Índice de contenidos
Número 361-362
Serie XXXVII
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
El pensamiento de Francisco Elías de Tejada. (A los XX años de su fallecimiento)
-
Derechos y ley en la perspectiva de Jean Jacques Rousseau
-
Meditación actual sobre el hombre religioso
-
La verdad y los medios de comunicación
-
La Realeza de Cristo o la soberanía popular
-
Cristo Rey, piedra angular
-
¿Catecismo corregido?
-
- Crónicas
-
Información bibliográfica
-
José Antonio Marina: El laberinto sentimental
-
Alfonso Bullón de Mendoza y Luis E. Togores: El Alcázar de Toledo. Final de una polémica
-
José Antonio Vaca de Osma: Los catalanes en la historia de España
-
Ramón Pérez Maura: Del Imperio a la Unión Europea. La huella de Don Otto de Habsburgo en el siglo XX
-
Vicente Cárcel Ortí: Pablo VI y España. Fidelidad, renovación y crisis (1963-1978)
-
Danilo Castellano (ed.):. Europa e bene comune. Oltre moderno e postmoderno
-
Norberto Bobbio: De senectute
-
Carl Schmitt: Sobre el parlamentarismo
-
Vittorio Messori: Los desafíos del católico
-

Autores
1998
Norberto Bobbio: De senectute
INFORMACIÓN BIBUOGRÁFICA
de la sociedad, no sólo española sino en lo que respecta a toda
Europa
y en realidad a la comunidad internacional. La importancia
de la reflexión sobre este tema es uno de los puntos clave del pen
samiento que se puede encontrar casi
en la totalidad de estas pági
nas,
y debe ser una reflexión que busque el camino para poder lle
var a
la práctica, en una Europa que parece estar carente de valo
res
y de principios fundamentales, el desarrollo más adecuado de
la persona
y de la sociedad conforme a la doctrina social de la
Iglesia y, en definitiva, a la más clásica doctrina del bien común,
sin confundirlo con el bien de la mayoría, la conveniencia inme
diata o criterios de utilidad más o menos comunes y más bien ale
jados de las exigencias más elementales de la moral católica.
Si entendemos que el bien común es el fin propio de la socie
dad y a lo que ésta debe tender, con todo lo que implica respecto
a las personas
que forman parte de la sociedad (nacionales o
extranjeras),
y si se pretende llegar a una comunidad internacio
nal que verdaderamente
pueda recibir esta denominación y no se
trate tan sólo de
una utópica declaración de principios o de un
nombre sin ninguna realidad que lo respalde, es imprescindible
recuperar
la noción clásica de bien común, la que defendfa el
pensamiento tomista, la
que realmente puede establecer y man
tener el orden
en la sociedad, de acuerdo con la naturaleza del
hombre
y de las cosas que le rodean.
CARMEN FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
Norberto Bobbio: DE SENECTUTE 1•>
Parece ser que en los autores actuales, principalmente los que
han tenido una línea progresiSta, se ha convertido en cosrumbre la
publicación de autobiografías que, a modo de una explicación a
posterlorl, justifique lo que ha sido la obra intelectual de su vida.
e) Taurus, 1997. Comprende esta obra y Escritos autobiográficos. 241 págs.
e índice.
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Fundaci\363n Speiro
INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Ahora le toca al teórico del socialismo con rostro humano,
Norberto Bobbio, que nos llega en un volumen que comprende
su autobiografia, mejor dicho, el juicio de si mismo que hace el
autor junto
con otros escritos autobiográficos, y es completada
por una exhaustiva bibliografía de la prolija producción de
Bobbio.
En este comentario nos centraremos en De Senectute, pues
los otros escritos autobiográficos sólo interesan a los que se
preocupen por la cultura italiana contemporánea. De Senectute
está dividida en dos partes: la primera es una a modo de intro
ducción o repaso de sus preocupaciones actuales que generaliza
como problemática de la vejez en general, aunque siempre desde
la perspectiva de sus recuerdos. Bobbio expone, 1ninuciosamen
te, el drama de un paradigmático intelectual agnóstico y de
izquierdas que recuerda su pasado y ve llegar su ineluctable fin.
Y constata
cómo "contribuye también a aumentar la marginación
del viejo
un fenómeno que es de todos los tiempos: el envejeci
miento cultural,
que acompaña tanto al biológico como al social"
(pág. 28),
lo cual es más doloroso a quien ha sido una figura inte
lectual
de cierto relieve -esto es lo que resaltará en la parte de
los escritos autobiográficos-y conoce su actual decadencia, en
este caso acentuada por eso que no sólo es sustituido por nue
vas formas culturales, sino acompañada por el derrumbe de
muchas ilusiones culturales y políticas a las
que consagró su vida.
No es, pues, extraño su pesimismo: "Siempre me he considera
do, y
me han considerado, un pesimista. El pesimismo no es una
filosofía, sino un estado de ánimo" (pág. 17). De todas formas, la
descripción
que hace del actual estado cultural, no universal,
pero sí muy extendido, es estupenda.
Creo sintomático del estado del autor el capítulo 4, "El
mundo de la memoria", de la pri1nera parte, pues es donde
empieza a entrar, anécdotas aparte, en el tema clave que le pre
ocupa: no el pasado, sino el futuro. Tras el repaso que hace en
el capitulo anterior de las obras que se han ocupado del tema de
la vejez humana desde el clásico De Senectute de Cicerón, empie
za diciendo que, "en estos testimonios no aparecen nunca las ha
bituales actitudes ante la muerte: el miedo y la esperanza"
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Fundaci\363n Speiro
INFORMACIÓN BIBLIOGRAFICA
(pág. 39). Es decir, el fondo de la cuestión que aborda elíptica
mente
por el camino de la memoria: "el mundo de los viejos, de
todos los viejos, es, de forma más o menos intensa, el mundo de
la memoria" (pág. 41). En este mundo, "al visitar los lugares de
la memoria
se agolpan a tu alrededor los muertos ... En el
momento en que los llamas a tu mente los revives, al menos un
instante, y no están muertos del todo, no han desaparecido com
pletamente
en la nada" (pág. 42). Pero, este revivir en la memo
ria,
¿es suficiente para contestar la pregunta fundamental que le
preocupa? Veremos como a continuación, en la segunda parte,
para Bobbio no lo es.
En el capitulo 1 de la
segunda parte, que significativamente
titula
Aún estcry a,¡uí, empieza señalando cómo "los años de la
,contestación•
en que los hijos se rebelaron contra los padres me
sentí repentinamente envejecido" (pág. 47). Amarga experiencia
para los que, desde
una filosofía liberal, hablan sembrado las
semillas de la violencia, que dice Cotta. Bobbio lo dice as!: "La
verdad es -aunque sea difícil de entender para quienes son más
jóvenes---, el descenso hacia ninguna parte
es largo, más largo de
lo
que habla imaginado, y lento, hasta el punto de parecer imper
ceptible
... El descenso es continuo y, lo cual es peor, irreversi
ble" (pág. 48).
Ya en este terreno, pasa a referirse al destina: "El
cumplimiento del destino misterioso no tiene, por el contrario,
nada de misterioso. Es un acontecimiento no distinto de otros
muchos que acaecen todos los
dlas ante los ojos ... Ello no impi
de
que un observador externo ... pueda sostener que lo que ha
ocurrido
debla ocurrir. .. de mi muerte pueden hablar solamente
los otros... Sólo yo no puedo contar mi muerte. Mi muerte es
imprevisible para todos, mas para mf es también indecible"
(pág. 51). Este es, pues, el drama de quien se ha formado en un
ambiente católico para caer después en la indefinición agnóstica
y positivista. Es que la muerte, como dice Heidegger, es, en cada
caso, mía.
Pasamos, pues, al capitulo clave, el 2, titulado "Después de
la muerte",
que empieza con una obviedad que otros pretenden
diluir: "Todavla es más indecible lo que viene depués. Pero ¿qué
viene después? ¿Estamos seguros de que ocurre algo que contar?"
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
(pág. 53). Si se tratara de sólo contar sería un tema menor, mera
curiosidad. Pero lo grave no es lo que haya, o no haya, que con
tar, sino lo que puede ocurrir en el "tránsito a otra forma de vida
imaginada o definida de diversas maneras ... según los distintos
individuos, las distintas religiones, las distintas filosofías,
no es un
hecho, es una creencia" (ibídem). La divisoria entre unos y otros
la marca el
materialismo: Para el materialista no hay más becbos
que los empfricamente constatables; lo otro, son solo creencias.
Por el contrario, para el espiritualista la religión es, fundamental
mente,
un hecho transcendente, metaempírico: y sólo constitu
yendo la empiria como
última ratio se puede dudar. Aquí con
fiesa
una de las claves para su comprensión: "Desde niño, desde
que empecé a reflexionar sobre los problemas últimos, siempre
me
he sentido más cerca de los no creyentes" (Ibídem). Esta con
fesión implica que, o bien
se trata de uno de los falsos recuerdos
comunes en los viejos, o debió ser un niño prodigio para enten
der a esa edad un comportamiento profundamente metafísico.
Sigámosle, pues, en este viaje a su interior. Y saltamos, de
momento, a su situación actual: "Cuando digo que no creo en la
segunda vida ... no pretendo afirmar nada muy tajante. Sólo quie
ro decir que sie1npre me han parecido más convincentes las razo
nes de la duda que las de la certeza. Nadie puede estar seguro
de
un acontecimiento del cual no existen pruebas. Incluso aque
llos
que creen, sólo creen creer, por retomar el título de un
reciente libro de Gianni Váttimo, "Yo creo no creer' (págs. 54-55).
Aquí hemos señalado la última frase que anula todo el razona
miento, pues
reduce al conocimiento a mera creencia en cuanto
se rebasa la empiria de la materia. Está, pues, ante la dura alter
nativa de
un materialismo radical que, de momento, anula las
filosofías prácticas, la ética, la política, el derecho, a las
que
Bobbio ha dedicado su vida, transformadas en mera fisica social,
solo cuestión de equilibrio entre fuerzas contrarias: O, por el
contrario, tiene
que admitir la realidad espiritual en el hombre,
algo cuyos efectos
son visibles, empíricos, tales como la ideación,
la abstracción mental de la forma, de la materia, el cálculo, etc.,
que constituyen una diferencia no de grado, sino de modo, res
pecto a los animales
que no pasan de la sensación, el aprendí-
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INFORMACIÓN BIBUOGRÁFICA
zaje y el tnstlnta: Tiene que creer, al menos, en el alma, subs
tancia espiritual de naturaleza racional (Boecio). Y, esta alma,
es una e indivisible desde Aristóteles, no puede descomponerse,
por lo que no puede morir:
De uno u otro modo, lo cierto es que "la vida no puede ser
pensada sin la muerte ... Toma en serio la muerte quien toma en
serio la vida, esa vida, mi vida, que me ha sido concedida aun
que no sepa por quien. Tomar en serio la vida significa ... saber
con certeza absoluta que has de morir" (pág. 55). Bobbio, aquí al
1nenos, le importa cartesiana1nente la certeza, pero en este tema
lo que importa sobre él mismo no es la certeza puntual de un
momento, sino la verdad sobre ello. Y en este tenor admite que
"se muere una sola vez. El final de la vida es a un tiempo el pri
mer final y el último final. Incluso quien admite una segunda vida
no admite una segunda 1nuerte, pues la segunda vida, si existe,
es eterna, es una vida sin muerte" (pág. 56). Ve, por lo tanto, el
verdadero problema, aun(lue se resiste a aceptarlo: "Mi 1nuerte es
el final para mi ... Con la muerte la vida se extingue. •Extinción•
llamamos
al final sin recomienzo" (ibtdem). Pero ... ¿y si hay otro
mundo?: "De este ultramundo sabemos tan
poco que cada cual
se lo presentará confor1ne a sus esperanzas y temores ... Puede
ser remedio de los sufrimientos o recompensa por las infelicida
des". No deja de extrañar
que no lo complete con la posibilidad,
terrible posibilidad, relacionada con los temores, del castigo
por
lo mal hecho en la vida". Sigue: "Lo único que no cabe dudar es
que, si existe, es distinto. Pero distinto ¿cómo? ...
pero los mun
dos construidos a imagen y semejanza de éste, con sus caracte
rísticas
raras, extravagantes y antojadizas, pero no del todo inve-·
rosírniles. Son siempre mundos, no ultramundos" (pág. 57).
Al entrar ya en el fondo de la cuestión dice: "Siento curiosi
dad por saber cómo se imaginan la vida después de la muerte
quienes creen en ella ... Una de las respuestas más co1nunes1
aparte de la que nos viene de nuestra tradición religiosa, según
la cual es el lugar donde se cumple la justicia divina que premia
a los
buenos y castiga a los malos, es la que proviene de la tra
dición popular,
según la cual el mundo del más allá es el lugar
donde los 1nuertos se encuentran con otros muertos, los 1nás
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INFORMACIÓN BIBUOGRÁFICA
amados en vida" (ibídem). Puede verse claramente la finta que el
autor hace
en este párrafo en que empieza hablando de la otra
vida
como lugar de justa retribución de los actos de ésta, y ter
mina desviando la cuestión al encuentro
con los seres amados.
Pero "el deseo
de supervivencia, con respecto al cual la supervi
vencia
en el recuerdo de quienes nos han conocido, estimado y
amado
es un consuelo demasiado tenue y efímero" (pág. 58) que
"trasluce lo ilusorio de la creencia11• Cabría objetar aquí que "ilu
sión" encierra
un doble sentido: como mera imaginación sin rea
lidad; o, por el contrario, como algo real que se desea. ¿cúal de
las dos acepciones pensaba Bobbio al escribir el párrafo? Creo
que en la primera, la mera imaginación. Por eso dice a conti
nuación: "¿Cuánto dura el recuerdo? Respecto al deseo o espe
ranza de inmortalidad, ¡cuán breve en el tiempo es el recuerdo!"
(pág. 58). Por eso, esta pervivencia
en el recuerdo tampoco sirve
de consuelo.
A lo largo de este fundamental capitulo poco ha avanzado
para alcanzar una conclusión medianamente satisfactoria ter1ni
nando en la más angustiosa apoña: "Con la muerte se entra en el
mundo del no ser, en el 1nismo inundo donde yo estaba antes de
nacer" (pág. 59). En otras palabras, Bobbio está en la misma posi
ción del Sartre
de El Ser y la Nada: del en-sí inorgánico surge, no
sabe cómo, el para-sí que siente y padece el ser vivo e inteligente
para, finalmente, ser absorbido otra vez por el en-sí inorgánico:
en medio, sólo la Náusea existencial. Este es el costo de negar la
realidad del alma espiritual. Pero
no deja de ser una mera creen
cia, para Bobbio, no más válida que la creencia en la Inmortali
dad que rechaza. Y lo terrible es que la constatación empírica
que reclama para saber y no sólo creer sólo la tendrá post mor
tem,
cuando ya no tenga remedio el cierre de cuentas para cum
plir
en justicia.
En el capítulo 2, Bobbio ha tenido que desenvolverse en un
terreno metafísico radical. No ha llegado a ninguna respuesta
satisfactoria y última en uno u otro sentido, quedándose en el
poco firme terreno de las creencias subjetivas. Pasa ahora, y se
mantendrá hasta el final, al para él más fácil campo de la feno
menología, estudiando
en el capítulo 3 el evidente, pero no
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
determinante final, hecho de la decadencia orgánica propia de la
vejez, de la
que hace una buena descripción. Para Bobbio, pues
to que no hay un alma inmortal~ con las ventajas e inconvenien
tes que esto comporta, lo importante es la vida en pujanza o
decacencia de aqui abajo.
Lo malo es que la metaf'tsica no puede
sustituirse impunemente por la fenomenologia por precisa que
esta sea: la mera descripción de los fenómenos de la vejez y de
la muerte
no resuelve el verdadero problema que es el después.
Sigue en el capitulo 4 con la descripción fenomenológica, mag
nifica,
pero inútil, para el problema de fondo que le preocupa:
sabe que el problema es metafísico, no fenomenológico, el del
destino final: "Mientras que
el mundo futuro está abierto a la ima
ginación, y ya
no te pertenece, el mundo del pasado es aquel
donde a través de la remembranza te refugias en ti mismo ... te
juzgas, te absuelves, te condenas, y también puedes intentar,
cuando el curso de la vida está para acabarse, trazar el balance
final" (pág. 73). No sale, pues, del horizonte humano
de aqui
abajo donde, "aunque alcance todo lo
que desea, queda siempre
vacio porque
no hay cosa que le pueda henchir, sino Vos que
le creásteis a vuestra imagerry semejanza" (S. AGUSTÍN, Solilo
quios, XXX).
Tenninada asi De Senectute, siguen los escritos autobiográ
ficos de
un relativo interés para los no especialmente interesa
dos
en la cultura italiana. En la linea critica que seguimos tal
vez lo más significativo es intentar ver cómo se produjo el cam
bio de marco referencial de Bobbio. Recordemos que aunque
presume que de niño ya estaba más cerca de los increyentes
que de los creyentes, a continuación dice: "me viene a menu
do a la cabeza la breve oración aprendida de niño, repetida no
sé cuantas veces al rezar el rosario: KRequiem aeternam dona
eis, Domine-. Son las palabras que aparecen en el frontón de
los cementerios cristianos. No ignoro que la oración continua:
·Et lux pe,petua luceat els«". No deja, pues, de intrigar cómo
pudo, habiéndose criado y educado en un ambiente profunda
mente cristiano, tener unas ideas tan radicalmente opuestas, y
esto es lo que va1nos a intentar ver
en sus escritos autobiográ
ficos.
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INFORMACIÓN BIBUOGRÁPICA
Empiezan con un Elogio al Piamonte, su primer entorno vital:
'Turtn habla sido en los últimos años del siglo la ciudad más
positivista
de Italia. No me refiero tanto al positivismo como filo
sof'ia ... cuanto al uso ... del positivismo del método cientifico al
estudiar los problemas, como los concernientes al hombre y
su
historia, tradicionalmente reservados a la especulación filosófica"
(pág. 88). Vemos,
en primer lugar, una Italia allí nacida que man
tenía al Papa
prisionero en el Vaticano. Pero, además, que ese
positivismo cienti.fico al estudiar el hombre es, justamente, lo que
Bobbio emplea en el problema de la muerte y el mundo del más
allá al negarlos por falta de pruebas empiricas. Sigue: "La contri
bución del Piamonte a la época liberal... [es] haber sido cuna y
escuela
de quien ha sido sin duda el mayor teórico del liberalis
mo italiano" (pág. 98), dice refiriéndose a L. Einaudi. En lo cul
tural dice:
"Me resultarta complicado declarar quiénes han sido
mis autores ... De mis diez favoritos, .los cinco primeros son los
mayores filósofos políticos de la Edad Moderna ... al menos hasta
la ruptura de la tradición del pensamiento político racionalista
realizado
por Marx: Hobbes, Locke, Rousseau, Kant y Hegel. Para
los cinco contemporáneos ... Croce, Cattaneo, Kelsen, Pareto y
Weber ... Cada uno de esos autores desempeñó su papel en los
distintos momentos
de mi formación" (pág. 112). Sobre esta base
cultural es comprensible
su instalación en la filosofia de la inma
nencia de la conciencia hu1nana, incompatible con la metafísica
creacionista de la transcendencia divina. Y también es explica
ble
su declarado pesimismo: cuando de la fe se pasa al agnosti
cismo
queda fuertemente afectado el carácter al perder -al
menos minimizar-el sentido de la vida, más aún aquellos tem
peramentalmente inquietos.
Vamos a terminar.
La autoconfesión de Bobbio de su iter cul
tural, reflejado
en el amplio indice onomástico que figura al final
muestra algo preocupante:
una carencia casi absoluta de las
bases culturales clásicas del pensamiento europeo, más grave aún
en un italiano. Aristóteles sólo es aludido cinco veces; Platón,
tres; Cicerón, cuatro; San Agustín, una. Faltan en absoluto el
Aquinate, Francisco de Suárez, Soto y Vitoria, padre del derecho
internacional, y entre los
modernos sólo alguna cita de ingleses
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
y alemanes, faltando cualquier alusión, normal en los teóricos
europeos, de Donoso. ¿Qué significa esto? Sin
duda algo no
bueno: O Bobbio los ha eliminado ninguneando/os inmisericor
demente por no ser de su cuerda; o, es que real1nente los des
conoce. En este caso estaríamos ante un blu.ff, un globo hincha
do por el aire caliente socialdemócrata al uso hoy en la izquier
da mediterránea. Y digo esto
por las numerosas referencias lau
datorias y honores académicos
que recoje el libro.
Terminamos
con un amargo sabor de boca: la obra de
Bobbio
no es drama bien construido, sino una tragedia humana
real que sólo se solucionará con la vuelta a la primera Fe, "por
que sabemos que si nuestra casa terrestre fuere deshecha, tene
mos en Dios un edificio, casa no hecha de mano del hombre, que
durará siempre en los cielos" (2 Cor., 5, 1).
ANTONIO SEGURA FERNS
Carl Schmitt: SOBRE EL PARLAMENTARISMO <'J
Aunque esta sección de bibliografía de Verbo está normal
mente dedicada a primicias editoriales, creo
que es bueno reco
ger también las reediciones de obras clásicas puestas a disposi
ción de los lectores actuales
por las Editoriales. Llevo algún tiem
po presentando a los lectores de Verbo la recensión critica de
obras actuales de filosofía social y política
(1) del pensamiento
actual y creo
que en este pensamiento es muy oportuno reeditar
a
Car! Schmitt, de tanta influencia, hace unos años que parece no
haber disminuido sino más bien ha aumentado, pues la perspec
tiva histórica del tiempo transcurrido desde su aparición muestra
lo mucho
que tenía de sustancial y permanente su valoración del
t) Madrid, Tecnos, 1996, 118 págs. Estudio preliminar de Manuel Aragón,
XXXVI págs. Prefacio, cuatro capítulos, y Apendice. El © de la edición alemana
es de 1979, cuando
la primera edición fue de 1923, es decir, de hace 59 años.
(1) Cfr. Verbo, núms. 291-292, 297-298, 305-306, 323-324, 333-334, 345-346.
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de la sociedad, no sólo española sino en lo que respecta a toda
Europa
y en realidad a la comunidad internacional. La importancia
de la reflexión sobre este tema es uno de los puntos clave del pen
samiento que se puede encontrar casi
en la totalidad de estas pági
nas,
y debe ser una reflexión que busque el camino para poder lle
var a
la práctica, en una Europa que parece estar carente de valo
res
y de principios fundamentales, el desarrollo más adecuado de
la persona
y de la sociedad conforme a la doctrina social de la
Iglesia y, en definitiva, a la más clásica doctrina del bien común,
sin confundirlo con el bien de la mayoría, la conveniencia inme
diata o criterios de utilidad más o menos comunes y más bien ale
jados de las exigencias más elementales de la moral católica.
Si entendemos que el bien común es el fin propio de la socie
dad y a lo que ésta debe tender, con todo lo que implica respecto
a las personas
que forman parte de la sociedad (nacionales o
extranjeras),
y si se pretende llegar a una comunidad internacio
nal que verdaderamente
pueda recibir esta denominación y no se
trate tan sólo de
una utópica declaración de principios o de un
nombre sin ninguna realidad que lo respalde, es imprescindible
recuperar
la noción clásica de bien común, la que defendfa el
pensamiento tomista, la
que realmente puede establecer y man
tener el orden
en la sociedad, de acuerdo con la naturaleza del
hombre
y de las cosas que le rodean.
CARMEN FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA
Norberto Bobbio: DE SENECTUTE 1•>
Parece ser que en los autores actuales, principalmente los que
han tenido una línea progresiSta, se ha convertido en cosrumbre la
publicación de autobiografías que, a modo de una explicación a
posterlorl, justifique lo que ha sido la obra intelectual de su vida.
e) Taurus, 1997. Comprende esta obra y Escritos autobiográficos. 241 págs.
e índice.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Ahora le toca al teórico del socialismo con rostro humano,
Norberto Bobbio, que nos llega en un volumen que comprende
su autobiografia, mejor dicho, el juicio de si mismo que hace el
autor junto
con otros escritos autobiográficos, y es completada
por una exhaustiva bibliografía de la prolija producción de
Bobbio.
En este comentario nos centraremos en De Senectute, pues
los otros escritos autobiográficos sólo interesan a los que se
preocupen por la cultura italiana contemporánea. De Senectute
está dividida en dos partes: la primera es una a modo de intro
ducción o repaso de sus preocupaciones actuales que generaliza
como problemática de la vejez en general, aunque siempre desde
la perspectiva de sus recuerdos. Bobbio expone, 1ninuciosamen
te, el drama de un paradigmático intelectual agnóstico y de
izquierdas que recuerda su pasado y ve llegar su ineluctable fin.
Y constata
cómo "contribuye también a aumentar la marginación
del viejo
un fenómeno que es de todos los tiempos: el envejeci
miento cultural,
que acompaña tanto al biológico como al social"
(pág. 28),
lo cual es más doloroso a quien ha sido una figura inte
lectual
de cierto relieve -esto es lo que resaltará en la parte de
los escritos autobiográficos-y conoce su actual decadencia, en
este caso acentuada por eso que no sólo es sustituido por nue
vas formas culturales, sino acompañada por el derrumbe de
muchas ilusiones culturales y políticas a las
que consagró su vida.
No es, pues, extraño su pesimismo: "Siempre me he considera
do, y
me han considerado, un pesimista. El pesimismo no es una
filosofía, sino un estado de ánimo" (pág. 17). De todas formas, la
descripción
que hace del actual estado cultural, no universal,
pero sí muy extendido, es estupenda.
Creo sintomático del estado del autor el capítulo 4, "El
mundo de la memoria", de la pri1nera parte, pues es donde
empieza a entrar, anécdotas aparte, en el tema clave que le pre
ocupa: no el pasado, sino el futuro. Tras el repaso que hace en
el capitulo anterior de las obras que se han ocupado del tema de
la vejez humana desde el clásico De Senectute de Cicerón, empie
za diciendo que, "en estos testimonios no aparecen nunca las ha
bituales actitudes ante la muerte: el miedo y la esperanza"
155
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INFORMACIÓN BIBLIOGRAFICA
(pág. 39). Es decir, el fondo de la cuestión que aborda elíptica
mente
por el camino de la memoria: "el mundo de los viejos, de
todos los viejos, es, de forma más o menos intensa, el mundo de
la memoria" (pág. 41). En este mundo, "al visitar los lugares de
la memoria
se agolpan a tu alrededor los muertos ... En el
momento en que los llamas a tu mente los revives, al menos un
instante, y no están muertos del todo, no han desaparecido com
pletamente
en la nada" (pág. 42). Pero, este revivir en la memo
ria,
¿es suficiente para contestar la pregunta fundamental que le
preocupa? Veremos como a continuación, en la segunda parte,
para Bobbio no lo es.
En el capitulo 1 de la
segunda parte, que significativamente
titula
Aún estcry a,¡uí, empieza señalando cómo "los años de la
,contestación•
en que los hijos se rebelaron contra los padres me
sentí repentinamente envejecido" (pág. 47). Amarga experiencia
para los que, desde
una filosofía liberal, hablan sembrado las
semillas de la violencia, que dice Cotta. Bobbio lo dice as!: "La
verdad es -aunque sea difícil de entender para quienes son más
jóvenes---, el descenso hacia ninguna parte
es largo, más largo de
lo
que habla imaginado, y lento, hasta el punto de parecer imper
ceptible
... El descenso es continuo y, lo cual es peor, irreversi
ble" (pág. 48).
Ya en este terreno, pasa a referirse al destina: "El
cumplimiento del destino misterioso no tiene, por el contrario,
nada de misterioso. Es un acontecimiento no distinto de otros
muchos que acaecen todos los
dlas ante los ojos ... Ello no impi
de
que un observador externo ... pueda sostener que lo que ha
ocurrido
debla ocurrir. .. de mi muerte pueden hablar solamente
los otros... Sólo yo no puedo contar mi muerte. Mi muerte es
imprevisible para todos, mas para mf es también indecible"
(pág. 51). Este es, pues, el drama de quien se ha formado en un
ambiente católico para caer después en la indefinición agnóstica
y positivista. Es que la muerte, como dice Heidegger, es, en cada
caso, mía.
Pasamos, pues, al capitulo clave, el 2, titulado "Después de
la muerte",
que empieza con una obviedad que otros pretenden
diluir: "Todavla es más indecible lo que viene depués. Pero ¿qué
viene después? ¿Estamos seguros de que ocurre algo que contar?"
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
(pág. 53). Si se tratara de sólo contar sería un tema menor, mera
curiosidad. Pero lo grave no es lo que haya, o no haya, que con
tar, sino lo que puede ocurrir en el "tránsito a otra forma de vida
imaginada o definida de diversas maneras ... según los distintos
individuos, las distintas religiones, las distintas filosofías,
no es un
hecho, es una creencia" (ibídem). La divisoria entre unos y otros
la marca el
materialismo: Para el materialista no hay más becbos
que los empfricamente constatables; lo otro, son solo creencias.
Por el contrario, para el espiritualista la religión es, fundamental
mente,
un hecho transcendente, metaempírico: y sólo constitu
yendo la empiria como
última ratio se puede dudar. Aquí con
fiesa
una de las claves para su comprensión: "Desde niño, desde
que empecé a reflexionar sobre los problemas últimos, siempre
me
he sentido más cerca de los no creyentes" (Ibídem). Esta con
fesión implica que, o bien
se trata de uno de los falsos recuerdos
comunes en los viejos, o debió ser un niño prodigio para enten
der a esa edad un comportamiento profundamente metafísico.
Sigámosle, pues, en este viaje a su interior. Y saltamos, de
momento, a su situación actual: "Cuando digo que no creo en la
segunda vida ... no pretendo afirmar nada muy tajante. Sólo quie
ro decir que sie1npre me han parecido más convincentes las razo
nes de la duda que las de la certeza. Nadie puede estar seguro
de
un acontecimiento del cual no existen pruebas. Incluso aque
llos
que creen, sólo creen creer, por retomar el título de un
reciente libro de Gianni Váttimo, "Yo creo no creer' (págs. 54-55).
Aquí hemos señalado la última frase que anula todo el razona
miento, pues
reduce al conocimiento a mera creencia en cuanto
se rebasa la empiria de la materia. Está, pues, ante la dura alter
nativa de
un materialismo radical que, de momento, anula las
filosofías prácticas, la ética, la política, el derecho, a las
que
Bobbio ha dedicado su vida, transformadas en mera fisica social,
solo cuestión de equilibrio entre fuerzas contrarias: O, por el
contrario, tiene
que admitir la realidad espiritual en el hombre,
algo cuyos efectos
son visibles, empíricos, tales como la ideación,
la abstracción mental de la forma, de la materia, el cálculo, etc.,
que constituyen una diferencia no de grado, sino de modo, res
pecto a los animales
que no pasan de la sensación, el aprendí-
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zaje y el tnstlnta: Tiene que creer, al menos, en el alma, subs
tancia espiritual de naturaleza racional (Boecio). Y, esta alma,
es una e indivisible desde Aristóteles, no puede descomponerse,
por lo que no puede morir:
De uno u otro modo, lo cierto es que "la vida no puede ser
pensada sin la muerte ... Toma en serio la muerte quien toma en
serio la vida, esa vida, mi vida, que me ha sido concedida aun
que no sepa por quien. Tomar en serio la vida significa ... saber
con certeza absoluta que has de morir" (pág. 55). Bobbio, aquí al
1nenos, le importa cartesiana1nente la certeza, pero en este tema
lo que importa sobre él mismo no es la certeza puntual de un
momento, sino la verdad sobre ello. Y en este tenor admite que
"se muere una sola vez. El final de la vida es a un tiempo el pri
mer final y el último final. Incluso quien admite una segunda vida
no admite una segunda 1nuerte, pues la segunda vida, si existe,
es eterna, es una vida sin muerte" (pág. 56). Ve, por lo tanto, el
verdadero problema, aun(lue se resiste a aceptarlo: "Mi 1nuerte es
el final para mi ... Con la muerte la vida se extingue. •Extinción•
llamamos
al final sin recomienzo" (ibtdem). Pero ... ¿y si hay otro
mundo?: "De este ultramundo sabemos tan
poco que cada cual
se lo presentará confor1ne a sus esperanzas y temores ... Puede
ser remedio de los sufrimientos o recompensa por las infelicida
des". No deja de extrañar
que no lo complete con la posibilidad,
terrible posibilidad, relacionada con los temores, del castigo
por
lo mal hecho en la vida". Sigue: "Lo único que no cabe dudar es
que, si existe, es distinto. Pero distinto ¿cómo? ...
pero los mun
dos construidos a imagen y semejanza de éste, con sus caracte
rísticas
raras, extravagantes y antojadizas, pero no del todo inve-·
rosírniles. Son siempre mundos, no ultramundos" (pág. 57).
Al entrar ya en el fondo de la cuestión dice: "Siento curiosi
dad por saber cómo se imaginan la vida después de la muerte
quienes creen en ella ... Una de las respuestas más co1nunes1
aparte de la que nos viene de nuestra tradición religiosa, según
la cual es el lugar donde se cumple la justicia divina que premia
a los
buenos y castiga a los malos, es la que proviene de la tra
dición popular,
según la cual el mundo del más allá es el lugar
donde los 1nuertos se encuentran con otros muertos, los 1nás
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amados en vida" (ibídem). Puede verse claramente la finta que el
autor hace
en este párrafo en que empieza hablando de la otra
vida
como lugar de justa retribución de los actos de ésta, y ter
mina desviando la cuestión al encuentro
con los seres amados.
Pero "el deseo
de supervivencia, con respecto al cual la supervi
vencia
en el recuerdo de quienes nos han conocido, estimado y
amado
es un consuelo demasiado tenue y efímero" (pág. 58) que
"trasluce lo ilusorio de la creencia11• Cabría objetar aquí que "ilu
sión" encierra
un doble sentido: como mera imaginación sin rea
lidad; o, por el contrario, como algo real que se desea. ¿cúal de
las dos acepciones pensaba Bobbio al escribir el párrafo? Creo
que en la primera, la mera imaginación. Por eso dice a conti
nuación: "¿Cuánto dura el recuerdo? Respecto al deseo o espe
ranza de inmortalidad, ¡cuán breve en el tiempo es el recuerdo!"
(pág. 58). Por eso, esta pervivencia
en el recuerdo tampoco sirve
de consuelo.
A lo largo de este fundamental capitulo poco ha avanzado
para alcanzar una conclusión medianamente satisfactoria ter1ni
nando en la más angustiosa apoña: "Con la muerte se entra en el
mundo del no ser, en el 1nismo inundo donde yo estaba antes de
nacer" (pág. 59). En otras palabras, Bobbio está en la misma posi
ción del Sartre
de El Ser y la Nada: del en-sí inorgánico surge, no
sabe cómo, el para-sí que siente y padece el ser vivo e inteligente
para, finalmente, ser absorbido otra vez por el en-sí inorgánico:
en medio, sólo la Náusea existencial. Este es el costo de negar la
realidad del alma espiritual. Pero
no deja de ser una mera creen
cia, para Bobbio, no más válida que la creencia en la Inmortali
dad que rechaza. Y lo terrible es que la constatación empírica
que reclama para saber y no sólo creer sólo la tendrá post mor
tem,
cuando ya no tenga remedio el cierre de cuentas para cum
plir
en justicia.
En el capítulo 2, Bobbio ha tenido que desenvolverse en un
terreno metafísico radical. No ha llegado a ninguna respuesta
satisfactoria y última en uno u otro sentido, quedándose en el
poco firme terreno de las creencias subjetivas. Pasa ahora, y se
mantendrá hasta el final, al para él más fácil campo de la feno
menología, estudiando
en el capítulo 3 el evidente, pero no
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determinante final, hecho de la decadencia orgánica propia de la
vejez, de la
que hace una buena descripción. Para Bobbio, pues
to que no hay un alma inmortal~ con las ventajas e inconvenien
tes que esto comporta, lo importante es la vida en pujanza o
decacencia de aqui abajo.
Lo malo es que la metaf'tsica no puede
sustituirse impunemente por la fenomenologia por precisa que
esta sea: la mera descripción de los fenómenos de la vejez y de
la muerte
no resuelve el verdadero problema que es el después.
Sigue en el capitulo 4 con la descripción fenomenológica, mag
nifica,
pero inútil, para el problema de fondo que le preocupa:
sabe que el problema es metafísico, no fenomenológico, el del
destino final: "Mientras que
el mundo futuro está abierto a la ima
ginación, y ya
no te pertenece, el mundo del pasado es aquel
donde a través de la remembranza te refugias en ti mismo ... te
juzgas, te absuelves, te condenas, y también puedes intentar,
cuando el curso de la vida está para acabarse, trazar el balance
final" (pág. 73). No sale, pues, del horizonte humano
de aqui
abajo donde, "aunque alcance todo lo
que desea, queda siempre
vacio porque
no hay cosa que le pueda henchir, sino Vos que
le creásteis a vuestra imagerry semejanza" (S. AGUSTÍN, Solilo
quios, XXX).
Tenninada asi De Senectute, siguen los escritos autobiográ
ficos de
un relativo interés para los no especialmente interesa
dos
en la cultura italiana. En la linea critica que seguimos tal
vez lo más significativo es intentar ver cómo se produjo el cam
bio de marco referencial de Bobbio. Recordemos que aunque
presume que de niño ya estaba más cerca de los increyentes
que de los creyentes, a continuación dice: "me viene a menu
do a la cabeza la breve oración aprendida de niño, repetida no
sé cuantas veces al rezar el rosario: KRequiem aeternam dona
eis, Domine-. Son las palabras que aparecen en el frontón de
los cementerios cristianos. No ignoro que la oración continua:
·Et lux pe,petua luceat els«". No deja, pues, de intrigar cómo
pudo, habiéndose criado y educado en un ambiente profunda
mente cristiano, tener unas ideas tan radicalmente opuestas, y
esto es lo que va1nos a intentar ver
en sus escritos autobiográ
ficos.
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Empiezan con un Elogio al Piamonte, su primer entorno vital:
'Turtn habla sido en los últimos años del siglo la ciudad más
positivista
de Italia. No me refiero tanto al positivismo como filo
sof'ia ... cuanto al uso ... del positivismo del método cientifico al
estudiar los problemas, como los concernientes al hombre y
su
historia, tradicionalmente reservados a la especulación filosófica"
(pág. 88). Vemos,
en primer lugar, una Italia allí nacida que man
tenía al Papa
prisionero en el Vaticano. Pero, además, que ese
positivismo cienti.fico al estudiar el hombre es, justamente, lo que
Bobbio emplea en el problema de la muerte y el mundo del más
allá al negarlos por falta de pruebas empiricas. Sigue: "La contri
bución del Piamonte a la época liberal... [es] haber sido cuna y
escuela
de quien ha sido sin duda el mayor teórico del liberalis
mo italiano" (pág. 98), dice refiriéndose a L. Einaudi. En lo cul
tural dice:
"Me resultarta complicado declarar quiénes han sido
mis autores ... De mis diez favoritos, .los cinco primeros son los
mayores filósofos políticos de la Edad Moderna ... al menos hasta
la ruptura de la tradición del pensamiento político racionalista
realizado
por Marx: Hobbes, Locke, Rousseau, Kant y Hegel. Para
los cinco contemporáneos ... Croce, Cattaneo, Kelsen, Pareto y
Weber ... Cada uno de esos autores desempeñó su papel en los
distintos momentos
de mi formación" (pág. 112). Sobre esta base
cultural es comprensible
su instalación en la filosofia de la inma
nencia de la conciencia hu1nana, incompatible con la metafísica
creacionista de la transcendencia divina. Y también es explica
ble
su declarado pesimismo: cuando de la fe se pasa al agnosti
cismo
queda fuertemente afectado el carácter al perder -al
menos minimizar-el sentido de la vida, más aún aquellos tem
peramentalmente inquietos.
Vamos a terminar.
La autoconfesión de Bobbio de su iter cul
tural, reflejado
en el amplio indice onomástico que figura al final
muestra algo preocupante:
una carencia casi absoluta de las
bases culturales clásicas del pensamiento europeo, más grave aún
en un italiano. Aristóteles sólo es aludido cinco veces; Platón,
tres; Cicerón, cuatro; San Agustín, una. Faltan en absoluto el
Aquinate, Francisco de Suárez, Soto y Vitoria, padre del derecho
internacional, y entre los
modernos sólo alguna cita de ingleses
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y alemanes, faltando cualquier alusión, normal en los teóricos
europeos, de Donoso. ¿Qué significa esto? Sin
duda algo no
bueno: O Bobbio los ha eliminado ninguneando/os inmisericor
demente por no ser de su cuerda; o, es que real1nente los des
conoce. En este caso estaríamos ante un blu.ff, un globo hincha
do por el aire caliente socialdemócrata al uso hoy en la izquier
da mediterránea. Y digo esto
por las numerosas referencias lau
datorias y honores académicos
que recoje el libro.
Terminamos
con un amargo sabor de boca: la obra de
Bobbio
no es drama bien construido, sino una tragedia humana
real que sólo se solucionará con la vuelta a la primera Fe, "por
que sabemos que si nuestra casa terrestre fuere deshecha, tene
mos en Dios un edificio, casa no hecha de mano del hombre, que
durará siempre en los cielos" (2 Cor., 5, 1).
ANTONIO SEGURA FERNS
Carl Schmitt: SOBRE EL PARLAMENTARISMO <'J
Aunque esta sección de bibliografía de Verbo está normal
mente dedicada a primicias editoriales, creo
que es bueno reco
ger también las reediciones de obras clásicas puestas a disposi
ción de los lectores actuales
por las Editoriales. Llevo algún tiem
po presentando a los lectores de Verbo la recensión critica de
obras actuales de filosofía social y política
(1) del pensamiento
actual y creo
que en este pensamiento es muy oportuno reeditar
a
Car! Schmitt, de tanta influencia, hace unos años que parece no
haber disminuido sino más bien ha aumentado, pues la perspec
tiva histórica del tiempo transcurrido desde su aparición muestra
lo mucho
que tenía de sustancial y permanente su valoración del
t) Madrid, Tecnos, 1996, 118 págs. Estudio preliminar de Manuel Aragón,
XXXVI págs. Prefacio, cuatro capítulos, y Apendice. El © de la edición alemana
es de 1979, cuando
la primera edición fue de 1923, es decir, de hace 59 años.
(1) Cfr. Verbo, núms. 291-292, 297-298, 305-306, 323-324, 333-334, 345-346.
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