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Número 223-224

Serie XXIII

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El marxismo y el cristianismo. Apuntes de una conferencia

EL MARXISMO Y EL CRISTIANISMO
(APUNTES DE UNA CONFERENCIA)
POR
MIGUEL PoRADOWSKI
1. El «marxismo» de Marx es formulado en relaci6n con el
cristianismo; si no hubiera existido el cristianismo, probablemente
tampoco hubiera aparecido el marxismo. El marxismo
no· aparece
como

un pensamiento en sí mismo, independientemente del cris­
tianismo, sino como respuesta al cristianismo, com.o una radical
refutaci6n del cristianismo, como su antítesis. No se puede llegar
a comprender el marxismo sin tomar en cuenta .esta circunstan­
cia; que el marxismo se formula, nace, afirma s6lo como repudio
del cristianismo. Es un ataque
al cristianismo, su refutaci6n, su
negaci6n radical, su desrrucci6n; de ahi que el marxismo es una
agresión contra el cristianismo. El marxismo no es un pensa­
miento agnóstico, o ateo, o materialista, es decir, indiferente
frente a la religi6n en general y especialmente frente a la re]igi6n
cristiana, sino que es una premeditadaJ pensada, directa agresión
contra el cristianismo
2. Siendo el marxismo una refutaci6n del cristianismo, es
todo lo contrario que el cristianismo; más todavía, es un «erzatz»,
un sucedáneo, es lo que pretende reemplazar al cristianismo, lo
que pretende colocarse en el lugar del cristianismo, lo que pre­
tende sustituir al cristianismo. El marxismo no solamente quiere
destruir el cristianismo, sino que quiere tomar su lugar en la
vida de cada hombre, es decir, tomar carácter de religi6n secu­
larizada, especialmente como la antítesis del cristianismo. Es «sa­
tánico azote», pues no solamente quiere destruir
la fe verdadera,
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la fe cristiana, la fe en Dios, sino tomar el lugar de esta fe ver­
dadera, reemplazarla, colocando en lugar
de Dios al hombre mis­
mo, es un tipo de narcisismo diabólico, pues este culto
dd hom­
bre

es solamente un disfraz del culto de Satanás.
3. No hay pues
nada de extraño que el pensamiento de
Marx sea en realidad un conjunto de dogmas, es decir, de afir­
maciones que hay que aceptar no por la vía intelectual, no por razonamiento, sino por
fe, por la voluntad. Más todavía, siendo
incapaz de imitar al cristianismo y siendo solamente una réplica
simiesca del cristianismo, no es capaz de comprometer la razón
humana, ni la inteligencia del hombre, tal como lo hace el cris­
tianismo,
y por esta razón se presenta en una forma nebulosa,
enigmática, «dialéctica», es decir, con un disfraz, fingiendo ser
una «filosofía», en circunstancias que no llega
ni siquiera a ser
una sofística. El marxismo es una ofensa para
la razón
humana,
pues es esencialmente confuso. La misma palabra «dialéctica»,
tal como usa Marx este término, signfica «confusión», «enigma».
a lo sumo «misterio» ( en realidad no merece ser llamado «mis­
terio», pues por el misterio genetalmente entendemos no lo que
contradice a
lo razonable, a lo inteligible, sino a lo que sobre­
pasa la capacidad de la razón humana,
lo que la razón humana
puede conocer pero no completamente, sino sólo hasta
· algún
punto).
4.

Lo más característico de la fe cristiana es que
ella com­
promete la inteligencia del hombre, la razón humana,
y más
todavía, exige este esfuerzo intelectual del hombre, como lo ex­
presó
Sah Agustín: fides quaerit intellectum; intellectus quaerit
fidein. Incluso, el cristianismo considera que la fe sin este com­
promiso intelectual no es una
fe verdaderamente cristiana y la
clasifica como «fideísmo», es decir, una fe defectuosa, insuficien­
te, que
puede tener

carácter pecaminoso (flojera intelectual), pues
la fe cristiana debería comprometer a toda la persona humana y
ante todo a lo que es lo más propio y lo más típico para el
hombre, es decir, la razón, el intelecto, sin lo cual tampoco puede
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comprometer adecuadamente a la voluntad y al sentimiento, pues
tanto
la voluntad como el sentimiento en el ser humano debe­
rían ser subordinados a
la raz6n. lg11oti nulla cupido: lo que el
hombre no conoce (por
la razón), no lo desea, no se puede «amar»
(humanamente, y no animalmente) sin conocer el objeto de su
amor. Pues bién, si lo más característico de
la fe cristiana es su
vínculo con
la razón y el hecho de que es una fe razonable,, in­
telectual, al marxismo
lo caracteriza todo lo contrario: el repudio
de la razón, el rechazo del intelecto
y todavía esta actitud anti­
intelectual está disfrazada con
la «dialéctica», la cual da al mar­
xismo la apariencia de lo intelectual, pero, en realidad, esta
«dialéctica» marxista sólo encubre el vacío intelectual, la falta,
la ausencia del intelecto.
5. Si el ctistianismo se caracteriza por lo intelectual
y, en
consecuencia, por la preocupación por
la verdad y por el «culto»
de la verdad, culto tanto en el sentido de la palabra vulgar,
como estricto, pues, siendo Dios la summa Verdad, el culto re­
ligioso de la Verdad-Cristo-Dios es lo propio del cristianismo,
el marxismo, al revés, no solamente no respeta la verdad, sino
que larechaza
y la niega categóricamente (la segunda tesis sobre
Feuerbach). Negando la existencia de la verdad, el marxismo
niega al mismo tiempo la razonabilidad de la vida humana, el
sentido de la vida, como también la existencia de Dios.
6. Todo el pensamiento de
Marx parece que se puede re­
sumir de
la manera siguiente: la sociedad real, histórica, es oom­
pletamente alienada (anormal, deshumanizada), principalmente
por
la existencia en ella de la religi6n, del teocentrismo, de la
obsesión ( según Marx) del hombre por la idea de Dios; es una
sociedad alienada, porque es una sociedad imperfecta; la des­
alienación significa la elimanción
de la creencia en Dios, elimi­
nación de la religión, es decir, el paso a la sociedad perfecta, sin religi6n
y, por ende, comunista. La religión aliena y ella
misma es el efecto de
la alienación ecortómica, pues es el efecto
de la existencia de la propiedad privada, la cual genera diferen­
cias entre los hombres, produciendo los grupos distintos
y las
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clases sociales antagónicas opuestas. La única solución es la re­
volución radicalmente destructora, universal y permamente, la
cual, en
la medida en que destruye la sociedad burguesa, por ·
el proceso de la proletarización, lleva la sociedad al comunismo
( una sociedad radicalmente atea y sin propiedad privada). Pues
bien, todo eso es radicalmente opuesto al cristianismo, para el
cual la sociedad teocéntrica no aliena al hombre, sioo al con­
trario, lo desarrolla, lo perfecciona, lo eleva, dando al hombre
la dignidad y el sentido de vida; pues, según el cristianismo,
el hombre no es solamente un animal, como pretende
Marx,
sioo

un ser razonable, libre,
capaz de amar no solamente a sus
semejantes, sino incluso a su Creador, pues fue creado para
compartir con Dios su felicidad eterna.
La propiedad no es la fuente única y exclusiva de las di­
ferencias entre los hombres y grupos sociales, pues estas dife­ rencias· son ionatas y en cada sociedad, con propiedad privada
o sin ella, estas diferencias existen. Además no son ellas «aliena­
ciones», algo anormal y negativo, sino, al contrario, se presen­
tan como un factor positivo, pues dan mayor riqueza a la vida
social. Es fácil imaginarse qué aburrida sería la vida humana
en una sociedad compuesta de personas absolutamente iguales;
la vida «social» sería prácticamente imposible, pues daría lo
mismo conversar con fulano tal o cual, casarse co~ fulana o
zutana, etc. La propiedad privada cristiana, es decir, con fun­
ción social, no aliena, no deshumaniza, sioo al contrario, per­
fecciona al hombre briodándole la oportunidad de compartir
lo suyo con el prójimo, y de esta manera practicar la virtudes,
es decir, perfeccionarse.
7. El

mismo Marx resume su pensamiento en un esquema
que tituló «las tesis sobre Feuerbach» ( dos págioas ), dando una
fórmula muy simplificada,
la que se puede reducir a lo siguiente:
el materialismo = praxis = revolución = comunismo = ateísmo.
El materialismo de Marx no tiene nada que ver con
la «ma­
teria», es decir, con el concepto de materia, sino con su defi­
nición, según la cual es «sinnlich menschliche Tiitigkeit» (la
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actividad humana sensorial) y se identifica con la «praxis», a
su vez, que se identifica con la revolución ( universal
y per­
manente), la cual se identifica plenamente con el «comunismo»,
el
cual, según Marx, es una sociedad (dinámica, pues es «pra­
xis»
y revolución) perfecta, porque no existe en ella la propie­
dad privada (la priocipal fuente de todas las alienaciones) y,
por ende, atea (si no fuera atea, no podría ser «perfecta, es decir,
comunista»). Así resumido el pensamiento de
Marx, por él mis­
mo, se presenta como una radical oposición al cristianismo.
Mientras que el cristianismo reconoce como una realidad lo es­
piritual e incluso le da la prioridad, el marxismo sólo admite
la existencia de
la materia y del materiailsmo, lo que excluye
no solamente la existencia de Dios, sino también niega la dig­
nidad del hombre y la dignidad de la vida humana como de
un ser razonable
y libre, es decir, espiritual, dotado de un cuer­
po ( para siempre, pues una vez destruido por la muerte y des­
composición vuelve a ser recuperado, en su forma «gloriosa»
en el día de la Resurección).
8. Para
Marx, el hombre es el «conjunto de las relaciones
sociales»
y carece de naturaleza. Marx sólo a veces habla de la
«esencia» humana, la cual no tiene nada que ver con la «natu­
raleza» humana, como algo esencial, incambiable, eterno. Para
Marx el hombre es uno de los animales, siempre en permanente «devenir», según las etapas del desarrollo de la sociedad; el
hombre es la parte de la sociedad, una parte «esencial», es de­
cir, que no tiene existencia y <<ésencia» fuera de la sociedad;
la sociedad es lo primero, el hombre es lo segundo, la sociedad
es el fin del hombre; el hombre no es nada fuera de
la socie­
dad. Según el cristianismo es todo lo contrario, pues el cristia­ nismo defiende la prioridad del hombre frente a la sociedad, la sociedad es para el hombre
y no al revés. Más todavía, el
hombre tiene su naturaleza humana, es un ser razonable
y libre,
esencialmente distinto de los animales, con los cuales sólo com­
parte la vida corporal, pero diversa a la de aquéllos; lo propio del hombre es lo espiritual: la razón,
la voluntad, el sentimiento.
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9. Marx, negando gratuitamente lo espiritual y, por ende,
la existencia de Dios, quita al hombre su dignidad, pues ésta
viene del hecho de que el hombre es creado «a imagen y se­
mejanza de Dios». Esta imagen se refleja en la espiritualidad del hombre, en su naturaleza razonable, libre
y capaz de amar
espiritualmente no sólo a sus semejantes, sino, ante todo, a Dios.
Aquí, de

nuevo,
el marxismo se opone radicalmente al cristia­
nismo. Para
Marx el hombre no tiene otro destino que el te­
rrenal y
el de servir a la sociedad; para el cristianismo el des­
tino del hombre es Dios y la eternidad, que
consigue por
la
vida terrenal, dedicada al perfeccionamiento de sí mismo y de
la sociedad. Lo esencial en la vida humana y lo que da dignidad
y sentido a esta vida, es la vida espiritual, es decir, intelectual,
la búsqueda de la verdad y la búsqueda del bien, por la prác­
tica de las virtudes, y no lo que destaca Marx hablando de
la
«actividad sensorial»: la «actividad sensorial» es lo propio de
los animales

y no de los seres humanos. El hombre también
tiene «actividad sensorial» pero eso no es lo propio y lo típico
del hombre, sino del mundo de los animales. La «actividad sen­
sorial
humana» (sinnlich menschliche Tatigkeit) considerada como
única actividad del hombre, degrada al hombre, lo deshumaniza,
lo rebaja a la vida exclusivamente animal
y, por ende, es la
auténtica alienación. En consecuencia no hay nada más alienante
que el marxismo.
1 O. Lo esencial en
el marxismo es el concepto de la re­
volución. Esta revolución está concebida como una radical des­
trucción violenta de la sociedad histórica.
Más todavía,
se trata
de una· revolución universal y permanente. ¿Por qué universal?
Porque, para Marx, se trata de la «liberación» del hombre como
tal de
la alienación religiosa, es decir, esta revolución tiene por
finalidad «liberar»
al hombre de la creencia en Dios, a cada hom­
bre. Siendo universal es esencialmente agresiva, pues tiene que extenderse a todo el mundo, a todos los países, sin ninguna
re­
lación con las situaciones concretas de estos países, si son pobres
o ricos, si tienen bienestar o miseria, si hay en ellos un régimen
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económico-social justo o injusto, si son «democráticos» o no, etc.
Es decir, que la revolución marxista ataca a todos por igual, pues
pretende destruir toda la sociedad
y todas las sociedades.
Por otra parte, esta revolución, según
Marx, es permanente,
es decir, es un proceso de cambio violento
y destructor sin tre­
gua, sin interrupción, es la permanencia del proceso destructivo,
del caos, de la proletarización
de toda la sociedad. Por «prole­
tarización»

se entiende la eliminación de la institución de la pro­
piedad privada, el paso de la sociedad «burguesa» a la sociedad
proletaria, una sociedad compuesta de una sola clase social,
el
proletariado. Este «proletariado» de Marx no tiene nada que
ver con el proletariado del siglo
XIX, es decir, con la clase obre­
ra

sin propiedad
y sin suficientes medios de existencia, sino que
se refiere a la reducción de todos los grupos sociales,
de todas
las clases sociales a la situación de los proletarios como perso­ nas sin propiedad privada, la cual a todos es arrebatada, sea por
el mismo proceso revolucionario destructivo, sea por la legisla­
ción correspondiente.
11.

Sin embargo, el concepto de la revolución «permanen­
te» tiene también otro sentido, a saber, se trata de un proceso
infinito del cambio destructor, es el estado de un caos que nun­
ca acaba, es la permanente destrucción diabólica, tiene, pues, sus
dimensiones metafísicas. Marx
fingía ser

ateo
y materialista; en
realidad fue satanista,
y no se puede ser satanista siendo ateo
y materialista. Su ateísmo y materialismo fueron solamente de
fachada.
Lo que buscaba era hacer perder la fe a los creyentes
pata separarlos de Dios aquí en
la tierra y, ante todo, separar­
los de El para siempre en la eternidad, entregándolos, engaña­
dos, en las manos de Satanás. De
ahí que el marxismo es lo an­
ticristiano, lo opuesto al amor del hombre que busca la felicidad
del hombre aquí en la tierra
y, ante todo, en la eternidad. Marx
odia
al hombre y le desea ( a cada hombre) el infierno, el infier­
no en la tierra, por la vida en una sociedad sin Dios, sin moral,
sin amor, y el infierno en la eternidad. El cristianismo, al con-
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trario, ama ai hombre, le desea felicidad aquí, en la tierra y,
ante todo, la felicidad eterna en el Cielo con Dios.
12. El pretendido «comunismo» de Marx como una socie­
dad ideal, sin propiedad y, por ende, sin clases sociales, en la
cual «cada uno va a recibir según sus necesidades» es una cruel
burla, pues este principio es, en el plano material, una utopía; es decir, lo irrealizable. Se promete lo que se sabe que no se pue­
de cumplir; es un engaño, una
«gtan estafa»

(usando el tirulo de
uno de los libros de Eudocio Ravines).
Es la radical seculariza­
ción del Reino de Dios, el Reino de los Cielos, predicado por
Cristo y plenamente realizable en la eternidad, pues sólo en el
Reino de los Cielos, en el Reino de la plenitud de la vida espi­
ritual, Dios, por ser omnipotente, puede dar a cada cual según
sus necesidades y
sólo Dios, por ser omnipotente, puede saber
cuáles son estas necesidades de cada uno. Prometer aquí, en la tierra, una sociedad en la cual «cada uno va a recibir según sus
necesidades», es una cruel y dolorosa burla.
13. Sin

embargo, esta revolución marxista no se limita a
lo
«dialéctico», a lo abstracto, a lo nebuloso y confuso, pues tiene
también su lado muy real y práctico, lo que Marx calla en sus
«tesis sobre Feuerbach», pero que trata concretamente en los
estatutos del Partido Comunista, elaborados en el año 1850. En
esta ocasión, colaborando con el grupo revolucionario de los
«blanquistas», asimila la doctrina blanquista sobre la revolución,
una doctrina muy práctica y muy operante, parcialmente ya ela­
borada por Babeuf al final de la Revolución francesa y desarro­
llada por los «blanquistas».
Se trata del aspecto sociológico de
la revolución, como un proceso violento de cambio de la socie­ dad, el cual tiene que pasar por las cuatro etapas, a saber: bur­
guesa, democrática, socialista
y proletaria. La revolución de Marx
incorpora la doctrina blanquista de las cuatro etapas.
La etapa «burguesa» consiste en la toma del poder por la
burguesía, donde este poder todavía está en las manos de los terratenientes, que representan la estructura feudal
.y agraria.
Sin
embargo, significa también mucho más, pues se trata de que
la
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burguesía, una vez instalada en el poder, debería acabar con todo el pasado, con todos los valores de la sociedad aoterior,
destruir todo el pasado, no dejar nada de
la cultura anterior. No
hay que olvidarse que se trata de la etapa burguesa de la re­
volución;
la toma del poder por la burguesía sólo tiene la fina­
lidad de permitir la destrucción del pasado con las fuerzas de
la
burguesía, para permitir
la segunda etapa, la «democrática»,
también concebida sólo como una etapa dentro del proceso per­
maoente revolucionario, una etapa en la cnal se impone un ré­
gimen de tolerancia de todos los partidos políticos, también re­ volucionarios, marxistas
y comunistas, lo que favorece la acti­
vidad subversiva, infiltración marxista-comunista en todos los
ambientes e instituciones
y que lleva al gobierno de los partidos
de izquierda, permitiendo el paso a
la etapa siguiente, la «socia­
lista», es decir, la que estataliza todo, suprimiendo
la propiedad
privada, primero de los bienes de producción
y, después, de los
bienes de consumo (la «racionalización» con tarjetas), proleta­ rizando toda la sociedad
y llevaodo la revolución a la etapa «pro­
letaria», es decir, de la «dictadura del proletariado», la
cnal, en
realidad, no es del proletariado, sino de los «revolucionarios pro­
fesionales» que actúao en nombre del proletariado
y que gobier­
nan de tal maoera que toda la sociedad se proletariza: todos lle­
gao a ser proletarios, pues nadie tiene propiedad privada, ni
vida privada, formaodo una sola clase social,
la de los proleta­
riados, es decir, se pasa al comunismo: una sociedad sin clases,
sólo los proletarios y sus amos, los revolucionarios profesiona­
les, como gobernaotes. Marx estaba bien convencido de que esta revolución sólo es realizable con el terror
y que los «revolucio­
rios, es decir, se pasa al comunismo: una sociedad sin clases,
terror total, permanente e institucionalizado, lo que, durante su
vida, nunca se realizó, pero sí es una realidad hoy día en la
Unión Soviética
y en todos los otros países dominados por el
comunismo marxista; es decir, un grao Gulag, que debería ex­ tenderse a todo el mundo; una sociedad de esclavos, del odio,
de
la miseria y opresión, una caricatura satánica del Reino de
Dios, un anticristianismo total y consecuente.
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