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Número 361-362

Serie XXXVII

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José Antonio Marina: El laberinto sentimental

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José Antonio Marina: EL LABERINTO
SENTIMENTAL
c•i
En la cultura emotivista que nos toca vivir es de agradecer a
Marina su estudio de la realidad sentimental
tan determinante de
la acción humana. La lectura pormenorizada de esta obra exigi­
ría un curso completo. Aqui nos contentaremos con una indica­
ción somera de sus interesantes y oportunos contenidos, apo­
yándonos en algunas pinceladas del mismo. Creo que el mejor
modo de abordarlos es trazar primero el marco referencial del
momento cultural
en que aparece para comprender su posición
y
el alcance de la misma. Es sabido que en el mismo origen del
desarrollo
de la actual filosofía fundada en la inmanencia metafí­
sica de la conciencia humana aparecieron, tras la escfsíón carte­
siana entre la res cogitans-la razón-y la res extensa -la sen­
sación-dos desarrollos filosóficos: el continental -Descartes,
Spinoza, Leibniz, Kant, Hegel-fundados en la primera y, frente
a ellos el desarrollo anglosajón
de Berkeley, Hume, Locke,
Hobbes, etc. Y así como
la filosofía continental convertirá la
metafísica
en ética more geométrico constrncta desde Spinoza, los
anglos la convertirán
en psicología de las sensaciones y senti­
mientos. Casos aparte
son J. J. Rousseau, que hace al instante lo
que Platón hizo al absoluto y vive en plena imaginación irrestric­
ta.
Y, en el extremo contrario, Nietzsche que tras el agudo análi­
sis
de la situación a que ambas lineas especulativas habían lleva­
do a la filosofía, saca las últimas consecuencias y constituye como
supremo determinante la voluntad de poder. De estos dos ele-
(') Anagrama, 1996, 281 págs.
Verbo, núm. 361-362 (1998), 121-185 121
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mentas atípicos del discurso filosófico moderno surge como final
el
pensamiento débil que ejercita la decisión de poder humana
sin primeros princtpioS ni últimos fines (Váttimo) viviendo exclu­
sivamente
lo cotidiano, lo inmediato. Obviamente todo esto es
conocido por Marina, cuya formación se trasluce como una sín­
tesis de la formación tradicional -Platón, Aristóteles, Séneca, San
Agustín, Santo Tomás de
Aquino-y numerosísimas lecturas de
la psicología y la antropología científica actuales,
tal como él
mismo cuenta
en el Apéndice que titula la vida secreta de El labe­
rinto sentimental en donde da una cumplidisima bibliografía.
En
un importante trabajo sobre el tema, publicado hace cin­
cuenta años de Theodor
Hiicker (1), aborda el lugar que ocupa el
sentimiento
en la ontología de la persona humana y pretende
constituirlo como una facultad independiente del alma humana, de
igual categoría ontológica
que el conocimiento y la voluntad. Por
discutible que sea esta pretensión, el análisis que hace es profun­
do y resalta la importancia de la cuestión: "Consumado el fracaso
de los grandes sistemas idealistas del siglo
XIX, pudiera pensarse
que
la filosofía subsiguiente habia de ser propicia a una captación
más honda del sentimiento ... Inmediatamente se levanta una ola
de irracionalismo, todavia poderosa
en nuestros dias -a cuyos
efectos el propio
Hacker no ha sabido escapar-, que tiende a la
exaltación desorbitada de los elementos no racionales del alma ...
A la tiranía absoluta de
la razón sigue ahora, como exigido por la
dialéctica de la historia, un predominio no menos absoluto del
apetito ... Otra modalidad del irracionalismo contemporáneo
es la
que otorga al sentimiento la primada de Jo espiritual" (págs. 21 y
22) nos describe perfectamente el hecho Manuel Garrido
en el
Estudio Critico que precede a la obra de Hacker.
Sea como fuere, es evidente la coacción del sentimiento tanto
en el conocer como en el querer voluntario del hombre, tema hoy
muy tratado (2), lo que explica la importancia
que tiene para el
(1) THEODOR HACKER, Metajisica del sentimiento, Rialp, 1959, páginas entre
paréntesis.
(2) Recordamos aquí La inteligencia sentiente y Sobre el Sentimiento y la
volición, de ZUBIRI; el Tratado de la pasión, de E. TRlAs; y las obras de C.
GURMÉNDEZ, Teoría de los sentimientos, Los sentimientos básicos de la vida huma-
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hombre de hoy. El libro de Marina desarrolla un viaje por el labe­
rinto dividido en una introducción teórica en los tres primeros
capitulos
-Los sentimientos, experiencia cifrada; Sentimientos
exóticos
y Biografía de los sentimientos--a la que siguen siete
jornadas y el Apéndice. Ya desde el principio exhibe su forma­
ción clásica, pues empieza citando a
J. L. Vives, Gracián y T. de
Aquino, a quien volverá frecuentemente en el desarrollo. De este
dice:
"El Tratado de las pasiones, de Tomás de Aquino, incluido
en la Suma teológica, integra con paciencia de buey y vista de
águila todos los contenidos de la tradición eclesiástica: teologia y
confesionario, mistica y casuistica" (3) (pág. 18).
Más adelante
dirá: "Por su carácter de resumen, los sentimientos son una puer­
ta de acceso a nuestra intimidad no consciente" (pág. 31).
A partir de
ese dato inicial empezará el desarrollo del labe­
rinto
con la biografía de los sentimientos (Cap. 3) estudiando el
nacimiento de la personalidad (pág. 60) por la educación y el
inicio del ego social a través de la madre. Es importante señalar
que para Marina "la memoria personal seria lo que llamamos
carácter. El núcleo duro de la personalidad ... un hibrido de
información y biologia" (pág. 99). Asi pasa a la
Segunda Jornada:
"Nuestros alborotos sentimentales surgen del choque de la dura
realidad y los tenaces deseos ... Cambian de contenido
en cada
caso, pero la estructura es universal. Son:
1) la situación real, 2)
los deseos, 3) las creencias
y expectativas, 4) la idea que el suje­
to tiene de si mismo y de
sus capacidades" (pág. 101).
"¿Y la personalidad, qué es? ... El paso del sentimiento al acto
no es automático. Entre la respuesta sentimental y la respuesta
conductual hay
un abismo ... El carácter es nuestro estilo de sen­
tir. La personalidad es nuestro estilo de obrar" (pág. 129). En su
minucioso análisis señala cómo
"la estructura psicológica de una
na, Ontología de la pasión, Tratado de las pasiones, Critica de la pasión pura; o
la obra de D. GoI.EMAN, Inteligencia emocional. Todas estas obras, entre otras, han
sido publicadas, algunas con gran éxito de püblico como la de Marina, en los 6.lti­
mos diez años en castellano.
(3) A quien le interese, cfr. S. Tb., 1-11, qq. 22-28. Ver también Tratado del
Hombre,
S. Tb., l, qq. 75-102, especialmente 80 y sigs. Y el comentario más pro­
fundo en SANI'IAGO RAMÍREZ, Opera Omnia, C.S.I.C., 1973.
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creencia no puede confundirse con la estructura psicológica de
una opinión. Se puede cambiar de opinión como de peinado. El
cambio de creencias es más difícil. .. Las opiniones, incluso los
conocimientos,
se mueven en un territorio más superficial que las
creencias" (pág. 135). Y esto es importante porque "todo sistema
de creencias, toda imagen del mundo, incluye expectativas. La
inteligencia sirve, sobre todo, para predecir el futuro" (pág. 137),
siendo este el camino habitual de las decisiones de la acción.
Esto nos mete
en algo muy determinante de la vida del suje­
to: "El régimen de nuestra vida mental cambia porque la intronú­
sión de
la inteligencia en nuestra vida afectiva va a pernútirnos dis­
tinguir entre los
valores vividos y los valores pensados ... Los valo­
res vividos
son aquellos que están dados en una experiencia sen­
timental.. .
que afecta a mis metas vitales ... Son percepciones cáli­
das, directas del valor, que no necesitan justificaciones ni tienen
que estar fundadas en pensanúentos explícitos" (pág. 233). Con
esto basta para ver cómo se mueve el autor
en estos complejísi­
mos temas teóricos. Pero también se mueve en el terreno práctico:
"Cada cultura organiza de una manera diferente los sentimientos ...
En nuestra cultura, la gratitud exige que algo sea reconocido como
un favor capaz de despertar afecto. En la actualídad, nuestras cre­
encias sociales dificultan ese
sentinúento ... que se basa en la his­
toria de
uno que da y otro que recibe. Nuestras creencias igualíta­
rias determinan, como era de esperar, nuestra vida sentimental, y
se ha llegado a considerar que recibir un favor era algo humillan­
te, y recibir un trato de favor, injusto. Las transacciones humanas
se núden por el patrón de lo econónúco ... La deuda es una obli­
gación contractual que
no tiene por qué ir acompañada de un sen­
tinúento. La sociedad moderna no quiere sentir gratitud ... Nuestro
tiempo vive bajo
la influencia de los maestros de la sospecha -
Nietzsche, Freud,
Marx-que se empeñaron en descubrir una
impostura por debajo de las aparentes buenas intenciones ...
La
gratitud se convierte en un sentimiento para ingenuos ... Para que
alguien la experimente tiene
que poseer las creencias necesarias:
ha
de adnútir la generosidad del otro y también la menesterosidad
propia sin sentirse hunúllado" (pág. 240). Esta larga cita muestra el
realismo de
la postura de Marina y nos evita ir a otras.
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Vamos a terminar con la alternativa de la metafísica realista al
desastroso final a
que nos ha conducido la metafüica inmanente
del iluminismo postcartesiano cuya excisión original entre la
res
cogitans y la res extensa ha dividido al hombre contra sí mismo,
imposibilitando su comprensión, entre otras cosas, de las rela­
ciones del sentimiento con el entendimiento y la voluntad. En el
realismo, "el sentimiento
del hombre posee, ... una estructura
compuesta de tres elementos
-lo corporal, lo anímico y lo espi­
ritual-, que se funden en su solo acorde o temple de ánimo",
nos dice Hiicker ( 4), porque el alma es forma coporis, forma sus­
tancial
de la materia corporal y es el único sujeto humano. Gilbert
Ryle (5) dirá
que "lo que hizo Descartes fue reformular en el
nuevo idioma de Galileo las doctrinas teológicas del alma que
prevalecian
en su época. La privaticidad teológica de la concien­
cia
se transformó en privaticidad filosófica" (pág. 25). Más ade­
lante, dirá que "una consecuencia natural de la teoría que las
mentes constituyen un mundo distinto del
«mundo físico», es la
idea de que existen formas de determinar sus contenidos que son
la contrapartida de las maneras en que se descubren los conteni­
dos del mundo físico" (pág. 138). No otra cosa
es "el dogma del
,fantasma
en la máquina• ... [que] sostiene que existen cuerpos y
mentes,
que acaecen procesos ftsicos y procesos mentales, que
los movitnientos corporales tienen causas mecánicas y causas
mentales ... Sostengo que la frase •hay procesos füicos• no tiene
el mismo significado
que la frase ,hay procesos mentales• y que,
en consecuencia, carece de sentido su conjunción o disyunción ...
Se sigue de la anterior que tanto el idealismo como el materialis­
mo son respuestas a una pregunta impropia. La ,reducción• del
mundo material a procesos y estados mentales, lo mismo que la
Kreducción" de estos últimos a estados y procesos físicos, presu­
pone la legitimidad de la disyunción "º bien existen mentes o
existen cuerpos• (pero
no ambos)" (pág. 24).
Esta descalificación del arranque mismo de la filosofía moder­
na
por parte de un positivista lógico es confirmada por la ciencia
(4) op. cit., pág. 127.
(5) GILBERT RYLE, El concepto de lo mental, Paidós, 1967.
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experimental como propone A. R. Damasio (6), que nos dice:
"Empecé a escribir este libro
para proponer la idea de que tal vez
la razón no sea tan pura como la mayoría de nosotros pensamos
o desearíamos que fuera, que puede que las emociones y los sen­
timientos no sean en absoluto intrusos en el bastión de la razón:
pueden hallarse enmallados en sus redes, para lo peor y también
para lo mejor. Probablemente las estrategias de la razón humana
no se desarrollaron ni en la evolución de ningún individuo aisla­
do, sin la fuerza
encauzadora de los mecanismos de la regulación
biológica,
de los que la emoción y el sentimiento son expresio­
nes notables" (pág. 10).
En
el fondo esto indica que en la actual noche de la filosofía
aparece
un tenue rayo de luz que nos arranca del sueño de la
razón
para traernos a la realidad de este limitado mundo mate­
rial
que forzosamente es nuestro hábitat. Aquí, como dice el
Crisóstomo, "siendo hotnbres no es posible carecer por comple­
to de emociones; podemos
do1ninarlas, pero no vivir sin ellas.
Además, la pasión puede ser provechosa si sabemos usarla cuan­
do es necesario" (Homilías Sup. Math. Ev., 22, 2). Pues, como
recuerda Marina, "Santo Tomás de Aquino, siguiendo a Aristóte­
les, considera
que la incapacidad de disfrutar de lo sensible o de
no interesarse por ello no es un defecto, sino un vicio, es decir,
una verdadera carencia" (2-2, S. Th., 142, l; 153, 3 ad 3)
(pág. 230). Como señala
Hacker, en la tensión entre la razón y el
sentimiento, "encontramos a veces desacuerdos y conflictos de
tan trágica naturaleza, que no hay manera de explicarlos si no
es considerándolos corno consecuencias del pecado original"
(pág. 162).
Se trata, pues,
de la educación de los sentimientos, es decir,
de llevarlos del sera! deber ser, lo cual siempre exige un esfuerzo.
Marina lo dice así: "Para Tomás de Aquino lo arduo es lo "eleva­
tum suprafacilem potestatem anima/is' ... La valentía supone un
cierto desdoblamiento de la conciencia, en la que retiñen dos
principios
de acción: lo que deseo y lo que quiero ... Hay una
doble llamada, una doble incitación, un doble obstáculo: los
(6) ANroNIO R. DAMASIO, El error de Descartes, Crítica, 1996.
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valores sentidos nos llaman desde nuestra esencia afectiva; los
valores pensados nos llaman
desde nuestra cabeza" (pág. 236). Y
aduce
un ejemplo contundente: "Se trata de convertir un valor
pensado en un valor vivido. Pondré un ejemplo poco discutible:
¿En qué consiste, según los tratadistas clásicos, la educación del
gusto? A partir
de una selección de los valores estéticos se inten­
ta
que el educando los experimente, reconozca y disfrute como
suyos" (pág. 241). Obviamente, si
se puede educar el gusto con­
forme a
unos cánones previos siendo el sentimiento estético algo
primario y poco intelectual,
"propter defectum veritatis' (S. Tb.,
I-II, 101, 2, 2), igualmente podrán educarse otros sentimientos
que afectan a temas más intelectuales que en lo propio de la edu­
cación. Además, las sensatísimas advertencias del Crisóstomo y del
Aquinate, las deberíamos tener
muy presentes si queremos salir
hoy no del laberinto sentimental del que no podemos escapar,
sino del
laberinto existencial a que nos ha traído la metafísica de
la inmanencia de la conciencia.
ANTONIO SEGURA FERNs
Alfonso Bulwn de Mendoza y Luis E. Togores: EL ALCÁZAR
DE TOLEDO. FINAL
DE UNA POLÉMICA <'I
El título de esta obra nos da idea de su intención y significa­
do;
se trata de una defensa de la historia veraz que zanja, de una
vez por todas, el debate que en tomo a los hechos del Alcázar se
ha venido sucediendo a lo largo de las últimas cuatro décadas,
desde
que Matthews publicara su obra El yugo y las flechas con
la
que se iniciaba la larga cruzada desmitificadora antialcázar que
dura hasta nuestros días.
Alfonso Bullón
de Mendoza, profesor de Historia Contem­
poránea en la división de periodismo del C.E.U. San Pablo, autor
(f) Editorial Actas, Madrid, 1997 (15 x 23 cm.), 154 págs., 2.200 ptas. Prólogo
de Fernando Esquivias Franco e Introducción de Juan Blanco.
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