Joseph-Marie Verlinde, L'idéologie verte

Joseph-Marie Verlinde, L’idéologie verte, Mesnil-Saint Loup, Le livre ouvert, 2013, 112 págs.

El padre Verlinde, monje de la Familia de San José, por él fundada, tiene detrás una historia compleja y fascinante. De origen belga, practicó la meditación trascendental y el yoga, pasando por un esoterismo pseudo-cristiano antes de volver a la fe católica. Autor de numerosas obras de espiritualidad de las que no tenemos juicio, pues no las hemos leído, se ha significado en los últimos años por la denuncia de la new age, a fin de que otros no caigan en los errores en que él mismo cayó.

El presente volumen ofrece una mirada crítica filosófica y teológica sobre la ecología y el ecologismo. De su interés da cuenta el solo índice: el insoslayable desarrollo sostenible, la ecología científica, el «especismo» de P. Singer, la defensa de los derechos de los animales, la «ecosofía», el reconocimiento de los «derechos» de la naturaleza, la hipótesis Gaya, una naturaleza resacralizada sobre la base de un antihumanismo militante, ¿a quién beneficia la deriva? y naturaleza contra cultura.

Lo que busca el autor es discernir las realidades diferentes que se ocultan tras el término ecología. Encuentra, así, una ecología llamada ambientalista que nace del deseo de transmitir a las generaciones futuras una tierra que sea habitable y que se esfuerza en gestionar el crecimiento económico en vista a una justa distribución de las riquezas. Se inspiraría, pues, en un punto de partida humanista. Mientras que, por otra parte, otras corrientes defienden posiciones ideológicas que no tienen en cuenta al hombre, hasta el punto de considerarlo como un peligro para el planeta Tierra, bautizado como Gaya, preconizando la reducción drástica de la población humana en nombre del «derecho» de otras especies, animales o vegetales.

La apretada síntesis que acabamos de ofrecer evidencia tanto el mérito de la obra como deja entrever sus límites. Es justa la denuncia de la «ideología verde», aunque a veces falte un poco de lucidez al colacionar sus antecedentes conceptuales y sus concomitantes políticos (baste el ejemplo del papel de las organizaciones internacionales, insuficientemente denunciado). Y es algo ingenua la presentación de la ecología humanista, defendible frente a la «deriva» ecologista. Precisamente es aquí donde se eche más en falta, más allá de la ambigua reclamación «humanista», algo más de elaboración.

En todo caso, estudios como el presente son de alabar y muestran una vitalidad intelectual del catolicismo francés que a veces echamos de menos entre nosotros.

Juan CAYÓN