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Número 359-360

Serie XXXVI

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Federico Suárez Verdeguer: Vida y obra de Juan Donoso Cortés

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
con jefes de Estado. Habla siempre con intérprete. Es decir, son­
ríe, asiente, levanta los brazos, se extraña ... se hace la foto.
Lo
que importa es la foto. El contenido es nulo. Uno de los descu­
brimientos de sus colaboradores
es que el profesor no sabe iclio­
mas, él que ha traducido tanto a Witgenstein, a Burke, a Hume ...
Una vez más hay que
buscar la mujer ... En este caso a la propia,
traductora anónima".
LUIS MARÍA SANDOVAL
Federico Suárez Verdeguer: VIDA Y OBRA DE JUAN
DONOSO CORTÉS<'>
En junio de este año 1997 apareció el libro largamente espe­
rado sobre la "vida y obras de
Juan Donoso Cortés", Marqués de
Valdegamas, seguramente
el pensador político español más
importante
en la historia de nuestra patria, y uno de los más emi­
nentes del Occidente
europeo. Así lo avalan juicios tales como
los
de Alo1s Dempf y Car! Schmitt, admiradores y descubridores
del gran
pueblo español y de su esclarecido pensamiento.
Federico Suárez ha trabajado muchos años
en la magnífica
biografía critica
que ahora nos presenta en un denso volumen.
Denso
por el número de sus páginas, puesto que la composición
de éstas permite una cómoda lectura Oetra clara, nada pequeña,
espaciada
en abundantes epígrafes y notas a pie de página que no
dificultan ni entorpecen la lectura); y denso por los datos y doc­
trina
que el libro contiene. Pocas erratas, y sin mayor importancia
(tal vez las más visibles
estén en las fotografías del biografiado, en
las que aparece como Marqués de Ba/degamas y la del autor de
su busto como el escultor Federico
Cou//anty no Cou/laut Varela).
El libro, por otra parte, dada su solidez, también material, hubiera
precisado cubiertas de tapa
dura en vez de cartoné. Pero todo esto
son defectos fácilmente subsanables en siguientes ediciones.
(*) Pamplona, EUNATE, 1997, 1088 págs.
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INFORMACIÓN BIBUOGRÁFICA
Lo importante es el contenido de la obra, el trabajo de
investigación histórico-critico que supera a los de Schram,
Schmitt, Alegra, Graham, Maschke, McNamara, Herrera,
Jurestschke y Wilhemsen, entre autores extranjeros que se
oucuparon de Donoso Cortés; y, entre los españoles, los estu­
dios de Valverde, Beneyto, Galindo y los de
el propio Federico
Suárez, trabajos anteriores a éste,
que puede considerarse defi­
nitivo;
no sólo por los datos biográficos, sino especialmente
por la escogida y penetrante transcripción de los textos origi­
nales de Donoso, cuya figura y pensamiento se engrandecen.
No se sabe qué admirar más, si su vida admirable o, caso de
ser posible separarla, su obra. Obra que en tiempos de Donoso
se consideró profética -y aún apocalíptica-, pero que en los
nuestros
palpamos su realidad; una realidad común y normal,
valga la
tautología.
La visión de futuro se hace en los Discursos y en el Ensayo
de Donoso tan real que demuestra la verdad del dicho "ante un
yo lo ví, hay que creer o reventar". Es el propio Donoso quien
explica tal dicho
en una carta (20 de agosto de 1842) a Ríos
Rosas, desde París: "Dije
que no entendía esto. Dije mal: lo
entiendo muy bien; y
porque lo entiendo digo a Vd. que si no
tiene más alternativa que creer o reventar, reviente y no crea". En
efecto, sin principios en los que creer, las consecuencias se ven
tan claras que no queda otra solución que la de reventar; dialéc­
ticamente hablando, claro está.
Durante la lectura del
libro he pensado muchas veces que la
implacable lógica de Valdegamas aplicó aquél apotegma
en casi
todas sus obras. Partiendo
de unos principios básicos, sencillísi­
mos, construyó, apoyado
en la fe y en la razón, un entramado
formidable
en el que ha y que "creer o reventar".
· Vamos a verlo brevemente repasando las páginas
en que el
biógrafo muestra el pensamiento desarrollado del biografiado,
extremeño universal.
Digo muestra toda vez que, como advierte el biógrafo, "no se
debe esperar una exégesis del pensamiento de Donoso, pues éste
es
un libro de historia, aunque con alguna frecuencia se comen­
ten sus escritos". Sin embargo, de éstos se deduce la evidencia:
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
la filosofía política de Donoso es un modelo de la historia del
espiritu y pertenece a la literatura mundial.
En
el aspecto biográfico -la "vida" de Donoso-, Federico
Suárez aporta muchos datos y rectifica bastantes errores de otras
anteriores. Desde los antecedentes y primeros años familiares
(1809-1820) y universitarios (1820-1828), a los denominados
"años oscuros" (1828-1832), transcurridos todos entre
Don Be­
nito, Salamanca, Sevilla y Madrid, Donoso adquirió
un gran y
variado caudal de conocimientos, incluso juridicos (terminó
Leyes a los diecinueve años y
sus dictámenes fueron notables) y
hasta poéticos, aunque estos últimos
puedan hoy juzgarse tras­
nochados. Amigo
de Quintana, Ventura de la Vega, Mesonero,
Larra, Gallardo y Nicomedes Pastor Díez, la retórica de éstos
influyó
en la escasa poética donosiana y en otros trabajos acadé­
micos,
aunque ya se muestre en ellos el juicio formulado por Car!
Schmitt sobre el pensamiento de Donoso: "Con fulminante ins­
tantaneidad ve inmediatamente,
con el hecho inicial el resultado
fmal".
A partir de 1832 -Sucesos de la Granja, enfermedad y resta­
blecimiento de
Femando VII-, Donoso se decanta por la politi­
ca. En su primer escrito de este carácter, a los veintitres años, la
Memoria sobre la Monarquía, en la que toma partido en la cues­
tión dinástica
por Isabel II, y pretende dar unidad mediante un
sistema a todos los sectores liberales agrupados bajo la bandera
de la Pragmática Sanción. Donoso, entonces profundamente.
racionalista, tomó
una posición falsa, pues su argumentación
nada probó y, más adelante, Donoso hubo de rectificarla: el libe­
ralismo está
ya entonces en la posición antagónica de la
Tradición.
El segundo escrito político fue el de las Consideraciones
sobre la
diplomacia, en el que formulaba la justificación del libe­
ralismo mediante
la tesis de la "soberania de la inteligencia".
Donoso creyó
-luego rectificó también-que con unos Esta­
mentos, es decir,
unas Corres tradicionales acopladas a la socie­
dad moderna, el porvenir estaba asegurado porque el triunfo de
la clase media es -decía-"la soberanía de la inteligencia".
Parecía ignorar
que la constitución politica de las sociedades
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
comenzó por la costumbre, por la vida1 no por teorías o
Constituciones escritas como la de 1812, que Donoso, por otra
parte, calificó de "anacronismo
que debía robar el porvenir de la
libertad
que nacia", lo que asi sucedió.
Fueron constantes las críticas -en favor o en contra-de
estos primeros escritos políticos ("El Mensajero" y "El Obser­
vador"
eran los polos catalizadores y Alcalá Galiano, Pastor Díaz
y Pacheco los articulistas), así como del folleto
La ley electoral
(1837) en el que Donoso aunque digue defendiendo una Mo­
narquía Constitucional, forzando los hechos, comienza con sus
geniales intuiciones que dan una luz que permite ver con clari­
dad los orígenes del liberalismo español como régimen político.
La base del liberalismo no es aquí, para Donoso, la soberanía del
pueblo sino la
de las "clases inteligentes" Oéase clases medias), y
únicas "aristocracias legítimas". Estamos
en la época racionalista
de Donoso
que llegó a su plenitud en sus Lecciones de Derecho
Polftico (1835-1837) en el Ateneo de Madrid. Mas ya en esas lec­
ciones se apunta el giro de Donoso hacia la Tradición y sus prin­
cipios.
Al referirse a la soberanía de derecho (se entiende que abso­
lutamente hablando) escribía
Donoso este párrafo: "La soberanía
de

derecho es
una e invisible; si se la localiza en la sociedad, no
existe en el cielo. La soberanía popular, pues, es el ateísmo; y
cuenta, señores, que si el ateísmo puede introducirse en la filo­
sofía sin trastornar el mundo,
no puede introducirse en la socie­
dad sin herirla de paralización y de muerte". Y también este otro
párrafo clarividente
en donde parece legitimarse la dictadura:
"Cuando más adelante acuso
de impiedad y de ate'tsmo al pue­
blo o al rey que proclama ese poder, hablo del pueblo o del rey
que le proclama como un derecho que les pertenece aun en el
estado normal de la sociedad; porque en su estado de cataclismo
y tormenta,
el poder contituyente, o la dictadura del pueblo, del
hombre o del rey
que la salve del naufragio, es un poder consti­
tuyente legítimo,
es una dictadura necesaria; sólo la victoria con­
fiere
en esos casos el derecho y el legitimo poder".
La evolución de Donoso, desde el liberalismo enragéhacia el
pensamiento cristiano y tradicional, continúa a través de sus ar-
ws
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INFORMACIÓN BIBUOGRÁFICA
ticulos políticos en "El Porvenir", en 1837. La constitución de
1812 hacía imposible todo gobierno regular. Aunque el inmovi­
lismo de los constitucionalistas
-Martínez de la Rosa, Toreno,
Alcalá
Galiana-se resistia a la mudanza pólítica, Donoso en
estos artículos, al exponer su teotia de las revoluciones, y, más
adelante, en sus discursos parlamentarios a partir de 1838, si bien
continuaba partidario de la Monarquía Constitucional -mejor
dicho, de las personas que llevaban entonces la Corona-,
comenzaba a aborrecer los partidos políticos y a añorar la
Monarquía española tradicional, de aquella "época de los Reyes
Católicos
en que la sociedad vivía tranquila y sosegada porque
todos coincidían en una misma verdad política, en una misma
verdad religiosa y
en una misma verdad social".
La mente ordenada y lógica de Donoso tendía a ver, y a hacer
ver con claridad, aquéllo de lo que se ocupaba. Fue, en expre­
sión de Eugenio d'Ors, "un frío político"; es decir, a la vez que
teórico experimental hombre eminentemente práctico. Así lo
demuestra Federico Suárez
en los capítulos que tratan de la acti­
vidad de Donoso,
no sólo en el Parlamento, sino durante su emi­
gración
en Francia (1840-1843) como asesor de la Reina Madre,
María Cristina, y Secretario de Isabel
II en los años siguientes en
los que los matrimonios respectivos de ambas reinas, y las desa­
venencias matrimoniales
de Isabel, llevaron a las más intrincadas
intrigas políticas protagonizadas
por personajes como los gene­
rales Serrano o Espartero y Narváez, banqueros como Salamanca,
políticos como lstúriz, Pacheco, Olózaga, García-Goyena, etc. En
estas intrigas, la
masonerla, infiltrada en la familia real -el In­
fante Francisco de Paula
era masón-, tuvo un destacado influjo.
Estos capítulos del libro recensionado
son una magnífica demos­
tración del rigor histórico del autor y vienen a desembocar
en lo
que éste denomina "la conversión de Donoso" -años 1847 y
1848-que dividió en dos etapas su trayectoria vital y su filoso­
fía político-social.
La conversión se debió --son palabras del mismo Dono­
so-: "En primer lugar, a la misericordia divina, y, después, al
estudio profundo de las revoluciones (. .. ), al sentimiento exqui­
sito
que tuve de la belleza moral y una ternura de corazón que
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INFORMACIÓN BIBUOGRÁFICA
llega a ser una flaqueza. (. .. ) El misterio de mi conversi6n (por­
que toda conversión es un misterio) es un misterio de ternura. No
le amaba, y Dios ha querido que le ame; y porque le amo estoy
convertido". Pero también, como causa segunda, un hombre tuvo
su parte; un amigo íntimo, Santiago de Masamau (del que Suárez
public6 una monografía esclarecedora
-Madrid, Rialp, 1994-),
al que Donoso conoci6 en Pañs. "Un español (escribi6 Donoso
al Conde de Bois-le-Compte) de espíritu simple, recto, poco bri­
llante, muy religioso y dedicado a las buenas obras
(.. .); aquél
hombre me sojuzg6
con s6lo el espectáculo de su vida".
A partir de entonces la evoluci6n religiosa y de pensamiento
de Donoso cambian totalmente; él mismo lo reconoci6
al publi­
carse sus "Obras escogidas" (1848), donde las ideas de Donoso
denotaban ya la acentuaci6n providencialista de la historia (pues­
ta
de relieve de modo grandioso en su discurso de ingreso en la
Academia Española,
La Biblia como jitente de inspiración y belle­
za) y el decidido alineamiento de Donoso "contra la Revoluci6n
y sus c6mplices"
(en sus clarividentes "Discursos" sobre la
Dictadura,
en 1849, sobre Europa y sobre España, en 1850).
Entramos aquí
en la parte del libro que más puede interesar
a cuantos se ocupan del pensamiento no sólo cristiano sino cató­
lico, no s6lo filos6fico, sino teológico y de· la propia Filosofia de
la Historia.
En ésta Donoso es una cumbre universal. Veámoslo
brevemente.
En el llamado Discurso sobre la Dictadura, pronunciado el 4
de enero de 1849
en el Parlamento, defendiendo a Narváez con­
tra la oposici6n del partido progresista, se encuentra el famoso
paralelismo de la relación inversa entre religi6n y represi6n.
Vale
la pena leer en el discurso c6mo a lo largo de la historia a medi­
da que baja la religiosidad aumenta el poder del Estado: "y si
cuando la represión religiosa estaba
en su apogeo no era nece­
sario gobierno ninguno, cuando la represión religiosa no exista
no habrá bastante con ningún género de gobierno: todos los des­
potismos serán pocos".
La repercusi6n del Discurso -que era toda una teoña de
gobierno-, fue extraordinaria: en los liberales caus6 escándalo
-lo sigue causando-; por los antirrevolucionarios continúa
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INFORMACIÓN BIBUOGRÁFICA
admirándose. Traspasó las fronteras y, cien años después de pro­
nunciado, Carl Schmitt afirmó:
"Es el más magnífico discurso de
la literatura universal, sin exceptuar a Pericles y Demóstenes, ni
a Cicerón, Mirabeau o Burke".
El "Discurso sobre Europa", pronunciado en el Congreso al
año siguiente, Donoso convirtió una cuestión de circunstancias
(debate presupuestario) en otra universal y trascendente, utili­
zando también
en su argumentación "la prueba filosófica y la
prueba histórica, es decir, el raciocinio y los hechos auxiliándose
mutuamente".
Su tesis fue la de que las naciones se fundan sobre
la
base de la verdad social, sobre la base de la verdad religiosa,
y
no sobre la verdad económica, madre ésta del socialismo polí­
tico. A lo largo del discurso fue desarrollando la tesis y demos­
trando
-con ejemplos de las naciones de Europa-cómo el
remedio radical contra la revolución y el socialismo
no es más
que el catolicismo, porque éste es la única doctrina que contra­
dice a la revolución y al socialismo.
"Si Europa niega la verdad
religiosa caerá
en el atelsmo y si Dios no existe entonces dirá
Proudhon: señores,
no hay gobierno" (o, más adelante, Dosto­
yewski: "todo está permitido"), llegándose al nihilismo radical.
Los hechos de hoy parecen estar confirmando las previsiones
de Donoso.
En diciembre de 1850, pronunció su tercer gran discur­
so, el
Discurso so/Jre España, al renovarse el Congreso a conse­
cuencia de
la crisis -una de las innumerables acaecidas--del gabi­
nete presidido por Narváez, vencedor
efímero de la revolución de
1848. Como de costumbre, sobre los motivos ocasionales, Donoso
penetra
en las verdades causales. En este caso las de la historia de
España y sus reyes y gobiernos.
Sus afirmaciones eran tan rotundas
como originales y fuera del horizonte de los diputados, cuánto más
de los periodistas. Entonces
ni unos ni otros fueron capaces de
entenderle; y hoy no quieren entenderle, lamentablemente.
Auguró no solamente otras revoluciones sucesivas que priva­
rían del reino a los Borbones ("los cuales hacen a los pueblos
industriosos y ricos, para morir a manos de las revoluciones"),
sino el triunfo del socialismo ("cuyo pais no es la Francia, sino
España") y de la corrupción de
los partidos y de sus gobiernos
(también
en el ámbito financiero), que se debaten entre el siste-
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
ma de econonúa y el sistema de gastos como "la péndula (sic)
del reloj que oscila
pero que no anda, gastando millones en lo
superfluo y ahorrando
en lo necesario'; poniendo en guardia a
los españoles y a las naciones de Europa "contra la inmoralidad
y la corrupción calculada
que corroe las entrañas de la genera­
ción presente, y
que acabarán de estragar entre nosotros los últi­
mos restos del
pudor público'.
Señalaba el origen de
esa corrupción en la decadencia, por
una parte, del principio religioso; en el auge, por otra, del prin­
cipio electivo, pues "sólo los partidos tienen libertad, los espa­
ñoles no la tienen".
Asombra la clarividente lógica donosiana en los puntos de su
"Discurso sobre España'. Recordemos
en cuanto a las revolucio­
nes: el final de la Regencia
de Maña Cristina de Barbón, y de los
reinados
de Isabel 11, de Alfonso XII y Alfonso XIII; recordemos
los años 1854, 1868, 1931, 1934 y 1936; recordemos, también,
en
cuanto a los principios económicos supeditados a los religiosos y
morales (hoy casi ignorados,
cuando no despreciados y combati­
dos) los sucesivos gobiernos socialistas y la corrupción desatada
durante ellos. Una corrupción cuya legitimidad
se pretende si no
justificar, sí olvidar, y cuya legalidad se defiende a ultranza por
muchos políticos que desean ponerla del lado de la revolución
por estimar -también lo subrayó Donoso---que "la sola legali­
dad hace a las revoluciones invencibles'. Sí, escrita está la histo­
ria;
pero si bien es posible olvidarla, no es posible borrarla.
La influencia del Discurso sobre España fue grande. Narváez
presentó
la dimisión en enero de 1851 y Donoso fue designado
por Bravo Murillo Ministro plenipotenciario de España en Pañs.
Desde este puesto, con amigos tales como Meyendorff -Em­
bajador de Rusia-, Metternich -que admiraba también a Do­
noso---, Veuillot y Raczynski,
e.s decir, los hombres más oídos en
Europa, Donoso envió al gobierno español despachos exactos.
prediciendo
el. resultado -con seguridad extrema-de la Repú­
blica francesa
que desembocó en un nuevo imperio, el de Luis
Napoleón III. En estos años, de relativo descanso, Donoso se
ocupó de estrechar sus relaciones familiares: las cartas a
su padre
y a sus hermanos revelan un perfil humano desconocido hasta
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ahora; el gran sentido práctico de Donoso para los negocios; y,
lo más importante, su catolicismo profundo, en pensamiento y en
obras que alcanza un relieve único en el Ensayo sobre el catoli­
cismo, el liberalismo y el socialismo (1851). Éste, entre otras cosas,
fija la
concepción de la sociedad y del Estado en Donoso a par­
tir de
su "conversión" (¿1837?, ¿1849?).
El Ensayo (en tres libros) es la obra más conocida y difundi­
da de Donoso, incluso en España (el autor temia que "el carác­
ter español, cuyo rasgo más saliente es la holgazanería",
no hicie­
ra
nada por publicar el Ensayo). Nada más editado, Su Santidad
Pio
IX, que "sabia cuán profundamente era la fe (de Donoso) en
la Religión divina de Jesucristo", bendijo y elogió la obra del
Marqués
de Valdegamas.
El primer libro del Ensayo es un canto al catolicismo. En la
base de toda la concepción cristiana de Donoso está el concep­
to del orden. "Hay
-dice-un código de leyes contitutivas del
orden moral en la humanidad y el universo, las cuales unidas a
las físicas a
que están sujetas las materiales, forman la suprema
ley del orden, por la que se rigen y gobiernan todas las cosas
criadas". Este
orden universal, principio de toda filosofía, com­
prende al individuo, a la familia y a la sociedad y es perturbado
por el pecado y las revoluciones. Los razonamientos de Donoso
se encadenan de modo admirable en tomo a dichos puntos hasta
una verdad,
con referencia a la Iglesia católica, que entonces
-y también ahora-escandalizó a mucha gente, incluso llama­
da católica: "Ninguno que no tenga en cuenta su virtud sobrena­
tural y divina
(de la Iglesia Católica) comprenderá jamás su
influencia, ni sus victOrias, .ni sus tribulaciones; as1 como ningu­
no que no la comprenda, comprenderá jamás lo que hay de inti­
mo,
de esencial y de profundo en la civilización europea". ¡Qué
visión ésta
de Donoso, hac:e siglo y medio, en torno a la única
posible recristianización
de Europa, hoy urgida por Juan Pablo Il!
La libertad constituye el meollo del segundo libro del Ensayo.
En ella
ve Donoso -siempre apuntando a lo trascendente, al
,;n~s allá de los fenómenos y vicisitudes de la vida de los hom­
bres y
de los pueblo&-la explicación de la historia: en esa ten­
sión entre la Providencia divina
y la libertad del hombre. La cual
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
no debe confundirse con la independencia, pues la raíz de ésta
fue el
pecado original; aquél querer independizarse de Dios que
devino en terrible servidumbre.
En este sentido, Álvaro d'Ors subraya, análogamente a Do­
noso, cómo la libertad
no consiste en poder elegir, sino en poder
optar, y no hay fuerza coactiva alguna que prive al hombre de
esa libertad de opción. Esta libertad esencial del hombre
es el
presupuesto racional
de su responsabilidad, es decir, la necesidad
de aceptar los efectos de las propias opciones. De ahí
que se
pueda decir que el hombre es libre porque es responsable, no
que es responsable porque es libre: lo esencial es la responsabi­
lidad, y la libertad
es un requisito de la responsabilidad (Vid.
o'ORS, A., Derecho y sentido común, Ed. Civitas, 1995, págs. 32-
34; y recensión critica en Verbo, núm. 333-334, marzo-abril, 1995,
págs. 430-432).
Partiendo de
esa base, Donoso, en esta parte del Ensayo,
deduce la "soberbia ignorancia" de la escuela liberal del pensa­
miento (nunca comprenderá
la relación entre las cuestiones polí­
ticas y sociales
con las religiosas), contraponiéndola al socialismo
(éste sí comprende tal relación:
por eso es fuerte, porque hace
teología, aunque sea una teología satánica; y por ello es des­
tructor).
La conclusión del segundo libro del Ensayo no es otra sino la
masa
de errores a la que lleva el racionalismo cuando se ocupa
de Dios, del mundo y del hombre a espaldas de la revelación.
En su
tercera parte, Solidaridad y expiación, aborda cuestio­
nes,
hoy actualísirnas, de suma importancia: los razonamientos de
Donoso en la defensa de la sociedad familiar, de la propiedad
y ...
de la pena de muerte son contunde.ntes. Respecto a ésta,
escribió Car! Scbmitt: "(Donoso)
con fulminante instantaneidad
ve inmediatamente
con el hecho inicial, la abolición legal de la
pena de muerte, el resultado final: un mundo en el que la sangre
parece brotar incluso de las rocas, porque los paraísos ilusorios
se traµsfonnan en infiernos reales". ,/
Por supuesto -dice aquí Federico Suárez-los pensamien­
tos de Donoso sobre la
pena de muette y el valor expiatorio de
la sangre han de comprenderse en su mom~nto histórico, pe.ro sí
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
puede afirmarse también hoy, sin duda alguna, que cuando en
un Estado se suprime la pena de muerte, el resultado (y es un
hecho de experiencia) es que sólo mueren los inocentes. Como
observó Donoso, "los mismos
que han hecho creer a las gentes
que la tierra puede ser un paraíso, las han hecho creer más fácil­
mente
que ha de ser un paraíso sin sangre. Si esta ilusión llega­
se a ser creída
por todos, la sangre brotará hasta de las rocas
duras y la tierra se transformarla
en infierno". (Esta deducción de
Donoso se hizo realidad concreta
en la Rusia soviética, valga por
ejemplo contemplado por todos).
Nada más aparecer el Ensayo, las criticas comenzaron a com­
batirlo.
Las más duras surgieron del "catolicismo liberal" de mon­
señor Dupanloup, obispo de Orleans, y de su vicario el abate
Gaduel, que invitaron a
Donoso a retractarse de sus errores con­
tra la verdad católica. Donoso, que nunca aceptó polémicas, con­
testó en una carta en la que aprovechó la ocasión para expresar
que "si sentía disgusto por los periodistas que escribían como
obispos o abates,
no lo sentía menos por los obispos y abates
que se metían a periodistas"; y zanjó la cuestión remitiendo el
Ensayo
al juicio de Roma. Vimos cómo Pío IX admiraba a
Donoso.
En esta ocasión, ratificó sus alabanzas.
También
en España hizo mucho ruido el Ensayo. La burgue­
sía liberal española, definida
por Donoso como clase discutidora
(sus periódicos El Heraldo, El Clamor
Púhlico, La Nación, ... ),
intentó descalificar el Ensayo precisamente por su contenido,
encaminado a la defensa
de la Iglesia y sus enseñanzas y "contra
la revolución y
sus cómplices", uno de los cuales era y ha sido
siempre el liberalismo.
Aparte
de las críticas periodlsticas, autores como Juan Valera,
y políticos como Cánovas
del Castillo, prestaron gran atención al
Ensayo, aunque no acertaron a captar el pensamiento de Donoso.
Sólo los socialistas vislumbraron la grandeza
(o el peligro para
sus teorías)
de aquél pensamiento, "que ha tenido -dijo
Araquistáin-la mayor resonancia en la Europa moderna" (cita,
como ejemplo entre otros, la
obra de Ernst Jünger Heliópolis, en
la que el autor alemán -hoy centenario y vivo-le dedica una
amplia nota).
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Después del Ensayo, Donoso continúa escribiendo. En los
años 1852 y 1853 sus Cartas a María Cristina, al director del
Heraldo, a Metternich, al Cardenal Fornari y al director de la
Revue de Deux Mondes, son los últimos -tal vez también los
mejores-escritos de Donoso. En la primera, a María Cristina,
advierte al trono de los peligros
que le avendrían de proseguir en
andar los caminos abiertos por la revolución. En las cartas al
Director del
Heraldo, Donoso reafirmaba su antiliberalismo y su
catolicismo antirracionalista, a la vez
que olvidaba los ultrajes que
el periódico había publicado. Y en la carta al ex-canciller aus­
triaco, Donoso aclaraba varios de los términos y expresiones usa­
das
en sus obras.
En cuanto a la Carta al Cardenal Fomari
-considerada por
Veuillot y por Juretschke como "lo mejor que ha escrito el autor,
tanto
en la forma como en la precisión de lenguaje"-, escrita a
requerimiento del Cardenal,
Donoso explicita y desvela que no
sólo las concepciones políticas dependen, en último término, del
concepto final
que se tenga de Dios y del hombre, sino de toda
manifestación
de la vida propiamente humana. La doble nega­
ción (respecto
de Dios y del hombre), base de todo el pensa­
miento
europeo vigente en la época de Donoso (y en la nuestra,
diría yo), es
el origen de una larga cadena de errores politicos,
sociales, económicos, religiosos y morales: naturalismo, filosofis­
mo, racionalismo, liberalismo, socialismo, comunismo y anar­
quismo son etapas que recorre la sociedad al desechar los prin­
cipios
de Derecho Público cristiano, que, fundamentalmente, y
sobre la base de que toda autoridad viene de Dios, se reducen
a santificar la obediencia
de los súbditos y a recordar a los
gobernantes
que al ser ministros de la autoridad son delegados
de Dios
para el servicio de la. comunidad. En esta carta admi­
rable
Donoso expone con nitidez, en síntesis prodigiosa, la
unidad no sólo del mundo en que vivimos, expuesta ya en el
Discurso sobre la Dictadura, sino la unidad del mismo con la
conexión del mundo natural y el mundo sobrenatural, la inter­
dependencia del orden político y el orden social, la relación de
ambos con las concepciones religiosas, el fondo teológico, a
que puede -y debe-ser referida toda cuestión humana, la
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
reducción a unidad, en una palabra, del complejo conjunto de
ideas dispares y contradictorias, de sistemas, y de aconteci­
mientos, mediante
una explicación clara y coherente. Todo
ello, dice
con razón Federico Suárez, "es, sin duda, el mayor de
los servicios
que pensador alguno de su época pudo prestar a
la sociedad, la
suya y la nuestra".
La última de sus cartas, al director de la Revue des Deux
Mondes, fue una réplica al articulo en la citada revista de Alberto
de Broglie. Donoso combate en ella, de modo magistral, el error
de la "escuela liberal" en su vano intento de formar un nuevo
código
de verdades pollticas y principios sociales haciendo abs­
tracción de Dios; excluyéndole, a
Él y a su Iglesia, de todos los
asuntos humanos, independizando la sociedad civil y la sociedad
política de cualquier autoridad
que no procediera de ella misma.
Subrayó cómo
alll donde domina el catolicismo el hombre es
libre;
en donde no, la sociedad se conforma por las revolucines.
En
una de éstas se encuentra el origen y el alma del parlamenta­
rismo,
el cual crea -dice-"una ley del equilibrio para com­
pensar la división del Poder, llamando a la discordia saludable
agitación y ordenado movimiento, suprimiendo todas las corpo­
raciones y todas las jerarquías, y basando su legitimidad no en el
pueblo mismo sino en el cuerpo electoral, agregado arbitrario y
confuso
que se forma a una señal convenida y se descompone a
otra señal, yaciendo sus miembros
en dispersión hasta que vuel­
ve a sonar la voz que les ordena juntarse".
Con esta carta, Donoso cierra sus trabajos haciendo público
su pensamiento político .. El finál de su vida se acerca; un final en
el que, por su cargo dé Mirustro Plenipotenciario en París ante el
Presidente de
la· República francesa, Donoso -anteriormente, en
1849-1850, desempeñó el mismo cargo en Berlín-:, llevó una
intensa vida social frecuentando los salones más selectos entre
intelectuales y aristócratas. Pero
_todo esto fue sólo un aspecto de
su vida. Sólo después de su muerte vino a conocerse el otro
aspecto,
el cristiano (católico), desvelado por sus amigos más
íntimos. Su piedad (oración diaria, confesión semanal, comunión
dos veces cada ocho días),
su "ascetismo sonriente" (usaba dos
grandes cilicios bajo los bordados uniformes
de Embajador), sus
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caridades habituales (visitas frecuentes a los pobres del quartier
Mouffetard) con limosnas generosísimas (distribuía las cinco sex­
tas partes de sus rentas entre los pobres y conventos religiosos).
En las páginas finales de esta gran biografía se
pueden leer
otros datos curiosos sobre
Donoso (era gran fumador), especial­
mente sobre su enfermedad
-una pericarditis aguda-y su santa
muerte. Donoso murió
en la tarde del 3 de mayo de 1853, a los
cuarenta y tres años de edad, con estas expresivas exclamaciones
de la piedad española: "¡Jesús de mi alma! ¡Dios de mi corazón!".
Las exequias fúnebres en la iglesia de San Felipe de Roule, en
Pañs, fueron tan solemnes, con representación de Napoleón III,
y asistencia de las más altas jerarquías de la Iglesia y magistratu­
ras de Francia, de la nobleza francesa y española, y
de todo el
Cuerpo Diplomático, que pudo escribirse: "No se conoce que la
muerte de
un diplomático hubiera causado en país alguno euro­
peo tanto impacto como la de Donoso". El cuerpo embalsamado
del Marqués de Valdegamas, fue trasladado desde
Pañs el 9 de
octubre y depositado en la Real Iglesia de San Isidro, en Madrid.
Olvidados durante mucho tiempo, los restos fueron trasladados e
inhumados
en el mausoleo de la Sacramental de San Isidro el 11
de mayo de 1900.
Con
un breve Epílogo se cierra este libro de Federico Suárez
que ha dedicado muchos años al estudio de la vida y las obras
de
un español universal; grande, combatido y olvidado. Grande,
por su vida, tan breve, dedicada al servicio de España y de la
Monarquía (a ésta, más
en sus principios, que no a las reinas que
los olvidaron). Combatido, por su pensamiento católico y tradi­
cional; tachado de fideísta, teocrático, neocatólico, apocallptico,
pesimista y reaccionario; es decir, de "ultra derecha" o 11funda­
mentalista" en el lenguaje de tantos ignorantes de hoy.
No fue nada
de eso. El pensamiento de Donoso era, y sigue
siendo, diflcilmente rebatible;
de ·ah! que en Donoso, como dice
su biógrafo, se hace buena la afirmación de Chesterton de que
cuando faltan los argumentos se recurre a los insultos. En todo
caso, la advertencia
de Donoso de que todos los esfuerzos enca­
minados a reformar la sociedad
por medio de asambleas y gobier­
nos serán petpétuamente inútiles, es una tesis comprobada.
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El Marqués de Valdegamas sostuvo, precisamente, lo contra­
rio:
"Se debe reformar la Sociedad, y entonces será fácil reformar
las intituciones". Eso
-concluye su biógrafo-, "la reforma de la
Sociedad, era la tesis
de Donoso. La de que sólo la Iglesia puede
hacer tal reforma, porque sólo ella está en posesión de la verdad.
Y
no se diga que tal como está .el mundo es imposible hacerle
torcer
su rumbo. No lo es. La Iglesia ya lo hizo en los primeros
siglos de la era cristiana".
Por último, Donoso fue olvidado, también
por los católicos,
hasta
que gracias a Car! Schmitt comenzó a ser valorado. Hoy, sin
embargo, gracias también
en buena parte a la tenacidad de
Federico Suárez, el pensamiento de Donoso, que parecía venci­
do por la crítica, surge de nuevo potente y esclarecedor ante el
panorama religioso, polltico y social de nuestros
días. Y es que,
como escribió el mismo Donoso en su Ensayo, "el hombre, sin
saber cómo, se inclina siempre del lado del vencido, el infortu­
nio le parece más bello que la victoria'.
Mas ésta es segura, pues
el
mundo se rinde siempre ante la fe: "Haec est Victoria quae vin­
cit mundum, fides nostra ".
JAVIER NAGORE Y ÁRNOZ
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