Índice de contenidos

Número 343-344

Serie XXXV

Volver
  • Índice

Jacques Heers: La invención de la Edad Media

JNFORMACION BIBLIOGRAFICA
en los supuestos en los que la · arbitrariedad, la prepotencia, el
monopolid despreciativo de la verdad amparado en un puro volun­
tarismo o la corrupción, separadas o, con mayor motivo, conjun­
tamente, son características de la acción política en un período
determinado. Por eso, esta obra constituye una buena referencia
para comprobar hasta qué punto la llamada crisis del Estado
mo­
derno se aproxima a alguna de las características típicas de la ti­
ranía, y hasta que extremo los síntomas de ésta coinciden con la
crónica enfermedad de aquél.
En fin, para terminar, una observación respecto a la edición:
la colocación de
las citas -numerosas--detrás de cada capítulo
obliga a un continuo pasar de páginas que dificulta sobremanera
su lectura a los que desean consultar directamente en las fuentes
las remisiones que a ellas hace el autor. Esperamos que en sucesi·
vas ediciones pueda corregirse
su composición.
EsTANISLAO CANTERO.
Jacques Heers: LA INVENCION DE LA EDAD MEDIA (*)
El género del libro vindicatorio es conocido: se trata de res­
tablecer la verdad histórica sobre un personaje o una actuación
injustamente vilipendiados. Presuponen siempre una difundida
Leyenda Negra, sea la
de España o la de la Iglesia. En otras oca­
siones Verbo ha reseñado libros refutadores de ambas leyendas
negras,
como los de Dumont o Powell ( 1).
Pues bien, sin duda no hay Leyenda Negra más extendida e
irreflexiva, casi mero pensamiento reflejo ya, que la que se ex­
tiende a unos diez siglos de nuestro pasado cristiano: vulgarmente
la Edad Me,;lia es sinónimo de barbarie inculta y cruel, de oscuras
tinieblas pobladas de arbitrarias injusticias, etc.
Y
esa Leyenda Negra de la Edad Media es especialmente per­
niciosa por cuanto en aquellos siglos la civilización europea fue
constitutivamente cristiana. De modo que con ella la Iglesia no
queda manchada con
algún suceso concreto, como el proceso de
Galileo,
o en alguna faceta, como con la Inquisición, sino global-
(*) Critica (Grija!bo-Mondadoti), Barcelona, 1995, 295 págs,
(1) Así L'Église ·au risque de l'Histoire de Jean Dum.ont en los nú­
meros 215-216 y 2.63-264 o Arbol de odio de Philip Wayne Powell en los
números 103 y 315-316 (los segundos con motivo de su aparición en cas­
tellano).
418
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFIC.A.
mente: la era más homogéneamente cristiana de la historia habría
sido la peor
de todas.
Ciertamente, hay reacciones contra tal leyenda antimedieval.
Reacción
de principio pcr parte de los apologistas católicos, que
reivindican los ideales medievales de Cristiandad
· frente a los re­
volucionarios modernos. Y también reacción profesional por parte
de los medievalistas que han investigado los documentos de
la
épcca, en defensa de la pura verdad de los hechds. Esta segunda
es más apreciable en cuanto sitúa .el debate sobre .bases incontro­
vertibles: alguien podrá preferir los impuestos centralizados a los
'feudales' pero nunca probar que estos eran tan onerosos como
se nos quiere hacer creer. En este segundo género es col)ocida la
archivera francesa Régine Pemoud, que ha escrito mfiltiples libros
de divulgación bien fundamentada, y
algunos expresamente vin­
dicatorios
de la Edad Media, muy recomendables y vertidos al
castdlano (2).
Hoy nos vamos a referir a
otro más reciente ( 1992), del pro­
fesor Jacques Heers de
la Sorbona, igualmente fundado en el es­
tudio del especialista y tanto d más combativo aún, como refleja
su título original: Le Moyen Age, une imposture. · · '
El libro presenta cuatro vertientes en su propósito vindica­
dor de la realidad medieval:
l. Ante todo, el restablecimiento de la verdad, oponiendo
casos concretos bien documentados que echan por tierra los cli­
chés caros al antimedievalismo dominante.
Por citar un ejemplo
impresicinante: «En 1377 Nicolás de
Oresme, obispo de Lisieux y consejero del
rey Carlos V [de Fran­
cia], autor de un tratado sobre
la moneda y sobre las mutaciones
monetarias,
de manuales de astronomía y de matemáticas y tra­
ductdr de Aristóteles, proponía a
sus lectores una especie de
juego: suponía que,
partiendo de un mismo lugar de Europa,
Platón había ido hacia el oeste
para dar la vuelta a la Tierra, mien­
tras que Sócrates se había dirigido hacia el este: la solución era
que Platón
viviría un día menos que los habitantes de Europa y
Sócrates un días más. Un poco más tarde, volvió a tratar y a
desarrollar esa misma idea en dos obras eruditas tituladas
Sobre
el espacio y Libro del cielo y del mundo; en dlas afirmaba la ne­
cesidad de determinar una línea de demarcación cuyo paso mar-
(2) REGINE l'BRNoun, A la luz de la Edad Media, Ediciones Juan Gra­
nica, Barcelona, 1983, 258 i,áos. y ¿Qui es la Edad Media?, con prólogo
de Luis Suárez Fernández; Editorial Magisterio Español, Madrid, 1979,
222 págs.
419
Fundaci\363n Speiro

I!vFORMACION BIBLIOGRAFICA
caría el cambio de día. Todo ello existía y era ciertamente anali0
zado, comprendido y asimilado» (págs. 87-88).
Con ejemplos como éste se
echa abajo el mito de una com­
pleta ruptura
en el saber entre la Antigüedad y el Medievo, y
eritre éste y
el .Renacimento. Y por eso sale en defensa de los doc­
tores de Salamanca
en su disputa con Colón; «verdaderos sabios»
en cuyo ambiente éste «parecía más bien un charlatán», por cuan­
to que, excelente navegante, piloto experimentado e intrépido y
conductot
de hombres, «o bien se equivocaba por completd, o
bien falseaba voluntariamente sus estimaciones» respecto a la
proximidad de las Indias {págs.
236-237).
Del mismo mddo, el autor pone en tela de juicio otros muchos
tópicos
asentados acerca dé la media aetas: la falsedad de la pér­
dida
de toda continu.idad literaria y art!stica con la antigüedad,
refiriéndose adetnás al deficiente conocimiento y apreciación de
los clásicos
pot lo mismos renacentistas ; la evolución a peor res­
pecto a la esclavitud
en el tránsito de la 'Edad Media' al 'Rena­
cimiento' ;
la presunta· afición. a la guerra de los nobles, tantas
veces renuentes en
acudir a la hueste real; la explotación econ6-
mica racional de los señoríos ; la nada simple estructura de la
población campesina, la contraposición de campo y ciudad, y
el
mito de una vida municipal libre, democtática y pacífica; y otros
muchos.
2. En segundo lugar restableciendo la honestidad en la com­
paración.
Y a las primeras líneas del
· prólogo contienen · una vibrante
denuncia: «Muy a menudo, nuestras sociedades intelectuales
ma­
nifiestan ser abiertamente racistas. No en el sentido en que inter­
pretamos ese
término generalmente, es decir, no en el sentido
de desaprobación o desprecio hacia otras civilizaciones, costum­
bres o religiones distintas
de las nuestras, sind por una asombrosa
propensión a juzgar negativamente de su pasado» (pág. 9).
Efectivamente, hoy no sería
de buen tono burÍarse de las cos­
tumbres de cualquier tribu perdida de 'primitivos actuales', que
siempre encarnan al buen salvaje frente a la corrupta civilización
-a la que no dejan de pertenecer los que así declaman-.. Sólo
hay, al parecer, unos 'primitivos' merecedores de
todos los escar­
nios: los propios antepasados de la civilización que los denigra.
Heers no deja de repetir que no se muestra
ni rigor ni tole­
rancia
acerca de nuestro pasado. Denuncia al desprecio y condes­
cendencia de quienes al hablar de la Edad Media se creen y se
420
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
dicen superiores sin razón;; los ,juicios sin .esfuerzo de .compren­
si6n, ni modestia, ni un simple respeto.
El contraste es doble: con la 'comprensión' para con.las ma­
yores aberraciones de otras culturas --de los sacrificios aztecas
a las castas
hindúes-y con la incapacidad de estudiar de una
forma igualmente lúcida
nuestro tiempo y nuestra sociedad con
algo más de modestia.
Porque la verdad
es que la tenencia campesina de aquella
época
poseía caracteres en absoluto comparables en

cuanto a
de­
rechos, sino superiores, con lo que hoy constituye el aquiler o
arriendo.
Escandalizarse de los monopolios y peajes
sefioriales es fácil
si se olvidan los actuales monopolios estatales, y que no s6lo al­
gunos túneles o autopistas cuestan peaje, sino que existe el im­
puesto de circulación para todo automóvil. La presión fiscal no
era matemáticamente tan elevada como la
contemporánea y, pese
a su complejidad,
el medievo no conoci6 el gremio de los aseso­
res
fiscales. ¿Por qué, pues, ese escándalo selectivo? ¿No será
-concluye Heers-que indignarse de las exacciones de antaño
da buena conciencia a los responsables de las de hoy.. . y ayudá
a los contribuyentes a no rechlstar?
Del tnismo modd, escandalizarse de. las devociones medieva­
les incluso abusivas, no puede hacerse sin recordar dos cosas:
que la Iglesia las desautorizaba,
y que la censura entonces debe
dirigirse
más que contra 'el hombre medieval' contra el hombre
de todos los
tiempds. ¿O acaso no vemos en nuestro siglo honras
públicas, consagración de calles
y monUl)lentos a 'grandes timo­
neles', incluso conservando su.s momias, todos mucho más per­
niciosos que una Leyenda · Dorada medieval, en todo caso inofen­
siva?
¿O no es más ridiculo aún el culto a las reliquias de los
famosos del espectáculo?
La superstición medieval no era diferente, y sí más disculpa­
ble que la de los modernos medios de comunicaci6n
· difundiendo
hdr6scopos, los fascículos de ciencias ocultas, la astrología por
computador, y
las echadoras de cartas en los graodes almacenes.
En suma, ¿c6mo se atreven a tirar la primera piedra?
Pero, claro, colmar
al pasado de todos los males pertnite sen­
tirse más a gusto en la propia época v en la propia piel.
3.
El tercer aspectd a destacar, que marca una diferencia
respecto a las apologías de Régine Pernoud, es que Heers no
se
engaña ingenuamente suponiendo que la leyenda Negra del Me­
dievo sea debida a pura ignorancia. Es consciente de que óbedece
42!
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGR.A .. FICA.
al propósito deliberado de algunos, mediante verdadetas campa­
ñas de denigración. Y no dude el enumerar y nombrar a tales
autores
ni el sefurlar los intereses· a los que servían:
Históricamente, los primetos fueton
un puñado reducido de
autores italianos que propalaron el concepto de
la superioridad
cultural de su
prdpio círculo artistico, unido en torno al parro­
nazgo de sus cortes, a cuyo ensalzamiento servían al igual que se
servían de
un cierto nacionalismo antigermánico ( del mismo modo
que el protestantismo posterior presentó una vena antilatina). Y
es que la afirmación
de un renacimiento convence más si se injerta
sobre una decadencia.
Fueron luego los protestantes quienes entenebrecieron la
Edad
Media en . su polémica anticatólica, pues también tenían necesi­
dad de remontarse a unos orígenes prístinos
negando la continui­
dad de la tradición: esa época metamente intetmedia también
en
lo cristiano pese a su extrema riqueza y longitud.
Y sobre todo
lo han sido la Revolución Francesa, sus orígenes
ilustrados,
el adoctrinamiento institucional de la Tercera Repú­
blica francesa y cuanto
de ellos trae causa. La leyenda negra anti­
feudal fue propaganda
de combate para justificar la Revdlución,
y luego tuvo el propósito declarado de hacer de los alumnos desde
su
más tierna edad 'sinceros republicanos'. Curiosamente, el blan­
co de todas esas novelas o manuales
'históricos' eran los nobles,
no los burgueses; los anriguos dueños del suelo, no los nuevos.
Al efecto
valía todo. Un caso concreto: los terrores apocalípticos
del año
Mil son una falsedad histórica absdluta, sin ninguna base
documental,
petO justificativos del expolio de los bienes eclesiás,
ticos, puesto que gracias a esa leyenda moderna

habrían sido
ob­
tenidos mediante la supetchería: el miedo al fin del mundo fo ..
mentado para conseguir pingües donaciones.
Heers se explaya en la reproducción de aquellas enormidades
falaces propaladas desde
la Constituyente de 1789, que serían
ridículas si
no · se hubieran inculcado como verdadetas en la en­
señanza hasta
hoy mismo y justificado la catástrofe y la tragedia
de la época revolucionaria.
En cuanto a los marxistas·, que siguieron esa estela, ¿ qué de­
cir de la siguiente declaración de principios,
petla que Heers
reproduce?: «Solamente el empleo de 'feudalismo' para calificar
el régimen de explotación feudal es progresista, puesto que
aso­
cia a la definición del refetente la connotación peyorativa sin la
cual
el trabajo histórico sobre el Antiguo Régimen no sería más
que un acta y no
un combate» (pág. 161 ).
· Ultimo en el tiempo, el autor no deja de aludir al progresis-
422
Fundaci\363n Speiro

INFORM:A.CION ·BJBLlOGRA.PICA
mo católico como continuador del ·desprecio y rechazo. hacia la
cristiandad medieval de los 'filósofos del xvm' y los anticlerica­
les republicanos. Y
junto al progresismo, la pseudo historia de los
últimos siglos
ha llegado a poblar el inconsciente colectivo de la
mayoría ingenua
.de los cristianos, de modo que se sienten algo
responsables
de esos presuntcis crímenes históricos de la Iglesia
Medieval,
de modo que querrían expiarlos y, en todo caso, los
recuerdan y denuncian en todo momento y en cualquier contexto,
con lo que refrendan
la calumnia.
En resumen: «En
lo referente tanto al feudalismo como a la
Iglesia en la Edad Media,
más vale no .hablar de urt clima reinan­
te, sino de consignas, de directrices,
y realmente de una falta total
de originalidad» (pág. 113
).
4._ Finalmente, Heers levanta su objeción a la existencia
misma
de la Edad Media, y con ella del 'hombre medieval', re­
cordándonos que la periodificación no deja de ser una. abstracción
por conveniencias pedagógicas.
Y resignarse a una convención es muy distinto de creer en
la realidad intrínseca y distinta
de una abstracción nacida de es­
peculaciones intelectuales.
Si en su prólogo el autor se proponía «afirmar que esa Edad
Media, en
realidad, no existió; que no es más que una noción
abstracta forjada. a propósito [ ... ]. Se trata, pues, de buscar,
para denunciarlos, los orígenes y
el mecanismo de ese proceso,
de esa verdadera impostura intelectual ... », las últimas palabras
del libro son «una llamada a oponer lo concreto a
las abstrac­
ciones».
El autor ridiculiza expresiones y polémicas tan carentes de
sentido, pero tan frecuentes, como
si determinad0 personaje era
ya 'moderno' o todavía 'medieval'. Si a esas palabras se les quita
su sentido cronológico, de suyo discutible y amplísimo, son sólo
una abstracción arbitraria. Nos encontramos
·ante el mismo error
de quienes emplean 'juventud' por 'animosidad' y se ven obliga­
dos a .defender con ardor· la existencia
de ancianos-jóvenes y-de
jóvenes-viejos.
_Ahora bien, si aceptamos tal crítica en uha vindi­
cación de la Edad Media, ha de ser igualmente para evitar tam­
bién por nuestra parte el recurso a los arquetipos del 'hombre
medieval' y del 'hombre moderno'.
Los calificativos cronológicos no deben sustituir a los cuali­
tativos, son pena de parecernos. a esos 'hombres de nuestro ti~m­
po'
que acusan a su interlocutor dé -'ser de otra época' por man­
tener criterios cristianos, sin caer en al cuenta del absurdo, puesto
423
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
que el hecho de sostener la controversia prueba la perfecta con-
temporaneidad. ·
En suma, un libro documentado, atractivo, combativo, y de
aquellos tan cargados de contenido que sugieren en pocas palabras
más ideas de las que llegan a expresar directamente,
Luis MARiA SANDOVAL.
SOBRE LOS FUNDAMENTOS DE EUROPA
Y
LA RECONSTRUCCION EUROPEA
Bienvenido Gazapo Anilrade: FUNDAMENTOS DE EURO­
PA (*); Andrés Ortega: LA RAZON DE EUROPA (**);
Enrique Barón: EUROPA EN EL ALBA DEL MILE­
NIO
(***); Ulrich lm Hof: LA EUROPA DE LA ILUSTRA­
CION
(****).
Aunque de muy diversa factura, las tres primeras obras tienen
en
común además de haber aparecido casi al mismo tiempo -'las
tres son de 1994-, el aludir a los fundamentos de Europa, tanto
de
los· de la vieja Europa forjados por el 800, c6mo los más pró­
ximos de esta «nueva» Europa, establecidos después de la II Gue­
rra Mundial, pero con antecedentes daros en la bifurcación que
se produjo en Europa al romperse la unidad de la Cristiandad.
Ruptura producida
por los padres de los actuales reconstructores,
cuya herencia reivindican. Este comentario va a referirse casi ex­
clusivamente a ese aspecto común a todas ellas y sirviendo de
contraste la primera a
las otras dos y la última a la primera.
Bienvenido
Gazapo es Catedrático de Historia del Instituto
de Burlada (Navarra)
y esta obra es básicamente un resumen de
su tesis doctoral, dirigida
por el Catedrático de Historia Medieval
(*) Prólogo de Lydia Jiménez, Fundación Universitaria Española, Ma-
drid, 1994, 17 x 24 cm., 298 págs., 3.090 ptas. . ·
(**.) Prólogo de Miguel Herrero de Milíón, El País/ Aguilar, Madrid,
1994, 15,5
X 23, 5 cm., 251 págs. 2.000 ptas. Una extensa recensión de
Juan Manuel Rozas Valdés, ya fue publicada en Verbo, núm. 327-328, ago,.,
tweptiembre-octubre 1994, págs. 875-883.
(***) Prólogo de Carlos Fuentes, Acento, Madrid, 1994, 14,5 X 22 cm.,
XX + 218 págs. 2.220 ptas.
(****) PttSi'ogo de Jacques Le Goff, Crítica, Barcelona, 1993, 15,5 X
23 cm., 260 págs., 2.000 ptas. El libro aparece en una colección titulada
«La Construcci6n de Europa».
424
Fundaci\363n Speiro