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Número 139-140

Serie XIV

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Los católicos belgas frente a la Constitución ¿Participar o retirarse?

LOS CATOLICOS BELGAS FRENTE A LA CONSTITUCION ¿PARTICIPAR
O RETIRARSE?
POR
EL CONDE CAPELLE
Enviado extraordinario y ministro plenipotencfa.rio. Secretario honorario del
Rey Leopoldo III.
El conde Capelle, secretario honorario de S. M Leopol­
do

III, enviado
extra0rdinario y ministro plenipotenciario, ha
confiado a la revista Pemumence, (núm. 112) este estudio his­
tórico

que ilustra acerca de
la acción de los católicos belgas
en
el siglo pasado. Está lleno de lecciones provechosas para
todos; en
algunos casos
el lector español conocedor
de la di­
versidad de circunstancias y posibilidades deberá calificar de
sugerencias lo que en
el país de origen fueron auténticas lec­
ciones

(a).
Este estudio ilustra,
además, la

dificultad de los .problemas
concreto, de la acción política y la indispensable unión de estos
dos faetores:
la firmeza doctrinal y la prudencia, que exige
unas veces agilidad
y otras una resistencia encarnizada según
las situaciones con las que se enfrenta (b).
(a) Este estudio es un resumen de informaciones el,.itaídas de los tra­
bajos de los autores belgas que se enumeran
· a
continuación. El lector que
desee profundizar en las cuestiones abordadas deberá dirigirse a los originales:
A. Sim6n. I. El cardenal Sterckx y su tiempo, Wettere, ed. Scaldis, 1950,
2.
Catholícisme et politique, id. 1855.
3.
l'Hipothese

liberale en Belgique, id. 1956.
H. Haag,
Les Origines du catholici.rme liberal en Belgique, Université
de louvain,
1950.
P.

Van Zuylen, «la Belgique et le Vatican», Revue
Generale, 1954.
(b)

Los subtítulos son de la revista
«Permanences».
•• 1313
Fundaci\363n Speiro

EL CONDE CAPELLE
La independencia de Bélgica.
El largo antagonismo que ha dividido a los católicos belgas a
mediados del siglo
XIX a propósito de las libertades modernas difiere
algún tanto del que ha
azotado a

Francia.
La revoluci6n belga de 1830 no se parece a la de 1789; no tiene
nada de jacobina
y triunfa precisrupente contra el espíritu revolucio­
nario: los belgas se habían sublevado una primera vez contra el em­
perador José
JI (revoluci6n braban~nne, 1789), que quería imponer­
les el jansenismo
y el despotismo militar. Bajo la denominación fran­
cesa habían combatido primero a los
sans-culottes y a continuación a
Napole6n, que quería someterles al
galicanismo. Numerosos sacerdo­
tes se negaron a enseñar el catecismo imperial
y los qne lo enseña­
ron fueron acusados por sus compatriotas de
una cobarde y ercan­
dalosa adulaci6n a Napole6n.
Los belgas luchan, por óltimo, contra el rey de Holanda Guiller­
mo I que les había sido impuesto
por las potencias y que continuaba la
política de su imperial predecesor
(1).
"Todo el clero -escribe Henri de Merode (2)-, los ca­
tólicos
más piadosos donde los haya, los m6.s lucidos, los mru;
celosos,

se adhirieron a
la revolución y la abrazaron con el
mayor deseo y cooperación cuando se· quedó de manifiesto que
dadas las
cirCUfiStacias y los actos emanados del rey [Guiller­
mo
I] y del príncipe real, se disipaban los últimos escrúpulos
y cuando ya no era posible dejar de reconocer la indicación
del dedo de Dios, en unos acontecimientos tan extraordinarios,
(1) J. J. Raepsaet, uno de los jefes de partido conservador, que había
luchado contra las ideas jacobinas, escribía después de 1830: «Esas palabras
( «ideas liberales») ·no han adquirido resonancia hasta d_espués del 18 de
brumario ... El nombre de
«filósofo» había

perdido su crédito... Pero había
una firme decisión de no renunciar a ese sistema
y había que inventar una
palabra, ininteligible para el pueblo, y dar así el cambio a la opinión gracias
a

una palabra más seductora; la
palabra «liberal»
fue, pues, adoptada, pero,
¿qué ha hecho el gobierno Iiber!ll? Ha destruido la libertad» ( «Los orígenes
del Catolicismo
liberal en Bélgica», H. Haag, pág. 150).
(2) H. Haag, op. cit., pág. 280.
1314
Fundaci\363n Speiro

LOS CATOUCOS BELGAS FRENTE A LA CONSTITUCION
. que El promovía visiblemente para salvarles su religión ( ... ).
Bajo los
holandeses (
••. ),
sin una resistencia tan larga, siem­
pre creciente,
y que Dios finalmente coronó con el éxito, la
Nación haría mucho tiempo que se hubiera descatolizado ( ... ).
Los belgas
han podido librar de la esclavitud la Iglesia y salvar­
se de la herejía".
"No es una revolución,
es una

verdadera resturación
po­
pular lo que nos restablece en nuestra antigua existencia polí­
tica y nos devuelve nuestras libertades fundamentales".
Libertades y liberalismos.
En 1828 se había establecido una alianza entre conservadores y
liberales oontra el despotismo del gobierno. Los católioos querían de­
volver a la Iglesia su poderío perdido; pero
antes que

el régimen ho­
landés,
era preferible

la
libertad completa:
el arzobispo de Malinas
(príncipe de Mean) y sus consejeros, el abate Sterckx (futuro an:o­
bispo) y el abate Van Bommel (futuro obispo de Lieja) recalcan su
conformidad: la
enseñanza escapa
cada
vex más
a la Iglesia,
nume­
rosas

órdenes religiosas están prohibidas, el gobierno se entromete
en la designación de los
obispos" y en la publicación de los docu­
mentos pontificios; todos esos males desaparecerían con la libertad
general
No se trataba de u.na teorfa: es una táctica, con vistas a· instaurar
una monarquía oonstitucional y parlamentaria que permitiese a todos
luchar libremente por el triunfo de sus ideales: los
padres de
familia
tendrían libertad de elección de escuela para sus hijos; esta libertad
iría acompañada de la de cultos, de comercio, de industria, de pren­
sa, y se defenderían todas las libertades. Los católicos se daban per­
fecta cuenta de que no se podían poner en pie de igualdad el error
y la verdad; pero como su ensayo de mejorar la ley fundamental de
1815 fue
vano, como

no lo consiguieron,
buscaban otro camino
para alcanzar su

objetivo.
Entre los

adversarios de
este método, sugerido por Gerlache, se
encontraban ciertos cat6licos que permanecían, ante todo, enemigos
de lo revolucio1Mrio, del go"o frigio, de lo demócrata, y que no
aceptaban aliarse con los liberales.
Fundaci\363n Speiro

EL CONDE CdPELLE
De la revolución, victXJriosa gracias al acuerdo entre católioos y
liberales,
salió el Congreso Nacional (presidido por Gerlache) en­
cargado de
redactar una

nueva
Carta, que se transforma en la Cons­
titución del 7 de febrero de 1831.
· "En Bélgica -escribe Adolphe Dechamps-después de
la ley fundamental del gobierno de los Países Bajos, después
de haber pasado por José II, la Convención y Guillermo I, y
de haber apreciado lo que ha valido
la protección del poder
(, .. ) los
católioos, en

1830,
han oomprendido que la libertad
de

la Iglesia, de sus asociaciones, de su
enseñanza, "º ¡:,odian ob­
tenerse de una
manera duradera más que a oondición de que
esa
libertad formara

parte de la
libertad general
...
"La mayoría del Congreso ( ... ) era católica. El programa
de
la Constitucióo, en lo concerniente a las libertades religiosas
y políticas, había sido señalado de antemano por el Príncipe
arzobispo de

Mean en su
carta dirigida al Congreso ( ... ) (3).
En esa carta se vuelven a enoontrat las bases mismas sobre las
que descansa nuestra Constitución. Por esto, los
católioos del
Congreso
y los miembros del clero que han ejercido en él
mucha

influencia, se han animado a
seguir el

camino
reoorri­
do,

incluso
por el propio jefe del clero belga... La mayoría
católica del Congreso, a
la que se había unido un grupo de
liberales
sinceros,

ha votado por ello
la Constitución romo Jo
mejor,
a sus ojos,
para el país y para su tieropo. No la han
padecido, como si -viniera impuesta por sus adversarios, sino
que la han hecho libremente y en oposición a una minoría
liberal que no
la quería ( •.. ).
"... El Congreso no se ha dedicado a crear un sistema, una
carra ideológica ( ... ) Si nuestra Constitución es
más liberal,
más democrática que
las Cartas de otras pueblos europeos, es
únicamente porque nuestras
oostumbres han sido siempre así".
"Son
nuestros padres,

escribe
E. Poullet, bastante más que
nosotros, quienes

han hecho nuestra Constitución".
Para la mayor parte de los católicos, es una revancha y un éxito
de sus teorías ultramontanas y tradicionales. Antes que la alianza
( 3) «Esta carta era una súplica en favor de las libertad.es religiosas y no
de la libertad», hace
notar A.

Simón.
1,316
Fundaci\363n Speiro

LOS CATOUCOS BELGAS FRENTE A LA CONSTITUCION
entre la Iglesia y el Estado ---que colocaría a la Iglesia bajo la férula
del Estado-, prefieren
la independencia absoluta.
La CoMtitución.
El

proyecto
.de Constitución se terminó el

27 de octubre de 1830.
Malines
comentó su

contenido en un folleto del abate de
Ram (fu­
turo rector de la universidad de Lo vaina). La Iglesia, escribe ese autor,
quiere la libertad ( excluyendo toda intervención del
.Estado en
los
asuntos eclesiásticos) y la protección (una subvención al clero eo
compeosación por la confiscación de los bieoes eclesiásticos).
Antes de transmitir estas
desiderata al Congreso, el cardenal de
Mean, asistido por el vicario general Sterckx, las comunicó a los
cinco miembros católicos más influyentes de la Asamblea (Gerlache,
Theux, Raikem,

Secus, Van .Crombrugghe), que las aprobaron total­
mente. El cardeoal declaraba
a los

cinco diputados:
"Me procuráis un consuelo del que he estado privado desde
hace mucho tiempo; llenaréis todos los corazones de alegría y
adquiriréis unos tíntlos incontestables al reconocimiento eter­
no de vuestros conciudadanos y tendréis la satisfacción de haber
cumplido el principal mandato que os
han confiado, porque
habréis consolidado aquella
libertad a

la que concedeo
la mayor
estima, que es la de poder practicar libremente la religión de
los antepasados".
En conjunto, los deseos expresados por el cardenal
están mate­
rializados
en

el texto definitivo de la Constitución. Por ello, Malines
se muestra satisfecho.

"La Constitueión señala el triunfo de los prolongados es­
fuerzos de Mean, de Sterckx, de Van Bommel, de
Ram. Realiza
casi totalmente
el programa presentado a Guillermo I en
1829, por el obispo de Lieja ( ... ) programa que fluía por sí
solo del
ultramontanismo de

los Feller, de los Maistte, de los
Merode, de los Lamennais. Porque no 'blvidemos que la liber­
tad no es para
la Iglesia belga la meta definitiva. No es mas
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EL CONDE CAPEUE
que un medio destinado. a protegerla contra las iniciativas del Estado
y a facilitarle la reconquista de su imperio espiri­
mal" (4).
El conde de Metternich, que era contrario a las libertades moder­
nas,
alertó a

Roma acerca de esta Constimción. Los círculos papales
la consideraron
atea y definieron la libertad de conciencia como la
expresi6n de la incredulidad. El Vaticano pidió al vicario general
Sterckx una opinión razonada sobre la Carta. Su informe fue hábil
y
evidentemente favorable, Conforme la cosmmbre bastante frecuente­
mente
seguida en Roma, no hubo ni aprobación ni desaprobación,
sino únicamente silencio.
El vicario general tuvo la prudencia de no
insistir. Si
él era

un defensor ardiente de la Constimción, se debía prin­
cipalmente a la finalidad de que los católicos belgas pudiesen pres­
tarle un juramento de fidelidad
y participar así en la vida parlamen­
taria o tener acceso a las funciones públicas. Toda
la querella que
hará estragos entre católicos-liberales
y ultramontanos radicaba
en la necesidad de
acmar o

no en la esfera político-civil.
¿ Era lícito el juramento de fidelidad a la Constitución?
Ya en 1815 se había planteado la cuestión de saber si la
Ley Fun­
damental, que admitía la
libertad de

cultos, podía ser aprobada por
los católicos. El Episcopado belga había contestado negativamente.
Sin embargo, el
príncipe de

Mean, para ser miembro de los Estados
Generales (lo cual deseaba vivamente), hizo un juramento de fide­
lidad a ese Pacto
desde el punto de vista civil. Esto implicaba la
práctica civil de las libertades a la
vez que

se reprobaba en
el orden
de la
verdad y de la moral.
Como su predecesor, el cardenal Sterckx estimaba que el jura­
mento a la Constitución debía de tener un sentido restrictivo. El nuncio Ledochowski, interrogado por Roma, escribió:
"He afirmado que quien prestara juramento a la Consti­
tución belga

considerando lo contenido en ella como princi-

(4) H. Haag, op. cit., póg. 1;6,
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LOS CATOLJCOS BELGAS FRENTE A LA CONSTITUCION
pios o verdades absolutas, pecaría gravemente y sería hereje,
pero aquel que,
al prestarlo, considerara la Constitución no
como un principioj sino como un hecho, ese no pecaría".
Para los ultramontanos, el juramento no era permisible.
Gregorio XVI.
El papa Gregorio XVI vio en el catolicismo liberal un fermento
revolucionario
y la fuente de males considerables para la Iglesia. Lo
condenó formalmente en su encíclica. Mwari V os el 15 de agosto de
1832.
Sin embargo, no se cita en ella a la Constitución belga. El
papa, aconsejado por
Mgr. Capaccini, favorable a los belgas, toleró
la

carra como un mal menor; no quiso ni
suscitar trastornos en

el
país, ni alienarse a las autoridades civiles.
Esto no

impidió que
la encíclica declarase la libertad de concien­
cia
,m,, máxima falsa y absurda, ,m pernicioso .,,o,; la libertad de
prensa espanta. al Soberano Pontífice, no se puede tener suficiente
horror
a esta libertad execrable; que rechazara la separación de la
Iglesia y del Estado postulad.a por los partidarios de una libertad des­
enfrenad.a; y que la unión entre católicos y liberales es ,m,, última
causa de amargura y de inquietud para el papa.
Evidenremenre,
la encíclica originó una gran turbación en los
católicos
belgas. Unos, como Gerlache, creían que su deber era so­
meterse
por espíritu de obediencia (5 ). Otros, al comprobar que no
se draba
la Constitución, aseguraban que la encíclica no era aplicable
(5) Profundamente cristiano «no se somete, no obedece, se adhiere con
toda su alma a una certeza. La religión es la primera de todas las leyes ( ... )
Todos los principios que
ha defendido, han perdido, por el mero hecho de la
encíclica, una parte de su
fuerza. Gerlache 5e da perfecta cuenta ( ... ) La
conclusión se impone.
El deber ya no e¡: lo que era ( ... ) Presidente de la
Cámara ( ... ) a los
46 años ( ... ) se exilia a su fuero interno haciendo tabla
rasa del pasado, con el que corta tajantemente ( ... ) Abdica su mandato legis­
lativo. ¿Cómo asistir sin emoción a este gran desgarro de una vida?» (Gerla­
che,

por Pierre
de Gerlache, Bmselas y Paris, Libretía Nacional de Arte e
Historia, 1931, pág. 139).
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EL CONDE CAPELLE
a Bélgica (6). Al pru:ecer ésta era igualmente la opinión de los obispos
puesto que no
publicru:on la Mirari Vos. Unicamente los ulttru:nonta­
nos repudiaban· siO.C·eratiieilte las tesis condenadas e incluso se ale­
graron de la condenación papal.
A partir de este momento, se estableció un.a separación entre los
católicos liberales, que se adhirieron completamente a las libertades
y a la Constitución, y los ulttru:nontanos, que las rechazaban.
Con vistas a encontrar un ámbito de conciliación, fue establecida
la distinción entre tesis e hipótesis:
"La tesis de las libertades modernas no es aceptable, a lo
más se

las puede
aceptru: como hÍPÓtesis y admitirlas en la
práctica; más exactamente,
la hipótesis es-una siriiación que de
hecho se opone a la tesis, situaci6n que las circunstancias im­
ponen que se respete" (7).
El papa
tenía el deber de recordar los principios, pero no recha­
zaba los acuerdos prácticos. Había leído
la Constitución belga y había
admitido que algunos de sus
ru:tículos podían

ser útiles a la religión.
Sin embargo, nunca aceptó que la Constitución fuera de recibo:
Esto
/118 causa de muchos engorros. Quizá excusara al /Jtl/Ja el temor de
comprometer a toda la cristiandad en una e,cperiencia que podía con­
venir únicamente a B6/gica y a Francia (8).
En abril de 1834, la batalla volvería a encenderse con vehemencia
a consecuencia de la publicación de la obra de
Lru:nennais, Palabrar
( 6) Nota de Permanences: Se podía a Ú vez denunciar los errores · de la
Constitución que correspondían a las condenaciones de
Mirari Vos
... y se
podía y se debía
dirigir en

el Parlamento una
acción en faVor de
las liber­
tades en puntos precisos, y
sin comprometerle en principio¡ inaceptable11 es­
tablecer una
alianza temporal

con los liberales de buena voluntad no totali­
tarios. Es
ahí donde los ciudadanos tienen que· jugar su papel peculiar en la
apreciación de

las circunstancias, posibilidades y límites de la acción
práctica,
sin

traicionar la verdad
y con el .celo de ser eficaces.
(7) A. Simón, l"Hipothese libérale en Belgique, pág. 19.
(8) En realidad, la C.Onstituclón bega. era inaceptable en sus principios:
Pero de lo que se
trataba era

de ver en
este. caso
lo que se podía obtener,
concretamente en la situación del momento
(Nota de Permanences).
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LOS CATOUCOS BELGAS FRENTE A LA CONSTITUCION
de un creyeme; favorablemente acogida en Bélgica por un gran nú­
mero de católicos.
Los obispos belgas no divulgaron la encíclica Singulari no,, que
condenó
"Palabras ... "
el 25 de junio de 1834. Fue excepción única­
mente el obispo de Brujas. Esta actitud del episcopado fue discutida en Roma. El cardenal Sterckx hizo notar al Vaticano que habiéndose
dejado
libertad para

publicar el documento pontificio, a él le había
parecido preferible callarse
para servir al apaciguamiento. Según este
arzobispo, únicamente la dulzura
y la paciencia eran adecuadas para
recoger a los extraviados. Roma no insistió.
IDtramontanos y liberales.
El ultramontanismo tenía dos jefes seglares: José de Hemptinne
(nombrado conde por el
pa¡» en
1860,
y por el rey Leopoldo II en
1886)
y Carlos Perin, profesor de la Universidad de Lovaina.
Hemptinne era intransigente: rechazaba el juramento a la Cons­
titución
y el matrimonio d vil. Era un representante de esa sociedad
,anta que, bajo el Imperio, quería atrincherarse frente al mundo civil
y social. Mientras Perin rechazaba la. Constitución en nombre del
Cristianismo, él quería reformarla, pero en la práctica corriente de la
vida se plegaba a ella. Henri Desclée, protagonista de la prensa
cató­
lica y fundador con su hermano de la abadía de Maredsous, se acer­
caba a Hemptinne, pero era más ascético, menos oratorio, era. un
ultramontano más de voluntad que de pensamiento; la dirección de
los negocios le bahía hecho enfriarse (9).
Los ultramontanos querían una política que se inspirara en las
directrices pontificias
y en la reforma cristiana de la sociedad_ Creían
que
en el plano político sus esfuerzos eran inútiles. Los obispos les
parecían demasiado constitucionales (10).
Los guías de los
católicos liberales

eran, en primer lugar, Adolphe
Dechamps, futuro ministro, Charles Woeste,

jefe del partido católico
(9) A. Simón, op, cit., págs. 133~13,.
(10) Id., pág. 136.
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EL CONDE CAPELLE
y después ministro de Estado; pero se negaban a aceptar que se les
llamase católicos liberales porque no daban su adhesión de princi­
pio a las libertades modernas. Trataban ante
rodo de

establecer la
primacía del cristianismo mediante la política
y el Parlamento (11).
El cardenal Sterckx pronunció ( en la iglesia de los Mínimos, de
Bruselas, en febrero 185 7) el elogio fúnebre en los funerales del
conde Félix Merode, que fue miembro del gobierno provisional de 1630
y ministro de Estado. En ese elogio fúnebre insertó las con­
sideraciones siguientes (12):
"Las ventajas de esta unión
( entre la Iglesia y el Estado)
están tan bien descritas por las célebres palabras de un sabio
y santo obispo francés del siglo x (Yves de Chartres), que me
complazco en
recordarlas: "Cuando el Imperio
y el sacerdo­
cio van de acuerdo, los pueblos están bien gobernados
y la re­
ligión florece y prospera; pero si este acuerdo se rqmpe, no
solamente no se desarrollan los Estados pequeños, sino que los
grandes imperios se derrumban insensiblemente". Este
buen
entendimiento

de _los dos poderes es boy en día más reclamado
que nunca por las necesidades de la sociedad. ¿En
qué pararía
(

... ) nuestra bella Patria si el gobierno
y el clero no se enten­
dieran? '
. . . El poder civil y el poder religioso no tienen más que
un único y mismo fin, el de asegurar la felicidad de los hom·
bres; deben
caminar de

acuerdo ( ... )
La utilidad de este acuer­
do ( ... ) fue destacada
por-el papa Gregario XVI cuando arre­
metió contra quienes querían introducir la separación completa entre la Iglesia
y el Estado ... ".
La alocución del cardenal levanta críticas, especialmente de A.
Decbamps
y de B. du Mortier.
Del primero:
". . . Vuestra eminencia ha condenado la separación de la
Iglesia
y del Estado como principio falso, y ha invocado en su
apoyo una autoridad del siglo x.
Hay que repetirlo otra vez:
La separación de la Iglesia
y del Estado es nuestra Constitución.
(11) Id., pág. 137.
(12) Id.,
pág. ,3_
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WS CATOLJCOS BELGAS FRENTE A LA CONSTITUCION
El episoopado viene otra vez, sobre la tumba de uno de los
fundadores de esa Constitución, a oondenar su principio fun­
damental
Lo que quiere el episcopado es la unión en el sentido
oomo la entendían en el siglo x, que el cardenal ha citado
formalmente ... ".
De B. Du Mortier al decano de Bruselas: " ... Su Eminencia ha dicho que Gregario
XVI había desa­
probado la separación de la Iglesia
y del Estado. Temo que su
Eminencia no ha manifestado su
pensami"'!to y
lamento que
no Jo haya oompletado. Sin duda, la separación "renoorosa
y
malévola" es un gran mal. Pero el estado constitucional de
nuestro
país ha traído ese resultado que no existe más que
entre nosotros, a saber, que como excepci6:n respecto de otros
países católicos, entre nosotros es el papa quien gobierna a la
Iglesia.
Y hay en ello un gran bien."

El cardenal respondió inmediatamente a sus oontradictores; pero
sus cartas no fueron publicadas
hasta 1864, en un folleto que previa­
mento hizo aprobar por algunos hombres políticos (Theux, Malou,
Ducpétiaux,
Meeus}. Dechamps

fue igoalmente oonsultado, y
pro­
pone algunas correciones que no fueron aceptadas.
º'La oonfrontación del pensamiento de Sterckx y de De­
champs no carece de interés; Dechamps quiere resaltar que la Constitución es fiel a la
E. Mwari Vos porque no reoonoce un
carácter ilimitado a las libertades
y_ porque
se
sitúá en
el plano
civil y no
en el

dogmátioo:
estó era

reoordar
la distinción entre
la tesis y
la hipótesis. Además, por la pluma de Dechamps
asoman expresiones que tienen un tono neta.mente católico­
liberal en el sentido riguroso de la palabra, por ejemplo, cuan­
do parece hacer del cristianismo un promotor de la libertad.
Sterckx se niega a seguir a Dechamps por esos caminos: por
el contrario, insiste en las tendencias católicas de los que hi­
cieron la Constitución, en las ventajas religiosas de la misma,
y en el homenaje que en ella se rinde a la divinidad; quería
evitar las fórmulas que pudieran herir a los liberales" (13).
(13) Id., pág. 60. Nota de .Permanences. Es ilusorio tratar de conciliai
principios opuestos en lugar de enfrentarse c;on los hechos.
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EL CONDE CAPELLE
En su folleto, el cardenal hacía destacar que la libertad -las
libertades modernas-,

debía
permitir a
la Iglesia consagrat ciertos
privilegios que poseía bajo el antiguo régimen. Semejante convic­ ción se unía a las intenciones romanas
y debía facilitar la atracción
de la adhesión de los católicos a la Constitución.
"Las Constituyentes han hecho una obra respetable, porque
al introducir en la Constimci6n el juramento, que es un acto
religioso, reconocen indirectamente a Dios ( ... ). Jamás los
católicos
podrán excluir a los disidentes del disfrute de las li­
bertades,
aunque
sus convicciones religiosas les obliguen
siem­
pre

a mirat a los
cultos disidentes como erróneos".
Las cartas del cardenal ca.usaron sensación, tanto en Francia como
en Bélgica; evidentemente son discutidas según las tendencias de
cada cual (14).
En Roma produjeron consternación. Según el R. P. de Gerlache,
el Papa en el curso de una audiencia colectiva les habría dicho a dos
sacerdotes belgas:
Su arzobi,po ha e,crito una carta muy fuera de
lugar; .re ha deshonrado ... esto me disgusta extraordinariamente.
El cardenal escribió sobre ello a Mgr. Van den Berghe, prelado
belga residente en Roma; éste le contestó el 23 de abril de 1864:
"Dedico
mi tiempo al estudio del derecho público de la
Iglesia.
Soy de los que creen que se pueden respetar las ins­
tituciones

de nuestro
país, sin
tener que recurrir a las falsas
teorías de M. de Monta!emberr (15). La escuela católica-liberal
(14) A. Simón, op. cit., págs. 53-63.
(15)

En el Congreso de
Malinas (1863)
Montalembert
hace la
apología
de las libertades «modernas». El cardenal Sterckx le felicitaba. Roma pide
explicaciones. El cardenal hace valer la necesidad de precisar el alcance de
los principios constitucionales y de reformar la unión de los católicos, con el
fin de

aumentar su influencia.
La Santa Sede se declara satisfecha con esas
explicaciones.
Pero el papa había sido mal impresionado por el discurso de Montalem­
bert. Recibe varias presiones para reprobado. Una. vez más, el ministro
Dechamps viaja a Roma

para señalar el peligro que traería consigo la
con­
denación

de unos principios que son básicos en la Constitución belga. Gerlache
1324
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LOS CATOUCOS BELGAS FRENTE A LA CONSTITUCION
ha conseguido destruir en un gran número de laicos e incluso
entre los miembros más jóvenes del clero, los principios de
derecho público aceptados en· las escuelas católicas. Sin
estar
revestida

de ninguna autoridad se permite hacer, en nombre
de la Iglesia, las concesiones
más peligrosas, y no tiene nada
en

cuenta esa absoluta preeminencia a la que la Iglesia tiene
un derecho
natural e

incontestable en los Estados católicos, y
que
el Santo Padre reivindicaba iiltimamente con una notable
firmeza (carta de Pío 1X a Napole6n III, 20 de noviembre de
1863).
Lo que es altamente deplorable es que ese partido se
haya adueñado de los artículos de Vuestra Eminencia
para
converrirlos en una arma contra nosotros ( ... ) atribuyendo a
vuestros escritos
(una significaci6n falsa} ... y esforzándose
por
colocarlos en

oposición con las doctrinas profesadas en
todo tiempo en las escuelas de Roma ...
".
En

Roma
,el cardenal estaba considerado como un prelado liberal.
Pío IX y el "Syllahus". Reacciones belgas.
El 5 de diciembre de 1864, Pío 1X promulgó la encíclica Quanta
C,wa
a
la
cual va anejo el Syllahus que condenó los principales erro­
res modernos,

especialmente la
libertad de
prensa, la igualdad de
cultos, la libertad de conciencia. Enorme sensación. Los católicos-libe­
rales están
consternados (16).
declara: «El discurso de Montalembert sería ciertamente peligroso ... si se
tomara. en serio»:
Prosper de Haulleville, periodista católico, escribe a Hemptinne: «Usted
quiere
realizar «lo

absoluto»
sobre la tierra «relativa»,
mientras que
yo
quiero alcanzar «lo absoluto» por medios «relativos» ( ... ) La guerra que sigue
usted haciendo a Montalembert y a los que llama católicos-liberales, esta
guerra encarnizada que· -dirigís·( .. ,) es· inutil para la pureza de la conserva­
ción de la fe, peligrosa frente al enemigo, e injusta. (.,.). En Francia hay
banderías. Entre nosotros· no debería de haber más que cat61icos ( ... ) Tenéis
derecho a

atacar a los señores Montalembert en sus
peque:fios defectos y en
sus
pequeñ.as pasiones;

pero, por amor de Dios, no tome esos a.taques por
el Evangelio. Sobre todo, no
tenga el aire de hablar siempre en nombre·

de
la
Iglesia, cuya autoridad usurpáis». A. Sim6nt op. cit., pág. __ 169.
(16) Van Zuylen, Bélgica y el
Vaticano, Revue

Generale,
1954, pág.
1712.
Fundaci\363n Speiro

EL CONDE CAPELLE
Haciéndose intérprete de numerosos católicos, Barthelemy Du
Mortier, diputado
y antiguo miembro del Congreso Nacional, ardiente
defensor de las libertades religiosas, escribe el 5 de enero de 1865
al cardenal Antonelli, de Roma: (17).
"Los católicos firmes en su fe se preguntan si la Constitu­
ción belga no queda condenada por la Encíclica, y si pueden
seguir sentándose en el parlamento...
En 1830, para impedir
la
vuelta de la horrible persecución de que habían sido objeto
bajo el régimen holandés, los católicos belgas inscribieron la
libertad de cultos en su constitución; establecieron así, no de
derecho pero sí de hecho, el predominio de la Iglesia católica
en su país ... No podíamos dar libertad a nuestro culto sin concederla
a los disidentes, y de ahí ha nacido la libertad de
cultos, hecha
y votada, exclusivamente por interés del culto
católico en Bélgica. Hemos preferido la libertad a la protección,
porque entre nosotros la protección siempre acaba en per­
secución ...
"Tal es el pensamiento íotimo que ha dictado la Constitu-
ción ( ... ). Para nuestro pueblo ( ... ) la libertad es un culto en
cierto modo igual a su religión .. . "La fórmula de la tesis
y de la hipótesis, excelente en dia­
léctica puramente religiosa, sería fatal y peligrosa en política.
No sería posible decir
al parlamento: "nosotros queremos la
libertad
para nosotros, pero no la queremos para vosotros; to­
. !eramos

vuestro culto porque somos los más débiles, pero
cuando seamos los más fuertes, os negaremos la libertad que
hoy os pedimos".
Mala fe •.. justificación de los crímenes de los
enemigos de la Iglesia ... " ... Yo no puedo creer que la encíclica sea la condenación
de nuestra constitución y de nuestra conducta. La tribuna ca­
tólica es en los tiempos actuales
una auxiliar de la Iglesia de­
masiado preciosa
para que el Santo Padre quiera quebrarla.
Bélgica es un
país pequeño
pero que tiene una gran repercu­
sión; es la única región del Norte que tiene una tribuna ca­
tólica que proclama enérgicamente los derechos de la Iglesia
y los
afirma en

el mundo entero (18).
Situada entre
Inglaterra,
Holanda
y Prusia, todas ellas naciones protestantes, es la van-
( t 7) A. Simón, Catolicistno y Politica, pág. 126. ·
(18) En esta época, la libertad de la tribuna ya no existía más en
Francia (N. D.
L. R.).
1326
Fundaci\363n Speiro

LOS CATOUCOS BELGAS FReNTE A LA CONSTITUCION
guardia de la Iglesia romana, en lucha continua contra los ene­
migos de
la Fe ...
"Con
la ayuda de la Constituei6n hemos hecho más por el
triunfo de la
fe en 20 alios que lo que se había hecho en tres
siglos (19). Quiera fijarse Su Eminencia en que el plantea­
miento de
la tesis y de la hip6tesis es precisamente la posición
que los más crueles enemigos de la Iglesia nos quieren hacer
tomar para acusamos de mala
fe y justificar la persecución.
"Al

trazar
la ruta seguida desde hace 40 alios por los ca­
tólicos belgas en
la lucha contra el protestantismo y el libera­
lismo, que es el jacobinismo
moderno, estoy

lejos,
y mis amigos
también, de considerar nuestra constitución, que es su ex·
presión, como la perfección, el ideal o el tipo apropiado para
el mundo católico ( ... ). No es un principio ( ... ) sino la única
arma eficaz en nuestra casa
para combatir

a los enemigos de la
Iglesia ( ... ) Pero, ¿podemos seguir sirviéndonos de esa arma? ¿La constitución belga está condenada? ¿Podemos seguir aún
jurándola? O por el
contrario ¿los

católicos belgas deben re­
tirarse del parlamento y de las funciones públicas? Esto
.es lo
que

preocupa vivamente a los hombres de
fe y acerca de lo
cual desean ser informados ... ".
Como los católicos no cambian de
actirod a
pesat de las condena­
ciones reiteradas de Pío IX, Joseph de Hemptinne decide fundar una
orden cuyos miembros
se comprometerían

a observar las consecuen­
cias prácticas de las
enseñanzas pontificias:

la Archicofradía de los
Cruzados de San Pedro queda fundada en 1871; su periódico es
La C,oix. Hemptinne expone su objetivo:
"El fin que el Cruzado de San Pedro quiere alcanzar es la
salvación de su
alma, salvar la de los demás, y así salvar la
sociedad por
el retomo del reinado social de Nuestro Señor
Jesucristo".
(19) La comprobación de Ja victoria es cierta. Pero Du Mortier se
equivoca en lo referente a la. supuesta obligación de adoptar las ideas liberales.
Habría que ver si, en el mismo momento de esta victoria., el liberalismo de
los católicos no les llevaba al abandono de sus posiciones (Nota de Per·
manences).
1327
Fundaci\363n Speiro

F.L CONDE CAPBLLB
Los comienzos son difíciles, porque Hemprinne es demasiado ab­
soluto. Perin le escribe el 4
de julio de 1874:
"Estoy con usted de todo
corazón cuando
se
rrata de
for­
mular, difundir, y alumbrar y hacer penerrar en los espíritus
todo lo que la
Santa Sede

ha
enseñado conrra
el liberalismo
católico,
pero no acertaría a formar parte de una asociación
desprovista de

toda institución canónica y que recibiría en
materias de conciencia
la dirección de un superior laico con
independencia de los obispos" (20).
En 1876, vuelven vigorosos los ataques de los ulrras conrra la
Constitución. Alarmado ante el aumento de las divisiones enrre los católicos, el cardenal Dechamps reune a los obispos en presencia del
nuncio Vannutelli; hubiera deseado poder dirigirse al papa en nom­
bre de todo el episcopado, pero como todos no están de acuerdo, el
cardenal al menos ruega al nuncio que informe al Soberano Pontí­
fice, cosa que
hace con tantos matices
que parece que Roma está mal
informada_
Enrre

ranto, los ulrras redoblan sus
ataques conrra
la Constitución.
Sin embargo, Roma no quiere condenarles. El secretario de Estado
del Vaticano
escribe:
"El vicio incurable de las constituciones modernas, que
impide e impedirá siempre a un católico sincero darles una
adhesión
absoluta e

incondicional, viene pmcipalmente de que
( .•. ) colocan en pie de igualdad a la religión verdadera y a las
religiones falsas" (21).
( 20} Esto <:S olvidar la distillción de lo espiritual y de lo temporal y
la autonomía del laicado dentro de su orden. De hecho, 1a proposición de
Perlo sitúa a
la acción política de los católicos bajo la tutela de los obispos ...
lo cual no es de la competencia de estos y es contrario al orden querido por
Dios
y por la tradici6n constante de la Iglesia. Cfr. J. Ousset, «Mission
politique des
Iaics», en

venta en el C. L.
C. (Nota de Permanences).
(21) P. Van Zuylen, op, cit., pág. 1716.
El 'rechazo a una adhesión «absoluta» e «incondicional» a las «Constitu­
ciones
modernas» define
muy bien la. posición de los cat61icos (Nota de
Permanen(es).
1328
Fundaci\363n Speiro

LOS CATOUCOS BELGAS FRENTE A LA CONSTITUCION
En 1878, la Cofradía de San Miguel (fundada por Ch. Perin para
hacer campaña con vistas a una
transformación de
la Constitución
en lo que #ene de hiriente para /aje y los derechos de los tatólicos)
dirige a los obispos un informe describiendo los peligros que ame­
ruuan
a
la religión:
••
"'... Hay una oposición entre la derecha del parlamento y
el país católico ( ... ) Cuanto
más los católicos se separan del
liberalismo católico ( ... ) tanto más la derecha católica se con­
vierte en católica liberal ( ... ). Cada vez que en el parlamento
se trata de las encíclicas y de las doctrinas romanas, los orado­
res de la derecha se complacen en desfigurarlas y en
minimi­
zarlas

...
"'Si la mayoría actual perµianece en

el poder con su carácter
actual de liberalismo católico ( ... ) irá de abdicación en abdi­
cación hasta el
día cetcano

en que la catástrofe se llevará todo
por delante ( ... ).
La mayoría actual se parece a los diversos
ministerios de

Luis XVI que condujeron a ese desventurado
rey al cadalso ( ... ).
Unicarnente los principios pueden salvar­
nos ( ... ). Nos parece que ya es hora de detener al partido ca­
tólico parlamentario en la pendiente por la que resbala. ¿No
deberían situarse

entre el
partido ciitólico parlamentario algu­
nos
hombres de

principios?
Las aclamaciones que han acogido
en
Narnur el

nombre del conde de Mnn, católico de una pieza,
católico romano, prueban suficientemente cuán feliz sería el
país si oyera en la Cámara y en el Senado a católicos profesar
los principios verdaderos
y defender la verdad, en lugar de
esforzarse en violarla, cuando no en negarla ...
"'Con detrimento de la religión y del país reina esta má­
xima falsa: que el clero no debe de ocuparse de política, má­
xima que ha sido la causa principal del · élrito del liberalismo
en nuestro católico país ...
"'Hay que combatir el liberalismo ( ... ) en las jóvenes in­
teligencias

( ... ) especialmente en los cursos de religión
y de
historia ( ... ).
La revolución francesa, "'en sus principios y en
sus hechos" debe de ser
particular objetivo

de la
enselianza
católica

a fin de alejar
para siempre de ella el espíritu y el
corazón

de la gente joven. Ella es
el mal que nos hace sufrir y
nos seguirá_ haciendo sufrir hasta tanto "?, hayamos expulsado
el veneno inoculado en nuestras venas... .
(Firmas: Conde A. de Robiano y Charles Perin)
1329
Fundaci\363n Speiro

EL CONDE CAPEUE
En 1878 el cardenal Nina, secretario de Estado, habiéndose en­
terado de que la derecha
parhmentaria se

proponía enviar a la Santa
Sede una .memoria con vistas a obtener que se amonestara a los ul­
tramontanos, ruega al nuncio Vannutelli que desaconseje el envío de
esta súplica:
"La Santa Sede se encontrarla en la enojosa alternativa, bien
de no contestarla, o de contestarla deplorando los males con­
siderables cuya fuente es
la Constitución".
Sin embargo,
la memoria es enviada p,wa llamar al Of'den a los
despistados. (Parece ptobable que el nuncio compartía la opinión de
los parlamentarios). El documento
está fechado

el 10 de agosto de
1878. León XIII es el
papa desde el 20 de febrero.
He aquí algunos extractos de esta comunicación:
" ... Una notable fracción de
la prensa católica hace fuego
sobre nuestras i:q.stituciOnes constitucionales ( ... ). Pero por otra
parte, la libertad para el bien se debe a la Constitución ( ... )
que es nuestra única garantía del mantenimiento de las liber­
tades religiosas y de las obras católicas.
"Lo que nos divide no es una cuestión de doctrina sino de
conducta. La condición esencial de la participación útil y ho­
norable de los católicos belgas en la vida pública
está, pues,
en

la aceptación leal
y en la práctica sincera de las leyes e
instituciones de su
país ( ... ).
"Parece necesario que vengan de arriba consejos de sabi­
duría política, de prudencia y de moderación, a fin de que se
cese de atacar sin descanso a nuestras instiruciones nacionales
en la prensa".
La memoria fue mal acogida en la secretaría de Estado, donde
aún reinaba
el espíritn reaccionario del final del reinado de Pío IX.
La prueba está en la condut'ta del consultor encargado de informar
sobte este

documento, el cardenal jesuita austríaco Franzelin; éste
condena igualmente a los católicos
liberales, peto no aprueba a los
ultras. En conclusión, aconseja a
la Santa Sede no dar ni quitar la
1330
Fundaci\363n Speiro

LOS CATOUCOS BELGAS FRENTE A LA CONSTITUC/ON
razón a ninguno de los antagonistas, y predicar la calma y el si­
lencio (22).
El secretario de Estado, Nina, escribe al nuncio el 1 de octubre
de
1878:
"No podemos,

ni usted ni nosotros,
dar un acta oficial con­
forme a los deseos de la derecha parlamentaria, y ello ( .•. )
porque la cuestión no concierne únicamente a Bélgica, sino igualmente a todas
las constituciones liberales modernas, en un
momento en que los hombres sensatos
. se . están
dando cuenta
de las funestas consecuencias que
attasttarfan pata

los .intereses
religiosos polfticos y sociales de los pueblos en, los que está
en vigor".
El nuncio, Vannutelli, replica al cardenal-secretario de Estado, el
31
de octubre de 1878:
º'El problema no es teórico, sino práctico. Los católicos li­
berales consideran las libertades modernas en tanto que
hipó­
tesis y deben usar de ellas lo más eficazmente posible para la
defensa de la religión. Si este punto de vista fuera
rechazado,
los

católicos liberales
deberían renunciar a

la vida
p,iblica".
El 18 de noviembre de 1878, el cardenal Nina escribe al nuncio
en Bruselas:
En la Constitución belga tomada
"in concreto"
para la
hipótesis de ese país, hay numerosas disposiciones que en tesis
son evidentemente condenables
y condenadas. Sin embargo,
en la hipótesis belga no han sido nunca
condenadas, Pero
la
Santa Sede no ha manifestado jamás y no manifestará jamás
una aprobación de esas libertades tal como existen en Bélgica en relación a
la hipótesis belga. No podrá considerarlas bue­
nas
y legítimas según la opinión expresada por los parlamenta­
rios de ese país. Además, aunque la Santa Sede haya
guardado
respecto de ellos un silencio lleno de dignidad, jamás ha dado
a ese respecto la menor señal ni siquiera de tolerancia. Si se
encontrara en

la imperiosa necesidad de hablar, sería muy de
(22) Id., págs. 1719 y 1721.
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EL CONDE CAPELLE
temer que en atención a las más serias consideraciones y a las
más maduras discusiones no debiera acabar por condenar no solamente la
tesis, sino aun la hipótesis belga" (23).
"¿Qué es lo que quiere decir todo esto?,
se pregunta A.
Sim6n (24), sino que incluso la hipótesis de acción afinna doc­
trinas
condenadas. La hipótesis belga es, pues, una tesis con­
denada. Entonces, ¿quién
tenfa razón?

¿Perln o
Dechamps?
(

... ) Estamos en pleno quid pro quo. Se comprende que a partir
de entonces haya que justificar incluso la actitud
y las reaccio­
nes de los ultramontanos belgas.· Y no olvidemos que la carta
del cardenal Nina
está fechada

al principio del pontificado de
León XIII."
León XIII y la política de "oonoordia".
"Sin embargo, el cardenal pedía la moderación de los ul­
tramontanos y deseaba que acabaran todos los ataques contra
la Omstitución. Esta
preparaba ef

"ralliement" que pronto ha­
bría de preconizar León XIII . . . "el ralliement" que no es la
admisión de la hipótesis . . . sino una
táctica de
mal menor.
La hipótesis no podía ser considerada más que c9mo una tesis
liberal. Perin había comprendido esto muy bien.
"La tesis que triunfará es la de la necesidad querida por
Dios del acuerdo entre la Iglesia y el Estado; más exactamente,
la del deber de la Iglesia de hacerlo todo, incluso si el Estado
se le opone, para facilitar la cristianización de las almas.
"El cardenal Nina habla de una "hipótesis belga". De
hecho, la situación belga de las libertades modernas es ori­
ginal Lo es

porque proviene, al menos generalmente, no de las
doctrinas menasianas, qino de una vOluntad de táctica que se
esfuerza por no considerar los principios (25); lo es, sobre todo,
porque el cardenal Sterckx ha creado en Bélgica, al margen de
la Constitución mas bien que según
ella, un

medio relativa­
mente favorable a la Iglesia
católica. En

resumen, la Iglesia re-
(23) A. Simón, l'Hipothese libérale, pág. 110.
(24) Id., pág. 111.
(25) «Que se esfuerza en no considerar los principios ... )> Este es sin
duda el mayor error en rualquier acción y, sin duda, el de los partidarios de
la hipótesis.
Cuando se

olvidan
los principios, la agilidad en la obtención
de un «posible» limitado es correlativamente mayor (Nota de Permanences).
1332
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LOS CATOUCOS BELGAS FRENTE A LA CONSTITUCION
prueba la Constitución belga lo mismo en tesis que en hipóte­
sis,

pero admite el modus vivendi belga de las relaciones entre
la Iglesia y el Estado" (A. Simón, id.).
León XIII

conocía y
amaba Bélgica, donde

había sido nuncio
(26).
Gracias a él renacerá la concordia entre los católicos belgas, cesará
la lucha y ya no se hablará más de ultramontanos y de católicos­
liberales.
El
20 de agosto de 1878 el cardenal Nina declara al encargado
de negocios de Bélgica en Roma que los ataques contra
las institu­
ciones belgas no recibirán en el Vaticano ni apoyo ni aliento. Un mes
más tarde,

el propio papa precisa al agente belga:
"La Constitución ha dado a los belgas medio siglo de paz,
y no veo las razones para introducir cambios en ella, ni aun
para desearlos".
Y el 30 de enero de 1879, el nuncio Vannutelli, en una entre­
vista con el jefe del gobierno
Frere-Orban, liberal

y franc mason, se
expresa en estos términos:
"El Sanm Padre no puede aprobar que se ataque a la Cons­
titución belga,
ni siquiera que, en las circunstancias actuales se
pida una modificación de cualquier
naturaleza que
sea,
y esm
por la razón de

que
la Constitución,

si bien contiene unos
artículos no conformes a la doettina de la Iglesia, no deja de
guardar en sl unas ventajas que la Santa Sede estima de gran
valor" (27).
El 28 de febrero de 1879
León XIII recibe en

audiencia a una
delegación de la prensa católica belga. Figuran en ella los condes de
Villermont y de Nedoncbel,
como delegados

de la sociedad de San
Pedro, editora del
Coume, de B=elles. A su regreso a Bélgica, par-
(26) Mg.r., Pecci fue muy a.preciado en Bélgica. Cfr. Vie de León XIII,
B. O'Reilly, Pufa, Firmin. Didot, 1887, pág. 118,
(27) P. Van Zuylen, op. cit.; págs. 1725 y 1732 .

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EL CONDE CAPELLE
ticipan a sus poderdantes el resultado de su misión. He aquí el resu­
men del

acta de la
reuttión (28):
"Villermont

da
cuenta de
la media hora que ha pasado con
el Papa. Su Santidad ha recomendado que no se ataque a la
Constitución; no puede cambiarse
en las

actuales circunstan­
cias. Por otra parte, da
a la Iglesia una libertad que los católi­
cos no tienen ni en Francia ni en Austria. Debem.os considerar­
nos felices de tener la libertad de asociaciones religiosas y la
de
la enseñanza católica. Tenemos la universidad de Lovaina,
cuya existencia es un gran beneficio
para el país. Pero lo más
importante
es que el poder civil no tiene derecho a intervenir
en
la designación de obispos, ni en sus relaciones . con el Papa.
En resumen, el Santo Padre
se declara muy satisfecho por la
experiencia que se ha hecho en Bélgica".
Poco después, León XIII recibe al encargado de negocios de
Bélgica.
Le dice: (29) •
.. Deseo el apaciguamiento; todavía recientemente he tenido
ocasióµ de expresarme en este sentido ante los delegados de
un grupo de la prensa católica belga. He aquí lo que les he
dicho, después de destacar las ventajas que
la Constitución
asegura a la Iglesia: "Las obras de los hombres no son perfec­
tas: el mal se encuentra junto al bien, el error junto a la verdad.
Así sucede en la Constitución belga; consagra algunos prin­ cipios que
yo no podría aprobar como papa, pero la situación
del catolicismo en Bélgica, después de una experiencia de
me­
dio

siglo, demuestra que, en el estado
actual de

la sociedad mo­
derna, el sistema de libertad establecido
en el

país es el
más
favorable a la Iglesia. Los católicos belgas deben, pues, no so­
lamente abstenerse de
•tacar a

esta Constitución, sino que deben
defenderla. He aprovechado
la circunstancia para renovar a esos
señores los consejos que habla dado a la prensa
en general:
no

salgan de
la. vía

constitucional y no se separen de los límites
de la moderación:
las causas justas y verdaderas no ganan nada
con ser defendidas por la violencia o los excesos de lenguaje".
(28) A. Delmer, «Confesiones de un viejo periodista», Revue Géné­
rale, 1914. Sen útil confrontar «Pout Qu'il Regne>, J. Ousset, Parte !,
«0€rcs et Laics»). Nota de Permanences.
(29) P. Van Zuylen, o¡,, cit., pág. 1733,
1334
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LOS CATOUCOS BELGAS FR.P.NTE A LA CONSTITUCION
La voz del Jefe de la Iglesia es escuchada por todos los católiros.
Se realiza el apaciguamiento. La Rev11e générak, cuyo director es
Ch. Woeste, publica un artículo acerca de "el fin de la querella
católico-liberal"
(1881, págs. 456 y sisg.). Le Bien Public, que tenía
ascendiente

en los ultramontanos, reconoce que
el pa.rado había
muerto y qNe debía de cubrirse con "" doble st«Úwio, el del olvido
y el de la &Midad.
En lo sncesivo, la prensa católica hablará el mismo lenguaje cons­
titucional (30).
• • •
Todos los antagonistas de esta batalla de medio siglo estaban
animados de excelentes intenciones: todos
rechazaban los
mismos
errores doctrinales
y todos formaban eras las mismas verdades.
Unos se
enganchaban indefectiblemente
a
los principios. OtrOS,
admitían

que estaban bien
fundados, pero toleraban el mal menor.
El
conflicto no

ha sido inútil, ha sido,
y seguirá siendo bueno
que
las verdades absolutas sean expuestas y defendidas con tenacidad;
porque

en tiempos de compromisos, de concesiones, de abandonos,
conviene que la fortaleza
de la verdad, la fortaleza católica, apostó­
lica
y romana, esté sólidamente guarnecida y que sns soldados, pro­
vistos de las municiones que les suministren sns mandos,
defiendan
con

encarnizamiento el recinto que el enemigo no puede, en
ningún
caso, franquear.
(30) Una de las múltiples causas de la guerra civil española de 1936
fue la negativa de los católicos a aceptar un «raJliement» con la masonería Y el marxismo. Compare el lector su situación entre la victotia de 1939 y el
concilio Vaticano II con la
situación de

los católicos en Bélgica
durante el mismo período (Nota del Traductor).
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