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Número 383-384

Serie XXXIX

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Sobre el tradicionalismo carlista y su sino (Los mártires de la tradición: los de ayer y los de hoy)

CRÓNICAS
tros días, ha dado lugar a un conjunto de obras, experiencias y
realidades individuales y sociales,
que -conservadas y comuni­
cadas a través del
tiempo--expresan un estilo peculiar de cultu­
ra
que podemos llamar con propiedad católica. El padre Fosbery,
autor del libro, intervino finalmente para dar las gracias.
A. T.
SOBRE EL TRADICIONALISMO CARLISTA Y SU SINO
(LOS MÁRTIRES DE LA TRADICIÓN: LOS DE AYER
Y LOS DE HOY) ('l
1
Allá por los años sesenta, el profesor Francisco Elías de
Tejada fundó el Centro de Estudios Históricos y Políticos "General
Zumalacárregui", que organizó dos congresos de estudios tradi­
cionalistas
-en 1964 y 1968--llamados a tener cierta relevancia,
y que puso
en marcha la elaboración de un compendio, bajo
forma casi de catecismo, sobre el significado del carlismo: el
volumen, aparecido a principios de los setenta
-tras abundantes
reuniones
en que por la buena parte de los tradicionalistas acti­
vos del momento se discutió el anteproyecto redactado
por su
fundador-, llevó por título Qué es el carlismo y figuró bajo la
autoña, además del profesor Elías de Tejada, de Rafael Gambra y
Francisco Puy.
En este libro se comienza afirmando -y quisiera utilizarlo en
glosa libre y personal-que el carlismo se define por tres rasgos,
sin cuya convergencia
no resulta en absoluto inteligible, a saber:
e) Reproducimos las palabras pronunciadas el pasado 2 de marzo, en la
Gran Peña de Madrid, por Miguel Ayuso, en un acto académico organizado por
el Centro de Estudios General Zumalacárregui con ocasión de la festividad de los
Mártires de la Tradición, y en el que intervino también el profesor Rafael Gambra
(N. de laR).
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CRÓNICAS
una bandera dinástica, que es la del legitimismo; una continuidad
histórica,
la de las Españas, y una doctrina juridico-politica, el tra­
dicionalismo.
Una bandera dinástica, porque el legitimismo, a la muerte
de Fernando Vil, vino a ser
un banderin de enganche del tradi­
cionalismo hispano
en la concreta coyuntura que permitió aflo­
rar los sentires y pensares de muchos españoles descontentos
con el
abandono de la gobernación tradicional de los Reinos de
España, a causa de los embates de la Ilustración dieciochesca y
-al alborear del siglo siguiente-de una invasión, como la
napoleónica, seguida de diversos conatos de introducción artera
o descarada de la revolución liberal, lo
que dio lugar, entre otros
conflictos, a la guerra realista historiada
por Rafael Gambra.
Una continuidad histórica, porque el carlismo viene a consti­
tuir una continuidad de las viejas Españas. Elias de Tejada decía,
y me parece que es uno de los aspectos más penetrantes de su
reconstrucción histórica,
que como las Españas -tras la crisis de
la Cristiandad medieval-quedaron en una suerte de chrfstiani­
tas minar. de cristiandad menor llamada a recoger en un ámbito
geográfico más restringido el espíritu de la vieja
chrlstianitas
maior, de igual manera el carlismo habria portado la antorcha de
esa vieja España, reducida a un grupo de familias, a un resto,
pusJIJus grex donde encarnaba la continuidad histórica de la
Cristiandad en general y de las Españas en particular.
Una doctrina jurídico-política,
y hasta una cosmovisión entera,
porque merced a ese banderin de enganche dinástico y a esa con­
tinuidad histórica recibió prolongación vital primero y fragua teóri­
ca después el pensamiento
que podriamos llamar católico tradicio­
nal, que con el declinar de su vivencia seria conocido más tarde
como tradicionalista. Pilar doctrinal que,
en forma más o menos
consciente,
en función también de los cambios de los tiempos, y
por lo mismo más o menos depuradamente expuesto, permanece
como
un elemento nuclear del carlismo, alimentando la continui­
dad histórica
y dotando de sentido universal a la bandera dinástica.
Andando el tiempo, el legitimismo
no puede sino declinar
levemente, perdiendo algo de su prestancia y su vigor. Y
no
sólo porque pueda extinguirse -pienso en lo ocurrid9 en el
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CRÓNICAS
carlismo, pero que puede extenderse al legitimismo francés o al
jacobitismo
anglosajón-la dinastía que custodia la legitimidad; y
porque
en las siguientes sucesiones, discutidas además, se pro­
duzcan defecciones; y porque se dificulte
en grado sumo el hallaz­
go de
un abanderado. Sino también porque una monarquía exilia­
da espacial y realmente de la concreta gobernación tiende inevita­
blemente
al folclorismo. Antes o después. Los tres ejemplos que
acaban de referirse lo prueban, aunque el grado
en que lo pade­
cen
no sea idéntico, si en los jacobitas es evidente y en el legiti­
mismo francés bastante intenso en nuestro carlismo es creciente.
También la continuidad histórica sufre en su significado
transformaciones
con el paso de los años, los decenios y los
siglos.
El carlismo, con su arraigo popular, era una auténtica
representación de España. Se podía hablar
as! -con intenciones
variopintas, lo sabemos, y
no todas buenas--de "las honradas
masas carlistas".
En cambio, cuando el pueblo carlista va desa­
pareciendo, cuando las propias familias carlistas, y de las más
encumbradas a las más sencillas, tienen dificultad en transmitir
-tradición es entrega, y aceptación-esa adhesión a la causa, la
continuidad histórica, que requiere un amplio cuerpo social, tam­
bién empieza a resquebrajarse.
Queda entonces sólo el acervo doctrinal, la doctrina jurídico­
política y la cosmovisión entera del tradicionalismo, que también
ha sufrido últimamente embates diversos
----el más grave es sin
duda el giro dado por la
Iglesia tras el II Concilio Vaticano--, si
bien en su conjunto se ha desarrollado hasta niveles que el siglo
anterior no se conoció. Y es que -ha escrito Álvaro d ... Ors--la
teoría politica alcanza sus cotas más elevadas en los períodos de
crisis, pues es saber azuzado
por la derrota. Como también -ha
explicado Rafael Garnbra-la teorización se va depurando con­
forme se aleja de
la vivencia. Hay momentos fulgurantes de
Donoso Cortés, hay páginas espléndidas de Aparisi o Nocedal y
párrafos encendidos de Vázquez de
Mella, pero no una teorización
tan rica, variada y acabada como la que nos ha dado la última
generación del tradicionalismo, Elías de Tejada, Rafael Garnbra,
Francisco Canals, Juan
Vallet de Goytisolo y Alvaro d'Ors.
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CRÓNICAS
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En esta tesitura, con el legitimismo por fuerza arrumbado o
dificultosamente mantenido, con la continuidad histórica rota a
trechos
por la desaparición del pueblo carlista, y con un tradi­
cionalismo teoréticamente vigoroso pero progresivamente
-y no
puede ser de otro modo-desvinculado de la realidad y por lo
mismo más dificil de realizar
en la práctica, se plantea de modo
inexorable la continuidad misma del carlismo, de nuestros esfuer­
zos, de nuestros quehaceres) de nuestra dedicación a la causa.
Y a
mí me parece que es obligación nuestra el perseverar.
Podtia parecer,
tras el análisis que hemos recorrido hasta aquí en
esta intervención, que la conclusión habrfa de ser negativa, que
la respuesta a la pregunta que he lanzado de forma retórica impli­
caría esa negación. Pero, al contrario, creo que deben recordarse
una serie de razones que nos llevan a la perseverancia en el ser­
vicio de la tradición, y que es esta perseverancia la
que ilumina
la actualidad
-más allá de las razones que llevaron a S. M.
Católica el Rey Carlos VII a instituirla-de la fiesta de los márti­
res de
la tradición. Voy a intentar explicarlo.
En primer lugar,
en sede teológica, no podemos abandonar
un depósito venerable y sagrado que no nos pertenece, pero que
hemos recibido
y, aunque lo llevamos -como dice san Pablo-­
en vasijas de barro, hemos de preservar y entregar. Por eso, el
mismo apóstol de las gentes, exhortaba a guardar las tradiciones.
Pero es que también
en la profecía se nos dice de la acción del
Mesías, y puede extenderse a las obras del espíritu, que "la caña
doblada
no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará". Es
piadoso levantar lo que parece que ya cae, sobre todo cuando
tanta luz y calor nos ha
dado ese pabilo. Finalmente, en breve
repaso, hasta
la profecía -porque también lo es-de los últimos
tiempos, esto es, el
Apocalipsis, esconde tesoros para sostén de
nuestra perseverancia: así, en el mensaje del Ángel a las siete
iglesias que encabeza
ese último libro de la Escritura, y en el que
se traza la totalidad de la historia de la Iglesia de Cristo, al llegar
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CRÓNICAS
a la iglesia de Tiatira, que es la que simboliza -según reputados
exegetas---- la Cristiandad, tras las líneas
en que se describe la
época y las posteriores en que se formula un reproche, el con­
sejo que --como en todos los demás mensajes-cierra es: 1'No
arrojo sobre vosotros otra carga, solamente lo que tenéis, tened­
lo fuerte, hasta que yo venga". Así pues, no hemos de perder
nada de lo que se nos dio, sino que -herederos de la iglesia de
Tiatira-hemos de asirnos fuerte a lo que tenemos, a lo poco
que va quedando.
Estamos, pues, obligados sobrenaturalmente a conservar lo
que tenemos, lo que no nos obligarla si no hubiésemos recibido
ese don y esa gracia, también esa carga, aunque para nuestro
bien: "Para los que Dios ama, todo es el para el bien". Pero lo
recibimos, y
ahora no podemos desentendernos, no podemos
entregarlo a quien no lo quiere aceptar, al enemigo, que eso es
traición, sino a quienes han de continuar la obra, que eso es la
tradición. Hay también razones piadosas, razones familiares, razones
naturales
de toda índole, que fortalecen la adhesión a la obra de
nuestras familias, de nuestros antepasados, de nuestros conna­
cionales y conmílites. El cuarto mandamiento de la ley de Dios,
tan desconocido
en nuestro mundo, no sólo se refiere a los
padres, sino también a la patria, como
supo ver el genio de santo
Tomás
de Aquino.
Es verdad que hay mucha mies y pocos, cada vez menos,
operarios. Hemos de rogar, pues, al dueño de la mies para que
envíe más. Pues sin la gracia de Dios todos nuestros esfuerzos
son vanos. Lo que no quita para que hayamos de empleamos con
todas nuestras fuerzas en el servicio al que hemos sido consa­
grados. Permítaseme repasar algo, entre tanto, de lo que pode­
mos y debemos hacer, alentar, apoyar.
En
un nivel histórico, el mero hecho de custodiar la memo­
ria histórica del carlismo
es tarea ímproba, en la que caben múl­
tiples contribuciones. Hay iniciativas
que se están volcando en
este sentido: la Fundación Remando de Larramendi, en buena
medida la editorial Actas de Luis Valiente, la revista Aportes que
dirige Alfonso Bullón de Mendoza. También en un ámbito fun-
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CRÓNICAS
damentalmente histórico, aunque con componentes doctrinales,
y más amplitud, ya que cubre toda la historia de las Españas, se
desenvuelven los trabajos de la Fundación Elias de Tejada, que
coordina a centenares de intelectuales del mundo,
en especial
hispánico, y más ampliamente del tradicionalismo. Modestísima
en sus medios, si allegara más multiplicarla su incidencia en el
panorama intelectual de hoy.
En
un nivel doctrinal, el de la doctrina social católica y la filo­
soffa política contrarrevolucionaria, resulta imprescindible la
Fundación Speiro y su revista Verbo, la mejor del mundo hispáni­
co tradicionalista, que sirven a una lucha que si
puede resultar
excesivo calificar de política,
al menos es prepolítica o parapolíti­
ca. Y es lástima
que sea éste el terreno en que tengamos que dete­
ner muchas veces nuestros desvelos. Pues siempre rechazamos a
las societés de pensée, que los liberales utilizaban para erosionar la
sociedad (real) cristiana. Hoy, en cambio, hemos comenzado a
convertirnos
en algo parecido a una sociedad de pensamiento, si
no fuera porque estamos animados de espíritu religioso, que hace
que de nuestro pequeño grano de mostaza pueda volver a brotar
un árbol donde aniden los pájaros. Dejémoslo en manos de Dios,
y
si lo que le agrada ahora es que nos veamos en esta situación,
y
si no podemos ofrecerle otra cosa, trabajemos al menos sin des­
canso
en la indagación y perfeccionamiento doctrinales.
Mientras sigan existiendo focos sociales de cierta amplitud
en
que arraigan nuestras convicciones, hemos de mantenerlos y per­
feccionar su reclutamiento, encuadramiento y proselitismo.
Lo
que vale para la actuación política de la Comunión Tradicio­
nalista, de los distintos árculos carlistas, con sus boletines, o de
revistas de más amplio aliento como Ahora Información.
Y si se me permite algo más, añadiré que podriamos también
empeñamos
en la tarea de recuperación teológica y litúrgica, tan
necesitadas de nuestro concurso tras el vendaval conciliar, y a la
que, a diferencia de lo acontecido
en otros países, no hemos
prestado demasiada atención. Apoyemos la liturgia venerable del
rito romano antiguo, acosada
por tantas jerarqwas eclesiásticas, y
que en Madrid se conserva no sin dificultades en la Ermita de la
Virgen del Puerto.
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CRÓNICAS·
Son muchos los campos que tenemos delante de nosotros y
en los que podemos trabajar según nuestra vocación y capacida­
des. No me cabe duda de
que nuestra opción -"opté y se me
dio el sentido, invoqué y vino sobre
mí el espíritu de la sabidu­
ría", dice la Escritura-nos reportará fracasos profesionales o,
por lo menos, el dejar de conseguir los éxitos a que legítima­
mente
podriamos aspirar. Encontraremos, así, alguna margina­
ción social, alguna dificultad familiar. Sufriremos, y no
puede ser
de otro modo, por nuestra perseverancia en el servicio a Dios en
la causa de la tradición. Este es el sentido actual de la fiesta de
los mártires de la tradición.
Es nuestra fiesta tanto como la de
nuestros antecesores.
Este sentido agudísimo
de frustración humana y de transfigu­
ración sobrenatural es el
que he encontrado en unos versos del
poeta y escritor carlista montañés Ignacio Romero Raizábal. Con
ellos tennino estos deshilachados pensamientos:
"Acaso nadie, al verlos, que son héroes crea
pero lo son y grandes, ¡vaya que si lo son!
Son los
c~balleros, héroes de la Idea
que sirven a una dama que es la Renunciación.
Más
que guerreros, mártires, resisten el acecho
que sobre ellos proyectan la Fama y el Poder,
y acaso no son héroes por las cosas que han hecho,
pero lo son por otras que no han querido hacer".
MJGU!!L AYUSO
DE LA UNIDAD NACIONAL A LA UNIÓN
EUROPEA
El Seminario Permanente de Filosofía Jurídica "Francisco Elías
de Tejada", creado
en la Facultad de Derecho de la Universidad
de Córdoba, con
la acogida del Area de Filosofia del Derecho de
dichas Facultad y Universidad, y el apoyo de
la Fundación
Francisco Elías
de Tejada, viene trabajando eficazmente desde
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