Índice de contenidos
Número 359-360
Serie XXXVI
- Textos Pontificios
- In memoriam
-
Estudios
-
La Iglesia y la comunidad política. Las incoherencias de la predicación actual descubren la necesidad de reedificar la doctrina de la Iglesia
-
In Christo totus Deus homo et totus homo Deus
-
La actualidad del pensamiento político de Rosmini
-
Las falsificaciones de los cuerpos intermedios y del principio de subsidiariedad
-
La libertad cautiva
-
Periodismo escandaloso y magisterio de la Iglesia
-
- Crónicas
-
Información bibliográfica
-
Danilo Castellano:L'ordine della politica. Saggi sul fondamento e sulle forme del politico
-
Juan Bms. Vallet de Goytisolo: La interpretación según el Título Preliminar del Código Civil
-
Jean Dumont: El amanecer de los derechos del hombre. La controversia de Valladolid
-
AA.VV.: Anales de la Fundación Elías de Tejada. Año II/1996
-
Jacques Le Goff: Saint Louis
-
César Alonso de los Ríos: La verdad sobre Tierno Galván
-
Federico Suárez Verdeguer: Vida y obra de Juan Donoso Cortés
-
- Verbo

Autores
1997
Periodismo escandaloso y magisterio de la Iglesia
PERIODISMO ESCANDALOSO Y MAGISTERIO
DE LA IGLESIA
POR
LUIS MARÍA SANDOVAL
Incluso cuando no falsea directamente el contenido, la pre
sentación periodística tiende a deformar la información
por las
actitudes
que transmite con su enfoque.
Y cuanto más requiere una materia rigor, reposo y respeto,
más padece cuando es abordada por la prensa diaria, por no
hablar de los medios de difusión todavía más raudos, espectacu
lares, superficiales y deformantes
que son la radio y la televisión.
La religión, por su raíz íntima e inefable, mal se casa con un
medio que no conoce sino lo espectacular. La teología, atenta a
mil matices,
no es apta para medios que reducen la noticia a un
solo detalle llamativo. La enseñanza de la Iglesia Católica, per
manente y firme, es la antítesis de la búsqueda de novedades,
característica de los periodistas. Y la solemnidad de
un magiste
rio
que ata las conciencias está contrapuesta a la banalidad, la
curiosidad y el criticismo sistemáticos
que buscao rebajarlo todo.
Por eso,
en el mejor de los casos, el mero enfoque periodís
tico ya deforma el conjunto
de la verdad. Sin contar con que los
periodistas imponen
un universo mental de opiniones múltiples
y mudables,
que no se compagina con las características de la
verdad.
·
Ahora bien, cuando, además de los defectos de enfoque pro
pios
de esa profesión, existen parcialidades ideológicas, la defor
mación de la noticia se busca deliberadamente
por quienes la
transmiten.
En nuestros días, el católico se
ve sobresaltado continua
mente
con las noticias religiosas, y, aote las palabras que se colo-
Verbo, núm. 359-360 (1997), 917-925 917
Fundaci\363n Speiro
LUIS MARÍA SANDOVAL
can en labios de nuestros prelados y aun del Papa, puede llegar
a sufrir espiritualmente: ¿pero cómo es posible
que ... ? Normal
mente, incluso
en los episodios más graves, que sin duda exis
ten, lo cierto
es que la versión difundida con alharaca por los
periodistas contiene distorsiones suficientes (confusión o supre
sión de matices) como
para evitar el escándalo de un error o una
imprudencia en la Iglesia docente. Pero también es verdad que
muy pocos
se molestan en confrontar las fuentes fidedignas,
accesibles
con más dificultad y lentitud. Por lo que el escándalo
del magisterio falseado se extiende entre los más.
En este fenómeno tiene
una responsabilidad fundamental la
ausencia
de periódicos confesionalmente católicos, que, como
veremos,
no pueden ser suplidos por los diarios de derechas, si
son liberales.
• • •
El último gran escándalo en materia de información religiosa
deformada
que hemos debido padecer en España ha sido con
motivo
de la edición típica latina del Catecismo de la Iglesia
Católica, redactado originalmente
en francés y publicado desde
1992
en varios idiomas modernos, entre ellos el español.
De creer las frases periodísticas al pie de la letra estaríamos
ante
un nuevo catecismo en vez de ante la edición definitiva del
mismo, apenas retocada en una cincuentena de sus más de dos
mil ochocientos párr¡lfos, la mayoña de las. veces para corregir
citas
con erratas.
Todos los comentarios se han centrado, como no podía ser
menos,
en .tomo a la "novedad" acerca de la pena· de muerte. Y
el ABC se ha llevado la palma en la materia al transmitimos el
mismo día 9
de septiembre, antes que los demás periódicos, una
versión que no se correspondía con la verdad, tanto en sus pági
nas
de "Religión" como en su editorial "No matarás".
La págin<1-de religión titulaba: "El Vaticano enmienda el
nuevo Catecismo para condenar sin excepciones la pena de
muerte•, y seguía: "Una de las principales novedades de la Editto
'Jjpíca es la condena explícita de la pena de muerte y sin excu-
918
Fundaci\363n Speiro
PERIODISMO ESCANDALOSO Y MAGISTERIO DE LA IGLESIA
sas de ningún tipo, de acuerdo con el magisterio de la encíclica
papal
Evangelium vitae".
En cuanto al editorial, desbarraba al explicar y al pontificar.
Comenzabá inventando
que la edición vernácula del Cate
cismo
de la Iglesia Católica "rechazaba, de acuerdo con la doc
trina tradicional
de la Iglesia en favor del derecho a la vida, la
licitud moral de la
pena de muerte". Esto es puramente falso, en
lo que se refiere tanto a la doctrina moral tradicional de la Iglesia
como a la edición de 1992
del catecismo de la Iglesia Católica,
párrafo 2266.
All! se reconoce explícitamente lo contrario: que la
pena de muerte ha sido reconocida tradicionalmente como una
posibilidad lícita de castigo por parte de la legitima autoridad
pública
en casos de "extrema gravedad". Ignorancia inveterada o
mendacidad ruin.
Aún peor, atribula a la enseñanza moral del Catecismo,
como si se tratara de un documento puntual o de una declara
ción diplomática, que, a
pesar de ese presunto rechazo de la
licitud
de la pena de muerte, "por razones prudenciales, y para
evitar la
condena que recaeria sobre muchos Estados que la
incluian
en sus legislaciones, admitia su posibilidad con carác
ter excepcional, en situaciones sociales de extrema emergencia,
como guerras y revoluciones, y siempre que fuera teóricamen
te equiparable a la circunstancia eximente
de la defensa propia
o del estado de necesidad (sic)". Por supuesto, esto no estaba
tomado de oidas siquiera, sino que sonaba as! por dentro al edi
torialista,
que debe tener un sentido de la Fe en la Iglesia con
ciliable con la creencia de que ésta disimulaba, ¿sólo en 1992?,
su enseñanza moral en obsequio a determinados gobiernos
(luego
se alude a Estados Unidos). Flaco favor hace al Magis
terio quien asi opina de él.
Pues siendo estas invenciones graves, lo
peor es que conti
nuaba afirmando: "la principal modificación del Catecismo afee,
ta a este problema. Juan Pablo II declara ilicita moralmente toda
imposición,
en cualquier circunstancia, de la pena capital y orde
na la inmediata modificación de las ediciones existentes". Estas
no-son sino nuevas invericiones sensacionales, como esa modifi
cación inmediata, pero que incluyen la idea de modificación de
919
Fundaci\363n Speiro
LUIS MAR!A SANDOVAL
la doctrina moral que la Iglesia enseña, idea sobre la que se vuel
ve dos veces más hablando de
"rectiftcaclórt'.
Claro que con simpar arrogancia el editorialista monárquico
confirma el magisterio
que atribuye al Papa: "la rectificación vati
cana, irreprochable doctrinalmente ...
". Ya no es el sucesor de
Pedro quien confirma a los fieles, sino el
nuevo regalismo demo
crático y periodistico
el que refrenda la enseñanza del Papa.
¡Buenos estamos!
• • •
El escándalo del que vengo hablando no se refiere a la pena
de muerte en sí.
El caso de la pena de muerte es muy secundario en la moral
católica. Un cristiano
no ha estado nunca obligado a ser partida
rio
de ella, a diferencia de un musulmán o un judío observante,
pues para éstos forma parte del código penal revelado. Con lo
dicho basta para resaltar la distinta actitud neotestamentaria
al
respecto. Pero, igualmente, la Iglesia siempre ha enseñado su uli
citud
en principio, aunque exigiendo causa grave y garantías de
juicio justo.
Para
ser abolicionista un católico no tenía más traba que el
pretender
que su postura fuera, en vez si se quiere de la más
evangélica, la única admisible.
El escándalo no proviene de un sádico apego a la pena de
muerte, sino sobre la indefectibilidad del magisterio moral de la
Iglesia.
Si ese magisterio considera absolutamente inadmisible lo
que antes consideró de suyo admisible, pierde automáticamente
credibilidad
en todo. Si algo se ha podido modificar realmente,
¿por
qué no lo demás? Si .la pena de muerte ha pasado de ser
admisible en algún caso a no serlo en nunguno, ¿por qué el abor
to o la eutanasia no habrían de pasar de no serlo en ninguno a
ser aceptables en algún caso? Si no es hoy, puede ser mañana. Y
no es sólo el Quinto Mandamiento, sino los otros nueve.
Ese es el gran escándalo
que entraña el editorial de ABC.
Porque como ABC es de derechas, e incluye semanalmente el
suplemento
Alfa y Omega de la Archidiócesis de Madrid, muchos
920
Fundaci\363n Speiro
PERIODISMO ESCANDALOSO Y MAGISTERIO DE LA IGLESIA
católicos se sienten obligados a aferrarse a él, y a fiarse de él.
Pero, fuere cual fuere su motivo, aunque no sea para demostrar
que la Iglesia por fin ha llegado a la postura -no tan antigua
de ABC, éste está difundiendo la mutabilidad de la enseñanza
moral de la Iglesia.
• • •
Puede que la intención benevolente de ABC fuera otra: ali
near a la Iglesia con la opinión del siglo, desligándola de un
pasado y de una tradición inasumible, pero los liberales de
izquierdas, valorando invertidamente, han sido más respetuosos
con la verdad, incluso si fuera para hacer quedar en evidencia el
"reaccionarismo" de la Iglesia.
El dia 10 de septiembre El Mundo titulaba "El nuevo cate
cismo
de la Iglesia católica reduce pero no prohíbe totalmen
te la pena de muerte", y explicaba: "La pena de muerte aún
no desaparece definitivamente de la doctrina católica" ... "Mu
chos esperaban que en este catecismo la Iglesia -que acep
ta la pena de muerte como legítima defensa del bien común
de la sociedad-la repudiase completamente. Esto, en cam
bio, no se ha producido". Repárese también en la concepción
evolutiva de la moral, común a todos los liberales, que hemos
subrayado.
Que el oportunismo de ABCera erróneo, y ajustada la infor
mación de
El Mundo, lo demostró la declaración de Monseñor
. Sánchez, secretario de la Conferencia Episcopal, que habtia dicho
que eliminar la pena de muerte del nuevo catecismo es "inviable"
(El País, 12-IX-1997). Alfa y Omega de 13 de septiembre nos daba
este texto como del Catecismo: "De hecho, hoy día, con las posi
bilidades
de que dispone el Estado para reprimir eficazmente el
crimen haciendo inofensivo a
quien lo ha cometido, sin quitarle
definitivamente la posibilidad
de redimirse, los casos de absolu
ta necesidad de supresión del reo son muy raros, por no decir
prácticamente inexistentes".
Nuestros amigos de Alleanza Cattolica nos han trasladado
como noticia
de alcance las frases originales del párrafo 2267:
921
Fundaci\363n Speiro
LUIS MARÍA SANDOVAL
"Traditionalis doctrina Ecclesiae, supposita plena determina
tione indentitatis
et responsabilitatis illius qui culpabilis est,
recursum ad poenam mortis non excludit, si haec una sit possi
bilis via
ad vitas humanas ab iniusto aggressore efficaciter de
fendas.
"Si autem instrumenta incruenta sufficiunt ad personarum
securitatem ab aggressore defendendam atque protegendam,
auctoritas his solummodo utatur instrumentis, utpote quae melius
respondeant concretis
boni communis condicionibus et sint dig
nitati personae humanae rnagis consentanea.
"Revera
nostris diebus, consequenter ad possibilitates quae
Statui praesto sunt ut crimen efficaciter reprirnatur, illum qui hoc
commisit, inoxium efficiendo, qui illi definitive possibilitas subs
trahatur
ut sese redimat, casus in quibus absolute necessarium sit
ut reus supprimatur, ·admodum raro ... intercidunt ... , si qui omni
no iam reapse accidunt,." (Evangelium vitae, 56).
Se observa
que la licitud de principio no se discute. Sólo se
insiste
en las cautelas y restricciones: plena justificación y res
ponsabilidad, mientras desaparece
la defensa del orden público
en el segundo párrafo -que antes constituía el íntegro párrafo
2267-considerándose sólo la defensa de vidas humanas, y
se añade un tercer párrafo en continuidad con la encíclica
Evangelium vitae, que expresa un juicio de hecho más que
moral.
• • •
Un Papa polaco, nacido muy cerca de Auschwitz, no podía
ser sino muy sensible a los
rios de sangre generados por las dos
guerras mundiales, y a las masivas ejecuciones, y
en su patria
incluso sucesivas y alternadas, de los totalitarismos comunista y
nazi; La perspectiva española, desde nuestra neutralidad interna
cional y
una excepcional cruzada católica victoriosa en pleno
siglo
xx es; excepcionalmente, muy distinta a la general .de
Europa.
Si por deseo del Papa fuera, es evidente que la pena de
muerte
no figurarla como opción en el Catecismo. Pero él no es
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Fundaci\363n Speiro
PERIODISMO ESCANDALOSO Y MAGISTERIO DE LA IGLESIA
dueño de la doctrina, sino su guardián. No puede contradecir la
enseñanza de sus predecesores, quienes hace siglos establecieron
ante esta duda que "De la potestad secular afirmamos que sin
pecado mortal puede ejercer juicio de sangre con tal que para
inferir la vindicta
no proceda con odio, sino por juicio, no incau
tamente, sino
por consejo" (1).
De modo que, igual que Pablo VI, aun cuando hubiera teni
do sentimientos favorables a la píldora anticonceptiva, no podía
sino reafirmar la doctrina tradicional condenatoria de la misma,
se
puede decir que de esta peripecia se sigue la mayor reafirma
ción
de que la pena capital no es ilicita de suyo, aun cuando se
presta, ciertamente, a muy graves e irreparables abusos. Pero lo
importante de verdad
es que se mantienen intactos los principios
de moral que
la Iglesia ha enseñado y enseña.
Y
no se deben admitir consideraciones erróneas que con esta
ocasión se han emitido: asi, la de
que la pena de muerte impide
la expiación de la pena, como si la muerte
de Cristo en la Cruz
no hubiera tenido un valor expiatorio, o que "A Dios, y no al
hombre, pertenece el señorio sobre la vida y la muerte", como
pontifica
ABC, ignorando que lo que limita a los particulares no
lo hace a la autoridad pública, cuya autoridad es de Dios de
legada.
• • •
Esto, en lo que hace a la cuestión de principio. ¿Y de hecho?
¿En la práctica?
Es evidente que el Papa manifiesta un vehemente deseo al
respecto, que los fieles
debemos procurar secundar en su obse
quio cuanto
sea posible.
(1) Inocencio 111, en la Profesión de Fe propuesta a Durando de Huesca y
sus compañeros valdenses, 1210. Vid. DENZINGER, El magisterio tie la Iglesia,§ 425.
Obsérvese que el
espíritu cautelar de la Editio typica es el mismo que el de hace
ocho siglos.
Todavia en 1930, en la encíclica Casti Connubi de Pío XI, se hacían varias
salvedades de afrrmacíones generales en atención al caso de la pena de muerte
(!§ 68 y 70).
923
Fundaci\363n Speiro
LUIS MARÍA SANDOVAL
Ahora bien, el fundamento esgrimido para fundar la innece
sariedad práctica de aplicar la
pena capital es una apreciación de
hechos
nostris diebus. El Catecismo de la Iglesia Católica (en la
versión española ya difundida) emplea la expresión "nuestros
dias" para reflejar la continuidad hasta ellos de los ritos sacra
mentales, y sólo
en dos ocasiones para referirse a pecados parti
cularmente extendidos
hoy(§§ 1565 y 1723).
Evidentemente, un aserto basado en una consideración de ese
género tiene su limitación en la diversidad de situaciones -algu
nos contemporáneos, si no muchos, aún no habrian entrado en
"nuestros tiempos"-; es de suyo pasajero, pues la historia no es
estable ni lineal; y
puede no ser apreciado igual por la autoridad
civil,
que tiene la competencia ordinaria para juzgar sobre las
conveniencias del bien común concreto, dándose la circunstancia
de que en los regímenes democráticos todos los ciudadanos com
parten el principado,
y, por tanto, deberían formar cierto criterio
propio y proponerlo al prójimo.
En suma: si
por deferencia y evitación de escándalo los
católicos
debemos evitar en nuestros días la reclamación de la
pena de muerte lo más posible, no se excluye el que discreta
y
respetuosamente puedan considerar su empleo de acuerdo
con los juicios de experiencia de sus tiempos y en otros ponti
ficados.
• • •
No hace falta decir que ABC no rectificó. Y que el daño de
sus palabras para la correcta comprensión de lo
que es el inde
fectible magisterio de la Iglesia
en moral es tanto más grave cuan
to los fieles se
confíen a las derechas liberales.
ABC llevó aguas ~ su molino inventando noticias y juicios.
Quizá debiera meditar
que en el Quinto Mandamiento sigue
incluyéndose, de
modo tradicional y sin cambios, el pecado de
escándalo,
que es particularmente grave cuando lo originan
medios
que deberían servir a la difusión de la verdad y sobre
débiles
que difícilmente pueden acceder a otros medios para sus
traerse a las sugestiones propaladas
(CEC § 2285).
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Fundaci\363n Speiro
PERIODISMO ESCANDALOSO Y MAGISTERIO DE LA IGLESIA
Pero es sabido que los periodistas sólo consideran trascen
dental su función y su influencia cuando es para bien, y reniegan
de toda responsabilidad
en los males que provocan, refugiándo
se
en la "libre madurez" de los oyentes. Cuando cobran astronó
micamente
la publicidad reclaman la indudable y abrumadora
influencia de
su mensaje, pero cuando se trata de pagar por sus
escándalos la consideran irrelevante:
Es deber de los católicos desconfiar de las noticias religiosas
difundidas
por semejantes medios hasta que puedan confirmarlas
en sus fuentes o por personas seguras, en tanto no procuremos,
vista la necesidad, reconstruir una prensa católica.
Y perseverar siempre
en la creencia de que la verdad, ense
ñada
por la Iglesia, pese a todas las apariencias, no puede cam
biar. Recordemos
que es la esposa de Aquél que dice de SI
mismo "Ego enim Dominus1 et non mutar" (Mala,quías~ 3, 6).
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DE LA IGLESIA
POR
LUIS MARÍA SANDOVAL
Incluso cuando no falsea directamente el contenido, la pre
sentación periodística tiende a deformar la información
por las
actitudes
que transmite con su enfoque.
Y cuanto más requiere una materia rigor, reposo y respeto,
más padece cuando es abordada por la prensa diaria, por no
hablar de los medios de difusión todavía más raudos, espectacu
lares, superficiales y deformantes
que son la radio y la televisión.
La religión, por su raíz íntima e inefable, mal se casa con un
medio que no conoce sino lo espectacular. La teología, atenta a
mil matices,
no es apta para medios que reducen la noticia a un
solo detalle llamativo. La enseñanza de la Iglesia Católica, per
manente y firme, es la antítesis de la búsqueda de novedades,
característica de los periodistas. Y la solemnidad de
un magiste
rio
que ata las conciencias está contrapuesta a la banalidad, la
curiosidad y el criticismo sistemáticos
que buscao rebajarlo todo.
Por eso,
en el mejor de los casos, el mero enfoque periodís
tico ya deforma el conjunto
de la verdad. Sin contar con que los
periodistas imponen
un universo mental de opiniones múltiples
y mudables,
que no se compagina con las características de la
verdad.
·
Ahora bien, cuando, además de los defectos de enfoque pro
pios
de esa profesión, existen parcialidades ideológicas, la defor
mación de la noticia se busca deliberadamente
por quienes la
transmiten.
En nuestros días, el católico se
ve sobresaltado continua
mente
con las noticias religiosas, y, aote las palabras que se colo-
Verbo, núm. 359-360 (1997), 917-925 917
Fundaci\363n Speiro
LUIS MARÍA SANDOVAL
can en labios de nuestros prelados y aun del Papa, puede llegar
a sufrir espiritualmente: ¿pero cómo es posible
que ... ? Normal
mente, incluso
en los episodios más graves, que sin duda exis
ten, lo cierto
es que la versión difundida con alharaca por los
periodistas contiene distorsiones suficientes (confusión o supre
sión de matices) como
para evitar el escándalo de un error o una
imprudencia en la Iglesia docente. Pero también es verdad que
muy pocos
se molestan en confrontar las fuentes fidedignas,
accesibles
con más dificultad y lentitud. Por lo que el escándalo
del magisterio falseado se extiende entre los más.
En este fenómeno tiene
una responsabilidad fundamental la
ausencia
de periódicos confesionalmente católicos, que, como
veremos,
no pueden ser suplidos por los diarios de derechas, si
son liberales.
• • •
El último gran escándalo en materia de información religiosa
deformada
que hemos debido padecer en España ha sido con
motivo
de la edición típica latina del Catecismo de la Iglesia
Católica, redactado originalmente
en francés y publicado desde
1992
en varios idiomas modernos, entre ellos el español.
De creer las frases periodísticas al pie de la letra estaríamos
ante
un nuevo catecismo en vez de ante la edición definitiva del
mismo, apenas retocada en una cincuentena de sus más de dos
mil ochocientos párr¡lfos, la mayoña de las. veces para corregir
citas
con erratas.
Todos los comentarios se han centrado, como no podía ser
menos,
en .tomo a la "novedad" acerca de la pena· de muerte. Y
el ABC se ha llevado la palma en la materia al transmitimos el
mismo día 9
de septiembre, antes que los demás periódicos, una
versión que no se correspondía con la verdad, tanto en sus pági
nas
de "Religión" como en su editorial "No matarás".
La págin<1-de religión titulaba: "El Vaticano enmienda el
nuevo Catecismo para condenar sin excepciones la pena de
muerte•, y seguía: "Una de las principales novedades de la Editto
'Jjpíca es la condena explícita de la pena de muerte y sin excu-
918
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PERIODISMO ESCANDALOSO Y MAGISTERIO DE LA IGLESIA
sas de ningún tipo, de acuerdo con el magisterio de la encíclica
papal
Evangelium vitae".
En cuanto al editorial, desbarraba al explicar y al pontificar.
Comenzabá inventando
que la edición vernácula del Cate
cismo
de la Iglesia Católica "rechazaba, de acuerdo con la doc
trina tradicional
de la Iglesia en favor del derecho a la vida, la
licitud moral de la
pena de muerte". Esto es puramente falso, en
lo que se refiere tanto a la doctrina moral tradicional de la Iglesia
como a la edición de 1992
del catecismo de la Iglesia Católica,
párrafo 2266.
All! se reconoce explícitamente lo contrario: que la
pena de muerte ha sido reconocida tradicionalmente como una
posibilidad lícita de castigo por parte de la legitima autoridad
pública
en casos de "extrema gravedad". Ignorancia inveterada o
mendacidad ruin.
Aún peor, atribula a la enseñanza moral del Catecismo,
como si se tratara de un documento puntual o de una declara
ción diplomática, que, a
pesar de ese presunto rechazo de la
licitud
de la pena de muerte, "por razones prudenciales, y para
evitar la
condena que recaeria sobre muchos Estados que la
incluian
en sus legislaciones, admitia su posibilidad con carác
ter excepcional, en situaciones sociales de extrema emergencia,
como guerras y revoluciones, y siempre que fuera teóricamen
te equiparable a la circunstancia eximente
de la defensa propia
o del estado de necesidad (sic)". Por supuesto, esto no estaba
tomado de oidas siquiera, sino que sonaba as! por dentro al edi
torialista,
que debe tener un sentido de la Fe en la Iglesia con
ciliable con la creencia de que ésta disimulaba, ¿sólo en 1992?,
su enseñanza moral en obsequio a determinados gobiernos
(luego
se alude a Estados Unidos). Flaco favor hace al Magis
terio quien asi opina de él.
Pues siendo estas invenciones graves, lo
peor es que conti
nuaba afirmando: "la principal modificación del Catecismo afee,
ta a este problema. Juan Pablo II declara ilicita moralmente toda
imposición,
en cualquier circunstancia, de la pena capital y orde
na la inmediata modificación de las ediciones existentes". Estas
no-son sino nuevas invericiones sensacionales, como esa modifi
cación inmediata, pero que incluyen la idea de modificación de
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LUIS MAR!A SANDOVAL
la doctrina moral que la Iglesia enseña, idea sobre la que se vuel
ve dos veces más hablando de
"rectiftcaclórt'.
Claro que con simpar arrogancia el editorialista monárquico
confirma el magisterio
que atribuye al Papa: "la rectificación vati
cana, irreprochable doctrinalmente ...
". Ya no es el sucesor de
Pedro quien confirma a los fieles, sino el
nuevo regalismo demo
crático y periodistico
el que refrenda la enseñanza del Papa.
¡Buenos estamos!
• • •
El escándalo del que vengo hablando no se refiere a la pena
de muerte en sí.
El caso de la pena de muerte es muy secundario en la moral
católica. Un cristiano
no ha estado nunca obligado a ser partida
rio
de ella, a diferencia de un musulmán o un judío observante,
pues para éstos forma parte del código penal revelado. Con lo
dicho basta para resaltar la distinta actitud neotestamentaria
al
respecto. Pero, igualmente, la Iglesia siempre ha enseñado su uli
citud
en principio, aunque exigiendo causa grave y garantías de
juicio justo.
Para
ser abolicionista un católico no tenía más traba que el
pretender
que su postura fuera, en vez si se quiere de la más
evangélica, la única admisible.
El escándalo no proviene de un sádico apego a la pena de
muerte, sino sobre la indefectibilidad del magisterio moral de la
Iglesia.
Si ese magisterio considera absolutamente inadmisible lo
que antes consideró de suyo admisible, pierde automáticamente
credibilidad
en todo. Si algo se ha podido modificar realmente,
¿por
qué no lo demás? Si .la pena de muerte ha pasado de ser
admisible en algún caso a no serlo en nunguno, ¿por qué el abor
to o la eutanasia no habrían de pasar de no serlo en ninguno a
ser aceptables en algún caso? Si no es hoy, puede ser mañana. Y
no es sólo el Quinto Mandamiento, sino los otros nueve.
Ese es el gran escándalo
que entraña el editorial de ABC.
Porque como ABC es de derechas, e incluye semanalmente el
suplemento
Alfa y Omega de la Archidiócesis de Madrid, muchos
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PERIODISMO ESCANDALOSO Y MAGISTERIO DE LA IGLESIA
católicos se sienten obligados a aferrarse a él, y a fiarse de él.
Pero, fuere cual fuere su motivo, aunque no sea para demostrar
que la Iglesia por fin ha llegado a la postura -no tan antigua
de ABC, éste está difundiendo la mutabilidad de la enseñanza
moral de la Iglesia.
• • •
Puede que la intención benevolente de ABC fuera otra: ali
near a la Iglesia con la opinión del siglo, desligándola de un
pasado y de una tradición inasumible, pero los liberales de
izquierdas, valorando invertidamente, han sido más respetuosos
con la verdad, incluso si fuera para hacer quedar en evidencia el
"reaccionarismo" de la Iglesia.
El dia 10 de septiembre El Mundo titulaba "El nuevo cate
cismo
de la Iglesia católica reduce pero no prohíbe totalmen
te la pena de muerte", y explicaba: "La pena de muerte aún
no desaparece definitivamente de la doctrina católica" ... "Mu
chos esperaban que en este catecismo la Iglesia -que acep
ta la pena de muerte como legítima defensa del bien común
de la sociedad-la repudiase completamente. Esto, en cam
bio, no se ha producido". Repárese también en la concepción
evolutiva de la moral, común a todos los liberales, que hemos
subrayado.
Que el oportunismo de ABCera erróneo, y ajustada la infor
mación de
El Mundo, lo demostró la declaración de Monseñor
. Sánchez, secretario de la Conferencia Episcopal, que habtia dicho
que eliminar la pena de muerte del nuevo catecismo es "inviable"
(El País, 12-IX-1997). Alfa y Omega de 13 de septiembre nos daba
este texto como del Catecismo: "De hecho, hoy día, con las posi
bilidades
de que dispone el Estado para reprimir eficazmente el
crimen haciendo inofensivo a
quien lo ha cometido, sin quitarle
definitivamente la posibilidad
de redimirse, los casos de absolu
ta necesidad de supresión del reo son muy raros, por no decir
prácticamente inexistentes".
Nuestros amigos de Alleanza Cattolica nos han trasladado
como noticia
de alcance las frases originales del párrafo 2267:
921
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LUIS MARÍA SANDOVAL
"Traditionalis doctrina Ecclesiae, supposita plena determina
tione indentitatis
et responsabilitatis illius qui culpabilis est,
recursum ad poenam mortis non excludit, si haec una sit possi
bilis via
ad vitas humanas ab iniusto aggressore efficaciter de
fendas.
"Si autem instrumenta incruenta sufficiunt ad personarum
securitatem ab aggressore defendendam atque protegendam,
auctoritas his solummodo utatur instrumentis, utpote quae melius
respondeant concretis
boni communis condicionibus et sint dig
nitati personae humanae rnagis consentanea.
"Revera
nostris diebus, consequenter ad possibilitates quae
Statui praesto sunt ut crimen efficaciter reprirnatur, illum qui hoc
commisit, inoxium efficiendo, qui illi definitive possibilitas subs
trahatur
ut sese redimat, casus in quibus absolute necessarium sit
ut reus supprimatur, ·admodum raro ... intercidunt ... , si qui omni
no iam reapse accidunt,." (Evangelium vitae, 56).
Se observa
que la licitud de principio no se discute. Sólo se
insiste
en las cautelas y restricciones: plena justificación y res
ponsabilidad, mientras desaparece
la defensa del orden público
en el segundo párrafo -que antes constituía el íntegro párrafo
2267-considerándose sólo la defensa de vidas humanas, y
se añade un tercer párrafo en continuidad con la encíclica
Evangelium vitae, que expresa un juicio de hecho más que
moral.
• • •
Un Papa polaco, nacido muy cerca de Auschwitz, no podía
ser sino muy sensible a los
rios de sangre generados por las dos
guerras mundiales, y a las masivas ejecuciones, y
en su patria
incluso sucesivas y alternadas, de los totalitarismos comunista y
nazi; La perspectiva española, desde nuestra neutralidad interna
cional y
una excepcional cruzada católica victoriosa en pleno
siglo
xx es; excepcionalmente, muy distinta a la general .de
Europa.
Si por deseo del Papa fuera, es evidente que la pena de
muerte
no figurarla como opción en el Catecismo. Pero él no es
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dueño de la doctrina, sino su guardián. No puede contradecir la
enseñanza de sus predecesores, quienes hace siglos establecieron
ante esta duda que "De la potestad secular afirmamos que sin
pecado mortal puede ejercer juicio de sangre con tal que para
inferir la vindicta
no proceda con odio, sino por juicio, no incau
tamente, sino
por consejo" (1).
De modo que, igual que Pablo VI, aun cuando hubiera teni
do sentimientos favorables a la píldora anticonceptiva, no podía
sino reafirmar la doctrina tradicional condenatoria de la misma,
se
puede decir que de esta peripecia se sigue la mayor reafirma
ción
de que la pena capital no es ilicita de suyo, aun cuando se
presta, ciertamente, a muy graves e irreparables abusos. Pero lo
importante de verdad
es que se mantienen intactos los principios
de moral que
la Iglesia ha enseñado y enseña.
Y
no se deben admitir consideraciones erróneas que con esta
ocasión se han emitido: asi, la de
que la pena de muerte impide
la expiación de la pena, como si la muerte
de Cristo en la Cruz
no hubiera tenido un valor expiatorio, o que "A Dios, y no al
hombre, pertenece el señorio sobre la vida y la muerte", como
pontifica
ABC, ignorando que lo que limita a los particulares no
lo hace a la autoridad pública, cuya autoridad es de Dios de
legada.
• • •
Esto, en lo que hace a la cuestión de principio. ¿Y de hecho?
¿En la práctica?
Es evidente que el Papa manifiesta un vehemente deseo al
respecto, que los fieles
debemos procurar secundar en su obse
quio cuanto
sea posible.
(1) Inocencio 111, en la Profesión de Fe propuesta a Durando de Huesca y
sus compañeros valdenses, 1210. Vid. DENZINGER, El magisterio tie la Iglesia,§ 425.
Obsérvese que el
espíritu cautelar de la Editio typica es el mismo que el de hace
ocho siglos.
Todavia en 1930, en la encíclica Casti Connubi de Pío XI, se hacían varias
salvedades de afrrmacíones generales en atención al caso de la pena de muerte
(!§ 68 y 70).
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Ahora bien, el fundamento esgrimido para fundar la innece
sariedad práctica de aplicar la
pena capital es una apreciación de
hechos
nostris diebus. El Catecismo de la Iglesia Católica (en la
versión española ya difundida) emplea la expresión "nuestros
dias" para reflejar la continuidad hasta ellos de los ritos sacra
mentales, y sólo
en dos ocasiones para referirse a pecados parti
cularmente extendidos
hoy(§§ 1565 y 1723).
Evidentemente, un aserto basado en una consideración de ese
género tiene su limitación en la diversidad de situaciones -algu
nos contemporáneos, si no muchos, aún no habrian entrado en
"nuestros tiempos"-; es de suyo pasajero, pues la historia no es
estable ni lineal; y
puede no ser apreciado igual por la autoridad
civil,
que tiene la competencia ordinaria para juzgar sobre las
conveniencias del bien común concreto, dándose la circunstancia
de que en los regímenes democráticos todos los ciudadanos com
parten el principado,
y, por tanto, deberían formar cierto criterio
propio y proponerlo al prójimo.
En suma: si
por deferencia y evitación de escándalo los
católicos
debemos evitar en nuestros días la reclamación de la
pena de muerte lo más posible, no se excluye el que discreta
y
respetuosamente puedan considerar su empleo de acuerdo
con los juicios de experiencia de sus tiempos y en otros ponti
ficados.
• • •
No hace falta decir que ABC no rectificó. Y que el daño de
sus palabras para la correcta comprensión de lo
que es el inde
fectible magisterio de la Iglesia
en moral es tanto más grave cuan
to los fieles se
confíen a las derechas liberales.
ABC llevó aguas ~ su molino inventando noticias y juicios.
Quizá debiera meditar
que en el Quinto Mandamiento sigue
incluyéndose, de
modo tradicional y sin cambios, el pecado de
escándalo,
que es particularmente grave cuando lo originan
medios
que deberían servir a la difusión de la verdad y sobre
débiles
que difícilmente pueden acceder a otros medios para sus
traerse a las sugestiones propaladas
(CEC § 2285).
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Pero es sabido que los periodistas sólo consideran trascen
dental su función y su influencia cuando es para bien, y reniegan
de toda responsabilidad
en los males que provocan, refugiándo
se
en la "libre madurez" de los oyentes. Cuando cobran astronó
micamente
la publicidad reclaman la indudable y abrumadora
influencia de
su mensaje, pero cuando se trata de pagar por sus
escándalos la consideran irrelevante:
Es deber de los católicos desconfiar de las noticias religiosas
difundidas
por semejantes medios hasta que puedan confirmarlas
en sus fuentes o por personas seguras, en tanto no procuremos,
vista la necesidad, reconstruir una prensa católica.
Y perseverar siempre
en la creencia de que la verdad, ense
ñada
por la Iglesia, pese a todas las apariencias, no puede cam
biar. Recordemos
que es la esposa de Aquél que dice de SI
mismo "Ego enim Dominus1 et non mutar" (Mala,quías~ 3, 6).
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