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Número 223-224

Serie XXIII

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General Ramón Salas Larrazábal: Los fusilados en Navarra en la guerra de 1936

INF0RMACION BIBLIOGRAFICA
ten.
Tropezaría también con advertencias tan claras como la reali­
zada por el Papa en su mensaje de Navidad de 1982: «El diálo­
go debe realizarse con los hombres, no con las ideologías que, a
pesar de sus declaraciones, se oponen a la dignidad de la persona
humana, a sus justas aspiraciones según los sabios principios de
la razón, de la ley natural y eterna -ideologías que ven en la
lucha el motor de
fa historia, en la fuerza la fuente del dere­
cho-, pues el diálogo resulta entonces
difícil o
estéril, y si con­
tinúa, es una realidad superficial y falseada, y se hace
tan difícil
que en la práctica resulta imposible».
Y en el memorable libro de Karól Wojtila,
Signo de Contra­
dicci6n, encontrarla nuestro conferenciante material suficiente
para revisar y deshacer, una a una, la mayor parte de las ideas sobre las esperanza cristiana que sostiene. Esto, claro está, su­
poniendo que la doctrina escatológica
de ese polaco le parezca
suficientemente
autorizada.
JUAN CARLOS GARCÍA DE PoLAVIEJA.
General Ram.ón Salas Larrazáhal: LOS FUSILADOS EN
NAVARRA EN LA GUERRA DE 1936
(*)
El General Salas Larrazábal, uno de los más prestigiosos his­
toriadores de :cuanto haga. referencia a la Cruzada española o
guerra de liberación de España, ha
realizado este
trabajo.
Las titulaciones de prensa y las amplias reselias del libro pue­
den llevar al ánimo de los lectores a un confusionismo que sólo
por ser
estadístico (

«La estadística
--decía Unamuno-,es el
arte
de mentir con números») habríamos de considerar
veraz. Quiero
decir,

que algunos titulares -por ejemplo, en
Diario de Navarra,
del 28 de octubre,- expresan, sin matización alguna: «SegÚn un
estudio del General Salas
.Larrazábal, en

el territorio foral se
mató a
cerca de. 1.100

l't)rsonas». Lo cual estadísticamente es
cierto, pero ha de parangonarse
qm otros

muchos datos
. aporta­
dos

por el
Hustre. · historiador

militar,
·
Precisamente, en la

«presentación» del libro por las propias
Comisiones de navarros que lo editaron, se pone de manifiesto
aquel parangón, sin el cual pudiera parecer que la represión en
la Navarra n.acional alcanzó cotas no sul't)radas. Y eso que mu­
chos de los
panidos políticos

al uso -PSOE, PNV,
HB--han
venido repitiendo con contumacia, eso es
lo. que

el libro de
Sa.­
las

Larrazábal rebate con hechos y datos irrefutables a partir de
ahora. Dentro, pues, de
la limitación.humana en la búsqueda de
la verdad, este trabajo representa, en
la. materia
que constituye
su objeto, toda la verdad.
(*) Ed. «Comisiones de Navarros de .Madrid y Sevilla», Industrias Grá-ficas Espafia, S. L., Madrid, 1983. · ·
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Como bien lo expresa su título, el tema es doloroso, pero
resultaba necesario afrontarlo de una vez, con seriedad, ausencia
de prejuicios y criterio de historiador veraz y responsable. Y a
que la verdad, aunque duela, no puede cambiarse.
La historia
no se
rectifica día a día, como hacen los marxistas, pues ni el
tiempo ni la historia son cambiables. La historia ha de ajustarse
a la verdad de los hechos. Esto es lo
. que
hace
el General Salas
Larrazábal.
Y en su estudio -detallado y pacientísimo-- ob­
jetivo, después de un repaso larguísimo
de, pueblos,
cendeas,
concejos, villas y ciudades de Navarra y de
casi todos sus re­
gistros civiles ( «para no hablar con muertos», como solía
decir
José M.' Iribarren), llega

a una conclusión final:
«En Navarra
se mató a cerca
de 1.100 personas, de las que unos 900 eran
hijos de la provincia y 200 forasteros. Que fuera de
ella mu­
rieron otro
centenar de

navarros, y
en zona

republicana caye­
ron varios
centenares de

hijos. de esta tierra que se unieron
en
sacrificio

a
. los

4.500 que cayeron
en los

frentes de combate o
murieron
en los

hospitales de sangre».
El sacrificio de Navarra,
en hombres

y
en dinero,

a la
Cru­
zada nacional fue inmenso. Pero ello no quiere decir que haya
de idealizarse, abstractamente, una guerra como aquélla, y que
por
el . hecho de predominar en ella el factor religioso no se die­
ran deficiencias humanas. Se
dan éstas, siempre, en toda guerra.
Si en
la retaguardia navarra se produjeron hechos heroicos -la
contribución en sangre de

los navarros que llevó a la concesión
de la
Cruz Laureada de San Fernando para el escudo de Nava­
rra; la aportación
en oro,

alhajas, brillantes, etc.,
de la que se
conservan actas notariale.s
en que

tales aportaciones se valora­
ron
en muchos

millones de pesetas ( cientos de millones
en va­
lor
actual}-, también se produjeron estos dolorosos hechos de
las muertes de navarros o residentes en Navarra.
El de cuántos, el de quién los mató, el por qué motivos fue­
ron fusilados,
ha sido el objeto del libro presentado. AquelJa
cifra
de 1.100 ha de contrastarse con las otras enormes cifras
que, hasta este trabajo, han sido rnachaconamente catapultadas
por
la propaganda marxista-separatista. No fueron 20.000, cifra
máxima que se lee
en ABC de Madrid (núm. 11.107, de 6 de
diciembre
de 1938);
ni fueron 7.000, cifra dada al parecer por
el Obispo de Vitoria, don Mateo Múgica ( el mismo que, antes
de

darla, publicó con
el Obispo de· Pamplona, don Marcelino
O!aechea
la primera Pastoral condenando la actuación del na­
cionalismo vasco por su «contubernio y alianza» con los rojos),
repetida por Hugh Thomas, santón de
los historiadores, que
ahora deberá rectificar sus cifras;
ni siquiera la cifra, mínima
para estos falseadores de la verdad, de 1.950, seguida por Itu­
rralde,
en Punta y Hora (núm. 112, de 2 de noviembre de 1978).
Salas destaca
el hecho «matemáticamente irrebatible, de que
los republicanos, que ejercieron su dominio temporal en
sólo
una fracción de la nación, mataron a un número mucho mayor
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de personas que sus contrarios -los 'nacionales'-, que pudie­
ron extender sus represalias. a
toda España». Y es que la ver­
dad, aun en asuntos tan duros y fuertes como el de esta mono­
grafía, ha de ser una verdad en que también
ha de valer el
«más fueron ellos». Como
lo fueron. ¡Y en qué medida!
La condena de unos hechos injustos --estos fusilamientos-­
«realizados en gran parte por fuerzas sombrías, vengativas o an­
siosas de
hacer méritos ante sus correligionarios de ayer», pro­
dujeron los asesinatos y homicidios. «La cuantía
de éstos no re­
basa la media estadística del 0,146 % sobre la población total de la Navarra de entonces (345.883 habitantes en 1939). Y, aun­
que el cubileteo
de estas cifras pueda parecer enojoso, quería­
mos recordar que el conjunto de actuaciones de la zona roja, pa­
raestatales o estatales ( en la zona nacional las
actuaciones para­
estatales
cesarop. en

cuanto
el Estado se organizó; y, aun antes,
son sintomáticas las condenas públicas de la Junta
Regional Car­
lista

de Navarra, las del General Mola y las
del Coronel Sol­
chaga, sobre estos "asesinatos',', llamados así entonces sin eufe­
mismo alguno),. aquel. conjunto, digo, ofreció un panorama de
ejecuciones, asesinatos y homicidios sólo comparable a
las reali­
zadas en la revolución soviética de 1917. Y en cuanto a las ma­
tanzas
de sacerdotes, religiosos. y seglares muertos por la fe ( cosa
que jamás se dio en la zona nacional) -"mártires"~ en el más
estricto sentido teológico de la .. palabra-, no tiene más com­
paración que la de las persecuciones
de los emperadores romanos».
Dieron su vida
--dijo muy

bien el hoy Monseñor Montero
en su
Historia de la persecuci6n religiosa de BspañrJ--por ser
católicos, asesinados por el odio a su
fe. En cambio, los pocos
sacerdotes separatistas vascos muertos,
de los que tanto se ha
escrito y servido (la cifra más aceptada es la de 14 fusilados; a
cambio de los 4 7 asesinados en la zona del entonces «Euzkadi» ),
lo fueron a pesar de serlo.
La diferencia, no sólo gramatical, sino
teológica,
es abisal.
La «presentación» de este admirable
trabajo histórico

del
Ge­
neral Salas concluye con estas palabras: «Todo paisaje cósmico
o social-humano está integrado por luces y sombras. La "pure­za pura" no es real en la historia humana. Pero,
pese a los ce­
lajes, el predominio de la luminosidad heroica, limpia, con es­ píritu de "cruzada" prevalece con nítida preponderancia sobre las sombrías fuerzas
.minoritarias del

resentimiento
y del odio y
resulta definitorio de la acción colectiva de Navarra, de la in­
mensa mayoría
de su pueblo en la guerra de 1936».
JAVIER NAGORE YÁRNOZ.
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