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Número 383-384

Serie XXXIX

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El fantasma

EL FANTASMA
POR
MARIO SORIA
Decía Marx, al comenzar su célebre Manifiesto: "Un fastasn1a
recorre Europa: el fantasma del comunismo" (1), refiriéndose al
temer que, según él, despertaba dicha concepción política
y
social, y a la persecución o, más bien, cacería (Hetzjagd) de todas
las autoridades
de entonces contra el temido espectro: el papa,
Metternich, Guizot, Nicolás I de Rusia, metiendo asf el ideólogo
en el mismo saco, sin distinción, a quienes eran unos de otros
aliados, afines o enemigos, y como si en 1848 hubiera sido el
comunismo algo semejante al partido bolchevique
de Lenin o al
francés y al italiano de 1945. Pero sean de estas jactancias retóri­
cas lo que fuese.
Transeat, como diría un escolástico.
Hoy también recorre no sólo Europa, sino el mundo entero,
el
fantasma comunista; pero nadie lo persigue, sino todo lo contrario,
porque es precisamente eso: sombra, larva, ectoplasma, duende.
Debemos precisar que
si ahora está en el mundo de lo imaginado,
ilusorio, siempre estuvo
en él, pese a las baladronadas de Marx. Ni
fue ni es en realidad; ideal con el que se sueña, como los milena­
ristas suspiran por su paraíso:
en este caso, la sociedad sin clases,
que culmina con el hombre libre del anarquismo.
Por lo menos, esto le parece a toda persona que lea los perió­
dicos, vea la televisión, oiga la radio. En manto suceda actual­
mente nada tiene que ver el comunismo, ni siquiera como causa
remotísima. Son móviles, protagonistas, comparsas, ideas inducto-
(1) ªManifest der kommunistischen Partei, en Die Frühschriften (Estútgar,
1971), pág. 525.
Verbo, núm. 383-384 (2000), 313-323. 313
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ras muy distintos de los adeptos y conceptos comunistas; tan diver­
sos como pueda serlo el cielo de la tierra, lo ideal de lo real.
Si alguien objeta, para explicar hechos de hogaño, la existen­
cia de gobiernos comunistas existentes
en Rusia desde 1917 hasta
1989, por lo menos; en Hungria, de marzo a agosto de 1919; en la
Europa central (otra vez Hungria), desde 1945; en China, comen­
zando cuatro años más tarde;
en Cuba, a partir de fines de 1958;
entre 1951 y 1979, en Nicaragua, Irak, Afganistán, Tibet, sin contar
los intentos de dominar otros
países mediante propaganda, golpes
de Estado, subversión, huelgas, guerras civiles, cual fue el caso de
Chile, España, Indonesia, Salvador, Guatemala, Angola.
Si alguien
objeta --decimos-esta actividad universal del comunismo, le res­
ponderán que nada de eso corresponde a la auténtica noción del
régimen utópico, a su esencia gaseosa, a su condición de estrella
rutilante
en el cielo lejano.
Porque a menudo cayó el sublime proyecto
en manos crimi­
nales, soñó el sueño una burocracia maligna convertida
en oli­
garquía, y ésta lo adulteró todo. Quizá Lenin entendiera bien los
magnos principios; pero, ¿pudo llevarlos a
cabo? Algunos contestan
afirmativamente hasta casi faltarles palabras con que enaltecer al
caudillo revolucionario; sin embargo, cuando se les retruca indi­
cando el despotismo impuesto por el gran hombre a Rusia, el
exterminio de los adversarios politicos, el terror reglamentado y
desencadenado, la miseria sin precedentes que causó
el bueno de
Wladimiro Ilich, entonces los ensalzadores abandonan el campo y
se retiran a la trinchera
de la ilusión, enquistándose alli, defen­
diendo
la calidad abstracta, aún irrealizada, del comunismo.
Tampoco es responsable el último de haber espantado de
ta.l
modo a la burguesía occidental por cuanto ocurria en Rusia desde
1917, que propició la reacción nacionalista, especialmente en Italia
y Alemania, amenazadas por la revolución y atada la segunda de
pies y manos gracias
al tratado de Versalles (2). Ni es responsable
de haber dado a otros totalitarismos ejemplo de genocidio de da-
(2) Sobre la tesis del historiador germano Ernesto Nolte, acerca del concep­
to defensivo del nazismo, véase la revista argentina Disenso, núm. 16 (Buenos
Aires, julio
de 1998), págs. 11 y sig.
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ses sociales enteras, y hasta de poblaciones completas, sin exclu­
sión de mujeres y niños, mediante campos
de extenninio, fusila­
mientos, deportaciones a lugares inhóspitos, expropiaciones y
reducción a la necesidad extrema.
Lenin y Stalin son anteriores en
sus mortíferos procedimientos a Hitler, que no llega al poder hasta
1933, varios años después
de creados la "cheka" y el "gulag".
Con todo eso, no es el régimen de que hablamos reo de nada
condenable, en ningún lugar del mundo. El Libro negro del
comunismo,
por ejemplo, que calcula las víctimas de dicho siste­
ma político
en más de cien millones de muertos, conforme a do­
cumentos históricos, datos demográficos, noticias bien conocidas,
ese libro es falso de principio a fin. Y lo es, porque atribuye a un
fundamento irreal la comisión de los horrores catalogados en la
obra país
por país, ya que de los mismos fueron responsables (si
lo fueron) políticos pseudocomunistas, bravos luchadores anti­
fascistas, quizá el pueblo
que se defendió de sus enemigos,
cometiendo tal vez uno que otro exceso.
Si hablamos del alzamiento español de 1936 o del húngaro,
veinte años más tarde, se atribuirá el primero no a la amenaza mar­
xista y los desafueros rojos de toda clase, sino a las intrigas de un
puñado de generales, obispos y duques; el segundo no será fiuto
de la tiratúa ni de la invasión: lo será del engaño que
por obra y
grada
de los revolucionarios desvió a estudiantes y trabajadores. Si
nos referimos al levantamiento militar chileno de 1973, vano será
buscar el origen del mismo
en otra parte que la malevolencia del
ejército y los empresarios de ese país contra
un gobierno amable y
popular, que regía
una tierra similar a la Arcadia feliz (3). Por con­
siguiente
-y seguimos hablando de Chile-, la represión que
siguió
al levantamiento era absurda por carecer de motivo adecua­
do, e inicua, pues castigó a irreprochables ciudadanos.
Que la revo­
lución castrense se adelantara a la revolución marxista y que ésta
hubiese tramado la eliminación
de miembros de las fuerzas arma­
das, periodistas, jueces, propietarios,
tal circunstancia ni disculpa a
los vencedores, ni mancha la inocencia de las vestales ultrajadas.
(3) MARio SoRIA, "Chile. Cuento de primavera", art. publ. en la revista Roca
ví'va (noviembre de 1998), págs. 432 y sigs.
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Mansamente divulgan los comunistas su ideal; lo predican
entre sonrisas y argumentos persuasivos. Contemplan su perfec­
ción y excelencia; suspiran por él; intentan limar alguna rara aris­
ta; escriben sin acritud acerca del mismo; discuten amigablemen­
te con los adversarios; tienden la mano, que no garra; invitan a
comer en señal de paz, y para comer con ellos no es necesaria
cuchara de mango muy largo, como dice el refrán alemán que se
necesita para cenar con el diablo.
¿Y si alguna vez, por milagro,
como en un cuento de hadas, consiguieran los comunistas gober­
nar? ¿No se convertirían los corderos en tigres sedientos de san­
gre?
¿No se descubrirla, entonces, que los pacíficos se truecan en
asesinos, ladrones y torturadores' No, sin duda alguna, porque
esto contradice la premisa de nuestro artículo o, por lo menos, la
pretensión
de los interesados. Además, como éstos nunca domi­
naron ningún pueblo, ¿con qué derecho se presumen tales barba­
ridades? Pero, concediendo dichas razones y otras parecidas, res­
póndasenos, ¿qué ideología inspiraba a Lenin, Stalin, Santiago
Carrillo ( 4), Daniel Ortega, Tito,
Luis Corvalán, Poi Pot y tantos
otros
que no han pasado a la historia del siglo xx con la fama de
hermanas de la caridad? Dificil de contestar, imposible quizá de
contestar, dado que se llamaban todos ellos comunistas sin serlo,
de manera que sus crímenes procedieron de otra fuente.
Otra consecuencia de la condición etérea del comunismo es
la superfluidad de su mención. Porque, ¿qué interés tiene el
hablar de algo inefectivo, cuando de sucesos políticos se trata'
Asi, respecto de la situación presente de Timor oriental, se cuen­
ta muy rápidamente la retirada de
la isla, del ejército portugués,
en 1975; la invasión indonesia del mismo año y los aconteci­
mientos que todos conocemos. Pero nadie refiere cuanto indujo
al repliegue lusitano y a la ocupación que decidió el general
Suharto. No se dice que dicha retirada la llevó a cabo el régimen
de Lisboa que babia seguido
al derrocamiento de Marcelo Gaetano,
régimen plagado de comunistas y socialistas;
no se dice que des-
( 4) Contra Carrillo se presentó una querella en Madrid, febrero del pasado
año, por genocidio; hasta hoy, paralizada
en el juzgado, suponemos que debido
a
la inocencia del personaje.
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pués de haber abandonado la provincia portuguesa de Timor el
último soldado metropolitano, se apoderaron del gobierno los
comunistas y asesinaron a centenares de nativos opuestos al ina­
prensible, inmaterial, intactible sistema. Todo esto señalamos,
siendo fábula o imputación calumniosa a irreprochables varones,
¿para qué narrarlo?
Ni siquiera, tal vez, con el fin de refutarlo, que
no vaya a saltar otra liebre, más vigorosa, viva y activa, y se
encuentren los replicantes
en apuros.
No hay, pues, contingencia ni pretexto para tildar a los comu­
nistas
en estos casos u otros similares; pero sf es preciso no dejar
que pase la menor ocasión de defenderlos, especialmente si los
adversarios de los mismos les atribuyen cualquier crimen, cons­
piración o plan asesino. Llorar por los comunistas muertos, como
se hace en la Argentina, donde a las "madres de mayo" han segui­
do
las "abuelas" del mismo 1nes, las "tías", "primas" y demás sor­
prendente parentela; novelar relatos innumerables, trufados
de
episodios truculentos, no parando mientes en la inverosimilitud
ni
en el ridículo; todo esto sirve para establecer con la condición
de principio natural indiscutible la inocencia marxista y
la maldad
de sus acusadores y enemigos, e impide también interrogarse de
dónde sale el dinero necesario para viajes, folletos sin cuento,
conferencias de prensa, oficinas, entrevistas políticas, secretarías
y
demás de estas nutridas asociaciones humanitarias, donde
nadie vive de engañar despertando la compasión y mintiendo,
porque todos sus miembros pretenden sólo defender la verdad.
Tampoco hay que perder la oportunidad de denigrar, secues­
trar, procesar
al general Pinochet, que creyó, en 1973, salvar a su
patria
de una peste que, afectándola, la habría convertido en otra
Albania u otra Cuba, pordiosera, aterrorizada, llena de cadáveres
de ejecutados, tiranía de cárceles repletas. Ni la oportunidad de
denigrar al general Suharto
por haberse adelantado, en 1965, a la
revolución que tramaban los marxistas y haber dado
buena cuen­
ta de los conspiradores, mediante la mayor operación
de limpie­
za politica llevada a cabo contra el comunismo desde 1945.
Ni
menos todavía el momento propicio de difamar al general Franco
por haber fusilado a cómplices y secuaces de Santiago Carrillo, la
"brigadilla del amanecer" y otros grupos y personajes benefacto-
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res, laudablemente retratados en la Causa general. En fin, de con­
tinuo hay que deplorar el holocausto comunista, es decir,
no el
que, según todas las apariencias, cometieron los sectarios del sis­
tema, sino el
que hipotéticamente ellos sufrieron: he alú tarea en
la que con esfuerzo incansable se empeñan los medios de comu­
nicación occidentales, especialmente los europeos.
Hace poco se ha corroborado, gracias a los archivos abiertos
de la policía secreta rusa, la sospecha de que varios periodistas y
negociantes franceses e italianos se hallaban
al servicio del
Moscú soviético. El investigador, Basilio Mitrojini exfuncionario
de dicha policía, ha aportado, en un informe que llega por lo
menos hasta 1992, revelaciones obtenidas
pese a las dificultades
que le imponían las autoridades marxistas de la época. De dicha
colaboración, doblada a menudo de espionaje,
no se tenían noti­
cias
tan exactas, pero -acabamos de señalarlo-- se barruntaba
la existencia de vasallos-informadores del Kremlin en los princi­
pales medios de comunicación occidentales. Habló de ello, hace
ya algunos años, Juan Francisco Revel en su libro El conoci­
miento inútil, y lo repitió la novela traducida al español con el
titulo de
El pincho, de Arnaldo de Borchgrave y Roberto Moss.
Hoy todo esto se ha confirmado,
al menos para los dos pa!ses
mencionados. Aún esperamos que se descubra algo de España.
Tarea de estos "topos", como se los llama en la jerga usual,
era censurar toda noticia que pudiese poner en tela de juicio sis­
tema, persona de fuste o actuación del comunismo.
De esta
forma desaparecían los hechos molestos, o bien se les quitaba
importancia, o se los escamoteaba y diluía en un batiburrillo de
otros sucesos, o se los reducia a pocas lineas y palabras, o se los
colocaba
en lugares donde pasasen inadvertidos. Y cuando resul­
taba imposible disimularlos u ocultarlos, se los comparaba
con el
sempiterno "fascismo", con lo cual resultaban amenguados signi­
ficativamente, cuando
no justificados y alabados. Huelga decir
que jamás adulteraban las comparaciones y manipulaciones
la
verdad. Ya no existen "topos" al servicio del Kremlin; pero la ads­
cripción ideológica sigue viva como siempre y actúa con
la
misma eficacia de hace años atrás} escondiendo, silenciando noti­
cias, exagerando, mintiendo, diciendo a medias ciertas realidades.
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La historia así escrita; mejor dicho, los diarios, televisión y
radio así dirigidos constituyen una especie de jeroglífico para el
común, supuesto
que tenga éste propensión detectivesca y se
tome el trabajo de desentrañar enigmas y de dar lógica a las para­
dojas. Entonces es necesario leer, escuchar y ver diversos medios
de comunicación, para después meditar, cotejar, interpretar, asen­
tir, negar, completar empleando otras fuentes cuanto parezca ser
falso o insuficiente, trayendo a la escena lo ausente, en unos
pocos, dando carne y sangre al fantasma, y en otros desechando
exageraciones, disipando embustes y embrollos. Tiene,
por con­
siguiente, el deseoso de encontrar lo cierto que ser casi una espe­
cie de experto en cifra, propaganda y contraespionaje, amén de
no olvidar la historia, ni echar en saco roto datos económicos
pertinentes, ni perder de vista la politica pasada y la presente.
Han sido los anglosajones muy bien tratados
por la historia,
gracias a haber resultado continuamente vencedores, desde prin­
cipios del siglo
XIX, de casi todas las guerras, europeas y colo­
niales que emprendieron. Por esto tienen la aureola de caballe­
ros, incapaces de cometer crimen alguno, defensores perpetuos
de la justicia y la libertad de los pueblos. El haber sido, por ejem­
plo, inventores
de los campos de concentración, durante la gue­
rra de los boers, es algo sobre lo
que se pasa de puntillas: gajes
de ese crédito ilimitado. En cambio, el comunismo (o el sistema
que así llaman) ha sido derrotado por doquiera; sus principios
desprestigiados, hasta el extremo
que pocos recalcitrantes toda­
vía abiertamente los propugnan¡ sus secuaces que no han muer­
to
en la cama1 han tenido que travestirse de liberales o de social­
demócratas para seguir interviniendo en politica, tras una gigan­
tesca desamortización de diarios, tiendas, industrias
de toda
clase, bancos, materias primas, pasando los avispados de ser
administradores a convertirse
en opulentos propietarios: proceso
llevado a cabo igual
en Rusia, Eslovenia o Nicaragua, para citar
tres paises de distintas zonas geográficas y diversa cultura.
Derrotados, depredadores, pero provistos de mayor o menor
prestigio. Mil circunstancias son fiadoras de la buena fama comu­
nista,
al contrario de los otros regímenes totalitarios, desapareci­
dos en la guerra mundial segunda. Sin reparos se les adjudica a
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los secuaces de Lenin, Stalin y demás prohombres del sistema, un
deseo generoso de regeneración de la humanidad, de crear un
hombre nuevo, de liberar a los explotados y buscar la igualdad,
de corregir drásticamente los defectos de una sociedad estratifica­
da o esclavizada por oligarquías ocultas detrás del biombo de la
democracia formal. Vencidos
en la política, econonúa, sociologia,
religión, campos de batalla, han logrado, especialmente
en
Europa, apoderarse de la cultura, de tal modo que no ha variado
la situación anterior a 1989, año que vio la desaparición del muro
berlinés. Igual que hongos después de la lluvia abundan las apo­
teosis preparadas para celebrar personas y asuntos minúsculos, el
aleccionamiento del público, la transformación de nulidades
en
genios, la difusión de determinadas obras de literatura, cine, füo­
sofia, periodismo, teatro, historias, etc., cuyo argumento siempre
exalta a los comunistas, se compadece con sus principios, resulta
grato a jefes y tropa de la facción marxista, los patrocina, dis­
culpa, allanando el camino de la divulgación con influencias y
dinero.
Si Feltrinelli, Visconti, Moravia (méritos aparte) tuvieron en
el partido de Togliatti y de Berlinguer peana para promocionarse
y trompeta que repetía sus nombres hasta hacerlos famosos, ahora
se halla la santa hermandad difundida por todos los paises.
Se agrupan los iguales o similares; se amparan, aplauden,
honran, repiten unos a otros; tienen sus editoriales, televisiones,
mecenas, prensa, fundaciones, universidades, subvenciones del
erario. Gallean al lado de sus adversarios ideológicos, cuando no
intentan expulsarlos de la escena y reducirlos al silencio. En
cuanto a los
asi amagados, deben evitar cualquier ataque a los
poderosos intocables, caminar
de puntillas para no alertar a los
vigilantes ideológicos, so
pena de ser tachados de enemigos de
la convivencia pacífica o, lo que es peor, de "fascistas", aunque
cuanto afirmen o denuncien sea obvio
y nada tenga que ver la
critica con Mussolini y su sistema político.
Sorprendentemente, se repite
en nuestros clias aquello de
Graecia capta (5) respecto de los comunistas. La historia antigua
nos refiere la victoria póstuma de la facción senatorial romana,
(5) HORACIO, Arte poética, v. 156.
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que sucumbió en la lucha entre César y Pompeyo, pero que acre­
ditó sus puntos de vista
en la cultura universal, gracias a filósofos,
oradores, cronistas notables. Y nos refiere también
la antigüedad
el caso paradójico de
la Grecia clásica, venerada por sus artistas,
literatos, pensadores, guerreros, muchos de los cuales simpatiza­
ban con los gobiernos aristocráticos de la época o con la monar­
quía persa, disgustados de
la demagogia, la tosquedad y las injus­
ticias del ágora. Con todo,
se ha convertido la democracia en parte
principalfsima de la llamada "herencia griega", casi sin critica ni
discernimiento alguno. Y modernamente nos topamos
con un
ejemplo análogo, sin salir de casa. Hablamos de España en el
aspecto militar y político. Aquí, la victoria antimarxista de 1939 se
convierte paulatinamente
en derrota a partir de 1975, año de la
muerte de Franco. Una prueba estridente de ese vuelco sensacio­
nal de la situación ocurre
en 1982, con el procesamiento y con­
dena del general Jaime Miláns del Bosch, representante de
un
ejército que habla ganado la guerra civil: Miláns, defensor del
alcázar toledano, voluntario
de la División Azul, militar que alcan­
za después los grados más altos de
la jerarquía castrense.
Quienes habían mordido el polvo, han acabado alzándose
con el santo y la limosna, versión moderna de los demócratas ate­
nienses y los aristócratas de la Urbe.
Se agrupan los comunistas, y tal agrupación se parece como un
huevo a otro a la academia platónica por la agudeza de las discu­
siones, lo elevado de
las mismas, la distinción de los participantes,
la libertad de los debates. Ni intrigas, ni zancadillas, ni ambiciones
hay en ella, ni mucho menos exigencias de saber absoluto, según
sostuvieron algunos impostores que las había, de manera que fuese
necesario negar lo evidente,
si asf lo ordenaba el partido (6).
No se da, pues, censura alguna en esas juntas de sabiduría
sagrada y profana.
Mas, sorprendentemente, sf parece reflejarse
semejante
no ser fuera de aquéllas, y justo a modo de traba para
el pensamiento libre.
(6) Ko~LER, SIWNE, WRIGIIT et alii: Eln Gott der keiner war (Múnich, 1962),
págs. 9, 17, 29, 90 et passim. Iguales afirmaciones o sentimientos, de Sergio
Bulgákof, Conquest, Kolakowski, Piatákof, Kaganóvich, Brecht y otros.
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Claro está -repetimos-que no por culpa de los comunis­
tas ni de sus simpatizantes nace el obstáculo, ya
que de árbol
bueno no pueden cosecharse frutos perversos: obstáculo que
consiste en una rigidísima censura, si bien tácita, hipócrita. Ya tra­
tamos de ello hace un tiempo (7). Desde entonces no ha hecho
la situación sino agravarse. Además de resultar muy dificil impug­
nar al comunismo o a sus seguidores, se han redactado algo así
como listas negras de escritores que no se avienen con aquél y a
los cuales ni se menciona ni edita, o apenas reciben una desde­
ñosa alusión, toda vez que es imposible dejar de hacerlo. En
España, notorios son los casos de l.eopoldo Panero, Gómez de
la
Serna, Maeztu, Muñoz Seca, Manuel Machado y otros, que no
reciben ni la millonésima parte del incienso que se quema en
honor de Antonio Machado, Alberti o García Larca. Para no
hablar de Neruda y, en otro orden de cosas, del pintor ecuato­
riano Guayasamín, puestos ambos en los cuernos de la luna, no
por sus méritos, cuanto por demostrar los alabarderos latitud y
longitud de mente, tantas como estrechez y mezquindad demues­
tran en caso contrario.
A menudo, las faenas censorias no las realizan los propios
comunistas. Desoyendo el consejo de Sartre, conservan limpias
las manos. Dejan esta labor de carbonero, revolvedor de mula­
dares, buceador de pozo negro, a currinches faltos la mayor parte
de las veces de talento, comisarios políticos de la cultura, sico­
fantes
que denuncian a los disidentes, extirpan, condenan, pros­
criben, callan cualquier desviación de lo políticamente correcto.
Y cuando es necesario, se erigen poco menos que en inquisido­
res oficiales de la heterodoxia política, como lo ha hecho
recientemente el denominado historiador Javier Tusell
con la
revista Razón Española (8), efectuada la delación en las páginas
de
El País, diario matutino madrileño.
(J) M. SORIA, "Dogmas nuevos, nueva inquisición", art. pubL en la revista
Hespérides, núm. 11 (otoño de 1996), págs. 747 y sig.
(8)
JUANA Fl!RNÁNDEZ SILVA, "Microinquisidor recusado", art. publ. en la revis­
ta Razón Española, núm. 97 (septiembre-octubre de 1999), págs. 220 y sigs.
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No se precisa señalar que en tales circunstancias, o sea domi­
nio
de fantasmas, santones laicos, académicos de rebotica1 acu­
sadores oficiosos, secuestradores
de ideas, mentirosos por omi­
sión y calumniadores por comisión, de nada sirve el conoci­
miento acerca del comunismo. ¿Cómo se consigue explicar algo
al ciego y sordo de nacimiento, al oligofrénico babeante, al fre­
nético? ¿Qué logrará, en su intento de aclarar la verdad, nuestro
amigo Ángel Maestro, por ejemplo, la persona que seguramente
más sabe en España del comunismo soviético, sus avatares, dis­
fraces y laberintos, partiendo de Lenin hasta llegar a Yeltsin,
Primákof y Putin? (9). Además de ser difícil
que se reconozca el
mérito, salga a
la luz la realidad, se divulgue el conocimiento de
los hechos, quien esté
al cabo de la calle en lo que respecta a la
situación hodierna, se encogerá de hombros y tildará de anacró­
nico, tendencioso, inoportuno, alterador de la paz reinante tal
cúmulo de datos.
Asfixia el fantasma, como esas almas
en pena que se yerguen
a media noche, junto a la cama del durmiente.
(9) Véase, por ejemplo, "Los órganos especiales rusos", art. pub!. en la revis­
ta citada en la nota anterior, págs. 199 y sigs.
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