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Número 229-230

Serie XXIII

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La conciencia y la ley moral

CONCIENCIA Y LEY MORAL
La conciencia no está d~svincttlada de la ley moral y, cuando
se ha formado cristianamente, se convierte en verdadera­
mente libre.
«La conciencia es, pues, "el núcleo más secreto y el sagrario
"del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz
"resuena en el t'ecinto más intimo de aquélla" ( Gaudiuni et spes,
"16). No es la sede del arbitrio, sino del encuentto. No está
"desvinetilada de

la ley moral, sino constantemente
iluminada
"por

ella y está comprometida a descubrir la llamada de Dios
"que la

restituye al amor
hada El y hacia los hermanos. La con­
,, ciencia, 'cuando

se ha formado
cristianamente en

la fuente de
"la Palabra

de Dios y con la ayuda
\del Magisterio

de la Iglesia,
11 se convierte en conciencia verdaderamente libre} que vuelve
"a llevar al diálogo con. Dios en el orden de la creación, a tra­
"vés

de
la luz
que proviene de
Cristo.
»Esta luz, que

la fe nos da la alegria de poseer,
hace que el "hombre se descubra también a sí mismo y lo devuelve a su
"primitiva dignidad /con la ayuda de
la gracia. Inunda también,
"de modos

varios, al tiempo y a los
hombre,s de
buena
vo!un­
"tad y, en muchos de éstos} quizá inconscientemente} actúa ma­
"ni/estando una rectitud que sólo espera el revelarse pleno de
"Dios».
JUAN PABLO II: Discurso al Congreso de la Federación de Universitarios Católicos Italia­
nos y
al Movimiento Eclesial de Compromiso
Italianos, el 3 de
diciembre
de 1983. L'Osser­vatore Romano, edición semanal en lengua es­pañola, año XVI, núm. 8 (790), domingo 19 de febrero de 1984.
A qué llamamos ley moral.
«El hombre está su;eto a la Providencia de Dios en cuanto
"hombre, es decir, en cuanto su;eto inteligente y libre. Como
"tal está

en disposición de
participar en el proyecto providen-
1111
Fundaci\363n Speiro

· "cial, descubriendo sus líneas esenciales inscNtas en su mismo
"ser humono. Este proyecto creador de Dios, en cuanto es co­
"nocido y participado por el hombre, es lo que llamamos ley
"moral. La ley moral es, pues, la expresión de las exigencias de
"la persona

humana.,
qtk ha
sido
'pensada y querida

por la Sa­
"biduría
creadora de Dios, como
destinada a
la comunión con El».
El orden moral.
JuAN PABLO 11: Catequesis en la audiencia
general del miérooles, 27 de julio de 1983.
L'Osservatore Romano, edici6n semanal en len­
gua española, año XV, núm. 31 (761), domingo
31 de julio de 1983.
«El traba¡o humano, en efecto, está en el centro de toda la
"vida social. Mediante él

se forman la
¡usticia y
el amor social,
"si todo el sector

del trabajo es gobernado
por un justo orden
"moral.
Pero si falta este orden, en lugar de la ;usticia se intro-
,,
duce

la
in¡usticia, y
en lugar 'del amor el
odw». ,
JuAN PABLO II: Homilía durante la Misa
celebrada en el aeropuerto Muchowiec, de Ka­
towice, lunes 20 de junio. L'Osservatore Roma­
no, edición semanal en lengua. espafíola, año
XV, núm. 28 (758), domingo 10 de julio de
1983.
La ley moral inscrita en la conciencia misma del hombre.
«Hoy, en la primera lectura del libro del Exodo escuchamos
"las llamadas

que el autor
del texto dirige, de
parte de Dios,
"a los

hombres de la Antigua Alianza, y que no pierden su ac­
"tualidad en

ninguna época:
»"No ve¡af'ás ... ' "no oprimirás ... ",, "no explotarás a viu-
"das ni

a los
huérfanos", "no serás

...
Usurero", "si tomas
en
"prenda ... lo devolverás". »El autor del libro del
Exodo, con
estas órdenes tan fuertes
"y parentorias, quiere hacernos reflexionar sobre la realidad fun­
" damenJal de

la existencia de una
"ley moral
natural", ingénita
"en la misma estructura del hombre, ser inteligente y volitivo.
"Dio, no ha creado al hombre por casualidad, sino según un
"proyecto de amor
y salvación. Por el hecho mismo de que una
"persona
es viviente y consciente, no puede deiarse llevar y do­
"minar por

el arbitrio, por
la autonomf.a, por el impulso de los
1112

Fundaci\363n Speiro

"ins-tintos y de las pasiones. Desgraciadamente hoy se enseña y
"se propala por los medios de comunicación,
especial.mente por
}Jlos audiovisuales,, un ))humanismo del instinto", que exalta el
"valor arbitrario de la espontaneidad instintiva, del hedonismo,
"de la
agresividad. Pero
no es así: hay
una ley
moral
inscrita
"en
la conciencia misma del

hombre que impone respetar los
"derechos del Creador y del prójimo y la dignidad Je la propia
"persona; ley qrue se expresa práoticamente con los "Diez Man­
n damientosn.
»Transgredir la ley moral natural. es fuente de consecuencias
"terribles y ya lo hacía ver San Pablo en la Carta a los Roma­
"nos: "Tribulación y angustia sobre todo el que hace el mdl . ..
;
"pero
gloria,

honor y
paz para todo el

que hace el
bien" (Rom.,
"2, 9-10). Lo que San Pablo dec!a a los pueblos paganos, que
"no hablan

actuado en conformidad con el conocimiento racio­
"nal de

Dios, único Creador y Señor, y habían
despreciado la
"ley moral natural, se

constata de forma
imp~esionante en
todos
"los tiempos y, por lo tanto, también en nuestra época: "Y
"como no procuraron conocer a Dios, Dios los entregó a su. ré­
"probo sentir, que los lleva a cometer torpezas y a llenarse de
"toda
injusticia, malicia, avaricia,

maldad ...
" (Rom., 1, 28-29).
"El descenso

Je la moral, tanto en el campo social como en el
"ámbito personal,
<;ausado por

la
desobediencia a

la ley de Dios
"inscrita en el corazón del hombre, es la amenaza más terrible
"a cada

persona
y a toda la humanidad.
»Esta dramática situación ya
existla en
los
tiempos de
la
"encíclica Renun novarum; y, por desgracia., después de 90 años,
"aún somos testigos de ella con la calda de la moral y la consi­
,, guiente gran amenaza para 'el hombre».
JuAN PABLO II, Homi& en la Misa celebrada
en
la Parroquia. romana de Jesús Obrero Divi­
no, el domingo 25 de octtt.bre. L'Osservatore
Romano,
edición semanal en lengua espafiola,
año XIII. núm. 44 (670), domingo 1 de no­
viembre de 1981.
La conciencia muchas veces es esclavizada por sistemas so­
cio-políticos

e ideológicos o por las pasiones que desvían
el
corazón humano

de los valores absolutos, como el
bien,
la

justicia, la fraternidad
y la paz.
«Es mi profunda convicción, es una constante de la Biblia
"y del. pensamiento cristiano, es,J· así lo espero, una intuición de
"muchos hombres de buena voluntad, que la gue"a nace en el
1113
Fundaci\363n Speiro

"corazón del hombre. Es el hombre quien mata y no su espada
"o.,, como diríamos hoy, sus misiles.
»El "corazón" en el lenguJ¡e bíblico es lo más profundo de
"la persona

humana, en
su relación
con el bien
y el mal, con los
"otros, con Dios. No se trata tanto de su afectividad, cuanto
"más bien de su conciencia, de sus convicciones, del sistema de
"pensamiento en que se inspiran., así como de las pasiones que
"implican. Mediante

el
corazón, el
hombre se hace sensible a los
"valores absolutos
'del bien,

a la
¡usticia, a la

fraternidad,
a
"la paz.
»El desorden del corazón equivale al de la conciencia, cuando
"ésta llama bien o
mdl a

lo que ella desea escoger según sus in­
"tereses materiales o su voluntad de poder. La misma compli­
,, cidad

del eiercicio del poder no impide que haya siempre una
"responsabilidad de la
conciencia individual en

la
preparación,
"desencadenamiento

o extensión de un
confliato; el hecho ';le que
"la responsabilidad

sea compartida por un grupo
IJO cambia nada
"el principio.
»Pero esta conciencia se ve con
frecuencia sdl}citada, por

no
"decir esclavizada, por sistemas socio-políticos e ideológicos que
''son también

obra del
espiritu humano.

En la
medida en que

los
"hombres se dejan seducir por sistemas que
ofrecen una visión
,,, global
exclusiva

y casi maniquea de la
humanidad y

hacen de
"/a lucha contra los otros, de su eliminaci6n o de su dominio la
"condición

del
progreso,, quedan encerrados en
una mentalidad
"de· 'gue"a que endurece ltis tensiones, haoiéndose casi incapaces
"de dialogar. La adhesión incondicional a estos sistemas se con­
"vierte, a veces, en una especie de
idolatrla del poder, de
la
"fuerza, de

la riqueza; una
forma de esclavittld que
quita la li­
,, bertad

a los
.mismos gobernantes.
»Más

allá de los sistemas ideológicos propiamente dichos,
"son múltiples las pasiones que desvían_ el corazón humano, in­
,, clinándolo a la guerra. Por esta razón los hombres pueden de­
"jarse arrastrar por
un. sentido de

superioridad racial
y un odio
"hacia los demás, también por la envidia, por la codicia
de la
"tierra y de los recursos de los demás, o, en general, por el afán
"de poder,

por el
orgullo o
por
el deseo de extender el propio
"dominio sobre otros pueblos a quienes menosprecian».
1114
JuAN PABLO
II: Mensaje en la
«Jornada
Mundial de ,Ja Paz», 1 de enero de 1984. L'Os­
servatore
Romano>, edici6n semanal en_ lengua
española, año XV, núm. 52 (782), domingo 25
de dicietnbre de 1983.
Fundaci\363n Speiro

La conciencia equivocáda. Es necesario formar la conciencia.
«Si la conciencia moral no es la instancia última qu'e decide
"lo
que

está
bien y lo que e,tá mal, sino que ha de estar de
"acuerdo con
ta verdtJ.f, inmutable de la ley moral, resulta de ello
"que no

es
;uez infalible: puede errar.
»Este punto merece hoy atención especial.
"No os
asimiléis
"--enseña el Apóstol-a

la
mentaliddd de
este mundo, sino
"renovaos por la
t1'/lnsformación de la mente" (Rom., 12, 2).
"En los juicios de
1'Uestra conciencia anida •iempre la

posibili­
,, dad

de
errar.
»La consecuencia que se deduce de tal error eS muy sería;
"cuando el hombre sigue la propia conciencia equivocada, su
"acción no es recta, no pone en acto objetivamente lo que está
"bien para la persona humana, y ello por el mero hecho de que
"el ;.ticio de

la conciencia no es la
última instancia moral.
»Claro está que '/no rar'a vez sucede que yerra _la concienci.a
"por ignorancia invencible", como puntualiza enseguida el Con­
"cilio (Gaudium et spes, 16). En este caso "no pierde su dig­
"n!dad,"
(cfr. ib.), y el hombre que sigue dicho juicio no peca.
"Pero el mismo t_exto concüiar prosigue indicando "que esto no
"puede afirmarse cuando d hombre se despreocupa de buscar
"la
verdad
y el bien, y la conciencia se va 'entenebreciendo
gra­
" dualmente
por

el hábito del pecado"
(ib.).
»Por tanto1 no es suficiente decir al hombre: })sigue siem­
"pre tu conciencian. Es necesario añadir enseguida y siempre:
"pregúntate si tu conciencia dice verdad o falsedad, y trata de
uconocer Za· verdad incansablemente';. Si no ·se hiciera e51ta ne­
,, cesaría puntualización, el hombre correrla peligro de encontrar
"en su conciencia una fuerza destructora · de su verdadera ·huma­
"nidad, en vez de un lugar santo donde Dios le revela •u bien
·"verdadero.
»Es

necesario
"formar'' la
propia conciencia. El cristiano
"sabe que en esta tarea dispone de una ayuda especial en la doc­
"trina de la Iglesia.
"Pues, por
voluntad de
Crista, la Iglesia
"católica

es la Maestra de la verdad, y su misión es exponer y
"en9eñar auténticamente la "Verdad, que es

Cristo y, al mismo
"tiempo, declarar y confirmar con su autoridad los principios
"del orden
moral que fluyen

de la misma naturaleza humana"
"(Dignitatis humanae, 14)»"
JuAN PABLO 11: Catequesis en la audiencia
general del miércoles, 17 de agosto de 1983.
1115
Fundaci\363n Speiro

L'Osservatore Romano, edición semanal en len­
gua española, año XV, núm. 34 (764), domingo
21 de agosto de 1983.
Los criterios de juicio de la conciencia.
«¿De d6nde saca la conciencia sus criterios de iuicio? ¿Sobre
,, qué base juzga nuestra conciencia moral las acciones que va­
"mos a llevar a
cabo o hemos realizado? Escuchemos con aten­
"ción las

eneseñ·anzas del Concilio Vaticano II:
J}La norma su­
"prema de la vida humana es la propia ley divina, eterna, ob­
"ietiva y universal, por la que Dios
ordena,, dirige
y gobierna
'·' el

mundo universo y los caminos de la comunidad humana ....
"El hombre

percibe y reconoce por medio de su conciencia los
"dictámenes de la ley
divina, conciencia que tiene

obligaci6n
"de seguir

fielmente en toda actividad para llegar a Dios, que es
"su fin"
(Dignitatis humanae, 3).
»Reflexionemos atentamente sobre estas palabras tan densas
ne iluminadoras.. La conciencia moral no ·es un juez autónomo de
"nuestras acciones. Los criterios de sus juicios los
saca de

la
"ley
"divina,

eterna, objetiva
y universal", de la "verdad inmutable11
"de que habla el texto conciliar, ley y verddd que la inteligencia
"del hombre puede descubrir en el orden del ser. Esta es
la ra­
"z6n por

la que el
Concilio dice
que el hombre en su conciencia
"está sdlo con Dios". Adviértese una cosa:· el texto no se limita
"a afirmar

que
nestá solo'
sino añade
ucon Dios". La

concien­
"cia moral no encierra al hombre en una soledad infranqueable
"e impenetrable, sino que la abre a la llamada, a la voz de Dios.
»En esto y no en otra cosa reside todo el misterio y digni­
" dad

de la conciencia moral: en ser el
Jugar, el

espacio santo
"donde Dios habla al hombre. Por
consiguient~, si

el hombre
"no escucha a su conciencia., si consiente que en ella haga su
"morada el
error, rompe
el vínculo más fuerte que lo estrecha
"en alianza con su creador».
1116
JuAN PABLO II: Catequesis en la audiencia
general del miércoles, 17

de. agosto de
1983.
L'Osservatore .Romano, edici6n semanal en len­
gua española, año XV, núm. 34 (764), domingo
21 de agosto de 1983.
Fundaci\363n Speiro

, El examen de conciencia no es tanto un esfuerzo de intros-pección sociológica como una
confrontaci'ón de
la ley
moral dada por Dios.
«El "examen de conciencia" se nos revela asi no tanto como
"esfuerzo de introspección psicológica, o como gesto intimista
"que se

circunscribe al perimetro de nuestra conciencia, aban­
" donada a si misma. E;¡, sobre todo, confrontación: confronta­
,, ción con la ley moral que Dios nos dio en el momento creador,
"que Cristo asumió y perfeccionó con su -precepto del amor_
"(cf. l Jn J, 23), y que la Iglesia no cesa de profundizar y ac­
"t-ualizar con su enseñanza».
Ju.AN PABLO 11: Catequesis en la .audie,ntja
general del miércoles 14 de marzo de 1984.
L'Osservatore Romano, edición semanal en len­
gua espafiola, afio XVI, nóm. 12 (794), domin­
go 18 de marzo de 1984.
Tarea fundamental de forinar la propia conciencia moral.
«... Para que no seamos ya niños que fluctúan y se de¡an
"llevar

de todo
viento de
doctrina por el engaño de los bom­
"bres, que emplean astutamente los artificios del error para
en,
"gañar>>
(Ef 4, 14).
«Amadisimos: El Apóstol Pablo nos recuerda con estas pala­
"bras la necesidad de ser personas adultas en la fe, maduras en
"los iuicios y en posesión de una conciencia moral capaz de di­
"rigir
nuestras

opciones en armonía con
"la verdad
en la cari­
"dad"» (ib., 15).
«"Formarn la conciencia propia· es tarea fundamental. La
"razón es muy sencilla: nuestra conciencia puede errar. Y cuan­
"do sobre ella prevalece el error, ocasiona el daño más grave
"para la

persona humana, que es el de impedir que el hombre
"se realice

a si mismo subordinando el
e¡ercicio de la

libertad
"a la verdad».
JuAN PABLO II: Catequesis en la .audiencia
general del miércoles 24 de agosto. VOsserva­
tore Romano, edición semanal en lengua espa­
ñola, afio XV, núm. 35 (765), domingo 28 .de
agosto de 1983.
1117
Fundaci\363n Speiro

Misión de los intelectuales en la formación de conciencias.
«No seáis exclusivamente intelectuales que reflexionan, eva­
"lúan, contemplan la verdad encerrándose en una individualista
"torre

de
marfil. No deyéis que
sólo voces aisladas lancen men­
"sajes a la conciencia y al mundo. También vosotros estáis in­
"sertos solidariamente en una labor profética de formación de
)Jconciencias sensibles y capaces de decir "no}] a la muerte, al
''odio,, a la violencia., al te"or,, al error, al mal, a la degradación,·
"y, decir, en cambi~ "sí" dl bien~ a la belleza, a la verdad, a la
"iusticia, a la responsabilidad, a la vida, a la paz, al amor. Asu­
"mid también vosotros la propia responsabilidad
conscientemente.
» Vuestra aportación en este campo es trascendental. Los jó­
"venes que tienen contacto formativo con vosotros, los políti­
"cos que

están
atentos a
lo que
decís, los
técnicos
que no
pue­
,, den prescindir de vosotro51, todos reciban ayuda para entrar con
"sabidurla y clarividencia en una
visión de
la vida y de la so­
" ciedad humana

que promueva el bien común de
tod'IJ la
huma­
"nidad».
1118
JUAN PABLO
II: Discurso a
los hombres de
la cultura con ocasi6n del
Jubileo de la Reden­
ci6n, el 15 de diciembre, L'Osseroatore Roma­
no,
edición semanal en lengua espafiola, año XV,
núm. 52 (782), domingo 25 de diciembre de
1983.
Fundaci\363n Speiro