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Número 423-424

Serie XLII

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El concepto antropológico en Oswald Spengler

EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO
EN OSWALD SPENGLER
POR
ANTONIO MARTlN PUERTA
SUMARIO: 1. INTRODUCCIÓN.-2. SPENGI.ER Y SU ÉPOCA.--3. LA INFLUENCIA DE
SPENGI.ER: 3.1. En el medio intelectual. Los casos llclddegcr, Mann y
Ortega; 3.2. En los movimientos fascistas; 3.3. En los intelectuales
católicos españoles.-4. ÁNÁUSIS ANTROPOLÓGICO! 4.1. Los antecedentes
organicistas y románticos; 4.2. El estatismo prusiano; 4.3. El racismo;
4.4. La exaltadón oligárquica; 4.5. La antipalia por el mundo latino;
4.6. la crítica a la ley natural; 4.7. La negación de la razón clásica;
4.8. El anticrlstianismo.--5. EL CAMUFLAJE DEL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO:
MÁS NIETZSCHE QUE GoETHE.--6. LAs CAUSAS DE LA 11\fPOSJBLE CERTF.ZA ANAd•
TICA: 6.1. Introducción; 6.2. El il'raclonalismo; 6.3. I.a idea de destino
y de libertad; 6.4. El nomlnallsmo; 6.5. El pesimismo; 6.6. La actitud
ideológica.-7. CoNCWSIÓN: EL NECESARIO .ANÁLISIS DEL CONCEPTO ANTB.OPO·
LÓGICO DE UN AUTOR.
l. INTRODUCCIÓN
Este trabajo se fundamenta sobre una idea: lo imprescindible
que resulta analizar el concepto de hombre que subyace en cual­
quier autor para
poder comprender en su integridad la validez
del mensaje que se nos está emitiendo, ya
se trate de una teoría
social, económica, política, o de una simple obra !iterada.
Porque si bien es habitual -e imprescindible--analizar el
entorno histórico y cultural en que se desa1Tollan un autor y su
obra, es bastante poco común indagar acerca de su concepto
acerca de las personas, que frnahnente es la clave explicativa de
una buena parte de sus afirmaciones.
Verbo, núm. 421-422 (2004), 237-283.
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ANTONIO MARTÍN PUERTA
Debilidad que no es casual, sino procedente de que el mun­
do moderno carece de un concepto claro de persona; es más, la
noción de persona que subyace de modo general en la cultura
occidental, podría llegar a desaparecer, dado
que la valoración de
los atributos de la persona procedentes de la construcción judeo­
greco-cristiana,
ha pasado a considerarse de modo radicalmente
distinto desde la Ilustración, autora primordial del debilitamiento
del concepto de razón, a lo
que han seguido las diversas ideolo­
gías de los siglos XIX y xx, socavando las nociones de libertad y
de espíritu, para finalmente llegarse a caer de modo general
en
la justificación de procesos de ingeniería social, capaces de igno­
rar cualquier aspecto de la dignidad del hombre.
Pero analizar
el concepto de persona mantenido por un autor
puede además conllevar otra utilidad: servir para explicar cómo
determinadas concepciones del hombre distanciadas de
una recta
interpretación antropológica, llevan directamente a notables debi­
lidades analíticas y a la imposibilidad
de enunciar teorías confor­
mes con la realidad.
Tal sucede
en el caso de Spengler, filósofo de la historia con
pretensiones de profeta que nunca llegó a vaticinar nada que se
cumpliera, sino
que quedó finalmente en ser uno de los muchos
intelectuales cuyo pesimismo les llevó a vincularse a la idea de
necesaria aplicación de procesos de ingeniería social
que rectifi­
caran drásticamente el curso de
una época en declive. Ello le
inserta definitivamente, seguramente contra su gusto, dentro del
conjunto de intelectuales que justificarían la gran fuerza destruc­
tiva que
llevarla al desastre de Alemania en los años treinta y cua­
renta, fracaso primero moral y finalmente general.
Que analizar el concepto antropológico de un actor es im­
prescindible vamos a comprobarlo
en el caso de Spengler, aco­
gido a la vez con simpatías y reticencias
en círculos intelectuales
católicos españoles de los años treinta y cuarenta.
Se dio por váli­
da su crítica a
la democracia, pero resultaba evidente que su pen­
satniento, contrario al cristianismo, bebía de fuentes contrarias a
lo que ha sido la tradición cultural de Occidente. Un análisis de
la visión antropológica de Spengler demuestra
que la mayor parte
de su obra resulta inadmisible desde
un punto de vista católico.
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Y lo que se diga de Spengler vale para cualquier otro autor,
una cosa es la selección de alguna cita y otra distinta acoger pro­
ceditnientos de análisis que incotporan necesariatnente visiones
del hombre contradictorias con los propios principios. El caso
marxista es revelador igualmente
de cómo el uso no selectivo de
enunciados basados en un concepto radicalmente contrario de la
persona
puede terminar no sólo en la esterilización de lo propio,
sino además en el enfangamiento en posiciones de tipo ideoló­
gico caracterizadas por una nula capacidad explicativa, más allá
de supuestas construcciones científicas que se 111uestran final­
mente vacías
de contenido.
Pero
un autor no es un hecho aislado, sino también resulta­
do de una tradición cultural que a veces transmite desde siglos
conceptos
que por si mismos no sólo carecen de capacidad expli­
cativa, sino que incluso
producen una deriva necesaria hacia
planteamientos forzosamente errados
en lo analítico. El caso
Spengler es
uno de ellos. Una parte sustancial de su pensamien­
to proviene
de las construcciones de comienzos del XIX -tales
como el organicistno alemán o el estatismo prusiano-que inclu­
so teniendo su origen en una reacción contra la Ilustración aca­
ban generando una visión
del hombre caracterizada por la nece­
sidad de un sometimiento a la autoridad mucho más allá de lo
que el derecho público cristiano pudo nunca llegar a exigir.
Vinculada con este
punto se deberla efectuar una última
reflexión: insistir en que Spengler es un autor alemán sería pero­
grullesco si no fuera porque existe una notable tendencia a igno­
rar que la cultura germánica -como la anglosajona: o como la
latina-tiene sus propias interpretaciones del mundo y del hom­
bre que no son las de las otras dos. Cuando Locke, Hume o
Burke escriben, no lo están haciendo para e:xtretneños, renanos
ni venecianos: lo hacen exclusivamente para ingleses; dentro de
cada subcultura existen sobreentendidos que no están redactados
en ninguna parte, pero que todos sus tniembros sienten y cono­
cen. Por ello de la interpretación estricta de un texto de alguien
de otra subcultura pueden a veces deducirse consecuencias que
ni al autor ni a quienes forman parte de su ámbito le parecerían
razonables. De una interpretación literal de Locke efectuada por
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un latino se extraería fácilmente un destructivo Rousseau (por no
hablar de Hobbes), pero todo ello queda paliado por un sentir
general del mundo anglosajón acerca de lo inadmisible de los
excesos del
poder público. Y ese sentir ambiental muchas veces
no se expresa ni lo capta quien pertenece a otras culturas.
Tal sucede
con Spengler, procedente de la cultura germánica,
cuyo sentimiento de fondo
es tan distinto del latino. El fuerte sen­
tido de comunidad y de estado,
con las exigencias de disciplina
subordinación del ciudadano, es aquí
uno de esos sobreentendi­
dos, junto con otro: la notable antipatía histórica de
una buena
parte del mundo germánico hacia el sur latino y católico, evi­
dente
en las páginas del autor. De no haber sido derrotadas las
tres legiones del pretor Varo
en Teutoburgo en el año 9, segura­
mente la historia del pensamiento de Occidente habría sido otra,
y seguramente mejor.
2. SPENGLER Y SU !!POCA
Oswald Spengler nació en 1880 en la pequeña ciudad de
Blankenburg, hijo de
un minero, doctorándose en 1904 con una
tesis sobre Heráclito, aunque hasta
1911 su oficio sería el de
maestro de escuela.
En los años previos a la I Guerra Mundial
concibió su ensayo
La decadencia de Occidente, de modo que es
injusta la crítica que recoge Joseph Vogt (1)
de los intelectuales
franceses comentando burlonamente que puesto
que los alema­
nes habían sido incapaces
de entrar en París, Spengler conside­
raba que todo Occidente estaba
en decadencia.
Lo cierto es que su éxito se debió fundamentalmente a la
enorme crisis general
que ambienta la República de Weimar, y en
otro caso -más aún si los Imperios Centrales hubieran ganado
la
guerra-probablemente su obra habría pasado como una
curiosidad más o menos interesante escrita por alguien ajeno al
mundo universitario. Pero la situación caótica de la Alemania de
(1) JosEPH VOGT, El concepto de la historia de Ranke a Toynbee, Ed. Guada­
rra1na, Madrid, 1974, pág. 75.
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la posguerra permitió éxitos editoriales como el de Spengler a lo
largo de toda la vida de la República, mientras otros profetas fue­
ron flor
de temporada. Rüdiger Safransky (2) lo comenta de este
modo: "Efectivamente,
en los primeros años de la República de
Weimar, a los profetas
ex cathedra se les añadió una fuerte con­
currencia de tipos que
acb.laban por libre. Fue el tiempo de la
inflación de santos,
que en las calles, en los bosques, en las pla­
zas del
mercado, en las tiendas de los circos y en las trastabemas
ahumadas
querían redimir Alemania o el mundo. La decadencia
de Occidente,
de Oswald Spengler, obra de la que en aquellos
años se vendieron seiscientos mil ejemplares, fue el gran esbozo
teórico que, desde el
espirihJ final de los tiempos y de un nuevo
comienzo radical, hizo saltar al aire en mil pequeñas astillas las
interpretaciones del mundo. Toda la ciudad medianamente gran­
de disponía de
uno o varios salvadores".
Por su parte Alastair Hamilton hace la siguiente descripción
(3):
"El nacionalismo alemán en su forma tradicional estaba bien
representado
por un hombre que nació en 1880 y vió en la Re­
pública de Weimar el derrumbamiento de todo lo que a él le
había parecido de valor
en la Alemania Imperial. En lo que se
refiere a Oswald Spengler, la abdicación del emperador fue
seguida únicamente
por la anarquía. Como residente en Munich
vivió la desconsoladora experiencia de la República Soviética
de
abril de 1919, y contemplando retrospectivamente este mes de
mayo la
describirla como "nada más que hambre, pillaje, sucie­
dad, peligro y
bribonería sin paralelo". En cuanto al retrato que
Hamilton hace del personaje es éste: "Oswald Spengler, un solte­
rón solitario,
un desdichado, misógino, misántropo e irritable,
víctima de continuas jaquecas, de corazón débil, mala
vista y que
sufría de insomnio, dejó su carrera de maestro de escuela para
poder escribir este libro. Escribió durante la Primera Guerra Mun­
dial
en medio de la mayor penuria, pero al cabo de sólo pocos
(2) Roo1GER SAFRANsKY, Un maestro de Alemania. Martín Heidegger y su tiem­
po, Tusquets, 1977, pág. 122.
(3) .Al.AsTAIR HAMILTON, La ilusión del fascismo, Luis de Caralt Ed., Barcelona,
1973, págs. 133 y 134.
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meses después de la publicación de su obra, se convirtió en una
de las figuras más famosas e influyentes de Alemania".
De lo que
no hay dudas es de su notable influencia en los
medios intelectuales y políticos de la derecha antidemocrática
durante los años treinta, que se explica por la conmoción que
vivió Alemania al pasar a contemplar en pocos años una derrota
militar, el fin de la monarquía secular, el desmantelamiento de su
ejército,
una paz considerada humillante, la sublevación esparta­
quista, la república bolchevique
de Baviera, la amputación de
pa1te de su territorio y un caos econ61nico que arruinó a millo­
nes de personas, todo ello junto a una latente an1enaza de revo­
lución comunista. Los sectores conservadores buscaban una re­
vancha, justificaciones doctrinatias, réplicas intelectuales al mar­
xismo, un régimen sólido, profecías de triunfo y reivindicaciones
del papel de Alemania en el mundo. Y resultó que de todo ello
se podia encontrar
en Spengler, que de ser un olvidado maestro
de escuela pasó a estar considerado como
una de las luminarias
de la derecha radical y antidemocrática de la época de la
Re­
pública.
De entrada es imprescindible aclarar sus relaciones
con el
nacionalsocialismo, pues a veces es asimilado a tal movitniento
con cierta injusticia, aunque también con algunas razones. Spen­
gler no perteneáa a ningún partido, aunque sus simpatías esta­
ban más bien con los partidos ultranacionalistas de tipo monár­
quico que con sujetos tan ordinatios como Hitler y sus primitivos
seguidores, nn grupo de marginados de connotaciones socialistas
por los que Spengler no sentía ningún aprecio personal, si bien,
como a todas las derechas de la época, les encantó ver
que
alguien echaba a pique a la odiada República, sin prever cuáles
serían las consecuencias para el futuro.
Los nazis, por su parte, hicieron uso de Spengler como todos
los demás grupos de oposición a la democracia dentro y fuera de
Alemania
por lo que tenía de suministrador de argumentos apro­
vechables, pero le marginaron poco después de alcanzar el
poder
en enero de 1933; el autor, en la introducción a Años decisivos
saludó el hecho de tal forma: "Nadie podía anhelar más que yo
la subversión nacional de este año.. ha sido algo grandioso y
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seguirá siéndolo a los ojos del porvenir" ( 4). Si bien en la misma
obra, ya se desmarcaba ya del sentido plebeyo
de los nazis (5):
'Hemos de repetirlo constantemente -sobre todo ahora que los
revolucionarios
,nacionales,, adoran el ideal de la· pobreza y la
miseria generales, como frailes mendicantes, declarando, de com­
pleto acuerdo
con los marxistas, delito y vicio toda clase de
riqueza y todo aquello que
posee esta superioridad en cosas de
cultura superior y todo lo que sobresale en capacidad de adqui­
sición, conservación
y empleo de la propiedad, y justamente por
envidia de estas capacidades que a ellos les faltan por comple­
to ...
". Raymond Aron explica con claridad las diferencias (6):
"Spengler, que murió antes
de que estallara la segunda guerra, no
simpatizaba con el nacionalsocialismo, movimiento también ple­
beyo,
en vista de la movilización de las masas, vulgar e indife­
renciado". Tanto Spengler como Heidegger
no tardarían en entender
que el nuevo régimen no necesitaba asesores intelectuales de
pensamiento propio sino sumisión incondicional, aunque
Spen,
gler moriría poco después, en 1936, de un ataque al corazón, un
fin no raro en gente soberbia y malhumorada.
Spengler es, sin duda,
uno de los elementos caracteristicos
del paisaje intelectual de los años treinta, lo
que es comprensible
por la crispación de la época, pero seguramente las razones de
su triunfo intelectual
son ajenas en parte a sus méritos y en buena
parte fruto de las circunstancias. La lectura de su obra suele gene­
rar
un deslumbramiento inicial ante el cúmulo de datos maneja­
do y la construcción presentada, con
un subsiguiente aturdi­
miento ante tal fárrago, siendo finalmente inevitable
una reacción
crítica ante la arbitrariedad de muchas de sus afirmaciones.
Por otra parte se trata de
una filosofia de la historia que tiene
obvias pretensiones predictivas,
pero que además se vincula muy
estrechatnente a situaciones de los años treinta, y más concreta­
mente de la crispada Alemania weimariana, con paralelismos his-
( 4) Osw.AID SPENGLER, A.nos decJsivos, Colección Austral, Madrid, 1962, pág. 11.
(5) ÓSWALD SPENGIER, Años decisivos, Colección Austral, Madrid, 1962, pág. 101.
(6) RAYMoND ARoN1 En defensa de la libertad, Ed. Argos, S. A, Barcelona, 1977.
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tóricos más que caprichosos y claramente oportunistas de cara a
justificaciones políticas buscadas, donde constantemente se reite­
ra la afirmación de que los procesos allí descritos son inevitables,
recurriendo con frecuencia al desacreditado aval de la idea de
destino grecorromana previa al cristianismo.
A menudo adopta Spengler el desagradable e imperativo
torio de un santón embaucador, cuando en la práctica nunca
pudo acertar en sus predicciones. Todo ello como se indicó ante­
riormente no es casual, pero aún así sigue siendo un autor que
ejerce cierta fascinación
en sectores consetvadores, pues muchas
de sus criticas al sentimiento socialista o liberal son de gran exac­
titud y profundidad sicológica,
por lo que no seria improbable
que una vez olvidada la imagen que le vincula al nazismo vol­
viera a tener
una parcial rehabilitación, pese a la brutalidad de
muchas de sus afirmaciones,
por lo que el análisis de sus plan­
teamientos
no deja de tener su interés.
Y, aparte de lo expuesto, es, desde luego, esencial reiterar su
posición radicalmente anticristiana,
no sólo por lo que abierta­
mente manifiesta, sino
por su ruptura con elementos básicos del
pensamiento de Grecia y Roma insertos
en el mundo cristiano
tales como la existencia
de una ley natural universal, el concep­
to de razón clásica distinta del racionalismo moderno, o los prin­
cipios de solidaridad y bien
común, por no hablar del necesario
y universal respeto a la dignidad del hombre.
3. LA INFLUENCIA Dll SPllNGLllR
3.1. En el medio intelectual. Los casos Heidegg«,
Mann y Ortega
Buena síntesis introductoria del autor tratado es el juicio de
Paul Johnson
(]), que afirma: "Por mera mala suerte, el libro más
leído y más influyente
en la Alemania de 1920 fue La decaden­
cia de Occidente,
de Oswald Spengler, un absurdo y pedante
(J) PAUL JoHNSON, Tiempos Modernos, Javier Vergara Editor, pág. 135.
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maestro de escuela... La esencia de la obra era el darwinismo
social", lo que Rüdiger Safransky describe
en la forma que hemos
visto.
Que en la Alemania derrotada de la primera posguerra tuvie­
ra influencia
una obra como la de Spengler no tiene nada de
extraño, dada la situación desesperada y deprimida en que se
desenvolvía
una sociedad cuyos intelectuales reclamaban expli­
caciones
y, por otro lado, pretendían ofrecer una réplica intelec­
tual al supuesto cientifismo
de los maIXistas. Que se leyó exten­
samente lo atestiguan las cifras
de ventas citadas, y que era uno
de los textos de cabecera de los autores de la llamada "revolu­
ción conservadora"
que buscaba socavar la república weimariana
es algo evidente.
Ahora bien,
debe efecruarse un distingo imprescindible. Una
cosa es su evidente difusión e influencia, y otra distinta la asun­
ción pública
de Spengler como maestro ideológico por parte de
las grandes figuras de la intelectualidad, tanto alemana como de
otros países. Ello tiene explicaciones muy claras. La primera que
Spengler no procedía del mundo académico, sino que había ejer­
cido como maestro
de escuela, lo que le hacía citable con repa­
ros. Por otro lado su sistema expositivo basado
en la evolución
de las grandes culturas, el determinismo que conlleva y la inte­
resada aplicación a soluciones políticas que el autor avalaba,
causaron desde un principio cierto distanciamiento en el n1undo
universitario, pues la obra no deja de responder a un patrón hete­
rodoxo, subjetivo y en bastantes ocasiones arbitrario. Su influen­
cia intelectual fue notable, especialmente en los medios del con­
servadurismo nacionalista radical, pero escasamente reconocida
por todo lo dicho. Veamos la actirud de las dos máximas figuras
alemanas
de la filosof'ia y la literatura coetáneas de Spengler.
Caso muy ilustrativo es el
de Heidegger, en cuya biografía
Safransky
dice (8): "En las reflexiones sobre la latencia cotidiana
del aburrimiento Heidegger
habla de la situación espiritual de la
época. Entre los autores que lo formulan menciona a Spengler,
(8) RODIGER SAFRANsKY, Un maestro de Alemania. Martín Heidegger y su tiem­
po, Tusquets, 1977, pig. 233.
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Klages, Scheler y Leopold Ziegler. Con pocas palabras despacha
Heidegger sus diagnósticos y pronósticos, pero, seamos sinceros:
propiamente no "nos afecta'"'. "Por el contrario, todo es una sen­
sación, y eso significa siempre una tranquilización no confesada
y ·de nuevo aparente". O sea, Spengler es uno más de la época,
de cierto pero no excesivo interés. Dicho de otro modo: para el
mundo universitario era una curiosidad más o menos interesan­
te, o incluso ocultamente influyente, pero nunca un magisterio
reconocible.
En cuanto a la actitud
de la otra máxima figura intelectual de
la época, dice Alastair Hamilton (9): "Uno
de los críticos con
mayor percepción que tuvo Spengler fue Thomas Mann. Básica­
mente a
Mann no le gustaba Spengler, y éste, que tema muy poco
respeto por todos sus contemporáneos, ciertamente no sentía nin­
guno por Mann. En 1922 Mann se refirió a él llamándole «el mono•
(de imitación) de Nietzsche, y en Sobre la doctrina de Spengler le
calificó de
·un derrotista de la humanidad,,, un snob con ideas bur­
guesas. Resentido
por la declaración materialista de Spengler de
que el hombre del siglo xx ya no podía tener esperanzas de pro­
ducir una gran obra de arte, Mann se preguntó qué sería de los
hombres como Spengler
si los intelectuales dejasen de existir".
Para rematar el juicio Hamilton indica que
en los "Escritos políti­
cos de Mann se indica de
La decadencia de Occidente que "Es una
novela intelectual de gran valor de entretenimiento".
En cuanto a España, la obra
seria traducida por García Mo­
rente en 1923, y en su proemio Ortega y Gasset efectuaba el
siguiente juicio (10):
"La Decadencia de Occidente es, sin dispu­
ta, la peripecia intelectual más estruendosa de los últimos
años",
a la par que indicaba: "En otro lugar espero ocuparme larga­
mente de esta obra", cosa
que finalmente no hizo, pero es nota­
ble la similitud
en la actitud aristocrática en ambos autores, lo
que hizo decir a Gonzalo Fernández de la Mora (11) "el más
(9) Al.AsTAIR HAMILTON, La Jlusir:Jn del fascismo, Luis de Caralt Ed., Barcelona,
1973, pág. 135.
(10) Proemio a la obra, Espasa Calpe, 1923.
(11) GoNZALO FBRNÁNDEZ DB LA MoRA, Razón Espaliola, mayo-junio 1988,
pág. 353,
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EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
intenso eco español de Speng]er se encuentra en Ortega". Cier­
tamente la influencia
de Spengler no seria nunca reconocida por
el filósofo español, pero es manifiesta la similar concepción con­
servadora y elitista
de la historia y de la sociedad, tratándose de
dos autores en donde hay un punto común que lleva a una simi­
lar concepción antropológica: el ateísmo de ambos. Y si alguien
piensa que existe una actitud distinta ante la democracia, debería
desengañarse, pues Ortega es un liberal partidario de una demo­
cracia sumamente restringida, que se encarga de aclarar cons­
tantemente su entusiasmo
por el liberalismo y su desdén por la
democracia.
Tan sólo en una época tan reciente como la nuestra,
y
ya con posterioridad a la segunda guerra mundial, se ha llega­
do a producir la confusión entre ambos conceptos.
3.2. En los movimientos fascistas
Este punto será forzosamente breve, pero Spengler ha sido, y
es en la limitada y evolucionada medida en que los fascismos
perviven,
una cita obligada. No podla ser de otro modo ante el
cúmulo de. argumentos que suministra contra la democracia, el
peligro del mundo europeo y la necesidad de sustitución de los
regúnenes liberales por otros de signo autoritario.
Las citas en los textos de los años treinta son innumerables,
y
aún en nuestra época un libro como Vu de droite (12) publica­
do en 1970, de Alain de Benoist, propulsor en Francia del neo­
fascismo intelectual conocido como Nouvelle Drotte sigue pro­
bando en su recopilación de artículos de diversos autores, que
Spengler sigue siendo un autor leído, aunque tal como al inicio
se indicaba, más mencionado que citado.
Circunscribiéndonos al
caso español, se da la circunstancia
de que el autor pasó a ser sumamente conocido a través de una
cita de José Antonio Primo de Rivera, concretamente incluída en
su "Ca1ta a los militares de España" escrita durante su reclusión
en la Cárcel Modelo de Madrid el 4 de mayo de 1936, en las vís-
(12) ALAIN DE BENOIST, Vu de drolte, Ed. Copernic, París, 1979.
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ANTONIO MAKTfN PUERTA
peras de la guerra civil (13). En ella se dice en el apartado TI, titu­
lado
"El ejército, salvaguarda de lo permanente": "A última hora
-ha dicho Spengler-siempre ha sido un pelotón de soldados
el que
ha salvado la civilización". Parece que ello se debe a que
durante su época final de presidio, los dos libros que leyó fueron
El Conde-Duque de Olivares, de Marañón, y Años decisivos, dos
bestsellers del momento.
Con respecto a esta cita cabe destacar lo siguiente: lo pri­
mero,
que se ha repetido hasta la saciedad durante muchos
años, y lo segundo, y más importante,
que Spengler no dice tex­
tualmente tal cosa
en ningún sitio, sino que se trata de una
interpretación en el tono expresivo habitual de Primo de Rivera.
Lo que el autor dice más aproximado a tal afirmación es lo
siguiente (14): "En el porvenir los ejércitos relevarán a los parti­
dos" y
" ... serán los ejércitos y no los partidos la forma futura de
poder", dentro de
ese arbitrario paralelismo con que juega y que
le permite comparar la época que le tocó vivir con el adveni­
miento de
un poder fuerte en la era augústea tras las guerras
civiles de la república romana.
Lo cierto es que la cita de Primo de Rivera hizo fortuna en la
forma en que él la expresó, siendo común tomarla por auténtica,
lo que deja en evidencia a quienes la utilizan, pues sólo caben
dos interpretaciones: o cuáles han sido sus lecturas durante mu­
chos años, o que tocan de oído.
3,3, En los intelectuales católicos españoles
Que un autor tan contrario al cristianismo alcanzase tal éxito
en los años treinta entre un país católico, evidencia por qué, el
análisis antropológico de un autor es algo tan esencial que no
puede dejarse de lado, tal como habitualmente se hace.
(13) ]OSÉ .ANI'ONIO PRIMO DE RlvERA, Obras, Ed. Almena, Sección Femenina,
Madrid, 1970, pág. 9'l:/.
(14) OswAID SPENGLER, A.nos declslvos, Colección Austral, Madrid, 1962, págs.
179 y 183.
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EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
Raúl Morado, en su texto Orígenes ideológicos del franquis­
mo (15). Recuerda las citas a Spengler en Acción Española por
parte de Vázquez Dodero, Vegas, Ruiz del Castillo y Pedro Sáinz
Rodríguez, éste indicando
que su obra es un "embate definitivo"
contra la democracia.
Es de suponer que don Pedro no reiterarla
tales citas en su época de consejero áulico en Estoril, una vez
convertido
ya en demócrata de casi toda la vida, o de toda, según
Luis Maria Anson.
Como es sabido Acción Española
-una denominación que
no oculta la admiración por la Action Fran,aise de Charles Mau­
rras-se funda en 1931 por Eugenio Vegas Latapie, brillante inte­
lectual católico y monárquico alfonsino,
uno de cuyos funda­
mentos reconoce encontrarse
en las lecturas del periódico El
Siglo Futuro, y sobre quien
no pueden caber dudas acerca de su
ortodoxia religiosa. Veamos cómo se expresa el propio Vegas (16):
"Me entusiasmó la lectura de Años dedsivos, y en el mes de sep­
tiembre publiqué incluso
en Acción Española una recensión en
la que calificaba al libro de "verdaderamente sensacional". Le
cité, asimismo, en otros muchos arlículos, tanto en La Época
como
de Acdón Española. Todos cuantos nos agrupábamos en
torno a la revista utilizamos con frecuencia sus ideas y hasta sus
mismas palabras en escritos y discursos". Por otro lado, al hablar
de Maeztu (17) dice que Spengler era "una de sus grandes admi­
raciones".
Reitera Vegas su admiración por el autor alemán en Acdón
Española, en donde se expresa del siguiente modo (18): "De ver­
daderamente sensacional debemos calificar la obra
que con el
título
de Años decisivos publicó en alemán en julio de 1933
Oswald Spengler, y cuya traducción española acaba
de lanzar
Espasa-Calpe". "Únicamente discrepamos
de Spengler en dos o
tres páginas, en que al rozar te1nas religiosos, se expresa con
alguna injusticia para con la Iglesia católica, expresiones a las que
(15) RAúL MoRooo, Orígenes ideológicos del franquismo, Túcar Ediciones,
Madrid, 1980, págs. 195 y 196.
(16) EUGENIO VEGAS LATAPIE, Memorias polfticas, Planeta, 1983, pág. 218.
(17)
EUGENIO VEGAS L\TAPII!, Memorias políticas, Planeta, 1983, pág. 267.
(18) Euo~o VEGAS LATAPIB, Acddn española, núm. 6o-61, .septiembre 1934.
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ANTONIO MARTÍN PUERTA
el buen critelio de nuestros lectores sabrán dar el debido alcan­
ce, advertidos
de que el autor no es católico". De hecho Juan
Vallet de Goytisolo, amigo y seguidor de Vegas, y cofundador
con él de Verbo, destaca cómo se recoge la obra de Spengler
en Acción Española por lo que tiene de critica a la democra­
cia (19).
Similar postura se encuentra
en José Permartin, primo de José
María Pemán y colaborador
de Acción Española, que afirmaba en
1938 (20): "Ya el gran histoliador en su último portenroso libro
Años decisivos -que (salvo algunas reservas que debemos hacer
como católicos sobre sus opiniones respecto
de la Iglesia) es un
libro admirable, que debiera servir de breviario a todo gran poli­
tico del
ella-tiene un fulgor, un relámpago de esperanza contra
sí mismo, contra su propio pesimismo".
En cuanto a Ramiro de Maeztu, al hablar de las diferencias
entre cultura y civilización indica (21): "Pero lo que vale
en Spen­
gler es la
liqueza de detalles con que mantiene esta metáfora. Sus
comparaciones son tan valiosas, que frecuentemente nos colocan
en situación histólica apropiada para entender y apreciar mani­
festaciones culturales cuyo valor se nos pasaba inadvertido".
Tales entusiasmos
deben ser ambientados en la exaltada
época en que se escribieron los textos citados, y debe en todo
caso destacarse que de Spengler tomaban tales intelectuales cató­
licos
lo que creian resultaba compatible con sus principios reli­
giosos y politicos,
no pasando por alto el carácter anticatólico de
las obras que citaban. No obstante, no deja de manifestarse un
hecho que aquí se desea destacar: que no se analiza el concepto
de persona que subyace en
el autor; Jo que supone una carencia
evidente,
pues las discrepancias con la interpretación católica son
de mucho más que de dos o tres páginas: las discrepancias de
hecho se deberían
haber considerado lo fundamental, y las coin­
cidencias
de detalle.
(19) JUAN V.ALIJIT DE GoYTISOLO, Separata de Anales de la Real Academia de
Ciendas Morales y Polltí.cas, sesión del 22 de enero de 2002.
250
(20) Josti PBMAR11N, Qué es Jo nuevo, Ed. CUitura española, Santander, 1938.
(21) RAMIRO DE MAEzru, ªDefensa del espíritu~ (ABC, 16 de mayo de 1936).
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EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
De sumo interés y acertada sintesis es la critica a Spengler
efectuada
por Manuel Garcia Morente en 1957 (22), que se expre­
sa
de la siguiente manera:
a) Como exposición analítica:
"Se han dado ya desde Hegel hasta Spengler, todos los tipos
de solución, que consisten en sustituir la historia concreta,
particular, por la historia de ciertas unidades genéricas, a
las
q\le se llama razón nniversal, o «espíritu del pueblo•, o
-cultura-".
b) En relación con la clasificación en grandes culturas:
"Si la historia puede reducirse a sistema, dejaría de ser histo­
ria
para convertirse en una como astrononúa o biologia de la
existencia humana. Y el más consecuente y sincero de los
epígonos de Hegel, Osvaldo Spengler, proclama, en efecto,
sin rebozo, que la historia de la humanidad se reduce a una
anatomía y morfología comparada de esos ingentes organis­
mos vivos que él llama culturas".
e) En relación con el reduccionismo:
"Ahora bien; ese empeño de reducir la realidad histórica a
otra realidad
no histórica está a su vez fundado en un princi­
pio filosófico que actúa más o menos explicito en todos los
sistemas derivados
del idealismo cartesiano. El prejuicio a que
me refiero podria llamarse principio de la realidad única.
Consiste
en suponer que todos los objetos que se ofrecen a
la contemplación y estudio del hombre son formas en apa­
riencia. diferentes, pero en el fondo idénticas de una y la
misma realidad''.
d) En relación con la visión organicista:
"La nación es una quasi-persona. La historia nacional es la
biograÍia de la nación, es decir, la narración de la vida de esa
quasi-persona que es la nación".
(22) MANUEL GARciA MoRENTE, Ideas para una filosofía de la historia de
España, Ria!p; Mad,id, 1957, págs. 176, 213, 214, 228 y 230.
251
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ANTONIO MARTÍN PUERTA
e) En relación con las "filosofias de la historia":
"Y es que en la biograiia de la Humanidad, la tercera parte,
la parte que hemos llamado filosófica -la que aspira a com­
pendiar
en un con-eepto o símbolo la totalidad de la vida
.tiarrada-, plantea un problema, que la limitada capacidad
del pensamiento humano
no puede resolver. Declarémoslo
sin rebozo:
la filosofia de la historia universal es imposible.
Sólo Dios sabe
lo que es el hombre".
f) En relación con la actitud nominalista:
"Spengler niega "el supuesto básico de la unidad de la huma­
nidad".
No es muy distinto el sentido de la critica que expresó
Heinrich Rommen (23): "Por otra parte tenemos las filosofias
pesimistas,
por ejemplo las de Spengler. Con relación al ·fin de
la humanidad .. es completamente y decididamente un pesimis­
ta: para él la humanidad es una cantidad zoológica; no ve pro­
greso
en la naturaleza humana, no ve «el fin de la humanidad•.
El hombre es un ave de presa; éticamente defiende la ideología
utilitaria
de los que participan en un status quo siempre transi­
torio. La historia como una ola in·acional que sube y cae sin ide­
ales. La política es sólo la voluntad brutal de una nación que
defiende su poder y su propia forma de existencia por medio
de la guerra, que es la forma permanente de la existencia huma­
na
en el continuo cambio de las culturas y las civilizaciones. El
progreso es una invención. La historia es siempre la historia de
los Estado guerreros. Las consecuencias de una semejante idea
del hombre
en el orden de la filosofia política están perfecta­
mente ilustradas
por la influencia de las ideas de Spengler en la
formación del nacional-socialismo. La historia no es la inma­
nente perfección progresiva del hombre por sí mismo, ni la reve­
lación de la guía providencial de Dios; no tiene sentido, es irra­
cional, eterno retorno, embate sin fin de las olas. No hay ni bue­
nas ni malas fonnas de gobierno, lo mismo que no hay fórmulas
(23) HEINRICH RoMMEN, El estado en el pensamiento católico, Instituto de Estu­
dios Políticos, Madrid, 1956, pág. 106.
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EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
invariables. para juzgarlas. Hay simplemente un objetivo de la
investigación política: el poder". Ello vuelve a evidenciar
que el
punto de vista católico sigue conteniendo los puntos básicos para
la más racional y metódica de las críticas.
Encontramos
en 1958 en un texto de José María Alejandro,
S.J. (24) afirmaciones como que "Spengler plantea el problema
de Europa desde
un punto de vista naturalista y fatalista, sin
admitir más fuerza histórica
que el destino", o que por ignorar
el
papel de la Iglesia "Spengler no puede diagnosticar sobre
Occidente". Aunque la crítica, como
puede verse, es mucho
menos profunda, no le pasa desapercibida al jesuita la actitud
antilatina (que evidencia
unas diferencias de concepción cultu­
ral
de gran calado), al indicar: "Los romanos como civilizados no
tuvieron alma, ni filosofia, ni arte, siendo animales hasta la bru­
talidad, esclavos del éxito material, con una imaginación exclu­
sivamente practicista y utilitaria. Los griegos cultos fueron crea­
dores, tuvieron alma, tuvieron arte y filosoffa propias, elegantes,
sin la brut3:lidad romana, st1periores, sin la itnaginación prag1ná­
tica de los ro1nanos".
Por su parte Teófilo Urdánoz afinna (25) que "los supuestos
filosóficos
de su doctrina se centran en un naturalismo histórico
de corte netamente btologista, que aboca a una interpretación
relativistas",
y que "su visión global de la historia es una cons­
trucción grandiosa
que admira por la riqueza de su erudición y
puntos de vista originales. Son, sin embargo, construcciones en
gran parte arbitrarias, que desfiguran la realidad histórica, la cual
no va regida por esquemas aprióricos ni tiene su explicación en
el simple 1naterialismo biológico". De nuevo una valiosa crítica
sintética del pensa1niento cristiano.
Para confirmar que una seria información intelectual cristiana
evita caer en deslices, acabemos este apartado con una cita de
Gonzalo Fernández de la Mora, de distintos origenes intelec-
(24) José MAR1A ALEJANDRO, S. J., En la hora crepu.scular de Europa, Espasa­
Calpe, S. A., Madrid, 1958, págs. 74, 91 y 97.
(25) ThóPILO URDÁNOZ, Historia de la Filosofía, BAC, tomo VI, Madrid, 1978,
págs. 160 y 163-164.
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ANTONIO MARTÍN PUERTA
cuales, que en un admirativo artículo de 1988 escribía (26): "Son
páginas brillantes, densas y categóricas
que deleitan, interesan y
estimulan;
y en la clave apocalíptica conmueven". Lo que no es
sino de nuevo la 1nanifesta.ción de las influencias orteguianas, tan
profundas en la intelectualidad partidaria de Franco.
4. ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO
4.1. Los antecedentes organicistas y románticos
Desde el punto de vista de la Doctrina Social de la Iglesia se
habla de "concepción orgánica
de la vida social", que significa
que entre el individuo
y el Estado se van generando espontánea­
mente
por parte de la sociedad órganos y cuerpos intermedios
que el Estado
debe respetar por ser una manifestación del dere­
cho natural
de asociación, y que además potencian el desarrollo
social
y son una defensa del individuo contra el autoritarismo del
Estado. Ello
no debe ser confundido con los planteamientos organi­
cistas que surgen
en Alemania frente al individualismo de la Re­
volución Francesa y en el marco del romanticismo, pues el orga­
nicisn10 tiene una fuerte tendencia al planteamiento autoritario y
estatista frente al individualismo liberal.
Gregario
de Yurre, S.J., lo sintetiza de este modo (27): "El ilu­
minismo proclamó la
soberarúa absoluta de la razón individual
sobre todo principio o institución, fundados
en factores superio­
res al individuo, factores
que pueden reducirse a la Revelación y
a la Tradición. En este ambiente se formó un ambiente rebelde,
dispuesto a demoler el antiguo régimen
en su misma base y a
construir
un orden totalmente nuevo. La norma fundamental de
este nuevo orden habla de ser la opinión individual, dirigida por
(26) GONZALO FERNÁNDEZ DE LA MORA, Razdn Española, mayo-junio, 1988,
pág. 339. (27) GREGDRIO nn YURRE, S. J., Totalitarismo y egolatría, Ed. Aguilar, Madrid,
1962, pág. 3.
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EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
los criterios utilitaristas del máximo placer. El motivo de la acción
individual es también el motor del sistema social, puesto que la
sociedad se concibe como
una mera suma de individuos".
"El romántico adopta una postura radicalmente opuesta, anti­
rracionalista o
de desconfianza en las fuerzas de la razón indivi­
dual.
El romántico cree en la naturaleza, cuyo desa1rnllo, estruc­
tura y tendencias
son anteriores y superiores a la razón indivi­
dual; la naturaleza aparece a st1s ojos como un todo intema1nen­
te anitnado por un espíritu o razón superior al individuo; el hom­
bre es partícula de ese ser".
"La histolia es concebida a modo de una segunda naturaleza,
con desarrollo propio, independiente
de las decisiones indivi­
duales y dirigida también
por un espíritu o razón suprapersonal.
Los pueblos y naciones son seres orgánicos con vida propia y las
piezas fundamentales
de la cultura mundial".
El único reparo que cabe objetar a esta excelente síntesis es
que describe perfectamente el modelo alemán, pero .no servirla
totalmente para los modelos románticos de otros países como
Francia o España, ni tampoco para el organicismo nada estatalis­
ta de Burke, lo que en este 1no1nento no vendría al caso.
Afirmaciones como las de Novalis (1772-1801), de que el
Estado es
un ser orgánico vitalizado por el espíritu; de Schlegel
(1772-1829) de que "un Estado forma un todo viviente"; de
Herder (1774-1803) identificando nación y Estado, o las estata­
listas
de Fichte (1762-1814), por no hablar de la visión del Estado
como cuerpo místico de Hegel
(1770-1831) son necesarios ante­
cedentes doctrinales
en la fonnación del Segundo Reich.
Claramente los expresa August Wilhelm Schlegel
(1767-1845)
en sus Lecciones sobre arte y literatura (28) cuando afinna: "La
naturaleza en su totalidad es, ella también, orgánica, pero noso­
tros no lo vemos; es una Inteligencia, como nosotros, y no hace­
mos más que presentirlo".
Todos estos antecedentes, s_obre los que no es necesario
extenderse; son la manifestación de una idea característican1ente
(28) Citado por ANToNI MARf, El entusiasmo y la quietud, Ed. Tu.squets, Bar­
celona, 1998, pág. 123.
255
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ANTONIO MART[N PUERTA
germáruca: el individuo debe someterse a la comurudad, que
tiene una vida anterior y superior a lo individual; si además con­
sideramos
que en aquellos momentos se tr'ataba de dar un fun­
damento a la unificación de
una Alemarua fragmentada, se com­
prende el énfasis
en la argumentación de que lo colectivo es
superior a lo individual. Tales planteamientos tienen finalmente
las dos mismas derivaciones que el pensamiento hegeliano: el
socialista
y el conservador, del que Spengler es una manifestación
autoritaria más, retomando igualmente la exaltación
de la idea de
nación como todo orgánico que jamás debe mezclarse so
pena
de desaparición.
4. 2. Es estatismo prusiano
Spengler no era prusiano, pero sus obras exaltan cons­
tantemente la
concepción prusiana del Estado, planteamiento
de carácter totalizante,
del que la primera victima se1ian los
nuevos países incorporados a Prusia tras las guen-as . napo­
leónicas.
Hasta la época de Napoleón, el concepto prusiano del poder
no era más que la aguda manifestación de la necesidad de super­
vivencia de
un pequeño país sin fronteras naturales cercado por
vecinos poderosos como Rusia, Polonia o Austria. De ese modo,
en lo que entonces era el límite oriental de Europa se fue con­
solidando a base de victorias militares el reino de Prusia. Nada
debe extrañar este sentimiento de supeditación a la
comurudad
cuando ésta se encuentra amenazada de desaparición -Polonia
es un ejemplo reiterado de esta posibilidad-y que tiene un
claro paralelismo en la Grecia clásica: la "polis" era débil y podía
desaparecer ante los persas u otros vecinos
si no se fortalecía
fomentando el sentido comunitario. Esta es la razón de la idea
platónica
de sumisión del individuo a la comunidad, lo rrusmo
que la rigida jerarquia mantenida por los espattiatas, ante el
hecho de su evidente núnorla en relación con la Lacedemonia
que dominaban. Se trata, pues, de un plantearruento defensivo y
receloso ante un mundo hostil.
256
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EL CONCEPTO ANTKOPOLÓG/CO EN OSWALD SPENGLER
Pero las teorías estatistas no aparecen propiamente hasta la
época romántica, especialmente de la mano de Fichte y Hegel.
Fichte ya
habfa publicado en 1808 El Estado comercial cerra­
do,
que es una defensa de la autarquía económica, en donde
indica (29) que "el Estado debería cerrarse completamente a todo
comercio
con países extranjeros y formar un cuerpo comercial
separado,
como realmente ha de formar un cuerpo político y
legal separados" o
"el estado ha de controlar los movimientos de
la población. No permitirá a sus ciudadanos el viajar por el
extranjero solamente
por razones de placer o curiosidad". No
debemos
perder de vista que la servidumbre --con campesinos
no libres transmisibles con el predio-pervivia aún en Prusia
Oriental
en aquella época.
En 1807 escribió
su Maquiavelo, que es una defensa de la
inmoralidad de las actuaciones del Estado en la política interna­
cional,
pero en cualquier caso la obra más influyente (con pos­
terioridad, ciertamente)
de Fichte son los Discursos a la nación
alemana de 1808, de carácter fuertemente estatista, sobre los que
tampoco es preciso entrar por ser de sobra conocidos, y acerca
de los que Gregorio de Yurre dice (30) que "el centro de valora­
ción se
ha desplazado en su pensamientoo del Yo individual al
Yo colectivo nacional, que ahora ocupa el eje de su filosofía".
Finalmente los principios ideológicos
-en el sentido estricto
del
término--de Hegel, considerando al estado como comuru­
dad espiritual, como Idea divina y como fin en sí mismo, además
de
ser un instrumento de darwinismo internacional -es absurdo
hablar
de derecho internacional fundamentado en principios éti­
cos
con la concepción hegeliana del derecho--son otros tantos
antecedentes
que encontramos en la base del pensamiento de
Spengler, que afirma (31): "El poderoso Hegel fue el último cuyo
pensamiento procedía
de la realidad política cuando aún no era
sofocado por la abstracción".
(29) Citado por GRBGORIO DE YuRRE en la obra mepcionada, pág. 45.
(30) Citado por GRBGORIO DB YuRRE en la obra mencionada, pág. 47.
(31) OswALD SPENGLHR, El hombre y la ff!cnica, Colección Austral, Madrid,
1967, pág. 103.
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ANTONIO MARTÍN PUERTA
En cuanto a qué entiende el autor por concepción prusiana
del mundo, lo explica claramente cuando dice (32): "Pero
el esti­
lo prusiano
no exige sólo la primacía de la gran política sobre la
economla, sino su disciplina por un Estado fuerte . . . Prusiana es
la ordenación aristocrática de la vida con arreglo a la categoña
de
la función. Prusiana es, sobre todo, la primacía incondicional
de la política exterior, de la dirección afortunada del Estado en
un mundo de Estados, sobre la política interior, cuya única fun­
ción
es mantener en forma a la nación para aquella tarea ... La
idea prusiana se endereza tanto contra el liberalismo financiero
como contra
el socialismo obrero. Todo orden de masa y de
mayoña, todo lo que es "izquierda" le es sospechoso. Es conser­
vadora y derechista y brota
de los poderes primordiales de la vida
en cuanto tales poderes existen aún en los pueblos nórdicos".
Queda claro, por tanto, que su concepto de ordenación "pru­
siana" implica
la sumisión del individuo a una sociedad jerárqui­
ca y a
un Estado dedicado fundamentalmente a la politica -en­
tendida como combate-exterior. La dignidad de la persona
poca importancia tiene frente al poder, y el único atenuante que
cabe hacer valer es que no deja de ser parte de una tradición y
social de mando y obediencia. Realmente
el conocido slogan
nazi, mil veces repetido en carteles, "Du bist nichts, das Volk ist
alles"
("Tú no eres nada, el pueblo lo es todo") tenia sólidos ante­
cedentes, · lo
que explica pero no disminuye la brutalidad del
1nensaj_e.
4.3. El racismo
Spengler no deja de reiterar conceptos racistas a lo largo de
su obra, si bien de nuevo intenta camuflar su concepto
de raza,
cuando dice (33): "Pero cuando hablamos
aquí de raza no es en
el sentido que hoy está de moda entre los antisemitas de Europa
(32) OswALD SPBNGLl!lt, Años decJ.sivos, Colección Austral, Madrid, 1962, págs.
175, 176 y 177.
(33) OswAID SPENGLBR, Mos decisivos, Colección Austral, Madrid, 1%2, pág. 197.
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EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
y América, esto es, en un sentido darwinista, materialista. La
pureza de raza es un término grotesco ante el hecho de que
desde hace milenios todas las estirpes y las especies se han mez­
clado
.... Lo que importa no es la raza pura, sino la raza fuerte
que integra un pueblo".
Pero
vamos a ver que ese concepto de "raza fuerte" se Jo atri­
buye sólo a los nórdicos (34):
"La frontera sigue aproximada­
mente
en la linea Lyon-Milán. En el Mediodía románico, donde
no se necesita gran cosa para vivir y se trabaja poco, donde no
hay carbón y, por consiguiente, tampoco gran industria, donde
racialmente se piensa y se siente de distinto modo, se desarro­
llaron las tendencias anarquistas y sindicalistas ...
"; O (35) "la raza
celtogerrnánica
es la de más fuerte voluntad que jamás viera el
mundo", a la
que considera en riesgo de desaparición, pues (36)
en Inglaterra "la clase superior de germanos y celtas dominante
desde la época de los normandos está ya totalmente gastada.
La
masa de población primitiva erróneamente llamada celta va ocu­
pando por doquiera la situación dominante" (Es la misma raza a
la
que pertenecen el campesino y el burgeois franceses y la
mayoría de los españoles, después
que también allí se gastó ·en
las guerras y en la emigración el elemento nórdico".
Al tratar de la traslación de los procesos industriales hacia
paises de mano
de obra barata indica (37): "La masa obrera de
las zonas carboníferas nórdicas se
ha hecho superflua. Tal ha sido
la primera gran derrota
de los pueblos blancos frente a la masa
de los pueblos de color de todo el mundo, a la cual pertenecen
los rusos, los españoles del Sur y los italianos del
Sur, Jo mismo
que los negros de la América sajona y los indios de la América
española". Analiza el proceso económico de traslación de empresas fue­
ra del mundo occidental
con cierta exactitud cuando dice (38):
(34) CRwALO SPHNGLl!R, Años decJsivos, Colección Austral, Madrid; 1962, pág. 110.
(35) Qswm, SPENGIER, A/los decJsivos, Colección Austral, Madrid, 1962, pág. 182.
(36) OswAW SPENGIER, A/los decJsivos, Colección Austral, Madrid, 1962, pág. 78.
(37)
ÜSWAW SPENGIER, A/los decJslvos, Colección Austral, Madrid, 1962, pág. 162.
(38)
ÜSWALD SPENGIER, A/los decJsivos, Colección Austral, Madrid, 1962, pág. 156.
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"El pago excesivo del trabajo blanco reposaba también en el
pago insuficiente del trabajo de color", hecho que Je parece de
justicia y peligroso, pues (39):
"La dispersión de la industria occi­
dental está
en marcha desde 1900 .... La huida de los procedi­
mientos técnicos superiores a las regiones de color prosigue sin
tregua, y los salarios de lujo blancos comienzan a ser mera teo­
ría, puel el trabajo ofrecido por ellos no es empleado ya".
Incluso
al tratar el hecho del fascismo italiano indica (40):
"Prescindiendo de
que en un pais meridional, de un estilo de
vida semitropical y una «raza» correspondiente y, ade1nás, con
una industria débil y en consecuencia con un proletariado poco
desarrollado, no puede existir la agudeza nórdica de la oposi­
ción. En Inglaterra,
por ejemplo, no habría podido nacer ni afir­
marse esta clase de fascismo".
Vemos que se trata de planteamientos estrictamente racistas,
que implican una sumisión de las razas inferiores en todos los
órdenes a la raza nórdica, que se encargará de recalcar que sólo
subsiste
en Alemania. El hecho de que no haya prestado atención
-cuando menos en apariencia-al racisn10 "científico", no le
sitúa demasiado lejos de éste, y resulta sumamente claro que de
su concepción racista del
mundo se deriva la supremacía de
Alemania sobre todos los demás países.
4.4.
La exaltación oligál'quica
La visión jerárquica de Spengler influida por Nietzsche dege­
nera
en un concepto manifiestamente oligárquico, tanto social
como
en su visión de la historia de los países. Así dice (41): "Las.
fuerzas motrices del futuro no son otras que las del pasado: la
voluntad del más fuerte, los instintos sanos, la raza, la voluntad
de posesión y de
poderlo, y sobre ellos se ciernen, ineficaces, los
suefios,
que siempre serán suefios: justicia, felicidad y paz".
260
(39) ÜSWAID SPBNGLHR, Años decisivos, Colección Austral, Madrid, 1962, pág. 158.
(
40) OSWAW SPENGLER., Años decisivos, Colección Austral, Madrid, 1962, pág. 170.
(41) ÜSWAID SPENGIBR, Años decJsivos, Colección Austral, Madrid, 1962, pág. 23.
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EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
O cuando afirma ( 42): "Pero la sociedad reposa en la desi­
gualdad
de los hombres. Es un hecho natural. Hay seres vigoro­
sos y débiles, llamados a ser caudillos y totahnente incapaces de
serlo, creadores y estériles, honrados, perezosos, ambiciosos y
conformes". "De toda sociedad caen
al fondo constantemente
elementos degenerados, familias gastadas, miembros decaídos de
altos linajes, fracasados e inferiores
en alma y en cuerpo" .... "Les
une un impreciso sentimiento de venganza por una mala suerte
cualquiera que estropeó su vida, la carencia de todo sentido del
honor y del deber y un ansia desenfrenada de dinero sin trabajo
y derechos sin deberes". Para finalizar: "Una generosidad real
caracteriza esta especie de voluntad de poderío.
Es la antítesis de
la codicia y de la avaricia,
lo mismo que de la prodigalidad y del
afeminado .amor al prójimo".
Afirmaciones
que se sintetizan al afirmar (43) que el futuro
es de "hombres que se sientan nacidos para ser señores y lla­
mados a serlo", o diciendo (44)
que "el derecho humano es
siempre
un derecho del más fuerte, derecho que el más débil
ha de seguir, y este derecho, pensado como permanente entre
tribus, es la paz".
No obstante se encuentran afirmaciones hoy consideradas
oligárquicas, pero que son simplemente aristocráticas o incluso
coherentes con
una visión ordenada de la jerarquía social. Por
ejemplo cuando afinna ( 45)
que "izquierda la agitación ruidosa
en el arroyo y en los limites, el arte de trastornar a la masa urba­
na con palabras fuertes y razones mediocres", o "la superioridad,
el gusto, las buenas maneras y toda clase de categoría interior,
son un delito. Las ideas éticas, religiosas y nacionales, el ma­
trimonio para tener hijos,
son cosas pasadas de moda y reaccio­
narias".
(42) OswALD SPI!NGLER, Aiios decisfvos, Colección Austral, Madrid, 1962, págs.
92, 93 y 99.
C 43) ÜSWALD SPENGLBR, Mos decJsi.vos, Colección Austral, Madrid, 1962, pág. 66.
( 44) ÜSWALD SPENGLER, El hombre y fa técnica, Colección Austral, Madrid,
1%7, pág. 45.
( 45) ÜSWALD SPENGLER, Años decisivos, Colección Austral, Madrid, 1962, pligs,
169 y 97.
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No ·es necesario añadir más citas, pues resultan sobreabun­
dantes en los escritos del autor, pero sí hay una demostración de
que más que aristocrático es nietzscheano, y es el poco afecto
que demuestra
por Platón, sin llegar a los insultos que Nietzsche
prodiga
a· éste en su Genealogía de la moral. En efecto, el comu­
nismo platónico no deja de ser un comunis1no aristocrático, que
podría si acaso haber mencionado, pero no lo hace porque su
maestro dejó bien claro
en tal obra que considera a Platón como
uno de los antecedentes del cristianismo, postura por cierto gene­
ralmente asumida
en la literatura patrlstica.
4.5. La antipatía por el mundo latino
En el apartado anterior acerca del racismo se exponen ya
suficientes citas que evidencian cuál
es el criterio del autor acer­
ca del sur latino. En general
no pasan de ser lugares comunes
característicos de
un sentimiento bastante generalizado en las cul,
turas del Norte europeo, y que se basan fundamentalmente en
una repelente idea de superioridad mezclada con un notable des­
conocimiento de la cultura meridional.
En el caso de Spengler la desvalorización
de la cultura del Sur
es plenamente coherente
con su ideario. Y ello es así porque
además el sur europeo es el origen del humanismo, de la afir­
mación de la idea de una ley natural común a todos los hombres
y del mundo católico, que además de tener afinnaciones espiri­
tuales específicas es heredero de la cultura de Grecia y Roma.
La cultura germánica, trátese de Lutero, de Marx, de Bismarck
o
de Hitler ha simpatizado poco con la latina, que siempre ha
sido considerada como invasora de su mundo. No es otra la pos­
tura de Spengler, que pese a utilizar constantemente las referen­
cias al mundo romano, lo hace básicamente
en apoyo de sus
arbitrarios paralelismos históricos, de los
que espera sacar parti­
do de cara a justificar profecías políticas que le otorgaran un papel
de augur. Pero
en el fondo de su pensamiento es antilatino.
Es igualmente sintomático que su tesis doctoral fuera acerca
de Heráclito, lo que ciertamente evidencia interés por el pensa-
262
Fundaci\363n Speiro

EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
miento griego, pero no por el desarrollo a partir de Platón, que
es el que sirve de base a la cultura latina que pervive y se trans­
mite a través
de la Iglesia.
Que todo se basa en prejuicic,s antilatinos se manifiesta cla0
ramente en frases como la siguiente ( 46): "... la conquista de
Constantinopla por los turcos en 1453 cerró políticamente los
caminos económicos de Asia. Este fue el motivo profundo del
descubrimiento de la ruta marítima de las Indias orientales
por
los portugueses y del descubrimiento de América por los espa­
ñoles, detrás de los cuales estaban las grandes potencias de la
época", para añadir que de lo que se trataba era de "robustecer
el
poder de los Habsburgo en las combinaciones europeas". Afir-
1nación simplemente absurda, pues los Habsburgo, como es sabi­
do nada tuvieron que ver con el descubrimiento ni con las pri-
1neras conquistas.
La misma idea se reitera cuando indica: "CUando con el
descubrimiento
de América comenzó de nuevo en gran estilo
la emigración
de los pueblos nórdicos, detenida mil años antes
en la Europa meridional, y se continuó allende los mares, las
vigorosas estirpes españolas, en su 1nayor parte oriundas del
Norte ... ".
Tal afirmación es muestra de ignorancia pura y simple, una
más de las usuales manifestaciones de la soberbia de cierta gente
del Norte, que tiene fácil réplica: Francisco Pizarro era natural de
Trujillo, Cáceres;
Hemán Cortés, de Medellfn, Badajoz; Núñez de
Balboa,
de Jerez de los Caballeros, Badajoz; Hernando de Soto,
de Barcarrota, Badajoz; Pedro de Valdivia, de Villanueva de la
Serena, Badajoz; Alvar Núñez Cabeza
de Vaca, de Villafranca de
los Barros, Badajoz; Francisco
de Orellana, de Trujillo, y Pedro de
Mendoza, de Guadix, Granada. Todos esos
son los principales
"nórdicos" que participaron
en la conquista tras la que supuesta­
mente estaban las potencias de la época.
(46) ÜSWAW SPENGLER, Años declslvos, Colección Austral, Madrid, 1962,
pág. 53.
263
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ANTONIO MARTÍN PUERTA
4.6. La critica a la ley natural
Entendiendo ley natural como aquel conjunto de principios
universales y permanentes captables
por la razón y fundamenta­
dos
en la naturaleza del hombre, es evidente a tenor de lo
expuesto que cualquier pensador
que se base en premisas como
las
que subyacen en las te01ias de Spengler, no puede encon­
trarse sino
en oposición a la idea de que la ley natural exista.
En primer lugar porque (como veremos al tratar la cuestión
del nominalismo) cualquier idea
de principios universales le es
profundamente ajena, dado que ni siquiera cree en la unidad del
género humano. Por otra parte,
el concepto de ley natural, que
es anterior
al cristianismo, y que Platón, Aristóteles o Cicerón
desarrollan, forma parte o
bien del pensamiento griego posterior
a Sócrates o de la cultura latina
por la que el autor manifiesta
bien
poco afecto. No cabe confundirse el interés que le produce
la evolución del mundo clásico
por lo que tiene de modelo his­
tórico que le resulta de utilidad, 'con la proximidad a las ideas
que esa cultura genera.
Nada más alejado del· pensamiento
de Spengler que las si­
guientes afirmaciones que Cicerón
. escribe en su texto Sobre la
República (Libro m, 22, 23):
264
"La verdadera ley es una recta razón, conforme a la natura­
leza, extendida a todos los hombres; constante, perdurable, que
impulsa
con sus preceptos a cumplir el deber, y aparta del mal
con sus prohibiciones; pero que, aunque no inútilmente ordena
o
prohibe algo a los buenos, no conmueve a los malos con sus
preceptos o prohibiciones.
Tal ley, no es lícito suprimirla, ni
derogarla parcialmente, ni abrogarla por entero, ni podemos que­
dar exentos
de ella por voluntad del senado o del pueblo, ni
debe buscarse un Sexto Elio que la explique como intérprete, ni
puede ser distinta en Roma y en Atenas, hoy y mañana, sino que
habrá siempre una misma
ley para todos los pueblos y momen­
tos, perdurable e inmutable; y habrá un único dios como maes­
tro y jefe común de todos, autor de tal ley, juez y legislador, al
que, si alguien desobedece huirá
de si mismo y sufrirá las máxi­
mas penas por el hecho mlsmo de haber despreciado la natura-
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EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
leza humana, por más que ·consiga escapar de los que se consi­
deran castigos".
En todo caso nominalismo y desconfianza hacia la razón van
profundamente unidos, lo mismo
que la utilización del plantea­
miento formalmente nominalista como justificación del rechazo a
la cultura del
Sur.
Es innecesario extenderse en desarrollar este punto, que ya
queda manifiestamente fundamentado con las citas expuestas an­
teriormente, pero sf es necesario en cualquier caso recalcar que
se trata de uno de los aspectos esenciales de su pensmiento.
4. 7. La negación de la razón clásica
La razón clásica se basa en una serie de planteamientos que
poco a poco se van quebrando a partir de la Ilustración hasta lle­
garse a producir la gran crisis, ética y
estética Oo que no es ca­
sual)
en que vive hoy nuestra sociedad.
Asi es esencial en el pensamiento griego el descubrimiento
de la razón universal
(Jogos) que debe ser la ley que rige la vida
de los hombres y de las sociedades; o la busca de la belleza y
una armonía superior de la que debe participar el hombre; o la
idea de comunidad relacionada con los derechos del individuo,
pues frente -a la polis hay unas obligaciones, pero también unos
derechos; o la idea de limitación del hombre y de la razón: "No
te equivocarás
si comparas esa subida al mundo de arriba y la
contemplación de las cosas
que en él hay, con la ascensión del
ahna hasta la región de lo inteligible. Este es
mi pensamiento que
tanto deseabas escuchar. Sólo Dios sabe si está conforme con la
realidad... Pero seguiré dándotelo a conocer: lo último
que se
percibe, aunque ya dificilmente, en el mundo inteligible es la
idea del bien ...
" (PLATÓN, La República, Libro VII, III b).
Todos estos planteamientos
son ajenos a Spengler, que pese
a atacar el racionalis1no, es un consumado racionalista moderno,
es decir, que otorga a sus deducciones un valor absoluto, sin
pararse a pensar si deben someterse a principios superiores. No
debe engañar su crítica al racionalismo, que, por otra parte, tam-
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ANTONIO MARTÍN PUERTA
bién se da en los racionalistas del siglo xvm, a los cuales alude
Spengler cuando efectúa
una critica de lo que él entiende por tal
corriente. Pero todo ello no es más que una pantalla.
El autor manifiesta sus criterios cuando afirma (47): "La filo­
sofía antigua había agotado ya sus bases hacia 250 antes de Jesu­
cristo . . . En la
época de Sócrates era el racionalismo la religión
de los cultos". Esta última afirmación
es desde luego correcta,
correspondiéndose
con la época de los sofistas y del teatro de
Euripides, pero la primera es,
por supuesto, falsa. Ciertamente las
grandes figuras
de la filosofía ya no surgen en el mundo clásico,
pero el último gran personaje es Plotino, de finales del siglo m de
nt1estra era, personaje que efectivamente supone la clausura de
la filosofía pagana y su sustitución por la cristiana, a la que el
autor no parece reconocer co1no parte de la cultura.
Todo ello es perfectamente coherente, por otra parte, con la
aversión de Spengler al platonismo
en cualquiera de sus formas,
Jo que está dentro de la lógica nietzscheana, tal · como habíamos
visto
en el punto 4.4.
La realidad es que Spengler pertenece a ese tipo de gentes
que a
partir del siglo XlX, por antipatía hacia lo cristiano, "se vuel­
ven" presocráticos buscando una supuesta autenticidad de la filo­
sofía, lo
que dicho de otro modo significa el rechazo de cualquier
autor que pueda entenderse co1no conducente al cristianísmo. Y
debe quedar bien claro que el rechazo a la Iglesia católica signi­
fica también el rechazo a
la filosofía clásica, que es, junto con la
religión judía, el segundo
de sus antecedentes, tal como ha mani­
festado claramente el cardenal Ratzinger.
4.8.
El anticristianismo
Spengler es un autor que manifiesta una constante oposición
a todo lo que el cristianismo significa,
y es una interpretación
incorrecta la
que tan sólo le atribuye una postura opuesta a la
(47) OswALD SPENGLER, La decadenda de Occidente, Espasa-Calpe, Madrid,
1%6, tomo II, pág. 363.
266
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EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
Iglesia católica, tal como habíamos visto en el caso de Eugenio
Vegas. Es cierto que a veces manifiesta reconocimiento a actitu­
des como la de León XIII, pero no es más que el aprecio hacia
lo que
él considera un ejercicio inteligente de poder en línea con­
servadora.
Asf es cuando afirma (48): "Ha pasado ya mucho tiem­
po desde que la visión politica mundial de León XIII hizo escue­
la, y el clero alemán fue regido
por un verdadero prfncipe de la
Iglesia, como el cardenal Kopp. Por entonces la Iglesia tenía
conciencia de ser
un poder conservador y sabía muy bien que su
destino estaba ligado al de los restantes poderes conservadores,
al
de la autoridad del Estado, la monarquía, el orden social y la
propiedad;
que en la lucha de clases no tenía más remedio que
estar a la ·derecha• y contra los poderes liberales y socialistas, y
que precisamente de ello dependía para ella toda posibilidad de
sobrevivir como poder a la época revolucionaria", pero todo ello
ha cambiado y ahora "los elementos plebeyos de la clase sacer­
dotal tiranizan
con su actividad a la Iglesia hasta en sus más altas
esferas, y
éstas tienen que guardar silencio para no descubrir ante
el mundo su impotencia", para añadir
que "la plebe del estado
sacerdotal, severamente enfrenada en ti.e1npos, reina hoy con su
pensar proletario sobre la parte valiosa del clero, que considera
más importante el alma de los hombres
que su voto".
En todo caso no se recata en exponer su concepto antropo­
lógico cuando dice ( 49) que "la vida del individuo no es impor­
tante para nadie más
que para él mismo" y que "el hombre es un
animal de presa", o "la historia de los hombres es la historia de
las guerras''..
Más brutal aún es en los siguientes textos (50): "El hombre
es un animal de rapiña. Finos pensadores como Montaigne y
Nietzsche, lo han sabido siempre". "La desesperación de los fra­
casados reformadores, y las reprimendas de los irritados sacer-
( 48) OswALD SPENGLER, Atlas deci.sivos, Colección Austral, Madrid, 1962, págs.
122 y 123.
( 49) OswAW SPBNGLER, Años decisivos, Colección Austral, Madrid, 1962, págs.
33, 34 y 26.
(50) OswALD SPBNGLER, El hombre y la técnica, Colección Austral, Madrid,
1967, págs. 19 y 20.
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ANTONIO MART[N PUERTA
dotes, siempre se han guardado m11cho de ocultarlo o de negar­
lo", o "El animal de rapiña es la fonna suprema de la vida move­
diza. Significa el máximo de libertad con respecto a otros y para
si misma ... ", "Al tipo humano confiérele un alto rango el ser un
animal de rapiña".
Pero no se trata sólo de una visión antropológica opuesta,
sino de una manifiesta antipatia hacia lo que el cristianismo
supone como visión cultural
(51): "Todos los sistemas comunis­
tas de Occidente han brotado de hecho del pensamiento cristia­
no teológico: La Utopía de Tomás Moro, la Ciudad del Sol del
dominico Campanella, las
teorias de los discípulos de Lutero,
Karlstadt y Tomás Münzer, y el socialismo de estado
de Fichte.
Todos los ideales del futuro soñados y descritos
por Fourier,
Saint-Simon, Owen, Marx y cien otros tienen su origen sin que
sus autores
lo supieran, ni mucho menos lo quisieran, en una
indignación sa-cerdotal y moral y en la opinión pública sobre las
cuestiones sociales ¡Cuánto del Derecho natural y del concepto
del Estado de Tomás de Aquino hay todavía
en Adam Smitb. y,
por lo tanto --con signo contrario-en el Manifiesto Comunista!".
Vistas las afirmaciones expuestas,
no parece que deban que­
dar demasiadas dudas acerca del carácter de la obra de Spengler,
que adopta una posición opuesta
al cristianismo en cuanto éste
significa.
5. EL CAMUFLAJE DEL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO:
MÁS NmTZSCIII! QUE GoETHE
Averiguar el concepto antropológico que se encierra en un
autor, aun siendo imprescindible, no resulta siempre fácil, pues
no es habitual que un autor manifieste abiertamente su desdén
hacia las personas o su desprecio hacia elementos constitutivos
de la dignidad del hombre. Spengler
en este sentido no se priva,
tal co1no hemos visto, de manifestar su brutal visión nietzschea-
(51) ÜSWill) Sl'ENGLER, Aila, decJsiva,, Colección Austral, Madrid, 1%2, pág. 123.
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EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
na acerca del hombre y de la historia, pero igualmente intenta
dignificar tal presentación
con apariencias más aceptables inte­
lectualmente. En el prólogo del tomo I
de la Decadencia de Occidente nos
indica: "Para terminar,
no puedo por menos de citar de nuevo los
nombres
de los dos espíritus a quienes debo casi todo: Goethe y
Nietzsche", y de hecho el libro se inicia con la siguiente cita de
Goethe:
cuando en el infihito lo idéntico
A compás eterno fluye
La bóveda de mil claves
Las encaja con fuerza unas en otras.
Brota a torrentes de todas las cosas la alegría de vivir
De la estrella más pequeña como de la más grande
Y
todo afán, toda porf'ia
Es paz eterna en el seno de Dios Nuestro Señor.
De hecho indica en el tomo I de la obra "La filosofía de este
libro la debo a la filosofia
de Goethe, tan desconocida, y sólo en
mucha menor cuantía a la filosofía de Nietzsche", para añadir:
"En las siguientes palabras no quisiera ver cambiada ni una tilde:
La divinidad es activa en Jo viviente, no en Jo muerto; está en Jo
que deviene y se transforma, no en Jo ya produddo y petri/1cado.
Por
eso la razón, en su tendencia a Jo divino, se aplica a Jo que
vive;
el entendimiento se aplica a Jo producido, petril1cado, para
utilizarlo.
(Eckermann) En estas palabras se encierra toda mi filo­
sofía" (52).
Vamos a ver que todo ello
no es más que una mera aparien­
cia,
pues tiene bastante poco de Goethe y cada vez más de
Nietzsche. Como el pensamiento de este último es sobradamen­
te conocido, nada mejor que acudir a las "Conversaciones con
Eckerrnann" (53), en donde Goethe, el gran humanista alemán,
(52) OswAW SPBNGLER, la decadencia de Occidente, Espasa-Calpe, Madrid,
1966, pág. 83.
(53) JOHANN WoLFGANG GOBTI-IE, Obras completas IL Conversaciones con
Eckermann, Aguilar, Madrid, 1968.
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ANTONIO MARTIN PUERTA
de forma privada y distendida manifiesta el trasfondo de su pen­
sa1niento.
15 de octubre de 1826 "No se puede negar que ( von Platen)
posee algunas cualidades excelentes; pero Je falta amor. No
ama ni a sus lectores, ni a los demás poetas, ni siquiera a sí
mismo; de suerte que se les pueden aplicar de lleno las pala­
bras del ApóstoL "Si yo habla,e lenguas humanas y angélicas
y no tengo caridad, vengo a ser metal que resuena o címba­
lo que retiñe".
4 de febrero de 1829: "La religión cristiana es en sí misma una
idea grandiosa, hacia la que la doliente y vencida Humanidad
ha pugna~o de vez en cuando por elevarse; y por haber de
considerarla así es por lo que es algo que viene a estar por
encima de toda ftlosof'ta y no ha menester de su apoyo".
25 de mayo de 1831, "Si Dios no impulsara al pobre pajarillo
con un amor tan incontenible hacia ~us pequeños y no h.icie­
.se lo mismo con todos los seres vivos de la naruraleza, este
mundo
no podría subsistir. De alú que la fuerza divina esté
extendida por todas partes
y el amor eterno en todo lugar se
muestre activo".
Úiüma cita de 1832, " ... lo bueno, lo noble y lo bello ... no
están confinados en ninguna provincia ni país determmados
y que hay que coger allí donde se las encuentre".
Y finalmente una cita que le cuadra perfectamente a Spengler,
Miércoles 14 de abril de 1824, "Al estilo de los alemanes le
perjudica la especulación filosófica, que lo vuelve incom­
prensible, complicado
y pre,5untuoso".
Como es fácilmente comprobable, el respeto al cristianismo
de Goethe
no tiene nada que ver con el nietzscheanismo spen­
gleriano; es más, precisamente por estos sentimientos, Goethe
manifiesta ver la mano de Dios en todo el transcurrir del mundo,
lo
que para nada se asemeja a la visión atea y pesimista de
Spengler, 'que citando a quien representa la cumbre de la cultura
alemana intenta ocultar, como es común en muchos autores, sen­
timientos mucho más primitivos y pocos confesables.
'ITO
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EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
Con respecto a uno de los más caracteñsticos términos de
Spengler,
el de "faústico" debe efectuarse una aclaración: aunque
habitualmente se suele tomar como derivado del principal per­
sonaje de Goethe, el Doctor Fausto, y significando el ansia del
infinito y de la acción, el autor lo utiliza
en un doble sentido, que
suele escapar al lector, el hombre 'faústico" no es sólo el que
actúa con tales premisas, sino el que hace uso de lo que en ale­
mán se denomina faustrecht, o sea, literalmente "el derecho del
puño", equivalente a la ley del
más fuerte, lo que sin duda es
muy nietzscheano, pero jamás podrá encontrarse
en Goethe se­
mejante exaltación de la brutalidad.
6. LAs CAUSAS DE IA IMPOSIBLE CERTEZA. ANAlÍTICA
6.1. Introducción
Hasta
el momento hemos visto el trasfondo antropológico del
pensamiento de Spengler.
Lo que vamos a ver ahora es que ade­
más este concepto antropológico encierra elementos
que invali­
dan cualquier posibilidad de análisis correcto de las situaciones
históricas. En época de Spengler, personaje
que además espera­
ba ganar plaza de profeta,
ya se pudo comprobar cómo nunca
acertaba
en sus pronósticos a corto plazo, lo que nada tiene de
extraño, tratándose de
un personaje tan visceral y reconcomido
por sus ansias de destrucción inmediata del régimen de Weimar,
pero se le reconocía una gran capacidad de predicción a largo
plazo, dando
por inevitables sus predicciones. Ello, desde luego,
es más un acto de fe que ninguna otra cosa, y se trata de una opi­
nión basada
en el arbitrario paralelismo que Spengler establece
entre nuestra
época y el momento de la historia de Roma que en
su opinión mejor se ajusta a sus gustos. Todo ello dentro de un
tono de dictamen profético muy similar al marxista, del que cual­
quiera
que analice los datos históricos debe librarse para no caer
en los errores que caracterizan a todo tipo de manipuladores de
la historia.
271
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ANTONIO MARTÍN PUERTA
Lo que ahora vamos a ver es cómo sus planteamientos inclu­
yen aspectos
que hacen imposible cualquier certeza en el análi­
sis y mucho más
aún en las predicciones.
6. 2. El ittacionalismo
La mayoña de los planteamientos del mundo moderno sur­
gen sin duda ninguna de la Ilustración, y ello ha supuesto una
fuerte oposición entre .tales planteamientos y los provenientes del
mundo cristiano, siempre y cuando, claro está, ese cristianismo
sea coherente con sus oñgenes y fi.mdamentos. Por ello el térmi­
no racionalismo engloba un conjunto de supuestos y de autores
que se encuentran al margen de la cultura cristiana tradicional y
en oposición a ésta.
No obstante, si reflexionamos sobre ello, el término raciona­
lismo es de los pocos que, procediendo de la Ilustración o de su
entorno, tienen una cierta connotación negativa, y ello no se
debe precisamente a la aitica cristiana, tan rechazada por el
mundo actual, sino a
que pensadores al margen del cristianismo
han vertido críticas hacia los racionalistas, así por ejemplo Burke
cuando critica el racionalismo de
la declaración francesa de los
derechos del hombre y del ciudadano
de 1789, o los anterior­
mente mencionados románticos y organicistas alemanes.
El término "racionalista" no es de los que disfrutan de mayor
prestigio, pues incluso los más estrictos racionalistas anglosajones
del siglo
XVllI lo critican, si bien en ello hay una notable confu­
sión: para el racionalismo anglosajón del siglo
XVIII, "racionalista"
significa aristotélico, tomista o bien cartesiano,
por lo que no hay
que dejarse confundir por los términos, pues nada más raciona­
lista estrictamente hablando
que el pensamiento anglosajón de la
época,
que afectando desconfianza hacia la razón exige la creen­
cia do~tica en afirmaciones provenientes de sus razonamien­
tos, si bien se trata de afirmaciones mutables en el tiempo, aun­
que no por ello menos exigibles durante su periodo de vigencia.
Lo cierto es que cobijado tras el concepto "antirracionalista"
a¡)arece un conjunto de proposiciones completamente incon1pa-
Z/2
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EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
tibies entre si, siendo una de ellas la menos presentable de todas:
el irracionalismo. Y lo que sucede con el irracionalista Spengler
es
que resulta tan enemigo de la razón clásica como del raciona­
lismo, como igualmente es ajeno
al humanismo, lo que está en
plena coherencia con su nominalismo, tal como luego veremos.
Tal como indica Joseph Vogt (54) Spengler toma "la decisión
a favor de· la intuición
y en contra del análisis' y describe "su
concepción de la realidad como un rio dinámico que no puede
ser comprendido lógicamente, sino que ha de ser captado por la
sensibilidad'.
En efecto Spengler manifiesta
un claro rechazo a la lógica de
las ciencias cuando afirma (55)
que "el mundo considerado como
conexiones causales aparece tardía
y raramente, sólo en el inte­
lecto enérgico de las culturas superiores, como una adquisición
más firme, pero,
en cierto modo, más artificial'.
En la misma obra dice claramente (56): "Racionalismo signi­
fica
la fe solamente en los resultados de la intelección critica, esto
es,
en el "entendimiento". Si en la primera época se formuló el
credo quia absurdum, es porque esta afirmación contenia la cer­
tidumbre de que lo inteligible
y lo ininteligible, juntas, forman el
mundo, la naturaleza
que pintó Giotto y en la que los místicos se
sumian, el universo,
en que el entendimiento no penetra sino
hasta donde los permite Dios", aprovechando de paso para ata­
car el aristotelismo como racionalista
al afirmar que en adelante
"Sólo para los incultos es indispensable la vieja religión, piensa
Aristóteles". Por ello critica al materialismo
porque (57) prescin­
de
"de todo lo que sea vida e intuición".
La última afirmación es la manifestación de lo que criticaba
Vogt, y lo que hace tan dificilmente asumibles las tesis spengle-
(54) JosEPH Voor, El coricepto de la historia de Ranke a Toynbee, Ed. Guada­
rrama, Madrid, 1974, pág. 76.
(55) OswALD SPENGLER, la decadencia de Ocddente, Espasa-Calpe, Madrid,
1966, pág. 163.
(56) O'SWALD SPBNGLER, La decadencia de Occidente, Espasa-Calpe, Madrid,
1966, pág. 356.
(57) OswALD SPENGLER, La decadencia de Occidente, Espasa-Calpe, Madrid,
1966, pág. 360.
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ANTONIO MART[N PUERTA
rianas en el mundo universitario. Ello no difiere mucho en la prác­
tica de la postura marxista, salvo en que ésta se declara "científi­
ca", pero reconocer abiertamente la inruidón como base principal
de una visión prospectiva,
no deja de ser algo que metodológica­
mente resulta
dificil de asumir, máxime cuando uno se decanta por
considerar que la parte no racionahnente explicada del universo es
determinante para la construcción de una ciencia como la historia.
Por eJlo, pese a su notable éxito de ventas, Spengler nunca
acabó de alcanzar el reconocimiento que buscaba, lo mismo como
analista
que como profeta, y que abiertamente confiesa (58): "La
magna obra del historiador es comprender los hechos de su tiem­
po y, partiendo de eJlos, presentir, interpretar y diseñar el futuro".
6.3. La idea de destino y de libertad
La idea de que el hombre es libre para actuar es una aporta­
ción del
cristiatúsmo, que tras siglos de pugna con el paganismo
concluye con
la célebre afirmación de San Agustín, que en la
Ciudad de Dios (XII, 20,4) afirma: "Desechemos, pues, los famo­
sos periodos circulares
que necesariamente Jlevarian al alma a sus
miserias de siempre", haciendo referencia a los animarum cir­
culas de Porfirio, "una serie eterna e insuperable de cosas, una
cadena que está dando vueltas en sí mis1na ''i pensamiento éste
muy arraigado en el mundo grecorromano del que hay numero­
sas citas
en buena parte de los autores clásicos.
Años decisivos se abre con la siguiente cita wagnetiana:
"Sujetas a los destinos del mundo tejen las normas. Nada
pueden
cambiar ni mudar". No son infrecuentes las matúfestaciones de
determinismo, como (59) "la lógica del sino ... tige en el devenir
cósmico", lo que hace
matúfestar al autor con insoportable su­
ficiencia (60): "He señalado
una y otra vez lo que ha de suceder
porque sucederá".
(58) OswM.D SPENGLBR, Años decisivos, Colección Austral, Madrid, 1962, pág. 12.
(59) OswALD SPENGLRR, La decadencia de Occidente, Espasa-Calpe, Madrid,
1966, pág. 190.
(60) ÜSWALD SPENGLER, Años decJsJvos, Colección Austral, Madrid, 1962, pág. 15.
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EL CONCEPTO ANTROPOLOG/CO EN OSWALD SPENGLER
Por supuesto puede caber todo tipo de dudas acerca de si
una postura "antigua" en cuanto a la no a·eencia en la libertad de
actuación del hombre era verdaderamente sentida
por el deudor,
o si se trataba de
una simple coartada para convencer de lo ine­
xorable de sus predicciones.
Lo cierto es que toda la elaboración
de
Spengler se basa en construir líneas de desarrollo de las cul­
turas, recreando los mismos
antmanim circulas de Porfirio, apli­
cados
en especial al ámbito de la occidental, afiadiendo las lí­
neas proféticas de desarrollo futuro.
Las detalladas y tabuladas descripciones paralelas de las res­
pectivas evoluciones de las diversas culturas producen cierta­
mente una impresión de predestinación en cuanto a los aconte­
cimientos a esperar del futuro que son, lógicamente, los que más
le convienen.
Así, al hablar de la cultura occidental, la fase si­
guiente se describe como: "Formación del cesarismo.
La polftica
de violencia vence al dinero.
Las formas polfticas van tomando
un carácter cada vez más primitivo, Las naciones se convierten en
una población informe, que se reúne en un imperio cada vez más
primitivo y despótico". Y
ya, finahnente, nada menos que a par­
tir del afio 2200, se permite pronosticar la época del caudillaje
junto a la vuelta al primitivismo, y para justificar estas afirmacio­
nes se basa
en el momento que oscila entre la dictadura de Sila
y la
época augústea, que es el que juzga más similar al nuestro.
Desde
un punto de vista metodológico, la vieja idea del eter­
no retomo, tan cara a Nietzsche, expresada en frase vulgar como
que "la historia se repite", no tiene base posible. Una cosa es que
ciertas evoluciones del pensamiento o de las actitudes guarden
similitud, incluso muy notable, y otra que
no quepa esperar salvo
una reiteración de los acontecimientos a los cuales estariamos
forzosamente encadenados.
Evidentemente no se le ocurre al autor pronosticar una derro­
ta brutal de Alemania, sino todo lo contrario, un papel central
para su
país, argumento que reitera machaconamente. Bien mira­
do, tampoco a Marx se le ocurre pronosticar el demunbe del
régimen comunista, sino el triunfo mundial de la revolución, a la
que hay que unirse
con fe religiosa o aceptarla como inevitable.
Pero ambos son casos de manipuladores, cada uno basando su
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ANTONIO MARTIN PUERTA
obra en un fárrago de datos que busca apabullar al lector y
sumergirle
en una idea de predestinación referida a lo que el
autor desea.
Lo que resulta inconcebible es que tales sistemas proféticos
con pretensiones de base
cient!fica hayan podido disfrutar del
reconocimiento intelectual
que llegaron a tener, cuando en reali­
dad no son más que hábiles sistemas de interesada propaganda
que los hechos se han encargado de refutar.
6.4. El nominalismo
Cuando de la orden del "hermano sol" y el "hermano lobo"
surgió el · "hermano Ockham"
con su destructiva afirmación de
que los universales
no son más que nombres vacíos creados por
una razón hacia la que sentfa la mayor desconfianza, se inició el
proceso de demolición que es caracteristico del nominalismo.
Ya
no habrá conceptos universales, ni acerca del hombre ni de la ley
natural, y se estará sentando
la base del mundo moderno.
Spengler participa plenamente del nominalismo vigente,
que
matúfiesta en su clasificación de las culturas y en su rechazo a la
razón y a los principios universales. En efecto, la clasificación de
las culturas fabricada por él es un conjunto de compartimentos
estancos que carecen de relación entre sí y
que no pueden ni
comprenderse 1nutuamente ni relacionarse salvo para combatirse
y tratar de imponerse unas a otras.
Todo ello
es perfectamente coherente con la negación del
hombre como concepto universal, pues tal como dice Vogt (61):
"La idea de una lústoria continuada de la humanidad es califica­
da
por Spengler de concepción completamente trivial, ya que la
humanidad no existe". Por ello añade Vogt: "Realmente funesto
es el relativismo
que se deriva de considerar las culturas como
fenómenos naturales aislados.
Se abandona la noción de verdad
y se renuncia a la fundamentación filosófica de la ética.
En
(61) JosEPH VoGT, El concepto de la historia de Ranke a Toynbee, Ed. Guada­
rnuna, Madrid, 1974, págs. 78, 100 y 91.
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EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
Spengler cada cultura tiene su propia ciencia y su propia moral",
por lo que atañe que "De ahí que toda cultura haya de ser toma­
da e interpretada
en sí misma: no hay continuidad en la historia
universal".
No es de extrañar la falta de aceptación que supuso tal plan­
teamiento
en el mundo universitario, pues como indica el mismo
Vogt (62),
"La concepción meramente biológica de las culturas
suscita el desacuerdo", ya
que "estas culturas ... seres vivos de
alta categoria; crecen
en una sublime falta de finalidad, como las
flores del campo. Pertenecen a la naturaleza viva de Goethe,
no
a la 1nuerta de Newton". De acuerdo con esta concepción pura­
mente biológica de la cultura, se proclama la naturalidad del alma
de la cultura como superior a todo pensamiento".
Todo ello
no es sino consecuencia del planteamiento nomi­
nalista,
que en su rechazo a los planteamientos universales y a la
razón deja vía libre a todo tipo de arbitrariedades metodológicas,
incluido el más exagerado subjetivismo, o la intuición como sis­
tema.
Spengler no deja de manifestar, además, su criterio en afir­
maciones como (63) "nada
es aquí perdurable, nada universal", o
"la validez universal es siempre
una conclusión falsa que verifi­
camos extendiendo a los demás lo que sólo para nosotros vale"
y "no hay verdades eternas. Toda filosofia
es expresión de su
tiempo y sólo de él", lo
que deja bien explicitado su pensamien­
to relativista y nominalista.
Por otra parte, manifiesta abiertamente su admiración
por el
nominalismo, otorgando a
su creador el más alto calificativo del
pensamiento spengleriano,
el de "fáustico", cuando dice (64): "Los
primeros pensadores fáusticos como Duns Scotto y Occam, ven
en la conciencia dinámica una lucha entre las dos fuerzas del yo,
la voluntad y el entendimiento", con lo que se produce la para él
(62) JosEPH VOGT, El concepto de la historia de Ranke a Toynbee, Ed. Guada­
rrama, Madrid, 1974, págs. 87 y 81.
(63) OswAID SPENGLER, La decadencia de Occidente, Espasa-Calpe, Madrid,
1966, págs. 51 y 53.
(64) OswAID SPENGLER, La decadencia de Occidente, tomo, 11, Espasa-Calpe,
Madrid, 1966, pág. 284.
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ANTONIO MARTÍN PUERTA
feliz conclusión de que "Así queda cambiada la posición del pro­
blema de San Agustín".
Es curiosa, no obstante, la naturalidad con que nuestra épo­
ca adopta los criterios no1ninalistas, como puede verse en esta
exposición, aséptica
y nada critica, por otra parte, de Gusta­
vo Bueno (65): "Probablemente la modulación más radical de
esta concepción culturalista
de las ciencias la encontramos en
Oswald Spengler. Su radicalismo podria ser derivado del trata­
miento
que Spengler dio a la idea de Cultura en cuanto •clase
distributiva de culturas•, es decir, de esferas culturales concebi­
das como •super-organismos• mutuamente independientes
(en
cuanto a la materialidad de sus contenidos), sin perjuicio de los
rigurosos·paralelismos
que habría que establecer entre ellos. Las
ciencias serán órganos característicos de cada una de las cultu­
ras y, por tanto, sólo podrían ser entendidas en el contexto de
la cultura determinada a la
que pertenecen, como ocurre tam­
bién con la música, la pintura, la literatura o la religión. Así
como no existe una «música pura», común a todos los hombres,
sino música
ale1nana, música árabe o música bantú, así tampo­
co existiría «ciencia natural purá» que pudiera ser considerada
como contenido •común a todos los pueblos•: hay matemática
griega, matemática árabe o matemática fáustica,
pero no mate­
mática pura".
No hace falta insistir mucho más para dejar en claro la posi­
ción nominalista de Spengler, como también parece evidente
concluir diciendo
que con una visión que rechaza los plantea­
mientos universales
es difícil concebir un sistema verdaderamen­
te explicativo de la realidad de las cosas y de la historia.
En todo
caso el autor cae finalmente
en la errónea conclusión interesada
de todos .los nominalistas: no reconocen principios universales
para su análisis, pero sí exigen un reconocimiento y una aplica­
ción universales para sus conclusiones.
(65) GUSTAVO BUENO, La funcidn actual de la ciencia, Conferencia en la Uni­
versidad de Las Palmas el 28 de enero de 1995. Servicio de Publicaciones de la
Universidad.
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EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
6.5. El pesimismo
Spengler manifiesta a lo largo de rodos sus escriros una acti­
tud profundamente negativa en cuanto a las expectativas de
desarrollo
de la única civilización que le interesa, la occidental.
Realmente adopta
la actitud de pájaro de mal agüero desde el ini­
cio, lo que no deja de ser sintomático cuando se tiene en cuen­
ta
que empezó con el bosquejo de su obra más conocida ya antes
de la Primera Guerra Mundial, cuando el Segundo Reich se en­
contraba en su momento cumbre.
Según el autor, el destino de la cultura es pasar el estado de
"civilización",
pero (66) "todas las grandes culturas son otras
tantas derrotas", lo que resulta inevitable, ya
que (67) "civiliza­
ción
es el extremo y más artificioso estado a que puede llegar
una especie superior de hombres. Es un remate; subsigue a la
acción creadora ... Es un final irrevocable".
Y a medida
que pasa el tiempo acentúa su pesimismo, tal vez
influido
por la situación de su país, cuando dice (68): "hemos
nacido
en este tiempo y debemos recorrer violentamente el cami­
no hasta el final. No hay otro. Es nuestro deber permanecer sin
esperanza, sin salvación
en el puesto ya perdido", o "pero lo que
es evidente, es que se inicia el ·fin de la humanidad,,, así que soy
fundamentalmente
un pesimista decidido. No veo ningún pro­
greso, ningún
fin, ningún camino de la humanidad fuera de las
cabezas de los filisteos del progreso. No
he visto jamás espíritu
alguno, ni unidad en el avance, ni en la rutina, ni en las creen­
cias de la plebe. Veo una dirección inteligente de la vida hacia un
fin, una unidad de alma, del querer y del sufrir sólo en la histo­
ria de las culturas aisladas".
(66) OswALD SPENGLER, El hombre y la técnlca, Colección Austral, Madrid,
1%7, pág. 32. (67) OswALD SPENGLER, La decadenda de Ocddente, E.spasa-Calpe, Madrid,
1%6, pág. 61.
(68) OswALD SPENGLER, El hombre y la técnica, Colección Austral, Madrid,
1967, págs. 67 y 111.
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ANTONIO MARTÍN PUERTA
Y más desoladora es aún su conclusión en lo que respecta
al arte (69): "El hombre del Occidente europeo no puede ya tener
ni
una gran pintura ni una gran música, y sus posibilidades
arquitectónicas están agotadas desde hace cien años", postura
ésta
que como vimos en su momento fue duramente criticada
por Thomas Mann, calificando a Spengler de "derrotista de la
humanidad". No debe perderse de vista
que los planteamientos apocalíp­
ticos
son bastante frecuentes en la propaganda política, máxime
en momentos de crisis o de necesidades electorales, y que ello
suele estar bastante
en consonancia con el sentido extremista de
la política, dentro del que nuestro autor se inserta. La cuestión
estriba
en que Spengler pretende dar un rango intelectual a un
pesimismo que lleva a extremos casi morbosos, lo que por otro
lado le puso en su momento en perfecta sintotúa con quienes
velan su época como cercana al fin de la civilización y, por tanto,
necesitada de
un remedio quirúrgico a aplicar con toda la pro­
fundidad
que fuera necesaria.
De nuevo cabe observar
que tales planteamientos enfermiza­
mente pesimistas
no son precisamente una posición adecuada
para
un análisis objetivo de la historia.
6.6. La actitud ideológica
Si algo ha resultado tener carácter manifiestamente destructi­
vo
en la época moderna, han sido las ideologias. Aplicadas al
análisis científico han dado lugar a todo tipo de afirmaciones
extravagantes envueltas
en aires de dignidad profética y exigen­
cias de sumisión realmente
insufribles, pero así con todo han
logrado grandes éxitos de adhesión especialmente en sectores
humanos muy concretos: el de, los carentes de criterio, el de los
inseguros
que buscan seguridades, y el de los vinculados a los
intereses políticos.
(69) OswALD SPENGLER, La decadencia de Occidente, Espasa-Calpe, Madrid,
1966, pág. 72.
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EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
Una ideología siempre sigue el mismo proceso: selecciona
una parte de los hechos, presentes o pasados, como base para su
desarrollo; a continuación escinde ese aspecto elegido del resto
de la realidad; pasa a desarrollar
un sistema cerrado y supuesta­
mente completo basado
en ese aspecto parcial con la intención
de explicar la totalidad
de las relaciones humanas. Y, finalmente,
como
buen idealismo, concluye afirmado que la realidad no son
los hechos reales sino las ideas, dando lugar a una auténtica acti­
tud de juicio enajenado que resulta sofocante e irrespirable para
quienes
no participan de la ideologia, ante la proclamación de
todo tipo
de absurdos como dogmas indiscutibles. Y si finalmen­
te alcanza el poder
-una ideología es necesariamente un instru­
mento de
poder-termina aplicando un proceso de segregación
social más o menos brutal hacia la población
que no comparte
sus criterios.
En cualquier
caso resulta claro que nada como las ideologías
ha llegado a resultar un factor tan deformante de la capacidad de
observación y de análisis de la realidad, tanto de
la propia como
de la ajena.
El punto de partida para la construcción ideológica podrá ser
la idea de raza, la de nación, la de Estado, la de proletariado
explotado
por ciertas relaciones de producción, o cualquier otra
-que podrá encerrar mayores o menores posibilidades explica­
tivas-pero en cualquier caso el esquema es siempre el 1nismo.
De Jo que no caben dudas es de que Spengler adopta una
actitud claramente ideológica a partir del siguiente proceso: ele­
mento elegido como base
de su desarrollo, la idea de cultura
occidental; escinde luego tal idea del resto de los desarrollos
his­
tóricos, Jo que queda perfectamente facilitado por el aval nomi­
nalista; la historia de la humanidad entera pasa luego a explicar­
se a través de este criterio,
aunque para no incurrir formalmen­
te en contradicción, su conciencia nominalista le lleva a afinnar
que (70) "la historia universal puede y debe hacer caso omiso de
su observatorio accidental: la Edad Moderna ... también la Luna
(70) OswALD SPENGLER, La decadencia de Occidente, Espasa-Calpe, Madrid,
1966, pág. 138.
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ANTONIO MARTIN PUERTA
nos parece más grande que Júpiter y Saturno"; y como conclu­
sión aparece una constru.cción rígida en cuanto a sus valores
explicativos tanto históricos como prospectivos a los que se otor­
ga
un valor absoluto más allá de lo que los hechos reales pue­
dan indicar. Todo ello, por supuesto, con una intencionalidad de
dominio político vinculado a los sectores de la derecha radical de
la época de Weimar.
Y
no hace falta reiterar que quien adopta una actitud ideoló­
gica
por fuerza se separa de la realidad, pues nada hay más
saliente
que afinnar que la realidad no es real, sino que son las
ideas las verdaderamente reales. Aplicada esta base de razona­
miento a la historia,
no puede surgir sino una construcción todo
lo aparatosa que se quiera} pero forzosamente errada.
7. CoNa.USIÓN: EL NECESARIO ANÁLISIS DEL CONCEPTO
ANTROPOLÓGICO DE UN AUTOR
Cuanto acabamos de ver parece dejar claro que si no se ana­
liza el concepto de persona subyacente
en un autor, puede ter­
minarse aceptando
un pensamiento caracterizado por todo tipo
de dislates como
un producto intelectuahnente apreciable. Véase
cómo Ortega no opone reparos a una obra en la que aparece
como introductor, pese a ser una carga de profundidad contra su
pensamiento, si bien
es cierto que La decadencia de Occidente
no presenta formahnente el radicalismo de Años decisivos o de El
hombre y la técnica, pero no por ello dejan de basarse las tres
obras en las mismas premisas.
Queda claro, no obstante, que sólo desde el punto de vista
católico
se ha efectuado un análisis correcto del trasfondo del
pensamiento
de Spengler, lo que no es casual. La interpretación
católica,
al tener uno de sus dos oñgenes en el pensamiento grie­
go, resulta ajena a interpretaciones como
la del autor, y ni siquie­
ra hace falta entrar
en demasiadas profundidades para captar que
su construcción es "otra cosa".
Los aspectos aquí utilizados para
el análisis podrán captarse
con mayor o menor intensidad, pero
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EL CONCEPTO ANTROPOLÓGICO EN OSWALD SPENGLER
es evidente que Spengler resulta ajeno a una forma tradicional de
razonar. Igualmente es
la interpretación clásica católica la que
hemos visto que cuenta con mayores argumentos para el análisis
de las formas del pensamiento. Que entre los intelectuales cató­
licos españoles surgieran parciales admiraciones hacia Spengler
no contradice la afirmación anterior. Se trata de una parcial asun­
ción dentro de una época
tan convulsa como la Espafia de los
afias treinta,
en donde la crítica radical a la democracia -que es
el único aspecto seleccionado--- era de uso común.
En cuanto a la hoy generalizada actitud nominalista, sólo
cabe decir
que supone una renuncia a la razón y a la búsqueda
de la verdad. Aplicando este criterio analitico a la histo1ia no
puede haber otro resultado salvo una exposición de datos que
puede ir del planteamiento más aséptico al más ideológico, pero
siempre forzosamente relativista. Y no hay escapatoria a tal con­
secuencia desde tales principios.
No obstante, y yendo a
la generalidad de los autores, ¿acaso
no son casi todos nominalistas? ¿Acaso no son en su irunensa
mayoria racionalistas? ¿Acaso no se basan en desarrollos de pen­
samiento que ignoran la razón clásica de Grecia y Roma?
¿Es que
no son anticristianos en su mayor parte? ¿No existe un fuerte pre­
juicio general a favor de la cultura germánica y anglosajona y una
imagen desvalorizadora de la cultura latina? ¿No hay una fuerte
actitud ideológica
en la mayoria de los autores? ¿Cuántos juzgan
los hechos a partir de la premisa de
la existencia de una ley natu­
ral permanente y universal para todos los hombres?
Y la cuestión ya no es que un autor, como persona, pueda
estar equivocado en sus planteamientos; a partir de alú se pasa
ya a otra cuestión igualmente grave que le atañe como
científico
de la historia: que, como en el caso de Spengler, con fundamen­
tos como los antes indicados,
la certeza analftica no puede ser
sino sumamente reducida.
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