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Número 363-364

Serie XXXVII

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Mis recuerdos del Padre Orlandis

MIS RECUERDOS DEL PADRE ORLANDIS
POR
!'RANCJSco CANAIS VmAL (*)
A los cuarenta años de su muerte la publicación por la revis­
ta
Cristiandad de un número en homenaje a su memoria me
mueve, y podria decir que me compromete, a expresar algunos
recuerdos de sus palabras y de sus actitudes de padre en el esp!­
ritu y de maestro de sabiduña humana y cristiana, que quedaron
impresas, entrañadas
en lo más intimo de mi vida, a lo largo de
los catorce años, desde 1944 hasta su muerte
en 1958, en que
tuve la dicha
de un trato frecuente, casi cotidiano, con él.
"Tindras parten ma vida", dijo Costa i !lobera en su evoca­
ción
por la prematura muerte de Pere Orlandis i Despuig, it1sig­
ne poeta rnallorqu!n, hermano del jesuita que fue nuestro inolvi­
dable maestro.
As! se ha cumplido también en mi y en otros
muchos
en relación al padre Orlandis. Su acción ha permaneci­
do en nuestro interior, sus palabras no han podido ser olvidadas,
y la misteriosa maduración
de lo que por ellas sembró ha sido
causa de que hayan sido mejor comprendidas cuanto más lejanas
en el tiempo. As!, el padre Orlandis ha seguido siendo, para mi,
padre y maestro, también a partir de su muerte y hasta hoy.
Convencido de la validez y fecundidad universal de sus con­
sejos orientadores y estimulantes, de sus exhortaciones exigentes,
tal vez en un primer momento dolorosamente sorprendentes, y de
la clarividencia y visión de futuro de sus advertencias, que iban
(•) Al cumplirse los cuarenta años de la muerte del padre Orlandis, que fue
inspirador y curador apostólico de la revista Cristiandad, reproducimos con
mucho gusto, de su último nfimero (801-802), las siguientes páginas de nuestro
querido amigo y colaborador el profesor Francisco Canals (N. de la R.).
Verbo, núm. 363-364 (1998), 313-322 313
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FRANCISCO CANALS VJDAL
aco1npañadas de certeras previsiones en las que "sin contem­
placiones", sin adulaciones ni respetos humanos, preanunciaba
el curso de algunas cosas, removiendo expectativas falsas e ilu­
sorias, trataré de repetir
con la mayor literalidad posible sus
palabras y sugerir el ambiente y la ocasión
en que las pronun­
ciaba.
El Padre General de la Compañía, Peter-Hans Kolvenbach, en
reciente carta al director de Cristiandad José María Mundet, ha
expresado
el deseo de que "el Señor siga bendiciendo la Sebo/a
Cordis Iesu
y su propósito de servicio al Apostolado de la Ora­
ción, para bien de la Iglesia entera". Para agradecer esta mani­
fiesta bendición divina,
dando así gloria al Corazón de Cristo,
comenzaré
mi personal "antología" con aquellas palabras que
más directa e in111ediata1nente se referían al propósito y vocación
de Sebo/a.
• • •
"Pienso que el demonio pasa por todo con tal
de que pueda estorbar la devoción al Corazón de Jesús".
Afirmaba la certeza del designio divino de que la devoción al
Sagrado Corazón sería el remedio social del mundo actual y que
co1no consecuencia del triunfo de esta devoción vendría la época
profetizada del Reinado social de Jesucristo.
Inculcar esta convicción y esta esperanza era el objetivo final
de todas sus tareas, y al servicio de ella estaban sus conferencias
históricas, su enseñanza de Teología de la Historia, su magisterio
filosófico según
la doctrina de Santo Tomás de Aquino.
Llegaba a decir
que el demonio no estorbaría una devoción
a la Santísima Virgen
que no condujera a la devoción al Sagrado
Corazón de Jesús. Este
punto de vista, que a mí entonces me
estrañaba, he ido comprendiendo después que
se apoyaba en
una convicción que le llevó a sugerir al padre Francisco de Paula
Solá
que escribiese en Cristiandad un artículo titulado "A María
por Jesús" (núm. 89, I-XII-1947, págs. 515-518).
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Sus criterios estaban en radical oposición a los "minimalis­
mos"
que han deformado abusivamente la situación postconciliar,
pero era, en esta y en 1nuchas cuestiones, precursor de los ver­
daderos y auténticos mensajes del Vaticano
11.
Con una perspicaz y aguda visión de los sentimientos y de
los ambientes y situaciones contemporáneas previó siempre la
ruina
de cualquier escolasticismo vuelto de espaldas a las fuen­
tes 1nás originarias.
"Los jesuitas jóvenes, o serán tomistas o exis­
tencialistas o cualquier otra cosa, pero
no serán ya suaristas", le
dijo muchas veces
al padre José María Murall.
No esperaba
mucho más del "tomismo de manual" y orienta­
ba hacia la búsqueda de la síntesis auténtica por el estudio direc­
to del Doctor Angélico.
De las "veinticuatro tesis", decía que eran
ciertamente 1'principios y enunciados mayores", pero no los prin­
cipios y enunciados mayores
de aquella síntesis. ¡Suerte que en
latín no hay artículo!, co1nentaba con irotúa.
Sentía e infundía aversión hacia toda actitud
que quisiera
apoyarse
en Jragments de veritat. "Lo quiero todo", dijo en su
lecho de muerte a un intimo amigo suyo.
Insistía
en recomendar la búsqueda de la unidad y de la
síntesis:
cerqueu en tot la unítat. Él 1nismo inspiró a la revista
Cristiandad aquel lema tomado literalmente de Santo Tomás de
Aquino: "plura ut unum ".
El Papa Pío XI había afirmado que en el culto al Sagrado
Corazón
de Jesús se encuentra "la síntesis de toda religión".
"Lo nuestro es la devoción al Sagrado Corazón".
Insistía en que era esta nuestra vocación. En catorce años de
mi trato con él son incontables las exhortaciones, advertencias y
avisos
que oí de él en este sentido. Por haber él orientado mi
vocación al estudio de la filosofía, y concretamente al amor y
adhesión al pensamiento auténtico de Santo Tomás
de Aquino,
me resultaba sorprendente que insistiera en advertir1ne: "no con­
virtáis
Sebo/a en una escuela tomista, porque lo nuestro es el
Corazón de Jesús".
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Advirtiendo siempre contra el olvido de la vocación profun­
da de Sebo/a Cordis Iesu, al consejo de no centrarse en algo dis­
tinto del Corazón de Jesús añadía que nosotros colaborañamos
mejor
con un "suarista" que participase de los ideales del padre
Ramiére, que con alguien que no sintiese entusiasmo por el ideal
y la esperanza del Reinado de Cristo por su Corazón, aunque
fuese tomista.
No hubiera
Sebo/a Cordis Iesu subsitido ni fructificado sin el
apoyo de influyentes jesuitas suaristas. Recuerdo al padre Murall,
al padre Cayuela, al padre Igartua, al padre Solano, al padre Fran­
cisco de Paula
Sola, para nombrar sólo algunos de los que ya
murieron.
La que ahora se llama "escuela tomista de Barcelona" es una
fructificación internacionalmente visible del magisterio filosófico­
teológico del gran apóstol del Corazón de Jesús, y no se hubiera
llegado a
su actual presencia sin el apoyo y la colaboración del
padre
Juan Roig Gironella en la Sociedad Internacional Tomás de
Aquino.
Y sin
duda para prevenir toda deformación "intelectualis­
ta" me dijo muchísimas veces: "si lo que buscas es hacerte un
sabio no hace falta que vuelvas por aqul". Su consigna era:
"hacer bien, no hacerlo bien", advirtiéndonos contra los ries­
gos de un culturalismo
que desorientase nuestra vocación
apostólica.
Pero ahora
no me extraña que me urgiese siempre al estudio
y a la lectura
en muchos campos y que me reprendíese por no
conocer ya toda la biblioteca de Sebo/a. Decía frecuentemente
que mucha gente no lee no por pereza sino por vanidad; no
soportan la experiencia de ir encontrando tantas cosas sobre las
que nada sabían.
"Tu humillación es estudíar"; "tu humillación es
escribir".
El ideal y la esperanza del Reino de Cristo sobre las socieda­
des humanas, a cuyo servicio estaba su Teologfa de la Historia,
lo sentía como el único remedio contra los "malminorismos" y
"posibilismos" que, tomados como pretexto para olvidar prácti­
camente el imperativo
oportet illum regnare, sirven para que se
sitúen 1nuchos en el "segundo binario" ignaciano.
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MIS RECUERDOS DEL PADRE ORLANDIS
Los que tal hacen, notaba el padre Orlandis, en sus tareas y
decisiones, se engañaban a
si mismos "trayendo" la voluntad de
Dios a sus voluntades, orientadas
según criterios de gloria mun­
dana, y de huida de los sacrificios y humillaciones
que son exi­
gencia de
la seriedad en la vida cristina y apostólica.
Estaba convencido de
que la desaparición en la poHtica de la
tradición de intransigencia antiliberal dañaría más gravemente la
vida católica de España
que la tiranfa atea de un Estado comu­
nista.
"Santa Teresita
del Niño Jesús".
"Si los superiores me autorizasen a trabajar en el Apostolado
de la Oración, pero
no a enseñar en él que en el mensaje del
amor misericordioso y de la infancia espiritual de Santa Teresita
del Niño Jesús ha llegado a plenitud la revelación del Corazón de
Jesús, pediría de ellos permiso para retirarme".
Sostenía
que nada podría hacer en este orden de cosas sin
referirse como a lo más decisivamente orientador
al espíritu de
Santa Teresita del Niño Jesús.
Su sabiduría espiritual la juzgaba
digna de
un doctor de la Iglesia. Todos aquellos a quienes ha lle­
gado el apostolado del padre Orlandis sentimos profunda grati­
tud a Dios
por la declaración pontificia reciente, y por haber sido
beneficiarios de un espíritu que permitió a esta revista anticipar­
se desde 1971 a la solemne proclamación del doctorado.
"Aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí".
La consigna, expresada repitiendo seis veces lo que parecia
ser
un adverbio de lugar, nos advertia contra la dispersión, con­
tra las falsas ilusiones y apariencias engañosas
por las que qui­
siéramos apoyamos en tareas que nos pareciesen más "actuales",
y que
nos tentasen con la eficacia y el éxito.
Él sabía muy bien que "aquí" era un lugar y una tarea que
muchos consideraban inevitablemente destinada al fracaso. Sabía
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que de entre los más cercanos a él no faltaban quienes estaban
convencidos de que
no quedatia nada de la tarea que se realiza­
ba en Sebo/a Cordis Iesu, y de su función aconsejada y orientada
por él mismo en Cristiandad.
Comentaba a veces que no sabia quién nos podtia ayudar
después: "no se si será jesuita o paul, español o misionero de la
China", pero nos anunciaba, a nosotros y a sus superiores reli­
giosos, que si nosotros éra1nos fieles
Schola Cordts Iesu subsisti­
tia y tendría futuro. Nos aseguraba que la garantía de nuestra
supervivencia fecunda estaba
en nuestra vinculación con el
Apostolado de
la Oración, no sólo en su espíritu, sino en su orga­
nización o cuerpo externo.
"Colaborad, colaborad, colaborad, colaborad,
colaborad, colaborad".
Esta es otra de sus expresiones que no recuerdo haberla
oído nunca más que con esta insistente y séxtuple reiteración.
Ha tenido para nosotros una importancia decisiva. Sentida en
unidad con la primacía de la piedad y de la plegaria, nos hizo
vivir
la experiencia de la verdad de las palabras evangélicas:
"donde hay dos o tres reunidos
en mi nombre alli estoy en
medio de ellos".
Porque
la consigna de colaboración se indentificaba con la
entrega "de toda la persona al trabajo", como él repetía con pala­
bras de San Ignacio
en los Ejercicios, y con la puesta en práctica
de
la humildad, sin la que nadie sería capaz de colaborar fiel­
mente
en una obra de Apostolado del Corazón de Jesús.
"Sólo me quejo de lo que no hacéis".
La colaboración supone trabajo de muchos concurriendo en
una tarea. El padre Orlandis decía frecuentemente que no le
parecía mal nada de lo que los de Sebo/a hiciésemos. Sólo lamen­
taba lo que no hacía1nos, es decir, las onllsiones, que eran signo
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de menor interés por la vocación de todos que por las tareas per­
sonales
de cada uno.
Muy enemigo de cualquier insinceridad, incluso y muy espe­
cialmente de la insinceridad inconsciente, hablaba de
la pereza
bajo
capa de ocupaciones. Invitaba a que tuviésemos por Sebo/a
Cordis Iesu
y por Cristiandad, por lo menos el interés que te­
níamos por el que menos nos interesase de nuestros trabajos par­
ticulares.
Otra insinceridad vigilaba y reprendía severamente:
el respe­
to humano,
la cobardía en la profesión de fe y de esperanza en
el Reinado del Sagrado Corazón, bajo capa de modestia. No
admitía que se tomase como pretexto la humildad
-"no obréis
vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de
ellos"­
para "no poner" la luz encima del candelero y alumbrar a todos
los que están en la casa de suerte que vean vuestras buenas obras
y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos.
Deseaba transmitirnos su convicción de que la obra apostóli­
ca
de Scbola Cordis Iesu y de Cristiandad era de gran importan­
cia para bien de toda la Iglesia.
El temor a afirmarlo así lo sentía
como una tentación del de1nonio.
Por eso se quejaba de cierta falsa modestia que venía a ser
co1no un defecto colectivo nuestro, más tal vez en los años en
que vivía el padre Orlandis que en la época posterior a su muer­
te. Diríase
que desde el cielo ha velado por nosotros, para infun­
dirnos aliento en nuestras actividades, que son ahora 1nás cono­
cidas de lo que habían sido durante su vida.
La grandeza de nuestra vocación era para él una razón pro­
funda de la necesaria humildad con que teníamos que agradecer
y corresponder fielmente a los dones de Dios.
"Humildad humilde".
El padre Orlandis daba gracias a Dios y se sentía feliz por el
hecho de que sus orientaciones, salidas de lo 1nás íntimo de su
propia vida y actitud espiritual, alejaban inevitablemente a los
pedantes, a los buscadores
de triunfo humano, a los ambiciosos
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de prestigio y de éxito resonante. "Los que se acercan a mí que­
dan inmediatamente humillados". Lo consideraba una gracia de
Dios.
Él perseveraba en su tarea apostólica, siempre con la apro­
bación
de sus superiores, y siempre con el triple sam benito de
tomista, integrista y milenarista.
"No he visto a nadie de los que triunfan que sea fecundo
apostólicamente", decía el
padre Orlandis, que creía muy poco
en la validez de los juicios superficiales que consiguen "ponerse
de moda" en un momento dado en la opinión pública.
No admiraba ni tenía confianza en lo humanamente grande
o prestigioso.
Me dijo en varias ocasiones que cuando entró en
el noviciado, después de haber estudiado en Deusto Derecho y
Filosofía y Letras, ya tenía la convicción de la inutilidad
de aque­
lla prestigiosa Universidad,
ya se entiende que en orden al bien
de la Iglesia. Y daba la razón de su convicción: "en Deusto todos
éramos de familias aristocráticas o muy ricas; ya entendí enton­
ces que esto no podía conducir a ninguna
parte".
Juzgando de las modernas revoluciones según el espíritu y la
letra de las enseñanzas pontificias -"el Papa es infalible cuando
habla,
no cuando calla"-veía muy claramente los errores filo­
sóficos
que inspiran la contemporánea "democracia" y son la
causa de su devastadora influencia descristianizadora
en la edu­
cación y
en la cultura.
Pero en modo alguno estaba en contradicción con esto un
juicio suyo muy característico: "ja li poden donar voltes" [ya
pueden darle vueltas], "la sociedad del futuro será democráti­
ca".
Al hablar así se refería a que era ilusoria y engañosa la
confianza que quisieran mantener algunos en élites sociales o
culturales, dejando de lado la fuerza y eficacia del humilde
sentido común y de la seriedad de la vocación a la santidad
en la vida cotidiana y ordinaria de los individuos y las comu­
nidades.
"Nunca
he sentido envidia -decía-más que de las perso­
nas que he conocido, tnuy sencillas y poco cultas, en que he
experimentado, con su piedad profunda, una humildad bumil­
den. Leía con convicción y con emoción íntima la poesía de Costa
i Llobera Als bumils. El lector la encontrará en las páginas de este
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número; su lectura le resultará muy útil para conocer el modo de
ser y los ideales del padre Ramón Orlandis.
Afirmaba
que la humildad era una virtud fundamental, nece­
saria no sólo para los individuos, sino ta1nbién para las familias,
las ciudades y las naciones. Inspiró a Jaime Bofill un artículo
titulado: "Humildad ontológica, humildad personal, humildad
social".
Calificaba de veneno al catalanismo, por la misma razón que
criticaba con ironía la expresión -de entonces "por el imperio
hacia Dios": "¡Qué extraño, yo pensaba que a Dios sólo se va por
el camino de la humildad". Decía que había en Cataluña dos
corrientes peligrosas, el catalanismo y el anticatalanismo.
A
veces se calificaba a sí mismo como "supercatalanista".
Esperaba firmemente el Reinado del Sagrado Corazón de Jesús en
España, y compartía con el obispo mártir, Dr. lrurita, la convic­
ción misteriosa de que
se iniciaría providencialmente en Bar­
celona.
Admiraba y defendía la obra del Foment de Pietat de mossen
Eudald Serra y el padre Ignasi Casanovas.
"Piedad, piedad, piedad, piedad, piedad, piedad".
Como siempre que repetía seis veces una exhortación, comen­
zaba
la frese con un "Mira, noi" (mira chico) invitando con apre­
mio a que atendiera y guardara para mi vida la advertencia. No
entendía el padre Orlandis
Sebo/a Cordis Iesu como teniendo que
ser
un grupo distinguido de gente intelectual o culta. Nos sentía
llamados a formar parte de aquella
"legión de almas pequeñas, ins­
trumentos y víctimas del Alnor Misericordioso de Dios".
Por arder en celo de la gloria de Dios y de la salvación de las
almas, y conocedoras de
la realidad -la humildad es la verdad,
dijo Santa Teresa
de Jesús-, serían almas "profundamente desen­
gañadas de sus fuerzas y valer y también
de la eficacia de los
medios se1nihumanos y ordinarios que nuestra pobre razón
puede excogitar para hacer frente a las circunstancias y dificulta­
des extraordinarias de nuestros tie1npos".
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Pero si el padre Ramón Orlandis era intransigente en liberar
de ilusiones y engaños, lo era para evitar desilusiones y desen­
gaños,
pero sobre todo y en definitiva era el suyo un magisterio
de esperanza. La esperanza teologal, sin la que la fe es inconse­
cuente
y se debilita, y sin la que no llega a vivir en plenitud por­
que no fructifica en el amor de caridad, venía a ser el mensaje
nuclear de
su alentadora y vivificadora dirección espiritual.
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