Índice de contenidos
Número 223-224
Serie XXIII
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
Razón humana y cultura histórica
-
El arte de comprender la historia
-
Objetividad y verdad en historia
-
El pecado colectivo: existencia y naturaleza
-
El marxismo y el cristianismo. Apuntes de una conferencia
-
La otra revolución
-
La democracia, ¿legitimadora del derecho?
-
La teología de la liberación en acción: La denominada «Iglesia de los pobres» utilizada por la iglesia de la revolución
-
El neo-politeísmo
-
Forjadores de México (IV)
-
«La societá partecipativa» de Pier Luigi Zampetti
-
El mal de la democracia moderna. Del error a la autodestrucción. A propósito de los libros : Cuando la rosa se marchite, de Alain Peyrefitte y Comment les démocraties finissent , de jean-François Revel
-
- Actas
-
Información bibliográfica
-
Martirián Brunsó Verdaguer: España sin rumbo
-
Álvaro del Portillo: Descubrimientos y exploraciones en las costas de California
-
Armando Bandera, O.P.: Paulo Freire, un pedagogo
-
Una conferencia de José María Mardones: Esperanza cristiana y utopías intrahistóricas
-
General Ramón Salas Larrazábal: Los fusilados en Navarra en la guerra de 1936
-

Autores
1984
El arte de comprender la historia
EL ARTE DE COMPRENDER LA HISTORIA
POR
JOSÉ ÜRLANDIS
Catedrático de Historia del Derecho
de la Universidad de Navarra
Procopio de Cesarea es, sin duda, la figura liteiaiia más .im
portante
de aquel Siglo de
Oro de la civilización bizantina que
fue la
edad del emperador Justiniano. Procopio, que cultivó con
igual
maestría la
apología cortesana en
el. tratado «De las Cons
trucciones»
y el libelo político en la «Historia Secreta», hada una
juiciosa advertencia en el prefacio de la «Historia de
las Gue
rras»,
su
gran obra, en la que trató de ser sencillamente histo·
riador: «El atributo fundamental de un orador debe ser la sa
gacidad; el de un poeta, la inventiva; el de un historiador, la
verdad» .. La verdad histórica tan sólo puede alcanzarse como fruto de
un esfuerzo en el que ha de conjugarse la objetividad
y el afán
de comprender. Las crónicas medievales solían preocuparse so
lamente de aquélla
y, así, un Gregorio de Tours, relata sin in
mutarse
-y también sin escandalizarse--los episodios más atro
ces
en que fue pródiga la historia de la Francia merovingia. Los
«ilustrados» del siglo
XVIII -un Montesquieu, pongamos por
caso-- no sabían, en cambio,
· «historiar» · sin
formular a cada
paso juicios
críticos, cargados
de negras tintás, sobre el «fana
tismo»
y la «crueldad» de los «tiempos obscuros», que serían
para ellos todos los que siguieron al
final del mundo romano
clásico. Modernamente, los hisioriadores no se conforman con
una descripción, aunque sea exhaustiva,
de los hechos ni acos
tumbrari,
tampoco, a
formular juicios
morales acerca
de ellos:
311
Fundaci\363n Speiro
]OSE ORLANDIS
pretenden entenderlos, para comprender también así a los hom
bres que
fueron sus protagonistas.
El
esfuerzo por
comprender el
pasado es un noble empeño
y supone, a la vez, un nuevo avance desde el punto de vista de
la metodología lúst6rica; peto no deja de tener sus riesgos. El
principal de ellos es la tentación de aplicar a la lústoria una «cla
ve» de validez
universal y obtener, de ese modo, una determi
nada
-y preconcebida- «versión» de la misma. La «lectura»
del pasado con
clave marxista
ha dado lugar a la interpretación
materialista de la historia, que ha estado de moda en muchos
ambientes durante las últimas décadas. El
materialismo preten
de
hallar en causas de índole económico-social la explicación
unívoca e infalible de los grandes fenómenos que
han determi
nado
la
dinámica de
la historia humana. Estos factores habrían
tenido un peso
tan grande en el devenir de los siglos que la úni
ca concepción de la historia que merecería el nombre de «cien
tffica» sería
aquella que les
atribuyera una
absoluta primada.
Las explicaciones
simplistas, de
aparente validez universal,
tienen el aliciente· de
lo fácil y dispensan, además del trabajo,
siempre engorroso, de discurrir por cuenta propia.
Peto la
difi
cultad estriba
-como advertía
el maestro Sánchez Albornoz en
su discurso sobre «Historia
y libertad»--en que las soluciones
simplistas no siempre resultan válidas. Es evidente que aconte
cimientos históricos de primer orden, como la difusión del Cris
tianismo, la expansión del Islam, la
Reconquista o el descubri
miento de América no obedecieron a motivaciones de índole eco
nómico-social, ni se explican de modo medianamente satisfac
torios por los principios del cientifismo materialista. La quiebra
de
1a interpretación materialista de la historia, que se hace pa
tente en
cuento' se
desciende del plano de los principios al te
rreno de las realidades concretas, sugiere la conveniencia de
re
visar los errores que pueda haber · en sus planteamientos más
elementales. Ha ocurrido, tal vez,
guida historiografía
marxista, al consi
derar los fenómenos del pasado, no ha sabido siempre distinguir
con suficiente claridad entre lo que en ellos tiene razón de causa
312
Fundaci\363n Speiro
EL ARTE DE COMPRENDER LA HISTORIA
y razón de efecto. Las Cruzadas, por ejemplo, que fueron la ma
yor empresa colectiva de la Europa medieval, tuvieron en su
origen un móvil tan espiritual y «poco interesado» como la
libe
ración
de Tierra Santa, en manos de los infieles; pero eso
nó
excluye
que de
las Cruzadas se derivasen consecuencias eco,
nómicas
tan importantes como la multiplicación de las
relacio'
nes
cometciales entre el Oriente y el Occidente
meditetráneos,
Nadie
negará tampoco la importancia económica que tuvo el
fenómeno de las petegrinaciones a Compostela. Pero la
razón
que
impulsó a los petegrinos de toda Europa a
caminar hasta
la
lejana Galicia fue el atractivo que ejetcía sobre ellos el
sepub
ero del Apóstol: no el deseo turístico de alojarse en las hospe
derías o el
afán de negociar en las tiendas de los cometciante~,
aunque
hosterías, hospitales y barrios
de mercadetes surgietar¡
a
la veta del
Camino de
Santiago, al calor de las
petegrinach
nes
que fueron un fenómeno esencialmente religioso y que
n perdiei:oh
este
caráctet por el hecho de tener repercusiones
eco,
nómicas muy notables.
La comprensión de la historia -lo estamos viendo- es un
arte difícil que exige limpia honestidad intelectual, para no de;
jarse aprisionar por apriorismos ni limitaciones escolásticas;
Exige también un esfuerzo para entendet a los protagonistas del
ayer tales cual fueron, sin pretender asignarles la mentalidad
dJ
ciertos
hombres de hoy
ni atri'buirles las motivaciones que pue'
-' dan pesar en el ánimo de un materialista moderno. Tal sólo así
-con honestidad y esfuerzo-- el
. historiador
se revestirá
de
aquel
atributo
de veracidad que le pedía Procopio de Cesarea
y lo que escriba merecerá con justicia el nombre de historia.
31'
Fundaci\363n Speiro
POR
JOSÉ ÜRLANDIS
Catedrático de Historia del Derecho
de la Universidad de Navarra
Procopio de Cesarea es, sin duda, la figura liteiaiia más .im
portante
de aquel Siglo de
Oro de la civilización bizantina que
fue la
edad del emperador Justiniano. Procopio, que cultivó con
igual
maestría la
apología cortesana en
el. tratado «De las Cons
trucciones»
y el libelo político en la «Historia Secreta», hada una
juiciosa advertencia en el prefacio de la «Historia de
las Gue
rras»,
su
gran obra, en la que trató de ser sencillamente histo·
riador: «El atributo fundamental de un orador debe ser la sa
gacidad; el de un poeta, la inventiva; el de un historiador, la
verdad» .. La verdad histórica tan sólo puede alcanzarse como fruto de
un esfuerzo en el que ha de conjugarse la objetividad
y el afán
de comprender. Las crónicas medievales solían preocuparse so
lamente de aquélla
y, así, un Gregorio de Tours, relata sin in
mutarse
-y también sin escandalizarse--los episodios más atro
ces
en que fue pródiga la historia de la Francia merovingia. Los
«ilustrados» del siglo
XVIII -un Montesquieu, pongamos por
caso-- no sabían, en cambio,
· «historiar» · sin
formular a cada
paso juicios
críticos, cargados
de negras tintás, sobre el «fana
tismo»
y la «crueldad» de los «tiempos obscuros», que serían
para ellos todos los que siguieron al
final del mundo romano
clásico. Modernamente, los hisioriadores no se conforman con
una descripción, aunque sea exhaustiva,
de los hechos ni acos
tumbrari,
tampoco, a
formular juicios
morales acerca
de ellos:
311
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pretenden entenderlos, para comprender también así a los hom
bres que
fueron sus protagonistas.
El
esfuerzo por
comprender el
pasado es un noble empeño
y supone, a la vez, un nuevo avance desde el punto de vista de
la metodología lúst6rica; peto no deja de tener sus riesgos. El
principal de ellos es la tentación de aplicar a la lústoria una «cla
ve» de validez
universal y obtener, de ese modo, una determi
nada
-y preconcebida- «versión» de la misma. La «lectura»
del pasado con
clave marxista
ha dado lugar a la interpretación
materialista de la historia, que ha estado de moda en muchos
ambientes durante las últimas décadas. El
materialismo preten
de
hallar en causas de índole económico-social la explicación
unívoca e infalible de los grandes fenómenos que
han determi
nado
la
dinámica de
la historia humana. Estos factores habrían
tenido un peso
tan grande en el devenir de los siglos que la úni
ca concepción de la historia que merecería el nombre de «cien
tffica» sería
aquella que les
atribuyera una
absoluta primada.
Las explicaciones
simplistas, de
aparente validez universal,
tienen el aliciente· de
lo fácil y dispensan, además del trabajo,
siempre engorroso, de discurrir por cuenta propia.
Peto la
difi
cultad estriba
-como advertía
el maestro Sánchez Albornoz en
su discurso sobre «Historia
y libertad»--en que las soluciones
simplistas no siempre resultan válidas. Es evidente que aconte
cimientos históricos de primer orden, como la difusión del Cris
tianismo, la expansión del Islam, la
Reconquista o el descubri
miento de América no obedecieron a motivaciones de índole eco
nómico-social, ni se explican de modo medianamente satisfac
torios por los principios del cientifismo materialista. La quiebra
de
1a interpretación materialista de la historia, que se hace pa
tente en
cuento' se
desciende del plano de los principios al te
rreno de las realidades concretas, sugiere la conveniencia de
re
visar los errores que pueda haber · en sus planteamientos más
elementales. Ha ocurrido, tal vez,
guida historiografía
marxista, al consi
derar los fenómenos del pasado, no ha sabido siempre distinguir
con suficiente claridad entre lo que en ellos tiene razón de causa
312
Fundaci\363n Speiro
EL ARTE DE COMPRENDER LA HISTORIA
y razón de efecto. Las Cruzadas, por ejemplo, que fueron la ma
yor empresa colectiva de la Europa medieval, tuvieron en su
origen un móvil tan espiritual y «poco interesado» como la
libe
ración
de Tierra Santa, en manos de los infieles; pero eso
nó
excluye
que de
las Cruzadas se derivasen consecuencias eco,
nómicas
tan importantes como la multiplicación de las
relacio'
nes
cometciales entre el Oriente y el Occidente
meditetráneos,
Nadie
negará tampoco la importancia económica que tuvo el
fenómeno de las petegrinaciones a Compostela. Pero la
razón
que
impulsó a los petegrinos de toda Europa a
caminar hasta
la
lejana Galicia fue el atractivo que ejetcía sobre ellos el
sepub
ero del Apóstol: no el deseo turístico de alojarse en las hospe
derías o el
afán de negociar en las tiendas de los cometciante~,
aunque
hosterías, hospitales y barrios
de mercadetes surgietar¡
a
la veta del
Camino de
Santiago, al calor de las
petegrinach
nes
que fueron un fenómeno esencialmente religioso y que
n perdiei:oh
este
caráctet por el hecho de tener repercusiones
eco,
nómicas muy notables.
La comprensión de la historia -lo estamos viendo- es un
arte difícil que exige limpia honestidad intelectual, para no de;
jarse aprisionar por apriorismos ni limitaciones escolásticas;
Exige también un esfuerzo para entendet a los protagonistas del
ayer tales cual fueron, sin pretender asignarles la mentalidad
dJ
ciertos
hombres de hoy
ni atri'buirles las motivaciones que pue'
-' dan pesar en el ánimo de un materialista moderno. Tal sólo así
-con honestidad y esfuerzo-- el
. historiador
se revestirá
de
aquel
atributo
de veracidad que le pedía Procopio de Cesarea
y lo que escriba merecerá con justicia el nombre de historia.
31'
Fundaci\363n Speiro