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Número 511-512

Serie LI

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Zacarías de Vizcarra Arana, Vasconia españolísima

Zacarías de Vizcarra Arana, Vasconia españolísima, Larraya, Durandarte, 2012, 192 págs.

Zacarías de Vizcarra y Arana (1880-1963), clérigo vascongado, se estrenó en el mundo de las letras con un catecismo en la lengua de sus padres (Cristiñavarem Jaquinbide Labustua, 1911) y alcanzó fama acuñando en 1926, durante su larga estancia en la Argentina, el término Hispanidad –al que daría fama luego don Ramiro de Maeztu–, para significar tanto el conjunto de los pueblos hispánicos como las cualidades que los distinguen de otros pueblos. En 1939 la Editorial Tradicionalista de San Sebastián dio a la estampa su Vasconia españolísima. Datos para comprobar que Vasconia es reliquia preciosa de lo más español de España, que ahora vuelve a ver la luz. Tanto aquella como esta coyuntura precisan de que se extienda el mensaje que título y subtítulo no esconden sino que proclaman.

El prólogo del editor lo explica, a mi juicio, a las mil maravillas: «Vasconia españolísima no defiende un nacionalismo, digamos, “españolista”. La lógica de los nacionalismos –centralistas o periféricos– es una lógica abstracta e inhumana. Vizcarra era un vasco de Abadiano (“anteiglesia y república en la provincia de Vizcaya”, a decir de Madoz), con los pies en el suelo y preocupado por las realidades concretas. No defiende la españolidad de Euskalherría por ningún prejuicio ideológico, sino porque es lo que clama la historia y la cultura de los vascos. Así lo dice el explícito subtítulo (…), porque de datos se trata y no de pálpitos». Por eso –nos permitimos apuntar–, en 1939 es natural que fuera la Editorial Tradicionalista la que lo publicara, pues su discurso estaba entra- ñado en los requetés que acababan de batirse como verdaderos vascos por Dios, la Patria y el Rey. Y hoy nuevamente ha de ser un sello tradicional el que nos lo devuelva en esta hora de nacionalismos campantes. Que el libro, escrito en el fragor de los combates de 1936, lleva –lo dice de nuevo muy oportunamente el prologuista de hoy– «incrustados vestigios que lo atestiguan». También algunos de los datos que aporta han podido ser superados por estudios más reciente. Pero nada importa, pues aunque como toda obra es hija de su tiempo, la tesis central en modo alguno ha quedado invalidada.

Juan CAYÓN