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Número 511-512

Serie LI

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Ricardo Rovira Reich, La educación política en la Antigüedad clásica (El enfoque sapiencial de Plutarco)

Ricardo Rovira Reich, La educación política en la Antigüedad clásica (El enfoque sapiencial de Plutarco), Universidad Nacional de Educación a Distancia. Madrid 2012 (Ed. revisada por J. Vergara Ciordia), 529 páginas.

Este libro, que tiene su origen en la tesis doctoral del Dr. D. Ricardo Rovira, es denso y está perfectamente editado. Aborda un tema importante, hoy más vigente, el de la necesidad de buenos gobernantes y la educación de éstos y sus gobernados.

Concebir el poder como maligno, en lo público y en lo privado, ni es verdadero ni histórico. El tener poder no es malo puesto que es susceptible de tenerlo para realizar el bien común, su meta final en la tierra. Cierto que ha sido, es y será utilizado, dada la condición humana, para fines malos al convertirlo en fin de sí mismo; y tal es el sentido de la célebre frase de Lord Acton: «El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente». Por eso, nos dice el autor Rovira: «Quienes deseen restaurar el orden de todo lo creado, no pueden desentenderse de la reducción de este ineludible instrumento que es el poder». Lo que afecta todavía más a nosotros, ciudadanos cristianos, porque debemos tener el deber, aún más que los paganos (y muchos de estos lo tenían), de conocer la importancia del poder político en el orden de sus fines: el bien común con orden, justicia y paz. Y esto solo se conseguirá impregnando y perfeccionando ese orden temporal con el espíritu del Evangelio conforme al mandato de Cristo que nos hace responsables de esa tarea: «Restaurar en Cristo todo lo que está en el cielo y en la tierra» (Efesios, 1, 10); proclamar el Reinado del Señor e instaurar todo en Él.

El libro del Dr. Rovira se divide en tres partes que tratan, respectivamente, del gobernante en la antigüedad clásica (antecedentes de Plutarco, desde Platón a Demóstenes); los primeros gobernantes grecorromanos (el enfoque sapiencial de Plutarco a través de Teseo , Rómulo, Licurgo y Numa); y, por último, la formación del gobernante y el arte del buen gobierno en los Moralia de Plutarco.

Si en las dos primeras partes el autor enlaza muy bien a los filósofos y políticos mencionados con la doctrina filosófico-política de Plutarco, es en la exposición detallada de ésta última en la que el lector, al menos en lo que atañe a lo que hoy sucede, está no sólo inmerso sino sorprendido. Párrafo tras párrafo, consejo tras consejo, la actualidad de lo que escribió Plutarco, y glosa Rovira, es sorprendente. No teoriza, como lo hace Aristóteles en su Política, sino que los consejos de Plutarco son de un pragmatismo tan real y aplicable en su época como en la nuestra, tanto para la función y el arte de gobernar como en el deber y responsabilidad de ser bien gobernado y procurar participar en la vida pública y hacer que los mejor preparados gestionen y gobiernen la sociedad civil.

Los temas de los Moralia, estudiados en el último capítulo del libro recensionado, son –véalo el lector– absolutamente actuales; y, más concretamente, aplicables a la situación –lamentable política y socialmente– de nuestra España. Voy a transcribirlos para que el lector, a su vez, los lea, medite y aplique.

Comienza con el «desprestigio de la Política» (¡ ya entonces¡), continúa con la necesidad (por el gobernante) de observar y ser transparente con el pueblo con el que se ha de gobernar o se gobierna ya; la importancia de la elocuencia; el cómo comenzar la carrera política; el problema de los amigos; el cómo conducirse con los enemigos (la oposición); qué cargos aceptar (antes y después de gobernar); las alianzas no visibles (los «pactos entre bastidores»); los asuntos exteriores de comportamiento con los «dominadores romanos» (hoy, tal vez la UE) y con los colaboradores en el gobierno (ministros y demás funcionarios públicos); lo que Plutarco denomina «modulaciones necesarias en el gobierno», es decir, saber hacer concesiones al pueblo (o a los partidos políticos) para poderle exigir más en las cosas más importantes; los «recortes» tanto en los principios éticos, políticos o económicos (¿para salvaguardar la unidad de la Patria?); y por último los «desprendimientos imprescindibles»: se debe dejar fuera de la política, toda ambición material y todo afán de honores porque, como dijo el filósofo Anaxágoras al declinar los honores que le ofrecían sus conciudadanos (la cita está en Plutarco, tomada de Diógenes Laercio): «Es preciso que el honor no sea un pago por la acción, sino un símbolo, para que pueda durar mucho tiempo (…) no vaya a ocurrir como con las estatuas de Demades, que las fundieron rápidamente para hacer orinales». (¿Ocurrirá esto en España en años próximos?– preguntaría yo).

He de terminar felicitando al autor y a los editores por este libro que requiere una larga, reposada y meditada lectura, terminada la cual el lector admirará la sabiduría antigua y, por otra parte, verá aumentado su deseo de que nuestro mundo contemporáneo sea imbuido y renovado por esa sabiduría clásica y vuelvan los planes de estudio a ser informados por ella. Seguramente por no serlo en España y en Europa nos hacen tanta falta «estos consejos políticos» de Plutarco.

Javier NAGORE YÁRNOZ