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Número 355-356

Serie XXXVI

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La mano de Dios. Autobiografía y conversión del llamado rey del aborto

LA MANO DE DIOS. AUTOBIOGRAFÍA Y
CONVERSIÓN DEL LLAMADO REY
DEL ABORTO
POR
JOSÉ MIGUEL SERRANO Rmz-CALDERÓN
El irrefrenable impulso, devenido en costumbre, de los con­
versos al cristianismo de narrar sus conversiones
ha creado casi
un género literario, produciendo páginas, unas de sin igual valor
estético, otras de eso que hoy se llama interés humano, pues po­
cas veces el alma se desnuda como en éstas, describiendo más que
justificando un cambio radical, literalmente el nacimiento a una
vida nueva.
En el mundo anglosajón, el gran número de conversiones,
apenas
interrumpidas por la crisis de los 60 y 70, ha creado un
gran número de obras, aunque desde este punto de vista literario
la aportación más extraordinaria sea
la del español García Moren­
te. Los nuevos conversos admiten la influencia del género en su
propio proceso, pues ha ayudado mucho desde que San Pablo
empezó con esto, y más aún desde que San Agustín inventó la
autobiografía. Así Nathanson que es el autor del libro comenta­
do refiere a la obra de su profesor Karl Stern que empujó la admi­
ración dormida, latente desde años antes, cuando ambos se en­
contraron en la Universidad MacGill.
Como la Gracia perfeccionar la Naturaleza las distintas obras
surgidas de las conversiones
muestran las distintas aptitudes y
personalidades. Desde el interés teológico en la «apología pro vita
sua», al fundamentalmente vital de la autobiografía de Waugh,
al racionalismo sumamente crítico de esta obra de Nathanson. Y
es que quien busque arrobamientos cursis mejor que ande por los
escritos
de los ilustrados como Rousseau, hay que ver la lata que
Verbo, núm. 355-356 (1997), 563-566 563
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da una insolación, o en los de los neopaganos de Hollywood como
la conocida intelectual Shirley Maclaine.
Así el libro que tenemos entre manos, es como su autor, ra­
cional y a ratos sarcástico. Constituye, ante todo una severa críti­
ca del ámbito intelectual del que procede Nathanson, el de los
judíos secularizados o «superficiales» como los denomina. Con
ciertas variaciones por las particularidades judías, incluso en el
caso de los secularizados, este ambiente criticado es extensible a
la cultura norteamericana dominante
y a sus epígonos a lo largo
de todo el mundo.
Con el inevitable tema del aborto como ejemplo, inevitabe
por ser la «cuestión» de los últimos decenios, por haber sido
Nathanson un conocido impulsor de cualquier norma que limitase
el aborto a petición
y por ser un reconocido matarife, con más de
75.000 abortos a sus espaldas. El aborto aparece así como el punto
en el que se concentran las insuficiencias de todo un sistema, la
podredumbre de toda una época. Por eso el libro, en palabras del
propio autor, «será semiautobiográfico, utilizándome como para­
digma
para el estudio de la escisión y claudicación de un sistema
moral, todo lo fragmentado, fatuo u odioso que se quiera, y
la dolo­
. rÓsa adquisición de otro más coherente, más fiable y menos ato­
místico».
El trayecto del rey del aborto hasta campeón provida justifi­
caría ya el interés de esta obra, que no es muestra de la contra­
dicción o de la inconstancia- en las posiciones a las que nos tie­
nen acostumbrados muchos contemporáneos sino de un proceso
de notable coherencia. Y es que el contínuamente renovado «ven­
ciste Galileo», Nathanson, máximo exponente de la pericia ad­
ministrativa
para poner en práctica la tecnología de exterminio
en masa, y Jane Roe, la vencedora del caso Roe contra Wade,
que abrió el aborto libre en EEUU y lo sustrajo al debate polí­
tico, han terminado en el movimiento provida. Y es que el aná­
lisis detenido de lo que sucede, del tipo de médicos que acaban
a medio plazo practicando en los mataderos abortistas, del estu­
dio científico del embrión, del genocidio legal y planificado
termina
por desplazar a las conciencias honestas al campo pro-
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vida, superando el primer «romanticismo» del activismo pro­
opción.
Si es importante el desplazamiento al campo provida de quienes
se interrogan honestamente por el embrión y el «derecho» a eli­
minarlo a voluntad también es patente, al menos en países como
España, un desplazamiento de la opinión política hacia aceptar
que el aborto es una opción individual. Se produce así un aco­
modarse
en la tibieza que hoy por hoy es uno de los mayores
problemas del movimiento provida, y se entiende prácticamen­
te el «vomitaré sobre los tibios» tan alejado de lo políticamente
correcto.
Sin embargo no es este el relato del cambio de opinión sobre
un tema controvertido de uno de los protagonistas de la disputa
sino la historia de una profunda conversión personal.
El proceso puede sintetizarse en los siguientes pasos. Pri­
mero el desencanto ante una actividad, la abortista, y ante un
orden moral atomizado, el basado en un difuso sentimiento del
deber y un mínimo de respetabilidad, algo que es la novedad
que algunos presentan para este fin de siglo; segundo la convic­
ción científica de que el objeto del aborto es un ser vivo, es
decir, un ser humano vivo; así se adquiere la conciencia del te­
rrible genocidio que se estaba cometiendo y en el que él había
participado, con singular protagonismo. Desde esta conciencia
de pecado, surgida del conocimiento de la violación de la ley
natural, se dará el paso de la conversión personal.
La ley
natural aparece como un asidero esencial, y su oscure­
cimiento supone en consecuencia el mayor mal del siglo; perdi­
da esta mínima guía, al menos en la conciencia colectiva, se di­
ficulta extraordinariamente la conciencia del mal cometido y,
en consecuencia, la necesidad de redención.
Es
en este momento de desconcierto cuando Nathanson des­
cubre a los cristianos, precisamente en su actividad en el movi­
miento provida.
«La
mañana del Rescate era tristemente fría ... Se sentaron
por grupos frente a la clínica hasta llegar a bloquear las entra­
das y salidas de la clínida
abortista ... Al principio me movía
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por la periferia, observando las caras, entrevistando a alguno de
los participantes ... Fue sólo entonces cuanco capté la exaltación,
el amor puro en las caras de esa vibrante masa de gente rodea­
dos como estaban por centenares de policías de Nueva York.
Rezaban, se sostenían y animaban unos a otros ... rezaban-por
los niños no nacidos, por las embarazadas confusas y atemoriza­
das, y por los médicos y enfermeras de la clínica».
Fue la conciencia del fervor religioso en el movimiento pro­
vida lo que llevó a Nathanson a pr.eguntarse seriamente por Dios
y
especialmente por la conversión al catolicismo. En efecto, en
las palabras de Hilarie Belloc, citadas por el Padre Me Closkey
en el epílogo del libro «Existe una cosa en el mundo
que es
diferente de todas las demás. Posee fuerza y personalidad. Se la
reconoce y (cuando
se la reconoce) se la ama o se la odia del
modo más violento.
Es la Iglesia Católica. Dentro de este edi­
ficio el espíritu humano encuentra techo y hogar. Fuera existe
la noche».
Ayudar a quienes salen de la noche exige un cotidiano es­
fuerzo,
es probablemente la primera obligación moral, en este
camino el ejemplo de Nathanson nos muestra hasta que punto
es fundamental la insistencia en la ley natural.
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