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Número 109-110

Serie XI

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I. El llamado «capitalismo monopolista de Estado»

ILUSTRACIONES CON RECORTES DE PERIODICOS
l. Et LLAMADO "CAPITALISMO MONÓPOLISTA DE 'F.sTADO" Y LA. TECNOCRACIA:
SU PROXIMIDAD AL SOCIALISMO Y A SUS MALES.
En VERBO 101-102 g' 107-108, en sendos trabajos "CAPITALISMO­
SoCJAusMo-TEcNOCRAaA" y "¿CRISTIANISMO•MARXISTA?". Juan V aJlet de
Goytisoló, recoge las réferencillS que dos recientes libros del Partido e~
munista de Francia, "TRAITÉ MARXISTE o'ÉcoNOMIE POLITIQUE" y "LF.S MAR­
XISTES EL L'ÉvOLUTION mi MONDE CATiIOLIQUE"' hacen al siSDema que ca,..
lilfican de caipita,lismo monopolista dél Estado, por ellos considerado como
la fase actual del capitalismo. y re~cto del cuat bajo su pérspediva
marxista, estiman que si bien ·políticamente su' acción es represiva del
sodaU.sm.o, que ellos preconizan, en C'ambio sociol6gicamente favorece las
transfo,rniaciones de /,a infraestructura que tienden a C'Onducir a él, al con,­
ceritrar los medios· de producción y _ aumenta:t' las masas asalariadas, al
hacer desaparecer, en progresión cvedente, pequeñas y medimms empresas,
así como al. disminuir los profesionales y attesanos libres convirtiéndolos
en funcionarios del Estado· o en· empleados de las grandes empresas.
Aparte
de

este
hecho evidente, este capitalismo monopolista de Estadn
igual que el socialismo impulsa la actu.al economía aJ ·revés, explicada
por Marce/ de Corte (Cfr. VERBO 87-88 g 91-92) g, también cómo éste,
realiza-. una acdón intervencionista que resulta desmoralizadora jJ nega&
va
por disu.asora del· riesgo que conlleva la actividad creadora de lo.s
particulares.
Se trata de una realidad céq}tada en Francia por · el escrf ..
tor, historiadcr
y académico Pierre Gaxotte, ·en su crónica "La deroga­
tion", publicada en FIGARO del 7-8 octubre 1972, al que c0rres¡xmden
los recortes siguientes:
«Desde que se ha· entregado la administración a los tecnó­
cratas, desde que él poder

político está en manos de un partido
instalado desde hace catorce años en -las· palancas del mando,
no han dejado de llover leyes,
haciendo jue·go con

decretos y
reglamentos minuciosos. El
fram:és está encadenado por innu­
merables
disposiciones,. razonables

unas, - absurdas otras, casi
siempre complicadas
y que parecen concebidas para impedirle
trahajar, Cbnstriñéndole a

hacer tantas
gestiones, a relleriar tantos
impresos,

a comparecer delante de tantas
comisiones, a
solicitar
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tantas firmas, a hacer cola delante de tantas oficinas, que ya
no le queda más tiempo para pensar en sus negocios, reflexionar,
imaginar, crear.
»Se

da la
circunstancia de
que nunca los ministros fueron tan
numerosos; los departamentos ministeriales nunca han tenido
, tantos

consejeros técnicos,
agregados, encarga
des de misión; los
diputados
nwica han permanecido tan

poco ni asistido con
tan poca frecuencia a las sesiones, ni votado tan
de prisa ...
En una palabra, jamás se ha encontrado. _ un
personal tan
bien
provisto, tan desocupado, tan dispuesto a conceder al ciudadano preocupado que posee
destreza, habilidad

y «saber
hacer», la me­
dida die.creta pero fundamental

que recibe
el nombre

de relaja­
ción
(«derogatÍoo»). La altura de los inmuebles ha -sido fijada ofi­
cialmente. La protección de los emplazamientos,
~ los alrededo­
res,

de los
monumentos históricos,

de
las obra·s-maestras

del urba­
nismo
es objeto

de una legislación tan
tupida como imperiosa,
~cerca de· la cual vigilan despachos, inspectores y comisiones.
Pero
existe la
relajación que hecha por tierra todas
las pro­
tecciones

que
se han
construido.
»No les

diré nada sobre
la manera de. lograr una relajacióIL
Esto sale fuera de
mi competm:acia. Pero para no citar sino
~l ámbito de

lo público, puede cada uno ver que
el a,feamiento
de

París va a buen ritmo. El primer ministro que con
el su­
plemento

de una «S» lleva
el nombre

de un célebre magneti­
zador del siglo
XV1II, ·nos ha advertido que su fluido no era su­
ficientemente
poderoso para
corregir el
pasado, y,
por consi­
guiente, que los horrores arquitectónicos ya
constmidos serían
respetados,

que los horrores en
com,trucción serían terminados,,
que

las perspectivas desfiguradas quedarían
defiguradas, que
todo
eato estaba

conforme con la santa relajación, pero que
en el
.futuro se

pondría más cuidado.
»Son cosas que se dicen, pero

el público y-a no cree
de nin•
guna manera en promesas. El exceso de leyes y de prescrij)cio­
nes

engendra fatalmente el deseo de liberarse de
ellas, por
frau•
de o por privilegio. El torpe, comete un fraude, y
el listo consigue
que
le concedan una rel.ajación. Mientras el Estado pretenda
reglamentar_
lo mismo las relaciones conyugales que señalar el
precio

de las zanahorias, mientras quiera dirigirlo todo, mien­
tras que
sus propias , empresas

sean ejemplo de desorden, de
retraso, de
incoherenci~ y

a menudo de déficit, mientras unas
leyes
se vayan

acumulando a otras, los decretos a los
decretos,
las

resoluciones a
las resoluciones, lllfl prohibiciones
a
fas prohibi­
ciones,
los reglamentos

a los
reglamentos, la

cosa estará en
saber
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qmen sabrá zafarse de ese laherin:l(). Unos lo harán por la vía
aneha, y. otros por los senderos. Con la manía legislativa pasa lo
mismo que con el impuesto excesivo: cuando se sobrepasa el
límite de
lo soportable, el frllude ya no produce ningún remor­
dimiento.»
JI. "Los IRRESPONSABLES".
Este· es el titulo de un artículo de Santiago Galindo Herrero, publicado
en. ABC del 11 odulxe 1972, que enca,a un fenómeno paralelo al que
acabamos de contempl,ar. En una sociedad en la cual la inter-{!ención: Es-­
tatal y su fiscalidad ahogan toda autorrespon.sabilidad, no es de extrañar
que todo., y en todo vagamos siendo considerados exentos de respon;ab;,.
lidad. Parece que todos sesmos menores o incapaces sujetos a tutel~ g que
acabemos no

sólo
por creerlo, sino incluso por justificarlo y ckmostrarlo.
Es la pendiente por la cual la actual sociedad de masas va deslizándose-.
Leamos:
«La noticia salta todos los días a los _medios informativo~ y
siempre
con el mismo corolario. Se
ha destruido una obra de
arte; se ha provocado un accidente, un incendio;
se ha
dado
muerte a un personaje importante que resaltaba en la sociedad
por el servicio destacado que prestaba; desde una azotea, o
ventana, alguien se ha distraido dando caza a los
pacíficos ciu­
dadanos que

deambulaban por la calle; una
niíía ha sido rap­
tada y después forzada . . . El corolario nos lo sabemos antes de
leerlo; el autor o autores de tales hechos eran perturbados men­
tal~ no estaban en su sano juicio y, po!l' tanto, son irrespon­
sables.
Hay

aún otras noticias paralelas a las
anteriores, con
el mis­
mo
signo. Unos

jóvenes han robado un coche, han asaltado una
gasolinera, han matado a nn
po-bre guarda

para
hacel'se con unas
pocas moneda-s, han

maltratado a un
anciano, han ahusado

de
una mujer indefensa, han sido encontrados alcoholizados o bajo
el efecto de
laS drogas,

. . . Otro corolario se añade a estas no­
ticias: la culpa no es de ellos,
sino de las circunstancias, de la
sociedad

que
les ha puesto en trance de

que tuvieran tal com­
portamiento. Es
decir, los

autores no deben responder de
-sus
hechos, -son irresponsables.

La responsable única es la sociedad.
Al propio tiempo unas corrientes pseudo-picológicas, o de
caridad para con
el criminal antes que para con las víctimas,
han ganado
grandes sectores
de
opinión y
el no
seguirlas .-sig­
nifica tanto como ser tachado de inhumano; y
·lo que

parece
peor, de
totalitario.»
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