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Número 379-380

Serie XXXVIII

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El matrimonio, la protección de la vida y las uniones de hecho

EL MATRIMONIO, LA PROTECCIÓN DE LA VIDA
Y LAS UNIONES DE HECHO
El matrimonio no puede ser sustituido en su función por las
uniones de hecho sin detrimento de la familia y de la relación
paterno-filial.
& pueden imagi.nar otras formas de relación y de con vi venda entre
"los sexos, pero ninguna de ellas constituye, a pesar del parecer contra­
"rio de algunos, una auténtica alternativa jurídica al matrimonio, sino
"más bien una debilitación del mismo. En las así llamadas ~uniones de
"de hech~ se da una carenda, más o menos grave, de compromiso recf­
"proco, WJ paradójico deseo de mantener intacta la autonomía de la pro­
pia voluntad dentro de un vínculo que, a pesar de todo, deberla ser
"reladonal. Lo que falta en las convivencias no matrimoniales es, en de­
"finitiva, la apertura confiada a un futuro para vivir juntos, que corres­
"'ponde al amor activar y fundar, y que es tarea especifica del derecho
"garantizar. En otras palabras, falta precisamente el derecho, no en su
"dimensión extrtnseca de mero conjunto de normas, sino en su dimen­
"sión antropológica, la más aut~ntica, de garantfa de la coexistencia
"humana y de
su dignidad.
,Además, cuando las mniones de hecho, reivindican el derecho a la
"adopción, mustran daramente
que ignoran el bien superior del niño y
"las condidones mínimas que Je son debidas para una adecuada forma­
"ción. Por otra parte, las runiones de hecho, entre homosexuales consti­
"tuyen
una deplorable distor>ión de In que debeda ser la comunión de
"amor y de vida entre un hombre y una mujer, en una recíproca entre­
"ga abierta a la vida.
,Hay, sobre todo en las naciones económicamente más ricas, se
"difunde, por una parte, el miedo a ser padres y, por otra, el menospre­
"cio del derecho que tienen los h.!}os de ser.concebidos en el marco de
"una entrega humana total, presupuesto indispensable para su creci­
"miento sereno y armonioso.
Verbo, núm. 379-380 (1999), 749-754. 749
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,De esa forma se afirma un presunto derecho a la paternidad-mater­
"nidad a toda costa, cuya realización se busca a través de mediadones
"de carácter técnico, que implican una serie de mantpuladones moral­
"mente ilicitas.
»Otra característica del contexto cultural en el que vivimos es la pro­
"pensión de
muchos padres a renunciar a su papel para asumir el de
"simples amigos de sus hijos, absteniéndose de reprensiones y correccio­
"nes, incluso cuando serían necesarias para educar en la verdad, aun
"con gran afecto y ternura. Por tanto, conviene subrayar que la educa­
"dón de los hijos es un deber sagrado y una tarea solidaria tanto del
"padre como de la madre: exige
el calor, la cercanía, el diálogo y el
"'!}emplo. Los padres están llamados a representar en el hogar al Padre
"bueno del cielo, el único modelo perfecto en el que se han de inspirar.
,La paternidad y la maternidad, por voluntad de Dios mismo, con­
"llevan una íntima partidpación en su poder creador y, en consecuen­
"da, tienen una intrínseca relación redproca. Al respecto escribí en la
"Carta a las familias, "dad
y, recíprocamente, la paternidad implica necesarjamen/e la mater­
"nidad:
es el fruto de la dualidad, concedida por el Creador al ser hu­
"mano desde el prin,ipio, (Gratissimam sane, 7).
,Tamqién por este motivo la relación entre el hombre y la m'!}er
"constituye el fulcro de los vínculos soda/es: además de ser fuente de
"nuevos ser.~ humanos, une íntimamente entre si a los esposos, que se
"convierten en una sola carne, y por medio de ellos a las familias res­
"pectivas.
»Sigue aún vivo en nuestro espfri.tu el eco de la reciente celebradón
"de Pentecostés, que nos impulsa a proclamar con esperanza la afirma­
"dón
de san Pablo: ,Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son
"hijos de Dios" (Rm. 8, 14). El Espíritu SanlD, de la misma forma que es
"el alma de la Iglesia (cfr. Lumen gentium, 7), también debe serlo de la
''familia,
pequeña iglesia doméstica. Para cada familia debe ser prtnct­
"pio interior de vitalidad y energía, que mantiene siempre ardiente la
"llama del amor conyugal
en la entrega reciproca de los esposos.
,Es el Espíritu Santo quien nos conduce al Padre celestial y susdta
"en nuestros corazones la oración confiada y jubilosa: ~¡Abbá, Padre!,
"(l!In. 8, 15: Ga. l, 6). La familia cristiana está llamada a ·distinguirse
"como ámbilD de oradón compartida, en la que con la libertad de hijos
"nos ditigtmos a Dios llamándolo con el afectuoso apelativo J'adre nues-
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"tra,. El Espíritu Santo nos ayuda a descubrir el rostro de/ Padre como
"modelo perfecto de la paternidad en la familia.
,Desde hace algún tiempo
se están repitiendo los ataques contra la
"institudón familiar.
Se trata de atentados tanto más peligrosos e insi­
"diosos cuanto que ignoran el valor insustituible
de la familla funda­
"da en el matrimonio. Se llega a proponer falsas alternativas a ella y se
"solJcita su reconocimiento legislativa Pero cuando /;is leyes, que débe­
"rfan estar al servicio de la familia, bien fundamental para la socie­
"dad, se dirigen contra ella, adquieren una alarmante
capaddad des­
"tructora.
,Así, en algunos países se quiere imponer a la sodedad las así Ilama­
"das ,uniones de hecha,, apoyadas por una serie de éfectos legales que
"erosionan el sentido mismo de
la institución familiar. Las ,uniones de
"hecho, se caracterizan por la precariedad y la falta de un compromiso
"irreversible, que engendre derechos y deberes y respete la dignidad del
"hombre y de
la mujer. Por el contrario, se quiere dar valor Jurfdlco a
"una voluntad
al'!}ada de toda forma de vinculo definitivo. Con estas
"premisas, ¿cómo se puede esperar una procreadón realmente responsa­
"bie, que no se limite a dar la vida, sino que incluya también la forma­
"dón y la educadón que únicamente la familia puede garantizar en
"todas sus dimensiones? Esos plante.amientos acaban por poner en grave
"peligro el sentido de la paternidaá humana, de la paternidad en la fa­
"milia. Eso acontece de diferentes maneras cuando las familias no están
"bien constituidas.
Cuando la Iglesia expone la verdad
sobre el matrimonio y la fami­
"/ia, no Jo hace sólo basándose en los datos de la Revelación, sino tam­
"bién teniendo en cuenta los postulados del derecha natural, que repre­
"sentan el fundamento del verdadero bien de la sociedad misma y de
"sus miembros. En efecto, es muy importante para los niños nacer y
"ser educados en un hogar formado por padres unidos en una alian­
"za fiel,.
JUAN PABLO 11: Discurso a los participantes en la XIV
asa·mblea plenaria del Consejo pontificio para la familia,
viernes
4 de junio. L 'Osservatofe Romano, edición sema­
nal
en lengua espafiola, afio XXXI, núm. 24 (1589), 11 de
junio de 1999.
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Los padres de familia, primeros custodios y protectores de la vida
que aún no ha venido a la luz.
,Os exhorto, pues, yo, prisionero por el seflot; a que viváis de una
"manera digna de la vocación con que habéis sido llamados (Ef. 4, 1).
»Estas palabras, que san Pablo dirigió a los Efesios, nos las podría
"dirigir
hoy a nosotros el obispo Micha/ Kozal, preso en el campo de con­
"centración de Dachau, como las dirigió a sus compatriotas. Hoy cele­
"bramos la memoria lltúrgica de este fiel tesügo de Cristo. La gracia que
"Dios le concedió no quedó estéril (cfr. 1 Co, 15, 10}, sino que ha dado
"fruto hasta hoy. El beato obispo Kozal nos exhorta a vivir de una ma­
"nera digna de nuestra vocación humana y cristiana, como hijos e hijas
"de esta tierra, de esta patria, de la que él fue hijo. San Pablo destaca la
"grandeza de esta vocación. Somos miembros del Cuerpo de Cristo, es
"dectr, de la Iglesia, que él instituyó y de la que es cabeza. En esta Iglesia,
"el Espíritu Santo distribuye continuamente los dones necesarios para los
"diferentes servicios
y tareas. Esos dones constituyen la gran riqueza de
"la Iglesia y contribuyen al bien de todos.
,Recordando esas palabras, pienso especialmente en vosotros, queri­
"dos padres de familia. Dios os ha dado una vocación particular. Para
"conservar la vida
humana en la üerra, instituyó la sociedad familiar.
"Vosotros sois los primeros custodios y protectores de la vi.da que aún no
"ha venido a la luz, pero que ya ha sido concebida. Aceptad el don de la
"vida como la mayor grada de Dios, como su bendidón para la familia,
"para la nación y para la Iglesia. Desde este lugar quiero decir a todos
"los padres y a todas las madres de mi patria y del mundo entero, a todos
"los hombres, sin ninguna excepción: todo hombre concebido en el seno
"de la madre üene derecho a la vida. Repito una vez más lo que ya he
"dicho en muchas ocasiones: da Vida humana es sagrada {. . .) Nadie, en
"ninguna circunstanda, puede atribuirse el derecho de
matar de modo
"directo a un ser humano inocente. (. .. ) Dios se proclama Señor absolu­
"to de la vida del hombre, creado a su imagen y semejanza. (cfr. Gn. 1,
"26-28}. ·Por tanto, la vida humana üene un carácter sagrado e inviola­
"ble, en el que se refleja la inviolabilidad misma del Creadon {Evange­
iium vitae, 53). Dios protege la vida con la firme prohibición pronun­
"ciada en el Sinai: 752
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"este mandamiento. El cardenal Stefan llyszyrl,ki, el Primado de mile­
"nio, dijo: "Queremos ser una nación de vivos, no de muertos''».
JuAN PABLO 11: Homilía durante la misa celebrada en la
explanada frente a la Iglesia del Buen Pastor, en Towicz,
lunes 14 de junio. L'Osservatore Romano, edición semanal
en lengua española, año XXXI, núm. 28 (1593), 9 de julio
de 1999.
El matrimonio y la familia deben ser objeto de W1a inmensa aten­
ción pastoral en la nueva evangelización.
«En la nueva evangelizadón, el matrimonio y la familia deben ser
"objeto de una intensa atención pastoral. Hay que ayudar a lo jóvenes a
"desarrollar con generosidad, abnegadón y compromiso Jo que requiere
"el matrimoni.o. La preparadón para el matrimonio debería garantizar
"que los novios comprendan plenamente la naturaleza del matrimonio
"cristiano
y estén en condiciones de asumir las responsabilidades que
"implica. Las parroquias y las asociaciones católicas pueden respaldar a
1os matrimonios
y a las familias mediante la organización de catequesis
'Para adultos, retiros espirituales, consultorios o encuentros entre fami-
1ias, para que se ayuden recíprocamente. Hacen falta nuevas ideas y
"nuevas energías para afrontar las necesidades de los matrimonios con
"dífi.cultades y, en pa.rticular, para ayudar con rapidez y efic_acia a las
'ínujeres
sometidas a presiones a fin de que rechacen a sus hijos por
"nacer. La nueva evangelizadón implica una defensa firme del derecho
"a la vida, el más elemental de todos los derechos humanos, más impor­
"tante
aún que el de la persona, del grupo o del
"Gobierno. Requiere que los
fieles sean cada vez más consdentes de la
"doctrina soda] de la Iglesia, y cada vez más activos en la promodón de
"la verdad y la justida en la vida pública y en las relaciones Jnterperso­
''nales. Requiere, además, una solidaridad práctica con los sectores más
"débiles de la sociedad y con todos los que han sido marginados del
"desarrollo
económico».
JuAN PABLO 11: Visita "Ad Limina". Discurso a la confe­
rencia episcopal de Irlanda, sábado 26 de junio. L 'Osserva­
tore Romano, edición semanal en lengua española, año
XXXI, núm. 28 0593), 9 de junio de 1999.
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Promoción de W1a política familiar, reconociendo a la familia como
célula social
y escuela de la solidaridad social.
"seria, que garantice los derechos de los matrimonios y de los hijos; esto
"es particularmente necesario para la cohesión y la. estabilidad sociales.
"Invito a los Parlamentarios nadonales a redoblar sus esfuerzos para
"sostener la célula fundamental de la sociedad, que es la familia, y darle
"el lugar que Je corresponde; constimye el ámbito primordial de la socia­
"Jización,
así como un ca{JÍ.tal de seguridad y confianza para las nuevas
"generadones europeas. Me alegra también ver que se desarrolla una
"nueva solidaridad entre los pueblos de Europa, dado que el continente
"constituye
una unidad, con una gran diversidad cultural y humana, a
"pesar de las barreras ideológicas artifidales construidas a Jo largo del
"tiempo para dividir/a,,
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JUAN PABLO 11: Discurso a la Asamblea parlamentaria
del Consejo
de Europa, lunes 29 de marzo. L 'Osservatore
Romano, edición semanal en lengua española, año XXXI,
núm. 15 (1580), 9 de abril de 1999.
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