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Número 139-140

Serie XIV

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Alonso de Ercilla y el nacimiento de Chile

ALONSO DE ERCLLLA Y EL NACIMIENTO
DE CHILE(*)
POII
FERNANDO CAMPOS HARRlET
de la Real Academia Chilena de la Historia, correspondiente de la Real
Academia de la Historia.
El capitán extremeño Pedro de Valdivia fundó Santiago el 12-
Il-1541. Repartió
solares y
formó Cabildo.
Esta fecha
se tiene como
la de la fundación de Chile. Valdivia fue el primer Gobernador Ca­
pitán General. El ejército ya está presente en ese inicio.
Luchó el gobernador con los indios que
residían al

norte del Río
Maule, centro geográfico del viejo Chile. Aun cuando muchos de
ellos le opusieron resistencia y mviéronle con sus soldados en
graves
peligros,

estos indios acabaron por someterse. Tenían alguna cultura
procedente de la chincha del Peró,
la cual tiene ralees procolombinas
anteriores en varios milenios a nuestra era. Dos emperadores incas,
soberanos del gran imperio del Tahuantinsuyo (viejo Peró), con fa.
bulosa capital en el Cuzco, incursionaron en Chile en el siglo XVI, el
último
hasta el Blo-Blo y sometieron a estos indios y le transmitieron
algo
d¡ su

civilización, producto de
la asimilación de las antiguas
culturas. Con
estas indias

se mezcló la soldadesca de Valdivia, pues
con sus huestes sólo
atribó una

española,
Inés Suárez, su manceba y
criada. Estos indios terminaron siendo auxiliares en la empresa de
hispanización de Chile.
Valdivia
avanzó al
sur del
río Maule
a fin de fundar ciudades en
la Araucanla y llegó
hasta un

gran río,
el Bío-Blo, que pasó y repasó
y en la bahía de Penco decidió fundar una gran ciudad, la que des-
(*) Conferencia dada en el Museo de América, Madrid, el jueves 26,
junio 1975.
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Fundaci\363n Speiro

FERNANDO CAMPOS HARRJEr
pués sería Concepción. En esta jornada se encontraba, cuando en el
lugar
llamado
Qui/acu,-a, sufrió un feroz ataque de los· indios arauca­
nos que G6ngora Marmolejo
calcula en la asombrosa suma de 80.000.
V aldivia dio
la vuelta hacia Santiago pensando que ese era el pueblo
indio más feroz
que había topado, pero sin abandonar la idea de
clavar a orillas del
Bío-Bío la bandera de Carlos V. Después de las
vicisitudes
de

su gobierno, de viajar al Perú a defenderse de cargos
qne le hicieron sus gobernados,
de fundar La Serena, en el llamado
Norre Chico, volvió a su proyecto de conquistar el Sur y de fundar
Concepción. Ercilla recuerda este hecho
en La Araucana:
"... Después entró V aldivia conquistando
los esfuerzos
y espada rigurosa
los promaucanes por fuerza
sujetando
curias, cauquenes, gente belicosa
y el Maule y raudo !rara atravesando
llegó
al Andalien, do la famosa
ciudad fundó de muros levantada
felice en poco tiempo
y desdichada .. ."'
Esta
ciudad

fue Concepción del Nuevo Extremo, fundada en
fe­
brero de 1550, frente al indio bravo, que habitaba su país, el Arauco
imbatible.
Estaba llamada
a ser
la ciudad castrense, cabeza y brazo
armado de
la empresa conquistadora. Tuvo la suerte de ser cantada
en su cuna por un poera espaliol
tan grande como Homero, y el gran
río snrefío,
d Blo-Bío,

sería teatro de muchos de los combates que
inmortalizó Ercilla. Lope de Vega le coloca como fondo de su tra­
gicomedia

famosa destinada a exaltar
la figura histórica de don
García
Hurtado de

Mendoza,
en su Arauco Domado:
".,, Bío-Blo
que

mi
tambo lo tengo en el río .. ,"
~da,
nuestro gran poera contemporáneo, nos dice:
".,, y luego te vi entregarte al mar
dividido en bocas
y senos
ancho
y florido, murmurando
una historia color de sangre ... "
1232
Fundaci\363n Speiro

ALONSO DE ERCILLA Y EL NACIMIENTO DE CHILE
Pedro de Valdivia fundó después Ang<:>l, Vil!arica, La Imperial
y Valdivia, hasta completar siete ciudades, y en las postrimerías de
1553, en la cordillera de Nahuelbuta, en plena Araucanía, en la cues­
ta de Tucapel, fue derrotado y muerro con un grupo de los suyos, en
un combate dirigido
,por Lautaro,

joven indio que había sido caballe­
rizo del fundador de Chile. Sucedió a la muerte de
Valdivia un

período
anárquico en
que
gobiernan interinamente

Francisco
y Pedro de Villagra, hasta el
arribo de don García
Hurtado de

Mendoza en 1557.
¿De dónde venía este pueblo araucano que puso en jaque al ejér­
cito español, el
más famoso del mundo en aquella época?
Porque si bien en Flandes se puso el Sol de Carlos V, en Arauco
se le detuvo en su carrera.
El araucano, tribu de origen remotamente asiática, como todas
las que poblaron América, vino a Chile desde las selvas amazónicas,
después
de
haber permanecido
en las pampas
argentinas. Pueblo
ca­
zador totémico, no conoció organización política _ unitaria, sino una
estructura familiar que se ligaba por un símbolo o animal sagtado,
llamada

cahuín o clan
totémico.
Estaba
dirigido por un

jefe, un cacique, llamado
levo. La agru­
pación de cahuines formaba el ejército, el que dirigía, en caso de
guerra, un jefe electivo llamado toqui. Estos indios se autodominaron
mapuehes, o gente de la tierra, olvidando su reciente instalación en el
país. Los españoles los llamaron araucanos. Su mayor ferocidad gue­
rrera, su espíritu racista, su amor a la Independencia, el convenci­
miento de que era suyo el señorío de la tierra que había conquistado,
le hicieron inaccesible a todo trato pacífico. Preferían su libertad a
una civilización que rehusaban. Acaso presentían que siendo vencidos
otr0s serían los dueños de la tierra y ellos de señores pasarían a ser
pueblo o masa laboriosa, y decidieron oponer al español una resis­
tencia feroz, en la guerra más larga que reruerda la historia, pues
dura tres siglos; solamente en la República, en 1880, se obtiene por
fin la pacificación de la Araucanía. España se desangró en Arauco, perdió alrededor de 50.000 hom­
bres a través de 250 años y la guetra ru.vo un costo en dinero impo·
sible de calcular. Pensemos que el Perú, que tanta riqueza propor-
,. 1233
Fundaci\363n Speiro

FERNANDO CAMPOS HARRJET
cionó a España, fue abatido por Pizarro ron 170 soldados, 70 caba­
llos, 3 arcabuces y 20 ballestas para llegar hasta Cajamarca y poner
en jaque
al poderoso ejército que mandaba Atahualpa.
La "guerra vieja" llamaban en España a la de Chile. Cada nuevo
gobernador que arribaba pedía
más tropa, y los soldados que llegaban
eran como
lefia que

iba a alimentar la gran hoguera de Arauco.
Se pensó en abandonar Chile.
¡ He perdido la flor de mis Guz­
manes! exclamó Felipe III
al conocer los resultados de la guerra.
Pero el Consejo Militar de Madrid, las altas autoridades españolas
resolvieron que aquello no era posible. Chile era la antimural del
Pacífico; si se
abandonaba, de

este país podía apoderarse Inglaterra,
Holanda, u otra potencia
y peligraba el Perú, cabeza y corazón de
Espafia
en sud-América, sede de su más poderoso virreynato. La gue­
rra debía continuar. En 1603, gobernando el reino Alonso de Ribera,
Felipe III crea el Real Ejército permanente y ese
gran Capitán im­
pone la disciplina, la
organización, la

estrategia que él aprendiera en
los
tercios de

Flandes.
Esta
organización del

ejército en Chile, que continúa en la Repú­
blica, da características muy especiales a este país andino. Es una or­
ganización vetebral que está siempre sosteniendo su ronstitución or­
gánica. El

problema no es
fáchlmente entendible
por quienes le des­
conocen.
En 1557, cuando arriba don Alonso de Ercilla y Zúfiiga, los arau­
canos están victoriosos, después de la derrota y muerte del gobernador
Villagra en la batalla de Marigueñu, 23-XI-1554, en la costa de Arau­
co. Los indios afilaban sus flechas. Una de ellas, con un fuego que
ardía en la punta, se disparaba velozmente convocando a la guerra:
pasaba de mano en mano. Todo el Arauco belicoso se aprestaba y la
noche sureña ardía romo un ascua con las puntas de las flechas encendidas.
El virrey del
Perú don

Andrés
Hurtado de

Mendoza, marqués de
Cañete, dotado de suficientes poderes, decidió designar a su hijo don
García, mozo de

20 años, Gobernador y Capitán General de Chile,
a comienws de 1557. Venía el virrey de una de las estirpes más an­ tiguas de España, varias veces enlazada con los reyes castellanos: el
orgnllo de los Hurtado de Mendoza corría a la par con los grandes
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ALONSO DE ER.CILLA Y EL NACIMIENTO DE CHILE
y magníficos servicios prestados a la Corona tanto en España como
en América.
El
virrey rodeó a su hijo de una. corte de .-frailes, juristas, capita~
nes y poeras. Entre los primeros, Fray Gil de San Nicolás, y entre los
segundos, Hernando de Santillán; el primero plantea en plena cam­
paña guerrera el problema de la licitud de la guerra que se hace al
indio
y el segundo prepara las famosas OrdenanzáS conocidas como
de Santillán, destinadas a regular el trabajo del indio en las enco­
miendas, para lo cual
había estudiado

el
sistema de
las
mitas o
turnos por grupos, que los incas habían impuesto
en. sus dominios;
fue esta
la primera legiolación social en Chile: rontempla la previ­
sión en casos de enfermedad
y vejez, prohibe el trabajo de niños,
mujeres y ancianos; al indio debía dársele, en compensación a su
tributo o trabajo, pan, techo y abrigo.
¿Cumplieron los encomenderos chilenos estas paternales disposi­
ciones? En Chile -no me extiendo a otros países, muchO menos a
los centroamericanos-- en gran medida, sí.
Acompañaban al nuevo Gobernador de Chile caballeros de la más
calificada nobleza, como

don Pedro Lisperguer, descendiente de los
reyes de Sajonia; don
Francisro de Andía Irarrázaval; don

Francisco
Pérez de Valenzuela; don Jnlián de Bastidas, todos fundadores de familias genearcas de
la sociedad chilena y entre los poeras venía
nada menos que don Alonso de Ercilla
y Zúñiga. Por su arrogancia
y su atuendo se conoce esta pequeña corte como Los emplumados. La
hueste de don García arribó a La Quiriquina, frente a la bahía de
Concepción, en medio de furiosa
tempestad, y al poco tiempo pasó a
Concepción: los indios esperaban en el rontinente
y la flecha de
fuego
empezó a

culebrear por la tupida selva de Arauco.
Don Alonsa de Ercilla
y Zúfiiga había nacido en Madrid, el 7-
VIII-1535, un año antes de fallecer su padre el
doetor Fortún
García
de Ercilla, jurisconsulto de nota, miembro del Consejo Real
y Re­
gente del Consejo de Navarra, natural de
la villa de Bermeo. La
familia de la madre del poera, doña Leonor de Zúñiga y Zarnudio,
era natural de
Nájera y poseía el señorío de la villa de Bobadilla.
La ilustre viuda quedó pobre y tuvo que trabajar para atender a la
subsistencia
y educación de sus hijos. Alonso era el menor y el único
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Fundaci\363n Speiro

FERNANDO CAMPOS HARRJET
que permaneció junto a su madre, pues el primogénito falleció niño
y el segundo ingresó a un Seminario. Con el Emperador Carlos V
doña Leonor

consiguió
. entrar
de guardadamas de
la infanra doña
María,
esposa de Maximiliano, rey de Hungría y de Bohemia
y fu­
turo Emperador; al mismo tiempo colocaba a su hijo Alonso como
paje del

príncipe don Felipe. El
poera guardó
un
gran cariño y res­
peto por su señor y en el poema le recuerda con cortesía, aun con
amor.
Ercilla recibió una edncación esmerada, aun cuando no muy ex­
tensa y viajó
por Europa aumenrando su cultura. En 1548 acompañó
al príncipe a Flandes, donde a
la sazón se encontraba el Emperador.
La. comitiva sé detuvo en Barcelona, Génova, Milán, Manto.a, Tren-ro,
Insbruck, Münich, Heidelberg, Lutzelburg y Brnselas. Ercilla acom­
pañó
rambién a

su madre, que junto a sus hijas
iba en

el séquito de
Maximiliano
y María, cuando la real pareja se dirigió a Italia, Aus­
tria, Bohemia y Hungría. Y en 1554 emprendía el viaje a Inglaterra,
como paje de Felipe II, que
iba a

casarse con
la reina María Tudor.
No terminaban los festejos de
la real boda, cuando llegaron a Lon­
dres
las noticias de un motín en el Perú y de la muerte de V aldivia.
El Emperador Carlos V
habla hecho pasear por las calles de Londres,
con ocasión de
las bodas de su hijo, un carro en el que se exhibían
barras de oro de Chile ...
La Quimera, la Fanrasía, en muchos el magnetismo del Oro, de­
cidieron a un grupo de jóvenes españoles, a
la sazón en Londres, a
emprender
la aventura de América, primero en Perú y luego en Chile,
donde la guerra de Arauco llamaba a la fortuna y a la gloria con el
estruendo sonoro de sus armas.
Don Alonso de Ercilla y Zúñiga se embarcó en España en el sé­
quito del virrey don Andrés Hurrado de Mendoza; en la nave capi­
tana venían dos hijos del virrey: don García, futuro gobernador, y su
hijo
natural don

Felipe de
Mendoza, capitán

en
la guerra de Arauco.
Continuó a Chile con don García, arribando a
La Serena en junio de
1557, y en julio de aquel año a Concepción. en el
coraz6n del in­
vierno del Sur. Pocos
años antes, un fraile dominico, Bartolomé de Las Casas,
infatigable defensor de los indios de América, publicó en Sevilla,
1236
Fundaci\363n Speiro

ALONSO DE ERCILLA Y EL NACIMIENTO DE CHILE
1552, un pequeño libro titulado La Destrucci6n de las Indias, llamado
a tener

una resonancia mundial y a ser traducido a
los principales
idiomas. Aboga por la subsistencia de la raza indígena, por la supre­
sión del servicio obligatorio del indio en
las encomiendas,

por el
buen trato a estos súbditos a quienes la Reina Católica en su testa­
mento reconoció como libres vasallos, y a quienes, salvo casos excep­
cionales, no se les podía esclavizar, pues se les resperó como personas,
esto es, capaces de tener derechos y contraer obligaciones. ¿Conoció
don Alonso el célebre libro del religioso dominico?
En todo caso,
,supo de él, como de las célebres polémicas entte Las Casas y Se­
púlveda

en el Consejo de Indias
y cuyo solo planteamiento, como
recuerda don Ramón Menéndez
Pidal, habría
bastado
para justificar
la obra conquistadora de Espafía en América.
En

todo caso, como ellos, como
Las Casas, como fray Gil de San
Nicolás, por convicción, por sentimiento, Ercilla será un gran admi­
rador del pueblo iadio, será su cantor, ai que lleva a la cumbre de
la fama en el mundo, y le da un nombre coq el que se le conoce:
ARAUCANO.
Ercilla partió desterrado por don García al Perú (después del in­
cidente

de La Imperial) a mediados de 1559. Regresó a
Espafía,
donde casó con doña María de Bazán, camarera de la reina Isabel.
Prestó útiles servicios a su pattia y falleció en
Madtid, el
29-XI-1594.
-Sus restos

yacen en el Convento de
las Carmelitas Descahas en Ocaña.
Ercilla publicó La Ará#cana en España, en ttes partes sucesiva­
mente: 1569, 1578
y 1589.
La Araucana se inicia con una precisa descripción geográfica, his­
tórica y literaria de Chile:

"... Chile, fértil provincia y señalada
en la región antártica famosa,
de remotas naciones respetada
por
fuerte, principal
y poderosa:
la gente que produce es tan granada,
tan soberbia,
gallarda y

belicosa,
que no ha sido por
rey jamás regida
ni a extranjero dominio sometida.
1237
Fundaci\363n Speiro

FERNANDO CAMPOS HARRJET
Es Chile Norte Sur de gran Jongura
costa del nuevo
mar del

Sur llamado,
tendrá del Este al Oeste de aogostura
cien millas por Jo más aocho tomado, bajo el Polo
Antártico en

altura
de
veintisiete grados prolongado
hasta

do el
mar Océaoo

y chileno
mezclao sus aguas por aogosto seno. (Caoto I)
El pueblo araucano es descrito por Ercilla:
"... Son de gestos robustos, desbarbados
bien formados los cuerpos y crecidos, espaldas
grandes, pechos

levaotados
recios miembros, de
nervios bien

fornidos;
ágiles, desenvueltos, alentados,
animosos, valientes, atrevidos,
duros en
el trabajo, y sufridores
de fríos mortales, hambres y calores".
Relata el
poeta el hábito guerrero de esta gente, su organización
militar, sus creencias religiosas esotéricas, su amor a las grandes
disputas, ya físicas, ya oratorias, su ·creencia en toda suerte de agüe-,
ros, brujos, hechizos, sortilegios y maleficios.
Esto favoreció a los espafioles: cuaodo vieron aparecer a los
pri­
meros

conquistadores, jinetes en sus briosos corceles de guerra,
cre­
yeron que caballo y caballero eran un solo ser y se espantaron ante estos dioses centauros que vomitaban fuego. Cuando
oon el
tiempo
oonocieron la realidad, tomaron caballos espafioles, los reprodujeron, tuvieron ellos mismos magnífica caballada
y fueron ágiles y veloces
jinetes. Habían inventado
las "boleras", cadenas que tiraban a las
patas de las bestias, derribando a caballos y jinetes.
Por eso la caballería fue perdiendo su prestigio secular, refor­
zándose la infantería, célebre en el mundo de entonces y que en Flandes
alcanza para los espafioles grandes rriunfos.
Hace
Ercilla la historia de los araucanos
y de las incursiones
incaicas que no pudieron
rraspasar su

frontera: la raya del
Bío-Bío.
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Fundaci\363n Speiro

ALONSO DE ERCILLA Y EL NACIMIENTO DE CHILE
Luego de mencionar la jurisdicción de Peoco y de la descripción
de la batalla donde V aldivia estuvo a punto de ser vencido ...
"' ... Llegó al

famoso
Bío-Bío
el cual divide a Peoro del Estado
que
del Nibiqueteo, famoso río
y de otros viene al mar acompañado"".
Describe Ercilla las primeras victorias españolas ante los sorpreo­
didos araucanos:
"' ... y reducieodo a su opinión gran gente
siete ciudades prósperas fundaron:
Coquimbo, Peoco, Angol y Santiago
La Imperial, Villarrica y la del Lago".
Esta
"del lago"

es Villarrica,
y la que no nombra es Valdivia.
Recalca el orgullo de los españoles triunfadores
y el castigo di-
vino por su soberbia
y codicia, con una franqueza que asombra:
•... El felice suceso,
la victoria
la fama y posesiones que adquirían
les trujo
tal soberbia y vanagloria
que en mil leguas diez hombres no cabían,
sin pasarles jamás por
la memoria
que ea siete pies de tierra al fin habían
de
venir a

caber sus hinchazones
su gloria vana y vanas pretensiones
crecían los intereses
y malicia
a costa del sudor y daño ajeno
y la hambrienta y mísera codicia
con libertad paciendo, iba sin freno:
la ley, el derecho, el fuero y la justicia
era lo que V aldivia había por bueno
remiso ea graves culpas
y piadoso,
y
en los casos livianos riguroso.
Así el ingrato pueblo castellano
en mal
y estimación iba creciendo
y siguieodo el soberbio inteoro vano
1239
Fundaci\363n Speiro

FERNANDO CAMPOS HARRJET
tras su fortuna próspera corriendo:
pero el Padre del cielo soberano
ataj6 este camino, permitiendo
que aquel a quien el mismo puso el yugo
fuese el cuchillo
y áspero verdugo".
Luego de describir las
batallas que
ocurrieron durante el gobierno
de don
García, las ciudades que éste fundó, entre ellas Cañete y
Osomo, que recordaban los títulos nobiliarios de los
Mendoza, la
muerte

de Caupolicán y tantos famosos episodios de esa cruenta gue­
rra, llega el poeta a la parte sur del territorio continental de Chile y
divisa el archipiélago de Chiloé y pasa a la isla grande, que preside
la zona insular thilena que se abre al sur, donde islas, canales, itsmos,
ríos, fiordos, estrechos, despedazan el territorio y lo fragmentan en
miles de grandes o pequeños trozos. Ercilla desembarcó con diez soldados en la isla grande de Chiloé,
donde escribió con un cuchillo en el tronco de un árbol:
"Aquí llegó donde otro no ha llegado
don Alonso de Ercilla, que el primeto
en un pequeño
barco deslastrado
con solo diez
pasó el desaguadero
el año de cincuenta y ocho entrado
sobre mil
y quinientos por febrero
a
las dos de la tarde, el postrer día,
volviendo

a la dejada
compañía".
Se

ha reprochado a
Ercilla que en su célebre poema no haya
descrito con
tigot el paisaje chileno: que lo pintase sobre una plan­
tilla de paisaje italiano del Renacimiento, sin atender a la flora au~
tóctona del pafs. Mariano Latorre, con un criterio presentista, es decir,
de literato de hoy, analista, realista, minucioso, dirá: "Viajó con un
paisaje convencional, formado por su educación clásica. Así, al mirar
el encaje de un coihue o
la simetría de un alerce, no vio sino árboles
como todos los átboles que conocía".
Ercilla insiste en que el suyo es un poema épico, una historia de
batallas y de hazañas:
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Fundaci\363n Speiro

ALONSO DE ERCILLA Y EL NACIMIENTO DE CHILE
"no las damas, amor, no gentilezas
de caballeros canto enamorados,
ni las muestras, regalos ni ternezas
de amorosos efectos y cuidados:
mas el valor, los hechos,
las proezas
de

aquellos españoles esforzados
que a
la cerviz de Arauco no domada
pusieron duro yugo por
la espada".
Ya en
Chiloé, Ercilla se interna por algunos canales y se extasía
ante la verde esmeralda del mar, pero sobre todo, con la sincera bon­
dad de los nativos, que ofrecen con
dulzura a
los españoles, maíz,
fruta y
pescado ...
"refrescan
la gema desvalida
sin rescate, cuenta ni medida".
Luego, esta nota indigenista:
" ... La
sincera bondad y la caricia
de
la sencilla gente de estas tierras
daba bien a entender que la codicia
aún no había penetrado
aquellas sierras;
ni
la maldad, el robo, la injusticia
(alimento ordinario de
las guerras)
entrada en esta parte habían hallado
ni
la ley natural inficionado".
"Pero luego
nosotros destruyendo
todo

lo que tocamos de pasada
con la usada insolencia el
paso abriendo
le dimos lugar ancho y ancha entrada,
y la antigua costumbre corrompiendo
de los nuevos insultos estragada,
plantó aquí
la codicia su estandarte
con

más seguridad que en
otra parte".
¿Es efectivo que Ercilla no vio el paisaje de Chile como fondo
de las batallas y como "habitat" de esros indios, ya belicosos, como
los araucanos, o pacíficos y dulces como los chilotes?
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FERNANDO CAMPOS RARJUET
Naturalmente, en un cuadro de atcabuces y lanzas que cruzan el
cielo, no hay espacio pata detenerse a oír el canto de las diucas, los
tordos
y los zorzales, ni pata pintar los matices del maitén o del
boldo, o del oscuro litre, de perniciosa sombra, cuya descripción tanto
gusta a literatos actuales corno Durand o Latorre.
La descripci6n científica de la flora de Chile que inician los his­
toriadores Padres Rosales
y Ovalle, en el siglo XVII, llega a su apogeo
en el xvrn con los científicos
franceses Feuillée y Frezier, y las ex­
pediciones científicas de Laperousse, Bouganville, Jorge Juan
y An­
tonio de Ulloa, Malaspioa, ete. Peto Ercilla está viviendo el siglo XVI
chileno ... El poeta pint6 -no describió analítico- un paisaje gran­
dioso, que preside como fondo de gran escenatio, con líneas escuetas
y simples,

la epopeya máxima de la conquista de Chile. En este ha­
bitat que tiene
estructura de

escenario de
tragedia griega,
no caben
detalles.
Veatnos esta octava real,

en que describe' el paisaje de ltara,
que al
conternplatlo hoy,

no podemos menos de recordar disfrutando
su acierto:
"Junto adonde con recio movimiento
baja de un monte !tata caudaloso
atravesando aquel umbroso asiento
con -sesgo curso, grave y espacioso:
los árboles provocan a contento el viento sopla allí
más amoroso
butlando con las tiernas florecillas,
rojas, azules, blancas y amarillas".
Y en todo momento, hermosas y seguras pinceladas; fugaces, pero
que fijan las
cataeterísticas del lugat. A
la desrruída Concepción,
cuando están por reconstruirla, la
señala como "al yermo Penco her­
boso"; al sinuoso !tata Je llama "el raudo !tata"; y ved esta descrip­
ción de un paisaje:
1242
"Esttéchase el camino de EliCU?
por

la pequeña falda de una sierra:
la causa
y la razón de esta angostura
es

un valle
c¡ue el
lago abajo cierra ... ".
Fundaci\363n Speiro

ALONSO DE ERCILLA Y l',L NACIMIENTO DE CHILE
Se ha reprochado a Ercilla que su poema no tiene un héroe, como
debe tenerlo toda epopeya, como
las de Homero o Virgilio. En La
Araucana, el héroe debi6 ser don García Hurtado de Mendoza, el
Capitim General

del ejército español. Sin embargo, no lo es.
¿Porqué le neg6 el
poeta esta gloria?
Muchos

creen que ello se debi6
al incidente de la Imperial. Ne-.
cesario es recordarlo.
Don Alonso de Ercilla y el noble capitán don Juan de Pineda
disputaron al parecer por la propiedad de unos caballos, cuando
toda
la corte de Hurtado de Mendoza se aprestaba a celebrar "jusras",
como se llamaba a "correr sortijas", juegos de
equitación a
los cuales
era en extremo aficionado el joven gobernador de Chile. En el ardor
de
la disputa, ambos contrincantes, en ptesencia del Capitán Gene­
ral, echaron mano a
la espada. Don García ordenó el inmediato
arresto de los beligerantes
y los sentenció a la pena de muerte, la
que debía efectuarse al amanecer siguiente. Don García se retiró a
su casa
y ordenó que no se recibiese a nadie. Se había ofendido la
dignidad del cargo de Gobernador, trabimdose en disputa ante él, y al
Capitim General, echando "mano a la espada" en su presencia. El
hijo del marqués de Cañete se sintió vejado en lo más vivo. Los
más notables caballeros españoles de su corte
trataron de
interceder,
sin éxito, por Ercilla
y por Pineda.
Pero hay

en La Imperial una doncella a quien el joven goberna­
dor de
20 años mira con conocida simpatía. Se acude a ella, acepta
la

misión la niña y acompañada
por otra mujer penetran en casa del
gobernador por
una ventana, y las súplicas femeninas obtienen lo
que no
pudieron obtener

los capitanes: Don
García Hurtado de
Mendoza

conmutó la pena de muerte por la de destierro. V arios
meses después de este suceso el poeta parte de Chile. En cuanto a
don Juan de Pineda, fuese éste al
Perú, donde
se hizo fraile agustino,
cumpliendo un voto hecho en la vigilia de la noche que debía an­
teceder a su muerte.
l)on Alonso

de Ercilla recuerda este hecho sólo
muy de
paso:
"Turbó la fiesta un caso no peusado
y la celeridad del juez fue tanta
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PBRNANDO CAMPOS HARlllEI'
que estuve en el tapete, ya entregado
al agudo cuchillo la
garganta;
el enorme delito

exajetado
la voz
y fama pública le canta,
que fue sólo poner mano a la espada nunca sin
gran razón desenvainada".
Gran

señor, el poeta prodiga al jefe español toda clase de
ala­
banzas como gobernante y guerrero, reconoce su valor y tenacidad.
En una estrofa, de paso -<:u única venganza, y literaria- le llama
"mozo capitán acelerado". Y con este nombre es conocido en la
Historia.
Pero si compararnos las hazañas de los héroes indígenas de Lz
Araucana, de Lautaro, Caupolicán, Ga!varino, Angol, Lincoyán, Ren­
go,

Colo-Colo, Tucapel, Orompello, Ongolmo, Paicaví, Ainavillo, Lien­
tur, de las heroínas Janequeo, Fresia, Guacolda, veremos que en rea-­
Jidad no sobresalen las hazañas del Capitán General español. Y que
La Araucana es un gtan poema épico sin héroe. O mejor dicho, que­
si Jo hay, éste no es el Capitán General del Real Ejército, sino el pue­
blo araucano del cual aquellos caciques son sus paladines.
¿ Y quién sería la doncella que obtuvo la salvaci6n del poeta?
Ni don Tomás Thayer Ojeda, ni don
José Toribio Medina, ni
don Crescente Errázuriz, grand,-. historiadores republicanos que por
primera

vez estudiaron documentalmente esta época, logtaron deter­
minar el nombre de la niña.
De una de las declaraciones del juicio
de residencia que se siguió a don García, parece que la feliz inter­
cesora fuese una joven araucana.
De serlo así, el gtan poema épico de Chile debería su nombre a,
aquella .indiecita ionominada, que salvó la vida del gta:n poeta que­
reflej6 como en un espejo mágico, en su obra inmortal, el nacimien­
to de Chile.
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