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Número 361-362

Serie XXXVII

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La verdad y los medios de comunicación

LA VERDAD Y LOS MEDIOS DE
COMUNICACIÓN
POR
EUDALDO FORMENT (')
1. Laverdad
La expresión "mass media" significa los medios modernos de
alcance masivo, es decir los medios de comunicación social, que
alcanzan a muchas personas simultáneamente y en poco tiempo.
Son, en sentido estricto: radio, televisión, cine, gran prensa y re­
vistas;
y, en sentido amplio: video; discos e informática.
Es patente que los medios de comunicación guardan relación
estrecha
con la verdad. Juan Pablo II denominó al periodista "el
hombre de
la verdad" (1). Sobre la verdad, el pensador español
Jaime Balmes proponía la siguiente definición:
"La verdad es la
realidad.
Vernm est Id quod est, es lo que es, ha dicho San
Agustín". Precisaba que: "Puede ser considerada de dos modos:
en las cosas o en el entendimiento. La verdad en la cosa es la
cosa misma; la verdad
en el entendimiento es el conocimiento de
la cosa tal como ésta es
en si" (2).
La regla de la verdad para el hombre es la misma realidad.
"El
pensar bien consiste o en conocer la verdad o en dirigir el
e) Texto de la conferencia pronunciada el día 14 de noviembre de 1997 en
el XXX Encuentro de Universitarios Católicos, dirigido por D.ª Lydia Jiménez, que
tuvo lugar durante los días 14 al 16 de noviembre de 1997 en el Colegio Doncellas
Nobles de Toledo.
(1) JUAN PABLO 11, A la Unión Católica de la Prensa Italiana, 28-11-1986.
(2) JAIME BAI.MF.S, Filosofia elementa( en ÍDF.M, Obras completas, Madrid,
BAC, 1949, 8 vals, vol. 111, págs. 3~538, Lógica, 1, pág. 8.
Verbo,mlm. 361-362 (1998), 61-82 61
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entendimiento por el camino que conduce a ella. La verdad es la
realidad de las cosas. Cuando las conocemos como
son en si
alcanzamos la verdad; de otra suerte caemos en el error" (3).
La búsqueda de la verdad tiene relación con todo el hombre
completo,
con el hombre como totalidad, porque: "Al hombre le
han sido dadas muchas facultades. Ninguna es inútil, ninguna es
intrínsecamente mala.
La esterilidad o la malicia les vienen de
nosotros,
que las empleamos mal. Una buena lógica debiera com­
prender
al hombre entero, porque la verdad está en relación con
todas las facultades del hombre. Cuidar de la
una y no de la otra
es a veces estirilizar la
segunda y malograr la primera" ( 4).
También
en nuestros dias, un psiquiatra español, Aquilino
Polaino, ha escrito:
"El hombre podria definirse con estos dos
conceptos fundamentales:
un ser para la verdad, y un ser para el
bten. El hombre es un ser para la verdad, porque el hombre está
abierto al conocimiento, mediante el cual se hace uno con la cosa
conocida. En eso consiste la verdad. La verdad encarnada por el
hombre implica
una perfecta adecuación entre lo que se piensa
y lo que se dice, lo que se dice y lo que se hace, y lo que se
piensa y la. que se hace. Eso es la verdad. Cuando hay discre­
pancias entre estas instancias, acontece la
mentira, el error y la
falsedad'.
Por su anhelo del bien, se puede hablar de "voluntad de ver­
dad', de querer el bien que es la misma verdad para el hombre.
"La voluntad de verdad consiste en querer la verdad, caracterlsti­
ca
que sólo es propia del bombre y que en ningún otro ser acon­
tece. Y la verdad es,
en última instancia, la que da sentido a la
vida del hombre".
Como consecuencia, surge un principio importantísimo para
los medios de comunicación: "Cuando se le escamotea la verdad
o, simplemente, se le engaña, en cierto modo se le trata como si
no fuera bombre, porque se frustra lo que como hombre más
propiamente le pertenece: su permanente apertura al conocí-
(3) ÍDEM, El Criterio, en ÍDEM, Obras completas, op. cit., vol. 111, págs. 551-
755, !, 1, pág. 553.
(4) fnEM, El Criterio, op. cit., XXII, 60, pág. 755.
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miento de lo que es verdadero. Poco importa que se le conserve
o prolongue la vida del cuerpo, si irreversiblemente se
le ciega
frente a la luz de la verdad" (5).
El hombre tiene derecho a la verdad. La verdad es el valor
fundante del derecho
a ser informado y del derecho a informar.
Tiene también relación con el respeto a la libertad. La verdad está
relacionada con todos los demás valores pero especialmente con
la libertad. Verdad y libertad
van juntas. La raíz de la libertad no
sólo es la voluntad, el querer el bien, sino también la razón, que
lo descubre.
2. La mentira
Sin embargo, en nuestro mundo, no se advierte que la infor­
mación se dé a la luz de la verdad y de la libertad. Es patente
que se renuncia por principio al ideal de verdad. No parece exa­
geración decir
que la primera fuerza que dirige el mundo es la
mentira. Con ella los medios de comunicación social crean opi­
nión pública a favor de intereses, como el lucro, el influjo social
como forma
de poder, la alianza con el poder económico, politi­
co e ideológico.
Se ha dicho que ejercen un poder tiránico, cuya única defen­
sa es la desconfianza y la indignación. En el mundo de la infor­
mación se darían dos intentos con respecto a la verdad:
en unos
la de
falsificar la información, y en otros la de eludirla, por sos­
pecha y descofianza.
En
el siglo XVI, cuando surge el libro, se le concibe como
medio de comunicación, pero se reconoce la primacia de la ver­
dad sobre la mentira, y el respeto al honor personal. En el siglo
XVIIl, surge un nuevo medio: el periódico, que va poniendo en
duda estos dos valores. En el xx, con el cine, la radio y la tele­
visión, ya no se reconocen. Ahora se tiende a crear otros nuevos
modelos de conducta basados. Como consecuencia, los recepto-
(5) AQUILINO PoLAIN0-1.oRENrE (Ed.), Manual de Bioética Generai Madrid,
Ediciones Rialp, 1997, pág. 395.
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res de la información son tratados como meros consumidores de
la informacióm, reducida muchas veces a espectáculo, sensacio­
nalismo y banalidades.
Hay
que tener en cuenta que, en los medios de comunica­
ción social, hay cuatro sectores
bien definidos: accionistas, que
invierten para ganar dinero; el sector empresarial o de gestión; el
personal técnico-laboral de los procesos de producción; y los
profesionales del medio informativo.
Se da una mezcla de intere­
ses distintos: lucro, poder, promoción de ideas, etc. (6).
El inte­
rés fundamental
no es informar de acuerdo con la realidad, con
la verdad, sino de informar creando la realidad que más interesa
al emisor, una "verdad interesada".
Esta verdad utilitaria es también atractiva para el mismo des­
tinatario.
Los psicólogos de empresa y los expertos en publicidad
han estudiado científicamente las apetencias instintivas del hom­
bre buscando el momento oportuno para satisfacerlas. De ahí
que en la manipulación psicológica se da el recurso constante del
erotismo o la violencia.
De ahi también
que los medios de comunicación social
satisfacen el sentimiento y la imaginación más
que la razón,
que exige más esfuerzo. Lo que encaja muy bien con nuestra
época postmodema. En la postmodernidad la razón ha perdi­
do su status. Se habla dl', la "muerte de la razón". Lo que
importa es la astucia práctica, el pragmatismo y saber utilizar la
casuística legalista. No ünporta la veracidad, sino lo 'intere­
sante'. No importa la verdad, ni tampoco, por tanto, la realidad.
La imagen tiende a sustituir a la realidad y, por tanto, la apa­
riencia
al ser, lo ficticio a lo natural, lo morboso a lo equilibra­
do, y el sentimiento a la razón. Todo, así, es espectáculo de
carácter frívolo.
En la mentalidad postrnodema,
se está o no de acuerdo con
respecto a algo. No importa que sea verdadero,
bueno o bello.
Todo
es cuestión de actitudes y opciones voluntarias de gusto o
disgusto, de agrado o desagrado. No hay
cualificación objetiva:
(6) Cfr. NICETO 81.ÁZQUEZ, Ética y medios de comunicación, Madrid, BAC,
1994, c. L
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las cosas gustan o no gustan. No hay, por ello, deberes ni obli­
gaciones, sino apetencias, múltiples y cambiantes.
Los
inventos actuales, especialmente los de la comunicación,
han coincidido con la postmodernidad. Al "giro antropológico"
de la modernidad,
que sustituyó el teocentrismo medieval, ha
sucedido el "giro tecnológico". Estos nuevos instrumentos técni­
cos,
la tecnología y los equipos empresariales, se han convertido
en formas de falsificación de la realidad, de la verdad. La infor­
mación
ha quedado asi vaciada de mensajes no sólo en clave de
honestidad sino también de objetividad. A ello hay que añadir
que la manipulación informativa, con su parcialidad y unilatera­
lidad,
se ha puesto al seroicio de los poderes fácticos.
No es,
por tanto, exagerado afirmar que dentro de los medios
de comunicación social viven la mentira y el engaño. La infor­
mación crea opiniones erróneas y la publicidad impone criterios
de conducta opuestos a
la ética. La publicidad es una promoción
de modelos de conducta. En general, la información es
una espe­
cie
de nueva religión planetaria, que dicta dogmas en todos los
ámbitos.
Se ha dicho que es el nuevo catón del pueblo.
Ciertamente los medios de comunicación social son casi las úni­
cas fuentes de información y de conocimiento ordinario de la
mayoría de los hombres en general.
De modo más preciso,
se ha dicho que, en los medios de
comunicación social , en estos 1nomentos, se aplica el maquia­
velismo
politico. Para Maquiavelo, los hombres son malos y como
tales
deben ser tratados. Hay que aprender el arte de no ser
bueno, para conservar el poder politico. De ahi el principio: el
fin justifica los medios.
Este principio maquiavélico permite justificar la manipula­
ción. Hay muchas fonnas de manipulación en la comunicación.
Por ejemplo, con apariencias de respeto a la libertad, se destru­
ye previamente la capacidad de reacción crítica del receptor con
una avalancha de noticias, que crea la confusión. Otras veces
se trastocan sutilmente los datos de modo, que sin anularlos del
todo, den a la noticia un sentido distinto del original en función
de unos intereses preconcebidos por parte del emisor. También
otras, se
crea la necesidad de información y después se da ses-
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gada y distorsionada. Así, ofrecen lo que pide el público, pero no
lo que necesita.
Hay otros muchos modos más sútiles de manipulación in­
formativa. Se realiza con las palabras y expresiones, que actúan
a modo de talismanes, como "prOgreso", "derechos humanos",
"democracia", "feminista",
"ecologisti", etc. Con las encuestas,
con cuestionarios en los que en la pregunta va prefijada la res­
puesta. En las
entrevistas, utilizando la técnica del dilema, que
consiste en plantear un contraste dualista, haciendo desapare­
cer
la riqueza de la variedad de otros contrastes; o bien, em­
pleando preguntas mal planteadas: "Una pregunta mal hecha
es imposible de contestar bien. La pregunta bien hecha lleva ya
la mitad de la respuesta" (7), o como dice un refrán castellano:
"Pregunta más un tonto, que responde un sabid'. Con la explo­
tación de
la emotividad. Con la creación de opiniones prefabri­
cadas,
que se interponen cuando se habla de una persona, de
una institución, de un país. Propagando Informaciones falsas
con el fin de crear confusión en la opinión pública, lo que se
llama desinformación. Con el sensacionalismo o la exageración
para explotar las bajas pasiones
y los intereses menos nobles.
En fin, con estos medios, el informador parece un experto en
trucos (8).
Se tiende en estos casos a coaccionar al receptor con el fin
de disminuir su libertad y la capacidad crítica, para así ponerle
por completo a favor de las ideas del informador pero con per­
suasión. Para ello se utilizan todos los medios: ocultaciones,
supresiones, adiciones, deformaciones; mintiendo con imágenes,
falsas acciones, personajes; manipulación informática y fotográfi­
ca.
Los medios se han convertido en una especie de supermer­
cado,
donde los aspectos más atractivos son los más adulterados,
y teniendo que ser
buenos terminan siendo dañinos para el hom­
br.e. Además, parece que sólo les interesa el público como con­
sumidor (9).
(7) N1CEI'o BLÁZQUEZ, Ética y medios de comunicación, Madrid, BAC, 1994,
pág. 46.
(8) Cfr. !bid., c. 11.
(9) Cfr. !bid., págs. 55 y sigs.
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LA VERDAD Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
3, El sentido común
El engaño en los medios de comunicación es posible por la
misma verdad. Según Balmes, las facultades humanas cumplen
una ley que denomina "sentido común", por su carácter pasivo y
por ser general a toda la humanidad. "La expresión sentido
común significa una ley de nuestro espíritu, diferente en apa­
riencia
según son diferentes los casos a que se aplica, pero que
en realidad, y a pesar de sus modificaciones, es una sola, siem­
pre la misma, y consistente en una inclinación natural de nues­
tro espíritu a dar su asenso a ciertas verdades no atestiguadas por
la conciencia ni demostradas por la razón; y que todos los hom­
bres
han de menester para satisfacer las necesidades de la vida
sensitiva, intelectual o moral" (10).
En todo hombre, se da esta inclinación, que expresa la orien­
tación general del espíritu humano hacia la verdad y el rechazo
instintivo del error.
"La fe en la autoridad humana nos ofrece
otro caso de este instinto admirable.
El individuo y la sociedad
necesitan esa fe, sin ella, la sociedad y la familia serían imposi­
bles; el mismo individuo estaría condenado al aislamiento
y, por
tanto, a la muerte. Sin la Je en la palabra del hombre, el linaje
humano desaparecería. -Esta creencia tiene distintos matices
según
las diferentes circunstancias, pero existe siempre, el hom­
bre se inclina a creer al hombre por un instinto natural. Cuando
son muchos los hombres que hablan, y no tienen contra sí otros
que hablan en sentido opuesto, la fuerza de la inclinación es
mayor, a proporción que es mayor el número de los testigos,
hasta llegar a un punto en que es irresistible: ¿quién duda de que
existe Constantinopla?, y, sin embargo, los más, sólo lo sabemos
por la palabra de otros hombres" (11).
Se pregunta seguidamente: "¿En qué se funda la autoridad
humana?
Las razones filosóficas que se pueden señalar no las
(10) JAIME BALMES, Filosofia fundamenta~ en ÍDEM, Obras completasi op. cit.,
vol. 11, 1, 32, pág. 190.
(11) !bid., ], 32, 321, pág. 192.
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conoce el común de los hombres; más por esto su fe no deja de
ser igualmente viva
que la de los filósofos. ¿Cuál es la causa? Es
que hay una necesidad, y a su lado el Instinto para satisfacerla;
el hombre necesita creer al hombre, y le cree. Y nótese bien:
cuanto mayor es la necesidad, tanto mayor
es la fe; los muy igno­
rantes, los imbéciles, creen todo lo que se les dice, su guía está
en los demás hombres y ellos la siguen a ciegas; el tierno niño,
que nada conoce por si propio, cree con absoluto abandono las
mayores extravagancias; la palabra de cuantos le
rodean es para
él
un infalible criterio de ver~ad" (12).
Por ello, el Concilio Vaticano
II ha indicado que: "Todos los
hombres, conforme a su dignidad,
por ser personas, es decir,
dotados de
razón y de voluntad libre y, por tanto, enaltecidos con
una responsabilidad personal, tienen la obligación moral de bus­
car la verdad, sobre todo la
que se refiere a la religión. Están obli­
gados, asimismo, a adherirse a la verdad conocida y
a ordenar
toda su vida según las exigencias
de la verdad" (13).
En el
mismo documento, se dice que: "Los hombres de nues­
tro tiempo
son presionados de distintas maneras y se encuentran
en el peligro de verse destituidos de su propia libertad de elec­
ción". Debe por ello procurarse: "que juzguen las cosas con cri­
terio propio a la luz de la verdad" (14). Hay que recelar de los
medios de comunicación social, ya que parece que tienen como
objetivo esconder la verdad y, no obstante, tienen un influjo real
y efectivo
en la sociedad. Les es adecuado el calificativo de "cuar­
to poder".
4. El agnosticismo
Los medios de comunicación social no sólo distorsionan la
verdad, sino que hasta suponen y fomentan el agnosticismo
frente a ella. El agnosticismo piensa que la verdad es incognos-
68
(12) !bid., !, 32, 321, págs. 192-193.
(13) Dignitatis bumanae, n. 2.
(14) !bid., n. 8.
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cible. Por eso, el agnóstico, en su actuación, no se guía por la
verdad y
separa así la verdad y la libertad. Entiende a esta últi­
ma como una fuerza ciega, no guiada por la razón, sino por las
propias apetencias.
El origen de esta actitud está en el voluntarlsmo -el prepo­
ner la voluntad a la inteligencia, que tiene así el carácter de ins­
trumento a la autorrealización-, y en el nominalismo -la
reducción del conocimiento intelectual humano al ámbito de lo
sensible,
y, por tanto, al de las ciencias de la naturaleza-. "El
voluntarismo es una tentación constante en el hombre, en todo
hombre. Unos lo relacionan
con la primera cafda de la humani­
dad: seréis como dioses, fue la insinuación
de la serpiente; otros
con el hecho, real, de que la voluntad puede parar en seco a
la inteligencia,
que podemos negar hasta las evidencias, que
podemos deformar la propia conciencia y justificar lo injustifica­
ble" ClS).
Debe concluirse, por consiguiente: "Ante la verdad no cabe
una actitud previa que no sea la de pura apertura a un don gra­
tuito
(. .. ) La pretensión de estar siempre en nuestras manos, de
no depender de nadie, cierra el horizonte, lo encapota y nubla la
vida.
La verdad no está para usarla -eso es la verdad práctica­
sino para acogerla como el don que da sentido a la vida" (16).
Ello
no quiere decir que no hay que restablecer la diferencia
entre el
orden de la apttcación concreta de los principios gene­
rales,
que pueden cambiar -porque van siendo distintas las cir­
cunstancias y porque puede hacerse de varios modos
posibles-,
y el orden de los principios, que, por ser inmutables y perma­
nentes,
no son opinables. Ante la actual imposición de ideas
pasajeras, sujetas a los vaivenes
de la moda, por los medios de
comunicación social, el discernir lo verdadero de lo
falso y de lo
opinable, es imprescindible.
Cuando la verdad
se presenta con evidencia, inmediata o
mediata,
ya no se da la opinión, sino la certeza. No se presenta
,,..-(15) RAFAEL CORAZÓN GoNZÁI.EZ1 Agnosticismo. Raíces, actitudes y consecuen­
cias,
Col. Iniacición Filosófica, Pamplona, EUNSA, 1997, pág. 185.
(16)
!bid., pág. 186.
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como cambiante ni subjetiva, sino con un carácter universal,
inmutable
y trascendente. Se preguntaba San Agustín: 'Si los dos
vemos
que es verdad lo que dices, y asimismo vemos los dos que
es verdad lo que yo digo, ¿en d6nde, pregunto, lo vemos? No
ciertamente tú en mi ni yo en ti, sino ambos en la misma incon­
mutable verdad, que está sobre nuestras mentes'' (17). Como tam­
bién decía en otro lugar: "No sea la verdad ni mía ni tuya, para
que sea tuya y mía" (18).
Por trascender el nivel natural
y humano, la verdad puede
compartirse plenamente por todos. 'Tenemos pues en la verdad
un tesoro del que todos gozarnos igualmente y en común: nin­
gún sobresalto, ningiín efecto menoscaba este gozo (. .. ) Nada de
lo que de ella participas conviertes en algo exclusivamente tuyo,
sino
que todo lo que de ella tornas queda integro también para
mi. Lo que a ti te inspira, no espero que vuelva de ti para inspi­
rárrnelo a mi,
porque nada de la verdad se convierte nunca en
cosa propia de algunos o varios, sino que simúltaneamente es
toda común a todos" (19).
La verdad, que es definitiva, trasciende al hombre. Por ello,
no le es posible muchas veces conocerla con la suficiente clari­
dad en todos los ámbitos. No siempre el hombre puede tener una
certeza absoluta, pero en muchos casos posee un firme asenso a
la verdad. Por consiguiente, es necesario establecer la distinci6n
entre las verdades parciales alcanzadas
por el hombre y las ver­
dades absolutas,
que siente que se le imponen a su mente de un
modo natural. No toda verdad alcanzada por el hombre es, por
tanto, inestable y provisional.
5. La superfic;ialldad
La situación descrita de los medios de comunicación, mani­
puladora de la verdad y hasta negadora de la misma, és, por una
parte, indignante. Aunque se dice que hay que dar lo que pide
70
(17) SAN AGUSTÍN, Confesiones, XII, 25, 35.
(18) IDEM, In Ps., 103, 11, 11.
(19) loEM, Confesiones, XII, 4, 37,
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LA VERDAD Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
el público, se le ha creado una necesidad psicológica innecesa­
ria.
Por otra, dramática porque se ha acostumbrado a este tipo
de información y ya
no puede pasar sin ella. Se lamenta, por
ejemplo, de la televisión, de lo que hay que oir y ver, pero no
puede prescindir de la misma.
Parte de estas desviaciones los mismos medios las reconocen.
Incluso consideran
que un núnimo de escándalo es necesario
para
el éxito. La mala opinión sobre los medios de información
ha existido siempre y se incrementa según su influencia. Es cono­
cido el adagio: "Los abogados ahorcan sus errores, los médicos los
entierran y los periodistas los divulgan".
Lo cierto es que los medios de comunicación social no sólo
ejercen una gran influencia
en la forma de pensar, de entender la
vida y
en el comportamiento individual y social, sino que crean
lo
que se denomina la opinión pública (20).
No sólo es censurable que se "cree" esta opinión, sino que
además sea superficial. Siempre se ha criticado la superficialidad.
Se dice que:
"Un buen periodista es aquel que no sabiendo nada
de una cosa, lo averigua todo en cinco minutos y lo dice en diez
líneas'. Quizá lo lleva la misma información, que tiene que dar
acontecimientos de un día para otro y no puede ofrecer un rela­
to completo.
En todo caso,
en los medios de comunicación social lo lla­
mativo prevalece sobre lo profundo.
Lo razonable, lo normal, lo
de sentido común y más natural, no es noticia. Sí, en cambio1 lo
extravagante, lo anormal y excepcional. Por eso la prensa da
una imagen de la realidad a base de excepciones. Es noticia que
un hombre muerda a un perro, no a la inversa. No obstante, no
siempre es así. Otras veces se da noticia de lo que es "normal",
porque es moda. Se intenta con ello conservarla o fomentarla.
Ha escrito Julián Marías: "Después de la lectura de los perió­
dicos, tengo
que hacer todos los días un esfuerzo para ponerme
a trabajar; necesito recuperarme de la impresión que me produ­
cen (. .. ) algunos provocan Irritación mezclada con aburrimien­
to; la distorsión constante, los silencios colectivos, la propensión
(20) Cfr. N1cBTO BI.ÁZQUBZ, Ética y medios de comunicación, op. cit., c. 11.
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a la grosería voluntaria - ridad satisfecha de si
misma-, todo eso va depositando en el lec­
tor un movimiento de aversión y, lo que es peor, la impresión de
que la propia calidad queda afectada"(21).
Los medios de comunicación fomentan la vulgaridad y la
ordinariez, que se ha extendido y ha penetrado en todos los
ámbitos de la cultura actual.
La mediocridad, por una parte, tien­
de a anular
la manifestación de lo personal. Como decia Ortega
y Gasset, hace que, con ella, el individuo personal: "Se siente
'como todo el mundo' y, sin embargo, no se angustia, se siente a
salvo al sentirse idéntico a los demás" (22).
La persona "chabacana', como también la denomina Ortega:
"Se acostumbra a si misma, se encuentra cómoda a si misma y
tiende a generalizarse y eternizarse (23). Para ella: "ser diferente
es indecente" (24). Por otra parte, y como consecuencia, esta
"masificación" impide que las personas se conduzcan a si mismas
y
se esmeren en perfeccionarse.
Se ha dicho más recientemente que la medianía o mediocri­
dad, que es "el máximo
peligro' (25) para la vida personal. Cada
persona
debe no sólo liberarse de esta especie de enfermedad
cultural, sino también ayudar a la posible liberación
de todos los
demás,
al igual que el hombre del mito de la caverna de Platón.
Ortega
crela que ello podría hacerse con la enseñanza universi­
taria (26).
Julián Marías ha denunciado: la monotonía de la información,
la referencia constante a las mismas personas, a tres o cuatro
países, y a las formas aberrantes de conducta. Con los medios de
infonnación, se saca la impresión de que todo es anormal, antina­
tural. Por el contrario,
se guarda silencio sobre la amistad, la paz,
(21) ]UUÁN MAiúAs, "De qué se habla", en ABC6/3/1988.
(22) J. ORTEGA Y GASSET, La rebelión de las masas, Madrid, Revista de
Occidente, 1937, pág. 40
(23)
ÍDEM, Misión de la Universidad, Madrid, Revista de Occidente, 1936,
pág. 21.
(24)
ÍDEM, La rebelión de· las masas, op. cit., pág. 42.
(25) A.
CAnJRELU, La Universidad. Su esencia, su vida, su ambiente, Córdoba,
Argentina, Universidad de Córdoba, 1%3, pág. 56.
(26)
Cfr. J. ORTEGA Y GASSET, Misión de la Universidad, op. cit., pág. 42.
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LA VERDAD Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
la producción literaria, la científica. Además, se habla de manera
desorbitada del
deporte y se habla de personas que son notables
porque se habla de ellas. Se acostumbran a pensar que sólo exis­
te aquello
de que se habla (27). Se ignora, en definitiva, la rique­
za
de la realidad, de la verdad, que siempre es original, creativa
y gratificante y divertida.
En cambio, lo verdaderamente creado
por el hombre, el error y la mentira, es reiterativo, monótono y
aburrido.
6. La Iglesia y los medios de comunicación social
En un documento reciente del Consejo Pontificio para las
Comunicaciones sociales, se dice, siguiendo la Instrucción pasto­
ral
Communio et progressio (1971): "En el curso de estos últimos
años ha tenido lugar
una revolución mundial en el modo de per­
cibir los valores morales, seguida
de cambios profundos en la
manera
de pensar y actuar de la gente. Los medios de comuni­
cación social
han tenido y continúan teniendo un importante
papel en cada proceso de transformación individual y social, en
la medida que introducen y reflejan nuevas actitudes y estilos de
vida" (28).
En este mismo lugar, admite
y afirma algunos cambios posi­
tivos, citando el siguiente pasaje de la enciclica Sollicitudo rei
socialts. "La primera nota -positiva consiste en que muchos hom­
bres y mujeres tienen plena conciencia de su dignidad y de la de
todo ser humano (. .. ) Al propio tiempo, en un mundo dividido y
trastornado
por conflictos de todo tipo, va creciendo la convic­
ción de una interdependencia radical, y, por consiguiente, la
necesidad de una solidaridad que la asuma y la traduzca en el
plano moral' (29).
A estos avances
han contribuido los medios de comunicación
social,
pero también son responsables de muchos aspectos nega-
(27) Cfr. JUUÁN MARÍAS, ~selección y mezquindad", en ABC, 18-V-1990.
(28)
Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, 7-V-1989.
(29) JUAN PABW ll, Sollicitudo rei socialis, 26.
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tivos. Como se dice en el Decreto del Concilio Vaticano II sobre
las comunicaciones sociales, los medios: "Prestan grandes servi­
cios al género humano". Pero "pueden ser utilizados
contra los
designios del Creador y convertidos
en instrumento del maf' (30).
Siguiendo el texto conciliar,
en el Nuevo Catecismo se ha pre­
cisado que: "La información de estos medios es un servicio al
bien común (cfr. IM 11). La sociedad tiene derecho a una infor­
mación fundada
en la verdad, la libertad, la justicia y la solida­
ridad' (31).
Se cita seguidamente este texto del Decreto del Vaticano II:
"El recto ejercicio de este derecho exige que, en cuanto a su con­
tenido,
la comunicación sea siempre verdadera e íntegra, salva­
das la justtcia y la caridad; además, en cuanto al modo, ha de
ser honesta y conveniente, es decir, debe respetar escrupulosa­
mente las leyes morales, los derechos legítimos y la dignidad del
hombre tanto
en la búsqueda de la noticia como en su divulga­
ción" (32).
La información tiene que ser verdadera y buena, en
cuanto sea un bien real para el hombre.
De manera que: "Por razón de su profesión en la prensa, sus
responsables tienen la obligación, en la difusión de la informa­
ción, de servir a la
verdad y de no ofender a la caridad Han de
esforzarse
por respetar con una delicadeza igual, la naturaleza de
los hechos y los límites y el juicio critico respecto a las personas.
Deben evitar ceder a la difamación" (33).
La falta de sujeción a la ética es la que ha conducido a la pro­
pagación de la
pornografía y la violencia. "Uno de los motivos
básicos
de la difusión de la pornografía y de la violencia sádica,
en el ámbito de los medios de comunicación, parece ser la pro­
pagación de una moral permisiva, basada en la búsqueda de la
satisfacción individual a
todo coste. Un nihilismo moral de la
desesperación se añade a ello,
que acaba haciendo del placer la
sola felicidad accesible a
la persona humana" (34).
74
(30) lnter mirifica, 2 y sigs.
(31) Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2494.
(32)
lnter mirifica, 5, 2.
(33) Catecismo, n. 2497.
(34)
Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, 19, 7-V·1989.
Fundaci\363n Speiro

LA VERDAD Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
El Catecismo ha destacado que es necesario siempre, además
de la veracidad y la moralidad, la justicia,
la más excelente de las
virtudes cardinales, y la caridad, la más excelente
de todas las
virtudes, naturales y sobrenaturales.
Juan Pablo II, dijo en Punta Arenas (Chile) en el confín del
mundo:
"Es para mi un deber insoslayable, como Pastor de la
Iglesia, apremiaros a que viváis ese amor universal -incluso a
los enemigos-que Cristo señaló, como distintivo de sus verda­
deros discipulos
(Cfr. Jn., 13, 35; Le., 6, 35). Buscad, stempre y en
todo,
pensar bien de los demás, porque es en el corazón y en la
mente
donde anidan las obras de paz o de violencia; buscad,
siempre y
en todo, bablar bien de los demás como hijos de Dios
y hermanos nuestros;
que vuestras palabras sean de concordia y
no de división; buscad siempre y en todo lugar, hacer el bien a
los demás; que nadie sufra
nunca injustamente por vuestra
causa en las relaciones familiares, sociales, económicas, políti­
cas" (35).
Por consiguiente, como
ha indicado el Catecisma: "•Es nece­
sario que todos los miembros de la sociedad cumplan sus
debe­
res de caridad y justicia también en este campo, y, asi, con
ayuda de estos medios, se esfuercen por formar y difundir una
recta opinión pública, (IM 8). La solidaridad aparece como una
consecuencia de una información verdadera y justa, y de la libre
circulación de las ideas, que favorecen el conocimiento y
el res­
peto del prójimo" (36).
La solidaridad, virtud emparentada con la justicia, consiste
en: "La determinación firme y perseverante de empeñarse
por el bien común, es decir, por el bien de todos y cada uno,
para que todos seamos verdaderamente responsables de to­
dos" (37).
(35) JUAN PABLO 11, Homilia en Punta Arenas (Chile), 6, 4-N-1987.
(36) Catecismo, n. 2495. Un poco más.
(37) JUAN PABLO 11, Sollicitudo rei socia/is, 38.
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EUDALDO FORMENT
7, Elcamino
El conocimiento del mal en el mundo, no implica, para el
cristianismo, la pérdida de la esperanza y la renuncia de los valo­
res del mundo, sino
que enseña a uttltzarlos como medios para
el fin trascendente, lo
que supone incluso una eficaz promoción
indirecta de los mismos. Basta tener en cuenta el célebre texto,
en el que San Agustín, contra los que sostetúan que el cristianis­
mo no es compatible con los ideales civiles, decía: "Dennos un
ejército de soldados tales cuales los exige la doctrina de Cristo;
dennos tales jefes
de provincias, tales esposos, tales padres, tales
reyes, tales jueces, tales recaudadores y cobradores de impues­
tos, como los quiere la doctrina cristiana, y atrévanse a decir
que
es enemiga de la républica. No duden en confesar que si se la
obedeciera prestaría una gran vigor a la república" (38).
En el mundo, los cristianos
han de ser como peregrinos, pero
tienen que usar los mismos bienes que utilizan los miembros del
mundo, aunque
con una orientación distinta. Estos últimos los
utilizan poniendo
en ellos su último fin, buscando su felicidad en
los mismos. En cambio, los cristianos, los disfrutan pero en orden
a la vida eterna.
Escribe San Bernardo,
en este sentido: "Ora con el profeta y
di: 'Señor aparta de mi el camino de la iniquidad (Ps., 118). ¿De
qué manera? 'Y ten lástima de mi según tu ley' (Ps., 29), aquella
ley es a saber
que has dado a los que se extravían del camino,
esto es, a los
que desamparan la verdad. ¿Más qué? ¿Aquel que
ha caldo no podrá volverse a levantar? Por eso 'he escogido el
camino de la verdad' (Ps., 30), para subir humillado al lugar de
donde por mi soberbia descendí. Subiré, digo, y cantaré: 'Señor,
ha sido un grande bien para mi el haberme humillado tú' (Ps.,
71); 'la ley de tu boca es para mí un tesoro más estimable que
millones de oro y de plata' (Ps., 72). Tal vez parecerá que David
te ha propuesto dos suettes de camtnos; pero es menester, con
todo eso, que no reconozcas
más que uno, uno con dos térmi-
(38) foEM, F.písto/a, 138, 2, 15.
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LA VERDAD Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
nos diversos y llamado con diferentes nombres: de iniquidad res­
pecto de aquellos
que descienden y de verdad respecto de aque­
llos
que suben".
Explica seguidamente, en este escrito de 1126: "Porque, en
efecto, por los mismos grados se sube y por los mismos se baja
del trono;
por un mismo camino se va y se vuelve a la ciudad, y
por una misma puerta se sale y se entra en la casa. En fin, en una
misma escala aparecieron los ángeles a Jacob subiendo y des­
cendiendo
(Gen., 28, 12). Mas ¿a qué fin estas cosas? Para que, si
deseas volver a la verdad,
no busques un nuevo camino, desco­
nocido, sino
el mismo por el que has bajado. De tal suerte que,
siguiendo tus mismos pasos por marchas reáprocas, subas, des­
pués de haber sido humillado, por los mismos grados por los que
descendiste dejándote llevar de la soberbia" (39).
Se trata de un mismo ca1nino, que se encuentra en la misma
realidad creada, pero que tiene dos direcciones: la de la soberbia,
que aleja de Dios y el de la bumildad, que acerca. El mismo
camino, como las realidades temporales, en las que se encuentra,
aleja o apróxima a Dios. No hay que cambiar de camino, sino de
dirección.
En nuestros días, el cardenal Martini ha llamado la atención,
al comentar la parábola del Buen Samaritano, sobre esta unidad.
"Los hechos narrados en la parábola tienen lugar en un camino,
el que une]ernsalén, ciudad santa, con]ericó, slmbolo de la ciu­
dad seglar, y el camino entre ambas ciudades es el lugar de su
distancia, pero tatnbién el espacio que las une. Por este camino
pasan los hombres, slmbolos de cada una de las dos ciudades:
pasa aquel al que robaron unos ladrones, pasa el samaritano,
probablemente dos comerciantes que viajan por cuestión de
negocios; pasan el sacerdote y el levita, hombres
de religión. El
camino es la realidad de la vida común donde todos se encuen­
tran, pero
es también el lugar de los desencuentros, de los egols­
mos de grupo, que llegan hasta la violencia, como
en el caso de
los ladrones.
Es el lugar de los egoísmos privados, o quizá
(39) SAN BERNAROO, De los grados de la humildad y de la soberbia, c. IX,
n. 27.
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EUDALDO PORMENT
motivados por pretextos culturales, como en el caso del sacerdo­
te y el levita; el mismo camino es también el lugar de la proxi­
midad vivida, como
en el caso del samaritano" (40).
8. El diálogo
Es misión del cristiano la de arreglar los desordenes de los
medios de comunicación ( 41).
Se dice en un documento del
Vaticano Il:
"La obra redentora de Cristo, aunque de suyo se refie­
re a la
salvación de los hombres, se propone también la restau­
ración
de todo el orden temporal. Por tanto, la misión de la
Iglesia
no es sólo anunciar el mensaje y la gracia de Dios, sino
también
impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el
espíritu evangélico" ( 42).
Más adelante, se insite en ello, al afirmarse: "Este es el plan
de Dios sobre
el mundo, que los hombres restauren concorde­
mente el orden de las cosas temporales y lo
perfeccionen sin
cesar (
... ) Es obligación dé toda la Iglesia trabajar para que los
hombres se capaciten a fin de establecer rectamente todo el
orden temporal y ordenarlo hacia Dios por Jesucristo• (43).
( 40) MA.sSIMO CACCIARJ-CARW MARiA MARTINI, Diálogo sobre la solidaridad,
Barcelona, Herder, 1997, pág. 23. Concluye el conocido cardenal italiano: "Es por
lo tanto en la vida cotidiana, en las relaciones de la vida de todos los días, más
allá
de ideologías y de roles, donde ante todo se practica la solidaridad. Esta exige
que abandonemos los roles, que olvidemos las conveniencias, para darnos cuen­
ta de que somos simplemente, hombres o mujeres, seres humanos". Añade: "La
parábola dice todavía más, haciendo notar que el samaritano se detiene junto al
herido, no porque profese principios de solidaridad social o teorias sobre la
igualdad de todos los hombres (sobre este punto calla el relato) sino porque dice
la palabra evangélica:
'Al pasar junto a él lo vio, y sintió compasión, le mi,ú a los
ojos y escuchó su corazon' (Luc., 10, 34)". (Ibfd.).
(41) Cfr. FELICÍSIMO MARTÍNEZ DfEz, O, P., Teología de la comunicación,
Madrid, BAC, 1994.
(42) Decreto Apostolicam actuositatem, 11, 5.
(43) Ibid., 7. "El seglar se inserta profunda y cuidadosamente en la realidad
misma del
orden temporal y acepta participar con eficacia en los asuntos de esta
esfera,
y al mismo tiempo como miembro vivo y testigo de la Iglesia, hace a ésta
presente y actuante en el seno de las realidades temporales" (Ibid., 29). También
se dice en otro documento del Concilio respecto de los seglares cristianos que:
78
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LA VERDAD Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓJ'!_
En su encíclica Redemptoris mlssto, ha dicho Juan Pablo II:
"Mi precesor Pablo VI decía que: 'la ruptura entre evangelio y
cultura es sin
duda alguna el drama de nuestro tiempo' (Evange/11
nuntlandl, n. 20); y el campo de la comunicación actual confir­
ma plenamente este juicio" ( 44).
Es preciso reintegrar la fe y la
cultura.
El mensaje de restauración del mundo actual en general se
ecuentra muy
bien explicado por Paulo VI, en su primera encí­
clica
Ecclesiam suam. Escribió el Papa en 1964: "Si la Iglesia logra
cada vez más clara conciencia de sí, y si trata de conformarse
según el modelo que Cristo le propone viene a diferenciarse pro­
fundamente
del ambiente humano en el cual vive y al cual se
aproxima.
El evangelio nos hace advertir tal distinción cuando
nos habla del 'mundo', es decir, de la humanidad adversa a la luz
de la
fe y al don de la gracia, de la humanidad que se exalta en
un ingenuo optimismo creyendo que le bastan las propias fuer­
zas para lograr su expresión plena, estable y benéfica, o de la
humanidad que
se deprime en un crudo pesimismo declarando
fatales, incurables y acaso también como manifestaciones de
libertad y de autenticidad los propios vicios, las propias debili­
dades, las propias enfermedades morales".
Precisa Pablo
VI que: "Esta diferencia no es separación.
Mejor, no es indiferencia, no es temor, no es desprecio. Cuando
la Iglesia se distingue
de la humanidad no se opone a ella, antes
bien se une. Como el médico, que conociendo las insidias de una
pestilencia procura guardarse a sí y a los otros de tal infección,
pero al mismo tiempo se consagra a la curación de los que han
sido atacados, así la Iglesia no hace de la misericordia que la
divina
bondad le ha concedido un prtvlleglo exclusivo, no hace
"Es propio de ellos, repletos del Espíritu Santo, el animar desde dentro, a modo
de fermento, las realidades temporales y ordenarlas de forma que se hagan con­
tinuamente según
Cristo" (Ad gentes divinitus, 15). Esta misión es propia de los
seglares, porque:
"A ellos corresponde iluminar y ordenar las realidades tempo­
rales a las que están estrechamente vinculados,
de tal modo que, sin cesar, se rea­
licen
y progresen conforme a Cristo y sean para la gloria del Creador y del
Redentor''
(Lumen gentium, 31).
(44) JUAN PABLO 11, Redemptoris missio, n. 37.
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EUDALDO FORMENT
de la propia fortuna un motivo para desinteresarse de quien no
la ha conseguido, antes bien convierte su salvación en argumen­
to
de interés y de amor para quienquiera que esté junto a ella o
a quien ella puede acercarse con su esfuerzo comunicativo uni­
versal".
Por consiguiente, se advierte que: "La Iglesia debe ir hacia el
diálogo con el mundo en el que la toca vivir. La Iglesia se hace
palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio".
Este diálogo,
que parece ser constitutivo de la Iglesia: "Indica
un próposito de corrección, de estima, de simpatía, de bondad
por parte de quien lo inicia; excluye la condena apriorística, la
polémica ofensiva y habitual, la vanidad de inútiles conversacio­
nes. Si ciertamente no mira a obtener inmediatamente la conver­
sión del interlocutor, porque respeta su dignidad y su libertad,
mira sin embargo al aprovechamiento del otro, y querría dispo­
nerlo a
una mayor comunión de sentimientos y de conviccio­
nes".
Los carácteres esenciales del diálogo deben ser los siguien­
tes: "1)
La claridad ante todo: el diálogo supone y exige la inte­
ligibilidad, es un intercambio de pensamiento, es una invitación
al ejercicio de las facultades superiores del hombre; bastaría este
sólo título para clasificarlo entre los mejores fenómenos de la
actividad y
cultura humana (. .. ); 2) Otro carácter es, además, la
afabilidad, la que Cristo nos exhortó a aprender de sí mismo:
"Aprended de· .\Ji que soy manso y humilde de corazórt' (Mt.,
11,29); el diálogo no es orgulloso, no es hiriente, no es ofensivo.
Su autoridad es intrínseca por la verdad que expone, por la cari­
dad que difunde, por el ejemplo que propone, no es un manda­
to ni una imposición. Es pacífico, evita los modos violentos, es
paciente, es generoso; 3) La confianza, tanto en el valor de la
propia palabra como
en la disposición para acogerla por parte
del interlocutor; promueve la familiaridad y la amistad; 4) Final­
mente, la
prudencia pedagógica que tiene aún más en cuenta las
condiciones psicológicas y morales del
que oye (cfr. Mt., 7, 6): si
es un niño, si es una persona ruda, si no está preparada, si es
desconfiada, hostil, y se esfuerza por conocer su sensibilidad y
por adaptarse razonablemente y modificar las formas de la pro-
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LA VERDAD Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
pia presentación por no serle molesto e incomprensible". En defi­
nitiva, hay que llegar
a: "La unión de la verdad con la caridad,
de la inteligencia con el amor'.
Reconoce el Papa, en esta enciclica dedicada a las relaciones
de la Iglesia
con el mundo, que: "Teóricamente hablando la
Iglesia podria proponerse reducir al núnimo tales relaciones tra­
tandose de
apartarse de la sociedad profana; como podria tam­
bién proponerse apartar los males que en ella pueden encontra­
se anatematizándolos y promoviendo cruzadas en contra de ellos;
podria,
por el contrario, acercarse tanto a la sociedad profana que
tratase de alcanzar
un influjo preponderante y aun de ejercitar un
domtnto teocrático sobre ella, y así de otras maneras. Pero Nos
parece
que la relación entre la Iglesia y el mundo, sin cerrar el
camino a otras formas legítimas,
puede representarse mejor
por un diálogo, que no podrá ser evidentemente uniforme,
sino adaptado a la índole del interlocutor y a las circusntancias
reales".
Además, advierte que: "Muchas son las formas de diálogo de
la salvación". Cada cristiano deberá aplicarlas
en la vida de los
hombres de su tiempo, de su situación social,
de su detenninada
cultura.
Es una actitud arriesgada para el propio cristiano, para
la Iglesia, porque siempre
se presentan estos díficiles interrogan­
tes: "¿Hasta qué
punto debe la Iglesia acomodarse a las circuns­
tancias históricas y locales en las que desarrolla su misión? ¿Cómo
debe precaverse del peligro de un relativismo que llegue a afec­
tar su fidelidad dogmática y moral?
¿Pero cómo hacerse al mismo
tiempo capaz de acercarse a todos

para salvarlos a todos,
según
el ejemplo del apóstol: 'Me he hecho todo a todos para salvarlos
a
todos? (1 Cor., 9, 22)".
Lo que si dejó muy claro Pablo VI es que, por una parte:
"Desde juera no se salva al mundo. Como el Verbo de Dios que
se ha hecho hombre, hace falta hacerse una misma cosa hasta
cierto punto, con las formas de vida de aquellos a quienes se
quiere llevar el mensaje de Cristo, hace falta compartir-sin que
medie distancia de privilegios o diafragma de lenguaje incom­
prensible-las costu1nbres comunes, con tal que sean humanas
y honestas, sobre todo de los más pequeños, si quer~1nos ser
81
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BUDALDO FORMENT
oídos y comprendidos. Hace falta, aun antes de hablar, oír la
voz, más aún, el corazón del hombre, comprenderlo y respetarlo
en la medida de lo posible y cuando merece secundarlo. Hace
falta hacerse hermanos de los hombres
en el momento mismo
que queremos ser sus pastores, padres y maestros. El clima del
diálogo es la
amistad Más todavía, el servicio". Por otra, que,
"Sólo el que vive con plenitud la vocación cristiana puede estar
inmunizado del contagio
de los errores con los que se pone en
contacto'' (45).
(45) PAULO VI, Ecclesiam suam, 111.
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