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Número 423-424

Serie XLII

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Isidoro Medina Patiño: Don Manuel. El temible cura guerrillero

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
La labor doctrinal que Verbo realiza es, precisamente la con­
secución del bien social
de confonnidad al derecho natural y a la
doctrina social de la Iglesia. En esta dirección hemos abogado
para que los regímenes de1nocráticos instaurados sean orgánicos,
lo más posible, y no partitocráticos.
El trabajo del profesor Maciá Manso nos ofrece un cuadro útil
para el planteamiento ordenado de abundantes cuestiones que ·
merecen ser estudiadas.
JUAN BMS. VA!l.ET DE GoYTISOLO
Isidoro Medma Patitlo: DON MANUEL.
EL TEMIBLE CURA GUERRILLERO<·>
Este libro de historia narrativa, reivindica al Cura Manuel
Ignacio Santa Cruz Loydi, famoso guerrillero
de la tercera guerra
carlista (que este vivió
en 1873-75), y cuyo paradero posterior, de
más de treinta largos años,
ha sido generalmente desconocido.
Por varias razones, el personaje bien merecía una atenta biogra­
fta. En efecto, es mucho lo que se ha escrito sobre él, su perso­
na ha sido indudablemente desfigurada, y su figura sobrepasa
con crece.s el perfil del guerrillero.
El autor rinde homenaje al Cura Santa Cruz, reivindica su
memoria, y quiere rescatar su legado espiritual. ¿La motivación de
tal propósito?: los 38 años que Santa Cruz estuvo de misionero,
34 de los cuales pasó en el recóndito Departamento de Nariño,
allá
en la lejana Colombia. El biografiado apareció en la colom­
biana ciudad de Pasto, próxima a
la frontera de Ecuador, bajo el
nombre
de padre Loydi, su apellido materno. En efecto, el pai­
saje y las gentes
de Pasto tenían importantes similitudes a las
Vascongadas
que él siempre amó. Apareció en Colombia en 1892,
para morir muchos años después,
en 1926, concretamente en la
(') Bogotá, 2003, 234 págs. 140 X 200 mm.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
rms1on de San Ignacio, que él fundó junto a dicha ciudad de
Pasto.
La pregunta es si el autor, que es nariñense, es decir, del
mismo Departamento a cuyas gentes Santa Cruz atendió como
sacerdote, pastor de almas y amigo, consigue sus objetivos.
Este libro de divulgación tiene un carácter narrativo, su esti­
lo es declarativo, y no se esmera en demostrar las afirmaciones.
En este sentido y por las fuentes utilizadas, no se trata de una his­
toria científica. Dichas fuentes
son variadas, y en general escasas.
Los textos se presentan sin el debido análisis documental e his­
tórico,
por lo que la obra carece de la necesaria investigación.
Aunque las transcripciones
son excesivamente largas, no obstan­
te
dan cuerpo al libro.
En relación con las "fuentes históricas", por una parte la obra
careoe de fuentes de
carácter primario, salvo los interesantes testi­
monios de
historia oral, recogidos sobre Santa Cruz en los últimos
cap!tulos (cap. XII-XV), trabajo y fruto que se deben agradecer sin­
oeramente
al autor. Por otra, el libro se vertebra en torno a fuentes
secundarlas, que incluyen extensos textos narrativos de diferentes
autores,
en calidad de testimonios subjetivos no contrastados.
Los "testimonios" mencionados se dividen en literarios, his­
tóricos y personales, y se recogen
en abundantes y largas citas
textuales. Digamos algo
de ellos.
En primer lugar, el autor transcribe todos los testimonios lite­
rarios de los autores
de la Generación del 98 (pág. 181), siempre
hostiles
al Cura Santa Cruz, ante los cuales el autor reivindica a
su biografiado (cap.
IV). Digamos como crítica, que el largo frag­
mento del don Manuel imaginado
por Unamuno en San Manuel
Bueno,
mártir, nada tiene que ver con el Cura Manuel Santa
Cruz. Por otra parte, los testimonios literarios de Pereira Gamba
son interesantes como descripciones sobre la naturaleza del en­
torno colombiano donde vivió Santa Cruz,
que dan una cabal
idea sobre· la maravillosa y peligrosa naturaleza
que acogió al
biografiado (págs.
219-223).
Pero son los testimonios históricos sobre Santa Cruz mucho
más interesantes que los anteriores, siendo siempre favorables
al biografiado. El autor toma como punto de partida y principal
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
referencia, la reivindicación realizada por Gaetan Bernoville
(cap. I a III). Al carecer el libro de análisis y pretensiones cien­
tfficas,
se omiten otros testimonios menos favorables al biogra­
fiado. Desde luego, a un lector documentado le llama la aten­
ción la total omisión realizada del libro de Xabier Azurmendi
sobre El cura Santa
Cruz (Bilbao, Idatz Ekintza, 1986, 591 págs.),
asi como de la amplia bibliograffa santacrucista recogida
en él
(págs.
11-18).
En tercer lugar, los capítulos X

a
XV recogen interesantes tes­
timonios personales, escritos u orales, que otorgan valor y origi­
nalidad al libro, y son su verdadera aportación. Se trata de los tes­
timonios escritos de Neftalí Benavides Rivera y Sergio Ellas Ortiz
(cap.
X), y de los testimonios orales realizados por diferentes
colombianos más o menos allegados a Santa Cruz, que
el autor
buscó durante años. De
no ser por Medina Patiño, no pocos de
dichos testimonios orales se hubieran perdido. Todos son muy
favorables al Cura Loydi. A través de ellos, el autor destaca virtu­
des ignoradas del biografiado, que contrastan con su leyenda de
guerrillero; tales como la humildad,
la mansedumbre (este sería
el testamento
final de Santa Cruz, págs. 180-181), la solidaridad,
y la generosidad de
la propia vida, virtudes estas cuya carencia
criticaron· a Santa Cruz sus enemigos, más dados a
la literatura
que a la historia.
El libro se entiende si se comprende su "estructura". De lo
contrario,
puede parecer un popurrí de información dispersa. La
obra parte de la profunda admiración del autor .hacia la faceta de
misionero del padre Loydi, al
que le reconoce olor a santidad.
Esta faceta
ha sido desconocida por no pocos historiadores, y
queda plasmada
al final del libro (cap. X-XV). A partir de ella, el
autor
se pregunta, en los tres primeros capítulos, sobre el Santa
Cruz de la guerra carlista,
al que reconoce su rectitud de inten­
ción, respeta y disculpa, y del que afirma que "tuvo siempre el
cuidado
de mantener limpia de toda mancha su personalidad
sacerdotal(.
.. ). Jamás mató personalmente o hirió a nadie. Jamás
fue objeto de ninguna sanción canónica" (Gaetan Bemoville,
págs.
28-29). Por otra parte, Santa Cruz nunca renegó de su pa-
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
sado, permaneció siempre en su misma línea de pensamiento y
creencias, y no encontró dentro de su conciencia nada que repro­
charse por su actividad guerrillera (id. págs. 90-91). Ello no per­
mite olvidar las penas impuestas
por Roma, y el hecho de que
Santa Cruz fuese perseguido por las autoridades carlistas y libe­
rales. Para el autor, el guerrillero y el misionero fueron, psicoló­
gica y espiritualmente, la misma persona con su propia coheren­
cia, talante y virtudes.
Los restantes capítulos (cap. IV al IX), es decir, la mitad del
libro, transcriben lo
que los autores de la Generación del 98 escri­
bieron sobre Santa Cruz (cap.
IV), y recogen el conflicto religio­
so y político entre los liberales y los católicos de Colombia y
Ecuador,
por otra parte desarrollado sin rigor histórico, y de
fom1a
muy superficial y partidaria a favor del liberalismo. En este
conflicto, el Cura Santa Cruz aparece muy esporádicamente, aun­
que se le cite -sin fundamento alguno-en el título del capítu­
lo
IX. Así mismo, en este último capítulo, también dedicado a la
Madre Caridad Brader,
poco se dice poco de esta última. Por el
contrario, el autor endilga al lector 11n amplio testimonio de Pe­
reira Gamba, no contrastado y muy contrario al prestigioso obis­
po de Pasto, San Ezequiel Moreno y Díaz (págs. 140-146).
Este silencio sobre el biografiado durante la guerra de los Mil
Días es significativo. Por una parte, se corresponde a la realidad,
pues Santa Cruz participó muy poco en los acontecimientos. Por
otra, expresaba el cambio de actitud de Santa Cruz, dedicado a
la pastoral de almas y al
bien espiritual y humano de sus feligre­
ses. Aunque Santa Cruz pensaba
por entonoes lo mismo que
durante la tercera guerra carlista, y aconsejó militarmente a algún
general católico (el autor dioe conservador) (págs.
130, 139, 160-
161),
lo cierto es que no participó -pudiendo haoerlo-en la
guerra. Con ello, el autor pareoe indicar
que el padre Loydi cum­
plió su función exclusiva de sacerdote.
Sin embargo, y
aquí están mis más serios reparos al libro,
parece que el autor contrasta la actitud de Santa Cruz, que aprue­
ba y admira, con la actitud de los que el autor denomina -injus­
tamente-"los obispos de la guerra", es decir, San Ezequiel
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Moreno y Díaz (obispo de Pasto, Colombia) y Pedro Schumacher
(obispo de Portoviejo, expulsado por Alfara, general liberal de
Ecuador); a quienes se "demoniza", a la vez
que se olvida el
"enérgico celo" del obispo de Loja Fr. José María Masiá y Vidiella
(O.P.). Por lo mismo, a Isidoro Medina le contraría sobre manera
que Roma haya elevado a Ezequiel Moreno a los altares. También
parece que _quiere aislar, además sin argumentos, a ambos obis­
pos respecto a Roma, al obispo Antonio María Pueyo de Val
(sucesor de Fray Ezequiel), y al obispo Federico González Suárez
(opuesto a los obispos de Pasto y Portoviejo) (cap.
VIm.
La ausencia del biografiado en los capitulas V a IX inclusives,
permiten pensar
que este libro pretende narrar algunos retazos
históricos del Departamento de Nariño, donde se dieron cita dife­
rentes personalidades
en las dificiles circunstancias de la guerra
de los Mil Días. Queda dicho que, entre ellas, el autor alaba a
Santa Cruz, al obispo Pueyo de
Val, a Pereira Gamba, a la Madre
Caridad Brader, y a
una larga lista de empresarios (págs. 148-
149). No obstante,

digamos que, según el autor, Santa Cruz pen­
saba igual que el obispo de Pasto, Ezequiel Moreno y Diaz, aun­
que sin aceptar ningún cargo
militar durante la guerra -ofreci­
miento que por otra parte no documenta-. El segundo citado,
Pueyo de
Val, vivió unas circunstancias diferentes a San Ezequiel.
El tercero, Pereira Gamba, era contrario a éste prestigioso obispo
de Pasto y además hoy santo. Quizás, con todo ello, el autor pre­
tenda mostrar
una dirección concreta de futuro desde el presen­
te: la paz y la concordia -la Paz Minga/-, la religión y la justi­
cia social. Pero esto
no le faculta para "demonizar" e insultar a
los obispos Ezequiel Moreno y Pedro Schumacher, ambos
de
gran categoría humana y como pastores de almas, cuyo magiste­
rio
no era otro sino el de la Iglesia Católica y no la ideologia libe­
ral, y
que sin duda pretendian llenar las mejores aspiraciones del
autor de este libro.
El libro es paradójico y desconcertante en sus "contradiccio­
nes".
La primera es que, mientras el autor reivindica y realiza un
"homenaje de gratitud" (págs. 86, 117-118) a la figura del Cura
Santa
Cruz, al que disculpa y trata con naturalidad en cuanto gue-
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
rrillero, sin embargo condena vivamente al clero antiliberal de
Pasto. En efecto,
es contradictorio reivindicar al Cura Santa Cruz,
cuya cabeza fue puesta a precio
por las autoridades carlistas y
liberales debido a sus procedimientos
en cuanto guerrillero, y
condenar a los que el autor apoda como "clero carlista", repre­
sentado, según él,
en San Ezequiel Moreno y Díaz.
Pero hay una segunda paradoja. Mientras se constata y criti­
ca a quienes desfiguran al Cura Santa Cruz, se desfigura directa­
mente, con radicalismo y violencia verbal, a los obispos San Eze­
quiel Moreno y Pedro Schumacher. Como detalles a observar, el
autor interpreta los textos
de San Ezequiel desde el prisma libe­
ral, carece de sentido
que cite la cuidadosa obra de Mingüella y
Amedo (1909) sobre el obispo de Pasto, y desconoce las biogra­
fías escritas sobre este último
por Ángel Martínez Cuesta (1975,
1992), Eugenio Ayape (1994), entre otras, así como los recientes
trabajos de Fernández de
la Cigoña, Baltasar Pérez Argos, y del
autor de esta recensión, los tres últimos en la revista Verbo de
Madrid.
En
tercer lugar, se toma de Santa Cruz el punto de vista y par­
tido favorable, como
es el de Gaetan Bernoville, mientras que del
obispo de Pasto se toma únicamente el parecer de sus contrarios,
sin que aporte nada la biografía de Mingüella cuya existencia
se conoce. Los autores contrarios a San Ezequiel son Pereira,
Montezuma e Iriarte (págs. 99-111), los dos últimos viscerales y
sañudos, pues, lo
que dicen de San Ezequiel, bien podían sus­
cribirlo los peores enemigos del obispo
de Pasto, "liberales por
los cuatro costados de su alma y de su vida". De ellos participa
el autor, que identifica a San Ezequiel y a Schumacher
con el
"fanatismo desenfrenado y obsesivo", los califica de "obispos de
la guerra", y les acusa de impulsores el clero como "máquinas de
guerra". Decir esto es
un despropósito desde la ciencia histórica
y
un juicio de valor ahistórico, además de un insulto.
La cuarta paradoja supone hacer simultáneos dos reconoci­
mientos y
una condenación. El autor reconoce (págs. 129 y sigs.)
la existencia de una sublevación liberal
en Colombia (17-X-1899,
de Rafael Uribe y Uribe, y de Carreña). vinculada a la invasión
de
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
apoyo a los rebeldes efectuada por el Gobierno liberal de Ecua~
dor (Eloy Alfaro). También reconoce que dicha sublevación fue
simultánea a
la "guerra santa" predicada por San Ezequiel contra
el liberalismo (por otra parte la misma que predicó el Cura Santa
Cruz
en España aunque con otros medios). Ahora bien, y a pesar
de ello, el autor condena
la resistencia frente al liberalismo pro­
piciada
por el Obispo de Pasto, ignora que el padre Ezequiel se
percató imnediatamente del carácter religioso de la guerra (Martí­
nez Cuesta), e ignora que fueron los liberales colombianos
-y
no los obispos de Pasto y de Portoviejo-quienes lanzaron al
pals a una guerra fratricida. En lo que tiene razón el autor es en
poner en el Syllabus de Pío IX, revestido de los caracteres de
infalibilidad, la divisoria entre los católicos y los liberales (pág.
115), aunque
no indica que el restante magisterio pontificio sea
solidario a dicho
Syllabus.
Dos últimas aclaraciones. Ya que el autor afirma cómo Santa
Cruz fue amigo y defensor del pueblo
en Vascongadas y en Co­
lombia, debiera de hacerlo también extensivo a quienes
en Colom­
bia pensaban corno él,
por ejemplo el obispo de Pasto. En segun­
do lugar, y precisamente
por ser verdad aquello del carácter
social y popular del carlismo,
no se puede identificar al carlismo
como
un movimiento revolucionario vasco (pág. 11), principal­
mente dedicado a la justicia social (págs. 227-231), y de carácter
socialista (pág. 16), elementos estos
que el autor atribuye erró­
neamente
al carlismo y al Cura Santa Cruz. Y lo hace de una
manera gratuita y presentista, extrahistórica, influido por la crisis
e ideologías actuales
en España.
Para terminar, digamos
que el libro carece de índice. Sus XV
capítulos, más la introducción y el epílogo, son breves. Su lectu­
ra
es rápida. Los textos insertos y extensos. que a veces tienen un
estilo dificil, le restan amenidad, aunque sin duda le compensa el
interés del lector hacia
el biografiado. El lector agradece las foto­
grafías, aunque sean escasas en número, y carezcan de color que
las realce y de pies de ilustración que las identifique. Esto últi­
mo en nada desmerece el esfuerzo editorial, pues conocemos la
actual dificultad de publicar libros. Hay algunos errores de lino-
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
tipia (puntuación, expresión repetida) que pueden subsanarse en
una nueva edición (págs. 35, 50, 89, 107, 133, 134, 139, 140,
146
... ), en la que esperemos que se corrijan los errores, juicios y
hasta insultos hacia San Ezequiel Moreno y Díaz y Pedro Schu­
macher. Además, esto seria lo más justo hacia el Cura Santa Cruz,
y
para la sociedad colombiana que estos Pastores atendieron es­
piritual y también materialmente.
JOSÉ FERM!N GARRALDA AruzCUN
Andrés Azkue: LA CRISTIADA.
LOS CRISTEROS MEXICANOS
(1926-1941)'''
La historia de los "cristeros", la revuelta de los católicos meji­
canos desarrollada, principalmente, entre 1926-1929 contra los
gobiernos revolucionarios
de Plutarco Elías Calles y Emilio Portes
Gil
(un presidente títere manejado por el primero de los aquí cita­
dos) constituye, sin duda,
uno de los más bellos y apasionantes
episodios
de la historia de Méjico. Lo curioso del caso es que
también es uno de los episodios menos conocidos y más oculta­
dos por la historiografia oficial, la cual ha pretendido presentar
aquellos hechos como
un acto de barbarie cometido por unos
cuantos bandoleros. Todo ello hace que cualquier aporte biblio­
gráfico que trate
el tema, sobre todo si se hace desde la visión
del lado católico, sea
bien recibido, más aún cuando con ello se
quiere contribuir a reconstruir la historia tal y como fue, y no
como algunos pretenden presentar.
El libro que aqui se comenta, y que aparece bajo la autoría
de Andrés Azkue, constituye una de las pocas aportaciones que
desde España se
han realizado al estudio y análisis de "La Cris­
tiada". No obstante, habría que precisar que el presente volumen
(") SCIRE/Balmes Distribuidora, Colección-Historia Viva (n.0 1), Barcelona,
s/f (2000), 109 págs.
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