias entre las diversas escuelas y
susbescuelas en las materias citadas.
La dedica.ción filosófica y teológica del autor quizá haya in­
fluido en la elección de la historia de la filosofía y de la Iglesia
como uno de los grandes temas donde se expresa el espíritu de
la Cataluña
del siglo XVIII, expresión esta por otra parte obvia de­
bido tanto a la conexión existente entre la mentalidad sociopolí­
tica
y la filosofía, así como a la naturaleza propia de la Ilustración
racionalista. Además, esta dedicación filosófica ha permitido al
autor efectuar una prolija, interesante y clara exposición de las
diferentes escuelas filosóficas
y teológicas, así como de sus com'
plejas relaciones e incluso enfrentamientos. Seguramente, de haber
procedido Canals
de la disciplina histórica, estas explicaciones,
que abarcan buena
parte del libro, hubieran sido menos lúcidas
y profundas. Todo ello hace al libro original, denso y de un gran
interés,
al profundizar debidamente en unas realidades y proble­
mas soslayados sistemáticamente por algunos historiadores.
El autor muestra ser
un profundo conocedor de las tendencias
históricas relativas
al espíritu y pensamiento expresadas en la mo-
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INFOl!,.MACION BIBLIOGRAFICA
dernidad. Ello le permite mostrar a la filosofía totnista y a las
devociones del Sagrado Coraz6n de Jesús
v de San José como
manifestaciones de una mentalidad y espiritualidad opuestas al
no­
minalismo, voluntarismo y racionalismo, que sustentan la llamada
modernidad. Además de estos aspectos hay otros como son el
pac­
tismo y la concepción iusnaturalista tradicionales, el desarrollo de
las instituciones sociales donde el hombre encontraba su libertad,
el derecho privado como fundamento del derecho público, etc.,
estudiados por Vallet de Goytisolo en
sus Reflexiones sobre Ca­
taluña. Estos y otros grandes temas han sido muy valorados por
quienes desean descubrir la configuración histórica de eso que
se
ha llamado alma o seny catalán.
Aunque el título del libro parece más amplio que los temas
desarrollados, cuestiones como el pactismo tradicional
-entre
muchas otras-se encuentran implícitas en él. El autor no pre­
tende ser exhaustivo, sino lograr «un acercamiento concreto a
algunos acontecimientos de especial significación, conexiones de
vivencia y de sentido que muestran viviente en Cataluña una tra­
dición que viene desde
la Cristiandad medieval y llega, combatida
y encubierta por muchos factores
. culturales y políticos, hasta
nuestros días» (pág. 11).
Sin duda, además de los temas enumerados hay otros que con­
figuran
la tradición catalana. Al no pretenderse la exhaustividad
es suficiente identificar algunos de los aspectos
más esenciales de
la tradición catalana para mostrar así que la Cataluña histórica
no
formó parte de la Europa racionalista o· «moderna», y que
luchó contra ella, de manera que puede afirmarse que «Cataluña
no ha vivido, en los siglos de
la Edad Moderna, inmersa en la
"modernidad europea", sino ausente de
ella y vuelta de espaldas
al .renacitniento, al racionalismo, y a la "filosofía" que preparó
el mundo de
la Revolución francesa» (pág. 9). Vinculada a esta
tesis básica
se encuentran otras que, englobadas en ella, el lector
de este denso e interesante libro puede
desgrállar. Así, el profe­
sor Canals muestra
cómo el absolutismo y la ilustración raciona,
lista fueron ajenos al espíritu propiamente catalán, o bien a las
creencias, valores y actitudes vividas y transmitidas durante ge~
neraciones por la generalidad de los catalanes y las instituciones
por
ellos· creadas.
El libro consta de catorce capítulos. Los cinco primeros versan
sobre la
Cataluña del siglo XVII e inicios del XVIII; será la expan­
sión del espíritu catalán del
XVII, y no su supuesta crisis, la que
lleve consigo la firme oposición a los Barbones durante la guerra
de sucesión española,.finalizada
en 1714 con la conquista·de Barce-
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA.
lona al asalto, y las consiguientes consecuencias centralizadoras
reflejadas en los
Decretos de Nueva Planta. Los cinco siguientes
capítulos (caps. 6

a 10) desarrollan el romanismo, humanismo
clásico, y escolástica ecléctica de la Universidad de Cervera ( de
preeminencia suarista y presencia ecléctica), fundada por Felipe V
de Castilla tras ordenar el cierre de todas las universidades de
Cataluña (que eran tomistas), la pervivencia del tomismo y del
espíritu medieval, y el enriquecimiento espiritual popular (cap. 10).
Les siguen tres captíulos ( caps.
11 a 13) relativos a los eclesiás­
ticos ilustrados, jansenisras y regalistas o galicanos. Después de
mostrar
el auge espiritual del siglo XVII ( cap. 3) y los esfuerzos
-en buena parte con éxito-que el espíritu tradicional catalán,
en cuanto pervivencia medieval o «antimodema», tuvo durante
el siglo XVIII frente a confusos, poderosos y a veces solapados
enemigos, el libro finaliza con
el estudio del significado católico
y tradicional de la «Guerra Gran» de 1793-1795 frente a la revo­
lucionaria Convención francesa.
Este libro desarrolla rambién las líneas generales de diferen­
tes aspectos verdaderamente puntuales. Aunque aparentemente
la
explicación sea prolija, y por ello pareoe exceder el tema cen­
tral, su interés y contenido se justifican insertos en el con­
junto de la obra, es
decir, bajo una perspectiva más amplia. Esta
pormenorización versa sobre temas como la guerra de Sucesión
(págs. 17-26),
el jansenismo (págs. 95-102), la filosofía tomisra
y antitomista en la universidad de Salamanca (págs. 125-132), la
influencia del tomismo de Masdeu en la Italia del siglo xrx
(págs. 141-145), la influencia de España en Francia (págs. 169-
172), la naturaleza de la devoción al Corazón de Jesús (págs. 173-
178
). . . Desarrollos tales son necesarios debido a la ignorancia
general
al respecto· o bien al insertarse de pleno en el · discurso
sobre Cataluña.
Permítasenos, debido a la densidad, conceptualización y ricas
sugerencias del libro, desgranar brevemente
los capítulos que
lo componen. En alguna ocasión efectuaremos una crítica a algu­
nos de
sus contenidos.
El capítulo I describe el contexto europeo que motivó la
guerra de Sucesión en 1700. El capítulo
II constata la lealtad
catalana a
los Austrias, las disputas tanto entre los estudiantes de
Barcelona como por
la provisión de las cátedras del Estudio Ge­
neral, el conflicto universitario que enfrentó a Barcelona con la
nueva dinastía, y los aspectos sociológicos
de los hotiflers y
vigatans.
A este respecto podemos apuntar que aunque es muy proba-
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INFORMACION BJBLIOGRAFICA
ble que estos aspectos favoreciesen el sentimiento austracista de
los barceloneses, no conviene exagerar esta
incidencfa; el senti­
miento austracista no fue exclusivo de Barcelona pues también
el
sentimiento popular mayoritario de Arag6n, Cataluña, Mallorca y
Valencia fue favorable
al archiduqe de Austria. Por lo que respecta
a Barcelona, según el profesor Canals, la causa
de la guerra no
s6lo fue la lealtad de Cataluña a los Austrias
(págs. 60-61), sino
también el espíritu tomista
y tradicional dominante, desgranado
en numerosas
páginas de este libro. Es muy posible que esta ra­
z6n se sumase y agudizase los motivos comunes del Principado y
el resto de
la Corona de Arag6n. Aunque hay historiadores que,
al parecer, ignoran sin raz6n este segundo motivo, tampoco puede
pensarse que fuese
él la causa suficiente del conflicto, pues sólo
se aportan datos de Barcelona, la guerra fue en toda la Corona
de Arag6n,
y hubo tomistas en otras latitudes de la monarquía
hispánica que optaron por Felipe de Borb6n.
Los historiadores señalan diferentes y peculiares motivos para
cada Reino y Principado de la monarquía para justificar su fide­
lidad a don Felipe de Borbón o al archiduque Carlos de Austria.
No incidiré sobre ello. Sin embargo,
sí interesa destacar que, sobre
todo en algunos momentos y para los defensores tanto de Felipe
de
Borbón como del archiduque Carlos, la guerra tom6 caracteres
religiosos. Citaremos
por ejemplo, los escritos de Jacinto Ara­
naz, Belluga (1), Melo, Puga y Vega y Vergado, las actividades
(1) Jacinto Aranaz, confesor del rey, es autor del libro titulado: El
Señor
Phelipe V. Es El Rey De Las Españas Verdadero, Dado Por La
.Mano De Dios. To"e Incontrastable, Del Segundo David· Perseguido, Y
Victorioso, Guarnecida De Tres Propugnáculos, Justicia, Religión, y Poli­
tica ( ... ), Pamplona, 1711, 584 págs., 200 X 140 mm. ('Biblioteca General de Navarra).
En este libro se hace mucho hincapié en que el archiduque Carlos fa­
vorecía a los herejes, menciona el Breve Apostólico de Demente XI y
alega el edicto de la Inquisición fechado en julio de 1707 contra los ecle­
_siásticos rebeldes a Felipe V. Según Pérez Goyena, Aranaz aplica mal los
textos escriturlsticos, mantiene principios rectos, y es cansado, machacón y
pobre de ideas.
Puedo dar fe de esto último. A.ranaz otorga a esta guerra
un carácter de guerra de religión, y añade: «El celo Cristiano es quien ha
de vengar los agravios de la justicia del Rey Catholico, las injurias de la
Catholica Iglesia y laa ruynas de la Política Cristiana». En el Propugnácu­
lo
III (págs. 516-577) dice: «Suspendo la pluma, previniendo que omito
la materia que más me estrechó a tomarla: esta fue informar de los hechos
sacrilegos de los Aliados». Todo el libro, pesado para el lector de hoy como
muchos de la época, es una ardorosa defensa de Felipe V basado en argu­
mentos religiosos y teológicos.
El libro de Luis Belluga y Moneada es menos árido pero tiene las mis­
mas conclusiones. En él, así como en sus cartas pastorales, habla de los
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
del cardenal Portocarrero, de Belluga y de los obispos de Calahorra
y Córdoba entre otros. No pocos de los eclesiásticos favorables tan­
td al Borbón como al Archiduque mostraron un singular apasiona­
miento por entender,
al menos subjetivamente, que la guerra tam­
bién tenía un
perfil religioso. El que la propaganda fuese una
fuente de lucha
utilizada por ambos bandos no elimina la sinceri­
dad
y convicción subjetiva de los que la sufrieron. También las
justificaciones oficiales dan tono en aquel tiempo a los pueblos.
El clero fue un agente de propaganda desde el púlpito. En este
sentido, barceloneses, catalanes
y todos los reinos hispanos siguie­
ron una línea tradicional en la justificación de la confrontación.
El espíritu religioso recorrió prácticamente todos los Reinos de
la monarquía
y formó parte del discurso de las dos causas legiti­
mistas (2). Una de
las aportaciones del profesor Canals es demos-
excesos, profanaciones, sacrilegios e introducción de libros heréticos reali­zada por los aliados ingleses del archiduque.
Todos los libros y folletos que conocemos y publicados en Pamplona
son favorables al rey Felipe de Borbón. Entre 'Ottos véase: CARTA (anóni­
mo), Carta de un Cortesano a un amigo suyo Andaluz, en respuesta de
otra ... , 1706, 12 págs.; EGUIA, Fermín de, Carta Que Escrive D. Fermin de
Eguia, desde Pamplona a D. Jayme de Luna, V e%ino de Zaragofa respon­
diendo a diferentes Papeles, que con artificiosa malicia se han repartido
pvr Europa, Pamplona, 25 de marzo de 1707, 23 págs.; ELORZá y RADA,
Francisco, Beltatori Philipo Quinto Hispaniarum Regi ... (1708), sobre la
victoria de Almansa; PÉREZ DE GLASTOT, Juan, Llanto y regozijo Epicedio,
y
aclamacion En el Fallecimiento de Carlos II de Castilla y .V de Nava"ª
Y Sucesion en su Corona Je Phelipe VII de Nava"ª y V de Castilla ...
(1700), poema de pésima calidad; RBcoERDos (ru,ónimo), Recuerdos De los
Muertos
a nuestro catholico Rey Phelipe Quinto ... 1701.
(2) Queremos precisar lo expuesto por el profesor Canals. Lo mismo
que vivió Cataluña durante la guerra de la Sucesió.Q. -la religión y la fide­
lidad monárquiéa-lo vivió Navarra, pero de otra manera, al ser parti­
daria de Felipe de Borbón. Este espíritu, no sólo el espíritu católico sino
también
la fidelidad al mismo rey, tuvo su continuación y se identificaron
en ambas entidades políticas durante la guerra contra la revolucionaria Convención francesa.
Podríamos aportar muchos datos
extraídos de la documentación muni­
cipal
para mostrar que el Ayuntamiento de Pamplona, enteramente favo­
rable, como el resto del Reino de Navarra, a Felipe V de Castilla y VII de
Navarra -no en vano, además otras importantes razones que omitimos,
Navarra gozaba
de «la feliz incorporacion de este Reyno con los de Cas­
tilla» (memorial de la Ciudad al viney, vid. AMP Consultas lib. 23 f. 341-2,
29-IX-1701)-, vivió la guerra desde una perspectiva tradicional, legitimista
y
española. Comprendo que el alcance del profesor Canals no es negar esto,
sino afirmarlo . y demostrarlo con una mayor profundidad para Catalufia
frente a la distorsión nacionalista.
Intentaremos
demostrarlo para Pamplona.
Sin embargo, ¿podrá deducirse de ello ·que cada Reino pudo frenar las
pretensiones centralistas del nuevo monarca, y que era innecesaria y escan-
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INFORMACION BIBLIOGR.A.FICA
trar lo que afirma para Barcelona y que no pocos historiadores de
distinta procedencia
ignoran quizá por no haber profundizado
como él en el tema propuesto.
dalosa la insurrección de la Corona de Áragón, nÍáxime cuando el joven
rey había jurado y mantenía su fidelidad a los fue:tos? ¿O es que Navarra,
Vizcaya, GuipU7.COa y Alava conservaron por casualidad sus derechos fora­les tras 1713?
Ü>incido con Sesé Alegre cuando llÍÍrllla que el motivo fundamental de
la
opción de Navatra por Felipe VII era legal: «diremos que Navarra aceptó
a Felipe V porque desde el primer momento aceptó d testamento de Car­
los 11: pot:que era lo legal; porque el rey jur6 sus fueros, que era también
lo legal
y porque hasta el momento de comenzar la guerra no había Íl;lten­
tado nada en oontra de esas leyes. Felipe V era el rey legal y Navarra
cumplió esa legalidad». Vid. SESÉ ALEGRE, José María, «La guerra de su­
cesión (1700.1714). Aproximación al estudio del conflicto bélico en Na­
varra», Pamplona, Rev. Príncipe de Viana, anejo 9-1988, 520 págs., págs. 193-
203.
En efecto, Felipe VII era el rey legal y legítima. Pero, además, todas las
circunstancias apoyaban su carácter incontestable: la seguridad y soledad del
Reino, la dependencia económica de la montaña· del Reinó respecto de Fran­
cia,
su incorporación a Castilla, el respeto del .rey a sus fueros, la vecindad
de las provincias también forales, el hecho de descender Felipe VII de los
últimos reyes
de Navarra de 1512 (lo que no parece que importaba mucho) ...
Ello justifica la constancia en la fidelidad.
Discrepo en· parte de Sesé cuando dice que «ni siquiera la lucha contra
los partidarios del Archiduque cobra en Navarra ese carácter de cruzada ( ... )
que
tan importante fue en el sur de la Península». Lo que ocurre es que
Navarra luchó poco, no fue escenario de guerra (salvo los intentos dé in­
vasión desde Arag6n en 1706 y 1710), y los móviles del conflicto se recibían
del propio rey, la reina, el virrey, el obispo y la propaganda felipista. Na­
varra
no tenía otros motivos a favor-del Felipe VII que su propia fidelidad,
lo que en aquel tiempo era toclo.
El 13-XII-1700 el alcalde ordinario de Ayuntamiento levantó pendón a
favor
de don Felipe por toda la ciudad con esta fórmula: «La Ciudad de
Pamplona Caveza del Reino de Navarr•, por el Rey nuestro Señor D. Phelipe
Quinto de este nombre en Castilla -y septimo de Navarra, que m'Uchos · años
Viva, Viva, Viva» (AMP, Archivo Municipal de Pamplona, Ü>nsulras lib. 23,
f. 197-202). Esta fidelidad Pamplona y el Reino la mantuvieron durante toda
la guerra sin plantarse nunca vulnerarla.
El Ayuntamiento de Pamplona atribuye a la guerra un carácter de de.
fensa de la Religión, la Justicia y los derechos del Rey, Por ejemplo, cuando
entrega al rey un donativo de 20.000 pesos el 22-julio-1706, lo hace para
evitar la «erejía y perfidia por nuestros ·peca.dos» y en defensa de la· «Reli~
gión y justicia» ultrajadas (AMP, Consultas lib. 25; fol. 192-195, 22-VII-1706).
Así
lo recuerda la Ü>rporación al cabildo de la catedral el 16-XII-1706, pues
-dice-fue por servir a la Fe católica, a la ·Religión y al amor al Rey, por
lo que se hiro al monarca un servicio de 20.000 pesos; en la misma carta
se declara rebeldes a Cataluña, Aragón y Valencia, y se afirma que lo más
sensible e intolerable de la guerra era el peligro de la Religión católica, la
conspiración de la herejía la introducci6n en nuestros Reinos a manchar la
pureza
de la ley cristiana, de libros de «infames sectas», así como las pro­
fanaciones de templos e
imágenes de santos. (AMP, id., f. 275, 16-XII-1706;
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INFORMACION. BIBUOGRAFICA:
Como detalle aportaré que si bien es cierto que Barcelona
mostró su heroísmo por
la causa del archiduque, en la votación
de
agosto de 1713 el brazo popular no se mostró unánime para
resistit
el último asalto borbónico, ya que por 78 votos contra 45
se decidió por la resistencia final, el brazo eclesiástico se abstuvo,
y el militar
al principio optó por la capitulación. Claro está que
esto sólo fue al final de las hostilidades mientras en Europa la
contienda había terminado. En relación con los últimos
días de
Barcelona,
el testimonio del duque de Berwick que dirigió el asal­
to y que destaca nuestro autor es digno de una lectura detenida.
Sobre este punto puede aclararse que, segúo Domínguez Ortiz,
los ingleses y
la diplomacia austríaca hicieron lo indecible a favor
de Barcelona, aunque
sin éxito.
El capítulo
III bucea en los antecedentes de la conmoción ca-
Sec. lefía del río leg. s/r,., carp. 2, 16-XIl-1706, que expresa un texto latgo y precioso).
La tetm.inología del Ayuntamiento es contundente en la defensa de la Religión, el Trono y la Patria.
El Ayuntamiento no valora caprichosamente la guerra, sino que recibe
cart!!,S del rey, etc., en las que el monarca le comunica la situación de sus
Armas
y el avance de los herejes: «son notorios los trabajos de la monarchia
combatida en todas
las partes que la componen de muchos fuertes y porfia·
dos enemigos difizil la disposicion de sus fuerzas bastantes a escarmentarlos
Y lo que mas lastima mi carazon en el centro de ella, establezidos los erejes
executando en los templos las profanaciones que nadie ignora» etc. La Ciu­
dad le responde reconocer la «total desolacion de la herejia y sus perfidos
secuaces y que convirtíendose contra ellos el rigor de su justicia sean sus
misericordias (las de Dios) sobre ·Vuestra Ma(gesta)d su monarquia y vasallos
se mantenga
en sus dominios pura n(uest)ra Santa fe catholica». Así, el 16
de diciembre la Cindad pide permiso al Obispo pata hacer rogativas «por el
feliz suceso de las armas del Rei N( ues )!ro S( efio )r contra las de los herejes•
(AMP, Consulta lib. 25, f. 41-45, 9-XII-1705, f. 56-68, dias 16 a 27-XII-1705).
También el obispo de Pamplona determina
una procesión general con
Ntra. Sra. del Sagrario «en las presentes ocurrencias y graves necesidades en
que pone a la monarquia el poderoso numero de herejes que la combaten»
(AMP, Consultas lib. 25, f. 47, 12-XII-1705). En otra ocasión hablaba del
«deshonor de Dios, de su Madre Santísima, de nuestro católico Rey y de su
Patria»,
entendía que la guerra es «contra Dios, contra el Rey y contra la
Patria», y solicitaba donativos para recuperar «la pureza de la Religión,
quietud de los Pueblos, honra de la Nación en una Paz ventajosa» (AMP,
Sec. Correspondencia leg. 8 bis núm. 440, 2-XII-1707; AGN, Archivo Ge­
neral de Navarra, Sec. Cuarteles leg. 3 carp. 41).
La correspondencia entre el rey y la reina, el virrey y el obispo con la
Ciudad de Pamplona es intensa. La identidad entre las armas de Felipe VII
con las «armas católicas» es manifiesta (AMP, Consultas .lib. 25, f. 344-346,
1-V-1707). Incluso el Ayuntamiento acotdó realizar una novena de Misas
rogativas
a San Fermín por la OJ glaterra, pues interesaba a la religión (AMP, Consultas lib. 26, f.4, 14-IV-
1708).
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INFORMACJON BIBLIOGRAFICA
talana de 1704-1714. Tales son la tradición catalana del siglo. xvn,
la guerra con Francia de 1640-1652, la rivalidad entre el Estudi
General y el Colegio de Nobles de Cordelles (tomista) -lo que
a juicio del autor explica
cómo «la pugna entre Barcelona y la
dinastía borbónica
de 1701 a 1795 tenía, pues, raíces en el am­
biente ciudadano desde mucho tiempo atrás» (pág.
49}-, las tres
personalidades tradicionales
y universales como son el_antigalicano
Rocabertí, Vallgornera
y Oriol (págs. 50-56), el espíritu de cru­
zada,
la fundación en Cataluña de las Escuelas Pías, y la lealtad
a la monarquía de los Austrias del siglo
XVII. T odds estos aspec­
tos corrigen
la errónea interpretación de que dicho siglo XVII fue
el siglo de
la muerte cultural en Cataluña.
El capítulo IV sitúa a Cataluña en la perspectiva del equilibrio
internacional,
y destaca el carácter ciudadano y gremial de la lucha
en Barcelona, la
capitulación de la ciudad

condal el 11-IX-1714,
la impresión que causó al duque de Berwick su entrada en Barce­
lona dos
días después de la rendición, y el carácter de fidelidades
personales y no nacionalistas o estatistas -no eran hombres «mo­
dernos>>-,--de los nobles que apoyaron a Felipe de Borbón o al
archiduque de Austria.
El capítulo V trata sobre el fin de la nación (natus) catalana
a causa
de la pérdida foral, o del arbitrario cierre de las universi­
dades,
y del centralismo y uníformismo absolutista. Quizás puedan
desplazarse a
otrd capítulo tanto las explicaciones relativas al jan­
senismo ( o jansenismos), salvo
que se expusiera la existencia de
un movimento relevante de jansenistas en Cataluña, como el mo­
linismo y el probabilismo moral jesuíticos
que eran acusados por
otras escuelas de errático y laxista respectivamente.
El capítulo VI explica la creación y función de la universidad
felipista de Cervera, el romanismo o clasicismo
de la escuela ju­
rídica
de Finestres en cuanto separada de la tradición catalana, el
carácter artificial del humanismo clásico cervariense,
la tolerancia
jesuítica hacia el regalismo de Carlos
III ( no oposición como se
cree habitualmente) y cómo los jesuitas siguieron
pot lo general
las corrientes impuestas desde
el poder. Según el autor, la etapa
preilustrada e ilustrada jansenistizante coincidieron
en considerar
que «la España anterior al advenimiento de los Borbones
era un
cuerpo cadavérico, sin esfuerzo ni fuerzas para sentir su propia
debilidad» (pág. 124 ), lo cual, como muestra
el profesor Canals,
es contrario a la realidad.
El capítulo VII desarrolla el conflicto entre tomistas y suaris­
tas, así como entre tomistas y la escolástica ecléctica o «antiquo­
nova». Esta última quería conciliar lo antiguo, la filosofía de la
389
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
naturaleza y metafísica escolásticas, con lo nuevo, esto es, el cien­
tifisJno y el criticismo de tendencía racionalista. El autor muestra
-y esto es importante --romo no debe exagerarse la importancia
de la «escuela filosófica cervariense» (pág. 135), pues las figuras
«en las que
.se quiere ver una escuela catalana, apenas aparecen
mencionadas
en un horizonte universal en el plano histórico filo­
sófico» (pág. 141). Asimismo, destaca que
no puede identificarse
la universidad de Cervera con la escolástica ecléctica pre-ilustrada,
advierte
· la existencia de otras filosofías en Cervera ( tomismo do­
minicano y escuela franciscana), aunque fuese una realidad la
he­
gemonía cultural jesuítica, y afirma que en el seno de la propia
Compañía de Jesús tampoco puede soslayarse el mantenimiento
de nna escolástica ajena a la escolástica ecléctica. AJ final del ca­
pírulo se incide en la relación existente entre la escuela filosófica
catalana (Baltasar Masdeu) y
el vigoroso e interesante resurgimien­
to del tomismo en la Italia decimonónica.
El capíruld VIII, sobre la pervivencia del tomismo, narra el
arraigo social de los dominicos
en Barcelona, la pervivencia tra­
dicional y universal en Boixadors ( tomismo estricto y combativo
al estilo del Filósofo Rancio y la posterior revista jesuítica deci­
monónica La
Civilta Cattolica), el carácter de transición y conflic­
tivo, ésto es, de innovación, petvivencia y resistencia que tiene el
siglo xvrn, como nexo de unión, de conflicto y contraste entre el
siglo barroco y el borrascoso y ruprurista siglo xrx, También se
dístirigue el auténtico tomismo, del «sedicente tomismo inserto
en las corrientes ilustradas y jansenistizantes» (pág. 156). A modo
de conclusión, el
autor parece concebir el tomismo (liderado por
los dominicos) como un indicador fundamental de la permanencia
ó quiebra del espíritu tradicional.
El capírulo IX desarrolla la tradición tomista en las Escuelas
Pías. Aunque
estas se inclinasen por el tomismo, en · su seno hay
posiciones doctrinales eclécticas,
laxas y de la moral más proba­
ble, que muestran que
la tensión doctrinal de la época también
llegó a este Instituto.
El mayor o menor racionalismo se extendía
con dificultades
entre las élites culrurales catalanas como signo
de una época entendida como antesala del conflictivo siglo
XIX.
El capítulo X explica el enriquecimiento de la espirirualidad
en Cataluña, «la rapidez y connaturalidad con que echó raíces en
Cataluña la 'nueva devoción'» al Sagrado Corazón de Jesús frente
a las iniciales dificultades eclesiásticas
por las que atravesó esta
devoción. También se
da razón del arraigo que ruvo la devoción
a San José en
la mitad del siglo XVIII, devoción que, a pesar de te­
ner una gran tradición, es en este siglo cuando recibe su desarrollo
390
Fundaci\363n Speiro

INFORMA.CION BIBUOGRA.FICA.
teológico. La oposición de los arcaicos a ambas devociones coin­
cidirá después con
el jansenismo y parajansenismo de los clérigos
ilustrados. Ambas espiritualidades estaban
en línea con el futuro
de la Iglesia.
El capítulo XI relativo a la política de Carlos III y los ecle­
siásticos ilustrados
realizada en Cataluña explica, con profundidad
doctrinal más que sociol6gíca, la situación de los jesuitas, cuyas
posturas critica (págs. 193-200). También se desvela, desde la
complejidad de los acontecimientos, la interesada
utilización que
los enemigos de la Iglesia hicieron
de los que, desde posturas tra­
dicionales, combatieron ciertas posturas jesu(ticas (suarismo,
pro­
babilismo ... ), es decir, «la extraña alianza de hombres religiosos
con políticos inoegablemente anticristiaoos» (pág. 198). Es intere­
sante el enfoque de este capítulo
al rechazar la común y fácil
apología del reinado de Carlos III y de los llamados «ilustrados»
moderados reformistas y católicos
(págs. 189-192), efectuada por
algunas tendencias de pensamiento recientes.
Considero muy interesante la apreciación
de que «se pudo
dar en algunos momentos en los jesuitas la simultaoeidad de un
ultramontanismo eclesiológico -por la profesión de la tesis del
magisterio infalible de la Sede
romaoa-mientras transigían o
asumían
la negación de la autoridad pontificia· sobre los reyes en
lo político» (págs. 51-52, 102 y 193-195, y
sobre todo 221). Esto
sugiere muchas cosas como la diferencia de esta postura respecto a
la de Rocabert! (pág. 51), y, sobre todo, su continuidad en el ca­
tolicismo liberal decimonónico
y otras tendencias posteriores.
El capítulo
XII sobre la generación eclesiástica ilustrada mues­
tra como «problemática la afirmación de la existencia en Cataluña
de una generación eclesiástica que pueda ser
definida como para­
jansenista o ilustrada» (pág. 206 ). Para afirmar esto, el autoJ:
estudiá la llamada escuela climentina, que -afirma-tiene más
de tradicional que de ilustrada. Es
deru, no porque los eclesiásti­
cos tomados por algunos historiadores como ilustrados fueran
hombres de su tiempo y participasen de un concreto ambiente
co­
mún, puede deruse de ellos que erao «ilustrados». As!, «algunos
de sus miembros no eran enemigos
de la autoridad pontificia; ni
siquiera aprobaron la política ilustrada contra los jesuiías; otros,
doctrlnalmente tomistas o agtistinianos; fueron, como Armañá,
hostiles a la Revolución fraocesa, o, cómo Climent, vieron la filo­
sofía del siglo xvm como radical enemiga de la vida cristiana:
pero todos ellos confusamenté quieren ser ahora presentados en
sus· actitudes como prueba de carácter 'conclliablé con la fe ca-
391
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INFORMA.CION BlBLIOGRA.FICA
tólica' de ideales políticos que en toda Europa tuvieron un devas­
tador efecto
descristianizador» (pág. 218).
De esta manera el autor parece referirse indirectamente a
cierta escuela histórica, e incluso de pensamiento, según la cual
las ideas nuevas del racionalismo
politico eran compatibles con la
ortodoxia católica
y la tradición religiosa. En este capítulo el autor
ofrece suficientes datos para
rechazar el que esta generación pueda
ser llamada
«ilustrada», jansenistizante y regalista, pues -dice­
«en las tradiciones católicas de la Cristiandad se movían no sólo
los ultramontanos sino incluso hombres como el obispo Climent,
que denunciaban el sentido anticristiano de la filosofía del siglo
y reconocían la finalidad antirreligiosa de la misma expulsión de
los jesuitas por hombres como el conde Aranda» (pág. 223
). Temas
todos estos delicados, interesantes e incluso de actualidad.
El capítulo XIII, que es continuación del anterior, explica el
agustinismo antimolinista del arzobispo
Armañá, el regalismo ilus­
trado jansenistízante
y afrancesado de Félix Amat, la diferencia
entre el tradicionalismo ultramontano
y el galicanismo real o
episcopal (págs. 232-235), el tránsito del eclecticismo
al antiesco­
lasticismo
y al relajamiento moral en Barcelona. Una de las tesis
quizás
más interesantes del libro es la que demuestra que los
eclesiásticos ilustrados no fueron los iniciadores del renacimiento
de la conciencia catalana.
En este punto se nos desvela una de las claves de libro: «Lo
que se busca como precedente del catalanismo cultural y político,
visto desde
la perspectiva adquirida sobre la base de las formu­
laciones nacionalistas de Prat de la Riba y de la política noucen­
tista en ellas inspirara, es una Cataluña que pertenezca a la 'mo­
dernidad europea'
y que apcirte a Cataluña actitudes de que había
carecido en los siglos del Renacimiento
y del Barroco. Es, digá­
moslo con claridad, la interpretación histórica antitética a la de
Torras i
Bages en La tradició catalana» (pág. 242). Nuestro autor
demuestra precisamente en su libro el acierto de la última.
Una segunda clave
es considerar «por razones análogas a las
que muestran como infundada la tesis de "la cultura catalana del
siglo
xvm" y "la escuela filosófica catalana" desarrolladas en la
universidad de Cervera, parece igualmente problemático que
se
quiera atribuir ahora una influencia decisiva en el futuro ulterior
de Cataluña a
la generación eclesiástica de la escola climentina,
ilustrada, regalista y jansenista» (pág. 245). En efecto, todos ellos
pertenecen a la cultura borbónica, no son imagen de
la cultura
catalana apegada a un espíritu religioso, filosófico, jurídico-polí­
ticd
y formas de vida tradicionales y no «modernas». Unas mino-
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INFORMACION BIBLIOGRAPICA
rías culturales y no la sociedad y cultura catalaoa en general fue­
ron quienes sufrieron un «cambio de ahna». Lo demuestrao los
hechos de fin de siglo, esto es,
el entusiasmo del pueblo catalán
en
la «Guerra Grao» de 1793-1795 frente a la revolucionaria
Convención fraocesa (cap. XIV) (3). Las conclusiones finales
ofre­
cen una ajustada síntesis de todo el libro y de sus aportaciones.
El autor parece mostrar que
la pre-ilustración (v. gr., citada
en págs. 124, 132, 173) y la Ilustración son realidades unitarias,
perfectamente definidas y que se identificao con
el racionalismo.
Sin embargo, parece que
la Ilustración no fue una unidad, es me­
jor hablar de «Ilustraciones»1 tuvo unos límites imprecisos y, en
cuaoto persona ilustrada, con «luces» para entender y perfeccio­
nar el mundo y
la vida, el término «Ilustración» carece de signi­
ficación racionalista. Desde este punto de vista creo que pudiera
hablarse de una ilustración tradicional y católica. Y
más de Ilus­
traciones que de Ilustración.
Otra cosa es que haya prevalecido
una interpretación,
la que dieron de sí· los racionalistas y secula­
rizadores que quisieron identificar con ellos
el fenómeno ilustrado.
Por ejemplo, las grandes mejoras del Ayuntamiento de Pam­
plona duraote
el siglo xvm, realizadas en una eo1nunidad e ins­
titución municipal que vive y defiende los fueros municipales y
(3) También en Navarra la guerra de 1793-1795 fue entnsiasta. El Ayun.
tamiento
afirmaba defender la Religión y al Rey (AMP, Consultas lib. 56,
f. 58, 16-III-1793). Por su parte, la Diputación justifica ante el Ayuntamien­
to la guerra en «su celo
por la religion y de su amor al Rey y a la Patria».
Aquella
le pedirá una lista de hombres y armas «incluyendo las (armas) de
los eclesiasticos, si estos quisieren manifestarlas, como lo espero de su celo
ptlr la religion y de su amor al Rey y a la Patria ( ... ) en la defensa más vi­
gorosa de una causa en que se reunen tan superiores motivos cuales son el
de nuestra sacrosanta Religion, d del amor servicio de nuestro adorado mo­
narca y el de el mas glorioso timbre de su armas ( ... )• (AMP, Consultas
lib. 56,
f. 52-53, 6-III-1793).
El virrey, conde de Colomera, señala las mismas razones el 25-II-1793
(AMP, Sec. Reales Ordenes,
año 1793), y, en 1794, insistirá al Ayuntamiento
de Pamplona que cumpla sus obligaciones porque
«se interesa d honor de
la Patria, servicio dd Rey, concepto de la Nacion y lo que es más la. con­
servacion de una
Religion tan santa que profesamos y es digna de defende:t
a
costa de todo sacrificio ( ... ) Amor cónstante de Dios, al Rey y de la Patria»
(AMP, Consultas lib. 58, f. 71-74, 11-X-1794).
Las Cortes del Reino también reclaman al Ayuntamiento la colaboración
de «todos los naturales a la defensa de la Religi.on, del Rey y de la Patria»
(AMP, Consultas lib.
59, s.f. 27-VII-1795).
Por último, citaremos
al Obispo de Pamplona, Esteban Antonio Aguado
y Rojas, que muestra el carácter religioso de la guerra (Religión y Rey) por
ejemplo en Olite el 7-III-1793 y el 24-VI-1794 (AGN, Sec. Guerra leg. 12,
carp. 11, 1795). También lo hace la circular de los Gobernadores del Obispa­
do
de Pamplona a los párrocos (AGN, Sec. Guerra leg. 13, carp. 11, 28-VII-
1795).
39)
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
una concepción tradicional de la comunidad sociopolítica, son un
ejemplo sin duda entre muchos (4).
Otra cosa es que los racionalistas o quienes en grado diverso
y muchas veces según
los temas se separaban de la tradición, pre­
tendieron consciente o inconscientemente, -monopolizar tácticamen­
te el· término de «ilustrado», primero haciéndolo extensivo a
tódas sus afirmaciones, y después identificándolo
más con los as­
pectos rupturistas que con las mejoras que todos, también .quienes
mantenían la tradición, podían realliar y de hecho realizaban más
claramente que ellos. Así lo expresa Corona Baratech:
«Reformismo y tradición llegan a tener un sentido profundo
en la conciencia histórica española. Los términos no reflejan
exactamente el contenido de las dos posiciones que se definen
cdmo -antagónicas, pues los -que en términos generales son llama­
dos tradicionalistas son tan progresistas o reformistas, en términos
generales, como quieren reservarse para
sí sus antagonistas; así
como entre estos no
es tanto el patrocinio de las reformas estruc­
turales en
·el cuerpo de la nación como la modificación sustancial
del espíritu
naciona:l, Id que, so capa de lo anterior, se les atribuye
rotundamente. Con
un criterid más razonable se han diferenciado
grupos entre los ilustrados españoles del .siglo de las "luces"
distinguiendo los reformadores de
los renovadores y de los inno­
vadores ( ... )» (5).
Pdr esto mismo, el conservadurismo absolutista de la década
final de Fernando
VII ( despotismo ilustrado) era reformista en
la administración pública aunque no en la pdlítica, los tradiciona­
listas o renovadores en
polltica se diferenciaban de los absolutis­
tas por ser mucho
más refdrmistas que ellos, y los innovadores
(Uberales) lo fueron prácticamente sólo en política
por su obsesión
rupturista de
crear un Estado (política) nuevo. No en vano du­
rante el siglo XIX distinguimos entre conservadores, renovadores
e innovadores,
al igual que de otras maneras se distingue durante
el siglo
xvm y aun XVII.
No creo que, en cuanto tal ni históricamente, el término
Ilustración pueda identificarse con el
de innovación, racionalis­
mo
y enciclopedismd. Con este término pasa lo mismo que con
(4) GARRALDA A.RlzCDN J. F.: «El siglo de "las luces" en Pamplona:
progreso, mito y realidad», Actas del Congreso de jóvenes historiadores y
ge6grafos, Madrid, 1990, v. II, 1012 págs., ¡,á~. 357-371; ID.: «Ilustración
y Tradición. El Ayuntamiento de Pamplona: siglo xvnr», Madrid, Ed. Speiro,
Rev. Verbo, n6m. 275-276 (mayo-julio 1989), 303 págs., págs, 775-834.
(5) CORONA BARATECH, Carlos: «La Ilustraci6:n», eti Historia General
de España y América, Madrid, vol. X-1: La España de las reformas hasta el
final del reinado de Carlos IV, Ed. Rialp, 1983, 597 págs., p,!g. 41.
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INFORMACION BIBLIDGRAFICA.
el de Humanismo. Otra cosa es que al fin haya prevalecido la
pretensión racionalista de monopolizar la identificación con el pro­
greso y la cultura. Pero esto es precisamente lo que se puede
mostrar que
es falso.
JosÉ
FERMÍN GARRALDA AruzcUN.
Juan Bms. V ali.et de Goytisolo: METODOLOGIA
DE LA DETERMINACION DEL DERECHO (*)
Apenas han transcurrido tres años desde que se editó el libro
Metodologla de las leyes de Juan B. Vallet de Goytisolo cuando
este nuestro querido y amigo y compañero en
Verbo -y mío
también en profesión-, publica su Metodolog!a de la detérmina­
ci6n del Derf!cho, segundo miembro de la planeada por su autor
trilogía
metodológico-jurídica. Pienso, con razones sobradas, que
solamente un jurista tan asombrosamente
tenaz y universal como
Vallet, puede dar
cima a este plan ambicioso. Y a fe que lo está
consiguiendo; y en unos plazos casi milagrosos, dada
la enverga­
dura, densidad y profundidad en los análisis críticos
de las dos
«Metodologías» publicadas.
Hemos
de esperar -ya sin sorpresa-que trabajo de tal am­
bición sea cororu,do con el tercer y útimo miembro: la Metodo­
logía de la ciencia expositiva y explicativa del Derecho.
Decía V allet, en la Introducción de la primera parte de la
Metodolog!a de las leyes, que en su curso de doctorado de 1987-
1988, del que resultó una obra anterior,
Metodolog!a jur!dica ( 1)
-especie de guión a desarrollar en estos otros trabajos tnetodoc
lógicos-, partió de diferenciar tres caminos: el de las leyes, el
de la determinación del derecho y el de la ciencia del derecho.
Dos de los caminos han sido ya desvelados.
El de la ciencia del
derecho estará
ya seguramente, en el telar de V allet. Si el primer
camino,
el de las leyes, trae objeto de aquel primer trabajo for­
midable, en el que Vallet de Goytisolo, después de repasar abru­
madoramente
todas las concepciones y doctrlru,s jurídicas en ma­
teria de la metodología de las leyes, reabrió la puerta -no hay
otra posible
más real y eficaz-- al sentido común, es decir, a lo
que es base en una grandísima parte del sentido jurídico, ahora,
(*) Editorial Centro de Estudios Ram6n Ateces, S. A., Madrid, 1994, 1.317 ,,....,
(lf Ed. Civitas, Madrid, 1988. Vid. una recensión mía en la Revista
Jurídica del Notariado, enero-marzo, 1992, págs. 261-267.
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