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Número 229-230

Serie XXIII

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Alejandro Díez Macho, M.S.C.

IN MEMORIAM
No me referiré a sus. actividades en un campo, el arqueoló­
gico, ran
distante de mis conocimientos. Mencionaré tan sólo su
colaboración en los
aos primeros volúmenes de la Historia de
España, de Menéndez Pklal, el primer volumen de la Historia
Universal, de Es pasa-Cal pe, las excavaciones de Ampurias y Se­
góbriga... Era, sin duda, el primero de nuestros arqueólogos.
Reconocido en España y en el extranjero. Dios le habrá pre­
miado ya su amor a España y a El.
Descanse en
paz el inolvidable amigo y correligionario.
EuGBNIO VEGAS LATAPIE.
RDO. DR. P. ALEJANDRO DIEZ MACHO, M. S. C.
Su imagen apenas había variado: le recuerdo todavía, pro­
fesor
auxiliar en mi Universidad de origen, gallardamente er,
guido el cuerpo, modestamente inclinada la cabeza, la mano al
pecho por
eritre un par de botones desabrochados de la sotana,
cual si quisiera
acompañar con
tal gesto su arranque de since­
ridad. Firme en
la doctrina como católico, sacerdote y· religio­
so; humilde en su actitud no de capricho personal, sino de cre­
yente y «Uamad.o», con todas Sus consecuencias; espontáneo sin
doblez ni reserva algunas, el «nuevo auxiliar de Hebreo» (lle­
gado recientemente con fama de muy sabio y «promesa» de
futura celebridad, compartidas con su colega
y compañero de
Congregación,
el P. Pacios) era el primero en oponer la subsi­
diariedad del Estado en
la enseñanza -frente a los derechos de
la Iglesia en esta materia- a un intento de declaración faculta­ tiva ( ¡ya entonces, Señor, a finales de los cuarenta!) en favor
de un monopolio estatal de
unos detenninados estudios... Ni
los años, ni
la larguísima e incómoda dolencia lo habían encor­
vado, ni debilitado aquella voz serenamente entusiasta, con su
dicción sonora y lenta de castellano viejo, a modo de condimen­
to continuado que aderezaba el saboreo de su pensamiento in­
formado, profundo.
Apenas variación, igualmente, en su alma: más erudición,
más ciencia adquirida y más seguridad en ella, mayor autoridad
en
la exposición. Pero la misma capacidad de entusiasmo en sus
ojos ilusionados -salvanido lo bueno que había dondequiera
(*) Nació en Villafría de la Peña (Palencia), el 15 de mayo de 1916;
murió
en Barcelona el 6

de octubre de 1984.
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estuviese («¡Todo un lider!», me decía de un ex alumno «des­
viado»}---; la

misma serenidad ante las
contrariedades y
los ad­
versarios, a cuyos sofismas sabía replicar
siempre ( ¡ con lo que
cuesta, Dios mío!)
sin protesta, antes bien, con la plática opor­
tuna
y adecuada, dando la impresión de estar seguro de que, a
lo mejor, podría incluso oonvencerlos. Admirable sacerdocio el
de su catequesis de las virtudes universitarias, especialmente a
lo largo del trienio de su vicedecanato, ya en esta Universidad madrileña. Sacerdote y universitario en una pieza lo conocieron tam­
bién los amigos de la «Ciudad Católica», entre los que se en­
contraba en su ambiente, porque,
¿ quién más amigo dé la im­
plantación del orden cristiano que él? Justamente, su especiali­
zación científica le permitió una simbiosis total entre su sacer­ docio, su sabiduría
y sus apostolados religioso y docente (o, ¿ha­
bría que pensar más bien que fue su devoción profunda lo que
le llevó a especializarse precisamente en dialectos arameos, uno
de los cuales· fue realmente la lengua materna de Jesús?. Escu­ char las homilías de sus misas era sentitse en inmersión profun­
da en la ciencia esrimulante de la Palabra de Dios, a través de
las vivencias comunicadas por los equivalentes de los términos
mismos que empleara el Señor
y que se hallan en el sustrato
de las redacciones griegas
~tan hebraizantes
algunas, como las
de San Mateo
y San Juan, y no menos las cartas de San Pablo-­
que se nos han transmitido en el Nuevo Testamento. Los lecto­
res de
Verbo pudieron gustar un ejemplo espléndido de aqué­
llas
(núm. 123,
marzo de 1974, págs. 271-276) en honor de la
Inmaculada
y a mayor gloria de Dios, pues su doctrina no pue­
de menos que
elevar al
oyente a una admiración profunda por
la grandeza de las maravillas que en María obró el Señor desde
el comienzo de su ser.
Recíprocamente, estudiar sus trabajos era recibir una inyec­
ción de
soUdez en

los fundamentos de la fe y un acicate para
la
disponibilidad hacia la virtud. También a Verbo (núm. 151-152,
de enero-febrero de 1977, págs. 61-77) cupo el honor de difun­
dir su penetrante exégesis del párrafo exceptivo de San Mateo,
«a no

ser por causa de fornicación», en que deja reducida
lim­
piamente aquella crux interpretum a un fuera de juego: se trata
de
la disolución de un enlace no tenido como matrimonio váli­
do. ¡Con qué alegría lo debió de escribir, según rebosa el con­ tento a lo largo de cada conclusión de razonamiento en los dis­
tintos párrafos, por los que se derrama en cascada desde el en-
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tusiástico aplomo del título: El matriinonro cristiano es indi­
soluble!
Recuerdo que en otra homilía, con ocasión de una misa de
difuntos, desgranó bellamente el proceso de la revelación
de la
vida perdurable a lo largo del
.texto sagrado.

Al final, el Apo­
calipsis:
«Bienaventurados los

muertos que mueren en el Se­
ñor, porque sus obras los acompañan». Ya, con toda claridad,
el
reconocimiento del

valor de las obras personales para
la fe­
licidad eterna. En el caso del P. Diez Macho, a partir de ahora,
con un valor doblado: se lleva él el mérito, pero nos queda la
obra de su vida: su contribución a la
Biblia polyglotta Matri­
tensis, sus numerosos trabajos de exégesis y hermenéutica, su
enseñanza, su ejemplo. Huellas hermosas las de su paso por este
mundo, tan entrañablemente cerca de nosotros: «¡qué encanto.,
sobre los montes, el rastro de los pies del predicaldor y men­
sajero de paz, del heraldo del bien, del nuncio de la salvación ...
!».
SEBASTIÁN MARINÉ B!GORRA.
MIGUEL IBAREZ PEREZ
El General subinspector del CIAC, Miguel Ibáñez Pérez,
falleció en Madtid el 26 de octubre (d. e. p.). No puede
Verbo dejar de recordarlo en sus páginas. En los
pritneros

años de nuestra labor fue uno de los más entusiastas
y efectivos creadores y animadores de grupos de estudio de ami­
gos
de la Ciudad Católica.
Entonces era Teniente Coronel. Llevaba una brillante y pro­
metedora carrera.
Había sido

excombatiente de la
Divisióp Azul,
era ingeniero de armamento y su prestigio entre· sus superiores
y compañeros inuy grande. Una inesperada enfermedad recortó
sus alas y nos privó de su actividad inicial. En
Verbo aún publicaría dos excelentes estudios: Cogesti6n
de las empresas econ6micas
(núm. 90, págs. 981-994) y Pueblo
y masa (núm. 93, págs. 310-311). Pero, especialmente, es de des­
tacar su folleto de 65 páginas:
Breve síntesis de moral social na­
tural
y cristiana (Speiro, 1969), cuya lectura sigue siendo orien­
tadora y clarificante. Descanse en paz este _generoso caballero cristiano e inolvi­
dable buen amigo.
JUAN VALLET DE GoYTISOLO.
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