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Número 383-384

Serie XXXIX

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Jean de Viguerie: Les deux patries

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
examinando las transformaciones políticas de los últimos dos
siglos, concluye
que la tolerancia no es arma que sirva hoy para
defender la libertad de pensamiento sino como coartada de
la
imposición de una ideología totalitaria. Jacques Heer, finalmente,
recapitula cómo, habiendo mostrado el sistema dominante su
falta de fundamento intelectual y moral, empieza a verse
que el
rey está efectivamente desnudo. Por lo menos algunos. En suma,
y como
en entregas anteriores, una rica panoplia de aportes, en
absoluto conformistas, sobre uno de los grandes mitos del con­
formismo.
MIGUEL A.Yuso
Jean de Viguerie: LES DEUX PATRIES e,
Jean de Viguerie es un gran historiador francés que, sobre
todo, se ha destacado por sus cuidados estudios sobre la educa­
ción
en la Francia del ancien régime (1978), el complejo univer­
so de la ilustración (1995) y las relaciones entre el cristianismo y
la Revolución francesa (1986). Ahora, con este ensayo histórico
sobre la idea de patria
en Francia -asi reza el subtitulo--, nos
ofrece mucho
más de lo
que promete, pues la elucidación histó­
rica va prolongada velis nolis con consecuencias doctrinales y
politicas de la máxima importancia. De
alú que, mientras los
grandes medios lo recibían con un ominoso silencio, en círculos
inconformistas era distinguido con el premio de los intelectuales
independientes de
1998, y no obstaba al surgimiento de una
polémica que aún humea
en los predios de la derecha, de la
"liberal" a la "contrarrevolucionaria", pasando por la "bonapar-
t) DOMINIQUE MARTIN MOII.IN, Grez--en-Boure, 1998, 280,págs.
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tista", si se nos permite colacionar la famosa distinción de René
Rémond, a la
que sólo debe añadirse la "nueva" (en rigor neo­
pagana),
que -por cierto-también ha echado su cuarto a
espadas.
La riqueza del libro es tal que se resiste a su reducción a unas
pocas lineas como las que constriñen. esta nota,
por Jo que
-habida cuenta también de su contexto exclusivamente francés,
aun sin excluir una limitada posibilidad de
extrapolación-deja­
ré simplemente
un compte-rendu. La tesis central se presenta con
claridad: después de
1789, en Francia, Jo que quedaba del viejo
patriotismo tradicional
ha sido engullido por el nuevo patriotis­
mo revolucionario, ideológico y humanitarista surgido de la
Re­
volución francesa. No está, sin embargo, aquí -la tesis es dificil­
mente
discutible-la mecha de la encendida polémica a que
hemos aludido, que ha aprovechado, por el contrario, un motivo
secundario: la acusación que
el autor hace a la escuela maurra­
siana -y no debe olvidarse que Viguerie es hombre de forma­
ción próxima a esa escuela y de exquisita fidelidad
legitimista­
de haber colaborado en ese engaño. Discusión que se ha pro­
longado a la conclusión pesimista: Fracia ha muerto porque el
patriotismo revolucionario· la ha matado con la colaboración
inconsciente de los que se tenían
por catholiques et fram;ats tou­
jours.
Para quien conozca el mmteu de la derecha francesa, es
apasionante divisar el fuego cruzado de Jean Madiran, Jacques
Tremole! de Villers, Alain de Benoist, Emil Poulat o Claude Polin.
Pero, en este punto, resulta prudente dejar la pluma en una nota
dirigida a lector,:s españoles.
En cambio,
puede merecer la pena dedicar unas lineas -las
últimas--a la atrevida empresa de prolongar more hispanico la
reflexión del profesor De Viguerié. Desde luego que conserva
todo su valor
la distinción neta entre esas "dos patrias". Sin
embargo, entre nosotros, a diferencia de lo acaecido ultrapiri­
neos, el pensamiento tradicional no ha contribuido a la mistifica­
ción denunciada, pues desde siempre y hasta hoy se ha separa-
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do nítidamente la tierra de los padres y la "ideología" nacional,
con distingos terminológicos o conceptuales más o menos afor­
tunados. No obstante acentos personales
y, por lo mismo, dis­
tintos, pero acomunados
en un signo coincidente, bien desde el
ángulo de la psicología social
(Rafael Gambra), bien desde el
de la causa de diferenciación
de los pueblos (Francisco Elías de
Tejada), bien
-en suma-desde el de la teoría política (Álvaro
d'Ors), disponemos de
un rico acervo en tal sentido que llega
hasta nosotros. ¿Y la conclusión? España también parece muer­
ta, y también parece que algo tenga que ver en ese óbito el
tránsito de un viejo patriotismo a uno nuevo. Lo que ocurre es
que tal tránsito no se ha producido ni por las mismas causas ni
con los mismos agentes
que en el país vecino. La historia espa­
ñola presenta una singularidad notable
en lo que toca al desa­
rrollo
de nuestra nacionalidad, y eso permite que algunos
-hijos, pero bastardos, de quienes cultivaban el viejo patriotis­
mo--rechacen el nuevo, para crear, a su medida, otro de
menor escala e idéntica naturaleza a éste; mientras que otros,
que quisieran perseverar en el antiguo, se han trasbordado
inconscientemente al nuevo, y los más se han instalado en una
versión light del nuevo: la de un supuesto patriotismo constitu­
cional frente a los separatismos. Quizá también tuviera sentido
para los españoles
un libro como el de Jean de Viguerie. Y
quizá también fuera útil
una polémica como la que ha sacudi­
do a nuestros vecinos.
MIGUEL AYUSO
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