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1986

La doctrina social católica

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Familia, ámbito de comunidad y libertad

LA FAMIIJA, AMBITO DE COMUNIDAD Y IJBERTAD
POR
SANTIAGO ARELLANO HERNÁNDEZ
Cuando se me ofreci6 la posibilidad· de participar en la po­
nencia sobre la familia, no titubeé en aceptarla. Mí condici6n
de padre me animaba a ello: pero sobre todo, e independien­
mente de la mínima importancia del contenido de
mí ponencia,
me atrajo la ocasi6n que
se me brindaba para agradecer en pú­
blico lo que durante tanto tiempo había reconocido en privado.
Soy discípulo de «Schola Cordis Iesu», lá escuela que .en­
seña a alzar la cabeza esperanzada en medio de unos tiempos
cargados de zozobra, porque, por el camino de las misericor­
dias de Dios y de sus maravillas, van preparando el adveni0
miento y triunfo del Reino de Nuestro Señor Jesucristo. Soy
estudioso an6nimo de los magistrales · artículos y ponencias de
Verbo, uno de los pocos consuelos en la algarabía de la «cul­
turiscencia» de nuestros días, si me permiten el neologismo,
amigo de los «amigos de la Ciudad Católica». Y soy un profe­
sor de literatura
de un I. B. de provincias, enamorado de ta
tradición española. Desde esta mí tiple condici6n, pemútanme
romper una lanza en pro del último reducto donde el hombre
puede todavía vivir como persona y encontrar la libertad, la
familia.
De entre los múltiples aspectos discernibles en el tema, quie­
.

ro en especial detenerme en dos: la
familia como ámbito de
libertad y la
familia como sociedad, cuyo fundamento · es la a,.
munidad interpersonal.
Con el rigor y nitidez que le caracterizan, el Cardenal Rat­
zinger
en· su conferencia «Libertad y liberación» publicada en
el
L'Obsservatore, el 3 de agosto de 1986, afirma: «En reali-
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dad, la familia es la célula inicial de la libertad, y mientras se
la considere intacta, se habrá conseguido por lo menos un es­
pacio mínimo de libertad». Más adelante argumenta: «La familia
es· el espacio originario de la libertad, por ser el lugar donde
crecen
las relaciones entre los hombres, que son relaciones de
libertad, relaciones en que se fundamenta la persona humana».
Por ello
se atreve a denunciar: «De ahí que las dictaduras in­
tentan indefectiblemente destruir ,la familia para eliminar este
espacio de libertad, que de otra forma
.escaparía a su control».
Y de donde nosotros podemos deducir el nombre que en pro­
piedad corresponde a cualquier
· forma de gobierno que atente
contra la familia.
·
En la Exhortación apostólica Familiaris consortio, Su Santi­
dad Juan Pablo
II hace hincapié en contemplar a la familia
como «comunión de personas». «En el matrimonio y en la fa­
milia se constituye un conjunto de relaciones interpersonales
-relación· conyugal, paternWad-maternidad, fiJiación, fraterni­
dad-mediante las cuales toda persona queda introducida en
Ju "familia humana" y en "la familia de Dios" que es la Igle­
sia».
Afirma más adelante: «La famiJia, fundada y vivificada
por el amor, es una comunidad de personas: del hombre
y de
la mujer esposos, de los padres y de los hijos, de los parientes.
Su primer cometido es el vivir fielmente la realidad de ,la co­
munión con el empeño constanté de desarrollar -una auténtlca
comunidad de personas... El amor entre el hombre y la mujer
en
el matrimonio y, de forma derivada y más amplia, el amor
entre fos miembros de la misma familia -,-entre padres e hijos,
entre hermanos
y hermanas, entre parientes y familiares­
está animado por un dinamismo interior e incesante que con­
duce la familia a una . comunión_ cada vez más profunda e in­
tensa, fundamento y alma de la comunidad conyugal y fami­
liar». Por ello, con imperativo de conciencia nos recuerda: «To­
dos los miembros de la familia, cada uno según su propio don,
tienen
la gracia y Ja responsabilidad de construir, dfa a día, la
comunión de las personas, haciendo de la familia una escuela
de humanidad más completa y más rica: es lo que sucede con
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LA FAMIUA, AMBITO DE COMUNIDAD Y LIBERTAD
el cuidado y el amor hacia los pequeños, los enfermos y los
ancianos;
con el servicio· reciproco de todos los días, compar­
tiendo los bienes,
alegrías y sufrimientos». No podemos olvidar
aquellas rotundas palabras que
Su Santidad ha repetido .en nu­
merosas ocasiones: «La familia es el único lugar donde al hom­
bre se le valora no por lo que tiene sino por lo que es».
Al
analizar la situación de la familia en el mundo de hoy,
Juan Pablo
II titula significativamente el apartado:· «Luces y
sombras
de la familia en la actualidad» y afirma: «La situación
en que
se halla la familia presenta aspectos positivos y neg,>­
tivos: signo, los unos, de la salvación de Cristo operante en
el mundo; signo, los otros, del rechazo que el hombre opone al
amor
de Dios». Señala entre los primeros: «La conciencia más
viva de la libertad personal, la mayor atención a la calidad de
las relaciones interpersonales en el matrimonio, la promoción
de la dignidad de la mujer, la procreación responsable, la edu­
ción de los hijos;
se tiene además .conciencia de la necesidad
de
desarrollar relaciones entre las familias, en orden a una
ayuda recíproca
espiritual y material, al conocimiento

de
la mi­
sión eclesial propia de la familia en su responsabilidad en la
construcción de una sociedad
más justa».
Seña:la entre los segundos: « Una equivocada concepción teóri­
ca y práctica de la independencia de los cónyuges entre sí; las
graves ambigüedades acerca
de la relación de autoridad entre
padres e hijos; las dificultades
concretas que con frecuencia
experimenta la
familia en la transmisión de los valores, el nú,
mero cada vez mayor de divorcios, la plaga del aborto, el re,
curso cada vez tuás frecuente a fa esterilización, la instauración
de una verdadera y propia mentalidad
anticoncepcionwl».
Otros muchos podría enumerar el propio Pontífice y no
sería el menor la mentalidad generalizada entre los jóvenes del
mundo occidental de haber
perdido. la ilusión de desarrollar la
vocación al amor por el
camino del matrimonio y de la familia,
apostando. su vida por el sexo sin amor, la pareja inestable o la
promiscuidad
de todo tipo.
Certeramente diagnostica Roma el fundamento
de todos estos
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SANTIAGO ARELLANO HERNANDEZ
males: «En la base de estos fenómenos negativos está muchas
veces una corrupción de la idea y de la experiencia de la liber­
tad, concebida no como la capacidad de realizar
la vetdad del
proyecto
de Dios sobre el matrimonio y la familia, sino como
una· fuerza autónoma de
. auooafirmación, no raramente. contra
los demás., en orden al propio bienestar egof:sta».
Las últimas palabras del Pontífice nos pueden setvir de guía
para comprendet que la crisis
. que padece la institución familiar
no
es fruto de un ataque· aislado y nuevo, \SÍ:no la última. conse­
cuencia inevitable de un modo de entendet al hombre y su fe-
. licidad como individuo desvinculado de · todo compromiso con
los demás y hasta consigo mismo. La· modernidad nos ha acos­
tumbrado a contraponer la concepción teocéntrica de la . vida
medieval a
un antropocentrismo libettador de vinculos humi­
llantes y redentor de toda limitación que pueda parecer inhe­
rente a la naturaleza
humana. Nada puede opooetse al simple
acto de querer.
La voluntad se hizo señora de la tazón y el hom­
bre la medida de .todas las cosas. Un yo solitario y rebelde,
regido por
el· ímpetu de cualquiet deseo . y olvidado o desdeña­
dor
de.todo lazo próximo o vecínal, arremete incontenible en la
vida de los pueblos occidentales.
Su proceso devastador en estos
últimos siglos no
se detuvo en los muros de la patria, ni en el
valladar de las regiones y comarcas. Su podet de destrucción ·
tenía que extendet sus consecuencias hasta las mismas entrañas
del hogar. Sin duda que la familia está asaltada bárbaramente
por la permisividad licenciosa de las costumbres y por la pér­
dida progresiva del recato y del pudor que la envilecedora por­
nografía destruye.
Sin duda que la sociedad de consumo, que
incita
a identificar la felicidad con la posesión lo más efímeta
posible de objetos
-use y tírelo--como modo eficaz de en­
contrar todo tipo de sensaciones placenteras que alivien o entre­
tengan nuestro caminar, amenazá con esclavizar· a nuestras .gen­
tes. Nada hay más exasperante qúe el lamento hipócrita de .una
sociedad que habitúa a sus ciudadanos desde su
niñez más tier­
na a
la búsqueda desenfrenada de los . butdos placetes y satis­
facciones
físicas y se msga las vestidnras amargamente ante la
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LA FAMIUA, AMBITO DE CQMUNIDAD Y L!IBERTAD
plaga desoladora de la droga. Sin. duda que el cerco económi­
co, la parca ayuda familiar, el encarecimiento abusivo
de las
viviendas, la consrruoción de pisos esrrechos y poco conforta­
bles, los impuestos que esquilman ahorros y patrimonios, etcé­
tera, amenazan y debilitan la vida familiar. Sin embargo, mucho
nos tememos que
tod\>S estiOs hechos no son causa directa, sino
consecuencia
de lo que el Santo Padre ha llamado «fuerza autó,
noma de autoafirmadón». En la raíz de todos los males creo
que debemos colocar la rebeldía del hombre moderno, que
ha
creído encontrar el fundamento de su independencia en la elimi­
nación
de todo lo que sea o recuerde la huella de Dios en él.
¿Por qué engañarnos? El «seréis oomo dioses» se signe oyendo
entre los mensajes
h1,eradores de la promesa contemporánea.
Hasta tiempos
recientes la dulznra de la manzana prohibida
podía encandilar y attaer el corazón de muchos. ¿Será verdad
que el hombre podrá
,il fin quedar liberado de su males? Y los
frutos aparentes parecían afianzar la contraposición del hombre
como.
centro de nuesttas posibíli el anrropocentrismo al teocenrrismo.
El tiempo se ha enoa:rgado
de que descubramos que, rras la dulzura de la promesa, se en,
cuentra Ja amargura de nuesrra propia desrruoción. No era po­
sible. Li grandeza del hombre no podía lograrse a costa de Dios.
Es ambigno, si no perverso,
oontraponer antropocentrismo a
teooeritrismo. Ningún espíriru cristiano, medieval o moderno,
olvida al hombre al invocar a Dios.
El hombre signe siendo el
centro
de las inquietudes para quien mira a Dios como el origi­
nal
de nuestm semejanza e imagen. Al Dios centro de todo se
contrapone un yo oentto de todo, que en perspectiva sicológica
se llama egooentrismo;
egofsmo, en moral; y en teología, egola­
tría. Al
teoceorrismo medieval ha suplantado la egolatría mo­
derna, no el antropocentrismo, Y a .su verdadera grandeza y dig­
nidad, el desmoronamiento de la misma vid,i humana.
La
soledad, la incomunicación, la desconfianza; la esclavitud
física y síquica
han sido las oonsecuencias de aquella secular doc,
trina que cristalizó en el siglo XVIII en el lema de Libertad,
Igualdad
y Fraternidad, para sarcasmo de sus desoendientes.
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SANTIAGO ARELLANO HERNANDEZ
No se puede poner remedio ,a las consecuencias, si previa­
mente no
se atienden las premisas. El individualismo renacentis­
ta y su exaltación del yo, desvincu:ladp de todo· lazo social y
moral, descencaclenó el huracán que sigue dejando inhabitable
la morada de los hombres.
Sus promesas parecieron atractivas
a la mirada, sus consecuencias estaban reservadas a nuestro tiem­
po para
, que pudiéramos saborear la amargura que habían de
ocasionar.
En su magnífico ensayo Sociologla del Renacimiento, A. von
Martín afinna tajantemente: «A partir del Renacimiento, la so­
ciedad dejó de ser comunidad». El individuo pasó a ser elemento
de una sociedad sin lazos de creencias 'y tradiciones; la sociedad
se convirtió
. en campo libre de batalla, dé intereses donde los
más hábiles, arrastrados por la ambición de tener, olvidaron las
exigencias que el poseer implica para los demás, y lo identifica­
ron con
el valer. Es honrado el que tiene y valioso el que posee.
A partir de ese momento, y con
Ja lentitud que las transforma­
ciones sociales exigen, los pueblos pasaron a ser más nación que
patria.
Si los pueblos son naciones (lugar de los nacidos) sin
patria
('sin la herencia cultural e hlstórica de nuesttos padres),
lo patrio termina identificándose con el Estado, único todopode­
roso;
y la sociedad, aglomeración amorfa y masificada de indi­
viduos, que sólo el Estado absoluto tiene el deber
de planilicar.
En este ambiente, la arraigada aspiración medieval y cdstiana._de
lograrlá
sociedad fraternal universa:! se convirtió en la considera­
ción del
otro como enemigo y cobró sobrada actualidad la sen­
tencia latina: Romo homini lupus. Nada existe más triste para
un eamorado de nuestra patria que contemplar a los hijos na­
cidos en el mismo solar como extraños, , aunque hablen el mismo
idioma y vivan pared con pared. En realidad, ¿no creen que,
en este
sentido, la pérdida de lazos y tradiciones ha transfonna­
do a nuestros ciudadanos en auténticos apátddas?
Y o suelo decir que el primer divorcio moderno
se dio cuando
el individuo se desvinculó
ele aquella red de compromisos y
amores que nos ayuntaban como célul:as vivas de la vida de la
patda.
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LA FAMIUA, AMBITO DE COMUNIDAD Y UBER.TAD
EJ.. entramado de la vida social quedó roto y las relaciones
personales de fidelidad, lealtad, servicio y generosidad quedaron
suplantadas por
el interés, medro, provecho, y hasta el amor se
redujo
a mero goce sexual.
Bien sabemos cómo España
se resistió a sucumbir ante esta
concepción de
illa existencia: más aún, cómo derrochó la sangre
de sus gentes y su economía, consciente de que no peligtaba
sólo su propia identidad, sino el porvenir de la condición hu­
mana. Con una radicalidad que otros pueblos no pudieron o no
supieron captar, España vislumbra
las consecuencias que iba a
desencadenar esta locura para Europa y aun para la misma hu-·
manidad; y adelanta desenlaces que sólo el transcurso de cinco
siglos ha permitido hacer evidentes.
Sé que la historia o la
filosofía son instrumentos de cono­
cimiento que pueden desentrañar con rigor· impecable el pasado
de los hombres o las claves de
su pensar. También la literatura
se acerca al acontecimiento humano y, en su intento de repro­
ducir, si no no lo que sucedió, 1~ . que pudo haber sucedido,
ahonda en las claves del
vivir y crea, con el instrumento del
mito, ámbitos de realidad cuya verosimilitud permite contemplar
y
seguir la trayectoria de las vicisitudes del espíritu humano.
Un grito enérgico de condena de
la· nueva sociedad, contundente,
es el lamento elegíaco de Jorge Manrique 'en «Las coplas a la
muerte de su padre». No es ·sólo la contemplación efímera de
un mundo recientemente pasado lo que se nos canta. Con
la cla­
ridad del que ha caído en la cuenta de la vanidad
de las cosas
tras que andamos y corremos, advierte a
cada .hombre: ,,Recuer­
de el alma dormida» que, si esta vida es camino, «cumple tener
buen tino para
andar esta jornada sin errar». Advierte de los
peligros que las nuevas formas literarias ocultaban: «dejo las in­
vocaciones de los
famosos poetas y oradores, no curo de sus
ficciones, que traen yerbas secretas, sus sabores». Y sentencia
con
la condena de olvido en esta vida, para aquellos que opta­
ron
por los placeres y dulzores de esta vida trabajada que trae­
mos, como
se compru,;ba en las bellísimas estrofas del ubi sunt.
¿Qué se hizo el rey don Juan? ¿Los infantes de Aragón, qué se
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SANTIAGO AREUANO HERNANDEZ
hicieron? . . . ¿Qué oe hicieron las damas, sus tocados, sus ves­
tidos, sus olores? ¿Qué se hizo aquel trovar? Y el silencio como
única resi,uésta sanciona acerca de la inconsistencia de tanta
grandeza y pretensión. Por el contrario, los hombres, que como
su padre optaron por el camino de
la virtud, que «no dejó gran­
d~s tesoros, ni alcanzó muchas riquezas. ni vajillas», serán dignos
de figurar entre los hombres que han sobrevivido al tiempo
como uno
más de los virtuosos héroes de la antigüedad que han
merecido la recompensa de la fama. Vida que «aunque tampoco
es eterna ni verdadera: más con todo es muy mejor que la otra
temporal, perecedera. Y añade:
«El vivir que es perdurable no
se gana con estados mundanales ni con vida delectable donde
moran los
pecados infernales». Existen dos maneras de llevat
a cabo la existencia humana: o entolándose en los estados mun­
danales, o cumpliendo fielmente con los compromisos y obliga­
ciones sociales y morales que los estamentos u oficios comporta­
ban:
«mas los buenos religiosos gánanlos con oraciones y con
lloros; los caballeros famosos con trabajos y aflicciones contra
moros».
Las coplas no son sólo un canto nostálgico del pasado,
sino un grito de advertencia que mira hacia el futuro: «no se
engañe nadie, no». En ellas. se condena la nueva sociedad que se
avecina, ambiciosa, sensual, lujosa.
Gran patte de nuestra literatura clásica nace para hacer evi­
dentes
las consecuencias de una sociedad regida por los únicos
afanes del lucro
y de la ,lujuria desenfrenada. La mejor novela
picaresca
El Guzmán de Alfarache, no· patece ser sino la cons­
tatación en cabeza
de Guzmán, propia y ajena, de los maleo que
una sociedad así acarrearla.
Sin embatgo, los dos ,textos en que se refleja de un modo
sobrecogedor la nueva sociedad
son La Celestina y E/ Lazarillo
de Tormes.
En el primero podremos observar el desmoronamiento de la
sociedad medieval y la aparición . de un mundo diferente. Los
grandes móviles que orienmn el comportamiento de los más yá
no se apoya1'.án en las virtude,; del espíritu. La lujuria y la avari­
cia se habrán señoreado del corazón de los seres humanos. La
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LA FAMILIA, AMBITO DE COMUNIDAD Y LIBERTAD
palabra no. se utilizará como vehículo de la verdad, sino como
celada en la que se ocultan Jas más viles intenciones. Como lema
que preside toda la obra, confiesa el
criado Pátmeno cuando ya
ha sido transformado en désleal y fojnrioso: «no sepas hablar y
quitarte han el
i>lma sin que sepas quién». Lema que podría
servir
de advertencia para tantos contemporáneos nuestros que
tan ingenuamente se abandonan a los medios
de comunicación.
No creo que
.exista obra más actual, de entre las clásims,
que La Celestina. El pansexualismo que .la anega se identlfira
fácilmente
con el erotismo y. sensualidad de nuestto tiempo. El
nócleo temático de la tragicomedia es la aspiración a la felicidad
por medio de unas relaciones amorosas que rechazan claramente
el matrimonio, lo que llamaríamos hoy el amor libre, tan exten­
dido entre nuestros jóvenes.
Dejando a un lado las relaciones de medro e interés que
co11Stltuyen el entramado del mundo social de la Celestina, vale
la pena detenerse en el estudio que el autor realiza de la pasión
amorosa de los personajes. No
escatima Fernando de Rojas la
idealizació¡,. de los dos amantes, no oculta su entusiasmo y ad­
miración
ante la belleza de Calisto y Melibea. El auto XIX se
ha reconocido unánimemente como una de las escenas más su­
blimes de
la literatura amorosa universal. No se puede idealizar
más ni la belleza del encuentro ni la de los enamorados, pero
no -como situación· definitiva, sino como premisa r..dical de una
argumentación concesiva.
Concedo tanta belleza, pero, ¿luego?
En
Ia temporalizi,ción de ese amor, en fa historia de los dos
amantes, ¿qué desenlace
pediría la lógica de los planteamientos?
De sobra es conocido el final tráfico que espera a los principa­
les personajes de
la obra .. Recordad la importancia dramática
que la µ,.uerte desempeña. No creo acertada la i¡,.terpretación
que ach..ca a rastigo el final trágico, justa sanción al mal obrar.
No.
No sería verosímil. La . ei el que obra mal recibe en esta vida, al menos, castigo semejante.
Considero que la muerte ha de interpretarse de
manera simbó­
lica, Los que optan por un modo de amar o de vivir de ral ma­
nera han
apostado por la muerte. ¿ Cómo imaginar a un Calisto
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SANTIAGO ARELLANO HERNANDEZ
fiel compañero de . una Melibea que hubiera perdido los encan­
tos de
la juventud? El amor er6tico es plural y breve en el tiem­
po. ¿Cómo expresar que este modo de amar, por bello e intenso
que sea, implica necesariamente el
fina] de la muerte? Muerte
física o síquica, no existe
otra salida para quienes elijan este
modo
de amar. Ex.tensivo lo hace el autor al nuevo entramado
de
las relaciones sociales: la avaricia, el ansia de tener a toda
costa, aboca
a la sociedad a caer en manos de la violencia. La
muerte convierte a La Celestina en obra trágica y no en melo­
drama. Es tragedia porque el desenlace no está puesto para que
lloren los corazones sensibleros, sino
para que reflexionen los
espectadores y puedan
salir purificados tras la contemplación
(la catarsis aristotélica). No menos aleccionador es la segunda
solución del desenlace
para los que no mueren, la vivencia an­
gustiosa. del sentimiento de soledad. ¡Qué estremecedoras resul­
tan las
palabras de Pleberio, padre de Melibea, ante el cadáver
de su hija!: «¡Qué solo estoy, nadie puede comprender mi mal!».
{;on ser todos dos por Femando de Rojas,
ninguno alcanza en hondura a la
función que encarna el personaje central de Celestina. ¿ Vieja
hechicera? ¿Bruja embaucadora? ¿Simple trabajadora que vive
de un oficio bien hecho? ( ¿Qué importa cuál sea si con harta
maestría le
sirve como a cada cual el suyo para sobrevivir?). ¿O
maestra indiscutible de la nueva sociedad? Con ce11tero juicio
Ramiro de Maeztu
la llamó «sabia del hedonismo». Sí, «sabe­
dora» de las claves de la nueva sociedad. Pero no para disfrute
solitario y secreto. Celestina nos sobrecoge porque
se alza como
maestra inconfundible de los nuevos tiempos. Hamlet puede
dudar.
Celestina arguye, . sentencia, denuncia inapelablemente,
está
en posesión de .los secretos del saber de la modernida ¿Quién podrá atreverse contra su saber? En dos ocasiones de­
muestra Celestina su maestría: la más conocida, en el acto cuar­
to, cuando se
enfrenta a Melibea y es cap:)Z de desmoronar su
virtud, transformando·su rechazo a Calisto en entrega sumisa y
apasionada. Pero no menos genial y sobrecogedor el encuentro
de Pármeno,
el criado leal, con Celestina en el acto primero.
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LA FAMILIA, AMBITO DE COMUNIDAD Y LIBERTAD
Léanse despacio y con atención, descubrirán en la vieja a uno
de los primeros maestros. de la
sociedad nueva. Escojamos un
fragmento cualquiera:
«Pármeno.-¡Oh Celestina! Oído he a mis mayores que un
ejemplo de lujuria o avaricia
mucho mal hace; y que con aque­
llos debe hombre conversar que
le hagan mejor; y aquellos de­
jar, a quien él mejores piensa hacer. Y Sempronio
(criado desleal
y corrompido) en
su ejemplo no me hará mejor, ni yo a él sa­
naré su vicio. Y puesto que
yo a ·lo que dices me incline (al amor
de Areusa) sólo
yo querría .saberlo, porque a Jo menos por el
ejemplo fuese oculto
el pecado. Y si el hombre vencido del de­
leite va contra la vittud, no se atreva a la honestidad.
Celestina.-Sin prudencia hablas, que ninguna cosa
es alegre
posesión sin compañía. No te retraigas
ni amargues, ·que la na­
tura huye
lo triste y apetece lo deleitable. El deleite .,,; con 1os
amigos en las <:osas sensuales, y especial en recontar las cosas
de amores y comunicarlas: esto hice, estotro
me dijo, tal donaire
pasamos
... Y para esto, Pármeno, ¿Hay deleite sin compañía?
¡Alahé, alahé, la que las sabe las tañe! Este· es el deleite, que
lo
al, mejor hacen los asnos en el prado.
Pármeno.--No querría, madre, me convidases a consejo con
amonestación de deleite, ·como hicieron los que careciendo de
razonable fundamento, opinando, hicieron sectas envueltas en
dulce veneno, para captar y
tomar las voluntades de los flacos,
con
po1vos de •abroso afecto cegaron los ojos de ·,1a razón.
Celestina~¿Qué es razón, loco? ¿Qué es afecto, asnillo?
La discreción que no ,tienes,
lo determina; y de la discreción ma­
yor es la prudencia; y la prudencia no puede ser sin experimento;
y la experiencia no puede ser
más que en los viejos; y los an­
cianos somos llamados padres; lós buenos padres bien aconsejan
a sus hijos, y especial yo a ti, cuya vida y honra
más que la mía
deseo. ¿Y cuándo
me pagarás tú esto? Nunca, pues a los padres
y a
los maestros no puede •ser hecho servicio igualmente.
Pármeno.-Todo me recelo de recibir dudoso consejo.
Celesrina.-¿No quieres? Pues decirte he Jo que dice el sa­
bio: «Al varón que con dura
cerviz al que le castiga menosprecia,
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SANTIAGO ARELLANO HERNANDEZ
arrebatado québrantamiento le vendrá y sanidad ninguna le con­
seguirá ... ».
¡ Cuántos a,spectos podríamos deducir de· este diálogo en ver­
dad dramático por enfrentado!
Estamos en los .aledaños del 1500.
¿Qué se nos
dice de la razón? ¿Qué se nos afirma de la ex­
periencia como única fuente de conocimiento? Quiero, sin
em­
bargo, destacar otro aspecto: Estamos ante un viejo tópico
literario, el diálogo de un anciano
y un joven. ¿Qué cabía es­
perar? ¿No debía hacer gala el anciano de su venerabilidad y
el joven de su imprudencia y temeridad? ¿No estamos ante un
mundo
al revés: el anciano corruptor y el joven virtuoso? ¿Cuan­
do
más adelante examinemos un fragmento de El Lazarrillo de
Tormer y escuchemos los consejos que le da el arcipreste de
San Salvador a su vecino
y criado Lázaro, podréis asentir con­
migo
en que, desde una perspectiva simbólica es harto siguifi­
tivo que los maestros de
la modernidad sean la vieja Celestina
y un clérigo relajado. No han sido nunca los jóvenes la causa
directa de su propio descarrío, moral o ideológico. Los jóvenes
se apartan del bien a causa de la doctrina corrompida y de los
ejemplos perversos que transmiten quienes tienen la responsa­
bilidad de
enseñar la verdad: la ancianidad y la clerecía, en
nuestro caso.
En cuanto al tema que venimos tratando habremos compro­
bado que para Celestina el mundo nuevo se caracteriza por
la
exaltación de la lujuria y de la sensualidad: La natura huye lo
triste.
Me permitiréis uora cita más, aunque más breve, y podréis
conocer
el juicio de Celestina sobre Ja avaricia y la adquisición
de riquezas:
«Pármeno.--Celestina, todo tiemblo en oírte. No sé qué ha­
ga, perplejo estoy. Por una parte téngote por madre, por otra,
amo a Calisto. Riqueza deseo; pero quien torpemente sube a lo
alto, más aína cae que subió. No querría bienes mal ganados.
Celestina.-Yo sí. A tuerto o a derecho, nuestra casa hasta
e! techo».
Sensualidad
y ansia de riquezas a «tuerto o .a derecho», las
claves del nuevo mundo. La sociedad tenía forzosamente que
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LA FAMILIA, AMBITO DE COMUNIDAD Y LIBERTAD
dejar de ser comunidad. ¿Tarde o temprano no le llegarían .sus
consecuencias
a. la misma familia?
Un mensaje casi semejante
fo vamos a encontrar en 1a céle­
bre novela El Lazarilio de Tormes. En algunos de los valores
diríamos que.
Lázaro parece un discípulo aventajado de la mo­
ral de Celestina. Como. es bien sabido, .El Lazarillo es la. novela
que trata de contar
«por extenso» la historia de un jovencito
cualquiera que tras una
serie de cirolmtancias vitales y de apren­
dizajes
te6rico-prácticos que le van transmitiendo los diferentes
personajes con los que entrecruza su vida, termina por asumir
con
la más absoluta . indiferencia y pasividad una situación. de
deshonra social y moral. El Lazarillo es
fom,almente una carta
que escribe el propio Lázaro a
un personaje principal al que
designa con el titulo de « Vuestra merced» en contestación a la
que éste le dirige pidiéndole
que le dé noticias del «caso» o
suceso que está
en boca de todos en Toledo. El caso no es otro
que
1as fundadas sospechas que existen de que la esposa de Lá­
zaro es la amante del Arcipreste de San Salvador. Ante tal
situación, ¿qué reacción podemos
esperar de Lázaro? Es verdad
que
el hambre ha sido el acicate de su vivir, que el ciego k
ei:iseñó a «tener vista» en un mundo en que hay que saber un
punto más. que el diablo para sobrevivir, qµe el clérigo de Ma­
queda se le desveló como paradigma de la avaricia y de la cruel­
dad,
y que las honras al Escudero no le servían para darle de
comer, y lo que es peor todavía, que no podía esperar ayuda de
nadie sin mediar algún tipo de interés: la lección que saca del
cabezazo· contra el toro
de piedra en el puente de Salamanca· no
puede ser
más iluminadora: solo estoy; por mí mismo me las
he de valer. Pero todo ello, ¿justifica el cinismo del desenlace?
Con un «yo» comienza
la obra. Un-«yo» testigo de la exal­
tación renacentista
de la individualidad. Un «yo»· que en su
requiebro irónico delata
la trarnsformación que el mundo está
sufriendo
.. «Yo a bien tengo que cosas nunca vistas ni oídas»
no
qued..,_ en el olvido. Así comenzaban también los libros de
caballería.
Las asombrosas hazafias de los caballeros eran en
verdad cosas nunca vistas ni oídas; pero, ¿cuáles son las cosas
1137
Fundaci\363n Speiro

SANTIAGO ARELLANO HERNANDEZ
nunca ·vistas ni oídas del pregonero-de Toledo, Lázaro de Tor­
mes? Un caso de deshonra. El héroe se nos ha transformado
en antihéroe.
La vida cotidiana se ha convertido en materia no­
velable. Estamos a las puertas de la novela moderna. Y a no es
posible
el héroe, colectivo,. de la epopeya. El protagonismo no
podrá ser sino
el individuo marginado y solitario, sus aventu­
ras, las mil correrías
azatosas que para satisfacer las necesidades
deberá llevar a cabo en ·medio
·de una sociedad insolidaria. El
pueblo, como ayuntamiento de todos
para lograr el bien común,
ya no existe. La ciudad medieval (polis y dvitas) da paso a la
ciudad comercial y «burguesa». Los demás serán la sospecha y
reto para el embaucamiento y
el fraude. No encuentro ·verso
más expresivo de esta actitud de desconfianza ante los demás
que
el conocido de Lope de Vega «¡Qué tengo yo, que mi amis­
tad procuras? ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío?». Ese tener
y ese interés delatan los m6viles de la sociedad, aunque nos· .es­
tremezca que tan profundamente el genial Lope se lo dirija ..in­
cluso al mismo Jesucristo. Lázaro de Tormes és uno de los pri­
meros prototipos de
la nueva sociedad que se perfila desde el
Renacimiento. No existen otros ideales que los del tener. En
el Lazarillo se constata el cambio que el lenguaje está recogiendo.
Antes, buenos eran
los que obraban. el bien, ahora, los que ha­
cen bienes. «Arrímate a los buenos, para que seas uno de ellos».
Le dijo la madre a Lázaro. Lo practic6 al pie de la letra. Apren­
di6 a estar·cerca de los poderosos.
¿Qué importa perder el es­
píritu, si a cambio vas a disfrutar de los · bienes y. placeres de
este mundo?
Escuchemos- !a lecci6n última que recibe del Ar­
cipreste de
San Salvador:
«Lázaro de Tormes, quien ha de
mirar a dichos de malas
lenguas, nunca medrará; digo esto porque no se maravillar!~ al­
guno, viendo entrar en mi casa a tu mujer y salir de ella. Ella
entra muy a
tu honra y suya. Y esto te lo prometo. Por lo tanto
no mires lo que pueden decir, sino a lo que toca,
.digo a tu pro-
vecho». ~
· Con estos mensajes «liberadores» se inicia la construcción
de la nueva sociedad.
La novedad de la ,promesa podía embaucar
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LA FAMILIA, .AMBITO DE COMUNIDAD Y LIBERTAD
a muchos. Pero; ¿pol'. cuánto tiempo? Yo sostengo que España
se dio cuenta de !as consecuencias funestas que acarrearían tales
plantamientos.
No puedo interpretar de otro modo el trágico
desenlace de la
La Celestina, advertencia para caminantes. Ni
siquiera la
corrosiva actitud de Lázaro, aunque no se nos cuenté
el final de
su vida ni conozcamos sus vicisitudes posteriores.
Creo que el silencio del áutor, no otorga asentimiento a la tesis.
Sino todo lo .contrario. No olvide,mos que en la España de los .
Siglos de Oro la honra ocupaba el puesto primero en la escala
de valores. ¿Qué
condenas no provocaría un modo de vida que
llegaba a admitir la pérdida del honor a cambio del medro
ma­
terial? De cualquier manera, sí que vale la pena tener en cuenta
nuestra gran literatura clásica.
Don Quijote es el último héroe
que combate contra
el mundo · social de las Celestinas y de los
Lázaro de Tormes.
Su derrota no augura sino los rumbos que
la civilización occidental está tomando. No es la espada la que
puede vencer la rebeldía del
espíritu.' No hay página más con­
movedora ni profunda que la que nos nana la muerte . de Don
Quijote. Quien quiera entender la genialidad de nuestra inigua­
lable novela que comience por el último capítulo de la segunda
parte.
En 61 se encuentran fas claves de toda la obra. Don. Qui­
jote muere a causa de la melancolía que le ha ocasionado la
imposibilidad de restaurar
el código de valores de la antigua
cristiandad.
· Recuperada la razón, se da cuenta de la raíz de su
locura y del tiempo que ha perdido en acciones esforzadas y
nobles, pero inútiles. No siente otro pesar que el de no haber
dedicado
su vida a la lectura de· obras que le hubiesen· aprove­
chado a su alma. Alonso Quijano,
el bueno, tal es el verdadero
nombre de nuestro héroe,
quiso ser caballero y fracasó, le ten­
taron para que
se evadiese en el mundo idílico de. las novelas
pastoriles, al
final se dio cuenta de que lo único importante era
ser santo, seguir la ruta que habían
señalado nuestro grandes
místicos, el hacia dentro, como única
alternativa válida a la
oferta de vivir a la altura de los sentidos y de las sensaciones
que estaba imponiéndose como ideal de vida. España fracasó
políticamente y su hegemonía cultural fue desbordada por el
1139
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SANTIAGO ARELLANO HERNANDEZ
triunfo de la Europa que surge después de la paz de W estfallit.
La literatura española de los siglos XVIII y xrx no es sino la va­
cilación de seguir siendo fiel a las rafees hispánicas o apostar
con mayor o
menqr intensidad por tomar el tren de la cultura
foránea. Estúdiese el tema de europeizar o no a España desde
el siglo
XVIII a nuestros días.
Volvamos a nuestro tema. Desde
la perspectiva que nos da
el panorama que he pretendido exponer
¡ qué profundidad ad­
quieren las palabras iniciales
citarlas de Su Santidad Juan Pa­
blo
II !.: «La fuerza autónoma de autoafirmación, no raramente
contra
1os demás, en orden al propio bienestar egoísta». Sí, ahí
creo
encontrílr las claves del desmoronamiento de la sociedad
tradicional y de la situación de desconcierto en que se encuentra
el hombre moderno. Desde los fundamentos de un individualis­
mo egoísta y hedonístico, era inevitable que
!a sociedad familiar
sufriese sus
embestidas y perturbaciones. Primero la familia en
sentido extenso. La que supone no sólo padre, madre e hijos,
sino
el parentesco y fos que conviven en la casa y prestan en
ella un servicio. Etimológicamente «fanrllia». proviene de fánm­
lus que significa siervo o criado. Si el primer divorcio de hecho
fue la desvinculación del individuo de
los lazos que le unian
con
fa comunidad patria, el segundo ha ,¡ido la ruptura de los
compromisos
de servicio y amor ·debidos a los miembros de
toda la
familia. Nada más monstruoso que el abandono de los
padres mayores o de los familiares enfermos. ¿Podíamos extra­
ñarnos del divorcio
legal de nuestros días? En el Renacimiento
la sociedad general dejó de ser comunidad. En nuestros días Ie
ha llegado el turno a la sociedad familiar. El hombre y la mu­
jer son contemplados como individuos
diferenciados por intere­
ses y necesidades. Declaraba recientemente en un programa te­
levisivo de la tarde una sicóloga a
. la pregunta del entrevistador
de
por qué se separan los matrimonios, con estas ilustrativas
palabras: «la desaparición del deseo». No creo que la cita nece­
site constatación
por estar tan divulgada en nuestros días. Está
dato. El mundo de las relaciones interpersonales resulta inima­
ginable para quienes conciben al ser humano como encrucijada
1140
Fundaci\363n Speiro

LA FAMIUA, AMBITO DE COMUNIDAD.Y LIBERTAD
de apetencias. Ya enseñaba Garrigou Lagrange: «Desarrollar la
individualidad es vivir la vida egoísta de las pasiones; constituir­
se en centro de todos y terminar siendo, al fin, esclavo de mil
bienes pasajeros que nos proporcionan una míseta vida momen­
tánea». Cuando la familia se concibe como suministro de apeten­
cias y deseos no se puede en modo alguno comprender qué
pueda ser una comunidad de vida y amor.
En ella l;is relaciones
interpersonales no
podrán tener cabida. La casa quedará reduci­
da a pensión o
posada pero no a aquel lugar-donde sea posible '
que
el corazón encuentre también su descanso,
Las leyes del divorcio son el reconocimiento .jurídico de la
descomposición del ser humano como persona.
El divorcio no
es el reconocimiento de la separación marital de un · hombre y
una mujer. Eso
es la separación. El divorcio es el reconocimiento
jurídico
de fa no existencia de vínculos de paternidad y mater­
nidad respecto a los hijos y entre ellos como esposos. El divorcio
no «divorcia» a
fa pareja en cuanto pareja, sino a la pareja en
cuanto familia. Resulta chocante que una
sociedad que se· con­
. fiesa mayoritatiamente divorcista defienda por el contrario el
derecho de los padres a la educación de los hijos. Los jueces que
aplican
fa Iey del divorcio exigirán garantías para cubrir fas ne­
cesidades materiales; pero, ¿cómo poder atender las necesidades .
espirituales, si precisamente la pareja divorciada ha renunciado
al derecho que tienen los hijos
de que, aunados, les dediquen
su amor
y desde ese amor les interpreten fa vida? La educación
exige ,Ja condición irrevocable de paternidad y maternidad con­
juntamente. Quien
es divorcista antepone la condición de indivi­
duo a la de
persona, reclama lo que corresponde como animal,
ha renunciado a lo que le corresponde como hombre.
Ningón
argumento ad · hominem más contundente contra el divorcio que
la inclinación natural de todos a responsabilizarse de la • educa­
ción de los hijos.
'La pérdida de los fazos de .comunidad trajo consigo la pérdida
de los compromisos de solidaridad y la conciencia de que los
otros
son contricantes y adversarios y difícilmente amigos si compa­
ñeros. Recordad el hamo himini lupus. ¿Podía llegar la agre-
1141
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SANTIAGO ARELLANO HERNANDEZ
sividad a los mismos miembros de la familia, que también sus
componentes
pudiesen ser lobos los unos para los otros? Terri­
ble injusticia
es que puede naée_r un niñc, al que se le niegue el
derecho a la
ternura y cariño. de unos padres. Faltaba, sin em­
bargo, que el niño pudiera encontrar en sus padres a los prime­
ros enemigos
y a su madre como al primer lobo carnicero. ¿Qué
otra cosa
es la ley horrenda del aborto, crimen que salpica a
todos
los ciudadanos, sino el reconocimiento de que los padres
pueden deshacerse
,de los miembros no nacidos molestos o defi­
cientes, con ayuda
y auxilio ·de la misma sociedad?
La sociedad ha recorrido un largo y lento proceso. Los sig­
nos parecen' indicar que nos encontramos, como afirmaba el poe­
ta Eduardo Carranza, . de grato recuerdo, en el atardecer del
Renacimiento.
La vana pretensi6n de colocar al hombre en lu­
gar de Dios, la egolatría de los siglos precedentes y nuestros,
nÓ s6lo ha sido imposible sino que ha arruniado al mismo hom­
bre.
La muerte de Dios, como se está repitiendo con tanta ver-·
dad, ha supuesto la muerte del hombre.
No puedo, por razones
de espacio y tiempo, entretenerme en
demostrarlo desde
el ámbito de la literatura. Simplemente re­
cordar fa impresión de tristeza que despierta la literatura de
nuestro
siglo. El árbol de la ciencia, de Baroja, con razón, reco­
nocida como paradigmática dentro de los escritores del 98, es la
historia de uli hombre, Andrés ( aner, andr6s) Hurtado (¿Roba­
do?), que no encuentra otra salida racional
a·Ia vida que la del
suicidio.
Luces de Bobemia comienza exaltando el suicidio co­
lectivo, como única actitud noble ante la esperpéntica situación
de
nue.tra civilización. La Colmena, se subtitula caminos incier­
tos
y nos cuenta fa frustración exi.tencial de unos seres huma­
nos hastiados
y derrumbados por el sinsentido de la misma vida.
Tiempo de silencio nos cuenta el fracaso del proyecto de vida
imaginado por el protagonista, Pedro, incapaz
de superar las
dificultades que
el tiempo. y el espacio le presentan.· La. lista
sería interminable. Es verdad que
existen otras respuestas desde
la literatura. Además de la que han dado escritores comprome­
tidos con
la fe, no es menos significativa la que podemos encua-
1142
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LA FAMIUA, AMBITO DE COMUNIDAD Y LIBERTAD
drar en la denominada literatura de la evasión. Como si de ci­
clos alternativos se tratase, se han ido sucediendo movimientos
que denuncian
la situación humana y movimientos que preten­
den soslayar el pesimismo con
la. diversión y el entretenimiento.
La década de los ochenta está ofreciendo una literatura que
quiere ocultar la amargura con una diversión desenfrenada. ¿Por
cuánto tiempo? En tanto no
se subsanen las premisas de !a re­
beldía ni se restauren los cimientos dé la cristiandad no tardará
en vivirse de nuevo
la amargura existenciru que conlleva .. Es
doloroso, no obstante, doblemente
doloroso, que España, que
supo combatir durante tanto tiempo y resiStir ·empecinadamente,
haya. decidido en el último momento subirse a un tren del que
hace tiempo que
se sabe que no lleva a ninguna parte.
¿Estamos todavía a tiempo? Se preguntaba Jaques Leclercq
en la conclusión de su gran libro
La familia, editado por Herder.
Con optimismo plausible, respondía: «Frente a
la inteligencia
dotada del tremendo poder de equivocarse y de aplicar
a las
consecuencias del error toda la fuerza de
la lógica hecha para
conducir a la verdad,
la naturaleza permanece inflexible, ranto
como
los principios y ella es quien debe decir la última palabra.
Los hombres pueden raciocinar, pueden negar la naturaleza y
sus exigencias, negar el derecho natural y la moral. La natura­
leza, impasible, les deja decir, continúa desarrollando
las fases
de su ciclo
eterno; y nada pemtlte sospechar la más pequeña
sombra de un movimiento de impaciencia o enojo en
Aquel cuya
voluntad soberana se manifiesta en
el mundo. La naturaleza
impasible deja decir, pero castiga.
Por un proceso lento tan irre­
sistible como
el de las estaciones o el de 1a marea el que se
equivoca se envilece y, si persevera en el error, muere a causa
de él». Poco antes había dicho: «El error puede apoyarse en ar­
gumentos irrefutables en apariencia, pero basta ponerlo en prác-
tica para que
se hunda». ·
Creo que el hombre moderno ha bebido el cáliz de su pro­
pia locura.• Basta mirar alrededor y comprobar
el hastío y la
triste.za ·que agobia el corazón de nuestros contemporáneos. La
literatura espejo de su tiempo no podía reflejar otra cruda reali-
1143
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SANTIAGO ARBLLANO HERNANDEZ
dad. Nunca del hombre se han escrito mayores vilezas ni se ha
contemplado como ser más desvalido y desvencijado.
Dice Leclercq: «El mundo contemporáneQ
se ha visto des­
garrado ·entre dos filosofías,. una de las cuales es la ex,presión
de todos los siglos, que la otra cree derribar bajo la capa de pro­
greso... La primera está basada en la naturaleza del hombre.
Responde a su necesidad de perfección
y permite todos fos pro­
gresos,
mientras que la segunda parte de una ilusión individua­
lista y, prometiendo la felicidad, agotada la fuente de
· la vida,
arruina la educación. y amenaza desmoronar la civilización».
Partíamos nuestra charla de dos citas fundamentales, la de
Ratzinger que consideraba a la familia como último reducto

la libertad y la de Juan Pablo II que nos presentaba la familia
como comunidad de vida y amor. Creo que tras la exposición
podtá valorarse la trascendencia de su actualidad y urgencia.
Es
la familia el lugar originario de la libertad. Es fa familia
una comunidad de vida y amor. Para bien
del hombre, para sal­
vaguardia de la humanidad, es necesario recorrer en sentido·
inverso el camino de
la historia. Urge educar hombres verdade­
ramente libres que desde
su libertad personal formen· familias
libres que hagan municipios libres y que, por serlo, constituirán
regiones libres que harán libre a nuestra patria
y desde ésta, li­
bre a la humanidad.
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