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Número 517-518

Serie LI

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Leonardo Castellani, Pluma en ristre

Leonardo Castellani, Pluma en ristre, edición de Juan Manuel de Prada, LibrosLibres, Madrid, 2010, 330 págs.

Por fortuna, Leonardo Castellani, uno de los grandes pensadores y apologistas católicos de habla hispana en el siglo XX, ya no es un inédito en España. Hasta hace bien poco sólo una minoría conocía y disfrutaba sus obras, apenas distribuidas e importadas a cuentagotas.

Gracias a la incansable tarea de promoción del escritor Juan Manuel de Prada, en los últimos años se han editado Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI (recopilatorio de sus mejores artículos), El Apokalypsis de San Juan, El Evangelio de Jesucristo, Los papeles de Benjamín Benavides y un volumen, Pluma en Ristre, que recoge artículos nunca antes compendiados y por tanto desconocidos incluso para buena parte de los castellanianos más fieles, en particular los de las nuevas generaciones.

Leonardo Castellani (1899-1981) fue un jesuita polifacético, argentino de Reconquista, provincia de Santa Fe: dos topónimos que parecen premonitorios de su trayectoria. Teólogo por la Gregoriana y psicólogo por la Sorbona, aunó siempre rectilínea ortodoxia, difícil carácter y atrabiliaria pluma. En 1949 le separaron de la Compañía de Jesús y le prohibieron decir misa: unos años, terribles para él por la separación del altar, que concluyeron en 1961 con su feliz reintegración a las funciones sacerdotales.

Es característico del Castellani polemista (faceta confluyente con las de novelista y ensayista) elevarse a los principios de las cosas desde sus comentarios a la actualidad más fungible y perentoria. Lo hacía en artículos «de batalla» publicados en periódicos y revistas militantes, pero la falta de academicismo de sus pretensiones era compatible con una capacidad analítica sublime que da empaque doctrinal a todos sus textos y justifica su lectura por lejana en el tiempo y en el espacio que parezca la polémica que les da pie. Los escritos recolectados en Pluma en ristre, agrupados en ocho áreas, son un ejemplo patente.

Los siete artículos de «El liberalismo, voilà l´ennemi» desbrozan el carácter ajeno al genio hispánico de esta ideología y su condición destructora de la sociabilidad natural del hombre. Castellani razona en una línea de continuidad con el tradicionalismo desde su simpatía y querencia (no por ello acrítica) por las formas de corporativismo estatal que se habían puesto en práctica en Italia o España.

Los cuatro de «El reino del dinero» se adentran en el terreno de la economía, con aportaciones de interés sobre la naturaleza de la moneda y una clásica postura tercerista que repudia tanto el socialismo como el capitalismo, identificado con la plutocracia.

Los seis de «De España un poco» brindan al lector sorprendentes y acerbas críticas al Premio Nobel Vicente Aleixandre –no hay que olvidar que Castellani fue un excepcional crítico literario– y una interesante visión de La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, junto a una interpretación sobre nuestra decadencia a la luz de tres siglos de literatura española.

Los siete de «Las corrientes de la historia» trazan la evolución de la política y la cultura en su alejamiento del paradigma cristiano, católico, que en un tiempo no tan lejano aún lo informaba todo.

Los diez de «Fariseos y modernistas» reflejan al Castellani más puro y destilado, y el más desconcertantemente único y sin par, pues la crítica al fariseísmo –quizá porque lo interpretaba como causa de su caída en desgracia ante las jerarquías jesuitas y diocesanas– es una constante en la obra del genio.

Los siete de «La belleza del dogma» inciden en dicha temática, aunque más en positivo, e incluyen dos artículos muy interesantes que recogen cómo y por qué cambió su posición sobre la obra de Jacques Maritain al nacer el «maritenismo político». Castellani no simpatizó jamás con la democracia cristiana.

Los diez de «Tribulaciones de un crítico de la cultura» desvelan el buen conocimiento que tenía nuestro autor del mundo de los medios de comunicación y de problemas del mundo editorial que aún hoy persisten.

Por último, los ocho de «Una política con legitimidad» reflexionan sobre la cuestión fundamental que preocupa en la cosa pública: quién debe mandar, y cómo, para que tengamos la obligación de obedecer.

Nuestros padres, explica, «decían plácidamente que toda autoridad viene de Dios, citando a San Pablo. Decían que un gobierno es legítimo cuando a través de él se puede ver de algún modo “lo divino”; no lo divino en sí mismo, que Ése es del todo invisible, sino lo divino en su manifestación creada, que es el orden natural; y que si por el contrario el pueblo ve por transparencia en un gobierno lo demoníaco, Caín, Nemrod, el Leviatán, la Bestia… ese gobierno es ilegítimo, o quier satánico. […] Desde el ateísmo no se puede edificar lógicamente ningún principio válido de legitimidad. Si Dios no existe, de hombre a hombre va cero… y yo soy Dios: yo soy la Revolución Francesa, la revolución perpetua e irrestañable… hasta que venga la Tiranía, bonapartista o anticrística».

Firmó el párrafo anterior en 1953, y así se cierra esta colección de 59 artículos, mezclados en su composición cronológica e incluso estilística –se integran los más circunspectos con los más castellanianos, plenos de ironía y/o de sarcasmo–, pero de una coherencia interna excepcional.

Castellani vivió «pluma en ristre», pero no contra los débiles, sino quijotescamente, con su lanza sólo presta para traspasar a gigantes y mamelucos, en defensa de las cosas sencillas que movían su corazón: Dios, la Patria... o el placer de leer. E incluso el de escribir sin tener que vivir de lo que escribía, como a él, pobremente, le tocó hacer cuando algunos odios eclesiásticos le pusieron en su punto de mira. Y como, aunque escritor genial, vocación de mártir no tenía, se defendió con uñas y dientes.

Las notas de Prada, ricas en historias y matices, enmarcan cada artículo en lo que puede tener de circunstancial, para ayudar al lector a extraer mejor su sustancia. Afirma en el prólogo que «leer a Castellani y profesarle una lealtad acérrima son episodios simultáneos de una misma y gozosa aventura del espíritu». Además, añade, este volumen recoge todos los «asuntos predilectos» del escritor argentino, abordados con esa «unidad de mente» gracias a la cual un principio inspirador (el católico) puede iluminar todos los rincones de la realidad.

Carmelo LÓPEZ-ARIAS