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Número 423-424

Serie XLII

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Antonio Amandurain: Vida, espíritu y hechos de la Congregación Religiosa Hermanas Mercedarias de la Caridad

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posibilidades del diálogo entre las naciones, a los derechos na­
cionales y al nuevo orden internacional, como fruto de la cre­
ciente conciencia de la necesidad de conse1Var la paz, siem­
pre teniendo en cuenta la aumentada interdependencia de los
pueblos. Por todo ello, el Papa considera necesario el liderazgo de
aquellas naciones cuyas tradiciones religiosas y culturales debe­
lÍan hacer que estén más atentas a la dimensión moral de las
cuestiones implicadas.
Como queda dicho
al principio, resulta admirable que el autor
de este importante y definitorio libro haya podido condensar
en
sus páginas el enorme contenido que se aprecia al recorrer las
mismas. Por ello es obligado recomendar a quienes, creyentes o
no, estén interesados
por estas cuestiones la lectura meditada de
esta admirable obra.
ARMANDO MARCHANTE GIL
Antonio Amundarain, Pbro.: VIDA, ESPÍRITU
Y HECHOS DE LA CONGREGACIÓN RELIGIOSA
HERMANAS MERCEDARIAS DE
LA CARIDAD'''
De nuevo vuelvo a ocupa1me de un libro que está fuera del
comercio y
que sólo podría adquilirse en una libre11a de lance
o
en ese Infolibro.com que no me canso de recomendar para
quien quiera encontrar, desde la comodidad de su ordenador
y de su casa un libro antiguo. Acabo de consultarlo al comen­
zar a redactar estas líneas y en estos momentos no aparece
entre el millón y medio de libros que tienen a disposición de
quienes acudan a ese lugar comercial pero eso no quiere de­
cir
que no pueda aparecer dentro de una semana o dentro de
un tnes.
(") Imprenta Avilista, Madrid, 1954, 633 págs.
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Voy a ser muy breve en el comentario del libro porque no
es ese mi propósito. Se trata de una historia, amplia e intere­
sante de la congregación religiosa
que fundó en Málaga el canó­
nigo, hoy ya beato, Juan Nepomuceno
Zegrf, en 1878. De los
setenta y cinco primeros años de
ese Instituto religioso. Y como
ya
he dado cuenta a los lectores de sendas biografías, una del
fundador Zegti y otra del biógrafo Amundarain
(Verbo, nums.
385-386 y 399-400)
me parece oportuno algún comentario al
respecto.
Las páginas que dedica Amundarain al fundador de las Mer­
cedarias de la Caridad
son muclúsimo mejores, más completas y
más informativas
que la reciente biografía que en su día comen­
té del beato canónigo malagueño. Con éstas,
sf que sé puede
tener una idea de quien fue Juan Nepomuceno Zegrí. Un santo
sacerdote escribiendo de otro santo sacerdote. Y de ahí la única
pega que se puede poner a las páginas que dedica al fundador.
La azarosas relaciones del canónigo de Málaga con la congrega­
ción que
fi.mdó, los gravísimos disgustos que padeció viendo
comprometido incluso su honor sacerdotal, las dos ocasiones en
que fue alejado de sus monjas, no se ocultan pero están insufi­
cientemente tratados. Nos gustaría saber más. Mucho más.
La ini­
cua conducta del arzobispo de Sevilla, Fray Ceferino González,
no existe en estas páginas. Y existió. Yo no digo que el famoso
cardenal tomista tuviera conciencia de su iniquidad
con el santo
canónigo malagueño pero su obrar fue tan ligero, tan poco infor­
mado, tan sugestionado
por quien no de debería haberse dejado
sugestionar,
que constituye un negro borrón en su biografía. No
se le daban bien, a personalidad tan eminente, las monjas.
Su
cabeza parecía hecha para altas elucubraciones filosóficas y no
para menudencias conventuales. Su conducta con el beato fun­
dador de las Mercedarias de la Caridad o con Santa Rafaela Porras
Ayllón, fundadora de las Esclavas y su también santo director
Don Antonio Ortiz Urruela fue deplorable. Y de ello no hay
nada
en el libro. Un alma tan delicada como la de Don Antonio
Amundarain debió pensar
que no se debía escribir en desdoro de
un pastor de la Iglesia. Y tampoco nada, o casi nada, del último
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encontronazo de Zegñ con el arzobispo de Granada, Moreno
Mazón, que había sido hasta entonces su gran protector. El arzo­
bispo,
que en los tiempos de la separación de Zegrí de sus mon­
jas había sido quien había cuidado de ellas
no admitió los cam­
bios
que el canónigo proyectaba en merma de las atribuciones de
las monjas
que él conoáa y apreciaba. Y el beato fue de nuevo
apartado de su congregación
y, esta vez, de modo definitivo. El
desencuentro entre Moreno y el fundador, la opinión de aquellas
1nonjas sobre quien las había fundado y al que tanto conocían, o
no existen o apenas están apuntados.
Los inicios del instituto fueron en verdad azarosos. Una fun­
dación sin monjas, las pri1neras q11e llegan se 1narchan en blo­
que, 11na superiora que enloquece, la siguiente, que da un nota­
ble impulso a la congregación que parece que es echada sin
que se explique por qué, la siguiente, loca de remate, que ter­
mina sus días
en el manicomio, y que fue la que montó el pri­
mer gran lío contra el fundador ... Y, entre tanto, fundaciones y
fundaciones, efi1neras algunas, duraderas otras ... La gran intui­
ción del fundador de buscar vocaciones vasco-navarras. De alú
saldrán todas las Superioras generales de las Mercedarias de la
Caridad. Ejemplares todas.
Don Antonio Amundarain, que trató
íntimamente al instituto, narra por1nenorizadamente su historia.
Las nuevas fundaciones, nun1erosísitnas, el espíritu de las mon­
jas, su abnegación con los enfermos, los presos, los ancianos y
los niños, su expansión en América, las nu1nerosísin1as voca­
ciones ... Es un relato de verdadero interés y en el que resplan­
dece
el espíritu de Dios.
El libro está escrito en 1953. El autor fue un celosísimo sacer­
dote vasco,
hoy en proceso de beatificación, fundador de la
Alianza
en Jesús por Maria que falleceria al año siguiente. Muy
vinculado a las Mercedarias era seguramente la persona ideal
para escribir su historia. Pero ahora queremos resaltar algo que
nos parece importante de
su relato. Este guipuzcoano de Eldua­
yen, nacido
en 1885 en un perdido caserio, que no aprendió el
castellano hasta los catorce años, vasco vasquísi11101 tiene que
hablar en repetidas ocasiones de aquella coyuntura trágica de
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España en 1936. Y lo hace ya desde las alturas de 1953, no con
la guerra recién terminada
y la sangre de los mártires aun fresca
en las cunetas de las carreteras de España. No se encontrará ni
una reticencia ni una reserva leve1nente esbozada. Para Don
Antonio era evidente cual era la causa de Dios y de la Iglesia. Po­
driamos multiplicar las citas. Traeremos a colación sólo algunas:
"Entre tanto ardía el Hospital (de San Pedro,
de Madrid, a
cargo de la Mercedarias)
por los cuatro costados, tras un saqueo
de valiosos ornamentos y alhajas, recuerdos históricos de tres
siglos,
que en camiones se llevaron los forajidos" (pág. 176), las
hermanas habían sido sacadas a la calle, "entre insultos groseros
de la chusma" (pág. 176). En Tarancón fueron expulsadas tam­
bién las monjas: "Una chusma de desalmados, que parecía veni­
da del infierno, cayó sobre la población y bajo sus garras pere­
cieron muchos héroes cristianos de aquel pueblo". Y recoge el
testimonio de una mercedaria: "Un grupo de milicianos llamó a
las puertas del Colegio. Dos Hermanas (éstas vestían ya de se­
glar) salieron a abrir la puerta y echándoles los fusiles
al rostro
les preguntaron: "Son ustedes señoritas o monjas? Uno de la cua­
drilla, vecino
de Tarancón, se adelanta y dice: "Estas, todas son
monjas y enseñan aquí el Padrenuestro, el Credo y otras cosas
por el estilo".
"Ante esta respuesta,
toda aquella turba excitada hasta el
paroxismo,
pues venían haciendo alarde eje que habían fusilado
en Madrid a todos los Padres Dominicos de Atocha, entró en la
casa, co1nenzando en ella un registro minucioso y al mismo tiem­
po atropellando cuanto hallaban al paso. Toda imagen o cuadro
religioso que encontraban
lo hadan añicos; tal era el espíritu
satánico del que estaban poseídos" (págs. 285-286).
En Cuenca fue "martirizado el
señor Obispo" (pág. 367).
"Durante la guerra civil de España, las Hermanas que se encon­
traban el la zona roja pasaron graves peligros, persecuciones,
temores e inquietudes sin cuento, pero de todos ellos las libró
el Señor" (pág. 393).
"El cristiano corazón del Director General
de Prisiones, Excelentísimo General don Máximo Cuervo" (pág.
403). "En los momentos históricos
en que España se estaba
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desangrando en una guerra fratricida, gemían y sufrían en
los campos de concentración, cárceles y checas la persecución
y
el martirio hombres cristianos, varones religiosísimos, nobles
españoles, sacerdotes beneméritos, víctimas todos del odio co­
munista.
Mas cuando el Cielo con la victoria de las armas cristianas,
nos trajo la paz a la Iglesia y a la Patria, cúpoles ocupar la triste
prisión de los penados a aquellos que fueron infelices verdugos
de los que
ali! fueron sacrificados anteriormente.
Y lo que no pudo hacerse con los primeros, a quienes no
alcanzó la caridad de nadie, porque eran días de venganza y de
odio
que el infierno habla desatado, llególes oportunamente a los
que nunca habían conocido y experimentado los saludables
fru­
tos de esta divina y celestial virtud.
Pena cruel, incrementada
por el odio, sufrieron los primeros;
endulzada
por la caridad, consolada por la compasión y com­
partida
por el sacrificio de almas blancas que se dan, la soporta­
rán leve los segundos" (págs. 405-406).
Creo que no es necesario aducir más testimonios sobre el
pensamiento de Don Antonio Amundarain, sacerdote vasco, vas­
qufsimo.
Una última constatación. Cuando el historiador ocasional cie­
rra su libro nos dice
que las Mercedarias de la Caridad eran 2.000
(pág. 623). Veinte años después, se
mantenían con un leve des­
censo.
La Guia de las Comunidades Religiosas Femeninas de
España (1975) nos dice que eran 1.905 (págs.
196-197). El Anuario
Pontificio de 1987 da ya sólo 1.737 (pág. 1388). Y el de
2001 reba­
ja el número a 1.390 (pág. 1382).
¿Se perdió el excelente espíritu
mantenido durante cien años?
¿Se han secularizado como tantas
otras congregaciones y
han dejado de afluir las numerosfsimas
jóvenes
que antes acudían para entregarse a Dios y a la caridad?
¿La descristianización de las Vascongadas y Navarra ha agotado el
venero que llenaba sus noviciados? No lo sé.
Lo que si sé es que
la pérdida de un tercio de sus efectivos y la elevada edad de
muchas de las monjas auguran
un oscuro porvenir a la Congre­
gación.
Qué el beato Zegrí les sea propicio en el Cielo para que
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puedan volver a derramar, desde sus hábitos blancos, la gracia de
Dios sobre enfermos, presos y niños, tan necesitados de su sonri­
sa,
de su amor, de su entrega a Cristo. Aunque, ¿siguen conser­
vando
el hábito mercedario o se han aseglarado en una aparien­
cia externa hortera y en una experiencia interna vacía de Dios? Si
fuera así, que no lo sé, se explicaría el descenso y la esterilidad.
FRANCISCO JOSÉ l'ERNÁNDEZ DE LA C!GO!' Ramón Maciá Manso: CAUSAS DE LAS
TRANSFORMACIONES DEL DERECHO<')
El catedrático de filosofia del derecho de la Universidad de
Oviedo, Ramón Maciá Manso, ha publicado con amplitud de
perspectiva, un ambicioso, sumamente cuidado y meticuloso
estudio, acerca del tema enunciado
en el título. Es tema no
nuevo, pero el autor le da un enfoque actual y le dota su impron­
ta personal, centrándose
en las fuerzas que actúan como causas
en las transformaciones del derecho.
Su introducción explica los sentidos en que se emplea la
palabra causa, y precisa que, en ese trabajo, tiene en cuenta las
causas: agénte, eficiente, instrumental y final, en tanto causas
morales, o sea, puestas libremente por el hombre.
Asimismo explícita que
el derecho es el objeto de las trans­
formaciones,
que estudia, y pueden referirse a su concepto, o a
éste respecto a otras concepciones, o a
su realidad misma, como
hizo Leon Duguit
en Las transf01mations du droit (public et prive).
El autor dice que él se refiere a la realidad del derecho actual
vigente en las sociedades más avanzadas de la civilización occi­
dental,
que son producidas al compás de los avances de la cien­
cia
y la técnica. Con ello acota algo la inmensidad del tema.
(6) Separata de "Anuario de Derechos Humanos", Nueva l!poca, vol. 4, 2003,
págs. 271-363.
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