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Número 223-224

Serie XXIII

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La otra revolución

LA OTRA REVOLUCION
POR
ANGEL MAESTRO MARTÍNEZ
Desde hace unas dos décadas, y particularmente de modo
sumamente acelerado en los últimos años, el mundo se encuen­
tra inmerso en un proceso revolucionario. Vivimos, a veces,
sin darnos cuenta cabal de ello, sumergidos en plena vorágine
revolucionaria y, precisamente, por estar inmersos en la misma,
por esa más que proximidad, no nos formamos una idea exacta de hasta qué extremo nos afecta. El observador de otras
épo­
cas ---ru igual que nosotros podemos contemplar, con perspec­
tiva histórica, sucesos de tiempos pasados,
cual la reforma lu­
terana o la
revolución francesa-

podrá establecer, con esa
perspectiva, los hechos que dieron forma al proceso revolucio­ nario
y moldearon esa nueva sociedad.
Nosotros, a causa de esa inmersión en el turbulento caudal
del proceso cambiante, a veces no somos capaces, excepto cuan­
do el agitado
vivir cotidiano permite un tiempo cada vez más
escaso de reflexión, de comprender cuál es la magnitud del cambio de la sociedad, de la vida en sí, de las costumbres,
de
los

lazos familiares, de las relaciones sociales, etc. Alteración
total, y contraposici6n muchas veces con las esencias tradicio­
nales de lo que ha sido el tejido básico de la sociedad y que
afecta a toda
· ella,

bien sea desde lo social
y lo cultural, hasta
los
hechos más nimios y triviales de la vida cotidiana.
Es
tan enorme la magnitud del proceso cambiante y que
nos aturde con su fuerza, que resulta difícil encontrar el sosiego que nos permita juzgarlo, ya que la dinámica acelerada en pro­
gresión casi

geométrica de la revolución hace que por su enot-
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Fundaci\363n Speiro

ANGEL MAESTRO MARTINEZ
me velocidad no seamos conscientes de la inversión total de las
formas de vida que nos afectan.
Sólo cuando
esa velocidad se
acelera a
límites, que

de momento resultan incomprensibles para
nuestra razón, se nos produce el choque con estridencia que
nos hace saltar ante el dislate o la locura llevados al paroxismo. Al igual que cuando contemplamos la rotación de las aspas de
un ventilador su misma velocidad nos hace permanecer indife­ rentes,
~ccionamos únicamente

cuando al elevar esa velocidad,
el ligero, pero perceptible sonido que acompaña al aumento de
revoluciones atrae nuestra atención.
De forma ciertamente similar, pero sumamente más com­
pleja, ocurre con la realidad cambiante a cada paso.
Es tal la
velocidad del cambio, que se desprecia lo que era ultramodemo ayer; ignal
da que

se trate
de los más sofisticados automóviles
que si ayer tan sólo eran ejemplo de progreso y técnica, hoy ya
no se les
considera ni

tan siqniera, frente a lo que sería lógico
suponer, no como un producto de última generación, pero sí útil
y aprovechable. No, nada de eso, son considerados por la ur­
gencia irrefrenable del cambio, cual si de vetustos vehículos de
principios del siglo xx, se tratase. Técnicas que eran elogiadas por su perfección en la alimentación de esos motores, como la
inyección mecánica de combustt1,Je, ahora son despreciadas frente
a la regulación electrónica de dicha inyección. Otrosí podríamos
decir, y aun más, de objetos no ya de utilización científica, sino
de mera distracción como los videógrafos, los relojes digitales,
los juegos computerizados, etc. Todo lo de ayer es caduco, no
sirve; triste destino que esperará
mafiana al último avance de hoy.
Pero si todo esto pudiese, tan siqniera, tener alguna justi­
ficación por el avance científico que, fuera de su mortífera ca­
pacidad destructiva, repercute en la mejora
de las condiciones
materiales de la vida humana, donde no es posible ver, ni con
la mayor benevolencia posible nada positivo, es en el aspecto sociológico y
· cultural.

La gestación, difusión y posterior control
de las mentes humanas a través de esa sociedad revolucionaria,
adoradora del cambio, por sí, no busca el mejoramiento y la
perfección, como serían las consecuencias lógicas de cualquier
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LA. OTRA REVOLUCION_
proyecto de nueva sociedad, sino el cambiQ por . el cambio, _el
proceso

revolucionario, por tanto, indefinidamente acelerado.
Resulta innegable que vivimos sometidos hasta en los deta­
lles más nimios a ese afán revolucion.ario, pero qu.e a diferencia
de la terrible revoluci6n que ha trastornado nuestro mundo físi­
camente como fue la revolución marxista-leninista de 1971, no es una revoluci6n declarada más o menos formalmente, La re­
forma luteraoa, la revoluci6n democrático-burguesa
, francesa
-como

les gusta afirmar a los marxistas-leninistas--, y
la re­
voluci6n de octubre de 1917, responden a fechas determinadas,
pero sobre todo, por encima del convencionalismo de las fechas, a acciones concretas: la lucha aoti-papal, la destrucci6n del an­
tiguo régimen, o la implantaci6n del estado de los soviets.
Esa nueva revolución, a la que puede calificarse, de la «otra»
revolución, es algo distinto,. y aún de dimensiones posiblemente
mayores que la que fue más. grande y de terribles consecuencias
de todas ellas. Frente a la revoluci6n bolchevique -precisamente
por su magnitud- _existen, ciertamente, aunque no apropiádas
a la potencia del enemigo, fuerzas antag6nicas, que con muy
pocas excepciones no son conscientes de la fuerza y del
afán de
control contra las ideas opositoras que les caracteriza, Pero fren­
te a la «otra» revolución no existe una idea antagónica de lucha
definida, ya que esa revoluci6n no tiene unos objetivos concre­
tos y definidos como puede tenerlos. el politbur6 o los elemen­
tos especializados del Comité Central del Partido Comunista de
la Uni6n Soviética. Lenin, Stalin, Mao, Breznev, Andropov, aun siendo parte de un sistema, responden a personajes humaoos e
identificables, y
dentm de

las desesperanza frente a enemigos
tao poderosos, queda aún la posibilidad de contemplar a esos
antagonistas, de verlOs incluso con descripciones físicas, lo cual
produce en el subconsciente una indudable identificaci6n con la
particular encarnaci6n del mal que cada uno tenga. A pesar de
que se ha escrito con total certeza en numerosas ocasiones, del
error de identificar la maldad de un sistema con un personaje, se ha dicho hasta la saciedad frente al arquetipo propagandístico
de hoy, que no s6lo fue Stalin a pesar de sus aberraciones el
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personaje abyecto, sino el sistema en sí, pero a pesar de ello
siempre resulta confortante identificar· al antagonista con alguien
de existencia
física.
Pero en esa, en la «otra» revoluci6n no existen personajes
físicos en quien cebarse, ·O. en quien descargar esa innata agresi­
visidad
del, subconsciente contra alguien
determinado. No hay
un Yagoda, un lejov, un Beria, u hoy en día un malo de moda,
como podría ser un Chebrikov o un Fedorchuk, en quien desaho­
gar las irritaciones y las
iras, Al

ser difusa, tan abstracta, pero
ai mismo tiempo tan completa, nO puede ·ni materíaiizarse en
símbolos determinados, serían demasiados, mas sí debemos se­
ñalar cuál
ha sido su proceso creador, o al menos intentar
ex-.
plicarlo,

cuáles han sido sus causas, y las condiciones que lo han
hecho posible. A diferencia de las revoluciones clásicas, ésta, en muy pocas
ocasiones se produce con la violencia habitual en los períodos
revolucionarios; no suele registrar algaradas
ni disturbios en ge­
neral, es una revoluci6n a la que podría calificarse de cotidiana,
y así, impuesta día a día, sin conmociones excesivas en períodos
de tiempo mínimos, su avance es mucho más eficaz, al ser más
sutil. Se acepta cual hecho cotidiano; por consiguiente no pro­
duce la traumatizaci6n natural frente a los hechos violentos
y
trágicos, característicos de situaciones revolucionarias pasadas.
Nos encontramos ante un cambio que en pocas décadas resulta
decisivo, pero ese cambio es efectuado paulatinamente, sin ex­
cesivas brusquedades, sino con una adaptación continuada, in­
flexible, pero con una velocidad constante. El observador que habita enfrente de un edificio en cons­
trucción ve naturalmente el cambio producido en su entorno
día a día, desde el solar vacío, las obras de cimentaci6n, pasando
por la consttucci6n y terminaci6n de dicho edificio hasta su to­ tal acabado.
Más al

verlo todos los días de forma paulatina, se
acostumbra consciente o inconscientei;nente a la obra de enfrente
su casa,
y así ve cotidianamente la alteración del paisaje, pero
dado que dicha obra no ha sido realizada de la noche a la ma­
ñana, cual si un genio mítico la hubiese erigido, cuando el edifi-
370-
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LA OTRA REVOWCION
cio se encuentra terminado lo acepta como algo natural: ha
visto subir su altura de
foM>a lenta
y a la
vez progresiva,
lo
que· le

permite una continua adaptación a la nueva casa que
frente a él se
alza. La

revolución se
ha producido en ese limi­
tado

espacio, pero de modo y manera que es considerada algo
natural. Frente a ello el golpe que supondría el derribo del
edifi­
cio por una explosión o cualquier otra causa, le originaría un
impacto brutal. Ahí sí estaría reflejada la revolución clásica des­
tructora

de la noche a la mañana.
Pero, ¿cuáles han sido sus causas? No
ha sido una sola, sino
varias. Factores coadyuvantes a una última _ causa, unos más de­
decisivos que otros, pero todos uniendo sus fuerzasª a veces, in­
conscientemente en la misma dirección. Podría pensarse que las
consecuencias derivadas de la expansión comunista en el mundo
serían el

motor y generador de la nueva revolución. Indudable­
mente que
ha supuesto un considerabilísimo avance, pero ni con
todo el poder del departamento internacional del Comité
Cen­
tral

del Partido Comunista de la Unión Soviética, ni de las
ha­
bilidades

del departamento de desinformación del Comité para
la Seguridad

del Estado
-KGB--, podría explicarse que sólo a
esa fuerza de vanguardia del marxismo-leninismo se debiese el
avance de la «otra» revolución. Ni siquiera la genialidad de un
revolucionario, cual Gramsci, unido a su vez a ese potente apara­
to de intoxicación puede responder por sí sola.
La Iglesia Católica.
La revolución originada en la Iglesia católica, la revolución
en la educación, en las formas tradicionales de vida, la urgencia
y miopía de la alta burguesía,
y de las clases pretendidamente
rectoras en el cambio, la indefensión de los sistemas partitocrá­
ticos frente a la expansión comunista, han originado ya otra
sociedad moldeada y formada casi a su total deseo por esa «otra»
revolución. Haremos un breve análisis sobre esas causas. El
Con­
cilio

Vaticano II planteado de forma que constituyese una
revi-
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ANGEL MAESTRO M;AR.TINEZ
talización de la Iglesia, una reagrupacton para tomar nnevas
fuerzas
y afrontar. los tiempos difíciles, constituyó una verdadera
revolución,
casi al
modo clásico, por su rapidez y contundencia
dentro del catolicismo. Contra opiniones sostenidas anteriormen­ te, tampoco puede echarse
la culpa total de la infiltración al
desgobierno producido en
la antes sociedad jerárquica que era
la Iglesia, Infiltración existente, y probada en multitud. de do­
cumentos, y en la conducta de tantos clérigos, y es que es cierto
que desde
Lenin y Gramsci, se reconocía que los fracasos en la
lucha contra la Iglesia católica eran originados en gran parte
por sostener contra ella un ataque frontal, mientras que sería
mucho más eficaz
el introducirse dentro de ella para su mejor
destrucción. Infiltración de daños y consecuencias terribles, sí,
pero no
el único mal. El deseo de «aggiornamento» a ultranza,
el afán de modernidad, el querer entregarse al mundo, en esto
sí que radican los males de la revolución en la Iglesia. Males
que no son solamente originados por la soberbia o la maldad,
o por la «traición de los clérigos», sino que después de estudios
cuidadosos y de observaciones detenidas, puede deducirse que
han sido originados en muchísimos casos por la necedad y por
la incultura. En los clérigos de a pie, su falta de formación que
antes les hacía ser implacables censores en asuntos a veces ni­
mios, pero

frente a los que reaccionaban con dureza extrema,
ha originado el caso grotesco de entregarse a actitudes no ya de un
liberalismo avanzado, sino casi heréticas, con alegre inconsciencia;
y en numerosos casos no por maldad consciente, sino por igno­
rancia, por falta de formación. Cuando al frente de la Iglesia se encontraba un Papa. débil.
aunque inclinado al progresismo, que llega a concesiones ridí­
culas, como suprimir la Guardia Noble por considerar que
podía
ser objeto de dedicación al poder temporal ---cuando era sabido
su carácter simbólico, y su casi nula repercusión en los gastos
vaticanos-. cuando cede no ya en meras anécdotas como ésta,
sin demasiada significación, sino en lo que es más grave, en el
concepto jerárquico de una sociedad no demócrática,
en la que
se entra voluntariamente al servicio de la
misma, aceptando
sus
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LA OTRA REVOLUCION
normas y reglas, con el peso y la serenidad conferidas por los
siglos, se cae en concesión tras concesión, que aparentemente
pueden no tener trascendencia, pero sí la poseen en d fondo,
como es la tolerancia en la desaparición
dd traje
talar en los
clérigos. Al principio se autoriza
d llamado

«clerygman» para viajes,
desplazamientos, etc., pasando después por ese afán de conce­
sión conrinua, a que los superiores de comunidades religiosas
autoricen a vestir totalmente de paisano -el «clerygman» ya
había sido rdegado-, y a vivir en pisos, so pretexto de una
vida más identificada con el pueblo. El suprimir
d latín,
el
idioma que atinadamente servía a la universalidad de la Igle­
sia, se justificó con las argumentaciones más pobres:
de que así
el pueblo podría entender la misa -cuando sólo el analfabeto no la entendería, ya que los misales en dos columnas, una en el
idioma nacional, y otra en latín facilitaba la comprensión total
del Santo Sacrificio de la Misa-, de esta forma la Iglesia que
tenía conseguida con siglos de esfuerzo la universalidad, me­
diante d idioma -basta recordar los esfuerzos sin resultado
práctico casi, de hombres como Zamenhof, con su esperanto,
para buscar un idioma univer.sal que sin destruir ni mucho me­
nos los idiomas nacionales facilitase la comunicación entre los
hombres--. El esfuerzo de siglos, una cultura común, se tiró
con la más estúpida frivolidad, y ese esfuerzo, esa facilidad para
la comunicación -verdadero progresi~mo internacionalista, su­
perando las lenguas vernácula,;._, que hacía que un católico de
Nueva Zelanda, pudiese comprender una misa en Bolivia, se des­
preció, se relegó por un aluvión de tópicos de clérigos zafios y
en parte soberbios, por considerarse poseedores de la vedad.
El relegamiento del latín empieza a romper la universali­
dad de las normas, y entonces cada clérigo convierte el antes
permanente e inmutable rito, en algo acoplado a su particular
mentalidad; la Misa, ahora siempre calificada de Eucaristía, ad­ quiere en su desarrollo la particularidad del oficiante de turno.
Las homilías se riñen de temporalismo, olvidando los problemas
religiosos; la salvación del alma y temas trascendentales son ol-
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vidados en favor de concretísimos problemas humanos referen­tes a huelgas locales, injusticias de tales o cuales convenios
co­
lectivos, etc. Al faltar esa instancia superior de referencia a la
Divinidad, nos encontramos con planteamientos meramente hu­
manos, con sus miserias, y en las homilías asoma la estulticia
o la ignorancia del orador. Al tratar de temas sobrenaturales,
pierde importancia el aspecto humano de la oratoria, pero
al caer
en temas meramente temporales, como en la mayoría de los ca­
sos la elocuencia del orador no es ciceroniana ni demostina, sino
asaz sandia, sale a relucir la necedad más absurda, expresada
torpemente.
Por otro lado, el radical cambio operado en la liturgia, ha
conducido a una desacralizaci6n inequívoca de la misma; destru­
ye la religiosidad íntima y necesaria para la comunicaci6n del
hombre con el Todopoderoso, liturgia conseguida a través de
siglos en un prodigio de equilibrio y de armonía. Hay numero­
sos testimonios de destacadas personalidades
de diferentes cam­
pos del saber, que entraron en la Iglesia católica a través de
la maravilla incomparable de su liturgia, parte importante de
un todo, y a través de la cual, con su conjunto de ritos, se eleva
el espíritu humano por encima de la temporalidad, se sumerge
el
ánima de

un estado
de creciente

espiritualidad, y es
camino
propenso

hacia ese afán de perfecci6n que debe ser la esencia
del hombre cristiano.
Pero con esa nueva liturgia no sólo se olvidan esos
afanes
conducentes al teocentrismo, cayéndose muy al contrario en un
evidente antropomorfismo al hablar de cena, reunión, etc., y ol­
vidar lo de Santo Oficio; también se olvida lo que es el Jueves
Santo,
y oon ese antropomofismo se habla de «Día del amor
fraterno», convirtiéndose los actos eclesiásticos, la mayoría de
las veces, en algo que no inspira religiosidad alguna, sino que
además no resultan actos homogéneos sujetos a unas normas
fijas. Basta un mínimo de observación para ver que muchos
oficiantes introducen palabras considerablemente distintas unas
de otros; se le añaden particularidades propias del ingenio o de
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la opinión del oficiante, destruyendo ese sentido católico y con­
virtiéndose en actos inconexos unos de otros.
Además se sustituyen los ritos litúrgicos con tradición de
siglos, forjados en un proceso lento y sosegado, siempre con esa
indiscutible tendencia hacia el perfeccionismo, fruto del añadido
suave, parsimonioso,· huyendo de estridencias del momento, -para·
acoger lo que de solera del mismo tenia, para caer en activida­
des chabacanas, y a veces ridículas. Se suprime
de golpe ese
tesoro, no sólo sentimental, sino musical y artístico, que es el
canto gregoriano, que tanto cautivaba al hombre de talento
-aunque fuese de otra religión, y que veía a pesar
de esas. obras
geniales
de compositores protestantes cual Bach, o incluso de
origen católico como el genio de
Salzburgo-que

hacia que ante
él se despertasen sentimientos desconocidos de su alma, que
afloraban hacia su entendimiento y que le hacían comprender
a través de esa iniciación, la grandeza del catolici.smo. No sólo
el gregoriano, las misas, los motetes solemnes, fruto
y obra de compositores destacados que pusieron su creatividad al servicio de la grandeza de Dios, son sustituidos por obras de
horrísono gusto y, además1 sumamente efímeras, pues de los
cantos modernos en las iglesias hace sólo diez años, vemos hoy
que pocos quedan. Además la chabacanería más atroz, la con­
cesión a los temas temporales más en boga, pero siempre efíme­
ros, sustituyen a lo que tenía por norma la permanencia y de.
jaba sentir su peso, ·sin reparar en acdntecimien_tos efímeros. La
Iglesia católica que asombraba a gentes de otras religiones por
esa permanencia a través de Jos ciclones históricos quiere, por
obra de muchos de sus miembros de hoy, romper esa inmuta­
bilidad en lo fundamental,
sin reparar

que en ese cambio con­
tinuo, en acomodarse hoy a algo que mañ-ana ya será viejo,
radica esta crisis sin precedentes.
Y así vemos las aberraciones .litúrgicas, que llegan a extre­
mos
inéoncebibles, y
en gran parte son motivadas por la igno­
rancia de tantos pastores; ignorancia y soberbia que hacen que
sean capaces de destruir el tesoro de tantos siglos, sustituyén­
dolo por alguno de su
invención. Antes: muchos

de los pastores
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ANGEL MAESTRO MARTINEZ
podían tener tan pOcos tonocimientos como los de ahora -sería
absurdo pedir qué cada· sacerdote fuese en lo teológico un Vi­
toria, un Cano, un
•.,Salmerón~, pero eran

fieles
y respetuosos
con una tradición legada,
y no sólo legada sino revelada. Ahora,
la soberbia, bajo esa aparente capa de humildad, de acusar de
·constantinismo a la Iglesia anterior, de hablar de la Iglesia de los pobres, de decir
que es

una liturgia para el pueblo de Dios,
etcétera;
relucé·esa soberbia

del utópico, convencido de que por
una especie de revelación· --en la que· por' otra parte, no se cree
demasiado- está en posesión de la verdad. Y así, al igual que
para
ellos,·· todo

está
, necesitado

de temporalización, la liturgia
ha de convertirse en algo pretenclidamente popular,
cual sí la
de siempre no fuese esencialmente popular, al servicio de las
necesidades espirituales de todos los hombres,
'Y no meramente
elitista, como se nos quiere hacer ver. El utópico
-'Ose gran mal
de nuestro tiempo- no acepta razonamiehtos; bajo su máscara
pretenclidamente · liberal asoma la cerrazón más ignara, pues ge­
neralmente a su soberbia une la ignorancia más .atroz,_ recubierta
de los tópicos manoseados.
Los co:tnpositores religiosos

hasta ·nuestra época, no fueron
todos, es cierto, úh Antonio de Cabezón, ni desde luego un
Mozart, pero
afiadían algo consustancial al espíritu

religioso,
y
era la aportación de su arte a la búsqueda de la perfección, pro,
pía

del espíritu cristiano; añadían grandeza
y a la vez sosiego
en

busca· de la espiritualidad, que se apoderaba así del corazón
más recatado,

poniendo paz
y armonía en las turbulencias del
alma humana,

conduciendo a la devoción
y hacia la misericordia
infinita del Señor.
Se quieren justificar ]as l aberraciones· cual los «conciertos» de
guitarras eléctricas
y modernos instrumentos de -percusión en los
templos -a fuer que nunca un .· Chesterton se habría visto in­
ducido a convertirse al catolicismo, si hubiese escuchado una
sesión de· «rock» en una misa'· moderna-, con -una de las .m:a~
jaderías características del ignaro progresista actual, y es la de
que así se atrae a la juventud. Al margen de
,los que

supondría
el hecho de que alguien -fuese a la Iglesia porque allí le daban
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LA OTRA REVOLUCION
lo que gusta; entonces los aficionados al automóvil irían a con­
templar los últimos fórmula 1 con tutbo compresor y con re­
frigeración del aire de sobrealimentación, o los aficionados a la aviación contemplarían los más evolucionados prototipos exhibi­
dos en
Le Boutget, o a los aficionados al ferrocarril se les pro­
yectarían películas con el TGV, batiendo entre París-Lyon el récord muodial de velocidad, o los aficionados a la tauromaquia
hablarían de faenas inenarrables de Joselito y Belmonte y así
hasta el disparate. Pero con independencia de ello, lo cierto es que la afluencia
religiosa no aumenta entre la juventud; disminuye, por el con­ trario. Gran parte de la juventud -especialmente en España,
según asombra incluso a corresponsales extranjeros-, encuentra
su religión en la droga y en la· inhibición. Al presenciar en igle­
sias esas exhibiciones en ciertas misas, de música estridente, los
mismos que allí tocan son los que no se han podido hacer toda­
vía nombre en su mundillo; muchos de los jóvenes que asisten,
escuchan esa música, y lo demás les tiene sin cuidado y, además,
con esa soberbia del utópico, al público asistente que no entra
entre los «elegidos» de esa juventud, se la hace soportar· ese
conjuoto estentóreo sin mirar el impacto desagradable que pro­
duce en muchos de ellos. Se trata de uo «aggiornamento» por decreto; el liberal oficiante, revestido de su utopía no se muestra
respetuoso,
cual verdadero liberal con los pensamientos de los
demás, no. Se los impone.
Además, y cuando son cantos eclesiásticost realizados por
esos soberbios que se consideran enviados -no del Altísimo,
pues muchos creen en El con dificultades, sino enviados del
hombre, de
la humanidad-, resulta que como sus compositores
carecen, no ya de uo sentido religioso, sino tan siquiera de
·un
sentido musical, resultan cánticos grotescos y que no dicen nada,
aunque sea desde uo punto de vista meramente humano a los
asistentes. Obsérvese y se verá que todos esos cánticos y cele­
braciones en las que luce casi siempre la impronta del oficiante, son de un gusto no ya dudoso, sino de reconocido mal gusto.
Están obligados a cambiar porque sí,
y los modos de hoy
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han de ser distintos de los de ayer y diferentes de los de ma­
ñana; todo ha de ser cambiante, no hay nada permanente, todo
es efímero ...
Se produce en el mundo nn abandono de la religión católica,
pues con el temporalismo a
ultranza impulsado

por la jerarquía,
y con la contestación dentro de ella, frente al papado, que cuan­ do en casos muy concretos no puede sino manifestar su ineqní­
voca postura como en el caso de la Humanae vitae se califica su
actitud de «hiriente decepción».
Es una constante permanente en
la historia frente a las pos­
turas contemporizadoras; los mismos que le halagan calificándo­
le de amante del progreso, de artífice de una nueva Iglesia, le
calificaron de retrógrado, oscurantista, con epítetos casi simila­ res a los reservados a Pío XII o a San
Pío X.
Con

el temporalismo a ultranza se produce un desapego
hacia
la

Iglesia católica, lo que es natural y humano; una vez aban­
donado su principal fin, su misión sobrenatural,
y al caer en un
antropomorfismo, el activista encuentra un campo mucho más
propio en un partido revolucionario de corte marxiSta-leninista
sin ambages de ningún tipo, que en las explicaciones progresistas
de un pseudo revolucionario sacerdote. Por otra parte, y al ser
connatural al ser humano
la búsqueda de lo sobrenatural, el que
siente preocupaciones no meramente terrenas~ sino que ansía algo
superior, cae de lleno en las sectas de iluminados o fanáticos a
ultranza, con tan poca preparación doctrinal cual puede ser el
caso de los testigos de Jehová, que no le van a hablar de los
convenios colectivos, o del salario mínimo interprofesional, o
de solidaridad con la huelga de los mineros de determinado lu­
gar, o de la maldad de esos monstruos ahominables que son los
gobernantes autoritarios de derechas, sino· que con un primi­
tivismo religioso bastante eficaz, el neófito que no conoce los
absurdos de sus fundadores como Rutheford o Russell, encuen­
tra motivos que le hacen elevarse del mundo cotidiano.
Si el
individuo es algo más cultivado -pues los Testigos encuentran mucha de su clientela en buenas gentes, de nivel cultural bajo-,
se
hará adventista, o mormón, etc., de cualquier secta en cuyos
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LA OTRA REVOLUCION
actos se preocupen fundamentalmente de la salvación del alma, según las particularidades de cada
religión, y
sólo marginalmente
de los problemas temporales. El hombre necesita, en general, una
motivación religiosa,

y
cuando traicionando los clérigos su sagrada misión, cuando la
jerarquía reacciona con timidez y vergüenza frente a los grupos
políticos progresistas, nunca de esa
gaisa frente

a los autori­
tarios de derechas, pues saben que no les van a atacar, y reac­
cionan, no ya con soberbia, sino más bajo, con verdadera chu­
lería -recordemos los últimos tiempos
del anterior régimen-,
cuando llevando el temporalismo a esas últimas· consecuencias,
·prostituyendo algo fundamentalmente teocéntrico
y convirtién'
dolo

en antropomorfismo, ese hombre,
de no poseer ciertos co­
nocimientos que le hagan ver el error en los clérigos
y no en la
Iglesia, ese hombre abandona la misma
y corre en busca de algo
que le satisfaga o le llene -de
ahí la proliferación de los orien­
talistas-, o cae en
el olvido y la indiferencia.
Es un hecho de evidencia cierta, que desde
el Concilio Va­
ticano II, aquel que era indiferente o ateo sigue en esa postura, sin haberse sentido atraído por
las nuevas normas y, sin embar­
go,
el número de practicantes del catolicismo ha disminuido sen­
siblemente.
La educación.
En el campo de la educación es cierto que se ha producido
el casi completo dominio de la enseñanza, vivero de nuevas ge-
. neraciones,
por profesores en considerable parte marxistas o mar­
xistoides, e incluso por los que sin serlo se
han plegado a ello,
por ser
el «espíritu de los tiempos». Ya a finales del antiguo
régimen se produjo la casi monopolización de los libros de texto
por ideologías en flagrante contradicción con
la del Estado que
teóricamente imperaba,
y en España la enseñanza en las faculta­
des de humanidades se impartía en un sentido casi
unidireccio­
nal;

mas no sólo en las facultades universitarias, sino que des-
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ANGEL MAESTRO MARTINEZ
cendiendo a los Institutos de Enseñanza Media y a los colegios
tanto privados como estatales, sólo
la apología de las ideas pro­
gresistas era tenida en consideración, pareciendo que la cultura
o la interpretación de la historia sólo admitiesen una dirección o
modalidad, tan rígida
y exclusiva -característica por otra parte,
tan
clásica ya desde los ilustrados del
XVIII, en que los espíritus
pretendidamente liberales eran dogmáticos a ultranza con los an­ tagonistas--; recordemos a principios del
XIX a aquellos dipu­
tados de las Cortes de Cádiz votando la pena de muerte contra
aquellos que quisiesen alterar la constitución, descalificando a
cualesquiera otros qúe sostuviesen distinta opinión.
Se descuidó en enorme parte la preparación ideológica de
un sector tan influyente y decisivo en
la sociedad, cual es el pues­
to a desempeñar por los maestros, verdaderos formadores de ge­
neraciones futuras, consiguiéndose que en vez de inculcar a los
niños, -con formas adecuadas a sus conocimientos
y edad, .los
principios religiosos y tradicionales, o acordes con las formas
del Estado, fuesen en gran parte deformadores de la infancia y
la juventud, y resultaba frecuente en los últimos años
oír a

ni­
ños
y jóvenes repetir al modo de magnetófonos vivientes todos
los tópicos
contra los
sistemas orgánicos
y considerar la falta de
un sistema inorgánico como una monstruosidad.
Cierta ha sido la infiltración marsista en el campo educativo,
como en tantos otros, pero contra una primera opinión, tani­
poco aquí ha sido la causa decisiva de la revolución, sino la
aprobación por
nnas Cortes ---en gran
medida necias, salvo hon­
rosas excepciones- de una Ley de Educacióri con planteamien­
tos netamente socialistas, y a la vez utópicos. Esas mismas Cortes
sancionaban así algo que iba fundamentalmente contra la misma
esencia
del sistema que encarnaban. Muy probablemente fuese
una conjunción de ceguera, de aprobar lo que fuere, y de igno­
rancia ante la magnitud de lo que se debatía. La revolución en la Educación en España, a pesar del extre­
mismo izquierdista de determinados profesores
y centros, no
responde, en gene:t'al, a unos esquemas marxis-tas-leninistas, ni a
un socialismo clásico; más bien por su forma de plantear la
380
Fundaci\363n Speiro

LA OTRA REVOLUCION
enseñanza, podría calificarse acorde en una me2cla de socialismo
fabiano y de utopía liberal.
La enseñanza moderna al tratar de las humanidades, aunque
en una horrible jerga, propia sólo para iniciados nunca las cali­
fica de humanidades -son llamadas áreas, que pueden ser so­
ciales o de
lenguaje---, enseña

una revisión casi
rotal de
los
conceptos históricos clásicos, con una inequívoca tendencia des­
mitificadora, y un análisis de la sociedad en
.su historia,

inequí­
vocamente fabiano, como es
fa transformación del mundo no a
través de una revolución violenta
--aunque si
llega el caso se
justifica ésta-, sino con una mentalización .de la sociedad que
haga posible un futuro universo socialista. En una purísima ac­
titud fabiana se presenta el análisis de los acontecimientos his­
tóricos en forma de crítica sutil no sólo a las actitudes heroicas,
sino incluso presentando con
. los

tintes más negros a los defen­
sores de la libre empresa, calificados de reaccionararios o de an­
tidemocráticos, y enfocando los acontecimientos, y obteniendo
conclusiones de los mismos que hacen ver, como consecuencia
lógica en la mente del estudiante, al que el futuro de la sociedad
conduce de forma inevitable hacia
el socialismo.
Característica básica de los modos fabianos
--sobre la
que
luego volveremos al hablar de las clases dirigentes-- es que en
su mayoría los implantadores y patrocinadores de esa revolu­
ción educativa fuesen miembros de la clase media, de la clase
media alta, destacados profesionales con brillantes ejecutorias,
no sólo en cuerpos de «élite» de
la Administrración, sino inclu­
so, cual es
el caso de su principal patrocinador, en significados
e importantes organismos internacionales.
A un concepto inequívocamente fabiano debemos añadir tam­
bién
el componente utópico, característico de mentalidades «ilus­
tradas», y que aplican con fanatismo e intolerancia dictatorial
sus ideologías y sus planes de reforma. Así, el hecho de la aplica­
ción por decrero inflexible de las llamadas matemáticas moder­
nas, cual el sistema de conjuntos, que ha hecho que
el niño es­
pañol desconozca por completo, hasta
el extremo de que no
sabe de qué se le está hablando, cuando se le comentan concep-
381'
Fundaci\363n Speiro

ANGEL MAESTRO MARTINEZ
tos elementales de la geometría clásica o de la aritmética. Muy
recientemente comentaba un eminente doctor en matemáticas,
de la Universidad de Cambridge, que tales planteamientos de
la enseñanza, cual
el sistema de conjuntos, han sido ya abando­
nados
en casi todas las naciones, por haberse demostrado su casi
nulidad, y responder a conceptos de los que ha sido experimen­
tado su fracaso no sólo científico
----<¡ue esto

podría ser discuti­
ble----sioo

pedagógico. Pues bien, en España con
la soberbia
que caracteriza al pretendidamente progresista, con la ceguera
terrible del utópico, se siguen los mismos métodos de enseñan­
za, por responder a una idea ya programada anteriormente, y
sobre la que un progresista debería volver. Nunca, el utópico
cuando se le
hace ver la realidad, dice: ¡lo siento por la realidad!
La reforma educativa, una de las causas claras de la «otra»
revolución,
ha originado que al igual que los muchachos ya
adultos ignoren y contemplen con extrañeoza
el rito o tradición
de la Iglesia católica, cual si fuesen las ceremonias de una secta
extraña, ha hecho que cientos de miles de jóvenes y cada vez
en mayoría creciente, consideren en
gran parte

como objetos de
museo o especímenes de laboratorio a aquellos que se atrevan a
sustentar los males de la utopía, o que el socialismo conduce de
forma ioevitable a
la tiranía.
Política y costumbre,.
Al encontrarnos con otra de las causas que está haciendo
posible la «otra» revolución, la revolución en las formas de vida y las costumbres de la sociedad, otra vez más tenemos que
comprender que
el marxismo-leninismo --al estudio del cnal, de
las influencias en la historia de Lenin y de Gramsci, lleva este
autor dedicados
tlempo y

espacio considerables para poder opi­
nar con cierto conocimiento--- no ha jugado tampoco, y, menos
que en los aspectos anteriores aún, un papel primordial. En el cambio de las costumbres y formas de vida de la so­
ciedad encontramos una especie de urgencia en la búsqueda del
382
Fundaci\363n Speiro

LA OTRA REVOLUCION
cambio, en el cual, la burguesía demuestra una miopía de enor­
me número de dioptrías, más bien casi una ceguera.
Buena parte de esa burguesía, en sus sectores más altos, com­
ponía la clase política del antiguo régimen y del nuevo, hasta
el advenimiento del gobierno socialista -la composición de este
último es un tema muy interesante, pero que escapa de los
lími­
tes de este trabajo--, pero esa clase política ya no creía en el
sistema que teóricamente defendía. Es cierto
el hecho de que
durante los últimos tiempos las clases medias-altas
estaban des­
pegadas

del mismo, y que a los puestos ditigentes del régimen
accedieron hombres
de poca o nula fe en ese sistema que habían
de representar, y ¿cómo podía esperarse de personas sin
fe en
su misión, no ya que perfeccionen, sino que defiendan tan . si­
quiera algo en lo que no creen?
Resulta natural, por tanto,
el que se permitiese la completa
dedicación

de la mayoría de las editoriales a
la apología del iz­
quierdismo, cuando no del marxismo, así también la aparición
en porcentaje
abrumador de

las obras teatrales, de la canción,
de la poesía, en fin de cualquier actividad artística o presunta­
mente artística, destinada a
la ridiculización y destrucción de las
ideas teóricamente-vigentes. Nos hace recordar a aquellos perso­
najes como Malesherbes, celosos defensores de la libertad de
destrucción del sistema, cual los enciclopedistas, y perseguidor
implacable de los que defendían las esencias mismas del régi­
men atacado. Parco consuelo es que Malesherbes fuese guillo-· -
tinado, o que
el ambicioso y utópico Laffayette tuviese que
huir de Francia, o que
el último de los enciclopedistas sobrevi­
vientes cuando la revolución, el abate Raynal, fuese insultado
por los jacobinos, cual si de un furibundo realista se tratase.
En España hemos visto, lo que ya es una constante histórica,
y
es que los aperturistas de antaño sean hogaño tratados de reac­
cionarios y fascistas.
En una visión objetiva y desapasionada, cuando no ya esa
clase política, sino las más altas magistraturas del Estado ceden
su autoridad, cuando abdican de su jerarquía, y cuando recurren
de manera
pertinaz y

constante a
la demagogia,
a la complacen-
383
Fundaci\363n Speiro

ANGEL MAESTRO MARTINEZ
cia con las fuerzas que hist6ricamente fueron sus enemigos se­
culares
y cuando creen ver su salvaci6n en la alianza con esas
fuerzas, preparan ele forma inexorable su ruina y destrucción,
y lo más grave es que esa ruina y destrucci6n no alcance sólo a
ellos, que bien merecido
lo tendrían, sino al conjunto de habi­
tantes,

y a la nación toda.
El entreguismo ha sido una característica básica de las
socie­
dades

dispuestas a su propio suicidio, desde las clases antes
mencionadas de
la Francia pre,revolucionatia, la Rusia de entre
la revolución de febrero de 1917 y la de octubre, la España de
los. tiempos

inéditos antes del 14 de abril de 1931 ... y natural­
mente la España de las postrimerías del antiguo régimen; todas
han creído posible aplicar a la revoluci6n con concesiones. Ese entreguismo, ese
afán de hacerse perdonar a toda costa
un pasado antidemocrático -por parte de hombres que jugaron
un importante papel en el desarrollo de una. concepci6n totali­ taria del
Estado--fueron

factores de destacada importancia en
la formaci6n y desarrollo de la izquierda, cuyos brillantes e
in­
negables

resultados ahí los tenemos.
La izquierda española te.nía una organización de cuadros,
muchas veces divididos en luchas intestinas, estaba fragmentada
y desunida, pero la labor del segundo gobierno de la Monarquía
consiguió para ella, sucesivamente perfeccionada por posteriores
gobiernos, la espléndida situación de que
hoy disfruta. Existía
algo así como un profundo complejo de culpabilidad, un afán de
ceder en todo, de entregar, de hacerse perdonar. Los miembros
de la clase política dirigente parecían imbuidos de un mesia­
nismo, queriendo pasar a
la historia cual redentores de un pue­
blo

oprimido cuya vida se desarrollase en
la caverna, y al que
sacarían a la luz ofreciéndole un brillante
y esplendoroso por­
venir.

De nuevo la utopía de 1812, la utopía de siempre y sus
terribles consecuencias.
Pero no sólo la clase política muestra su abyección, a vecesi
y otras su frivolidad. Enorme parte de la burguesía ~también la
aristocracia pero resulta mucho menos importante al haber per­
dido
en su inmensa mayoría su antiguo papel
histórico---, juega
384
Fundaci\363n Speiro

LA OTRA REVOLUCION
frívola y alocadamente al cambio por el cambio, se entrega en
brazos de la nueva moda, y lleva la «otra» revolución a cam­
pos alejados de la política, pero que moldean y
dan forma a la
sociedad. Los aristócratas del siglo xvm acogían, en sus salones,
prodigando toda clase de elogios a los ilustrados destinados a
acabar con el antiguo régimen y con ellos mismos.
Se hacía feroz
burla de los defensores de los valores tradicionales; pues bien,
hoy, con mucha menor
talla, desde luego, al ser. el material hu­
mano de esa burguesía bastante deleznable y con una cultura
de revistas y de tópicos, se repiten situaciones similares. Jóvenes profesionales de ambos
sexos, matrimonios

progre­
sistas, ejecutivos de
aire dinámico y un largo etc., constituyen
ese amplio espectro denominado burguesía, superador de un con­
cepto decimonónico de tal palabra. La característica común de ese amplio e importantísimo grupo social, es el tópico. Todo
en ellos responde al tópico
y, curiosamente, al igual que la ju­
ventud de profesión «inconformista», se vanaglorian y presumen
de ser seguidores de la libertad, y enemigos de clasificaciones
y clichés estereotipados. Ponerse en contacto con ellos, estudiar
de cerca sus costumbres, sus gustos, sus modas y veremos cómo
nos encontramos ante un ejemplo asombroso de personas-masa.
Responden con lugares comunes a cualquier pregunta sobre
filosofía, cultura, política, historia... Inevitablmente dirán de algo extraño o peculiar, que «es kafkiano» -sin tener ni idea
de la obra del escritor checo-.
De cualquier espectáculo, con el
pobrísimo lenguaje que les caracteriza, dirán que «es fabuloso». Si observamos una reunión de veinte mujeres y de veinte hom­
bres juntos, veremos que, probablemente quince
de ellas, por lo
menos, estarán con el cigarrillo encedido, mientras los hombres
apenas lo harán la mitad, pero así, ostensiblemente, y a veces de
forma inconsciente, demuestran su igualdad y ausencia de prejui­
cios. Preguntar qué tal les fue en determinado sitio, o que expre­ sen su opinión sobre algo; de forma indudable nos dirán que era
«como muy diverúdo», o «como muy extraño», o «como muy
aburrido», siempre el barbarismo gramatical saldrá a relucir.
Mujeres jóvenes y no tan jóvenes, en días de sol cuasi africano,
385
Fundaci\363n Speiro

ANGEL MAESTRO MARTINEZ
llevarán los lentes o gafas de sol colocados casi sin remedio en­
cima

de su cabellera, nunca para lo que fueron diseiíados en
su natural misión. Frente a una actitud de violencia de cualquier
grupo, o de mero salvajismo, se dirá: «es una actitud .fascista»,
sin considerar · qué relación puede haber entre unos terroristas
que asesinan gente indefensa con las teorías de los fascios, o la camisa negra y el puñal, o los regímenes corporativos. Así po­dríamos seguir con multitud de características que asoman en la
mente de todos:
Mas hay alguna de esas características sobre las que resulta
forzoso hacer hincapié, aunque breve, y que por conocidas y
difundidas, por verlas a diario en
el cotidiano vivir afectan en
enorme medida a la juventud toda. Una de las más señaladas
y
de efectos más espectaculares es la del lenguaje que entre las clases populares prolifera al punto de constituir una verdadera
revolución, pero dicho lenguaje resulta carente de ingeniosidad
tan siquiera, sino más bien mera colección de dislates, que se
exhiben en retabila venga o no a cuento, de donde se deduce
su falsedad,
y como el dicho lenguaje no responde a necesida­
des y expresiones populares, se observa la artificiosidad del
mismo.
Este moderno lenguaje, por otra parte, de presumible vida
efímera por
responder a la moda,
ha sido fomentado por escri­
tores de inequívoca laya, así como por medios informativos, de
los que luego hablaremos, deseosos de ofrecer ese cambio por el cambio, de buscar lo sensacional, sin importar no sólo su
chabacanería, sino su evidente artificiosidad. Después es popu­
larizado a través de cajas de gigantesca resonancia cual la tele­
visión
y la radio, también recogido por el cine y el teatro, y a
continuación muchos columnistas de moda
--aunque traten

de
los temas más dispares- se ven impelidos a recogerlo
y a ha.
cerse

eco del mismo, habiéndose creado un estado de opinión,
en este caso el referido lenguaje, de la forma más antinatural
y
artificial, pues bien visto está que no se trata de recoger el len­
guaje popular, no; por el contrario, nos encontramos con un len-
386
Fundaci\363n Speiro

LA OTRA REVOLUCION
guaje fabricado, pero que a través de unas técnicas se vende al
pueblo cual si
de él procediese.
El pueblo cree que responde a sus expresiones, sin ver que
ha sido manipulado y se regodea en las palabras nuevas de
sentido deformado oon cierto orgullo, especialísimamente entre la juventud, de saberse poseedor de un lenguaje nuevo que le diferencia del de la sociedad al uso. Lo cual es, también,
además
del

sentido estétioo deplorable, falso, ya que dicho modo de
hablar no responde a nada cabalístico o que sólo pudiesen en­ tenderlo un grupo de iniciados para oomunicarse entre sí; falso
rotundamente, pues el número de palabras es muy reducido,
y
no puede mantenerse ninguna oscuridad sobre sus mensajes, cual
si se comwúcasen en quechua, en guaraní Ó en kalmuko; .pero
es que reduciéndolo al simple «argot» es pobre en demasía, ya
que resulta muy difícil, salvo para un iniciado, comprender una
conversación en «caló», por tener cierta riqueza en términos,
basada en gran parte en una experiencia secular, pero no en
entender ese lenguaje de hoy. El lenguaje característioo de esa
parte joven de la sociedad española --con especial énfasis entre
las clases populares, pero imitada a ultranza por jóvenes
de la
burguesía media y alta-, es la retahíla de palabras sin venir a
cuento,
cual absurdo y monótono sonsonete. Esas horribles pa­
labrejas, algunas desfiguradas de su común sentido,
cual el «tío»,
palabra

que escuchando a gente joven tópica, aflora en cifra que
puede ser evaluada en un 40
% de los sonidos utilizados en una
conversación normal, y que a través de modestas investigaciones
sociológicas he podido observar que sale a colación venga o no
venga· a cuento, y pronunciada además con un sonsonete desga­
rrado y de desgana, pues es necesaria y obligada una fonética
particularísima al pronunciar dicha palabra.
A continuación asoman esas retahilas antes referidas sin or­
den ni concierto, expresadas atropelladamente oon el objeto de encadenar las más posibles en un breve espacio de tiempo, cual si alguien estuviese midiendo el menor tiempo en que proferirse
puedan mayor número de esos neologismos bárbaros. La artificio­
sidad del mismo resulta evidente, ninguna raíz verdaderamente
387
Fundaci\363n Speiro

ANGEL MAESTRO MARTINEZ
popular y expresi6n de un sentir, sino reflejo condicionado dd
mensaje

t6pico repetido por ciertos canales. Si ciertos investi­
gadores progresistas manifiestan que la
semi6tica puede

conver­
tirse en una arma eficaz contra la manipulaci6n política y cul­ tural, como de
costumbre callan,

cuando podía aplicarse
la
semi6tica al estudio dd lenguaje en la «otra» revoluci6n y si­
lencian que una verdadera aportaci6n
podría consistir en cono­
cer de verdad el significado real de los menasjes y desemnascarar
las apariencias. Otra
forma de

alienaci6n que afecta no ya a las ideas, sino
al cerebro en su concepto físico, son esas músicas no ya estri­
dentes, que los adjetivos resultan insuficientes, pues que resul­
tan ya tan hortísonás y enloquecedoras en su verdadero sentido.
Sabido es que la exposici6n del oído humano a un sonido su­
perior a los 92 decibelios, de forma continuada, y por espacios
de tiempo de una duración aproximada a
las dos horas, dura­
ción más o menos corriente en los «conciertos» de «rock-duro»,
llega a producir trastornos físicos y psíquicos que de ser conti­
nuados pueden ser irreparables. La combinaci6n de potentes y sofisticados aparatos repro­
ductores de hasta 80 6 100.000 watios junto con los ruidos
y
gritos inarticulado·s propios de esos oonjuntos de «rock-duro»,
pueden originar una sustitución de
la droga en determinados
momentos,
y esta expresión, de verdadera contracultura, produce
en
el cerebro humano efectos de enloquecimiento, agresividad y
en otros casos inhibición; en fin algo tan peligroso que desborda
la mera concepción estética sobre sonidos que pueden ser com­
parables a las turbinas de un reactor al despegar y desborda esa
visi6n ética, para caer en
d campo

de
la alienación a través de
la particular
expresi6n de

esa «música».
Asinúsmo, los vestidos más grotescos son exhibidos hoy en
día, no sólo por esa juventud, también por personas de edades
nada juveniles, Diríase a
la vista de esa exhibición obligatoria
que
todo
d año

es carnaval -igual se trate de hombres y de
mujeres-, pero esas gentes que así -una vez más el tópico-­
quieren expresar su antíconformismo, su ansia de romper con-
388
Fundaci\363n Speiro

LA OTRA REVOLUCION
vendonalismos, son inconscientes de su manipulación más evi­
dente. No visten así porque sean independientes; independiente
es el campesino que con su traje tosco de faena acude a resol­
ver cualquier asunto en
la ciudad, o el obrero que en camiseta
o con su torso desnudo
al hacer
una pausa en
la obra de cual­
quier vía pública se muestta de esta forma, pero sin ánimo de
exhibición alguna, o se echa la siesta en público para disfrutar
de un pequeño rato de descanso. He conocido a hombres
ver­
daderamente

independientes en el vestido
y sin convencionalis­
mos de ningún género, que igual
salían a

la calle con una
cha­
queta

del pijama, que con unos pantalones raídos o chaquetas
llenas de brillo y manchas, etc.; éstos sí que eran anticonve­
cionales.
Pero el anticonvencional tópico de nuestra época, no; viste
con afectado descuido, y siempre con prendas que lleven aire
de modernidad, nunca con prendas viejas
y astrosas, pero que
respondan a conceptos tradicionales.
Podrá verse
a mendigos
miserables con chaquetas
y gabardinas de verdadera miseria, pero
el rebelde, el anticonformista de hoy nunca llevará esas prendas aunque se
encuentre en

verdadera necesidad; siempre exhibirá
«anoraks», pantalones vaqueros, pantalones estrechísimos, etcé­ tera; inevitablemente llevará, en vez de zapatos, zapatillas depor­
tivas blancas, o de colores claros, más caras que los zapatos
clá­
sicos, pero que le darán < pasibilidad del mendigo, e incluso de hombres anticonvenciona­
les en llevar, destrozadas sí, pero ropas normales, eso nunca. Ha
de hacer profesión y fe pública de su concepto moderno.
Por otra parte.
y esto es culpa de los educadores, utilizará in­
flexibleme!lte, en los. ejercicios escolares, calculadoras electróni­
cas, so

pretexto de eficacia
y no perder el tiempo con «rutinas»,
acentuando aún más su ignorancia.
Todas esas masas, tanto de clases sencillas y populares como
de clases más elevadas hacen gala del anticonformismo profesio­
nal,
y son juguetes de las modas impuestas por los diseñadores
y vendidas por los grandes almacenes capitalistas, que consiguen
enormes negocios
y producen fluctuaciones continuas de la moda.
389
Fundaci\363n Speiro

ANGEL MAESTRO MARTINEZ
Si fuesen anticonformistas de verdad y antitópicos y anticonven­
cionales, harían exactamente lo contrario de su conducta actual,
y responderían con la indiferencia más absoluta a esas campañas
inequívocamente capitalistas que deberían denostar profunda
y
fieramente.
Recientemente decía, con su característico ingenio y cultura,
un filósofo e intelectual, el doctor Petit Sullá, que al bablar de
una joven de quince años,
y de sus aficiones, de forma inexorable
babría que decir «con quince años tiene que acudir a los con­
ciertos de rock. Resulta obligatorio». Mas no sólo es ese concepto de adoración ciega
bacía el

tópico
que puede ser característica de cierta parte de
la juventud, en
abierta y flagrante contradicción con sus exposiciones teóricas;
es también condición particular de sectores de la sociedad per­
tenecientes a las clases directivas de la misma, y que aceptan la
«otra» revolución no sólo en los aspectos antes citados, sino
también en la concepción de las formas políticas por las cuales
la misma ba de regirse. Muchos de ellos, sobre todo los que ocupan puestos direc­
tivos en las empresas,
y no sólo en la empresa pública, sino en
la privada, en su inconsciente aceptan claramente el socialismo fabiano, más hábil que el socialismo marxista de su época, pues
es sabido

que los fabianos consideraban mucho más fácil
y pro­
vechoso la inocuÍación doctrinal socialista, en los hijos
y fami­
liares de la burguesía que entre el proletariado, comprendiendo
que no es de éste sino de las clases más dotadas económica
y
culturalmente donde ban surgido la mayoría de los líderes y
dirigentes. Esos directivos de empresas privadas aceptan el socialismo
respetable, respetable en sus formas pero no comprenden por su estupidez congénita que se está produciendo la subversión
de la sociedad. Pueden ser increíblemente listos y habilidosos
para ganar dinero en sus negocios, adaptarse a las nuevas situa­
ciones
y con esa soberbia humana decir que «a ellos no se la
da nadie». . . El hecho de que sean hábiles para ganar dinero en
sus empresas
--- será más dificil, pero aún siguen con-
390
Fundaci\363n Speiro

LA OTRA REVOLUCION
siguiéndolo- les hace ver el mundo con una visión sumamente
particularista,
y pensar que ellos deben llevarse bien con el
gobierno de tumo, sea
cual sea su ideología; aunque entre los
fines de dicho gobierno
. -y no ocultos sino públicos- figure
la consecución de un estado socialista. Líderes empresariales,
y de organizaciones patronales no va­
cilan en confesar -¡increíble necedad!, en hombres de cierto
talento, pero se ve que únicamente par1:_1. sus cosas- que a ellos
lo único que les interesa es la defensa del sector que represen­
tan,. tributando así un indisimulado tributo de vasallaje al go­
bierno socialista. Y, naturalmente por un elemental desconoci­
miento histórico del adversario, piensan que éste se lo va a
agradecer el día de mañana o el de hoy mismo. Claro que igual­
mente manifestaban en tiempos pretéritos su adulación al sis­
tema anterior, excepto en sus postrimerías, cuándo ya se veía
que el edificio se resquebrajaba.
Quieren sentar talante de progresistas, y que los socialistas
moderados con los que tratan en sus asuntos públicos vean que
ellos no tienen nada que ver con
la grotesca imagen del capi­
lista con sombrero de copa, chaqué, gordo, con puro
y con bolsa
en
la que se lee el símbolo $. Ellos se consideran más listos
que nadie, piensan que con ellos, con sus empresas! con su sec­
tor, no irán las medidas nacionalizadoras; los casos en que se
han producido nacionalizaciones, en general los justifican y ex­
plican,
sin escarmentar nadie en cabeza ajena, considerando que
ellos son los elegidos,
y que dada su «comprensión» hacia el
sistema, los rectores de éste serán comprensivos con él. Lo que
nos enseña 1a Historia no tiene para ellos mayor importancia,
a pesar de que aunque pueden ocurrir casos cual el rico fabri­
cante de jabón estadouoidense Joseph Fels, que ayudó a los bolcheviques en la conferencia del partido en Londres en 1907,
entregando a Gorki 3.000 libras esterlinas,
y a quien Lenin ma­
nifestó su gratitud en 1921 devolviéndoselas, a cargo del go­
bierno soviético; estos casos son más bien raros, y los directo­
res de tantas
empresas, aunque

desconocen los casos como
d de
la Fels Nafta, piensan que ellos serán también los elegidos.
391
Fundaci\363n Speiro

ANGEL MAESTRO MARTINEZ
Claro que muchos de esos directivos, sin saberlo ellos mis­
mos, se encuentran inmersos en el socialismo fabianó1 ya que
pertenecen a· esa nueva «élite» de los «managers», de los es~
pecialistas, gerentes, etc., que sin. ser empresarios, se autotitulari
como tales, y en un lenguaje pedantesco hablan de los proble­
mas empresariales, de las dificultades de la empresa, etc., .cuando
están desprovistos

de verdaderas responsabilidades
. que
atañen
a la supervivencia de dichas empresas. De la ruina de las mis­ mas no se derivan para ellos consecuencias quizá irreparables
como para los verdaderos dueños o accionistas, pues no arries­
gan su capital y, al mismo tiempo, son despreciados por los ver­
daderos
trabajadores que los consideran traidores a su causa.
En un acertado estudio sobre la influencia fabiana en
la
Universidad,

realizado por la Fundación Veritas de Harvard, se
toca el tema certeramente:
«... los fabianos crearon la técnica
de propaganda consistente en hacer callar a los dueños de las
empresas privadas llamándoles reaccionarios, antidemocráticos,
dictatoriales, al mismo tiempo que conspiran para imponer
el
control dictatorial unipartidista sobre la sociedad, control reali­ zado por una
«élite» de
especialistas, gerentes
y políticos».
Si además extendemos la mirada a
· los

gerentes de las. empre"
sas públicas españolas como el INI,
el INH, Empetro!, SEAT,
cuando una prensa no sólo sectaria, sino la más de las veces bo­
rreguil que bebe en sus propios tópicos, les pregunta: «¿qué opi­
nan los empresarios?, entonces la cuestión resulta-tan grotesca
que es de verdadera carcajada, y no en el sentido que se expresa
habitualmente: «esto es de
risa», sino

en el literal, de verdadera
risión. Se llaman empresarios a señores que, cual el presidente de
la SEA T, originan pérdidas cada año por valor de miles de mi­
llones, ¡y no se les echad, ¡asombroso! Es comprensible entonces
que cual canes agradecidos laman la mano de sus amos, y el
Presidente de INH y antes de Altos Hornos
-o los que
fuese necesario,
y hayan ido a la ruina, después de su gestión
«empresarial»-se muestren totalmente «acordes y compren~
sivos» con la aplicación de precios reales para la energía, según
manifiesta
el gobierno de turno.
392
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LA OTRA REVOLUCION
Descendiendo de nivel, y desde los altos puestos gerencia­
les a los mandos directivos, e intermedios, o a los titulados
su-,
periores,

vemos el reflejo de estas mentalidades, y los t6picos
repetidos en las alturas en forma
de gigantesca caja de resonan­
cia se
amplían a

límites insospechados. Los t6picos de la cultura
estereotipada, la lectura de los mismos «best-sellers», el escoger
los mismos lugares de veraneo, ese aire de pretendido desenvol­
vimiento, se repiten macbaconamente. Leerán indefectiblemente
las mismas revistas, en el puente aéreo Madrid-Barcelona, los
veremos con el inevitable ejemplar de
El pais debajo del brazo,
y dirán vaciedades t6picas sobre la situaci6n en «América
La­
tina».
Pero un detalle que escapa a la categoría de anécdota y pue­
de haber tenido una considerable importancia en el cambio de
las costumbres y en las formas de vida impuestas por la «otra»
revolución, es el hecho, en gran parte realizado por esa clase,
y multiplicado hasta aspectos increíbles, a medida que baja el nivel cultural es el del tuteo. Cuando un idioma de la riqueza
del castellano presenta las particulatidades del tú y del usted,
con la incomparable gama de acepciones propias de diferentes
situaciones, se suprime d usted sin ninguna amistad, con un
conocimiento, superficial, con unas relaciones meramente conven.
cionales, sin afinidades ideológicas de ningún tipo; se utiliza el
tuteo,
inmediatamente, como si por decreto fuese impuesto.
Antes el tuteo era símbolo de amistad, de confianza, «con
fulano se tutea»,
cual expresión de intimidad. Ahora se impone,
sin que a cambio signifique amistad alguna; ¡cuántas veces bajo
un tuteo simplemente formal y tópico se esconde una fría impa­ sibilidad ante cualquier problema humano! Personas de las antes retratadas, ya con bastantes afios a
sus espaldas, mujeres en los umbrales de la senectud, pero que
han sido tocadas por la necesidad imperiosa de fumar acelera­
damente, al ser esto moda, tratarán de tú a personas de su
edad a las que acaban de conocer,
y a las que jamás, si no
hubiese sido declarado moderno
y obligatorio el tuteo, nunca
habrían actuado de esa forna, y así vemos cómo esos hombres
393
Fundaci\363n Speiro

ANGEL MAESTRO MARTINEZ
y mujeres, mayores y jóvenes, que alardean de progresistas, de
anticonvencionales se entregan de lleno al tópico y al
prejuicio
al

uso, son esclavos de su tiempo. Pero ellos, tan progresistas,
tan anticonvencionales
son. pródigos

en el uso del
tú, a menudo
con las personas que
desempefian puestos

subalternos, y
así se
les ve en los bares decir al camarero: 1tráen_os esto!, o a su
sirvienta, o a su secretaria, al ordenanza de su empresa, etc., res­
pondiendo de esta forma al más puro estilo del señorito saine­
tesco. Ambivalencia mental entre progresismo y se:ñoristismo,
pues ¡ay! de sus empleados que en justa correspondencia les
correspondiesen en el tuteo.
Asimismo, entre la juventud española universitaria tópica
-ejemplar donde, salvo honrosísimas excepciones el tópico llega
a lo increíble y la incultura disfrazada de vanguardismo resulta
atroz-, no sólo se encuentra retratado lo anteriormente expues­
to, sino que se utiliza de forma a veces forzada desmesuradamen­ te, el lenguaje soez. Pacientes observaciones sociológicas, y sobre
variedad de sujetos, .demuestran la presencia en esos verdaderos arquetipos, de esa constante del lenguaje soez, increíblemente
chabacano, como prueba de liberación y de
progresía. A

veces
la actitud resulta antinatural y forzada, pero en la expresión
coloquial más normal, ha de introducirse
la nota procaz. La re­
volución en
el lenguaje es enorme, y el abuso de lo que antes
podría ser un natural desahogo antes situaciones comprometidas.
es utilizado hasta la saciedad. Pero de esas investigaciones socio­ lógicas pacientemente realizadas, puede deducirse un lenguaje
incomparablemente más soez en la joven universitaria, que en
el de la empl~ada en labores burocráticas, y en que en el de la
dependienta de oomercio, que
·en el de la obrera manual. La
«pose» alcanza caracteres pedantescos,
y la ignorancia, ya clá­
sica, del universitario o universitaria española media -sólo com­
parable a la del periodista espafiol sensacionalista, ambos son
audaces
y con. pretensiones de originalidad-, compone una tris­
te
y lamentabilísima estampa de un conjunto social, sumergido
en la incultura, decadente,
y sin atisbos, lo que es más tr;rnen­
do,
de

solución, pues su soberbia, el alago desaforado a las vir-
394
Fundaci\363n Speiro

LA OTRA REVOWCION
tudes de la juventud --cual nueva clase social escogida-, le
incapacitan pata cualquier proceso regenerativo. Ante tal cúmulo de desastres de las clases dirigentes, en­
cuentra pleno sentido una frase de D'Ors: «Hay épocas en
que un grupo social
pateee movido

por una gran sed de propia
infamia. No
hay goces entonces más buscados que los goces de
la promiscuidad».
Los medios informativos
Otro factor eminentemente decisivo. Si dirigimos tan sólo
una
mirada a lo político, antes de entrat en lo sociológico, ve­
mos el papel de primera magnitud que desempeñó la prensa
--entonces la

televisión estaba controlada y
la -radio no tenía
la facilidad informativa de hoy- en la desaparición del Anti­
guo Régimen. Era esa época del
final, los años 74 y 75, que
tantísimo recuerdan el suicidio de la Monarquía de 1930-1931,
y en que la actuación de aquellos gobiernos fue tan similat a
la que tu"vo Berenguer. Esto fue denunciado en aquella época,
y así lo manifesté a través de los limitados medios de difusión
en que era posible, haciéndolo llegat a donde podría haberse
evitado, pero nunca mejor lo de la voz que clama en el desierto
--claro que éramos varias voces, y algunas autorizadísimas-, y
lo que a finales de 1973 se veía, o veíamos con pasmosa nitidez,
era tachado por superficiales y frívolos, de «catastrofista»,
y aun­
que nuestra foturología no llegó al extremo de contemplar la
realidad de finales de 1983, si fue suficientemente avanzada para
hace diez años -sin ningún don profético que el cielo nos
concediese--, tan sólo basándonos en un análisis frío
y desapa­
sionado de la realidad,
y su comparación con situaciones his­
tóricas pretéritas. A partir de esos años, el ataque de la prensa «liberal» y
aperturista al gobierno es crecientemenre furibundo, con
la to­
lerancia gubernamental, eso sí. Se le zaherían sin piedad a pesat
de
la permisi~ida~ con que se observaba el desarrollo crecien-
395
Fundaci\363n Speiro

ANGEL MAESTRO MARTINEZ
temente oposicionista en el fondo y en el lenguaje de dicha
prensa. Con reconoci.da habilidad esa prensa creó artificialmente
el clima de perseguida, para a través, de ese gigantesco lavado
de. cerebro --cuyos efectos estamos viendo en personas ni mu­
cho
. menos

izquierdosas, pero
sí sometidas a ese martilleo con­
tinuo -parar cualquier represalia, induciendo a creer a través
de

falacias millones de veces repetidas que era perseguida
y
aherrojada- aparecen posteriormente títulos sensacionalistas cual
«las linotipias del· miedo--», para hacernos ver que eran héroes
que en vez de derribar algo que se caía desde dentro, por la
labor de sus dirigentes, luchaban por el contrario contra gigan­
tes cual Stalin, Hitler o Mao.
Eran tolerados

-nuevos Malesherbes- los ataques ya no
encubiertos a las Instituciones del Antiguo Régimen, sin que ocurriese nada en absoluto, y el Ministro de Información, quien
se apresuraba a decir que el no venía a cerrar nada, declaraba
con inaudita estulticia: «la prensa no está mal, sí acaso alguna
revista, pero
ni mucho menos los diarios». Bajo este autoclima
de «persecución» se paralizó cualquier intento contra ella, ya
que cuando la propaganda es tan masiva
y axfisiante llega a
enloquecer a los dementas rectores, máxíme cuando los mismos
o no tenían las ideas claras o no tenías demasiada convicción
en las ideas que teóricamente debían defender. Las declaraciones progresistas de los ministros de los dos
últimos años del Antiguo Régimen, con que «así se quitaban las armas a la subversión», «se establecía un sutil hecho directo
con el pueblo», el
espíritu del

12 de febrero, sostenido por su
presidente y halagado desaforadamente, eso sí, con los tópicos
habituales -pues la pseudocultura

de ciertos informadores
po­
líticos se mueve casi siempre a los bajísimos niveles del tópico-­de luz que alumbra las tinieblas de la reacción, de esperanza, etcétera, a dónde han ido a parar después; hoy en día aquel pre­sidente del gobierno y sus ministros, lejos de ser considerados
como precursores de otro sistema, son calificados con epítetos
y denuestos tan feroces, por aquellos comentaristas que les ha­
lagaban, cual si se tratase de verdaderos nazis.
396
Fundaci\363n Speiro

LA OTRA REVOLUCION
El Régimen, que al princrpm tuvo una censura de prensa
férrea, y a veces hasta ridícula vigilando la medida del culto a
la personalidad
y aspectos por el estilo, dejó que de las escuelas
de periodismo saliesen promociones de nuevos periodistas con deficiencias doctrinales en un comienzo, y a veces culturales
-aunque comparado con lo que vemos a diario hoy, eran pozos
de ciencia-, y luego generaciones de periodistas cada vez más
imbuidos de un matiz socialista -y así vemos en puestos di­
rectivos actuales a muchos de aquellos que empezaron en la
prensa controlada por el Estado o los sindicatos-, hombres que a su vez impusieron un
rígido control

ideológico -y este
si que fue rígido-- y con un maniqueísmo informativo. Al no po­
der tratar con total sinceridad de su pensamiento los temas
nacionales, se trataban sectaria y unidireccionalmente los inter­
nacionales,
y el gobierno creía, joh ingenuidad!, que la cosa no
iba con ellos.
Hay que destacar, pues es de justicia, el importantísimo pa­
pel que en el desmantelamiento y desguace del sistema jugó
la revista
Cambio 16, sobre la que podría escribirse una ver­
dadera tesis del papel e influencia de los medios informativos,
y ya entramos en un campo sociológico, el último de este es­
crito, en el que tratamos de ver las causas coadyuvantes a la implantación de la «otra» revolución.
A la mencionada pt1blicación le correspondió un protagonis­
mo sumamente activo en la liquidación del anterior sistema;
su aparición era mirada con verdadero temor por esa clase po­
lítica declinante que ejercía el poder, y las rarisimas suspensio­
nes de la misma, fueron efectuadas con cuidadosa prudencia,
temiendo ofenderla con medidas demasiado bruscas y radicales;
la publicación, consciente del enemigo que tenía enfrente,
hacía
que entonces se extendiese la voz de las sanciones contra ella,
y cual vestales ofendidas, se multiplicaba el efecto, incluso fue­
ra
de
España, reflejándolo como de persecución a la democra­
cia. Las autoridades miraban aún con más timidez las sancio­
nes que fueran a efectuarse, aunque los artículos o comentarios
397
Fundaci\363n Speiro

ANGEL MAESTRO MARTINEZ
fuesen todavía más fuertes, y el temor a la reacción contra
dichas sanciones incapacitaba para actuar.
La publicación suscitó una inequívoca corriente de súnpa­
tía y apoyo de esa burguesía a la que antes nos referíamos
-burguesía que ven con deleite como se
la insulta en obras
de teatro, conferencias, artículos, y encuentra placer en ese en­
cenagamiento---, los anuncios y una publicidad carísima llena­
ron sus páginas, y se puede observar repasando colecciones de
la época, ver como proliferaban anuncios a color y de página
entera de

organismos estatales o dependientes del mismo: el
INI, la Renfe, Refinerías Petrolíferas, Iberia, Seat, Pegaso, etcé­
tera, donde esa alta burguesía que nutriría después las filas de
la UCD, ocupaba los puestos. directivos. Si además vemos, cual
ha sido publicado, que es la revista favorita del actual Jefe del
Estado, es comprensible su influencia. Adoptando un estilo de tirulares pretendidamente ingenio­
sos, bien presentada, con u.na inequívoca unidireccionalidad. en
los temas que fuesen, culturales, políticos, religiosos, respondía,
más bien formaba, los gustos de esos jóvenes -y no tan jóve
0
nes- ejecutivos, directivos, profesionales, cambiando la socie­
dad española en sus capas altas
y medias-altas, surgiendo en­
seguida multitud de imitadores muchos con una vida efímera.
Pero los imitadores para poder subsisitir necesitaban superar
a su maestro, y se produce una auténtica carrera en el trata­
miento de esos temas, aumentando las dosis de sensacionalismo,
chabacanería
y desinformación. Con ello el proceso de la «otra»
revoluci6n se acelera; resulta de buen tono en esa burguesía
media y alta la crítica a un sistema en el que ellos mismos
ocupaban puestos directivos, pero en
el que nadie creía, y se
vislumbraba ya la carrera hacia el futuro.
Es un hecho totalmente cierto que
gran parte

del cambio
en esa sociedad vino precisamente de
la influencia de esa pu­
blicación
Cambio, pues la prensa clandestina, o la legal de in­
clinada y descarada tendencia hacia los partidos de izquierda
era minoritaria,
y con una influencia nula en la sociedad, fuera
de grupos sumamente reducidos. Esa publicación y otras simi-
398
Fundaci\363n Speiro

LA OTRA REVOLUCION
lares, no planteaban problemas de pensamiento ninguno; por
el contrario, una alegre frivolidad, disfrazada
de aparente serie­
dad y de rigor informativo -siempre que fuese en una direc­ ción-, cuya lectura era fácil, y de forma paulatina no sólo coin­cidía con los gustos de esa clase
social, sino

que los alentaba y
aumentaba en

sus consecuencias. Los ataques a la
soci;,a_d tra­
dicional

no estaban planteados con la rigurosidad
y el fanatis­
mo de los marxistas-leninistas clásicos, sino con una ligereza,
una ridiculización sobre todo, mil veces más eficaz que las dia­
tribas feroces, clásicas de la izquierda.
La literatura comunis­
ta, generalmente, es pesada y difícilmente digerible, salvo para
los iniciados, pero el tono burlesco,
mordaz, los

chistes con°
tinuos de dibujantes de pésima calidad -pero jaleados en todos
esos medios- siempre con el punto de ridiculización han sido
mucho más eficaces en el cambio de esa sociedad, rompiendo
los valores tradicionales, que los ataques furibundos basta en­
tonces al uso.
En la consecución de la «otra» revolución, y dentro del
tratamiento que en su consecución
han desatado los medios in­
formativos, y como parte de un proceso lógico, donde nada
queda inmóvil
ni estancado, superado el derrocamiento del An­
tiguo Régimen, dicha revista perdió poco a poco influencia, y
abdicó, claro que no voluntariamente, de su papel de protago­
nista. Hoy en día es importante, sí, pero ha sido enormemente superada por otro fenómeno de consecuencias inimaginables
hace unos años, por su profundidad
y alcance. Este fenómeno
es el del diario
El pais.
De este periódico, fenómeno plenamente sociológico, que re­
basa con mucho el ámbito exclusivamente periodístico, ha dicho
un escritor de izquierdas: «... en su corra vida
El país ha con­
seguido lo que ningún otro periódico había jamás logrado en
este país; piénsese lo que piense de su supuesta objetividad, se
esté más o menos de acuerdo con su línea editorial, compártan­se o no sus fobias y sus filias,
El país ha llegado a ser punto
de referencia y lectura obligada
para toda
la clase política y
399
Fundaci\363n Speiro

ANGEL MAESTRO MARTINEZ
para toda inteligencia del país. Los periodistas, las informacio­
nes, las opiniones, se dividen hoy aquí en dos clases: los que
escriben o las que son escritas en
El pals y los/las que no, ..
lo
importante es aparecer
ahí, independientemente de lo que
uno diga o esa dicho». Con independencia de las opiniones
. de

este escritor en
el
aspecto de la inteligencia, lo que en lo demás refleja, es absoluta­
mente cierto. Sus palabras -aunque puedan tener intención en­
comiástica-responden

a una realidad que vemos día a
día. Por­
que no es sólo la izquierda, como sería lógico, dada la innegable
orientación del periódico, sino que otra vez tropezamos con
que sectores que no correspoden a ese arco ideológico, bien sean
de la Iglesia, la enseñanza, la empresa privada, militares «con­
cienciados y progresistas» sin que pertenezcan
.o hayan sido de
la UMD-profesionales, ejecutivos ... para ellos es obligado
el co­
mentario habitual de cada día: «Has visto lo que dice
El pals».
Y, como acertadamente se ha comentado, con su suplemen­
to dominical llena el terreno de tantos semanarios y revistas,
que pata evitar su desaparición -a la larga indudable de mu­
chas de ellas-- han de radicalizar sus posiciones y fomentar más
y más los aspectos escandalosos y sensacionalistas.
Su influencia en amplísimas capas de la sociedad es eviden­
te; no sólo en esa clase dirigente, ya que de esas investigacio­
nes
sociológicas in situ, resulta que a las horas habituales de
entrada al trabajo
y en un coche del metro, de catorce periódi­
cos que vayan hojeando sus lectores nueve corresponden a
El
paJs, otras veces de diez son siete, pero siempre en proporción
similar. Otro diario más sensacionalista y de tratamiento de es­
cándalo, sigue a continuación; pero su influencia es incompara­
blemente más limitada, y a tanto llega ya el gigantesco lavado
de cerebro colectivo de la masa que los lectores del segundo, en
conversaciones vanales mantenidas en centros de enseñanza, o
lugares de trabajo, reprochan a los primeros que oon su lectura
quieran adquirir aires con pretensiones de seriedad y estudio. Este fenómeno insólito en los medios informativos, está ha­
ciendo el que se superen los meros
efectos de

un periodismo
400
Fundaci\363n Speiro

LA OTRA REVOLUCION
de éxitos, pero superficial, no limitados a una pseudocultura
periodística, sino que está produciendo de forma paulatina
-y
no sólo entre la izquierda como sería lógico-, sino entre esos sectores sin opinión particularizada, unas bases pseudocultura­
les en una
direcció,n inequíveca, y está trasplantando en las
mismas un tejido cultural de base, en tendencia unidereccional. La implantación de este tejido se va realizando en un sentido
cultutal e ideológico, mucho más importante que en la
mani­
pulación de la opinión respecto a la noticia de cada día: inevi­
tablemente
el «fascista» Pinochet será atacado -pero eso. ocurre
también con muchos otros periodistas pertenecientes incluso a un
espíritu liberal

conservador sin que por eso dejen de ser
calificados dichos medios por la izquierda de reaccionarios-, o
la última iniciativa de Reagan será analizada desde una óptica
totalmente adversa, aún analizada con pretendida objetividad,
con mucho uso del condicional, «sería», «parecería», etc.
Esto no es tan importante, lo verdaderamente destacable es
el hecho de la implatación de ese tejido cultural de base, cínife
que pende sobre el lector. La publicación sistemática de la
pá­
.labra Latinoamérica -sin que por error aparezca ni una vez
Hispanoamérica o Iberoamérica-, la composición de apellidos
en vasco, tipo batúa, ejemplo Garaicoetxea, en vez de la foné­tica castellana, el abuso del concepto estatal ( 1 ), o el elogio
{1) El uso sistemático de la palabra estatal en vez de nacional es
un concepto cada vez
más extendido, sin razonar el absurdo de confun­
dir

a
la nación con el estado, por eso resulta ridículo cuando se dice
Coordinadora
Estatal de agricultores, o de miembros de la consttucci6n,
o de ganaderos. Con
lo que si leyésemos su verdadero sentido, resultaría
que
al decir coordinadora estatal de agricultores sería una hipotética
reunión de funcionarios
del estado del Ministerio de Agricultura, o con­
venio estatal de Banca, serían los acuerdos tomados
por el Estado sobre
la Banca, o algo relativo a los funcionarios del Estado en relaci6n con
la misma, o Convenio Estatal de Seguros, algo que concerniese a los Ins.
pectores de la Dirección de Seguros del Ministerio de Hacienda.
Al hablar de cualquier convenio estatal también podría ser un con·
venio entre

los diferentes
Órg*1nos del

Estado: Judicatura, Fuerza&
Arma.
das,

Administraci6n, etc. Con tal de evitar
la palabra nacional se cae
401
Fundaci\363n Speiro

ANGEL MAESTRO MARTINEZ
a la maestra que resulta e,,pulsada por la dirección de su co­
legio debido a bañarse sin sostén delante de sus alumnos, con­
siderando dicha expulsión como forma delictiva contra los de­ rechos humanos
.. Todo

dentro de un arco
tan amplio como la
misma sociedad, sociedad cuyo tejido empieza a cambiarse, tras­
cendiendo en
fenómeno sociológico
único,
. el aspecto periodístico
y entrando de lleno en conseguir «otra» revolución social dis­
tinta de la preconizada violetamente o por medio
de la conquis­
ta. Y, además, un excelente negocio, con magníficos rendimien­
tos y trabajadores bien retribuidos.
Se nos babia de que si la opinión pública exige esto o lo
otro, opinión muchas veces quimérica e inexistente, y sobre lo
cual dice acertadamente un personaje de Vladimir Volkoff «eso
que

se llama
opinión, como

si verdaderamente el pueblo se
hubiese embrutecido hasta el punto de no contar más que con
una para millones de individuos».
Conclusión.
La conjunción del cambio en sectores de la sociedad, cual
la Iglesia, la reforma de la Educación, en las formas de vida, en la opinión de las clases dirigentes, en los medios informati­
vos, están logrando
el que esa «otta» revolución sea un hecho,
y el que la sociedad actual no refiriéndose tan sólo a los aspec­
tos materiales, sino a la esencias de la misma1 sea tan irreco­
nocible, al compararla con la de un recientísimo pasado, que
podamos hablar con toda propiedad de una sociedad distinta,
y
de «otra» revolución, diferente de la marxista-leninista, que
es la que casi por antonomasia respondía a la idea forjada al
hablar de revolución. Desde hace varios años existen también
en lo grotesco y resulta significativo que no sólo los llamados sindicatos
de clase lo eviten; lo absurdo es que las patronales de .los distintos sec­
tores, e incluso la Confderaci6n de Organizaciones Empresariales, hablen
en sus documentos oficiales de convenio estatal. Un significativo efecto
de la influencia del lenguaje al servicio de la revoluci6n.
402
Fundaci\363n Speiro

LA OTRA REVOLUCION
v~ y plumas que denunciaban este cambio, aún sin haber visto
del todo la magnitud del mismo, pero la falta de medios de
expresión,
y la miopía ciega de las fuerzas que debían haber
ayudado en expandir esas voces y plumas, hacen que el haber
señalado reiteradísimamente esos errores, nos produzca cierta
satisfacción, innegable al ver que no estábamos equivocados,
pero sea una satisfacción poco rentable, ya que tenemos que
procnrar que esa experiencia no sea similar a aquella de la fe de
erratas, que recuerda nuestros erores sin evitar ninguno.
Una de las características fundamentales en la unión de fac­
tores tan
diversos y
fuerzas tan distintas en esa búsqueda aloca­
da del cambio por el cambio, podemos encontrarla en ese afán
ciego
de· rechazo

del pasado, pero no con un instinto de nega­
tiva total
per se de todo lo anterior --aunque en el fondo si
lata ese deseo-, aparentemente no. Se ha querido rodear el afán de cambio de una aureola científica, de responder a un
ansía inalienable de la naturaleza humana, cayendo en una si­ tuación
anticientífíca, de

negación por negación, a la vez que
pasional, frente al pretendido asepticismo.
Encuentra en esta situación históriCa plena justificación una
frase de ese monstruo de la cultura y genio de la erudición,
Julián Juderías, al enfocar el posterior desarrollo de la Leyenda
Negra. Frase aplicable a los que están haciendo posible esa
«otra» revolución:

«El peor de todos los erorres es querer juz­
gar lo pasado con el criterio del tiempo presente». La negación de toda postura, el rechazo hacia toda métodica
duda -propias del hombre
civilizado-- son características

bá­
sicas y contradictorias de esa sociedad que se dice tolerante
y
comprensiva, resultando no obstante fanática a ultranza. El ansía
ciega de buscar el cambio por el cambio, rechaza de antemano
cualquier posibilidad de acierto en la obra anterior, y nos ofre­
ce una realidad muy distinta de aquella que ellos mismos nos
quieren presentar, de personas razonables, dialogantes, con am­
plia tolerancia. Nos presenta; por el contrario, un oscurantismo
cultural, la unidireccionalidad hacia una sola forma de pensa­
miento y de formación de
la sociedad, apareciendo bajo la más-
403
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ANGEL MAESTRO MARTINEZ
cara del progresista la verdadera faz de un individuo dogmático,
implacable y en
el que una dosis inimaginable de soberbia, de
soberbia hasta
el paroxismo, le convierte en la más perfecta
muestra antagónica de aquello que teóricamente
preconiza.
Dicha sociedad, una vez que se haya desarrollado en extenso
el proceso destructivo de esa «otra» revolución dentro de ella,
habrá destruido o al menos inutilizado los anticuerpos que en
la misma existían y, en consecuencia,
la expansión marxista-le­
ninista
--o sea en nuestros días el concepto clásico de revolu­
ción- será
itrefrenable, pero

no por su colosal
fuerza. bélica
o
por su inigualable aparato ideológico de subversión. No
hará
falta, su expansión será un proceso natural de conquista de una
sociedad decadente y agotada, en la que fuerzas de distinto sig­
no cultural, sus clases políticas, eclesiásticas, profesionales, etcé­
tera, habrán coadyuvado como no podría hacerlo nadie, fuera de
esa sociedad, a la destrucción de
la misma.
Sólo una lucha incansable en
la búsqueda de la verdad puede
generar un desarrollo de espíritus independientes que puedao oponerse a esa marea creciente de los propagadores -tantas
veces de forma
inconsciente,-de

la «otra» revolución. El es­
fuerzo continuado en el estudio, el no buscar únicamente ·resul­
tados a corto o a cortísimo plazo1 el anticonformismo frente a
la sociedad-masa que nos rodea, la investigación sobre las cau­
sas reales de los acontecimientos, constituyen el más formida­
ble antídoto contra esas nuevas formas de superstición y de
barbarie fomentadas por los tópicos y los lugares comunes, que
hacen comulgar a
la masa y a ciertas clases con ruedas de mo­
lino. Descubrir, sacar a
la luz ese fariseismo, a la vez jacobino
en sus métodos, característico de
nuestr¡ sociedad
y nuestra
época. Se ha dicho que «dulce e
decorum est

pro patria mori»
-generalmente por aquellos que lo sostienen como frase her­
mosa sin estar dispuestos a ponerla en práctica-, pero ahora
no se trata de hacer ningún esfuerzo semejante, sublime, último
e incomparable
-«la sociedad
actual ya no admira
el heroísmo,
si acaso todavía
el sufrimiento»--, no. Sólo se trata de ser an-
404 .
Fundaci\363n Speiro

LA OTRA REVOWCION
ticonformista de verdad, de romper esos v1e¡os y anacrorucos
moldes estereotipados que nos rodean
y que de forma quimérica
se nos quieren presentar como modernos, cuando no hay nada
más trasnochado, caduco e inútil
..
El

tópico es el enemigo a batir y contra el cual se debe ser
implacable; el tópico tiraniza nuestra época, aherroja los pen­
mientos y destruye
las iniciativas, pues el pensamiento flojea y
muchos y esforzados hombres se sienten débiles cuando se tra­
ta de enfrentarse a ese endriago que domina en gran parte a
la sociedad toda. Pero para combatir con eficacia contra la utopía y el tópico,
para basar sobre cimientos sólidos nuestra independencia de pen­
samiento, para argüir contra esos lugares comunes, para set an­
ticonformistas con certeza, para destruir el concepto del hom­
bre-masa, para luchar por ese don único de la libertad a la que
tiranizan y ahogan los que se dicen sus defensores, para poner
d~ relieve y desnudar a aquellos sofistas que alardean de moder­
nismo
y progresía, siendo en verdad solamente propagadores
de conceptos ya mil veces vistos
y mil veces fracasados, para
todo ello será imprescindible y necesario el estudio, la búsqueda
de la cultura, la investigación, para llegar a la verdad. Para destruir el tópico y
el sofisma, que forjan esas criaru­
. ras

que
dominan el mundo actual, y que son las nuevas formas
de la superstición y la incultura, peligrosas en grado sumo, pues
acechan revestidas de todo aquello con lo que son antitéticas,
será absolutamente vital el esfuerzo más denodado en la lucha
por
el conocimiento y el saber.
Se trata de estudiar, de conocer, de buscar, de no dejar aflo­
jar el esfuerzo
y caer en la molicie, de no dejarse llevar por
esa negligencia
baldía no
en lo físico sino en
lo espiritual, de
no abandonarse sin hacer diligencia alguna, echando la culpa
a los tiempos de la mala fortuna en las pretensiones. Negligencia
que vemos ahora y antaño,
cual propia de gran parte de las
clases conservadoras. Estas son muchas veces timoratas y flojas
en remontar esa inacción de nulo esfuerzo y1 así, vemos que muy
a menudo nos dicen: « ... ya lo hará otro mejor», «yo estoy
405
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ANGEL MAESTRO MARTINEZ
muy seguro de nús ideas», «que alguien haga algo y entonces»,
«a mi no me hace falta que me convenzan» ...
S6lo con caer en esos lugares comunes, tantas veces repeti­
dos, ya habrá conseguido esa inmensa y sutil tela de araña, em­
pezar a aprehender en sus redes a futuros y a veces inconscientes
propagandistas de
esa «otra»

revolución;
el esterilizar a los opo­
nentes y el
marar en embrión cualquier

forma de
resistenc.ia ac­
tiva constituirá

el
prolegómeno seguro

de su victoria.
Ninguna palabra más autorizada
ni más dígua de crédito
para justificar esa lucha en pro de la verdad y de
la libertad
contra el sofisma y el
tópico, la superstición bárbara y la incul­
tura, la utopía y la decadencia, que aquellas de J esncristo: «la
verdad os hará libres».
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