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Número 359-360

Serie XXXVI

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In Christo totus Deus homo et totus homo Deus

IN CRRISTO TOTUS DEUS ROMO
ET TOTUS ROMO DEUS
POR
FRANCISCO CANALS VIDAL ~l
la dispensación o economía y el misterio de Cristo.
En los primeros siglos de la Iglesia, el hilo conductor y cen­
tro
de perspectiva en la defensa de la fe ortodoxa sobre la
Trinidad y la Encarnación frente a los errores heréticos, fue el
concepto de
la "dispensación" o "economía" (1). Dios obra en el
linaje humano, heredero de la calda original, su regeneración
por
Jesucristo, que restaura en nosotros por su gracia la dignidad de
Hijos de Dios.
Nuestra redención,
que se obró "por el Hijo encarnado y por
el Don del Espíritu Santo" (2), no hubiera podido restaurar en
nosotros la participación de la divina naturaleza si el Hijo y el
Espíritu Santo
no fuesen en verdad con Dios Padre un solo
Dios.
Que en la argumentación en defensa de la fe se demostrase
la "consustancialidad" del Verbo e Hijo y del Espíritu Santo
con
el Padre partiendo de la realidad de la "divinización del cris-
(+) Publicamos con mucho gusto la ponencia desarrollada por el profesor
Franciscq Canals
en el IV Congreso Internacional de la Sociedad Internacional
Tomás de Aquino (SITA}, celebrado en Barcelona en septiembre de 1997, y que
verá la luz COn las Actas de dicha reunión.
(1)
El apóstol Pablo habla de "iluminar a todos dando a conocer la econo­
mía del misterio escondido desde el origen de los siglos en Dios creador de todas
las cosas". Eph. 3-9.
(2) S. Tb. l.ª q. 32, art. 1.11 ad. 3.
Verllo, núm. 359-360 (1997), 839-854 839
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tiano" (3), presupone una claridad y certeza del carácter sobre­
natural, verdaderamente divino de la vida comunicada a nosotros
por el que "por nosotros los hombres y por nuestra salvación"
habla bajado de los cielos
y hecho uno de nosotros, y que como
fruto
de su muerte y efecto de su Resurrección se nos da por el
"Espíritu Santo, Señor y Vivificador".
Pero se contemplarla
desde una perspectiva falsa e incom­
pleta la tarea doctrinal
y polémica de los Padres apostólicos, de
los Santos Padres
de los siglos siguientes y de las definiciones y
condenaciones de los "S.iete Concilios", si no se atendiese más
que a la sucesión de errores heréticos minimizadores o negado­
res
de la divinidad de Cristo y del Espiritu Santo, del tipo de las
diversas corrientes del arrianismo y semiarrianismo, y del mace­
donianismo de los "enfrentados
al Espiritu Santo".
Una doble linea de errores anticristianos
antitéticamente opuestos entre si: el ebionismo judaico
y las gnosis heréticas.
Ya desde la edad apostólica se enfrentaban radicalmente al
Evangelio de Cristo, aunque en el plano teórico eran antitética­
mente opuestas
entr~ si, dos corrientes. A ellas San Jerónimo alu­
dirla diciendo:
"No sigamos ni el error judaico, ni el herético, unos, que son
carnales, sólo aman la carne, mientras otros, desagradecidos a los
beneficios
de Dios, rechazan tener lo que Cristo tuvo al nacer y
al resucitar" ( 4).
(3) .ANDRÉ CoMBl!.5, aludiendo a] hecho de que al publicar por primera vez,
con el título de Historia de un alma, los escritos autobiográficos de Santa Teresita
del Niño Jesús, se suprimió la expresión "seremos deificado!', advierte que "la
teología corriente
de su tiempo había olvidado la tesis esencial de la deificación".
Lettres de Sainte Thérése de L'Enfant-:fésus, Lisieux, 1948, pág. XIX. Es digno de
notarse el hecho de la insistencia del padre ENRIQUE RAMIBRE, S. l., en sus artícu­
los
sobre "El corazón de Jesús y la divinización del cristiano", en esta idea que
puso en el centro de su tarea en el "Apostolado de la Oración".
(4) SAN JERÓNIMO, sobre el libro de lsaías (.ML 24, 622-628 ... ).
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"Carne" significa en el lenguaje bíblico el "hombre" en toda
su humanidad y
no sólo en lo animal y sensible de su naturale­
za.
El error de los que amaban "sólo la carne": el error judío, que
San Pablo y el evangelista San
Juan combatirían en lo "soteriol6-
gico" y
en lo "cristológico", es el "humanismo" religioso de los
que se juzgaban soberbiamente a sí mismos capaces de merecer
ante Dios
por su propia justicia "según las obras de la Ley".
Escribe San Agustín en La Ciudad de Dios:
"Dice el Apóstol que las enemistades, los celos, las envidias
son obras de la carne. El principio de todos estos males es la
soberbia
que sin carne reina en el diablo ... ¿Por qué son obras
de la carne sino porque son obras del hombre a quien, como ya
dije,
da el nombre de carne?
"El hombre no se hizo semejante al diablo por tener carne,
de que carece el diablo, sino por vivir según si mismo, esto es
según el hombre. También el diablo quiso vivir según él mismo
cuando no se mantuvo en la verdad ... Cuando el hombre vive
según el hombre y no según Dios es semejante al diablo. Porque
ni el ángel debe vivir según el ángel, sino según Dios para man­
tenerse en la verdad.
"Cuando
el hombre vive según la verdad, no vive según él
mismo, sino según Dios ... Cuando vive según él mismo, es decir,
según el hombre, indudablemente vive según la mentira. No por­
que el hombre sea mentira, ya que Dios es su autor y creador,
Dios
que no es autor ni creador de la mentira, sino porque el
hombre no fue creado para vivir según él mismo, sino según su
Hacedor. "Unos viven
según la carne y otros según el Espíritu ... Lo
mismo puede expresarse de este modo: unos viven según el
hombre y otros según Dios" (5).
La contaminación de ésta mentalidad farisáica entre los cris­
tianos se concretó
en los judaizantes, los llamados "ebionitas".
Obviamente entre estos pseudocristianos, ni estaba presente el
concepto del carácter divinizante
de la gracia, ni el de la natura­
leza divina del Redentor,
por cuanto pensaban en un Mesías
humano, concebido al modo ordínario de los hombres y
no por
obra del Espíril\l Santo (6).
(5) SAN AGUSTtN, De Civttate Dei, LXIV, 3, l; 4, 1, 2.
(6) Los dos únicos lugares del Enchirldion (Denzinger ... ) en que se alude
al error el?ionita se refieren a la negación de la concepción de Jesús por obra
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De ellos escribía San Ireneo:
"Vanos son los ebionitas que rechazan el vino celeste y quie­
ren ser sólo agua secular" (J).
"Los ebionitas", que tomaban el nombre de los "pobres de
Yhavé", no concebían el reino del Mesías más que en el hori­
zonte de la liberación del Pueblo de Israel del dominio de las
"naciones",
seguida del reino universal sobre el mundo.
Pero San Ireneo proseguía, aludiendo a un representante del
antitético "error
herético":
"Vanos son también los de Valentín que excluyen la salva­
ción de la carne y desprecian lo que Dios ha creado" (8).
El texto de Ireneo alude a uno de los representantes caracterís­
ticos
de "las sabidurías de falso nombre". Carácter común de todas
ellas
-que culmina en el sistema de Marción y en el "maniqueís­
mo" -
es su hostilidad al Antiguo Testamento, a la Ley de Moisés, y
al universo material, considerado como la obra de un Dios creador,
autoritarto, beligerante
y tiránicamente celoso. A los "gnósticos" alu­
día ya
SanJustino en su Diálogo con eljudfo Trifón':
"En cuanto a algunos que se dan a si mismos el nombre de
cristianos, pero que blasfeman del Dios de Abraham, de Isaac y
de Jacob y niegan la resurrección de la carne, ya te he dicho que
te guardes de tenerlos por cristianos, porque son herejes, impíos,
y ateos" (9).
A los ebionitas aludía San Jerónimo con estas palabras:
"Los judíos y los herederos del error judaico, los ebionitas".
"Los judíos y nuestros judaizantes, o, por mejor decir, no nues­
tros porque judaizantes" (10).
del Espíritu Santo (DS 157) y a la negación de la divinidad de Jesucristo por el
desconocimiento
de la unión personal de la naturaleza humana al Verbo (DS
1339).
(7) SAN IRENEo, Adversus baereses, V, 1, núms. 292-293.
(8) Ibídem.
(9) SAN ]US11No, Diálogo con el judío Trifón, t;iúm. 80 (M. G., 6, 663),
(10) SAN JERÓNIMO, Sobre.elprofetalsafas, 66, 20 (M. L., 24, 672). Sobre el pro.
fetaZacarias, 14, 18-19 (M. L., 25, 1538).
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IN CHRISTO TOTUS DEUS HOMO ET TOTUS HOMO DEUS
Los ebionitas de tal modo concebian "terrenamente" el reino
del Mesías, que
pensaban la vida de los resucitados como idén­
tica a la actual
de los hombres viadores. San Agustín, explicando
el carácter de la esperanza
en la Resurrección del judaísmo fari­
seo,
que pasó al pseudocristianismo ebionita, escribe:
"Esta esperanza tenían los judíos, que se gloriaban mucho,
creyéndose justos
de sus buenas obras, y de que habían recibido
la Ley
de modo que, viviendo según ella, tuviesen aquí los bie­
nes carnales y en la resurrección de los muertos esperaban aque­
llas mismas cosas de las que aquí gozamos" (11).
En esta perspectiva se comprende el sentido de los numero­
sos textos polémicos "antimilenaristas"
de San Jerónimo. Obje­
tando
con acerada ironía contra la vana esperanza de los chtltas­
tat o "milenaristas" ebionitas, escribía:
"Algunos introducen mil años después de la Resurrección,
diciendo
que entonces se nos dará el ciento por uno de lo que
dejamos ... No entendiendo que si en otras cosas la promesa sería
digna, se muestra
su torpeza en las esposas; de modo que quien
hubiese renunciado a una tuviese en el futuro cien" (12).
Es claro que la argumentación antes aludida, la que se apo­
yaba
en el carácter divinizante de la gracia para defender la ver­
dadera divinidad del Verbo y
del Esplritu Santo, no podía dirigir­
se a quienes
no eran en verdad cristianos sino "herederos del
error
judlo". Porque éstos "rechazaban el vino celeste y no que­
rian
ser sino agua secular".
Tampoco
tema sentido para quienes hubieran rechazado la
comunicación
de la vida divina al linaje "terrenal" y "camal" de
los hombres que, en cuanto materiales y sensibles, eran obra del
Dios inferior y despótico al
que hablan adorado los jud!os, y del
que venía a liberarlos el Dios supremo y bondadoso, el Padre de
Cristo. Porque la liberación
que Cristo traia no nos libraba del
pecado, sino de la naturaleza y de la
Ley (13).
(11) SAN AGuS1'ÍN, Enarrationes in Psalmos, PS LXV, l.
(12) SAN JERÓNIMO, Comentario sobre el Evangelio de Mateo, 19, 29-30 (M. L.,
26, 139).
(13) Según el testimonio de Tertuliano los marcionitas, al dios creador, domi-
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Pero la doble y "teóricamente" antitética tentación ha acecha­
do,
con lenguajes y conceptos diversos, y con actitudes y situa­
ciones culturales muy heterogéneas
-por lo menos en su apa­
riencia-a la "recta fe de los cristianos" desde entonces hasta hoy.
Tengo la convicción
de la oportunidad actual de una refle­
xión sobre las desviaciones
de aquella recta fe efecto del olvido
de que sólo Dios puede ser el que nos salva, o, por el contrario,
de
que su designio de misericordia quiso que el destinatario de
us obra salvífica fuesemos "nosotros los hombres", y que para
ello Dios mismo descendió de los cielos y "se hizo hombre".
una llamada de atención del cardenal Newman.
Ayudará a superar la dificultad práctica que podamos sentir
en reconocer la actualidad urgente de una reflexión sobre polé­
micas dogmáticas
que van del siglo quinto al octavo de nuestra
era, el recuerdo
de unas palabras en que el Cardenal Newman,
en su Apología pro vita sua, trataba de explicar a sus contempo­
ráneos el proceso
de su conversión a la fe católica:
« A mediados de julio de 1839 comencé a estudiar la historia
de los monofisitas. Estaba absorbido en la cuestión doctrinal.
Durante este tiempo me vino por primera vez la duda de la soli­
dez del anglicanismo. Recuerdo que el treinta de julio, hablando
con un amigo que habla encontrado accidentalmente, le comu­
niqué. lo interesante de esta historia; a fin de agosto estaba yo
seriamente alarmado.
"Mi fuerte era la antigüedad; ahora bien, me encontraba que
a la mitad del siglo v se reflejaba a mi parecer la cristiandad de
los siglos XVI y XIX .•• Roma era lo mismo que hoy, los protes­
tantes
eran eutiquianos ... No estoy describiendo una controver­
sia,
sino que intento relatar las cosas tal como sucedieron en el
curso de mi conversión. Con este objeto citaré un pasaje de una·
reseña que hice en 1850 de mis ideas y sentimientps de 1939.
nador y tiránico, que juzgaban ser el que inspiró los libros del Antiguo
Testamento y dio
la Ley a Moisés, contraponían un "dios sumo y·bueno, Padre de
Jesucristo, cuya única obra ha sido el "haber librado al hombre con su bondad
originaria y suprema" (Adversus Marcionem, Lib. 1, cap. XVII, M. L., 11, col. 290,
París, 1878).
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"Es difícil explicar por qué los eutiquianos o monofisitas
eran herejes, a no ser que los protestantes lo sean también. Es
difícil encontrar argumentos contra los Padres tridentinos, que
no puedan hacerse a los Padres de Calcedonia; es difícil con­
denar a los Papas del siglo XVI, sin condenar a los Papas del
siglo v.
"El drama de la religión y el combate entre la verdad y el
error
han sido siempre uno y el mismo. Los principios y proce­
qimientos de los herejes de entonces son los mismos de los pro­
testantes
de ahora. Yo veo esto casi con temor. Hay una seme­
janza espantosa,
por lo tranquila y desapasionada, entre los
muertos recuerdos del
pasado y la crónica febril del presen­
te" (14).
Las palabras del Cardenal Newman nos pueden dar hoy
mucho
que pensar. Cuando un humanismo radicalmente antro­
pocéntrico y prácticamente vuelto de espaldas a lo sobrenatural
ha progresado paralelamente con los tópicos hostiles a lo "pos­
tridentino" y a la "teologia barroca", y
con la actual moda de rei­
vindicación simultánea del jansenismo y de la Ilustración, nos
vemos sumergidos
en el torbellino dialéctico de una "síntesis de
contrarios,,.
Aquel radical humanismo naturalista confluye con revolucio­
narias hostilidades a la naturaleza humana, a la vigencia de
una
ley natural, y a las concepciones de una metaíisica realista acer­
ca
de la dignidad del ente personal humano.
Por ésto,
en nuestros días es tan urgente como la reafirma­
ción de que sólo Cristo es nuestro Salvador, el recuerdo de que
su designio salvífico llama a la salvación y ofrece la gracia salva­
dora al hombre,
en cuanto tal.
La gracia no. sólo perfecciona y sana la naturaleza humana,
sino
que la presupone y todas las dimensiones de lo humano, y
de
la vida y de la historia de los hombres, están llamadas a ser
salvadas, y a
ser asumidas como instrumento de salvación por
Aquel "por quien Dios creó los siglos", y en el que por designio
de Dios Padre se han de recapitular "todas las cosas, ya sean
celestes, ya sean terrenas".
(14) NEWMAN, Apología pro vita sua (Citado en Cristiandad, núm. 349, marzo
de 1960, pág. 71).
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Por esto quiero centrar la atención, en este Congreso que ha
escogido como tema "El problema del hombre y el misterio de
Jesucristo" sobre unas palabras del Papa San Gelasio I escritas
hacia el
año 492.
Se trata de un texto cuya intención es la de reafirmar la ense­
ñanza dogmática
de Calcedonia y prevenir contra el peligro que
se daba entonces de que con pretextos "cirilianos" y "efesinos"
-de defensa de la divinidad del Salvador-se contaminase de
nuevo la dogmática cristológica
con confusionismos minimizado­
res de la verdadera humanidad de quien se había
hecho hombre
para salvar a nosotros los hombres.
Todo lo que es humano lo hace suyo el Dios hombre,
y todo
lo que es divino lo tiene el Hombre Dios.
El cisma "acaciano", que separó Constantinopla de Roma
desde el año 476 al 519, tenía su origen inmediato en conve­
niencias políticas del Imperio
de Bizancio; pero estas convenien­
cias estaban condicionadas
por el deseo de transigir con la reac­
ción escandalizada
que en Egipto y en la Siria occidental se había
producido
por la definición "dyofisita" del Concilio de Calcedonia
en 451.
Las palabras del Papa Gelasio I en el escrito "Contra Eutiques
y Nestorio" tienden directa y primariamente a la reafirmación de
la dualidad inconfusa de las
dos naturalezas, divina y humana en
Cristo, es decir, de la dogmática de Calcedonia. Pero para hacer­
lo, y para evitar todo pretexto a escándalo pseudociriliano
de los
inclinados al
monofisismo eutiquiano, afirma previamente la uni­
dad de Cristo, la pertenencia de todo lo humano al Verbo
Encarnado y la integra divinidad del Hombre Dios. Leamos sus
palabras:
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"Aunque es uno solo y el mismo el Señor Jesucristo, y Dios
'todo es hombre y todo el hombre es Dios, y todo lo que es de la
humanidad
lo hace suyo el Dios hombre, y todo lo.que es de
Dios lo tiene el Hombre Dios:.sin embargo, para que permanez­
ca este misterio y
no pueda ser por parte alguna deshecho, de tal
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IN CHRISTO TOTUS DEUS HOMO ET TOTUS HOMO DBUS
manera todo el hombre permanece siendo lo que Dios es, que
Dios todo permanezca siendo lo que el hombre es" (15).
En este admirable texto, a la previa proclamación de la uni­
dad y mismidad de Jesucristo Dios hecho Hombre, sigue la rea­
firmación "calcedonita" de la dualidad
de las naturalezas, pero
precisamente aqui se reitera espléndidamente la afirmación de la
unidad personal e hipostática. Notemos que
se afirma la divini­
dad de Cristo diciendo que •todo el hombre permanece siendo
lo que Dios es,
de tal manera que Dios todo permanezca siendo
lo
que el hombre es".
Ninguna concesión infundada
que pudiese alentar el retomo
del error monofisita eutiquiano. Ninguna transigencia
con la poli­
tica imperial
que adulaba el resentimiento egipcio y sirio contra
Calcedonia y Roma para
obtener la sumisión de aquellos pue­
blos.
Pero tampoco ninguna mininización o equívoco terminológi­
co que pudiese apoyar un olvido del Concilio de Éfeso y de la
enseñanza de San Cirilo de Alejandría
en nombre del Papa León
y del Concilio de Calcedonia.
Este texto del Papa Gelasio
1, sólo comparable a la expresión
que llama a Maria Madre de Dios, con la más espléndida "comu­
nicación de idiomas", tiene para nosotros hoy la máxima actuali­
dad. Por si mismo nos trae a la memoria unas palabras del gran
poeta y teólogo San Juan de la Cruz en sus romances "de la
Encarnación" y "del Nacimiento":
(15) DS 355.
"Y quedó el Verbo encarnado
en el vientre de Maria.
Que de las entrañas de ella
Él su carne recib:ía:
por lo cual Hijo de Dios
y del hombre se dec:ía.
Los hombres dec:ían cantares,
· los ángeles melod:ías,
festejando
el desposorio
que
entre tales dos hab:ía;
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pero Dios en el Pesebre,
allí lloraba
y genúa,
y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto
del hombre en Dios
y en el hombre la alegrfa ... (16).
La clara afirmación de que Cristo es uno, porque el Verbo al
hacerse hombre ha asumido, en "posesión ontológica integral de
la naturaleza humana" (17), todas las facultades
y operaciones de
nuestra naturaleza, orientó siempre la enseñanza dogmática cató­
lica, que encontraría su expresión madura
y en cierto sentido
todavía insuperada en la obra de Santo Tomás de Aquino.
En su sistema
se expresa con claridad y fundamentación
bíblica
y patrística, y en el contexto de la reafirmación de la "uni­
dad de Cristo en cuanto a la voluntad", la realidad de las opera­
ciones humanas y de la voluntad humana, como inclinación natu­
ral y como voluntad dotada de libre albedrío, "confirmada en el
bien como
en los bienaventurados" (18). Se sostiene con lengua­
je preciso la real "pasibilidad" de Cristo contra quienes creían
defender mejor su divinidad sosteniendo el carácter aparente de
los sufrimientos
de su pasión redentora (19).
En plena coherencia
con este desarrollo dogmático, pudo la
Iglesia condenar,
en el jansenismo de Pistoia, su rechazo del culto
al Corazón de Jesús (20) y declarar en el Concilio del Vaticano II
que "Dios nos ha amado con corazón de hombre" (21).
Por aquella conexión entre
el misterio de Cristo y el de la
economía o dispensación de la gracia redentora, nos sitúa en la
(16) Obras de San Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia, 5.•ed., Madrid, 1948,
págs. 889-890.
(17) BARTOLOMÉ MARfA XIBBRTA O. C., "La susodicha penetración induce la
plena posesión de todo lo humano por parte del Verbo y la correspondiente per­
tenencia
de todo lo humano al Verbo, posesión y pertenencia ontológicas y tota­
les", El Yo dejesucristo, págs. 87-88, Barcelona, Herder, 1954.
(18) Véase s. Tb., m.• Q. 18. Cfr. DS 456.
(19) Sobre el llamado "Afeaortodocetismo", véase en D. th. c. (Vacant ... ),
Paris, 1924, tom.
VI, l.ª parte, Cols. 1002-1023. Gaian-ite (la controverse) et la
pasibilité du corps de Jésus-Cbrist.
(20) DS, 2661 y 2663.
(21) Concilio Vaticano II. Gaudium et spes.
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perspectiva desde la que podemos prevenirnos contra todos
los riesgos contemporáneos: los de u.n humanismo que entien­
de la afirmación de la vida y del progreso humanos como si
exigiesen la independencia frente a Dios,
y en el nombre de la
auto-realización
de Jo humano, el desconocimiento del "don de
Dios". Y también las hostilidades y desprecios sedicentes "evan­
gélicos" a los
bienes humanos de una filosofía verdadera, un
progreso técnico y económico ordenado al bien común en el
que se consigna la dignidad y felicidad del hombre como per­
sona.
Unidad según sintesis.
Los Padres orientales hablaron con frecuencia de la "unidad
según síntesis" (HénoSis
katá sintbesin) al referirse a la unión
hipostática del Verbo con la naturaleza humana asumida. No sín­
tesis de opuestos o de contrarios, sino "composición"
en el Verbo
de nuestra humanidad,
por la dignación de restaurar en nosotros
la participación
de su divinidad.
Nos hará comprender la actualidad
perenne que con el
Cardenal Newman hemos de reconocer a las cuestiones plantea­
das
en los siglos de elaboración de la dogmática cristológica en
su conexión con el misterio de la divina economía, el recuerdo
de algunos textos anteriores
al del Papa Gelasio I en los que se
afirma del modo más explícito el designio misericordioso y salví­
fica
por el que Dios decretó que su Hijo eterno viniese a noso­
tros
hecho Hijo del Hombre.
Contra los apolinaristas, que
se resistían a reconocer en la
humanidad de Cristo el alma racional,
con entendimiento y
voluntad húmanos, escribía el Papa San Dámaso hacia el 374:
"Los arrianos afirman una imperfecta divinidad en el Hijo de
Dios, pero éstos hablan falsamente de una imperfecta humanidad
en el Hijo del Hombre. Y si hubiese asumido imperfectamente al
hombre, sería imperlecto el don de Dios, imperfecta nuestra sal­
vación, porque si
no sería salvado todo el hombre ¿por qué se
habría dicho que vino el Hijo del Hombre a salvar lo que había
perecido? Todo el hombre, en alma y cuerpo, en los sentidos y
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en toda la naturaleza de su substancia. Luego si todo el hombre
había perecido
en estas cosas, fue necesario que lo que había
perecido fuese salvado" (22).
San Gregario Nacianceno, en uno de sus "discursos teológi­
cos" predicados en Constantinopla, dijo:
"Decimos que Cristo es hombre para que por sí mismo
comunique al
hombre la santidad, y sea como fermento para toda
la masa,
asumiendo en sí todo lo que había sido condenado para
librarlo todo de la condenación; hecho en favor de nosotros todo
aquello
que nosotros somos, excepto el pecado, es decir, cuerpo,
alma, mente, todo aquello que había sido recorrido por la muer­
te' (23).
También para defender que el Verbo al encarnarse asumió la
naturaleza humana constituida por el alma racional, escribió San
Agust!n, polemizando contra el mismo error apolinarista:
"Si al asumir la carne el Hijo de Dios no asumió el alma, no
nos dió el beneficio de la Redención ... si atiendes a su origen
es más preciosa la substancia del alma; ·si piensas en la culpa de
la transgresión, el alma es peor que la carne por causa de su inte­
ligencia" (24).
El testimonio de los Santos Padres y las enseñanzas del
magisterio de lo Concilios
y de los Papas es concorde en la
defensa de aquella sintesis en que se ejerció en el Hijo de Dios
hecho hombre el designio
de la salvación por Dios de todo el
hombre.
La que podriamos llamar beateria inconsciente de apo­
linaristas y eutiquianos venia a confluir de
hecho con la perver­
sidad blasfema de los dualismos antitéticos
que pretendian
enfrentar a
un Cristo "liberador" a un Dios creador y soberano
.carente de
bondad mlsericordiosa.
El torbellino dialéctico tentaba a los cristianos de aquellos
siglos con tentaciones que, como sostenía Newman, son · en el
fondo las mismas que nos acechan en nuestros dias. Advert!a San
Jerónimo aludiendo a
unas palabras que en la traducción griega
de los Setenta y
en la traducción latina se leen en el Libro de los
Proverbios, N, 27:
(22) DS, 146.
(23) SAN GREGORIO NACIANCENO, Oración teológica, IV, 30. M. G. 36, 132.
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IN CHRISTO TOTUS DEUS HOMO ET TOTUS HOMO DEUS
"Tenemos que andar por el camino recto de modo que no
nos desviemos ni a la izquierda ni a la derecha" (25).
Sobre la misteriosa alusión a una posibilidad de desviarse
del camino recto "hacia la derecha", escribió San
Agustln hacia el
año 427:
"No os desviéis ni hacia la derecha ni hacia la izquierda, aun­
que la Escritura alabe los caminos que hay a la derecha y vitu­
pere los que hay a la izquierda ... los caminos que están a la dere­
cha son buenos, pero no es bueno desviarse hacia la derecha.
Desviarse
hacia la derecha es querer asignarse a sí mismo y no a
Dios
las mismas obras buenas que pertenecen a los caminos que
hay a la derecha.
"Todo aquel que dice mi voluntad me basta para realizar las
obras
buenas, se desvía hacia la derecha. Asimismo, los que pien­
san que hay que renunciar a la vida buena, cuando oyen enco­
miar la gracia de Dios ... éstos se desvían hacia la izquierda.
"Por
esto dicen: no os desviéis ni hacia la derecha ni hacia
la izquierda¡ esto es, no defendáis el libre albedrío de tal mane­
ra que le . atribuyáis las buenas obras sin la grada de Dios; ni
de tal manera defendáis la gracia que, seguros de ella, améis
las malas obras.
La gracia de Dios os aparte de uno y otro
error" (26).
En el camino recto se movía San Bernardo, que en su trata­
do De gratla et libero arbitrio expresa en perfecta "unidad según
síntesis", sin escisiones, oposiciones ni inadecuadas "síntesis de
contrarios", la armonía de
la gracia divina y el libre albedrío
humano:
"¿Qué hace el libre al.bedño? Respondo brevemente: es sal­
vado. Quita el libre albedrío: no habrá sujeto que salvar. Quita la
gracia: no habrá con qué salvarle. Dios es el autor de ·la salva­
ción; el libre albedrío es el solo sujeto de ella. Sólo Dios puede
dar la salvación, y sólo el libre albedño puede revibirla ... Lo
dado por sólo Dios y lo recibido por sólo e1 libre albedrío no
puede subsistir sin el consentimiento de quien lo recibe ni sin la
liberalidad de quien lo da. En este sentido, es verdad que el libre
albedrío coopera con la gracia (Cap. 1).
"Ni con todo esto digo que este consentimiento venga abso­
lutamente
del libre albedrío, puesto que de nosotros mismos no
(25) SAN JERóNIMo, Sobre el profeta lsaías, L. 18 (M. L. 24, 627-628.
(26) SAN AGuS'liN, Epístola 215. "A Valentín", Obras de San Agustín, B.A.C.,
Madrid, 1953,
tomo XI, págs. 1012-1015.
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somos capaces de producir corno de nosotros mismos un solo
pensamiento bueno, que es mucho menos que el consentimien­
to a la gracia. No hace la gracia una parte y el libre albedrío otra,
sino que cada uno, por una sola y misma acción, hace la obra
toda entera: el libre albedrío todo y la gracia todo; de suerte que,
así como la obra toda se hace en el libre albedrío, así también se
hace toda por la gracia" (Cap. 14) (27).
La influencia de San Agust!n en su comentario sobre el texto
de
Proverbios IV 27, parece probado que se ejerció en la redac­
ción definitiva de las "Reglas para sentir con la Iglesia" de los
Ejericicios Espirituales de San Ignacio. En la traducción latina
de
1541, que fue presentada a la aprobación oficial de la Santa Sede
en 1547, hallamos, en la regla número 14:
"No sea que mientras atribuimos mucho a la predestinación
y a la gracia perjudiquemos la facultad y el esfuerzo del libre
albedrío, o
que mientras exaltamos con exceso las fuerzas del
libre albedrío, deroguemos la gracia de Jesucristo" (28).
El juicio de San Agustín podría sugerirnos muchas reflexiones
sobre momentos
y sobre procesos de la historia del mundo cris­
tiano: desde el impulso calvinista de la primera revolución con­
tra la monarquía, hasta la confluencia
y colaboración jansenista
en el proceso secularizador de la vida pública, que va desde el
despotismo ilustrado de las monarquías absolutas hasta la "cons­
titución civil del clero" de la república creada
por la Revolución
Francesa. Nos podría orientar también
en el hallazgo de las razones
profundas de
la insuficiencia, esterilidad y fracaso de todos los
esfuerzos conservadores,
"\3erechistas", "centristas" y aun "con­
trarevolucionarios". de inspíración naturalista
y antropocéntrica.
En
el plano doctrinal, y análogamente a lo ocurrido en la
invocación "evangélica"
de las actitudes hostiles al derecho y al
(27) SAN BERNARDO, Obras completas, B.A.C., Madrid, 1955, págs. 933 y 969.
(28) El texto oficial latino de la Vet'S'io prima (1541 y 1547) en Monumenta
historica societatis /esu (Vol. 100, Exercitia spiritualia, Ed. crítica iniciada por José
Calveras S. l. y terminada por Cándido Dalmases S. l., Roma, 1969). Véase el artí­
culo de Ángel Suquía "Las reglas para sentir con la Iglesia en la vida y en las obras
del Cardenal Gaspar Contarini" (1483-1542), en Archivo histórico de la Compañía
de]esús, 24, 1956, págs. 380-395.
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IN CHRISTO TOTUS DEUS HOMO ET TOTUS HOMO DEUS
orden natural, hay que tener siempre presente la ya centenaria
invocación de pretextos de fidelidad evangélica
por las actitudes
que,
al margen y enfrente del magisterio eclisiástico, han comba­
tido la Escolástica
en nombre de la Sagrada Escritura y de la tra­
dición antigua espresada
en los Santos Padres.
Todas las antitesis y
todas las inestables síntesis dialécti­
cas
contemporáneas sólo encontrarán su remedio y su supe­
ración en Cristo Redentor del Hombre. A la luz de Cristo e
impulsados por el don de su Espíritu podremos evitar todo
inmanentismo y toda reducción terrena e histórica de la espe­
ranza cristiana, pero también tendremos que reconocer no
sólo la legitimidad, sino la exigencia de restaurar en Cristo,
por quien Dios Padre creó también los siglos, también las
cosas terrenas.
No podemos cerrarnos en la finitud e inmanencia, y reducir
la esperanza cristiana a lo histórico y terreno, obrando la secula­
rización
de la esperanza teologal. No podemos referimos al "dad
al César lo que
es del César" (Mattb., 22.21) del Evangelio como
si
se tratase de una "garantía constitucional" dada por Dios
mismo
de la emancipación del hombre frente a Dios "en el reino
del mundo".
Porque este "mundo", "del
que no es el reino de Cristo"
(Ioann., 18,37) es aquel mundo en el que todo lo que hay es
"concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos, y sober­
bia de la vida" (!, Ioann., 2, 16). Pero este mundo es también
aquel
en el que vino a morar entre nosotros el que es "la luz del
mundo"
(Ioann., 1,9).
"Todo lo que había sido recorrido
por el pecado" lo asumió
el Verbo
al hacerse "carne" y venir al mundo, que por él fue
creado.
La esperanza cristiana nos mueve a esperar que se cum­
pla la promesa divina:
"El Reino de este mundo ha venido a ser del Señor nuestro
y de su Cristo, y reinará por los siglos de los siglos" (_Apoc.i
11,15).
Juan XXIII, en la inauguración del Concilio Vaticano II, re­
cordaba:
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"La solicitud de la Iglesia en promover y defender la verdad
deriva en que, según el designio de Dios, que quiere que todos
los hombres
se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, no
pueden los hombres, sin la ayuda de toda la doctrina revelada,
conseguir una completa y firme unidad de ánimo, a la que está
vinculada la verdadera paz y la salvación eterna".
Y terminaba expresando "lo que s,:, propone el Concilio
Ecuménico": "para
que la Ciudad terrénal se organice a semejan­
za de la Ciudad celeste,
en la que, según San Agustín, reina la
verdad, dicta la Ley la caridad y cuyas fronteras
son la eternidad"
(11-X-1962).
Desde esta fe y esperanza el amor de Cristo nos urge a asu­
mir todas las tareas
que la disposición de la Providencia ponga
ante nosotros, recordando siempre lo
que dijo el Apóstol a los
fieles de todos los tiempos:
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"Nadie ponga su gloria en los hombres, porque todas las
cosas son vuestras: ya sea Pablo, ya Apolo, ya Céfas, ya sea el
mundo, ya la vida, ya la muerte, ya las cosas presentes, ya las
venideras, todo es vuestro, pero vosotros sois de Cristo, y Cristo
es de Dios"([, Cor.1 3, 21-23).
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