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Número 139-140

Serie XIV

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El pluralismo en cuestión

EL PLURALISMO EN CUESTION
POR
LÓUIS DAUJARQUES
Hablar a continuaci6n de Félix Caruzzo me produce cierta apren­
sión, pues el Presidente de esta sesión está más calificado que yo
para desarrollar ante este Congreso el tema "pluralismo y unidad".
Su
competencia está

doblemente acreditada: primero, por su
alocu­
ción COI). ocasión de la sesión de clausura del Congreso de 1970, en
la que trató de ese esfuerzo constante hacia la unidad que constituye
la Confederaci6n Helvética, y segundo: porque
él pertenece a la
elite política de un país, para el cual las relaciones de pluralismo y
unidad son la preocupaci6n permanente de los hombres
político,;.
Eri efecto, un antiguo Presidente de la Confederaci6n Helvética,
Roger Bonvin, describiendo el pluralismo étnico, lingüístico y reli­
gioso que

constituye la primera
característica de esta República de
los Cantones, y
preguntándose sobre

los factores unitarios que, a
pesar de todo, hacen de Suiza una Confederación armoniosa, escribía
que,
más allá de los particularismos, descubrimos una multitud de
bienes que podemos defender y promover /untos
.•. r,poyándoMs en
los principios intangibles del orden natural (1). Propósito que se une
a
la evocación hecha por el propio Caruzzo aquí mistno hace cuatro
alios, acerca

del
patrimomo común, material y espiritual (2), cuyo
(1) PrefaciO de edición -francesa, libro de Michel Crem:et: Los cuerpos
intet'medios, Editiones Cercles Saint-Joseph, Martigny, 1964. La traducción
castellana de esta obra
ha sido publicada por Speiro, S. A., General Sanjurjo
38, Madrid-3. La edición francesa con dicho prefacio puede adquirirse en el
Club de Civile
(C. L. C.), 49 rue·Des Renaudes, 75.017, París.
(2)
Actas del Congreso de Lausanne- VI, Patries, Nations, Etats, 1970,
pág. 173. Véase en castellano editada por Speiro. Patrias, Naciones, Estados,
Madrid" 1970.
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reronocimiento hace posible la cohesión de un país y constituye su
sólida
base.
Por

eso
temo tanto hablar ante tal experto sobre un tema tan
amplio, puesto que cubre todos los aspectos de la realidad, y a la vez
tao delicado, dado que, en comparación con la unidad esencial que
queremos
realizar, nunca
el pluralismo ha sido
más manifiesto.
Efectivamente,

en todos los dominios en donde la libertad hu­
mana no

se halla sometida a ninguna
sanción inmediata
está de moda
el pluralismo, y su sección de vanguardia hoy está impulsada por los
maniquts-vedettes de la alta cultura. Y tao de moda está, que tiende
a
eclipsar incluso a la moda ya clásica del "diálogo". Hecho que, por
otra
parte, prueba
que
La Fontaine tenía razón cuando escribía que
no hay mal que por bien no venga.
Pero, antes de presentar algunas muestras de esta moda, será con­
veniente que nos pongamos en guardia frente a ciertas "falsificacio­
nes",
y que sepamos distinguir bien, desde el principio, entre plura­
lismo y pluralidad, pues son nociones pertenecientes a dos órdenes
diferentes.
La pluralidad pertenece al orden de la verificaci6n fáctica: en
este sentido es legítimo decir, al menos en un primer análisis, que
la. ciudad moderna es una ciudad de pluralidades, si con eso se quiere significar que encierra opiniones
y elementos variados. Uno de sus
partidarios la ha definido como
concepci6n doctrinal y comporta,.
miento político que, reconociendo y aceptando
la pluralidad como
un dato objetivo, funda y legitima su necesidad (3).
En cambio, el plurali-smo no es la simple verificación de una
pluralidad, sino la voluntad de legitimar, de hacer necesaria
y de bus­
car una pluralidad de opiniones particulares. Como adecuadamente
ha mostrado Bevillard, en un reciente estudio, esa voluntad ideoló­
gica constiruye, por consiguiente, un medio 'Oblicuo de hace, entrar
en una pluralidad aceptada todas las
opciones,

pese a lo
inaceptables
que algunas de
ellas pued11n 1er (4).
(3) Monseñor Matagrin, Polilique, Eglise el Poi, Editions du Centurion,
diciembre 1972, anexo III, pág. 154.
(4) M. Pierre Bevillard,
Quelques réflexions sur la poltique dan1 l'EgtiJe.
L'Ordre FranaiJ, núm. 175, noviembre 1973. B. P., núm. 11, 78001 Versailles.
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EL PWRALlSMO EN CUBSTION
Además, la más reciente actualidad aclara esta proposición en
cuanto viene en apoyo de la constante que ella establece.
Así, por ejemplo, Fesquet, que es un hombre de mundo, tanto por
sus maneras y su
talante espiritual,

como por el título del periódico
donde escribe, acaba de preguntarse si,
intelectualmente hablando, no
habrá también
muchas moradas en .la casa del Padre, y por este ca­
mino llega a aceptar el pluralismo en materia de aborto
(5). Fesquer
ha

debido de
equivocarse: ¡no querría hablar de la casa del Padre, sino,
sin duda, de una filial escandinava! ... Segundo ejemplo: la Unión General de ingenieros, cuadros y
técnicos C. G. T. (6), que también está compuesta por hombres de
mundo, ya que son
cuellos dMoJ, a no se.r que se trate de hombres
grises, declara que la unidad de estructura no es un paso obligado
hacia la unidad de
orientación, y que, en definitiva, un cierto plura­
lismo sindical favorece a la democt'acia, con lo cual viene a decir
esta vez lo que favorece, no ya nuestra filial escandinava, sino a su
homóloga soviética.
Tercer ejemplo de filial, episcopal esta vez, emanación de
una. de
esas famosas comisiones
ad hoc, la de Monseñor Matagrin, que ha fa.
bricado el informe que presentó a la Asamblea de Lourdes en 1972,
sobre una noción clave: la del pluralismo de las opciones políticas
de los cristianos, sin ninguna referenci~ a la ley natural o a la doctrina
social de la Iglesia (7).
Por tanto, vernos hoy una preferencia por el pluralismo. Partien­
do de la pluralidad, que es una realidad, se justifica el pluralismo
que
es una ideología, diciendo: la pluralidad existe, Juego es normal
Al ser normal, es legítima. Al ser legítima, es buena. Tal es el sen­
tido de
la ciudad pluralista tan altamente celebrada por algunos, de
(5) Avortement et p/uralisme,-M. F., Le Monde, 7 de noviembre 1973.
( 6) Les cadres C. G. T.: un certain plura/isme syndical · favorise la dé­
mocratie, J. R. (Joaníne Roy), Le Monde, ·14 diciembre 1973.
(7) Respecto a la Asamblea de Lourdes, véanse los · resúmenes publi­
cados en Le Monde, en 1972, en las siguientes fechas: 22-23 de octubre, 26
de octubre, 29-30 de octubre, 31 de octubre, 1 de noviembre, 2 de noviem­
bre,
así como el estudio ya citado de M: Bevillard ·( nota 4) .
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la que ya nos hablaba Jean Ousset, en su comunicación final de 1970 (8).
Y puesto que sólo es cuestión de pluralismo, setía justo comenzar
por indagar, por penetrar en el sentido de esta doctrina, no en fun­
ción ·de un criterio a priori, de un principio general cualquiera con
el cual la confrontaríamos, y con relación al cual la juzgaríamos, sino
al contrario, con relación a sus propios objetivos confesados, aden­
trándonos en su problemática. En resumen, no pretendemos juzgar
el pluralismo en función de nuestras motivaciones, sino en función
de sus motivaciones, lo cual equivale a. plantear
la siguiente pregunta:
¿Cumple el pluralismo los objetivos por él enunciados?
l. EL PLURALISMO JUZGADO POR SI MISMO.
La descripción más completa de los objetivos que los partidarios
del pluralismo pretenden
alcanzar la
hallarnos en la declaración epis­
copal francesa de 1972, titulada
Para una práctica cristiana de la po­
lítica, que incluso se presenta como una tentativa de elaboración doc­
trinal del pluralismo, como una sistematización de la que se pueden
deducir las dos funciones principales de esta nueva concepción doc­
trinal,.
¿Cuáles son estas dos funciones?
En primer lugar, partiendo de la idea, según la cual parecería
que no
es

posible
imaginar· una concepción de coniunto de la vida
social que reúna en una síntesis equilibrada todos los valores esen­
cia/es (9), la precipitada declaración episcopal concluye que es legíti­
mo que los cristianos adopten una u otra actitud, o se empeñen en
una u otra opción (9), y que, en este contexto conflictivo { conviene
que}
lejos de anatematiz11rse, los adversarios no se igno,-en (9). De
este pasaje resulta,
por consiguiente, que, por una preocupación por
(8) Jean Oussot Unidad Espiritual y unidad social, en Actas del Congre­
so de
Lausanne VI

1970, Patrias,
NacioneJ, Estado1, trad. francesa, pág. 177 y
versión en castellano, pág. 31.
(9) Pour une pratique chrétien11e de la politique, capítulo primero; im­
portantes resúmenes en
Le Monde de 31 de octubre de 1972.
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EL PLURALISMO EN CUESTION
la tolerancia, el primer papel del pluralismo consistiría en el respeto
de las diversas opiniones. En segundo lugar, estas diversidades, lejos de
perjudicar a

la
unidad, serían, por el contrario, una invitación a una reconstitución
de la verdad, mediante
el enfrentamiento de las teorías y de las ex­
periencias. Por tanto se trataría de tomar en igual consideración todas
las opciones, cuyo choque y encuentro debería producir una unidad
armoniosa, nacida de la reunión de las migajas de verdad dispersas
en las teorías
más opuestas. De esta manera, la segunda función del
pluralismo sería entonces la realización de la armonía, mediante la
recapitulación de los contrarios. Respeto de las diversidades
y realización de la armonía: en nom­
bre de esta doble proposición, el pluralismo pretende constituir
una
concepción
de conjumo de la vida soda/ que reúna, en una slntesis
equilibuda,
todos
los
valores esencia/e,, Y como esta pretensión es
grave, resulta legítimo, saludable y necesario, preguntarse · si el plu­
ralismo realmente llega a alcanzar, en los hechos y no solamente al
nivel del discurso, esta diversidad y esta armonía.
En caso de que se
llegase a ella, dado el bien social que representan la diversidad y la
armonía, seríamos los primeros en ad:herirnos a su doctrina. De ahí
la importancia del examen que sigue. En primer lugar preguntamos
y ese fin: ¿respeta el pluralismo la diversidad de lo real?
A) Pluralismo y diversido,l.
Para responder cumplidamente a esta pregnnta, hemos de con­
templar a la vez la diversidad, en sentido amplio, en las opiniones y
en las instituciones.
l. Pluralismo y diveroidad inteleotnal.
Por lo que
respecta a las opiniones, Jean Ousset ha declarado
que
si por una parte se puede sostener que la sociedad moderna es
pluralista, igualmente
se puede hacer observar la espantosa monoto-
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LOUIS DAUf.1RQUES
nítJ de la opinión mundial, ... Consenso masónico-marxista que, de un
extrema aJ otro del planeta, consigue captar me/uso católicas y ¡ hasta
sacerdotes
y preladas! (10). Ahora bien, este consenso al fenómeno
revolucionario existe, y su existencia, lejos de ser como una imper­
fección de una doctrina pluralista todavía inacabada, es consecuencia,
por el contrario, de la actitud pluralista; La existencia de
este con­
senso resulta. evidente: resalta en la simple observación cotidiana
y
en los
.. mensajes" transmitidos

por los
mass-media universales, la fa­
mosa tribu de los MO. CO. SO. (11), cuyo dialecto común es el
"mamoísmo", esa _mezcla explosiva· de marxismo, maoísmo y marcu­
sismo. Y su uniformidad es consecuencia del pluralismo: efectiva­
mente, la igual acogida
resetvada a todas las
opiniones hace que ya
no se discuta k legitimidad de ninguna de ellas. Incluso es lo único
prohibido.
Está prohibido prohibir, nuevo tabú cuya infracción trae
consigo una ejecución
sumaria, bajo
la inculpación de
"reaccióo",
de "integrismo", o de "fascismo". De ese modo, el pluralism~, admi­
tiéndolo todo salvo la opinión de los que rehusan admitirlo todo, y
rechazando a las tinieblas de sus peculiares prohibiciones a aquellos
fl quienéS racha de sectarismo, reúne todas lá:s condiciones de la
uniformidad resultante de considerar solaroente las opciones revolu·
donarías. El

pluta!ismo, en cuanto es un liberalismo
absoluto, cons­
tituye

una nueva ley. Y así como el aborto libre, de hecho significa
el ahorro obligatorio, según
ha explicado muy bien Jean Madiran (12),
también podernos dar por seguro que el pluralismo termina desem­
bocando en el constreñimiento.
Si ciertos partidarios moderados del pluralismo juzgasen exce­
sivo este juicio,
debieran meditar
más cual es la lógica de sus prin­
cipios, y si al igual que nosotros la rechazaran, entonces deberían
cambiar de principios. En particular deberían releer a su padre es­
piritual, Juan Jacobo Rousseau, que no vaciló en llegar hasta el final
de esos principios
y de esa filosofía: Rousseau, que se rebela contra
(10) Jean Ousset, op. át., pág. 177, (ed. franc.), pág. 31 (ed. cast.).
(11) MO. CO. SO.: MOyens de COmmunication SOciale (medios de
comunicación social).
(12) Supplément-110/tiegeur, núm. 6 de la revista Iiinéraires, 4, rue Gá.­
rancieres, 75.006 Paris (suplemento del número 171 de marzo de 1973).
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EL PLURAUSMO EN CUBSTION
todo Jo que puede alienar la libertad de expresi6n de cada individuo,
¿acaso no es el pluralista-tipo? Pero desde el momento en que
tra·
ta

de búsqueda de un
sistema de
gobierno, que el pluralismo es
completamente
incapaz de propotcionarle, se

ve obligado a inventar
el mito de
la voluntad general --parodia del bien común- y a afir­
mar
el

despotismo absoluto del cuerpo político
y el anonadamiento
del ciudadano dentro del
gran rodo . social. Así es como el Rousseau
individualista,
liberal y

pluralista del
Discurso sobre el origen de la
desiguald«d se transformará en el Rousseau socialista, totalitario y
unitarista del Cont1'ato social, a prop6sito del que dijo Benjamín
Constant:
No conozco ningún sistema de servidumbre que haya con,.
sagrado errores más funestos que
la eterna metafísica del Cont1'ato
social
. .Ahora bien, ese sistema de servidumbre es asimismo el de los
sistemas
dem6cratas a

lo
Rousseau, que

constituyen hoy
la expresión
más frecuente, aunque también la· más· discutida, del pluralismo po·
lítico,

y mediante el
cual se explica la fuerza actual de los constre·
ñimientos intelectuales. Pero, además, el pluralismo es un neoconfor.
mismo cuya influencia se extiende del mundo de las opiniones al de
las instituciones.
2.
Pluralismo y diversidad institucio,wl.
El mecanismo que ha sido dado a luz con la formación de la
opioión pública,
ese "monstruo"

al
cual Beroard Fay desmontó a
las claras sus engranajes, particulatmente en el capítulo titulado
De las opiniones a la opini6n (13), lo volvemos a encontrar en la
evolución de las instinidones. A este respecto me escribía un amigo
que el pluralismo le parecía equivalente al donjuanismo del impo­
tente,

que todo
lo · quiere, pero que nada puede. Esta impotencia no
es un
azar: es la exacta consecuencia de la autoridad que confiere el
pluralismo a una infioidad de
foterpretaciones sin
vínculo
y sin je­
rarquía. La necesaria unidad, que siempre resurge, queda privada de
(13) Bernard Fay, Nai.uance d'un monslre, l'opinion pub/;que, Librairie
académique Perrin, París, 1965. Particularmente el capítulo V.
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la categoría de principio y, por un _efecto de cOmpensación, va a re­
fugiarse en la estructura material de la sociedad. Y esta nueva unidad
será dura, pues en cuanto uno consigue un refugio se afana en ha­
cerlo inexpugnable. Y será tanto más absoluta, cuanto más hayan
sido suprimidos todos los frenos a la libre expresión de las voluntades
plurales, de todas las "sociedades parciales", como habría dicho Rous­
seau. En ese momento, con los cuerpos intermedios pulverizados, en
la confusión de un Babel ideológico, ¿qué quedará frente a los plu­
ralismos individuales sino
sólo el

Estado, ese gran todo que es
"todos
para todos", según la justa expresión del Profesor Rouvier? (14).
Rehusar la unidad en los principios equivale a
fundar la uniformidad
en
el Estado. Tal es la tentación permanente de cada época. El griego
Clístenes, que no tuvo la culpa de ser
el inventor del ostracismo vo­
tado en
asamblea popular

general -¿qué
hay, además, teóricamente
más
pluralista y prácticamente más unitarista que una asamblea ge­
neral?- tenía como única consigna:
unidad por la uniformidad en
la igua/,dad. Y su eslogan, como un eco, vuelve a repetirse muchos
siglos después por los jacobinos, que también
pasaron del
pluralismo
al Terror, según un camino magistralmente indicado en un retazo
célebre de Royer-Collard (15);
La revolución no ha dejado en pie más que a individuos, y de
est. sociedad en polvo ha s donde
no hay más que iniüviduos todos los asuntos que no son SIIIJOS
son asuntos del Estado, asuntos públicos ... Así es como hemos llegado
a ser un pueblo
de administrados bajo el puño de funcionarios Í4Tes­
ponsables, centralizados a
su vez dentro del poder del cu
mi­
nistros. Y entonces se estaba aún en 1822 ... Porque el pluralismo
hace de este
arte de agitar al pueblo antes de servirse de él, que se
llama demagogia,

un uso
tan acabado que llega hasta el extremo de
transformar la agitación de los espíritus en servidumbre de las
es­
tructuras.

De
ahí viene la centralización, la estati1.ación, el socialis-
( 14) Jean Rouvier, Les grandes idées politiques, du origines a f. J.
Ro11sseau, Bordas, 1973. Recomendado, a pesar de ciertas afirmaciones du­
dosas (particularmente el capítulo «Per
populum)> sobre
Santo Tomás de
Aquino).
(15} Discut'so en la CámtWa· de Diputados, el 22 de enero de 1822.
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EL PLURAUSMO EN CUESTION
mo y hasta la planificación, definida hoy romo una ardiente obliga­
ción. Un pluralismo igualitario, no jerarquizado, conduce forzosa-:­
mente a una yuxtaposición de divisiones, cuya primeta víctima es la
diversidad.
O,mo escribieron,
a
propósito de
las naciones,
la miJma
ley
que condena al indwiduo-dws a aniqui/a,se bajo

el
yugo de la
plamficación estatal, es t"1nbién la que condena a las naciones-diosas
a ser sacrificadi,s al despotiJmo pltmetdlio de
dos

o
Mes "grandes",
esperando
el triunfo de

un
supremo vencedor (16). La concepción
pluralista que es neoconformismo en el mundo de las opiniones, cons­
tiru.ye el origen del unitarismo más exigente en el orden de las ins­
tituciones. Sin embargo, ese fracaso con relación
al objetivo inicial
del respeto de las diversidades, ¿no estará compensado por un éxito
con respecto a la
armonía social

que igualmente se ptopone alcanzar?
B) Pluralismo y armonía.
Hay que contestar esta pregunta también desde el punto de vista
de las opiniones y desde el punto de vista de las instituciones.
l. Plurali•mo y armonía intelectual.
En

el dominio de las opiniones, el plutalismo no es una simple
consecuencia inevitable de la evidente confusión que se extiende hoy,
y que se produce casi espontáneamente en el oscuro misterio de
una
de esas
mutaciones irreversibles,

cuya existencia, además, ni
siquiera se discute ... El plutalismo es su causa ideológica principal,
y cuando
Monseñor Matagrin llega

al
extremo de
hacer constar que:
la Iglesia y la sociedad se han u-ansfor,nado en un inmenso campo
de batalla, _en donde se enfrentan p'er.¡onas, grupo.s, clases, miembros
de partidos opuestos, adherentes a ideologías ú-reductibles enu-e sí
(17), uno se pregunta si la balada de Goerhe no necesitaría una cierta
(16) Jean Ousset, ,Patria, Nación, Estado, Montalza, 1971. En venta P.fl
el C. L. C. La traducción española. ha sido editada por Speiro, S. A.
(17) Op. dt., pág. 195.
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continuaci6n para todo aprendiz de brujo de pluralismo. Porque si
t. Iglesia y la sociedad se han transformado en un imnenso ctmzpo de
batálla, ello no se debe para nada al azar. Nadie puede fomentar los
particu!ru,ismos de

clases, regiones, generaciones y razas;
nadie puede
sostener

que son inevirables
y que constituyen otras ranras legítimas
opciones personales; nadie puede poner el acento solamente sobre los
elementos generadores ele divisiones y, en consecuencia, sobre los
conflictos y las más vivas oposiciones, sin que se le deba tener por
el principal responsable de
la ruptura de todas las armonías sociales,
nacionales, familiares
y culturales. No es honrado deplorar un mal,
cuya

fuente no se cesa de
alimentar.
No

es honrado, frente a esra confusión de los espíritus, fruto de
un pluralismo sin límites
-¿y en

nombre de qué le
podrían impo·
ner límites

sus partidarios?-, proponer, en sustitución de
la des­
truída armonía, sucedáneos de orden, bien sea público establecido, moral nuevo, o reinando en Varsovia. El orden no sufre subproduc­
tos~ Tiene horror a_ las falsas apariencias... Es una au:icarora de
orden el "orden" liberal, en el cual todo está admitido, incluso y
sobre todo los contrarios, ideal de Heráclito, y en donde la unidad
de una sociedad, en Jo que ésta tiene de más fundamental, depende
de un desplazamiento marginal de votOS en las próximas elecciones;
caricatura de un orden, en donde los poderosos y los ricos aplasran a
los débiles y a los -pobres; caricatura de un orden, cuyo dueño es
Marnmon,
y en donde la armonía social resulra ran evidente como
en
la miÍs salvaje

jungla ... Falsificación del "orden" sincrético
y de
su pretensión de hacer un término medio de elementos dispares;
falsificación de esra "reconstitución de la verdad" que es la gran
ambición de la masonería, pero de la que no sabernos a
parrir de qué
criterío de discernimiento, ni a
-partir

de qué colección de verdades,
se
operad ... ni, incluso, a partir de qué ideas, ya que eti ésto el pen-
samiento moderno ha sustituido los amores y las impresiones .. .
Armonía de instrumentos desafinados y de orquesras sin partitura .. .
A partir de ese momento, el pluralismo, incapaz. de la Jllenor armo~
nía,

va
,a reducirse á ser una simple tentativa de pacificación de los
conflictos que él mismo ha atizado, concediendo una influencia ex-
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& PLURAUSMO EN CUESTION
rraordinaria, en este dominio, a instituciones terriblemente complica­
das, cuya implantación suscita.
2. Pluralismo· y armonía institucional
El

pluralismo pretende ser tanto
.más serio
en este nivel de las
instituciones, cuanto
más ligero

es en aquel de las opiniones. Mien­
tras en todas partes son exacerbados como tales lOs particularismos
religiosos,
raciales
y lingüísticos, se edifican sabias prótesis de la
unidad, desde el mnerican way of life, basta la concentración y per­
sonalización del poder, pasando
por· el

condicionamiento mediante
la
iníormación. El pluralismo sindical coincide con el aUlnento del mo­
nopolio de expresión
de algunas grandes "centrales". El pluralismo
político evoluciona hacia
la formación de "bloques" antagónicos.
Además,
esta

pseudo-armonía institucional se extiende a los
Jnás di­
ferentes

países: por ejemplo, muchas
personas, comenzando
por nues­
trOS amigos británicos, se sorprenderán al mostrarles que los dos
regímenes que más se parecen, por lo menos si nos atenemos a sus
Constituciones, son ¡ el régimen soviético y el régimen de Su Gra­
ciosa Majestad ...
! Este simple ejemplo límite sirve para mostrar que
la unidad institucional no basta para fundar la integración nacional,
y que la gran ambición actual de suprimir los problemas individuales,
gracias a una organización político-económica científica, es una pura
abstracción. Y, sin embargo, esta aberración
está muy

extendida en
nuestras ciudades pluralistas ... , es
la abertación de la tecnolatría,
juez supremo de los particularismos
y de los. poderes tecnocráticos
que

segrega. . . la aberración de las comisiones de concertación, crea­
das a propósito de no importa qué,
y que

son el lugar privilegiado
de las
más evidentes

manifestaciones... la aberración suprema de una
Organización de las Naciones Unidas, cuyos
más sutiles

mecanismos,
por reposar sobre la
base del pluralismo más igualitario, resultan inap­
tas para la resolución de los ronflictos internacionales, cuya única
armonía consiste en
¡ la relación de fuerzas!
:Mas entonces, ¿es necesario negar los. esfuerzos que los hombres
realizan para reconquistar la unidad perdida? Lo que hay de más
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discutible en las caticaturas de armonía nacidas del pluralismo, ¿no
es, a pesar de todo, el signo de una reacción latente en el cuerpo
social, buscando siempre un verdadero orden que equilibre la unidad
y
la diversidad? Y verdaderamente, a menudo, la caticarura deja que
se transpatente
la realidad, hecho que llevó Agusrin Cochin a plan­
teat, a comienzos de

siglo, la siguiente pregunta:
¿Qué diferencia
debemos ad,verli,-entf'e la uniformidad de estiJo de las épocas a,tfs­
ticas
de la Edad Media y la uniformidad de imitación y de clisé de
nue,tf'o arte moderno?
¿Acaso hoy todo ,e parece, igual que todo
,e paree/a hace 200 años? ¿Acaso e,ta uniformidad vale tanto como
aquella? Pero, entonces; la vida = la muerte; lo bello = lo feo.
La trivialidad actual que, despuéJ de la malsana crisis de indepe,o­
dencú, romántica, poco a poco se va e,tdbleoiendo, no tiene nada en
común con la unidad de pensamiento y de estilo de -año, pues
mientras que éJta probaba
que habú, un pemamiento poderoso, un
soplo de vida y de inspiración, aquélla demuestf'a todo t,, contf'ario:
que ya no hay nada, De un lado, ser-es vivos con igual sangre y con
igual fe; de otf'o, guijarros, todos ellos semej-es, erosionados por
la oleada .modernd (18).
Tal es la nueva pista que nos propone Cochin. Y ante el callejón
sin salida al que patece
conducirnos el
pluralismo, nos sentiríamos
tentados
de tomar

en seguida aquélla aunque sea de prestado, si no
nos pareciera que es necesario antes hacer de una síntesis y un in­
tento de explicación de esta primera parte.
En primer lugar, una síntesis.
Efectivamente, parece que las consecuencias prácticas de la ac­
titud pluralista resultan muy paradójicas, puesto que
la diversidad y
la armonía prometi_das ·se mudan en conformismo y unitarismo, por
una parte, y en división y en desorden, por la otra. Además, la ciudad
(18) Augusti!l Cochio, Abstraction révolutionnaire et iéa/isme calhoti­
que
Desclée de Brouwer, 1960, pág. 100, a propósito de la teoría de la se­
mejanza emitida por d sociólogo Emile Durkheim.
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EL PLURALISMO EN CUESTION
pluralista ofrece el desolador espectáculo de una confusión intelec­
tual, mezclada con un consenso progresista, y de una proliferación
institucional, unida a una ineficacia operacional. Anarquía en los
espíritus, uniformidad en las organizaciones, contagio revolucionario,
incoherencia política, tales son los más evidentes frutos del plura­
lismo. Sin duda, ya en Tocqueville, en su Democracia en América, se
encontraba el presentimiento de esta serie de paradojas, pues
aunque el autor de El Antiguo Régimen y la ,evolución no es­
condía su admiración por el pluralismo de la joven República de la
otra orilla del Atlántico, sin embargo no dudó en
alertar ya
a sus
lectores contra el inmenso
y tutelar poder que de ella pudiera re­
sultar. Una vez más es necesario acometer el intento de hallar una
explicación de esta comprobación.
Un intento de explicación.
El pluralismo no es una simple actitud de "respeto del otro", sino
una concepción global, una filosofía. Esta filosofía, por Jo demás, es
muy anterior a la
declaración episcopal

de 1972, ya que, como sis­
tema organizado que recurre explícitamente al pluralismo, data del
siglo
XIX, durante el cual fue preconizada particularmente por el
alemán Herbart, el inglés Williarn James
y el francés Renouvier. Al
ser definida como una doctrina, según la cual, lo1 seres i¡ue compo­
nen el mundo son múltiples, individua/,es e inde-pendientes, y no
deben considerarse como simples modos o fen6menos de una realiddd
única
y absoluta (19), puede ser interpretada en dos sentidos diferen­
tes.
El primero de ellos es totalmente legítimo: en efecto, el pluralismo,
en cuanto rechaza la reducción del universo a una sustancia única,
representa a nuestros ojos una sana reacción, tanm contra el
panteís~
mo,

según
el rual Dios y el universo no son más que uno, como
contra el idealismo absoluto de Hegel, que acaba .por negar la real
complejidad del universo.
(19) Lalande, Vocabulaire technique el critique de Ja philowphie,
1295
Fundaci\363n Speiro

LOUIS DAUJARQUBS
Pero una segunda interpretación del plrualismo, la más actual,
consiste no solamente en
distinguir en el mundo individualidades
múltiples, sino sobre todo en
rechazar todo principio absoluto,
toda
inteligencia
universal del

orden de
las cosas, y en ir a parar al prag­
matismo de un W. James (20) y a las diversas formas de relativismo.
Tal es la significación del pluralismo:
distingue primero, con raz6n,
pero, después, se olvida de unir. A la unidad la pone entre parén­
tesis. La subsidiatidad no lleva a
ninguna totalidad. Si se considera
más profundamente, puesto que
la multip/iddad de lar <>fJueJtaJ ex­
prestJ auJencia de consideración hacia lo que está en juego, vemos
que se trata de una forma de indiferencia por la verdad, de la ma­
nera qúe Pondo Pilatos. Si bien rehusa con razón el unitarismo, el
pluralismo cae en otro defecto, en el monismo inverso, en el rela­ tivismo.
Fs decir, no quiere tomar en consideración más que a un
solo aspecto de la realidad, entre sus diferencias, y que, a partir de
esta visión parcial construye todo un sistema. De ese modo, igual
que el socialismo hace un absoluto
de la sociedad, o el liberalismo
de la libertad, el pluralismo hace un absoluto de lo particular,
y
ésta no es la menor paradoja de una filosofía que repudia todo ab­
soluto. Es a la pluralidad lo que el liberalismo es a la libertad, o sea
una sistematización creciente
de. un

real mutilado. El pluralismo es
inapto para
fundar ningún orden, puesto que rehusa la sumisión a lo
real integral. Tal es la
explicación de
sus
patadojas.
Ahora

bien, si así el pluralismo resulta condenado por sus
pro­
pios principios, es necesario, por tanto, volver a plantear la cuestión
del orden social: no ya a partir de la pluralidad buscada por sí mis­
ma,
sino a partir del polo opuesto; es decir a partir del principio de
unidad, ignorado hasta aquí,
y sobre el cual nos enseña Santo Tomás
cuando escribe: lo natural no tiende más que a lo uno (21) y una
(20) Para el pragmatismo la verdad reside en lo útil y eficaz. En con­
secuencia no existen el absoluto y el infinito. Por esta razón San Pío X con­
denó esta filosofía en una proposición de
Lamentabile « .. , las proposiciones
siguientes
... son
reprobadas y prouritas por el presente deNeto general: .. , 26,
Los dogmas de la fe se han de entender solamente
según el Sentido práctico,
er, como norma preceptiva de obrar, no como n01'ma de creer».
{21) Las Bienaventuranzas: I.i!-2, quaest. 1, a. 5.
1296
Fundaci\363n Speiro

EL PLUMUSMO EN CUESTION
pJ.,,.alidad ,in orden e, una confu.rión, el orden Je logra ,iempre con
relación a un principio (22).
Así pues, a partir de esta idea de orden, intentaremos demostrar
que, sin duda,
la pluralidad
no es un valor más que cuando expresa
la riqueza de la unidad, según la bella fórmula del abbé Richard (23).
Il. LA PLURALIDAD, RIQUEZA DE LA-UNIDAD.
Sería posible efectuar esta demostración recurriendo al razona­
miento tomista
y explicando que la unidad e, una cualidad tra.rcen­
dental, que
es e,encial a todo lo que· exi,te, y que el grado de perfec­
ción de
un ser es función de su unidad (23). Pero, sin descuidar ei­
recurso
a la argumentación propiamente filosófica, pensamos que la
ilustración histórica se adapta mejor a las formas del espíritu con­
temporáneo,
y que, en este punto particular, la historia puede ilumi­
narnos doblemente: por
una parte, demostrando d carácter indispen­
sable
y bienhechor de la unidad, y por la otra, ayudándonos a pre­
cisar la finalidad de esa unidad.
A) La wwad in.dispensable y bienhechora.
La unidad es tan indispensable que es fácil el desorden de los
países desunidos. Peto, además, resulta bienhechora, pues la diversidad
cultural prácticamente le es proporcional.
l. Unidad y orden. ----------
Nada es más fácHde· demostrar que el desorden que la ausencia
de unidad lleva consigo. La ruptura de la unidad romana condujo a
(22) -··ras Bienaventuranzas: I.!!, quaest. 42, ª· 3.
(23) M. l'Abbé Richard, «L'alibi du pluralistne, L'Homme Nouveau,
4

de
febrero de
1973, 1, place Saint-Sulpice, 75006
París.
8a 1297
Fundaci\363n Speiro

LOUIS DAUJARQUES
las guerras de los bárbaros; la mptu.ra de la unidad cristiana provocó
los disturbios de la Reforma, la ruptura de la
unidad monárqnica
engendró

la tormenta revolucionaria, la ruptura del Imperio Austro­
Húngaro desembocó en la
"balkanización" de

Europa Central... E
igualmente, después de las
rupturas precedentes,

podemos ver el ca­
rácter indispensable de la unidad en la rápida aparición de nuevas
unidades, cuya calidad no tratamos de juzgar aquí, sino simplemente
de registrar Jo inevitable de reaparición. Tal vez la mejor prueba de
lo que afirmamos esté en la descripción del
so/ve coagula que es la
gran receta revolucionaria a través de la historia de las naciones:
salve coagula, es decir, disolución de la antigua unidad seguida de la
creación de una nueva, evidentemente más despótica que la prece­
dente, anarquía seguida de totalitarismo,
y pluralismo seguido de
unitarismo.
La unidad no resiste unas vacaciones: la rupmra de los valores
políticos en 1789, de los sociales en 1917 y de los culturales en 1968,
son la antesala de la unidad napoleónica; de la
unidad soviética
y de
la unidad maoísta. Por consiguiente, no ofrece ninguna dificultad sa­
car la conclusión de que la
unidad es
indispensable. La dificultad no
surge hasta que se formula la siguiente pregunta: ¿de qué unidad se
trata? El orden, ¿es el resultado de la unidad económica, social, cul­
mral, política y religiosa? En definitiva, ¿cuál es esa 1.1.tUdad tan inw
dispensable que ninguna sociedad puede prescindir de ella sin pere­
cer en seguida, absorbida además por una
unidad superior?
Desde

luego podemos responder que, lógicamente, es preciso con­
siderar cada tipo de
unidad dentro

de su orden particular.
As~ a
la
ruptura de la unidad intelectual, social, económica y artística, corres­
ponderá la anarquía intelectual, social, económica y artística. Pero
esta respuesta resulta insuficiente-si no_ s_e añade que, con
respecto a
la

vida de la comunidad política corresponde la prioridad a la nueva­
mente unidad política,
inspirada por

la
unidad, espiritual
que domina
todos los otros órdenes.
-,,
Una afirmación de ese tipo, antaño evidente, exige --hoy un co­
mentario, aunque sea muy breve: en tanto que el objeto de la polí­
tica sea la sociedad, es decir, la obra más completa y más perfecta a
1298
Fundaci\363n Speiro

EL PLURAUSMO EN CUESTION
la que puede adherirse la razón práctica del hombre, y en cuanto per­
siga la realización del bien común (o
sea de
un bien superior a los
bienes particulares) la política resulra una cienáa arquitectónica como
claramente.
ha explicado Hugues Keraly, en un reciente comenrario
sobre Sto. Tomás (24).
Esra cualidad confiere a
la política una pri­
macía absolura en el dominio de las ciencias prácticas y un poder de
mando
sobre dichas

ciencias. Pero
inmediararnenre hay que precisar
que esa prioridad de
la política corresponde al orden de la acción y
del tiempo, y que nunca es una prioridad de dignidad. Efectivamente, aunque
la unidad política es la primera necesidad de la acción, sin
embargo no
es el fin de dicha acción, puesto que la política no es
el fin del hombre, sino un simple medio privilegiado de ese fin que es
espiritual. Y

ésta es
la causa por la cual la unidad política está
siempre inspirada por la unidad espiritual, a imagen de lo que .a co­
mienzos
de siglo escribió
Maurras: En la labranza el arado impo,-ta
más que los bueyes que lo Mt"astran; pero, sin embargo, el airado no
se coloca delante de los bueyes, a no ser pM los zotes consMvadore1
que naturalmente, son siempre castigados por ello (25). Descarrada
esra dificultad, subsiste, no obsrante, una objeción frecuente: ¿acaso
la

unidad, por otra parte, no se
opondrá a la pluralidad y a la diversi­
dad en
lo que ésras tienen de más legítimas?
2, Unidad y diversidades.
En realidad, es evidente, por el contrario, que las actividades hu~
manas son tanto más ricas y diversificadas cuanto mayor es la unidad.
Para demostrarlo recusamos de antemano todos los ejemplos moder-
(24) Saint Thoma.s d'Aquin, Préface_a la Politique (prefacio, traducción
y explicación por M. Hugues Keraly). Collection Docteur commun, Nouvelles
Editions Latines,
19f74. En
venta en
el C. L. C.
(25)
L'Action Franc_aiu de 2 de junio de _1908 y en el Dictionnaire po-
litique et crifque I, -píÍg. 459. 1 Respecto ~ __ Maurras se pueden consultar útilmente ,los textos escogidos de
su obra publicados por F. Natter y
C. Rousseau, con el título: Charles M.au­
rras,
De )a politique nattwelle au nation.a/üme intégral, Essais d'art et de
philosophie, Librairie Philosophique
J. Vrin, 1972. En venta en el C. L. C.
1299
Fundaci\363n Speiro

LOUIS DAUJARQUES
nos, incluidos los de los países católicos, pues la situación presente es
ran confusa

que ofrece pocas posibilidades de perspectiva. Por
el
contrario, nada resulta más luminoso que el ejemplo de los que llaman
los
grandes siglos,

término que responde a una realidad profun­
da (25 bis).
Y, en primer lugar, el siglo v griego, que se denominó de Peri­
eles y del cual escribió Tucídides que ba¡o el nombre de democracia,
de

hecho quien
gobernaba e,a

el
primer ciudadano, siglo de la unidad
cuyo símbolo es Atenas
.•. unidad polírica y cultural inspirada por
Pericles, bajo la mirada de los dioses ... Y, sin embargo, asombrosa
diversidad en las artes: arquitectura, escultura, pintura, cerámica, fi­
losofía, poesía, tragedia, historia, matemáticas, medicina, todas están
represen radas... y diversidad en el seno de cada disciplina: sabemos
la variedad de columnatas introducidas en ese monumento de rigor
que era
el templo griego ... y diversidad en los genios de todas cla­
ses: Pericles encarga a Fidias
el Partenón y alrededor de ambos se
reúne un

grupo prestigioso: Anaxágoras, S6focles, Herodoto, Eurí­
pides, Esquilo, cuya pluralidad de talentos constituye la riqueza de
la unidad en tiempo de Pericles.
Y
el siglo de Augusto, ¿acaso no lleva consigo los mismos rasgos?
Unidad en la
civitas alrededor de un jefe que pone su fuerza al ser­
vicio de
la civilización y que, ayudado por Mecenas y Agripa, pensio­
na y favorece a
artistas ran diverS06 y

ran dorados como Virgilio,
Horado y Tito Llvio. Y el siglo de Luis XIV,
reuni6n de toda.r la.r fuerza.r de una na­
ci6n ba¡o la dü-ecci6n
de un príncipe que simultáneamente la encarna
y la dü-ige
(26): qué unidad más grande la de aquella monarquía
absoluta, a
propósito de la cual Boileau no dudó en .escribir que
¡un Augusto c6modamente puede hacer Virgilios!, y no obstante,
qué

época más diversa la de esos
artistas S06tenidos y

distinguidos
(25 bis) El autor, por razones comprensibles, no incluye a nuestro
siglo XVI entre los Grandes Siglos que cita. No ,;be-duda que, con toda
justicia, pudiera ser incluido entre ellos, y que le es de·--aplicación todo
cuanto dice respecto a los citados (Nota del traductor). (26) Mme Suzanne Pillorget,
Apogée et déclin der rocietér d'ordr-e.r
16JOwl 687), Histoire universelle, Larousse de poche, 1969.
1300
Fundaci\363n Speiro

EL PLURAUSMO EN CUBSTION
por el Rey, la de esa pléyade cuyos menores florones se llamaban
Mansarr, Lenéitte,
Le Brun, Lulli, Couperin, Moliere, Racine, Bossuet
o
La Fontaine, y cuyo admirable encuentro florecerá en la genial rea­
lización versallesca.
Y,

finalmente, en cierto modo
e.o. la cumbre, el siglo por exce­
lencia

de la unidad y de las
síntesis, el siglo de San Luis y de Santo
Tomás

(26
bis), el

de todas las
Swnas, Suma

Teológica del Doctor
Angélico, Suma

poética de la Divina
Comedia, Swna literaria de la
novela cortesana, Suma
musical del

gregoriano, Suma intelectual de
las Universidades, Suma heroica de
las Cruzadas, deslumbrantes com­
ponentes de un fervor cristiano que
culmina en
esa Suma de
unidad
y de diversidad vuelta enteramente hacia Dios que se llama ¡ la Ca­
tedral! ... Tal es el genio, la
riqueza y la ábudancia de los siglos de unidad
bienhechora. Su ejemplo manifiesta la unión profunda de estas dos
nociones de unidad
y de pluralidad, con cleroasiada ~ecuencia opues­
tas hoy, y cuyo matrimonio armonioso, sin embargo, nos muestra la
historia. Y acerca de la cual ha escrito Marie-Madeleine Martín que
la lecoi6n dada por la antigua Francia ve,dade,amente es ,,,¡,, de lar
más bel/ar que pueden encontrar,e. Aunque no, recuerde que las
comunidades humanas no . pueden ,ub,i,ti, ,in la p,e,encia de un
orden político cr,paz de mantener ,u cohe,i6n, no, mue,tra también
que e,te orden puede in.rpirar,e en una feUz conciliaoi6n de la auto­
ridad y de la, libertade, en unir el nece,mo beneficio del mando con
el natural de,arrollo de toda, lar autonomías Juba/ternas ... ideal po­
lltico ariJtotéUco,
penetrado al mi.mu, tiempo por el re,peto crútia­
no de la penona humana (que) parece tener el te,timomo de lo, p,;n.
cipale, valores de la antigua Francia: sabiduria griega, orden romano,
revelad6n
cri,tiana (27).
Precisamente, ¿no es por haber olvidado este ideal, por haber
olvidado que
históricamente la armoflia dwerJificada de la unidttd
(26 bis) De Fernando III el Santo, de Alfonso X el Sabio, de Jaime I
el Conquistador, y de. Pedro III el Grande, y de San_ Raimundo de Pefiafort
y de Raimundo Lulio.
(27) Mme Marie-Madelaine Martín, Histoire de l'unité frantai.re. Edi­
tions du Conquistador 1947 .
• 1301
Fundaci\363n Speiro

LOUIS DAUJARQUES
france.ra, esa unificación Jin exclusión de autonomías semejantes
implicó siempre la primacía de lo espiritual, ya que jamás hubiesen
sido integrados en una
misma herencia
los feroces
pructiculaxisroos de
nuestras

provincias si
para lograrlo se hubiese ejercido un poder uni­
tarista. y nivelador, o si sólo se.hubiesen tenido en cuenta los inte­
reses materiales? ¿No es a causa de este olvido por lo que, después de
muchos siglos de adhesión a una
misma patria, parece que esmllan
hoy

las diversidades francesas en "mil independencias" y en auto­
noroisroos devastadores?

(27 bis). Si,
verdaderamente, la
pluralidad
es la
rique,a de

la unidad,
pero sólo será un caos informe si no es
ordenado con un
sentido de

lo
universal, al
cual el propio
Diderot
no

desdeñó rendir el siguiente homenaje:
¿Acaso no es preciso reco­
nocer que, pOf' encima de nuestros espíritus, existe una cierta unidad
original, soberana, eterna y perfecta que es la regla esencial de lo
bello que
buscetréis en la práctica de vuestro etrte? De "'1í que, como
concluye San Agustín en
otra obra, la unidad constituye, por as/ deci,,
la Í°"""' y la esencia de lo bello de todo género (28), Pero esta ob­
servación nos lleva ahora a preguntarnos acerca de la naturaleza de
esa unidad. Unidad ¿cómo?; unidad, ¿por qué?
B) Naturakw de la unidad.
l. Unidad, ¿cómo?
Efectivamente, la frase de Dideror que acabamos de citar, de hecho
nos lleva de nuevo al ejemplo de los grandes siglos. Y nos lleva a
ellos en la medida en
que precisamente

esa unidad esencial, que
pre­
siente

Diderot, se aplica
igualmente a
estas épocas privilegiadas.
Ciertamente no es cuestión de hablat de una identidad entre la Atenas
del siglo
V, la Roma Imperial, la Europa Medieval y la Corte del
Rey Sol; pero, más allá de la pluralidad de estos grandes siglos, es
(27 bis) Yvonne Flour, Régionalisme et 11nité nationale, traducido al cas­
tellano en VERBO 135-136, págs. 723 y sigs.
{28) Diderot, Oeuv,es esthétiques, origine et nature du beau, pág. 393.
1302
Fundaci\363n Speiro

EL PLURAUSMO EN CUESTION
lícito definir formas semejantes. Y estas formas son formas de
unidad.
En primer lugar, unidad de mando: Perides,
Augusto, el

Papa y
Luis XIV.
La historia de este punto no hace más que confirmar la
demostración de Santo Tomás,
según la cual la multitud con prefe­
rencia deberá ser gobernada
por uno solo (29).
A continuación, unidad de conjunto: los principios de la unidad
política son los mismos que los de la unidad
cultural. Hay una pro­
funda armonía

entre
la religión, la política y las artes, al concurrir
todas ellas en una misma concepción del hombre. Y este último rasgo,
particularmente verificado en el siglo
XIII, ha, sido muy bien puesto
de relieve por Gusrave Caben, quien
al describir esa gran c/ariddd
de la Eddd Medía,
exclama: ,Que tanto la arquitectura como la escul­
tura sean la expresi6n concreta de la füosofía
es un fen6meno único
::, grandioso que, según

parece,
no se presenta en igual grado más
que en el siglo de Pericles y en el de Luis XW (30). En definitiva
ese fenómeno
único y grandioso nos hace penetrar en el misterio del
estilo y de su influencia sobre el artista. Ahora bien,
el estilo no es
un conjunto de recetas técnicas, como muy bien ha mostrado Marce!
de Corte al explicar que el drama del arte contemporáneo "es una
forma común de aprehender la inagotable presencia de
lo real" ... "A
medida que el

estilo
desaparece. el arte se restringe"; tanto que "sin
la menor paradoja se puede decir que el artista que no está sostenido
p01 ningún eslilo Je mecaniza", peto •• si está Ióstenido po,· un estüo
puede imprimi.-su marca creadora personal, su propía forma de sentir,
1in semejanza con ninguna otra, pero en donde todas las otras se
vuewen a encontrar más perfect,n y má.r elevadas (31).
(29) La,¡ co.IdS que son conformes con la naluraleza Je comportan lo me¡or posible. P11e.1 en cada cosa la nllluraleza opera lo que e; mejor ... Y eJlo
eJ Jegún
la

razón.
Porque toda multitud deriva de

lo
uno. Por eso, Ji las
cosaJ (JNe son -de la incumbencia del arte imitan a aquellas que Jon · según l~
natNraleza,
necesariamente
lo
mejor para la multiud es que sea gohernada
por uno
sólo. «Tratado del gobierno de los príncipes de Regno», Libro I, cap. 2.
(30) Gustave Cohen,
_La Grande darté du Moyen.Age, N. R. F. Collec· tion Irées, Libraírie

Gallimard.
(31) Marce! de Corte!, Le drame de l'art contemporain.
1303
Fundaci\363n Speiro

LOUIS DAU/ARQUES
Por lo tanto, está claro que la exisrencia de un estilo, y por tanto
de
una unidad de inspiración, favorece la expresión de una plura­
lidad real; mientras que
el pluralismo desbocado no puede conducir
más que a un fenómeno de
falta de armonía colectiva. "El estilo, por
consiguiente
escribe Jean Ousset, es el signo de la unidad cultural de
una sociedad, si no
lo es de una época ... signo de unidad, no de uni­
formidad, no de fiiismo" (32).
Hay que subrayar también que el ideal creado por el estilo, no
solamente da nacimiento a una estética, sino que además inspira una
moral, una
manera de
vivir, una forma de cortesía
y de civilización,
unos hab/Jus representados en el siglo XVII por el modelo del "hon­
nete homme", pero que, precisamente, repiten de forma semejante
en el curso de todos los grandes siglos. Esta forma de unidad, propia
de estas épocas,
es lo que se ha convenido en llamar clasicismo. Bús­
queda de una explicación de
la naruralez.a de las cosas, valores de
armonía y de mesura, equilibrio de una vida dominada por la razón,
rales son las aspiraciones de las edades clásicas, cuyas obras sólo han
podido petperuarse
y llegar hasta nuestros días, porque las aspiracio­
nes clásicas son aspiraciones permanentes. Y como estas aspiraciones
son permanentes, son también generales: porque cnando los grandes
valores hum.anos están presentes, es natural que impregn~ la socie~
dad entera y la informen en todos sus aspectos. La unidad es, por
consiguiente, el
marco de roda vida social dichosa. Santo Tomás no
duda en identificar unidad y paz: El bien )' la salud de una multitud
reunida en sodedad
-escribe----resúle en la conservación de su · uni­
dad, lo cual se llama paz; si ésta desaparece, queda abolida la utiJúlad
de la vúla social (33). Por consiguiente, existe una profunda intimi­
dad entre la vida social y la unidad, cuyos beneficios son inmensos.
Pero aún es necesario precisar cuáles son los fines, los principios
superiores de una unidad, pues, si
ésta se
erigiese como absoluto, se
extraviaría en los caminos de
perdición del

unitarismo
y de la uni­
formidad.
(32) Jean Ousset, A la déGotJverle d11 beau, Montalza, 1971.
(33) De. Regno, op. rit. (nota 29).
(*) Cf. «Omnia instaurare in Christo», pág. 109.
1304
Fundaci\363n Speiro

EL PWRALISMO EN CUESTION
2. La unidad, ¿por qué?
Es necesario precisar este punto tanto más cuanto que, a pesar
de
las demostraciones que podamos ofrecer para mostrar los daños
del pluralismo y los beneficios de la unidad, algunos de nuestros
con­
temporáneos,

sobre todo entre los intelectuales, no ven sino opresión
en
toda unidad y esclerosis en cualquier freno puesto al pluralismo.
Además, sería inadmisible que basándose en lo que hemos
im­
pugnado como defectos del pluralismo se pretenda transformar la
unidad en unitarismo totalitario. Hoy muchos tienen cierta tendencia
a confundir esta caricatura de la unidad que es el unitarismo, tan
extendido sea bajo su forma liberal o bajo su forma socialista, con
la verdadera unidad, que no es en sí misma el propio fin, sino que
está subordinada
a una finalidad superior.
Santo
Tomás ya

había advertido
este peligro: Como el poder de
uno solo, cuando e1 justo, es

lo
mejo, que hay, del misma modo, en el
ca.ro contrario, es lo peo, que hay •.. Por tanto-, si a lo mejo, se opone
lo peor, necestJNtMUJnte se ligue que la thanía es lo peor que hay.
En consecuencia, a.rí como es más útil que una fuerza que opere con
vista, al bien tenga más unülaá para se, más poderosa en hacer
el
bien, del mismo modo una fuerza que opere el mal resulta más per­
judicial siendo una que si está dividida.
Esta observación del Doctor Común nos proporciona la ocasión
de precisar algunos puntos esenciales relativos a la finalidad de la
unidad: si bien es evidente que
la parte es para el todo, igualmente
lo es que el todo no puede
pedir sacrificios a las partes, sino en el
caso de que el bien que defiende sea realmente com1.Ín a esas partes.
Es así por la propia definición de bien común, que en el plano tempo­
ral, está constituido por el conjunto de condiciones externas e internas,
es decir tanto intelectuales
y morales como materiales y iurldicas, a
la, cuales se encuentra sometüla la vüla del grupo para conservar,e de
conformidad con su finalülaá natural (34). Lo que significa que el
(34) Santo Tomás de Aquino, Summa Teológica, la, qu. 31, art. 1, ad. 2.
Y Santo Tomás añade:
Así el puehlo es 11na multitud de hombre.r compren·
Jida ba¡o un cierto orden.
uo,
Fundaci\363n Speiro

LOUIS DAU/ARQUES
bien común, que no hay que confundir con las nociones modernas
de interés general y de utilidad pública, únicamente materiales
y ju­
rídicas, no es ni el término medio de
los bienes

particulares, ni
tam­
poco su negación. Pues el nombre colectivo implica dos cosas: una
pluralidad de individuos
y una cierta unidad, por lo menos la que
nace del orden (34).
Pluralidad y unidad al servicio de una finalidad que es el bien
común, tal es el orden que legitima a la autoridad. Además es evi­
dente que el hombre no está ordenado
a la comunidad poll#ca según
todo su :ser y según todo lo que posee (35). Pretender lo contrario es
el gran error totaliario. La relación entre el individuo y la sociedad
es doble:
el individuo ciertamente está subordinado a la sociedad a
causa de que ésta le asegura un "más" y un "mejor"; pero, a su vez,
la sociedad está subordinada a la persona, que le es prioritaria por
su ser
y por su fin; y, sobie todo, moto la sociedad como la persona
están subordinadas

a su fin
supremo que

es
Dios.
Sin

duda
el individuo necesariamente es un animal social y po­
lítico, pero lo social y lo político están formados por una pluralidad
de sociedades jerárquicamente dispuestas
y distintas del Estado. En
este sentido es como
hay que comprender a Aristóteles, cuando es­
cribe:
Una ciudad por naturalez,, es pluralista ... No se hace una so­
ciedad a partir de hombres seme¡antes ...

como si
de la sinfonía se
hiciese un unisono, o del ritmo una única medida. La dudad ... es una
pluralidad.
Por lo tanto, ahora ya podremos responder a la pregunta: ¿por qué
la unidad?
Los hombres siempre se unen ad aliquid unum commum­
ter agendum
et perficiendum, para realizar y perfeccionar algo en co­
mún.
La unidad está al servicio del bien común, y el orden social
quedaría
mu perturbado pot la ausencia de unidad, como lo setía
si

se quitasen a los
grupos inferiores
al Estado las fnnciones que por
su
namntleza tienen

que desempeñar. Ciertamente
las cosas penden de
lo alto, pero también crecen por lo bajo,
y el conocimiento de su set
(35) Santo Tomás de Aquino, Suma Teol6gica1 la, Ilae, q. 21, art. 4
ad. 3.
1306
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EL PLURAUSMO EN CUESTION
no es desprecio por su vida. Hay ahí todo un equilibrio necesa­
rio (35 bis).
Sínte&i.s.
La unidad es, eso. La unidad está al servicio de un fin superior
que
alcanza los

objetivos de diversidad
y armonía, que pretendían
realizar los

partidarios del pluralismo.
Y ahora, partiendo de esta paradoja, podemos etnpreruler un in­
tento de explicaci6n.
Intento de ~licación.
En efecto, la verdadera unidad respera. la diversidad de lo rea~
porque

fija los límites de la pluralidad, no en funci6n de un decreto
arbitrario, de un impulso de la voluntad,
. sino

en virtud de un orden
permanente
y absoluto que le es superior. Esta preocupaci6n es del
mismo orden de la que sintieron los esmlásticos~ al tratar de las ideas
generales, de los "universales" (36), y que les permiti6 matizar la dis­
tinción de lo uno a través de
lo múltiple, la comprensión de lo inte­
ligible a través de lo sensible
y la aparición de la forma a través de
la materia. Respero del orden, gracias al
rual la unidad, hallándose
limitada hacia
lo airo, no se ve tentada tampoco a ser opresiva hacia
abajo. Nuestra posición es, pues, segura, y así podremos mantenerla y
rechazar vigorosamente las opciones pluralistas.
El pluralismo es hoy algo más que pluralismo.
Es una máquina
de guerra. Bajo prerexro de variedad, es
el instrumento utilizado para
introducir las ideas revolucionarias en medios en donde, sin él,
jamás
hubiesen

penetrado. Cuando,
por ejemplo, se explica que, en nombre
del pluralismo, los cristianos legítimamente pueden ser socialistas,
(35 bis) Cf. Gwta.ve Thibon V11ni1i: a que/ prix?, ed. castellano en
VERBO 130, págs. 1175 y sigs.
(36) Sobre los «universales• consúltese la obra de J. M. Vaissiere,
«Fondam.ents de la Cité», 1963, traducida al castellano y publicada por Spei­
ro, con el titulo de Fundamentos de la Política.
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Fundaci\363n Speiro

WUIS DAUJARQUES
lo que evidentemente se quiere no es imponer el pluralismo sino
el socialismo. Tal es el aspecto. evolucionista del pluralismo: poco a
poco se transforma en un método de explicación y de aceptación de
una forzosa evolución; en un método de selecci6n de las ideas que primero se
quieren promover
y después hacerlas aceptar y, por fin,
imponerlas, en una especie de darwinismo, en donde la aptitud na­
tural es reemplazada por la capacidad revolucionaria. El pluralismo
no sólo es una disolución de la tradición sino, aún más, una coagu­
lación del futuro.
Por consiguiente, sin sentir ningún complejo, seamos hombres de
unidad. Pero frente a la unidad de acci6n de la revolución, que
disimula
sus
propósitos detcls de

la pantalla de humo del pluralismo
doctrinal, opongamos resueltamente la unidad de doctrina, de
inte­
. ligencia y de coramnes, que es lo cierto, por lo demás, que solamente
puede encarnarse en la pluralidad de lo real.
Unidad de la doctrina, del orden
y de la civilización. Y de qué 1 civilizaci6n sino de aquella qne el cristianismo, siempre y sólo él, ha
propuesto a los hombres de buena voluntad. Porque, tomando de
nuevo una demostración hecha no hace mucho por Jean Ousset (36 bis), la mejor civilización, ¿no es acaso simplemente aquella que
permite el mejor desarrollo de
· una

pluralidad de hombres reunidos
en una misma unidad social? Desarrollo en todo, para todos, en todas
partes
y siempre. Ahora bien, ¿qué Otra religión, que no sea el cris­
tianismo,
ha asgmido siempre como suya la carga de la h=nidad
y ha subvenido a sus necesidades? ¿Qué religión ha llevado a cabo la
síntesis de

la unidad
y de la pluralidad, tanto en la doctrina como
en los hechos? Pensemos en el propio símbolo de la Santísima
Trinidad: tres Personas, mas una sola
substilncia. Pensemos

en la
unidad de la Sede Romana
y en la multiplicidad de iniciativas de los
seglares. Pensemos en la unidad del depósito de la
fe y en la varie­
dad de sus expresiones auténticas
(*). ¿Qué otra religión, que no
sea el cristianismo, .ha definido esta noción de bien común, a la cual
naturalmente se ordenan la unidad y la pluralidad?
(36 bis) Cf. nota 32.
(*) Omnia instanrare in ChriJto.
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Fundaci\363n Speiro

EL PLURAUSMO EN CUBSTlON
Por tanto nos corresponde a nosotros conocer y amar esta doc­
trina, cuya grandeza sin igual ya parecían anunciar los siglos clásicos
precristianos. ¿ Y quién mejor que Péguy cantó este hacerse
cargo
Cristo

de la humanidad, que asl
la hereda, incluso antes de su ad­
venimiento? (37).
Iba a heredar a los honderos baleares,
Al escudo galo y a la espada romana.
Iba a heredar a
los herederos bárbaros.
Iba a heredar al heredero latioo
...
Y
para él hablan marchtldo los pa,os de Cesar,
Desde
el hondo fin de la, Gatia.r ha,ta la, ribera, de Menfis,
Todo hombre venia a parar a los pies del divino hi¡o,
Y habla venido como un ladr6n de noche ...
Para él hablan marchado los sueños de Platón
Desde
el crdabozo de Sócrates basta las prisiones de Sicilia,
Los

soles
ideales s6lo para él hablan lucido
Y

sólo
para él canta el gigantesco Esquilo.
Iba· a heredar un mundo ya
hecho.
Y
sin embargo iba a rehacerlo enteramente.
Iba a desbordar de
la causa el efecto
Como
un río desborda y gana otra #erra.
Esta tierra de la que habla el poeta, a su vez está hoy invadida
por la ola rompiente del pluralismo.
Lo que debemos implorar en
nuestras oraciones de cada día es que éste no nos incite a una in­
sipidez en nuestro amor a la verdad, y haga que no convirtamos en
doetrina lo que estemos obligados a tolerar. Como también es preciso
que .nos
. preocupemos
de tener en cuenta esta pluralidad, para no
hacer aborrecible a esta verdad -que amamos- por la puta impo­
sición de principios a menudo olvidados.
Tales son, además, las lecciones de nuestros recientes combates
y
los objetivos de nuestras próximas luchas (37 bis). Estas lecciones
(37) Charles Peguy, Eve (Oeuvres poétiques complétes, biblíothéque de
la Pléiade, N. R. F. Paris); leer sobre este punto el n.Q 169, enero de 1973,
de la revista. ltinéraireJ consagrada a Péguy, particularmente el estudio del
P. Calme! O. P. «Eve,-poeme de Chretienté».
(37 bis) CT. Michcl de Penfentenyo, Unilé d'aclion dans la diversilé des
formules, ed. castellano en VERBO, 13~, págs. 1183 y sigs.
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LOUIS DAUJAR.QUES
darán sus frutos tanto mejores cuanto más atentamente atendamos la
evolución de los espíritus.
CONCLUSIÓN.
Hoy ya las inteligencias más lucidas no quedan satisfechas con las
pseudo-unidades del mundo pluta!ista. Liberalismo, tecnocracia, sin­
cretismo, e incluso orden meramente natural, no bastan ya a su sed
de verdad (38). ¿No corremos el riesgo de que, por nuestra timidez,
pronto nos sobrepasen los mismos incrédulos?
Por ejemplo, escuchemos una voz que, hace algunos meses, se
elevaba en un templo del plnralismo (39). Resulta claro que el mal
y las desgracias de la modernidad poceden de una crisis y como de
una des"f1arid6n
de

los
11alores supremos... Los valores supremos no
están por i,wentar,
m se pueden hacer surgir de no sabemos qué tri­
ttnaciones ... No es destruyendo la mies como se fal/JoYece la simien­
te ... Los valores supremos son los valores permanentes. ¿No con­
vendría, acaso, reconocerlas buenamente, e inspffarse en ellos para
nuevas creaciones?
As! es como el agnóstico Maurice Druon, ya que se trata de él,
acaba de recordar que la legitimidad del orden descansa en el respeto
de los fines supremos.
Y es otro agnóstico, Jean Cau, quien a su vez ha exclamado:
Vwimos el derrumbamiento de un mundo, ba¡o el resplandor de las
más fabulosas imposturas ... Una sociedad se vacía de sus mitos, de
sus fes,

de
sus tradiciones, de su pasado, de sus certidumbres y de
sus 11alores ... Contempla este fen6meno colosal, que es

el
fin del cris­
ti,,nismo, y, balbuceando, se. interroga
sobre la imposibilidad de
•wir la libertad del homb,e si éSle se desliga de toda trascenden­
cia (40).
(38) Reléase la comunicación de Jean Ousset en el Congreso de Lau­
sanne VI, Patries, Nations, Etats, 1970, o en la ed. en castellano .de Speiro,
págs, 29 y sigs.
(39) En la Asamblea Nacional Francesa, en 1973.
(40)
Paris-Match, n,2 125', 26 mayo de 1973.
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Fundaci\363n Speiro

BL PWIIALISMO EN CUESTION
Para nosotros, el mensaje de estos dos agnósticos es un mensaje
de esperanza.
Porque si
bien
la crisis es terrible, su desenlace no lo
conqce nadie,

salvo el mismo Dios. Sí, el cristianismo está quebran­
tado, pero como vos decís, J ean Cau,
Lenin tod,wia no ha ,ido pro­
clamado ,uper-,tar y, de todas maneras, a un ministro que dice que
desea
el orden, ya no le es posible ser el jefe de una tf'opa cuya re­
hgión es el desorden.
Ya

no es
posible conservar un

orden que no se funde en nada,
pues entonces los deberes no justificados se sienten como otras tan­
tas intolerables sujeciones. Un orden que no se ordena a nada n<> es
más que una organización destinada a .perecer, salvo si se le impone
una dictadura totalitaria y policíaca. Si la sociedad no es fruto del
azar, tampoco lo

es de
la necesidad trivial, pues es el reflejo de. un
orden
inmutable que
ella no ha creado, y que participa de la armo­
nía de las leyes superiores que constituyen los fundamentos
más
esenciales de la civilización cristiana. Si la sociedad lo abandona, in­
mediatamente

esta emancipación
la precipita en una nueva servi­
dumbre:

al rehusar su finalidad, la sociedad descansa solamente en
..
un

código de ,reglas comunes que
fluctúan al
capricho de las opinio­
nes desenfrenadas, sostenidas
por el frágil pedestal de las policías
paralelas, de
las mayorías circulares, o de las burocracias piramidales.
Esta_, es la triste época en la que los poderosos de la tierra, solícitos
únicamente por sus intereses materiales, solamente saben decir a sus
hijos impacientes: ¿Qué queréiJ?; e, indiJpensable una ,ociedad para
no
hundirse en la anarquia ...
Una
actitud
tal es
la prueba decisiva de que
la anarquía está ya
ruií, en lo más alto de las inteligencias, y que, por lo tanto, mañana
estará en la calle. "Es indispensable una sociedad", dicen ustedes ...
Pero no ya una sociedad que
condu?.ca hacia
lo Bello, el Bien y la
Verdad.
¡ Pues bien!, vuestro irrisorio propósito pronto será barrido
por la contestación revolucionaria. Cuando el orden establecido
su­
planta

al orden natural, cuando la sociedad no es ya un medio sino
un fin que tiende a un
totalitarismo sin

alma, entonces se reúnen
ya todas las condiciones de la revuelta individualista. Tal es el origen de vuestras desgracias, Maurice Druon,
y de vues­
tras

interrogantes, Jean Cau: habiendo abandonado el orden que lo
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LOUIS DAUJARQUES
eleva, el hombre techaza todo orden, pues de él no nota sino la
opresión.
Por oonsiguiente, la ruta que se debe seguir está más clara que
nunca.
Es la de los valores cristianos, vueltos a descubrir hoy por los
agnósticos,
y que impregnan, hasta en lo más profundo, la historia
de

nuestras ciudades. Si marchamos siguiendo las
huellas de
esta
historia, entonces, reunidos con los hombres con sentido de lo jus­
to, por fin iluminados, progtesivamente podremos deducir, encon­
trándolas con ellos de nuevo, las gtandes leyes permanentes de la
unidad en las que no cesan de mezclarse, de sostenerse
y de desarro­
llarse lo natural
y lo sobrenatural.
Sí,
nuestra

ruta está clara
romo ya José Antonio lo mostraba en
Madrid, tres años antes de su ejecución:
Nuestro sitio está al Me
lib,e, bajo la 1'()Che claM, arma al b,azo, y en alto, las estrellas. Que
sigan los demás con sus festines. Nosotros, fue,-a, en vigilancia tema,
fervo,()sa y segura, ya presentim()s el amanecer en la alegria de
nuestras
entrañt:M.
BREVE SINTESIS DE MORAL SOCIAL, NATURAL Y CRISTIANA
MIGUEL IBAREZ PEREZ
I.
OOCI'RINA SOCIAL CRI9TIANA
11.

PRINCIPIO DE NO
CONTRAmCCION
III. LIBERTAD, DIGNIDAD, RESPONSABILIDAD
IV.
PROPIEDAD PRIVADA
Y BIEN
COMUN
V.

CUERPOS
!Nl'ERMEDIOS Y PRl!CEPTO MORAL
DE SUB­
SIDIARIEDAD
VI.

EL ERROR MODERNO
.
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