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Número 511-512

Serie LI

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Ricardo Dip, Prudência notarial

Ricardo Dip, Prudência notarial, São Paulo, Quinta editorial, 2012, 130 págs.

Como quiera que más arriba ya se ofrecen los datos principales sobre la figura y la obra del autor de este libro, el magistrado y profesor Ricardo Marques Dip, miembro del consejo editorial de esta misma revista, entre otras muchas cosas, hacemos gracia de reiterarlas. Sólo me parece oportuno subrayar lo que Manuel Anaut apunta muy acertadamente: la acabada simbiosis entre los saberes técnico, científico y filosófico que se da en todas las obras de Ricardo Dip y que, en la presente, vuelve a refulgir. Sólo basta poner los ojos en la portada (en la que destacan dos lemas isidorianos: «prudentia est in rebus, qua discernuntur a bonis mala»; «prudens quasi porro videns») y recorrer el índice. En efecto, la prudencia está en las cosas y el prudente es como si viera de lejos. El oficio del jurista y en concreto el del notario, en la determinación del derecho, no pueden hacerse de otro modo que en el ámbito del ejercicio de la prudencia.

Hay otra cosa de la que quisiéramos dejar constancia. Y es que la obra trae un prólogo de nuestro inolvidable maestro Juan Bms. Vallet de Goytisolo, creo que el último escrito salido de su pluma. Y que, sin más reproducimos a continuación:

«Tengo por Ricardo Marques Dip el máximo de los afectos y la máxima de las estimas.

Los afectos en su origen fueron heredados. De su maestro, el profesor José Pedro Galvão de Sousa, que fue mi amigo después de haberlo sido del inolvidable y genial Francisco Elías de Tejada. Pero la herencia, aceptada, ingresó en mi patrimonio espiritual, haciéndolo crecer siempre que he tenido la ocasión de verlo. La última, si no me equivoco, hace algunos años, en que vino a visitarme a mi despacho madrileño, acompañado de otro querido y común amigo, el profesor Miguel Ayuso, que se ha erigido en mi sucesor en buena parte de las tareas intelectuales y apostólicas a las que he consagrado mi vida.

Las estimas vienen de sus muchos saberes. Filosóficos, en general pertenecientes a la filosofía práctica, cultivada en la línea de la tradición tomista, que también he procurado seguir a mi modo. Y también científicos, si tal distinción entre ciencia y filosofía puede hacerse, sobre todo del derecho, concebida como una verdadera iuris prudentia. Entre los frutos de este quehacer hallamos los vertidos en el ámbito del derecho penal, pero también los pertenecientes al derecho constitucional. Pero en esta ocasión me interesan más los desenvueltos en el campo del derecho registral, del que es un consumado maestro y, de resultas, una autoridad reputada. Y no sólo en el Brasil.

Por mi parte, he sido toda mi vida un jurista práctico. Y fundamentalmente un notario. Estoy orgulloso de ello. Como de haber contribuido siquiera modestamente al prestigio del notariado latino, cultivando una ciencia práctica notarial al servicio del ars notariae. Por eso, le ruego me permita una breve reflexión para cumplir el honroso encargo que me ha hecho de introducir su excelente libro.

Siempre he defendido la complementariedad de las denominadas (no del todo propiamente) seguridad estática y seguridad dinámica. Como la correlación de las respectivas funciones del notario y del registro de la propiedad en la salvaguardia de la seguridad jurídica. La institución notarial, así, está integrada por una organización profesional de hombres, cada uno de los cuales constituye un órgano social, que presta un servicio personal en las relaciones de derecho privado que traten de establecerse o declararse sin contienda judicial; y los instrumentos públicos no son sino un producto del ejercicio de esa función profesional. En cambio, la institución del registro de la propiedad es un instrumento de publicidad, que tiene en los registradores los funcionarios que, mediante su calificación –función ésta ciertamente profesional–, cuidan de la adecuación legal de los documentos presentados para ser inscritos

Disculpe que a mis años no pueda sino repetir esta que ha sido mi constante convicción y reflexión. Que le ofrezco sin más intención que la de compartirla con los amigos y colegas del otro lado del Atlántico, tan lejos en la geografía como tan cerca en el corazón».

Juan CAYÓN