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Número 135-136

Serie XIV

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En recuerdo del profesor Sciacca

EN RECUERDO DEL PROFESOR SCIACCA
POR
BERNARDO MONSEGÚ, C. P.
Texto de la homilía pronunciada por el padre
Monsegú, C. P., en el funeral que «Fundación
Speiro» dedicó en sufragio del alma del Profesor
Miguel Federico Sciacca en el Santuario-Parroquia
de Santa Gema de Madrid el 28 de febrero de
1975 a las 13,30.
&ande, muy grande es el sentimiento que a todos nos embarga
por
la muerte de nuestro hermano en la fe, compañero y amigo
nuestro, de
Speiro, Miguel

Federico
Sciacca, al que Dios acaba
de llamar a su lado.
Aqul
estamos

al
pie del altar, para derramar sobre él nuestro
corazón,

convirtiéndolo
en 1acrificio de oración y la oración en su­
fragio
por

el
alma del

sabio, del
caballero cristiano y del amigo
bueno, defensor intrépido de la ciudad de Dios, que nos de¡ó para
siempre.
¡ Qué pérdida tan irreparable para nosotros, amigos de la Ciudad
Católica, que ya no
podemos disfrutar de su frecuente y grata com­
pañia, escuchar aquellas sus

lecciones
tan amenas y tan sabias a un
tiempo, tan de maestro, tan de seña,-del pensamiento, de la palabra
y el gesto, tan suyas, por decirlo de una vez!
¡ Y qué pérdida también para toda la Iglesia, para todo el mundo
católico! Una lumbrera de primera magnitud se

nos
a-pagó. Su luz
irradiaba claridades por
todos

los
Jmbitos del pensamiento y todos
los vericuetos de la vida, desde la
más al.ta y s11til especulaci6n me~
taflsica hasta
la más hacedera o complicada a,plicación al vivir diario.
Todo iluminado a partir de unos principios de la más alta sabidu­
rla,
en cuya contemplación

él se deleitaba, no con el regusto del
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Fundaci\363n Speiro

BERNARDO MONSBGU, C. P,
intelectwd puro, sino con la fruición del sabio auténtico, que se goza
en hacer par#cipes a los demás de lo mucho que él sabe, convhliendo
asl 1u 1aber en 1aber de vida y de 1alvación- para
todos.
No
quiere la

Iglesia
que el
recuerdo
de los difuntos en una cele­
bración eucarislica por su dima lo convirtamos en ocasión de
panegírico o elogio fúnebre del mismo, sino de invitación a la
oración, como sufragio por su
alma, y de

meditación
para el bien
de la, nueJtras.
Pero,

¿cómo
dejar de decir que lloramos hoy la muerte del más
inligne filósofo católico italiano, de un pemador cristiano. que ape­
nas tenla rival en el mundo, de una mente metafísica
de primer or­
den, clarí1ima y lúcida, cuyo apagón repentino, a más de haberno1
cogido de 1orpre1a, no,
ha dejado a

todos
sumidos un poco en la
oscuridad? ¡Qué defensor tan intrépido de
la verdad y de

la
Ciudad Católi­
ca!
¡ Qué paladln tan esforzado de los más altos valores del espíritu!
¡Cómo

debelaba
herej/as y falsas filosofías, desde el

hegelianismo al
marxismo, desde el kantismo al neomodernismo, de la Enciclopedia
a la nueva cristiandad laica! ¡ Y cómo le dolía en el alma la actual
confusión ideológica, di1ciplinar y hasta litúrgica
que hoy padece la
Iglesia/

¡ Y qué
bien supo poner al deJcubierto en ,us libro, el

vicio
que co"oe a los novlsimos movimientos po1conciliares, que 1uelen
carecer de suelo fhme al no hacer pie en la tradición, cuando el
cristianismo, ,; es

algo, es
ante todo una tradición que hay que

con­
servar y explotar, pero en modo alguno olvidar ni alterar, so pena de
hacer tralci6n a ese cristiam1mo que se di,c'e querer renovar!
Sciacca fue el filósofo de la integralidad y de la verticalidad cris­
tiana, pues

el
cri1tianismo es ante todo
integración
y superación, no
parcelación ni degradación.
Por

eso estaba
en contra
del
antropolo­
gismo y del horizonta/ismo que prevalecen en nuestros dlas, incluso
dentro de los
que presumen de filósofos y teólogos católicos, pero
que tratan de poner al hombre, también en teolo

gla,
allí donde úni­
camente puede J debe est/Jtr Dios. ¡ Hasta en esa su ciencia quieren
que el hombre tenga el primer plano!
De ahí, al decir de Urs 110n Balthasar, esta insipidez cristiana en
que degenera la 1abiduria de nuestros teólogos básicos. Quieren leer
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Fundaci\363n Speiro

EN RECUERDO DEL PROFESOR SCIACCA
con mucha atención los .signos de los tiempos, pero se olvidan del
Jeñor de los tiempos; ponen entre paréntesis la .sabiduría de la cruz
y no la aceptan ni como criterfo ni como ley de vida. No hacen teo­
logía, hacen antropología; no fomentan el espiritualismo y la vida
cristiana,

sino el
naturalismo y la vida pagana. Son los adoradores de
los tiempos nuevos, eso1 q11e caen de ,rodillas ante el mundo, que no
saben ser a 11n tiempo ·cristianos y hombres modernos.
Favorecen, en consecuencia, un cristiani.rmo an6nimo, fácil y con­
descendiente,
que se deje

ganar en vez de
ganar, que no pide la
aceptación

del Evangelio sino
que trata de

presentar
un Evangelio
aceptable,
cuya medida no sea Cristo mismo sino

ellos
mismos con
arreglo

al
criterio, no

de
la tradición y de la Iglesia, sino de los sig­
nos de los tiempos y de
una historia

inestable y cambiante.
¿Dónde está
aqui la sabiduría de

la
cruz, que los judío, juzgaron
escándalo
y

los gentiles locura, siendo
as/ que con

ella
quedaron con­
fundidos
unos y

otros
y por ella ha querido Dios que todos seamos
salvos?
Hoy

---diremos con el
autor citado-, sobre

el edificio de la vieja
sabiduría cristiana

parece haberse colocado
un cartelito que dice:
«Ce­
rrado provisionalmente por reformas». Esta reforma pos/conciliar que
invoca el Concilio pero para la claudicación, la transformación, la
apostasía y hasta la traición, lo mismo al Concilio que a la Iglesia
misma.
Contra todo esto erigió cátedra y manejó pluma el gran don Mi­
guel
Federico
Sciacca cuya pérdida lloramos

inconsolables
sus amigos
de

SPEIRO.
Sus libros

son
numerosos, sus conferencias y leccione.r no
tienen
c«ento. De trabajos suyos se han contado

ya
mJs de
1,800
tl­
tulos. Y alrededor de unos 3.000 suman los que nos hablan de este
gran sabio
cristiano y católico.
Uoremos pue,
la muerte del sabio y del creyente, del amigo bueno
y del compañero sin par. Con tanta mayor razón cua_nto que nosotros,
españoles, bien podemos
decir nuestro, a Miguel Peder/ro S ciacca, por­
que español era
de esplritu y

de
,efecto, de
donde
su gusto por enron­
trarse entre
nosotros y s« afición al estudio de cosas españolas. Ni
nuestra filosofía, ni nuestra literatura, ni nuestra historia tenlan se­
cretos para él. Y se sentía,. como buen católico, apostólico romano,
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Fundaci\363n Speiro

BERNARDO MONSEGU, C, P.
identificado plenamente con la España católica y tradicional de siem­
pre, Pero
mientras le

lloramos a él, no dejemos de aprovechar
la lec­
ción que nos ofrece .su muerte para ordenar nuestra vida, viviendo
alerta y preparados, siempre arma al brazo o, por mejor decir, siem­
pre lámpara encendida

en
nuestra mano, para que cuando el Señor
nos

llame nos
encuentre preparados como

a él le encontró.
«Velar se
debe

la vida de tal
suerte que viva quede en la muerte>>, dice una
leyenda blasonada. Y

otra letra dice:
«Y a que muere el

hombre,
que
no muera el nombre».
No, no
ha muerto
nuestro
hermáno Sciacca. Porque muerto vive.
Murió el hombre, pero jamás morirá su nombre. Este es inmortal ya
para siempre.
Que su
alma

descanse en la
paz de
Dios también
para siempre
es lo que vamos a pedir en este Sacrificio que ofrecemos en sufragio
de su alma, recordando y reviviendo aquella muet"te que a todo.r rios
mereció la vida.
Que lo que deseamoJ en estos momentos para Sciacca sea también
realidad venturosa
un día para todos

nosotros, por .Cristo Nuestro
Señor. Amén.
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EL PROFESOR M. F. SCIACCA NOS HONRO
ENCARGANDO A
SPEIRO LA EDICION EN
CASTELLANO DE SU ULTIMO LIBRO:
PERSPECTIVA DE LA METAFISICA
DE SANTO TOMAS
Verbo, a partir del próximo número, irá publicando
-En

el n. 137-138 los caps. II
y III.
-En

el n. 139 el cap. V.
-En

el n. 140 el cap. VI.
-En

el n. 141-142 los caps. VII
y VIII.
Esperamos que en febrero de 1976 aparezca el volumen completo.
Fundaci\363n Speiro