Índice de contenidos
Número 343-344
Serie XXXV
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
Qué es tolerancia
-
La disolución actual de la comunidad política. Reflexiones sobre la experiencia española
-
Los nuevos totalitarismos
-
La inevitable estructura mediática de la acción humana
-
Sobre el matrimonio y la familia. Notas sobre algunas corrientes actuales
-
El papel de la educación en la preparación del hombre para la vida política
-
Fukuyama señala límites a la economía. A propósito de «Trust», su último libro
-
El Regeneracionismo de 1898. De la «crisis de 1898» a «¡Todavía el 98!». Historiadores-ideólogos ante la ciencia histórica
-
-
Información bibliográfica
-
Francisco Canals Vidal: La tradición catalana en el siglo XVIII ante el absolutismo y la Ilustración
-
Juan Bms. Vallet de Goytisolo: Metodología de la determinación del Derecho
-
Jean Marie Guéhenno: El fin de la democracia
-
Paul Johnson: Intelectuales
-
Ángel Sánchez de la Torre: La tiranía en la Grecia antigua
-
Jacques Heers: La invención de la Edad Media
-
Sobre los fundamentos de Europa y la reconstrucción europea: Bienvenido Gazapo Andrade. Fundamentos de Europa; Andrés Ortega. La razón de Europa; Enrique Barón. Europa en el alba del milenio; Ulrich Im Hof. La Europa de la Ilustración
-
Gabriel Alférez Callejón: Historia del carlismo
-
Antonio Caponnetto: Hispanidad y leyendas negras. La Teología de la Liberación y la Historia de América
-
AA.VV.: La Gamazada. Ocho estudios para un centenario
-
Autores
1996
Los nuevos totalitarismos
LOS NUEVOS TOTALITARISMOS
POR
ANGEL MAEsTRO
Con la caída, que no desaparición, del marxismo-leninismo,
el demócrata-utópico pensaba que suprimiendo dicho totalitaris
mo, y extingnido hace
ya tantos años el nacionalsocialismo, el
sistema pattitoctático no sólo representaba la quintaesencia de la
política, sino que la humanidad había llegado a su estado
defi
nitivo.
Así se repite de forma más que machacona e insistente, prác
ticamente todos los días y a todas las horas. Existe un colosal
empacho de politización de la vida de
algunos países, de los que
España
-o ex-España-representa un paradigma evidente. No
ya la politización, sino la hiperpolitización de la vida española
representa el
más colosal y gigantesco martilleo unidireccional y
apologético de una idea: la democracia partitocrática.
En otros países existen, con más tradición que en España,
una difusión de noticias,
nd sólo de prensa, sino particularmente
de la televisión y
de la radio. Pero en ninguno existe esa cris
pación continua, ese vivir en tensión permanente, magnificando
y ampliando cualquier suceso. Preferentemente en los últimos
tiempos, en que lo relativo a
la corrupción ha alcanzado limites
difícilmente soportables.
Da
igual que se escuche el boletín informativo de la emisora
que sea, todos
repetirán con mínimas variantes la noticia del día,
destinada de forma ineluctable a ser olvidada
al día siguiente, o a
los pocos
días, por el nuevo escándalo, o por el último atentado
terrorista.
De tanto vivir en crispación permanente nada ya es
importante. Todo es accesorio y circunstancial. Es útil en tanto
no
sea rebasado por algo más moderno. Todo aquél que no man-
Verbo, núm. 343-344 (1996), 257-268 257
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
tenga una asepsia mental, que le permita aislarse para dedicarse
al estudio, al análisis sosegado, a la reflexión, o a un ocio orde
nado, se convierte en esclavo de la situación.
Cuántas veces hablando telefónicamente con algunos amigos,
tengo que pedirles
· que hagan el favor de bajar el volumen de su
aparato de radio para conseguir entenderme con ellos. Luego
critican, y a veces se desesperan con lo que oyen, con las falacias
y con el general predominio de ignorancia y estupidez. Su adic
ción les convierte en masoquistas conscientes, con la necesidad de
oir y escuchar
genera),nente asuntos. oportunistas y útiles sólo
parad día.de hoy, cual si de drogadictos se tratase.
Al menos al . leer up perídico, cabe la posibilidad de pasar
la
hoja, pero el drogadicto radiofónico ha de soportar el comen
tario entero, so
pena de .cortar la conexión de su aparato re
ceptor.
Y cuando. no son las noticias a cada hora, surgen las tertulias
radiofónicas, donde generalmente los tertulianos en privado
se
atreven a sostener opiniones distintas de las que proclaman en
público. Por
si fuera poco la tortura noticiosa, generalmente ma'
nipulada hasta .la· saciedad, se le da al drogadicto radiofónico
una ración extraordinaria, ¡.y con qué _generosidad!, de más alie
nación.
La manipulación de la noticia ya no obedece. a un plan pro
gramado, cual
podría ser el inspirado en tiempos de la Unión
Soviética por un colosal aparato de:propaganda, sino que su' im
pulsión no necesita apenas fuerzas exteriores. Es movida por
una potencia que anida en el
cerebro de casi todos los autolla
mados formadores
de. opinión.
La manipulación de la llamada opinión pública es total. El
sistema. impone sus consignas hasta las· .últimas COilseéuencias.
Antes; la inspiración marxista-leninista, al conocimiento de la cual
el autor de estas
líneas ha dedicado afios de estudio, manejaba de
forma subterránea gran parte de
los medios informativos, más
propiamente de muchos de sus componentes.
No hay duda de que Gramsci y la escuela de Frankfurt
mol
dearon· en gran parte a ·1a sociedad óccideiital actual, más que el
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LOS NUEVOS TOTALITARISMOS
tan ridiculizado «oro de Moscú», cuya existencia ahora, al cono
cerse algunos
de los secretos de la URSS, se sabe que era cierta.
Que no eran conjeturas que suscribiésemos,
unos· pocos ilumina
dos. En frase gramsciana, al que tantas veces siguen sin saberlo,
atacan la superestructura, más no la estructura de los verdaderos
males de la sociedad.
Si alguna voo osa discrepar de lo profundo, de lo. fundamen
tal, y no de lo accesorio, como es la mera anécdota de que
si
Juan Guerra se ha llevado tantos o cuantos millones, si alguien
pone en tela de juicio la pretendidamente sacrosanta Constitu
ción de 1978
-por lo demás, una más entre las numerosas ha
bidas en
España entre 1812 y 1978-, a ese sí se le arroja a
esas tinieblas exteriores.
Estas pretendidas sacerdotisas de la libertad, a la que dicen
oficiar · e inciensar a través de sus comentarios, actúan con tal
uniformidad en los mismos que podemos observar en cualquier
cambio de ministros, de sus comentarios, escritos o· radiofónicos,
ofrecerán una asombrosa uniformidad. Mas no sólo en las ideas
a transmitir, sino en el mismo lenguaje.
Da la sensación de ver algo que
ya se conoce de sobra, pero
a tal punto cual
si de un objeto que arrojásemos al aire, supié
semos de antemano que su
· caída será un hecho absolutamente
cierto y previstó.
En vez de sacrosantos y esforzados defensores de esa plura
lidad, diríase que nos encontramos ante aquellos profesores
dé
periodismo soviético que enseñaban a los periodistas: «La infor
mación no consiste en dar noticias, sino en efectuar la educación
de las masas». Y esa información
al tocar los temas verdadera
mente conflictivos
es . siempre unidireccional.
Antonio Gramsci fue de las figuras
más importantes y de
cisivas del pensamiento y de la praxis marxista-leninista. Se .trata
de alguien que, perfeccionando a Lenin, ha facilitado al marxis
mo la posibilidad de dar no
un solo paso sino muchos hacia
adelante, adaptándolo a situaciones distintas de las iniciales.
Hasta
la llegada de Lenin, el proceso revolucionario estaba programado
de una forma casi puramente escolástica. Lenin superó los
corl-
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Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
dicionantes previos, demostrando con los hechos que era posible
el paso del Estado casi feudal al Estado socialista, saltando sobre
la que hasta entonces
parecía inevitable etapa de transición que
era la revolución burguesa.
Convertir el marxismo
dogmático en. una guía para la acción
fue un logro de Lenin. Como consecuencia del éxito, surgieron
también
los leninista,, aferrados únicamente a los escritos de su
maestro.
Gramsci, en su revolución intelectual, que se ha demostrado
tan efectiva, comprendió que el intelectual
-más que el intelec
tual puro podríamos decir el comunicador-debería conseguir
la convicción permanente, algo
as( como el gigantesco lavado de
cerebro
popular que opere provocando en las masas la convic
ción o el consentimiento de las mismas, mucho más que la tosca
fuerza de efectos meramente transitorios. El intelectual debe pro
vocar la destrucción acelerada de los valores clásicos, bien sea
religión, patria, familia, procurar un sentido de menosprecio hacia
los mismos,
y una convicción popular de ridículo -con efectos
mucho
más duraderos que destructivos-, y para ello se acelerará
la valoración de los diferentes aspectos de signo contrario, bien
sea folklore, teatro, periodismo,
la canción.
La conquista de la sociedad civil fue la indiscutible aporta
ción gramsciana
y su originalidad más evidente. Siempre será más
eficaz todo lo que lleva en s( una connotación pol!tica clara que
lo
espec!ficamente pol!tico, lo que bajo una animación cultural,
periodística o sociológica sea susceptible de destruir los valores
clásicos,
y que pueda generar las condiciones precisas para el
triunfo del nuevo poder cultural.
Causa asombro ver hasta qué
grado llega la nueva concepción
de la Sociedad, muchísimo más allá de la brutalidad de
la revo
lución bolchevique; llega al sometimiento mental de la sociedad,
algo similar
al mundo de «1984» de Oiwell. El controlador es
tará en uno mismo, y esa alienación evitará cualquier desviación
del pensamiento señalado como correcto.
Los señores
del nuevo totalitarismo atacarán la superficialidad
de
los defectos del sistema, pero nunca su última consecuencia,
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Fundaci\363n Speiro
LOS NUEVOS TOTALITARISMOS
cual las reglas del juego de la oligarquía partitocrática. Hablarán
de las corrupciones de determinados personajes cercanos al poder,
creyendo así ejercer una labor profiláctica y convencidos de
efec
tuar la labor crítica del sistema. Pero nunca llegan a su conse
cuencia definitiva, la suplantación del poder por esa oligarquía
partitocrática, que en nombre de una hipotética libertad formal,
asfixia
al ciudadano y le impide solucionar sus problemas ver
daderos. Eso sí, llenándole de artículos de las mismas plumas que
hablan del «buen sentido popular», «del fino instinto del pue
blo», «del sentimiento común de
los votantes», condenados los
pobres a arrojar una papeleta en las urnas cada tres o cuatro
años, donde la posibilidad de elección de ·unas listas cerradas por
la oligarquía partitocrática, aliena a las masas creyendo que son
soberanas, y no
scin sino meras comparsas de esa oligarquía des
pótica, pero disfrazada de democracia.
La autoridad indiscutible, so pena de ser reducido a las
ca
tacumbas, de lo que se llama la opinión pública mediatizada y
manipulada por la repetición
ad nauseam de las mismas noticias,
sea cual sea el medio informativo, originando algo que escapa a
la masa, y
es que la hiperinfotmación a la que antes nos refería
mos, origina el mayor y
más considerable déficit de información:
la hiperinformación consigue la infrainformación. Dicho macha
coneo increíble de repetición, en un mecanismo orwelliano, ori
gina una capacidad de amnesia a la medida del continuo bombar
deo infotmativo, como sostiene un pensador de izquierdas, Alain
Mine. No importa que sea de izquierdas, si osa discrepar del
sistema podrá ser calificado de fascista, considerando que los
me
dios de comunicación son creadores de un «sentido» cada vez más
evanescente y que cada vez pasa más de la Historia en profundidad,
de los principios de la motal, de los reflejos éticos o, simplemente,
del sentido común.
Se acredita así la existencia de un bomo me
diaticus conectado a la información y convertido en el electrón
de base
de nuestras sociedades modernas, lo mismo que el homo
sovieticus~ propugnado por Zinoviev, en la, sociedad soviética. En
definitiva, la opinión pública parece condenada a ser gobernada
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Fundaci\363n Speiro
'A.NGEL MAES'J'RO
por los medios de comunicación tan firmemente como la sociedad
civil pudiera serlo por tal o
.cual partido totalitario.
El poder los medios de comunicación se ha convertido en un
nuevo
totalitarismo tan poderoso que domina no sólo lo material,
sino las conciencias. Un grupo de autocalificados formadores de
la opinión, imponen su concepción de la vida, de la sociedad, de
lo que
es bueno o malo a una inmensa mayoría de desinformados.
La frase.del.ruso V. Rozanov, citada por Soljenitsin:. «La demo
cracia es una forma mediante la cual una minoría bien organizada
gobierna a una mayoría desorganizada», adquiere plena realidad
en
la actual. dictadura de lo.s controladores de la opinión pública.
Un redu.cido grupo de «estrellas» de las ondas informativas,
y
.dos o . tres diarios exponen irunisericordemente todo aquello
que con arreglo a su juicio inapelable es bueno, neutro o conde
nable. Hasta esa particularidad decadente de .nuestra época, como
los repulsivos jueces «vedettes» prostituyendo la justicia, halagan
a
esos «formadores» de la opinión.
De esa no santa trinidad característica del control de nuestra
sociedad.: los medios de comunicación, los jueces y la opinión
pública,
los segundos halagan a los primeros. Los jueces «estre
Ila» poseídos de ese afán de gloria y notoriedad, tan alejados de
la verdadera función judicial, se muestran en sus sentencias
«com
prensivos» con el uso de la calumnia, del insulto, de la injuria,
por parte de
algunos medios de comunicación, resaltando en di
chas . sentencias cómo el derecho a la información prevalece sobre
el derecho al honór.
La ju~catura, o gran parte de ella, esos jueces que son noticia
por sí mismos a diario en cualquier espacio informativo, son re
verentes con la amenaza de los medios de comunicación. Son po
derosos sí, instruyendo sumarios que después para los juristas
son modelos de obras mal hechas, precipitadas y ayunas
casi de
ciencia jurídica. La arrogancia y soberbia de su casi prepotencia
útilizando
el arma de la prisión preventiva a gusto personal de
cada ·uno, hace quC sean objeto de noticia casi-cotidiana. Y saben
que para mantener ese · «estrellato» necesitan de los medios de
comunicación.
De lo que se diga de eilos en ·esas tertulias radio-
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Fundaci\363n Speiro
LOS NUEVOS TOTALITARISMOS
fónicas, que a su vez se nutrirán de lo que hayan dicb.o dos o
tres periódicos
el día anterior.
Saben y
conocen esos jueces, que sin el soporte informativo
no. serían apenas nada, que sus actuaciones · sin la colosal caja de
resonancia estarían
limitadas a la esfera jurídica_, pero ni mucho
menos llegarían a conocimiento del gran público. Si no tuviesen
la cobertura radiofónica, televisiva o gráfica, sus operaciones es
pectaculares, con el helicóptero incluido --el helicóptero, al igual
que en el cine de acción, .se convierte en pieza insustituible---,
no serían conocidas más allá de los medios judiciales o periodís
ticos.
¿De cuándo el hombre o mujer de cultura limitada ·a los
jugadores de futbol o a
las artistas de moda con su intensa vida
sentimental, conocería el
nombre de los jueces y los reconocería
nada
más aparecer en la televisión?
Por ello, esa parte podrida de
la judicatura, ha de hala
gar desaforadamente a
los «formadores» de opinión si · quiere
seguir siendo noticia, si quiere seguir siendo conocida de la opi
nión. De cumplir con su deber sin alharacas sólo le
quedaría la
satisfacción del cumplimiento de su deber y con su conciencia.
Pero eso, ¡ay!, no es popular, no vende.
Ese grupo, no más de una treintena de personas, que da for
ma a la opinión, y que decide inmisericordemente qué es o no es
noticia, abarca todas las facetas del ser humano. Decidirá cuál
aberración literaria de última hora, aunque el autor esté próximo
al analfabetismo, disfrutará de la popularidad, efímera general
mente,
pero su nombre llegará a todas partes. Si, por contra, un
autor no
gooa de simpatía o credibilidad democrática aunque fue
se un Cervantes o un Shakespeare, será o vilipendiado o, lo que
es casi peor, olvidado, silenciado. Simplemente no existe.
Así vemos a verdaderos ignorantes, bien
sea en terrenos cul
turales, científicos, literarios, artísticos, exaltados al paroxismo,
y sus obras elevadas al nuevo Olimpo.
Cualquiera que ose discrepar
de· lo profundo del sistema
será anatematizado, con el insulto definitivo de ser fascista o
mantener una actitud fascista. Resulta curioso que cuando los
componentes
de una organización· marxista leninista, y en ·la que
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ANGEL MAESTRO
además ellos mismols así se proclaman, cómo ante cualquier acto
terrorista, las reacciones siempre serán
las. mismas. Inmediata
mente
la enérgica condena de los políticos y centrales sindicales.
Seguida de
la firme convicción de que el atentado, por cruel que
haya sido,
no-aherará la convivencia democrática, y que la demo
cracia
es tan fuerte que el mejor procedimiento es el aislar demo
cráticamente a tales individuos. Inevitablemente aparecerán des
pués los calificativos
de «fascista» a la actitud de los terroristas.
Esto es tan seguro como
la ley de la gravedad.
Pero esos
medioS informativos, mejor esos formadores, con
su escuela de futuros plumillas ambiciosos que aspiran asombrar
más
todavía, en un camino donde todo está permitido, tienen al
gunos dogmas ante los que se inclinan reverentes. Los mismos
que atacan a
la Iglesia Católica, no progresista desde luego, acu
sándola
de mantener los dogmas, poseen varios en los que el dog
matismo es aplicado al extremo.
Citemos solamente dos: la democracia es uno.
El otro, el
holocausto. Sobre el primero se
podrá insultar al presidente del
gobierno, a los ex-miembros del mismo, a los altos dirigentes que
cometieron enormes malversaciones,
atacar a unos u otros opo
sitores sean del signo que sean, etc. No habrá ningún problema.
Pero si alguien osa
ir más lejos, y discutir no a los personajes
sino al sistema en sí, y simplemente
exponer los aspectos negativos
de la democracia, considerar que es una forma política más y no
sacralizarla,
el que tal se atreva habrá negado el dogma, y como
tal, deberá ser tratado. También todo aquel que simplemente qui
siera con un espíritu liberal acogerse a
la libertad expresada en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos
-por tanto
nada sospechosa de integrismo, o de
fascismo-discrepando no
ya de la existencia, sino de la cuantía del holocausto, sea maldito
y artojado al fuego eterno.
Puede negarse la existencia de
Dios, proferir incluso blasfe
mias en espectáculos públicos y televisivos, pero
ha de ser per
mitido
en aras de la libertad de expresión. Lo contrario sería
una actitud retrógrada
y fascista.
Pero el que niegue la Democracia y ponga simplemente en
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LOS NUEVOS TOTALITARISMOS
duda tal o cual aspecto del Holocausto será perseguido judicial
mente.
Cualquier persona puede exponer absutdos. Quedaría clasifi
cado según la necedad que haya expresado,
pero por ello no se
le persigue. Puede, por ejemplo, un orate exponer -al estilo
de la literatura esotérica que invade cada
vez más la civilización
pagana y
occidental-que la Batalla de Lepanto no existió nunca,
que fue un espejismo provocado por la particularidad de las
co
rrientes atmosféricas en ciertos puntos de la tierra en combinación
con los efectos marinos. O explicar que Felipe
II era un extrate
rrestre que procedía de una nave espacial, enviado desde otra
galaxia como explorador. No pasará nada. Algunos rebatirán
eoas
tesis, diciendo que el extraterrestre no era Felipe II, sino Anto
nio Pérez. La mayoría dudará con razón del estado mental del
autor de tales teorías, pero no ocurrirá más.
Mas si
alguien trata de expresar públicamente sus dudas sobre
la virtud y la sacralización de
la democracia, o trata de explicar
que las víctimas del Holocausto no eran tantas, que
Dios se
apiade de él. Más le valdría arrojarse al mar con la piedra de
molino al cuello.
Los nuevos propugnadores del totalitarismo han sido grams
cianos sin saberlo, e incluso han superado
los proyectos del revo
lucionario sardo. Ante su poder oligárquico todos
se inclinan:
los casi omnipotentes jueces estrella atentos al «vedettismo», los
políticos que tratan de servir a la opinión pública
captando de
esos budas
si merecerán el aplauso o el gesto negativo de su
línea política. No por lo que ella tenga en sí de servicio al bien
común, por encima de modas y gustos efimeros,
sino el saber si
habrán captado bien cómo deben desarrollar y llevar a la prác
tica lo que
los treinta oligarcas decidan. También los pastores de
la Iglesia progresista, atentos a servir no al Bien, sino a lo que
los nuevos dictadores puedan decir de ellos y dar su veredicto
de progresista. No
se dice lo que se piensa sino aquello que se le
dice debe pensar.
Uno de los puntos de
apoyo, probablemente el más importan'
te, sobre el que justifican su indiscutido magisterio,· y sirve de
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ANGEL. MAESTRO
coartada para imponer su juicio inapelable son los sondeos. Son
deos y encuestas utilizados como recurso a una inexistente de
mocracia participativa, y que permite a los manipuladores de los
mismos ofrecer cifras y perspectivas útiles para cada momento.
Bien para justificar una política o criticarla
..
Nada más lejos de la juiciosa y medida reflexión que esa
toma de
ánimo de la sociedad, y que permite exaltar o condenar
aquello que los budas juzguen exaltable o condenable.
Régis De
bray; no sospechoso de reaccionario ni de fascista, ha calificado
al Estado actual de «Estado Polaroid»,
ya que ha de reflejar ins
tantáneamente
el pretendido pensamiento de la sociedad. El ci
tado Alain Mine, coincide en que dicho Estado se ha convertido
en un prisionero del culto a la instantaneidad, en un esclavo de
la sociedad civil, y no en su tut01:. Con los sondeos y con las
elecciones pasa lo mismo que con
los consejeros más serviles del
mónarca, que sueñan con «cambiar de pueblo, cuandd el pueblo
no está contento»·. Envalentonados por su Victoria, los sondeos
se apr_esuraron a salir del ámbito electoral, que ya se les quedaba
demasiado estrecho.
Si el instrumento es tan poderoso, ¿por qué
no utilizarlo para medir, en tiempo real, los gustos y las aspira
ciones de la población? Y he aquí a
la poblacic
interrogada a
diario sobre todo y desde la conveniencia de bajar las cargas
so
ciales, hasta las cuestiones de bidética, pasando por el fenómeno
de las madres convertidas de alquiler o la anorexia mental
...
Pero ade!Ill!s la escasa fiabilidad de los mismos, y su manipu
lación hace'
del culto al sondeo, de su idolatría, algo tan sospe
choso
. que nos ofrece algo no ya de dudosa fiabilidad, sino de
reconocida falsedad.
Resulta increíble que con
~asión de la emisión de un pro
grama
con mensajes sibilinos a veces, y otras veces descarada
mente disolventes, emtido por una cadena de televisión privada
de
~paña, relativo a los sucesos en una farmacia, y que parece
ser alcanzó cotas muy altas
de audiencia, se dijese que el último
programa
de dicha serie zafia, lo viesen 13.148.000 espectadores.
¿Y por qué no 13.171.142? ¿O 12 .. 942.009? ¿De dónde sale ese
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Fundaci\363n Speiro
LOS NUEVOS TOT A.UT,ARISMOS
ridículo afán de precisión destinado a dar más verosimilitud a la
intoxicación informativa?
El autor de este trabajo no es ermitaño ni anacoreta, sino que
vive inmerso en la
sociedad actual, y además ha de conversar con
muchísimas personas de estamentos diferentes, desde académicos
e intelectuales a maquinistas de locomotoras, pasando por
técni
cos de distintos grados, militares, periodistas, escritores u orde
nanzas. Cuando una encuesta se ha hecho a más de 13.000.000
de personas, resulta imposible que nadie le haya comentado que
al menos alguien
de su familia · o de sus amigos hubiese sido · pre
guntado en tal encuesta. Uno
de cada tres españoles deberla haber
sido consultado en d referido sondeo. Creo que las dudas sobre
su. verosimilitud son. más · que razonables.
También otro
tópi\:<) de los comentaristas y políticos es el
hablar de la filosofía
'de tal o cual mensaje. Antes la filose1fía era
el estudio de la ciencia del conocimiento de las ccisas por sus cau
sas o primeros principios. Ahora todo tiene su filosof!a: así
veremos
al entrenador de futbol, que nos hablará de 1a filosofía
del partido próximo, bien sea basado en el, ataque o ,eo la ~
fensa. Al hablar ele las veotaj1is del tranvía o del autobús en el
transporte urbano,
se añadirá cuál es la filosofía· de ami,.,;. me
dios .de transporte. O de la filosofía deheguro de vida, respiecto
a la filosofía de los planes de pensiones individuales. Todo ten.drá
su «filosofía». Verdaderamente podría!Ilos !¡abiar de .la «filosofía~
de la estupidez y de la necedad. .
Por último, un ejemplo significativo encontramos en el cáso
de la pena de muerte. Esa pena c;le )I!uerte, qiie acertadamente
señala
el pensador Aquilino Duque, cuya abolición es una de las
muchas hipocresías
del «Estado de Derechos». Y que irónica;
mente califica
de privatización.de la misma. Deja ele ser apHcada
por el Estado, pero sí es aplicada por individuos particulares,
como el delincuente y el terrorista,' quieoes nunca dan a su víc
tima la oportunidad de defend:e!s~. e~ un juicio p:úblico, cosa que
suele hacer
el, Es.tado de1 Derecho: Cuando )a mayqría c;le la opi
nión pública, no' s6lo en ex-E~pafia, sino en' bttaS· hacione'S. eu
ropeas, quiere la aplicación de la pena de muerte, los políticos
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Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
teóricamente elegidos como representantes del pueblo ignoran la
voluntad popular.
En 1981 la Asamblea Nacional francesa supri
mía la pena de muerte por 363 votos contra 117. Los votos de
los parlamentarios franceses diferían totalmente de las encuestas
de opinión, ya que sólo una minoría de los franceses quería la
supresión de la
pena de muerte. Se reafirma la aseveración al
cabo del tiempo,
de Menéndez Pelayo: «. . . mil veces se ha visto
por el mundo ir por un lado la voluntad nacional y por otro la
de sus
procuradores».
Disociación total entre la voluntad popular teóricamente so
berana, frente a la expresión de sus representantes. Cdn ocasión
del fallecimiento de ese gran oportunista que fue F. Miterrand,
un conocido comentarista liberal español citaba esa discrepancia,
más aún, falsificación de la expresión teórica del boen sentido
del pueblo, explicando que el buen sentido se refugia con fre
CUl!Dcia en los parlamentos ttente a la opinión pública, masifica
da, embrutecida tantas veces por la televisión ...
La desfachatez de estds argumentos «liberales» es asombrosa.
Podríamos hablar con propiedad de la
Ley del embudo. Cuando
se trata de afirmar las teorías de esos dictadores liberales, nuevos
jacobinos, los tópicos se repiten sin cesar: «el pueblo, con su fino
instinto», «los votantes en las urnas castigan» ... , etc. Pero cuan
do esos votantes rompen esa alienación y sostienen algo diame
tralmente opuesto
a lo sostenido por los «bndas» políticos, o de
los
medids de comunicación, entonces el pueblo se equivoca, el
buen sentido se refugia
en los parlamentos. ¿Dónde está dicho
buen sentido cuando esos parlamentarios aplican la pena de
muer
te al inocente, a través del aborto?
Deberían repetir cuando no
· coinciden con la sacrosanta vo
luntad popular, uno de sus tópicos: «La grandeza de la demo
cracia». Mas no, si esa masa
defiende la aplicación de la pena
de muerte, entonces el pueblo se convierte
en masa borreguil a
la que hay que adoctrinar. Pocas ocasiones tan claras como esta
para ver la realidad de
la democracia partit0ctática: una minoría
organizada gobernando a una mayoría desorganizada.
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ANGEL MAEsTRO
Con la caída, que no desaparición, del marxismo-leninismo,
el demócrata-utópico pensaba que suprimiendo dicho totalitaris
mo, y extingnido hace
ya tantos años el nacionalsocialismo, el
sistema pattitoctático no sólo representaba la quintaesencia de la
política, sino que la humanidad había llegado a su estado
defi
nitivo.
Así se repite de forma más que machacona e insistente, prác
ticamente todos los días y a todas las horas. Existe un colosal
empacho de politización de la vida de
algunos países, de los que
España
-o ex-España-representa un paradigma evidente. No
ya la politización, sino la hiperpolitización de la vida española
representa el
más colosal y gigantesco martilleo unidireccional y
apologético de una idea: la democracia partitocrática.
En otros países existen, con más tradición que en España,
una difusión de noticias,
nd sólo de prensa, sino particularmente
de la televisión y
de la radio. Pero en ninguno existe esa cris
pación continua, ese vivir en tensión permanente, magnificando
y ampliando cualquier suceso. Preferentemente en los últimos
tiempos, en que lo relativo a
la corrupción ha alcanzado limites
difícilmente soportables.
Da
igual que se escuche el boletín informativo de la emisora
que sea, todos
repetirán con mínimas variantes la noticia del día,
destinada de forma ineluctable a ser olvidada
al día siguiente, o a
los pocos
días, por el nuevo escándalo, o por el último atentado
terrorista.
De tanto vivir en crispación permanente nada ya es
importante. Todo es accesorio y circunstancial. Es útil en tanto
no
sea rebasado por algo más moderno. Todo aquél que no man-
Verbo, núm. 343-344 (1996), 257-268 257
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
tenga una asepsia mental, que le permita aislarse para dedicarse
al estudio, al análisis sosegado, a la reflexión, o a un ocio orde
nado, se convierte en esclavo de la situación.
Cuántas veces hablando telefónicamente con algunos amigos,
tengo que pedirles
· que hagan el favor de bajar el volumen de su
aparato de radio para conseguir entenderme con ellos. Luego
critican, y a veces se desesperan con lo que oyen, con las falacias
y con el general predominio de ignorancia y estupidez. Su adic
ción les convierte en masoquistas conscientes, con la necesidad de
oir y escuchar
genera),nente asuntos. oportunistas y útiles sólo
parad día.de hoy, cual si de drogadictos se tratase.
Al menos al . leer up perídico, cabe la posibilidad de pasar
la
hoja, pero el drogadicto radiofónico ha de soportar el comen
tario entero, so
pena de .cortar la conexión de su aparato re
ceptor.
Y cuando. no son las noticias a cada hora, surgen las tertulias
radiofónicas, donde generalmente los tertulianos en privado
se
atreven a sostener opiniones distintas de las que proclaman en
público. Por
si fuera poco la tortura noticiosa, generalmente ma'
nipulada hasta .la· saciedad, se le da al drogadicto radiofónico
una ración extraordinaria, ¡.y con qué _generosidad!, de más alie
nación.
La manipulación de la noticia ya no obedece. a un plan pro
gramado, cual
podría ser el inspirado en tiempos de la Unión
Soviética por un colosal aparato de:propaganda, sino que su' im
pulsión no necesita apenas fuerzas exteriores. Es movida por
una potencia que anida en el
cerebro de casi todos los autolla
mados formadores
de. opinión.
La manipulación de la llamada opinión pública es total. El
sistema. impone sus consignas hasta las· .últimas COilseéuencias.
Antes; la inspiración marxista-leninista, al conocimiento de la cual
el autor de estas
líneas ha dedicado afios de estudio, manejaba de
forma subterránea gran parte de
los medios informativos, más
propiamente de muchos de sus componentes.
No hay duda de que Gramsci y la escuela de Frankfurt
mol
dearon· en gran parte a ·1a sociedad óccideiital actual, más que el
258
Fundaci\363n Speiro
LOS NUEVOS TOTALITARISMOS
tan ridiculizado «oro de Moscú», cuya existencia ahora, al cono
cerse algunos
de los secretos de la URSS, se sabe que era cierta.
Que no eran conjeturas que suscribiésemos,
unos· pocos ilumina
dos. En frase gramsciana, al que tantas veces siguen sin saberlo,
atacan la superestructura, más no la estructura de los verdaderos
males de la sociedad.
Si alguna voo osa discrepar de lo profundo, de lo. fundamen
tal, y no de lo accesorio, como es la mera anécdota de que
si
Juan Guerra se ha llevado tantos o cuantos millones, si alguien
pone en tela de juicio la pretendidamente sacrosanta Constitu
ción de 1978
-por lo demás, una más entre las numerosas ha
bidas en
España entre 1812 y 1978-, a ese sí se le arroja a
esas tinieblas exteriores.
Estas pretendidas sacerdotisas de la libertad, a la que dicen
oficiar · e inciensar a través de sus comentarios, actúan con tal
uniformidad en los mismos que podemos observar en cualquier
cambio de ministros, de sus comentarios, escritos o· radiofónicos,
ofrecerán una asombrosa uniformidad. Mas no sólo en las ideas
a transmitir, sino en el mismo lenguaje.
Da la sensación de ver algo que
ya se conoce de sobra, pero
a tal punto cual
si de un objeto que arrojásemos al aire, supié
semos de antemano que su
· caída será un hecho absolutamente
cierto y previstó.
En vez de sacrosantos y esforzados defensores de esa plura
lidad, diríase que nos encontramos ante aquellos profesores
dé
periodismo soviético que enseñaban a los periodistas: «La infor
mación no consiste en dar noticias, sino en efectuar la educación
de las masas». Y esa información
al tocar los temas verdadera
mente conflictivos
es . siempre unidireccional.
Antonio Gramsci fue de las figuras
más importantes y de
cisivas del pensamiento y de la praxis marxista-leninista. Se .trata
de alguien que, perfeccionando a Lenin, ha facilitado al marxis
mo la posibilidad de dar no
un solo paso sino muchos hacia
adelante, adaptándolo a situaciones distintas de las iniciales.
Hasta
la llegada de Lenin, el proceso revolucionario estaba programado
de una forma casi puramente escolástica. Lenin superó los
corl-
259
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
dicionantes previos, demostrando con los hechos que era posible
el paso del Estado casi feudal al Estado socialista, saltando sobre
la que hasta entonces
parecía inevitable etapa de transición que
era la revolución burguesa.
Convertir el marxismo
dogmático en. una guía para la acción
fue un logro de Lenin. Como consecuencia del éxito, surgieron
también
los leninista,, aferrados únicamente a los escritos de su
maestro.
Gramsci, en su revolución intelectual, que se ha demostrado
tan efectiva, comprendió que el intelectual
-más que el intelec
tual puro podríamos decir el comunicador-debería conseguir
la convicción permanente, algo
as( como el gigantesco lavado de
cerebro
popular que opere provocando en las masas la convic
ción o el consentimiento de las mismas, mucho más que la tosca
fuerza de efectos meramente transitorios. El intelectual debe pro
vocar la destrucción acelerada de los valores clásicos, bien sea
religión, patria, familia, procurar un sentido de menosprecio hacia
los mismos,
y una convicción popular de ridículo -con efectos
mucho
más duraderos que destructivos-, y para ello se acelerará
la valoración de los diferentes aspectos de signo contrario, bien
sea folklore, teatro, periodismo,
la canción.
La conquista de la sociedad civil fue la indiscutible aporta
ción gramsciana
y su originalidad más evidente. Siempre será más
eficaz todo lo que lleva en s( una connotación pol!tica clara que
lo
espec!ficamente pol!tico, lo que bajo una animación cultural,
periodística o sociológica sea susceptible de destruir los valores
clásicos,
y que pueda generar las condiciones precisas para el
triunfo del nuevo poder cultural.
Causa asombro ver hasta qué
grado llega la nueva concepción
de la Sociedad, muchísimo más allá de la brutalidad de
la revo
lución bolchevique; llega al sometimiento mental de la sociedad,
algo similar
al mundo de «1984» de Oiwell. El controlador es
tará en uno mismo, y esa alienación evitará cualquier desviación
del pensamiento señalado como correcto.
Los señores
del nuevo totalitarismo atacarán la superficialidad
de
los defectos del sistema, pero nunca su última consecuencia,
260
Fundaci\363n Speiro
LOS NUEVOS TOTALITARISMOS
cual las reglas del juego de la oligarquía partitocrática. Hablarán
de las corrupciones de determinados personajes cercanos al poder,
creyendo así ejercer una labor profiláctica y convencidos de
efec
tuar la labor crítica del sistema. Pero nunca llegan a su conse
cuencia definitiva, la suplantación del poder por esa oligarquía
partitocrática, que en nombre de una hipotética libertad formal,
asfixia
al ciudadano y le impide solucionar sus problemas ver
daderos. Eso sí, llenándole de artículos de las mismas plumas que
hablan del «buen sentido popular», «del fino instinto del pue
blo», «del sentimiento común de
los votantes», condenados los
pobres a arrojar una papeleta en las urnas cada tres o cuatro
años, donde la posibilidad de elección de ·unas listas cerradas por
la oligarquía partitocrática, aliena a las masas creyendo que son
soberanas, y no
scin sino meras comparsas de esa oligarquía des
pótica, pero disfrazada de democracia.
La autoridad indiscutible, so pena de ser reducido a las
ca
tacumbas, de lo que se llama la opinión pública mediatizada y
manipulada por la repetición
ad nauseam de las mismas noticias,
sea cual sea el medio informativo, originando algo que escapa a
la masa, y
es que la hiperinfotmación a la que antes nos refería
mos, origina el mayor y
más considerable déficit de información:
la hiperinformación consigue la infrainformación. Dicho macha
coneo increíble de repetición, en un mecanismo orwelliano, ori
gina una capacidad de amnesia a la medida del continuo bombar
deo infotmativo, como sostiene un pensador de izquierdas, Alain
Mine. No importa que sea de izquierdas, si osa discrepar del
sistema podrá ser calificado de fascista, considerando que los
me
dios de comunicación son creadores de un «sentido» cada vez más
evanescente y que cada vez pasa más de la Historia en profundidad,
de los principios de la motal, de los reflejos éticos o, simplemente,
del sentido común.
Se acredita así la existencia de un bomo me
diaticus conectado a la información y convertido en el electrón
de base
de nuestras sociedades modernas, lo mismo que el homo
sovieticus~ propugnado por Zinoviev, en la, sociedad soviética. En
definitiva, la opinión pública parece condenada a ser gobernada
261
Fundaci\363n Speiro
'A.NGEL MAES'J'RO
por los medios de comunicación tan firmemente como la sociedad
civil pudiera serlo por tal o
.cual partido totalitario.
El poder los medios de comunicación se ha convertido en un
nuevo
totalitarismo tan poderoso que domina no sólo lo material,
sino las conciencias. Un grupo de autocalificados formadores de
la opinión, imponen su concepción de la vida, de la sociedad, de
lo que
es bueno o malo a una inmensa mayoría de desinformados.
La frase.del.ruso V. Rozanov, citada por Soljenitsin:. «La demo
cracia es una forma mediante la cual una minoría bien organizada
gobierna a una mayoría desorganizada», adquiere plena realidad
en
la actual. dictadura de lo.s controladores de la opinión pública.
Un redu.cido grupo de «estrellas» de las ondas informativas,
y
.dos o . tres diarios exponen irunisericordemente todo aquello
que con arreglo a su juicio inapelable es bueno, neutro o conde
nable. Hasta esa particularidad decadente de .nuestra época, como
los repulsivos jueces «vedettes» prostituyendo la justicia, halagan
a
esos «formadores» de la opinión.
De esa no santa trinidad característica del control de nuestra
sociedad.: los medios de comunicación, los jueces y la opinión
pública,
los segundos halagan a los primeros. Los jueces «estre
Ila» poseídos de ese afán de gloria y notoriedad, tan alejados de
la verdadera función judicial, se muestran en sus sentencias
«com
prensivos» con el uso de la calumnia, del insulto, de la injuria,
por parte de
algunos medios de comunicación, resaltando en di
chas . sentencias cómo el derecho a la información prevalece sobre
el derecho al honór.
La ju~catura, o gran parte de ella, esos jueces que son noticia
por sí mismos a diario en cualquier espacio informativo, son re
verentes con la amenaza de los medios de comunicación. Son po
derosos sí, instruyendo sumarios que después para los juristas
son modelos de obras mal hechas, precipitadas y ayunas
casi de
ciencia jurídica. La arrogancia y soberbia de su casi prepotencia
útilizando
el arma de la prisión preventiva a gusto personal de
cada ·uno, hace quC sean objeto de noticia casi-cotidiana. Y saben
que para mantener ese · «estrellato» necesitan de los medios de
comunicación.
De lo que se diga de eilos en ·esas tertulias radio-
262
Fundaci\363n Speiro
LOS NUEVOS TOTALITARISMOS
fónicas, que a su vez se nutrirán de lo que hayan dicb.o dos o
tres periódicos
el día anterior.
Saben y
conocen esos jueces, que sin el soporte informativo
no. serían apenas nada, que sus actuaciones · sin la colosal caja de
resonancia estarían
limitadas a la esfera jurídica_, pero ni mucho
menos llegarían a conocimiento del gran público. Si no tuviesen
la cobertura radiofónica, televisiva o gráfica, sus operaciones es
pectaculares, con el helicóptero incluido --el helicóptero, al igual
que en el cine de acción, .se convierte en pieza insustituible---,
no serían conocidas más allá de los medios judiciales o periodís
ticos.
¿De cuándo el hombre o mujer de cultura limitada ·a los
jugadores de futbol o a
las artistas de moda con su intensa vida
sentimental, conocería el
nombre de los jueces y los reconocería
nada
más aparecer en la televisión?
Por ello, esa parte podrida de
la judicatura, ha de hala
gar desaforadamente a
los «formadores» de opinión si · quiere
seguir siendo noticia, si quiere seguir siendo conocida de la opi
nión. De cumplir con su deber sin alharacas sólo le
quedaría la
satisfacción del cumplimiento de su deber y con su conciencia.
Pero eso, ¡ay!, no es popular, no vende.
Ese grupo, no más de una treintena de personas, que da for
ma a la opinión, y que decide inmisericordemente qué es o no es
noticia, abarca todas las facetas del ser humano. Decidirá cuál
aberración literaria de última hora, aunque el autor esté próximo
al analfabetismo, disfrutará de la popularidad, efímera general
mente,
pero su nombre llegará a todas partes. Si, por contra, un
autor no
gooa de simpatía o credibilidad democrática aunque fue
se un Cervantes o un Shakespeare, será o vilipendiado o, lo que
es casi peor, olvidado, silenciado. Simplemente no existe.
Así vemos a verdaderos ignorantes, bien
sea en terrenos cul
turales, científicos, literarios, artísticos, exaltados al paroxismo,
y sus obras elevadas al nuevo Olimpo.
Cualquiera que ose discrepar
de· lo profundo del sistema
será anatematizado, con el insulto definitivo de ser fascista o
mantener una actitud fascista. Resulta curioso que cuando los
componentes
de una organización· marxista leninista, y en ·la que
263
Fundaci\363n Speiro
ANGEL MAESTRO
además ellos mismols así se proclaman, cómo ante cualquier acto
terrorista, las reacciones siempre serán
las. mismas. Inmediata
mente
la enérgica condena de los políticos y centrales sindicales.
Seguida de
la firme convicción de que el atentado, por cruel que
haya sido,
no-aherará la convivencia democrática, y que la demo
cracia
es tan fuerte que el mejor procedimiento es el aislar demo
cráticamente a tales individuos. Inevitablemente aparecerán des
pués los calificativos
de «fascista» a la actitud de los terroristas.
Esto es tan seguro como
la ley de la gravedad.
Pero esos
medioS informativos, mejor esos formadores, con
su escuela de futuros plumillas ambiciosos que aspiran asombrar
más
todavía, en un camino donde todo está permitido, tienen al
gunos dogmas ante los que se inclinan reverentes. Los mismos
que atacan a
la Iglesia Católica, no progresista desde luego, acu
sándola
de mantener los dogmas, poseen varios en los que el dog
matismo es aplicado al extremo.
Citemos solamente dos: la democracia es uno.
El otro, el
holocausto. Sobre el primero se
podrá insultar al presidente del
gobierno, a los ex-miembros del mismo, a los altos dirigentes que
cometieron enormes malversaciones,
atacar a unos u otros opo
sitores sean del signo que sean, etc. No habrá ningún problema.
Pero si alguien osa
ir más lejos, y discutir no a los personajes
sino al sistema en sí, y simplemente
exponer los aspectos negativos
de la democracia, considerar que es una forma política más y no
sacralizarla,
el que tal se atreva habrá negado el dogma, y como
tal, deberá ser tratado. También todo aquel que simplemente qui
siera con un espíritu liberal acogerse a
la libertad expresada en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos
-por tanto
nada sospechosa de integrismo, o de
fascismo-discrepando no
ya de la existencia, sino de la cuantía del holocausto, sea maldito
y artojado al fuego eterno.
Puede negarse la existencia de
Dios, proferir incluso blasfe
mias en espectáculos públicos y televisivos, pero
ha de ser per
mitido
en aras de la libertad de expresión. Lo contrario sería
una actitud retrógrada
y fascista.
Pero el que niegue la Democracia y ponga simplemente en
264
Fundaci\363n Speiro
LOS NUEVOS TOTALITARISMOS
duda tal o cual aspecto del Holocausto será perseguido judicial
mente.
Cualquier persona puede exponer absutdos. Quedaría clasifi
cado según la necedad que haya expresado,
pero por ello no se
le persigue. Puede, por ejemplo, un orate exponer -al estilo
de la literatura esotérica que invade cada
vez más la civilización
pagana y
occidental-que la Batalla de Lepanto no existió nunca,
que fue un espejismo provocado por la particularidad de las
co
rrientes atmosféricas en ciertos puntos de la tierra en combinación
con los efectos marinos. O explicar que Felipe
II era un extrate
rrestre que procedía de una nave espacial, enviado desde otra
galaxia como explorador. No pasará nada. Algunos rebatirán
eoas
tesis, diciendo que el extraterrestre no era Felipe II, sino Anto
nio Pérez. La mayoría dudará con razón del estado mental del
autor de tales teorías, pero no ocurrirá más.
Mas si
alguien trata de expresar públicamente sus dudas sobre
la virtud y la sacralización de
la democracia, o trata de explicar
que las víctimas del Holocausto no eran tantas, que
Dios se
apiade de él. Más le valdría arrojarse al mar con la piedra de
molino al cuello.
Los nuevos propugnadores del totalitarismo han sido grams
cianos sin saberlo, e incluso han superado
los proyectos del revo
lucionario sardo. Ante su poder oligárquico todos
se inclinan:
los casi omnipotentes jueces estrella atentos al «vedettismo», los
políticos que tratan de servir a la opinión pública
captando de
esos budas
si merecerán el aplauso o el gesto negativo de su
línea política. No por lo que ella tenga en sí de servicio al bien
común, por encima de modas y gustos efimeros,
sino el saber si
habrán captado bien cómo deben desarrollar y llevar a la prác
tica lo que
los treinta oligarcas decidan. También los pastores de
la Iglesia progresista, atentos a servir no al Bien, sino a lo que
los nuevos dictadores puedan decir de ellos y dar su veredicto
de progresista. No
se dice lo que se piensa sino aquello que se le
dice debe pensar.
Uno de los puntos de
apoyo, probablemente el más importan'
te, sobre el que justifican su indiscutido magisterio,· y sirve de
265
Fundaci\363n Speiro
ANGEL. MAESTRO
coartada para imponer su juicio inapelable son los sondeos. Son
deos y encuestas utilizados como recurso a una inexistente de
mocracia participativa, y que permite a los manipuladores de los
mismos ofrecer cifras y perspectivas útiles para cada momento.
Bien para justificar una política o criticarla
..
Nada más lejos de la juiciosa y medida reflexión que esa
toma de
ánimo de la sociedad, y que permite exaltar o condenar
aquello que los budas juzguen exaltable o condenable.
Régis De
bray; no sospechoso de reaccionario ni de fascista, ha calificado
al Estado actual de «Estado Polaroid»,
ya que ha de reflejar ins
tantáneamente
el pretendido pensamiento de la sociedad. El ci
tado Alain Mine, coincide en que dicho Estado se ha convertido
en un prisionero del culto a la instantaneidad, en un esclavo de
la sociedad civil, y no en su tut01:. Con los sondeos y con las
elecciones pasa lo mismo que con
los consejeros más serviles del
mónarca, que sueñan con «cambiar de pueblo, cuandd el pueblo
no está contento»·. Envalentonados por su Victoria, los sondeos
se apr_esuraron a salir del ámbito electoral, que ya se les quedaba
demasiado estrecho.
Si el instrumento es tan poderoso, ¿por qué
no utilizarlo para medir, en tiempo real, los gustos y las aspira
ciones de la población? Y he aquí a
la poblacic
interrogada a
diario sobre todo y desde la conveniencia de bajar las cargas
so
ciales, hasta las cuestiones de bidética, pasando por el fenómeno
de las madres convertidas de alquiler o la anorexia mental
...
Pero ade!Ill!s la escasa fiabilidad de los mismos, y su manipu
lación hace'
del culto al sondeo, de su idolatría, algo tan sospe
choso
. que nos ofrece algo no ya de dudosa fiabilidad, sino de
reconocida falsedad.
Resulta increíble que con
~asión de la emisión de un pro
grama
con mensajes sibilinos a veces, y otras veces descarada
mente disolventes, emtido por una cadena de televisión privada
de
~paña, relativo a los sucesos en una farmacia, y que parece
ser alcanzó cotas muy altas
de audiencia, se dijese que el último
programa
de dicha serie zafia, lo viesen 13.148.000 espectadores.
¿Y por qué no 13.171.142? ¿O 12 .. 942.009? ¿De dónde sale ese
266
Fundaci\363n Speiro
LOS NUEVOS TOT A.UT,ARISMOS
ridículo afán de precisión destinado a dar más verosimilitud a la
intoxicación informativa?
El autor de este trabajo no es ermitaño ni anacoreta, sino que
vive inmerso en la
sociedad actual, y además ha de conversar con
muchísimas personas de estamentos diferentes, desde académicos
e intelectuales a maquinistas de locomotoras, pasando por
técni
cos de distintos grados, militares, periodistas, escritores u orde
nanzas. Cuando una encuesta se ha hecho a más de 13.000.000
de personas, resulta imposible que nadie le haya comentado que
al menos alguien
de su familia · o de sus amigos hubiese sido · pre
guntado en tal encuesta. Uno
de cada tres españoles deberla haber
sido consultado en d referido sondeo. Creo que las dudas sobre
su. verosimilitud son. más · que razonables.
También otro
tópi\:<) de los comentaristas y políticos es el
hablar de la filosofía
'de tal o cual mensaje. Antes la filose1fía era
el estudio de la ciencia del conocimiento de las ccisas por sus cau
sas o primeros principios. Ahora todo tiene su filosof!a: así
veremos
al entrenador de futbol, que nos hablará de 1a filosofía
del partido próximo, bien sea basado en el, ataque o ,eo la ~
fensa. Al hablar ele las veotaj1is del tranvía o del autobús en el
transporte urbano,
se añadirá cuál es la filosofía· de ami,.,;. me
dios .de transporte. O de la filosofía deheguro de vida, respiecto
a la filosofía de los planes de pensiones individuales. Todo ten.drá
su «filosofía». Verdaderamente podría!Ilos !¡abiar de .la «filosofía~
de la estupidez y de la necedad. .
Por último, un ejemplo significativo encontramos en el cáso
de la pena de muerte. Esa pena c;le )I!uerte, qiie acertadamente
señala
el pensador Aquilino Duque, cuya abolición es una de las
muchas hipocresías
del «Estado de Derechos». Y que irónica;
mente califica
de privatización.de la misma. Deja ele ser apHcada
por el Estado, pero sí es aplicada por individuos particulares,
como el delincuente y el terrorista,' quieoes nunca dan a su víc
tima la oportunidad de defend:e!s~. e~ un juicio p:úblico, cosa que
suele hacer
el, Es.tado de1 Derecho: Cuando )a mayqría c;le la opi
nión pública, no' s6lo en ex-E~pafia, sino en' bttaS· hacione'S. eu
ropeas, quiere la aplicación de la pena de muerte, los políticos
267
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ANGEL MAESTRO
teóricamente elegidos como representantes del pueblo ignoran la
voluntad popular.
En 1981 la Asamblea Nacional francesa supri
mía la pena de muerte por 363 votos contra 117. Los votos de
los parlamentarios franceses diferían totalmente de las encuestas
de opinión, ya que sólo una minoría de los franceses quería la
supresión de la
pena de muerte. Se reafirma la aseveración al
cabo del tiempo,
de Menéndez Pelayo: «. . . mil veces se ha visto
por el mundo ir por un lado la voluntad nacional y por otro la
de sus
procuradores».
Disociación total entre la voluntad popular teóricamente so
berana, frente a la expresión de sus representantes. Cdn ocasión
del fallecimiento de ese gran oportunista que fue F. Miterrand,
un conocido comentarista liberal español citaba esa discrepancia,
más aún, falsificación de la expresión teórica del boen sentido
del pueblo, explicando que el buen sentido se refugia con fre
CUl!Dcia en los parlamentos ttente a la opinión pública, masifica
da, embrutecida tantas veces por la televisión ...
La desfachatez de estds argumentos «liberales» es asombrosa.
Podríamos hablar con propiedad de la
Ley del embudo. Cuando
se trata de afirmar las teorías de esos dictadores liberales, nuevos
jacobinos, los tópicos se repiten sin cesar: «el pueblo, con su fino
instinto», «los votantes en las urnas castigan» ... , etc. Pero cuan
do esos votantes rompen esa alienación y sostienen algo diame
tralmente opuesto
a lo sostenido por los «bndas» políticos, o de
los
medids de comunicación, entonces el pueblo se equivoca, el
buen sentido se refugia
en los parlamentos. ¿Dónde está dicho
buen sentido cuando esos parlamentarios aplican la pena de
muer
te al inocente, a través del aborto?
Deberían repetir cuando no
· coinciden con la sacrosanta vo
luntad popular, uno de sus tópicos: «La grandeza de la demo
cracia». Mas no, si esa masa
defiende la aplicación de la pena
de muerte, entonces el pueblo se convierte
en masa borreguil a
la que hay que adoctrinar. Pocas ocasiones tan claras como esta
para ver la realidad de
la democracia partit0ctática: una minoría
organizada gobernando a una mayoría desorganizada.
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