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Número 363-364

Serie XXXVII

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La crisis contemporánea: crisis moral y religiosa

LA CRISIS CONTEMPORÁNEA: CRISIS MORAL
Y RELIGIOSA
POR
Es'fANISLAO CANTERO (*)
La cns1s del mundo moderno, que abarca al Estado, a la
sociedad y
al hombre es, ante todo, una crisis religiosa. Y por ello
es también,
una crisis política, social, institucional y moral. Es,
también, entre 1nuchos católicos que intelectualmente aún per­
manecen en la integridad de los principios, una crisis de cohe­
rencia entre la
fe y el comportamiento; entre lo que se dice creer
y lo que se practica y se vive; entre los fines que supone su cos­
movisión y los fines a los
que verdaderamente se dedica.
Es bien sabido que desde que hace ya más de tres siglos
se produjo la crisis del pensamiento europeo (1), el mundo
moderno se ha caracterizado por su creciente secularización,
que no ha sido otra cosa que el creciente rechazo sistemático
de Dios, de la religión revelada (2). Pero un mundo sin Dios no
hace sino rendirse ante diversos ídolos que lo dominan hasta
destruirlo
(3).
(+) Comunicación al 4.º Congreso Internacional de la Sociedad Internacio­
nal Tomás de Aquino
(SITA), sobre el tema "El problema del hombre y el miste­
rio
de Jesucristo" (Barcelona, 24 al 27 de septiembre de 1997). Aquí se han aña­
dido las notas de referencia que, por razones de espacio, se omitieron para su
publicación en las Actas de dicho Congreso.
(1) PAUL HAzAlm, La crise de la conscience européenne, trad. esp. Alianza,
Madrid, 1988.
(2) MICHEL FEDERICO ScIACCA, In hora de Cristo, Mira.ele, Barcelona, 1961; El
oscurecimiento de la inteligencia, Gredas, Madrid, 1973; JUAN VAll.ET DE
Govnso1.0, "Utopia y realidad", en Más sobre temas de hoy, Speiro, Madrid, 1979.
(3)
J. VALLET DE GoYTISOLO, Metodología de las leyes, Editoriales de Derecho
Reunidas, Madrid, 1991, págs. 57-201.
Verbo, núm. 363-364 (1998), 289-298
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También es lugar común que España no sufrió esa crisis con
igual intensidad y
que su enfrentamiento a ella durante su gesta­
ción
y posterior eclosión, la preservó de esa ruptura, haciendo
posible que el enfrentamiento, ya
en su propio interior durante
el siglo
xrx y el xx, no presentara slntomas de ruptura definitiva
hasta el tiempo presente,
en el que, aparantemente, de modo ofi­
cial, tal ruptura
se ha consumado ( 4).
En cuanto enfermedad, la del mundo moderno
ha sido reite­
radamente diagnosticada y continuamente señalado su remedio:
el abandono de los falsos principios y el retomo a la ley natural
y a
la ley de la gracia (5).
No hace mucho
Juan Pablo II, en una encíclica diáfana y por
demás oportuna, la Verltatis splmdor, se enfrentaba a la preten­
sión del mundo moderno de un pluralismo moral personal, junto,
en el mejor de los casos, a una ética civil de mínimos, consen­
suada y relativista. Ética, por naturaleza, imposible, todo lo más
sucedáneo intelectual para pensamientos débiles o políticamente
correctos.
El permisivismo moral, fruto, no de la distinción, sino de la
tajante separación del derecho
de la moral, no se ha traducido en
un resurgimiento de comportamientos éticos en el marco de la
libertad; nada de enriquecimiento ético, sino, todo lo contrario,
un creciente pauperistno moral, con conductas destructoras de la
convivencia
en la comunidad (6) -como el divorcio, el aborto,
la homoxesualidad, el tráfico
de influencias o la corrupción-,
que reflejan un derecho peor y una legislación inconsecuente
con su finalidad (7); a la postre, esas conductas llevan a que se
( 4) EsTANJSLAO CANTERO NÚÑEZ, "La quiebra de la tradición jurídica española",
en AA.W., El Estado de Derecho en la España de hoy, Editorial Actas, Madrid,
19%, pág,. 387-454.
(5) J. VALLET DE GoYTisow, Sociedad de masas y derecho, Taurus, Madrid,
1969; Ideología, praxis y mito de la tecnocracia, 2.ª ed., Montecorvo, Madrid,
1975; MIGUEL AYUSO TORR&5, ¿Después del Leviathan?, Speiro, Madrid, 1996.
(6) ANDRÉS OLLERO TASSARA, Derechos humanos y metodología jurídica, Cen­
tro
de &tudios Constitucionales, Madrid, 1989, págs. 174-175.
(J) E. CANTERO, "El fracaso de los derechos del hombre y su protección en
el ordenamiento jurídico español: el paradigma del aborto", en Verbo (Madrid),
núm.
331-332, enero-febrero 1995, págs. 99-113.
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LA CRISIS CONTEMPORÁNEA: CRISIS MORAL Y RELIGIOSA
impongan nuevas obligaciones y se tipifiquen nuevos delitos.
Legislación
que se impone por la fuerza coactiva que la respalda,
pero respecto a la cual, cada vez más, se piensa que no obliga
moralmente
-sin que la pretendida legitimación democrática
haya logrado superar la mera legalidad (8), lo que
se traduce en
pérdida de eficacia y en fraude de ley, como atestigua la objeción
de conciencia basada
en una conciencia autónoma, considerada
como regla única del obrar,
y, en ocasiones, un derecho subje­
tivo (9).
Juan Pablo II desarrolla en esa enciclica "el vínculo esencial
entre Verdad-Bien-Libertad" (10), cuyo
abandono ha dado lugar
a las nuevas
teorías que no quieren saber nada de la ley natural,
de las normas válidas permanentemente
y universalmente vincu­
lantes, que probiben los actos intrínsecamente malos (11).
El
Papa describe como uno de los orígenes de los males de la actual
situación el subjetivismo moral, fruto de considerar
que la liber­
tad humana es un valor supremo, del que la conciencia expresa
la verdad
por el hecho de su autenticidad (12).
No sólo es el aspecto personal el que está en juego, sino tam­
bién
el social, como advierte en la misma encíclica: "Cada uno de
nosotros puede advertir
la gravedad de cuanto está en juego, no
sólo para cada persona, sino también para toda
la sociedad, con la
reafirmación de la universalidad e inmutabilidad de los manda­
mientos morales
y, en particular de aquellos que prohiben siempre
y sin excepción los actos
intrínsecamente malos" (13), de tal forma
que "sólo una 1noral que reconoce normas válidas siempre y para
todos, sin ninguna excepción,
puede garantizar el fundamento
ético de
la convivencia social" (14). Su olvido conduce al totali-
(8) CONSUELO MAR1ÍNEZ-SICLUNA Y SEPÚLVEDA, Legalidad y legitimidad, la teo­
ría del poder, Editorial Actas, Madrid, 2.ª ed., 1991.
(9) E. CANTERO, "La objeción de conciencia al servicio militar", en AA.VV.,
Guerra, Moral y Derecho, Editorial Actas, Madrid, 1994, págs. 257-298.
(10) Veritatis splendor, núm. 84.
(11) Veritatis splendor, núm. 95.
(12) Veritatis splendor, nú.m._ 32.
(13) Veritat-is splendor, núm. 115.
(14) Veritatis
splendor, núm. 97.
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tarismo y al "Estado tirano" y deslegitima el régimen político (15),
tal como indicó
en las enclclicas Evangeltum vitae (16) y Cente­
stmus annus (17).
La exclusión del orden del ser, la abominación de la metafísi­
ca, la renuncia o la ignorancia a conocer la realidad como obje­
tividad que expresa un orden de las cosas susceptible de ser des­
cubierto; el rechazo a someterse a los imperativos
que ese orden
señala; la ausencia de limites
en las posibilidades del obrar, con­
forme a los cuales tan sólo cabe intervenir
en el ámbito de lo que
aquél orden expresa como susceptible de dominio, regulación y
modificación
por el hombre; el laicismo y la secularización
impuestos coactivamente a las sociedades1 tras un largo proceso
de sugestión mental y cruenta
ruptura social y política, en no1n­
bre de una razón y una libertad, idólatras de sí mismas (18); la
exclusión del bien y de
la verdad; el rechazo de la cosmovisión
católica y del sometimiento a
un Dios personal que se nos ha
revelado
en su Hijo, Jesucristo Nuestro Señor, son algunas ma­
nifestaciones causantes de esa crisis; en suma, el "seréis como
dioses", consciente o inconscientemente asumido, es
la causa
fundamental, tanto de la crisis del Estado -abierta desde su apa­
rición y, desde entonces, in crescendo--, como de la sociedad,
cuya enfermedad ha tenido un desarrollo mucho más rápido,
hasta haber prácticamente desaparecido, devorada
por el Estado,
el cual,
por ese motivo, falto ya de alimento suficiente con el que
sustentarse, hace agua por todas partes (19).
El posible remedio no está en nuevas teorías, en otra filosofía,
en terapeúticas que corrijan esto o aquello, sino en una radical
transformación por
la cual abandone lo que nunca debió ser. Y
no hay fugas hacia adelante que no terminen
en el precipicio.
(15) Veritatis splendor, núms. 99 y 101.
(16)
Emngelium vitae, núm. 320.
(17)
Centesimus annus, núm. 44.
(18) E. CANTERO, "La Revolución Francesa: Recapitulación historiográfica", en
Aportes (Madrid), año V, núm. 12, noviembre 1989-febrero 1990, págs. 20-29;
"Evolución del concepto
de democracia", en Verbo, núm. 221-222, enero-febrero
1984, págs. 141-171.
(19)
M. AYUSO TORRES, ¿Después del Leviathanl, Speiro, Madrid, 1996; DANILO CAS­
TELIANO, L1 razionalitd della politica, Edizioni Scientifiche Italiane, Nápoles, 1993.
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LA CRISIS CONTEMPORÁNEA: CRISIS MORAL Y RELIGIOSA
Fundamentalmente no hay nada que inventar. Basta con renunciar
a esas causas anteriormente señaladas. Hay que retornar a la "co­
munidad política", con todo lo que ello presupone y significa (20).
Es necesario volver al fundamento natural de las sociedades,
lo cual sería suficiente si
no se hubiera producido hace dos mile­
nios
un hecho esencial, la encamación de Nuestro Señor Jesu­
cristo.
Las sociedades paganas, aun en el cénit de su perfección,
resultaron insuficientes
para permitir y coadyuvar al desarrollo
perfectivo del hombre
en toda su integridad y para respetarle
como persona. La aportación del cristianismo fue fundamental y
aún hoy es sobre los restos de las sociedades cristianas, de sus
principios y de sus instituciones, sobre los que
se sostiene el edi­
ficio ruinoso
de la sociedad moderna. Por eso, San Pío X preve­
nía contra todo intento de construcción social utópico que pres­
cindiera
de los fundamentos naturales y divinos de la sociedad:
"la civilización
no está por inventar, ni la nueva ciudad por cons­
truir
en las nubes. Ha existido, existe: es la civilización cristiana,
es la ciudad católica. No se trata más que
de instaurarla y restau­
rarla, sin cesar, sobre
sus fundamentos naturales y divinos" (21).
¿Cómo lograrlo o al
menos intentarlo? No se trata de imposi­
ciones dogmáticas, sino de
un cambio de voluntades. Las menta­
lidades y los errores
en que ellas han caído, cuyas consecuencias
se ven en la crisis actual, son fruto de una voluntad deliberada
que ha emitido "su opción", imponiendo al entendimiento un
asentimiento que va más allá de lo que percibe aquél, o incluso
contra lo
que aquél capta cuando se trata de evidencias. Y es res­
pecto a estas últimas donde esa voluntad, esa "mala voluntad",
aparece
con más claridad (22).
Si de verdad se quiere mejorar, no sirve de nada empezar por
negar las cosas o emplear eufemismos.
En todo el desarrollo de la
cultura moderna el hombre "ha querido". Y cuando su razonamien-
(20) D. CAsTELLANO, "La esencia de la política y el naturalismo político", en
Verbo, núm. 349-350, noviembre-diciembre 1996, págs. 1109-1122.
(21)
Notre charge apostoliq_ue, I, 11.
(22)
LuCAS GARCÍA BORREGUERO, "La raiz del error, ¿en el entendimiento o en
la voluntad? Ante el fracaso de la filosofia moderna", en Verbo, núm. 139-140,
noviembre-diciembre 1974, págs. 1155-1161.
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ESTANISLAO CANTERO
to discursivo ha errado en sus conclusiones, previamente "había­
puesto" unas premisas falsas.
Las cosas son en sl mismas verdade­
ras, puesto que expresan su ser. Y el entendimiento no es causa del
error, sino que éste surge con apariencia de verdad en aquél.
El hombre se proclamó autor de la verdad; afirmó que la rea­
lidad
no tenía consistencia ni naturaleza propia, por lo que esta­
ba sujeta al poder del hombre. El hombre, en una palabra,
"quiso". No se trata, pues, 1nás
que de querer otra cosa. Otra cosa
acorde
con la realidad, con la naturaleza de las cosas. Con su
propia naturaleza. Pero, naturalmente, ese querer, esa voluntad
necesita suprimir los motivos
que la llevaron a tan gran cúmulo
de errores: la soberbia, el amiguismo, el odio, las pasiones
en
general, el no sufrir la sana doctrina.
Así, sólo así, será posible volver a la ley natural con sus pres­
cripciones vinculantes para todos, con sus absolutos morales (23)
y sus principios infonnadores de toda actividad humana, y al
derecho natural y positivo como expresiones
de lo que es justo
según el
orden de la naturaleza de las cosas, bien en sl mismo,
bien por decisión humana. En lo opinable, las decisiones huma­
nas, si
son razonables, serán más o menos afortunadas o sabias,
lograrán mejor o
peor el fin propuesto, según se preste mayor o
menor atención a la realidad, a las causas y a los fines, es decir,
según
se obre con 1nayor o 1nenor prudencia política (24), pero
en sí misn1as no causarán graves trastornos, tanto por la condi­
ción
de historicidad que les es inherente, co1no por la 1nateria y
ámbito
en que cabe efectuarlas.
Pero
no hay sociedad justa sin hombres justos (25), ni los prin­
cipios
pueden perdurar si no se vive de acuerdo con ellos. La fe
(23) JOSÉ MIGUEL SERRANO CALDERÓN, Bioética, poder y derecho, Servicio de
Publicaciones, Facultad de Derecho, Universidad Complutense de Madrid,
Madrid,
1993.
(24) lEOPOLDO EULOGIO PALACIOS, La prudencia polftica, Instituto de Estu­
dios Políticos, Madrid, 1945; VICTORINO RODRÍGUEZ, o. P., "Concepción cristia­
na del Estado", en Temas-Clave de humanismo cristiano, Speiro, Madrid,
1984, págs. 281-320; SANTIAGO RAMÍREZ, 0. P., La prudencia, Palabra, Madrid,
1979.
(25) J. VALLET DE GoYTISOW, "Igualdad y justicia", en Algo sobre temas de hoy,
Speiro, Madrid, 1972.
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U CRISIS CONTEMPORÁNEA: CRISIS MORAL Y RELIGIOSA
sin obras es fe muerta. Por ello, si en las anteriores consideracio­
nes era diferente el ser o
no católico, en lo que sigue me refiero a
las exigencias que tiene ante sí
quien profesa la religión católica.
La tercera sección de este congreso contempla el tema del
hombre ante
el tercer milenio. El católico ante ese reto, no tiene
ante sí algo esencialmente distinto a lo
que tuvieron los que le
han precedido en dos mil años de lústoria. Permanecen siempre
los mandatos
de Cristo: ama a Dios sobre todas las cosas y al pró­
jimo como a
tí mismo. Eso supone una vida coherente con la fe,
en la que su comportamiento sea acorde con sus principios. Lo
que tiene una evidente componente íntima y personal, pero tam­
bién una proyección pública y social en la que esa vivienda se
manifiesta irradiando pensamiento y obras que plasman
en insti­
tuciones. Uno
de los retos del católico ante el temer milenio es la
recristalización
de las sociedades, lo que Juan Pablo II insistente­
mente alude como "nueva evangelización" (26). Reto tanto más
acuciante cuanto
1nás firmemente había cuajado en la. sociedad y
tanto más asequible cuanto menor es su actual alejamiento.
Una
de las causas de la actual situación, someramente des­
crita, es el
habemos aco1nodado a las circunstancias en las que
vivimos, confonnándonos
con la vida agradable que nos propor­
ciona
una sociedad desarrollada, de la que llegamos a compartir,
quizá no de 1nodo totalmente reflexivo, incluso sus criterios de
una doble verdad moral -lo que debo hacer y lo que realmen­
te
hago-, sin aparente desasosiego o fractura con nuestros prin­
cipios. Pero
no es indiferente para el restablecimiento de una
sociedad católica nuestros pecados. De un lado, porque de ese
modo cortamos el hilo que nos une a Dios, renunciando al poder
de la gracia y fiándolo todo al poder de lo natural; de otro, por­
que al final, lo que pretendemos y esperamos es que sean otros
-los que viven coherentemente su fe-los que se esfuercen y,
si es posible, consigan ese fin, que aunque apetecido, no lo es
(26) E. CANTERO, "Nueva evangelización y contrarrevolución", en Verbo, nú­
mero 317-318, septiembre--octubre 1993, págs. 911-935; GIOVANNI CANTONI, "La
contrarrevolución y las libertades", en Verbo, núm. 283-284, marzo-abril 1990, pá­
ginas 451-473.
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ESTANISLAO CANTERO
suficientemente como para modificar nuestros comportamientos.
Juan Pablo 11, en la exhortación apostólica postsinodal Reconci­
liatio et paenitentia, recordó con claridad que el pecado que es
"exclusión
de Dios, ruptura con Dios, desobediencia a Dios" (27),
repercute siempre, con
daño, en toda la familia humana, por lo
que
no afecta exclusivamente a aquél que lo comete (28). Por
eso,
un catolicismo light o un catolicismo tocado en mayor o
menor medida por la "nueva 1noraF', no puede, de ningún modo
contribuir a la recristianización social. Hay que vivir y compor­
tarse como Dios 1nanda.
Pero
tampoco se puede olvidar que otra de las causas del
retroceso del
mundo católico es la desidia y la pereza de los
católicos. No es
que no crea1nos íntegramente todas las verda­
des
de la fe o que no intentemos cumplir, a pesar de todas
nuestras caldas, los mandamientos.
El abandono de los católi­
cos, nuestros propios
abandonos, no están ahí, están sobre
todo en el terreno de la acción y del apostolado (29). Cuántas
veces los católicos
se han conformado -nos hemos conforma­
do-con una vida religiosa y unas prácticas devotas, pero sin
ir acompañadas de un cometido esencial, como es el de ser
per1nanentemente testigos de Cristo, y, en consecuencia, reali­
zar
un apostolado continuado. Sin descansos. En todos los ámbi­
tos de la vida y respecto a todas las cuestiones. Y es que el
católico
no puede, sin traicionar a Cristo Nuestro Señor, rehuir
su condición, renunciar a sus obligaciones. Nuestra vida ha de
ser una continua y constante entrega al combate por Cristo. Y
esta obligación parece más perentoria en cuanto los avances de
la modernidad son mayores, y mayores, también, los abando­
nos de los católicos. En esta empresa de reconstrucción de la
ciudad católica, para mayor gloria de Dios, bien de las almas y
nuestra propia santificación, interesa
sobremanera comprender
y ser plena1nente conscientes de que lo más importante de
todo, después de encomendarnos a Dios y rogafle su ayuda, es
296
(27) Reconciliatio et paenitentia, núm. 14.
(28) Reconciliatio et paenitentia, núm. 16.
(29)
JEA.N OussET, Para que Él reine, Speiro, Madrid (1961), 2.ª ed., 1972.
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LA CRISIS CONTEMPORÁNEA: CRISIS MORAL Y RELIGIOSA
la fuerza de la acción de los hombres. Nada es capaz de reem­
plazarla
y sin ella todo está perdido. Por consiguiente, nuestro
trabajo, el de cada
uno en nuestra esfera de competencia, ha de
aumentar considerablemente (30).
La profesión integral de la fe exige un comportamiento cohe­
rente con ella
en todos los ámbitos de la vida. Incluido el profe­
sional,
el social y el politice. En este ámbito, donde más que en
ningón otro, se muestra el cáncer de nuestro tiempo, es donde es
más necesaria
la presencia de comporta1nientos católicos que
den, finalmente, en una política católica (31). La democracia y el
pluralismo parecen ser
-¡en estos tiempost---- dogmas intangi­
bles. Pero aquí es preciso reconocer
que la democracia y el
pluralismo sólo caben
en el orden de lo opinable y que ambos
han de sustentarse en el ser de las cosas, en la verdad y en el
bien (32). Por eso
no cabe entendimiento con la democracia
1nodema, es decir,
con la democracia tal co1no la entiende la
modernidad. Existe
en este terreno un equívoco y una ambigüe­
dad que es preciso primera1nente reconocer, para, posterionnen­
te, deshacer (33)
y poder reconstruir (34).
La reconstrucción de la sociedad católica no se hará por
decreto -y menos en estos tiempos-, sino por exigencia social;
el retorno a Aristóteles
y Santo Tomás, y al pensamiento que
(30) J. OussET, La acción, Speiro, Madrid, 1969.
(31) E.
CANI'ERO, "¿Existe una doctrina política católica?", en AA.VV., Ins cató­
licos y la acción politica, Speiro, Madrid, 1982, págs. 5-48.
(32) E. CANrERO, "Moralidad, pluralismo y bien común", en Verbo, núm. 341-
342,
enero-febrero 1996, págs. 113-125. Véase el volumen Pluralidad y pluralis­
mo, monográfico de Verbo, núm. 357-358, agosto-septiembre-octubre 1997, con
artículos de M. Ayuso ("Pluralidad y unidad"); EuDALDO FoRMENT ("Verdad y plu­
ralismo"); c. MARTINEZ-SICLUNA Y SEPÚLVEDA ("Pluralismo y orden natural"); J. M.
SERRANO RuIZ-CALDERÓN ("El pluralismo moral: consenso y pluralismo"); FEDERICO
CANTERO NÚNEZ ("El pluralismo social"); D. CAsTELLhNO ("Pluralismo y bien
común"); J. VALLET DE GOYTISOLO ("Pluralidad, pluralismo y derecho"); JUAN CAYÓN
PEÑA ("La tentación democrática"), y JosÉ MARÍA PETIT SULLÁ ("El sentido cristiano
de la historia").
(33) E. CANrERO, "Evolución del ... ".
(34)
J. VALLET DE Gornsow, Tres ensayos. Cuerpos intermedios, representa­
ci6n
política y principio de subsidiariedad, Speiro, Madrid, 1981; "Constitución
orgánica de la nación", en Verbo, núm. 233-234, marzo~abril 1985, págs. 305-382.
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BSTANISLAO CANTERO
sobre ellos se desarrolló, no ha de ser sólo de orden intelectual,
sino también moral, puesto que,
en definitiva, "es imposible ser
juicioso si no se es bueno". La vida en sociedad, la vida de una
comunidad política, es, sobre todo, comportamiento de sus
miembros.
La justicia, en cuanto proporción, ajustamiento o atri­
buto de las relaciones es esencial; como lo es el bien común
como fin de la política. Pero no lo es menos la justicia como vir­
tud moral.
Y, desde luego, sobre ellas, la caridad en todas sus
esplendorosas manifestaciones personales, cuajadas posterior­
mente en institucionales.
En fin, el hombre ante el tercer milenio, cuando ha fracasa­
do cuanto ha intentado como "demiurgo", no tiene otra opción
legitima
-hay suficientes motivos de credibilidad para ello­
que volverse hacia el misterio de Jesucristo, y con Él vivir de
acuerdo
con sus preceptos y consejos; y la sociedad impregnar­
se de ello en todos sus ámbitos y componentes.
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