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Número 423-424

Serie XLII

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José Ramón Garitagoitía Eguía: El pensamiento ético-político de Juan Pablo II

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ta más interesante el capítulo cuarto, dedicado a la consolida­
ción de esta nueva manera de ver las cosas en los ojos de
Donoso. Siguiendo la investigación del Dr. Larios, en sus escri­
tos
de 1838 finalmente el Marqués de Valdegamas impregna
toda su cosmovisión del elemento religioso que ocupa desde
entonces el lugar que corresponde en la obra de todo autor que
se llame católico. Naturalmente, la irrupción de planteamientos
que necesaria1nente han de ser radicales, pues se refieren a la
últi1~a raíz de las cosas, hace que el extremeño se replantee
nuevamente su percepción de la política, la historia y hasta las
distintas corrientes intelectuales
de su tiempo. La búsqueda de
Donoso de un sistema político tern1ina en esas fechas con s11
conceptuación de una monarquía pura aunque constitucional,
tan opuesta y diferente de la monarquía absoluta como de la
democracia.
Un apa1tado de someras conclusiones respecto del devenir
donosiano
en estos años de juventud y madurez, así como una
resumida pero interesante bibliografía sobre el particular, son el
colofón de_ este trabajo que hemos querido presentar en estas
páginas para, al 1nenos, llamar la atención de quienes sientan
admiración
por la figura de quien a nuestro humilde juicio es
una de las figuras más interesantes del siglo XIX entre los auto­
res patrios.
JUAN CAYÓN PENA
José Ramón Garitagoitía Eguia: EL PENSAMIENTO
ÉTICO-POLÍTICO DE JUAN PABLO
II<'l
La dificilísima tarea de exponer la amplitud y profundidad
del pensamiento de S.S. Juan Pablo II acerca de persona huma­
na, de la libertad del ~ombre, de los derechos humanos y de su
. (*) Annales XIV, Anuario del Centro de la UNED, Barbastro, 2002.
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realización en la sociedad actual es abordada por el doctor
Garitagoitia con profundidad y riqueza expositiva en este libro
que, pequeño en extensión, es muy amplio en cuanto a con­
tenidos.
Precede a la obra
una carta de Mijail Gorbachov referida a su
contenido cuyo texto llama la atención
pues considera que Juan
Pablo II ha prestado una continua y profunda atención a la rela­
ción entre moral y política,
por lo cual dice sentir hacia él un gran
respeto y admiración.
El testimonio de este aotiguo político so­
viético es. importante.
En primer lugar aborda el autor la descripción de la situación
internacional cuando llega al pontificado
Juan Pablo II con una
disposición siempre atenta y abie1ta a cuanto le rodea. En el
Papa, dice, destaca
su capacidad para componer, conciliar y sin­
tetizar, lo cual ha producido
su negativa a aceptar el estado de
cosas existente en 1978 desde sus primeras palabras como Pon­
tifice:
"¡No tengáis 1niedo!". Esa actitud había de dar lugar diez
años más tarde a la caída del comunismo.
Para
el autor, el debate acerca del final de la modernidad
ha hecho posible cuestionar las tesis impuestas desde el siglo
XVIII por la Ilustración que son la racionalización del mundo
y la sociedad a través de la ciencia; la democracia liberal
como solución de todos los problemas políticos y, finalmente,
la revolución como método fundamental de liberación de los
pueblos y los individuos. Su efecto: la conversión del siglo XX
en el más sangriento de la historia de la humanidad. Frente a
esta situación aparece
el magisterio de Juan Pablo II que invi­
ta a
pasar del paradigma de la certeza al paradigma de la
verdad, como se aprecia claramente en la Encíclica Centesi­
mus annus.
Las nuevas generaciones, dice el Papa, se ven privadas de
puntos de referencia de modo que en la vida social se impone el
más fuerte.
En este punto, Garitagoitia, subraya las enseñanzas
contenidas, junto con la aoterior
en las Encíclicas Veritatis splen­
dor, Evangelium vitae y Pides et ratio en las que el Papa Wojtyla
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presenta al hombre como ser situado en la historia pero que al
propio tiempo la trasciende.
En Berlín, señala el autor, el Papa legó cuatro puntos de
referencia para el tercer milenio que comienza: la libertad solo es
tal
en cuanto que conlleva y supone cuatro valores: verdad, soli­
daridad,
sacrificio y amor.
En el pensamiento del Papa hay mucha preocupación
por
delinear el concepto de qué son los derechos del hombre, pues
en el universo solo el hombre y su destino tienen naturaleza de
fin. La actividad política debe estar siempre encaminada a la bús­
queda del bien común,
que es algo esencial para la actividad
política. Pero
es la fe la que hace al hombre comprender su ser
más auténtico y vivir de acuerdo con su dignidad.
Otra cuestión
que el Pontífice ha expuesto con toda am­
plitud es la
permanente búsqueda de la libertad por todos y
cada
uno de los hombres pues aquella es exigencia ineludible
y connatural
con toda persona. El hombre debe poder elegir
pues está ·namado a vivir en libertad, pero la libertad debe
servir para la búsqueda de la verdad. "No hay libertad sin ver­
dad" dijo el
Papa ante la puerta de Brandeburgo, ·como nos
recuerda el autor,
pues hay una lógica moral que da sentido al
mundo.
Para Juan Pablo II la persona está amenazada por dos riesgos
principales que
son el riesgo de la libertad y el riesgo de la dife­
rencia. Mas todos los riesgos
pueden ser superados si se entien­
de, como
dice el Papa, que "la criatura humana es un ser inteli­
gente y libre, depositaria de
un misterio que la trasciende, dota­
da
de la capacidad de reflexionar y de elegir, y, por tanto, capaz
de
sabidurla y de virtud".
Señala el libro
que comentamos que la relación entre liber­
tad y verdad ocupa
un lugar central en el pensamiento de Juan
Pablo
II. Sólo en el encuentro con la Verdad que es Cristo el
hombre halla su plenitud.
El problema es cómo presentar ante la
actual sociedad
en crisis esta verdad sobre el hombre.
El sentido del dominio del hombre sobre el mundo supone
que la ética tiene superioridad sobre la técnica; la persona sobre
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las cosas y el espíritu sobre la materia. Cuando se intenta expul­
sar de la vida social la manifestación externa de la verdad --<:orno
se trata de hacer ahora-es cuando se produce el conflicto entre
el hombre y el poder civil, pues éste trata de hacer vivir al hom­
bre
en la mentira. ¡Qué lección más acrual!
Analiza el libro con detalle la cuestión de la culrura, pues se
debe respetar toda cultura y toda nación,
pero sin olvidar que el
criterio válido para juzgar cualquier cultura es su aceptación o
no
de la verdad sobre la naturaleza del hombre.
Sobre la familia recuerda el
Papa que debe responder a su
naturaleza
que no es otra que es el amor entre hombre y mu­
jer libremente entregado y alejado de
todo egoísmo. Aborda
también la obra
que comentamos la enseñanza pontificia acer­
ca del trabajo, que tiene una dimensión social en relación con
la familia y una relación con el bien común nacido del trabajo
de todos los miembros de la sociedad. Según la Laborem exer­
cens
el hombre contribuye mediante su trabajo al plan original
de su Creador y su valor
ético está vinculado al hecho de que
quien lo lleva a cabo es una persona: por eso el trabajo es
digno.
Acerca de la tan traída y llevada cuestión de si después del
fracaso histórico del comunismo tenemos
que ver en el capitalis-
1no la solución para lograr una economía al servicio del hombre1
el Papa distingue entre dos suertes de capitalismo. Si el sistema
reconoce el papel fundamental
de la empresa, del mercado, de
la propiedad privada y de la libre creación humana en la econo­
mía, bien está; pero si la actividad económica no está al servicio
de la libertad humana integral cuyo centro es ético y religioso,
entonces la actitud ante tal sistema debe ser negativa.
Todos los hombres son miembros de la gran familia humana
aunque cada
uno de ellos esté más estrechamente ligado al grupo
que le es más cercano: a su nación unida por vínculos 1nuy di­
versos.
La caída del comunismo fue debida, según el Pontffice, a un
error antropológico del marxismo quien considera que el bien
del hombre
puede ser alcanzado al margen de la opción autóno-
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ma de cada persona, con lo cual se le hace irresponsable de sus
decisiones. En 1979 decía
Juan Pablo II que la razón de ser del Estado es
la soberanía de la sociedad, de la nación, de la patria. Los dere­
chos civiles
obligan al Estado a no inmiscuirse en el campo de la
conciencia individual y los
derechos políticos están para facilitar
al individuo
su participación en los asuntos públicos. Si no son
respetados ambos, se ponen en juego los derechos fundamenta­
les del hombre.
En
un Estado democrático es esencial el papel de un justo
orden juridico fundamentado en el hombre, que respete sus ina­
lienables derechos y los
de toda la comunidad que es la nación.
El Estado existe para servir al hombre, no para servirse de él,
como señala el autor del libro al hilo del pensamiento pontificio.
Ser libre, añade, exige
poder dar testimonio de la verdad y,
a la vez,
no cabe un uso desenfrenado de la libertad individual.
En este punto, se nos recuerda en el libro, aparece en la cultura
contemporánea el
escepticis1no relativo a la misma existencia de
una verdad moral y de una ley moral objetiva, actitud muy fre­
cuente en las instituciones que influyen en la opinión pública y
contradicen lo que 1nuchos consideran en conciencia que es lo
verdadero.
Al referirse a la educación, recuerda el Papa que la madurez
se alcanza siguiendo un canlino cuyo recorrido debe ser una pre­
paración para que cada persona llegue a poder tomar sus deci­
siones de fon.na re~ponsable.
La verdadera ra!z de la democracia ha sido tratada repeti­
damente por Juan Pablo Il, para quien es el sistema que mejor
ha resuelto la participación de los ciudadanos; su futuro depen­
de de que sea capaz de desarrollar una cultura que haga po­
sible preparar a hombres y mujeres para estar en condiciones
de defender las verdades y valores inscritos en la conciencia
hu111ana.
Se abordan también en el libro comentado otros muchos
aspectos de la enseñanza del actual Pontífice, como las relativas
al
principio de subsidiariedad, al bien común de la paz, a las
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posibilidades del diálogo entre las naciones, a los derechos na­
cionales y al nuevo orden internacional, como fruto de la cre­
ciente conciencia de la necesidad de conservar la paz, siem­
pre teniendo
en cuenta la aumentada interdependencia de los
pueblos. Por todo ello, el Papa considera necesario
el liderazgo de
aquellas naciones cuyas tradiciones religiosas y culturales debe­
ñan hacer que estén más atentas a la dimensión moral de las
cuestiones implicadas.
Como queda dicho
al principio, resulta admirable que el autor
de este importante y definitorio libro haya podido condensar
en
sus páginas el enorme contenido que se aprecia al recorrer las
mismas. Por ello es obligado recomendar a quienes, creyentes o
no, estén interesados
por estas cuestiones la lectura meditada de
esta adtnirable obra.
ARMANDO MARCHANTE GIL
Antonio Amundarain, Pbro.: VIDA, ESPÍRITU
Y HECHOS DE LA CONGREGACIÓN RELIGIOSA
HERMANAS MERCEDARIAS DE LA
CARIDAD'"
De nuevo vnelvo a ocuparme de un libro que está fuera del
comercio y que sólo podña adquirirse en una libreña de lance
o
en ese Infolibro.com que no me canso de recomendar para
quien quiera encontrar, desde la comodidad de su ordenador
y de su casa un libro antiguo. Acabo de consultarlo al comen­
zar a redactar estas líneas y en estos momentos no aparece
entre el millón y medio de libros que tienen a disposición de
quienes
acudan a ese lugar comercial pero eso no quiere de­
cir
que no pueda aparecer dentro de una semana o dentro de
un mes.
(*) Imprenta Avilista, Madrid, 1954, 633 págs.
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