Índice de contenidos

Número 223-224

Serie XXIII

Volver
  • Índice

Una conferencia de José María Mardones: Esperanza cristiana y utopías intrahistóricas

INFORMACION BIBUOGRAFICA
se sustituye en el lugar de la ortodoxia y el Magisterio de la
Iglesia es rechazado por constituir una autoridad docente y ser
instrumento de invasi6n cultural. Como advierte
el P. Bandera,
«la íe queda no sólo desideologizada, sino también privada de
todo contenido
propio. S6lo se mantiene lo que es útil para
transformar
el mundo, previa conversi6n al oprimido y a las cla­
ses desposeídas» (pág. 176).
Tras todas las precisiones que el P. Bandera va
realizando
respecto

a la ideología, los fines y
el método de Paulo• Freire,
se

comprende perfectamente que se trata de una verdadera ma­
nipulaci6n de las conciencias y de la doctrina y la fe
cat6licas.
Tal

como indica, «la opci6n socialista de tipo netamente
marxista
informa

totalmente el método de Freire, y
aparece por
todas
par­
tes

cuando se trata de aplicar ese método a
la interpretaci6n del
cristianismo, cualquiera que sea la verdad o
· tema
concreto de
que se trate. Te6ricamente se sigue
afirmando que

la
fe conserva
su

valor y
su· primada;

pero después,
cuando se

trata de preci­
sar, se
dice y

se repite bajo todas las
formas · posibles

que la
comprensi6n de esa
fe s6lo es posible sometiéndola· al · método
de

Paulo Freire que descansa como en principio fundamental en
la
teoría de

la praxis transformadora del mundo.
De acuerdo
con este principio s6lo es admisible lo que conduce a
la trans­
formaci6n radical de las estructuras del mundo
y· en

la medida
que la favorece»
(pág. 183-184).
Por último, el P. Bandera dedica el capítulo final -que actúa
como
contraste definitivo
a las ideas de
Freire-c-, a señalar la
doctrina de la lglesiá respecto a su auténtico mensaje de libera­
ci6n, al rechazo de
k violencia,
a los problemas del
hombre, a
la

política y a
la opci6n por los pobres. Con ello, la incompati­
bilidad entre las ideas de Freire y
la doctrina de la Iglesia 4ue
ya había sido indicada a
lo largo de toda la -obra~, queda in-
discutiblemente
establecida.
· ·-
En

fin, nos encontramos ante un buen
estudio de la ideolo­
gía y
la educación liberadora de Paulo Freire,' que sería deseable
se
difundiera con
profusi6n, sobre todo

en Hispanoamérica donde
la influencia de estas ideas es mayor, para contrárrestar la apolo­
gética
freireána, que

hace
def hombre y

de
la educacl6n un ins'
trumento

de la
revoluci6n marxista, al

tiempo que constituye
un
impedimento para la difusi6n de lá fe y la doctrina católicas. -
EST,\NISJ,AO CANTERO
Una conferencia de Jo,é María Mardones: ESPERANZA
ClíISTíANA Y lJTOPIAS INTRAHISTORICAS (1)
Nos hallamos ante un trabajo que trata de ofrecer ll!l crite-.
rio

para
la orientación de la actitud de los cristianos ante fo tero-. .. . . ·., ~ . . .
(1) Texto de la confe,jencia del mismo tftaló pronunciada por José
María Mardones, Doctor en Teología y Sociología (Deusro) y actualmente
563
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
poral. Una pretensión ambiciosa, servida por una pluma docu­
mentada y hábil,
como es
la de José
M.' Mardones,
ya curtido
en arriesgadas incursiones por
el peligroso terreno de la justifi­
cación teórica de ese «compromiSo» de los cristianos con los
movimientos «vanguardistas». El autor mismo explica dicho
compromiso como «la necesidad de creyentes sumergidos en las
aguas turbias de los movimientos sociales, políticos, científicos,
culturales... de la época», lo cual nos absuelve de mayores co­
mentarios.·
El profesor Mardones es, además, lo bastante conocido en el
mundo intelectual español como para ahorrarnos una descripción
detallada de su filiación político-religiosa, evidentemente progre­
sista. Su incursión en el campo escatológico con el tema funda­
mental de
la esperanza sí merece, en cambio, una breve reflexión
crítica por

parte de quienes hemos perfilado esa virtud
teológica
fundamental

en
el legado valiosísimo del P. Ramiere, cuya obra
Las esperanzas de la Iglesia fue, allá por el año 1864, la mejor
y muy anticipada réplica a cuanto hoy nos viene a decir el pro­
fesor Mardones. El trabajo está dividido en tres partes, precedidas de una
introducción y cerradas con una conclusión. En la
primera, el
autor desarrolla una serie de reflexiones sobre la esperanza ctis­
tlana, construidas con bastante rigor, en las que se percibe clara­
mente la influencia
-11rmonizada con
dificultad-, de las dos
ópticas fudamentaleo que confluyen en
el acervo de Mardones:
La óptica teológica de regusto jesuístico que proporciona el en­
tramado cristiano básico -subyacente tímidamente a lo largo del
trabajo-, aunque fuertemente adulterada con retazos del pen­ samiento de
teólogos «originales»

como Rahner, y la óptica so­
ciológica acumulada a través de un enjundioso itinerario por el
pensamiento
europeo. Aliaran continuamente las citas de Ador­
no,
Bloch, Molrmann y Metz que, lejos de enriquecer la trayec­
toria del pensamiento del autor, son a nuestro juicio digresio­
nes innecesarias. El enfoque desde
el que se aborda la esperanza
es más el de un ctistianismo
algo . indeterminado

(«evangélico»)
que el que resultaría de una
consciente y

humilde aproximación
hecha desde el cuerpo entrañable de la Iglesia real. Y
ahí radica
el síntoma no menos importante de confusionismo... A pesar
de ello, estas primeras reflexiones ·sobre la esperanza concluyen
con algunas afirmaciones interesantes: «La esperanza
cristiana
exige

una base histórica para ser
creíble. De
lo contrario su pro­
mesa de una justicia universal
en la resurrecci6n de los muer­
tos setá calificada, con raz6rt, de opio del pueblo». Nada que ob­
jetar -salvo,
quizá, poner
en duda
el peso especffico de tales
calificaciones, dado su origen-, pero sí constatamos que esa
profesor de sociologla en la Universidad del País Vasco, de Bilbao, el 16
de
noviembre de 1983 en el colegio mayor Chaminade, y publicada con
el núm. 1 en loa Cuadernos del Curso de Escatologla publicados con el
patrocinio de

la
Fundación Santa Maria,
564
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
«base histórica» que el autor. requiere para la esperanza es, pre­
cisamente,
la que trata a lo largo del trabajo de desdibujar, va­
ciándola de su auténtico contenido de realidades históricas so­
brenaturalizadas por la operatividad cotidiana de la Gracia. En la segunda parte, en la que confronta utopía
y esperan­
za, Mardones se interna ya, a paso de carga, en el bosque os­
curo de una dialéctica plagada de contradicciones. En su afán
por dejar bien sentado que no cree que al cristiano se le ofrez­ ca otra posibilidad, para concretar su esperanza en la historia, que
«mediar su esperanza en cada situación histórico-social», llega a
buscar apoyo en la dialéctica negativa de la escuela crítica de
Frankfurt (en

Horkheimer): «Quiere decir esto, que la justicia,
la fraternidad que esperamos
y ansiamos no las podemos señalar
con el dedo e indicar positivamente aquí o
ali!, "en eso o en
aquello" se realizan, sino más bien, las barruntamos
y se nos
muestran al superar las injusticias, odios o violencias de nues­ tra sociedad humana toncreta». «Lo positivo es imaginado siem­
pre a partir de la negación de lo negativo ... ». Semejante con­
cepción es difícilme_nte casable -por no decir otra cosa- con
cualquier construcción que se pretenda inspirada en el Evan­
gelio. Por el contrario, su negativismo intrínseco la hace sospe­
chosamente cercana a un
an,ilisis de

la realidad para el que el
odio estuviese en el origen de la explotación de contradiccio­
nes... Y ello explica, a su vez,
el machacón empeño por dejar
bien sentado que
el cristianismo no posee respuestas concretas
para las aspiraciones temporales de los hombres, lo que implica,
ni más ni menos, que la negación di,_ toda la experiencia histó­
rica cristiana de veinte siglos, de la pastoral socio-política de la
Iglesia, y del hecho trascendente . de que la Gracia supone_ y per­
fecciona la realidad natural
y asume la Verdad humana en todas
sus dimensiones. Como se ve, el empeño de Mardones tiene «mu­
cha miga ...
».
Tales teorías tenían que chocar, necesariamente, con el pen­
samiento escatológico de Juan Pablo II. ¡El gran .escollo! Porque
si «el
pelig,;o que

corremos los cristianos» es creer que tenemos
«una
respuesta propia

para
1os. problemas de nuestro_ mundo»,
na cabe duda que
el actual Pontífice _«ha caído de lleno» en tal
«peligro» ... Por ello, Mardones se lamenta de que «en los dis­
cursos Papales hacia Occidente se perciban llamadas a una reuni­
ficación europea bajo
el signo de la Cruz ... ». Y se escandaliza
porque .-«volvemos hacia el intento de tal sociedad cristiana en el medioevo, sus tristes resultados históricos debieran escarmen­
t0.rnos -asegura Mardones-, d~ tal aventura, si es que no · nos
convencen los argument_os que nos indican tal ausencia de mo­
delos sociales en el mensaje de Jesós ... ».
Mucho más se escandalizaría el docto autor de este trabajo
si profundizara un poco más en el pensamiento del actual Vicario
de Cristo.
Encontrarla en él, con nitidez, la llamada apremiante
a la utilización de tales modelos sociales que según el no exis-
565
Fundaci\363n Speiro

INFORMACION .BIBLIOGRAFICA
ten. Tropezaría también con advertencias tan claras como la reali­
zada por el Papa en su mensaje de Navidad de 1982: «El
diálo­
go

debe realizarse con los hombres, no con las ideologías que, a
pesar de sus declaraciones, se oponen a la dignidad de la persona
humana, a sus justas aspiraciones según los sabios principios de
la razón, de la ley natural
y eterna -ideologías que ven en la
lucha el motor de la historia, en la fuerza la fuente
del dere­
ch<>-, pues

el
diálogo resulta
entonces dificil o estéril,
y si con­
tinúa, es una realidad superficial y falseada, y se hace tan
dificil
que

en la práctica resulta imposible».
Y en el memorable libro de
Karól Wojtila, Signo de Contra­
dicci6n,
encontraría nuestro conferenciante material suficiente
para revisar y deshacer, una a una, la mayor parte de las ideas
sobre las esperanza ·cristiana que sostiene. Esto, claro está, su­
poniendo que la doctrina escatológica de ese polaco le parezca
suficientemente autorizada.
JUAN CARLOS GARCÍA nE PoLAVmJA.
General Ramón Salas Larrazábal: LOS FUSILADOS EN
NA V ARRA EN LA GUERRA DE 1936
(*)
El General Salas Larrazábal, uno de los más prestigiosos his­
toriadores de cuanto haga referencia a
la Cruzada española o
guerra de liberación de España, ha realizado este trabajo. Las. titulaciones de prensa y las amplias reseñas del libro pue­
den llevar al
ánimo de

los lectores a un confusionismo
que sólo
por

ser estadístico ( «La estadística
--
arte
de mentir con números»)
habríamos de

considerar
veraz. Quiero
decir,

que algunos titulares -por ejemplo, en
Diario de Navarra,
del 28 de octubre,--,- expresaq, sin. matización alguna: «Según un
estudio del General Salas
.Larrazábal, en
el territorio foral se
mató a
cerca de

1.100 personas».
Lo cual estadísticamente es
cierto, pero ha
.de parangonarse

con otros muchos datos
aporta,
dos

por el ilustre. historiador militar.
. ·
Precisamente,
en la

«presentación»
del libro
por las propias
Comisiones de navarros que lo editaron, se pone de manifiesto
aquel parangón, sin el cual pudiera parecer que la represión en
la Navarra nacional alcanzó cota.s no superadas. Y eso que mu­
chos de los partidos políticos al uso -PSOE, PNV,
HB-han
venido repitiendo
con contumacia,

eso es lo. que
el libro de Sa.­
las
Larrazábal rebate

con hechos
y datos .irréfutables a partir de
ahora. Dentro, pues, de la limitación.humana en
la búsqueda de
la verdad, este trabajo representa,
en la materia que constituye
su objeto, toda la verd.ad. .
(*) Ed, «Comisiones de Navsrros deMadrid y Sevilla», Industrias Grá'
ficas España, S. L., Madrid, 1983. ·
,66
Fundaci\363n Speiro