Índice de contenidos
Número 229-230
Serie XXIII
- Textos Pontificios
- In memoriam
-
Estudios
-
«Teología» sin Dios y «liberación» esclavizante
-
Libertad religiosa, ¿ruptura o continuidad?
-
La inincautabilidad política del derecho a la vida. El artículo 15 de la Constitución, ¿una trampa lógica?
-
De la ideología al holocausto
-
Acción Española y el franquismo
-
Derechos y deberes en las constituciones actuales de Occidente
-
La alienación psicológica del político contemporáneo
-
La conciencia y la legislación moral. La resistencia activa contra el poder ilegítimo, conforme a la moral católica, según el Magisterio Pontificio
-
El derecho a la defensa durante el estado de agresión permanente, según Fr. Pelayo de Zamayón, O.F.M. cap. Extracto y glosa
-
- Actas
-
Información bibliográfica
-
Victorino Rodríguez, O.P.: Temas clave de humanismo cristiano
-
Salvador Abascal: La revolución de la reforma (1833-1848)
-
Gonzalo Ibáñez Santa María: Persona y derecho en el pensamiento de Berdiaeff, Mounier y Maritain
-
Nemesio Rodríguez Lois: La cruzada que forjó una patria
-
Juan Antonio Cervera Bañuls: La red del poder
-
Juan Sáinz Barberá: La verdad de España en América
-
- Verbo

Autores
1984
Dios inmutable e inintercambiable. (Plática en el Acto Eucarístico de clausura de la XXIII Reunión de Amigos de la Ciudad Católica)
DIOS INMUTABLE E ININTERCAMBIABLE
POR EL
Rvdo. P. V1CTORINO RODRÍGUEZ, O. ·P.
(PIMtica en el Acto Eucarístico de Clausura)
( Oración ante el Santísimo Sacramento)
Señor, sabemos que Tú no cambias, que
eres eternamente
inmutable,
siempre fiel a
tu palabra y a tu amor. Así lo canta
tpdos los !días la
Iglesia en su Liturgia, en el himno de
Nona:
«Rerum, neuS tenax vigor,
immotus in te permanens,
lucis diurnae tempora
successibus determinans»-.
Sabemos que ni siquiera al encarnarte en la persona del
Verbo te inmutaste, ni al
transubstanciarte en pan y vmo en
la Eucaristía experimentas cambio alguno en la Humanidad asu
mida, ni al venir a nosotros e inhabitarnos, Uno y Trino, te trans
pones. «Yo, Yavé, no me he mudado» (M,ú, 3,6). «En El
-dice Santiago, 1,17- no hay mudanza
ni sombra de alte
ración». Y, sin embargo, sabemos que eres
Amor (l Jn, 4,8) y Vida
perenne (Jn, 14,3,6), que a nosotros nos cuesta concebir sin
que sea cambiante, motus ah intrinsecq, como la nuestra.
Sí, Señor, a nosotros nos has hecho cambiables y temporales,
perfectibles
y defectibles con el cambio, aunque nuestra voca
ción es de eternidad invariable: «Nos has hecho, Señor, para
Ti,
y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti»
(San
Agustín,
Confesiones, l, 1 ). Buscamos una quietud, no de
muerte o inacción, sino de vida perenne e imperturbable, par ticipación de tu vida eterna, «posesión simultánea, total
y per
fecta de la
vida interminable», que dijera Boeccio (De Conso-
latione,
V, 6 ). ·
Sin
embargo, Señor, nuestra vida cambiante de este mundo
1207
Fundaci\363n Speiro
P. VICI'ORINO RODRIGUEZ, O. P.
está abocada a un fin de consumación, y no de consunción, como
diría San Agustín; transcurre con riesgos
de intercambios desor
denados y
'de cambios o variaciones regresivas y degradantes.
En el Evangelio
de la Misa de este domingo (Mt, 22,1-14) se
nos recordó la parábola
de los invitados a la boda del hijo del
Rey. Unos no quisieron asistir; prefirieron
ate1*ler a
sus nego
cios: intercambiaron a Dios por los intereses humanós. Otro
asistió, pero sin vestido adecuado de boda: no se cambió para
el encuentro con Dios.
Estos días hemos podido reflexionar sobre estos cambios e
intercambios a distintos niveles, fiados en
tu palabra y en la
de tu Iglesia. Te damos gracias por ello, Señor.
Sí, Señor. Sabemos que no
¡xidemos intercambiarte
a
Ti
por el hombre, tomando al hombre por Dios -hamo bomini
Deus-,
pasando del teocentrismo al antropocentrismo; no. po
demos enajenar a Dios, optando preferencialmente por las
ri,
quezas,
el
placer o el poder; no podemos
anteponer a
la
Ley
de Dios y a la ley natural la ley arbitraria de los hombres; no
podemos cambiar una situación de cristiandad por una situa
ción de laicidad o secularidad; no podemos
· cambiar el sentido
trascendente
de
la vida humana por un inmanentismo cerrado y
opaco.
También sabemos, Señor, que ;enemos la obligación ineludi
ble de
cambiar perfeccionándonos. «Despojaos del hombre vie
jo
-decía San Pablo (Col, 3,10)-... y. vestíos del nuevo».
«Dejándo,
pues, vuestra antigua conducta, despojaos del hom
bre viejo, Viciado ·por · Ias concupiscencias seductoras, renovaos
en el espíritu de vuestra mente y vestíos del hombre nuevo,
creado según Dios en justicia y santidad verdadera»
(Ef, 4,22-
23 ). Sí, cambio, pero para andar el camino de la perfección,
no para desandarlo, no
para cambiar el si por el no, como hizo
el segundo de los hijos de
la parábola del Evangelio de la Misa
de hace quince días
{Mt, 21; 28-32), sino para cámbiar el no
por
el sí en· caso de desobediencia anterior, como hizo el pri-
mero de los hijos.
'
. Ciertá:mente,-· «el cainbio'" por eI_·cambiO» es una insensatez
11:!etaf1Si~a: el ·«.motus propter moveri», lo misi;no que el puro·
cambio sin sujeto. Al cambio hay ·que señalarle un sujeto, un
sentido perfectivo
y un término· para que tenga sentido y va
lor: cambio
ide quién,
hacia qué
y por qué. Ni cambio por el
cambio fiÍ cambio in peiiii o peyorativo, -sino cambio .Perfectivo,
m,otus in perfectionem sin límite: «sed perfectos como vuestro·
Padre
Celestial es
perfecto» (Mt, 5, 48).
i2Ó8
Fundaci\363n Speiro
DIOS INMUTABLE E ININTERCAMBIABLE
. Sabemos, por último, Señor, y tu Vicario en la tierra nos lo
ha recordado el
día 10 de octubre en Zaragoza, que el cambio
perfectivo y bien ordenado va del corazón a las obras y de la
persona a las estructuras sociales y a la comunidad, y no al re vés: «No caigáis en el error-de pensar -nos elijo Juan Pa
blo II- que se
puede cambiar
la sociedad cambiando sólo las
estructuras externas o buscando, en primet lugar, la satisfac
ción de las necesidades materiales. Hay que
empezar por
cam
biarse a sí mismos, convirtiendo de .verdad nuestros corazones
al Dios vivo, renovándose moralmente, destruyendo las raíces
del pecado y del egoísmo de nuestros corazones. Personas trans
formadas colaboran eficazmente a transfrmar la sociedad».
Los organizadores y los conferenciantes de esta XXIII
Reunión
de amigos de la Ciuda'd Católica parecen haber adivi
nado la principal preocupación del momento del Santo Padre
y la actitud a adoptar coherentemente desde la
fe, y de'1Cle la
filosofía y
teología cristianas, de cara a los problemas y a
las
teorías más o menos utópicas del cambio.
Que tu Espíritu Santo, Señor, autor de nuestros cambios
perfectivos interiores aumente nuestra fe, · esperanza y caridad
y las lleve a plenitud, como las llevó en tu Santísima Madre,
paraidigma de
todo acceso a Dios, de todo camino de perfección.
1209
Fundaci\363n Speiro
POR EL
Rvdo. P. V1CTORINO RODRÍGUEZ, O. ·P.
(PIMtica en el Acto Eucarístico de Clausura)
( Oración ante el Santísimo Sacramento)
Señor, sabemos que Tú no cambias, que
eres eternamente
inmutable,
siempre fiel a
tu palabra y a tu amor. Así lo canta
tpdos los !días la
Iglesia en su Liturgia, en el himno de
Nona:
«Rerum, neuS tenax vigor,
immotus in te permanens,
lucis diurnae tempora
successibus determinans»-.
Sabemos que ni siquiera al encarnarte en la persona del
Verbo te inmutaste, ni al
transubstanciarte en pan y vmo en
la Eucaristía experimentas cambio alguno en la Humanidad asu
mida, ni al venir a nosotros e inhabitarnos, Uno y Trino, te trans
pones. «Yo, Yavé, no me he mudado» (M,ú, 3,6). «En El
-dice Santiago, 1,17- no hay mudanza
ni sombra de alte
ración». Y, sin embargo, sabemos que eres
Amor (l Jn, 4,8) y Vida
perenne (Jn, 14,3,6), que a nosotros nos cuesta concebir sin
que sea cambiante, motus ah intrinsecq, como la nuestra.
Sí, Señor, a nosotros nos has hecho cambiables y temporales,
perfectibles
y defectibles con el cambio, aunque nuestra voca
ción es de eternidad invariable: «Nos has hecho, Señor, para
Ti,
y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti»
(San
Agustín,
Confesiones, l, 1 ). Buscamos una quietud, no de
muerte o inacción, sino de vida perenne e imperturbable, par ticipación de tu vida eterna, «posesión simultánea, total
y per
fecta de la
vida interminable», que dijera Boeccio (De Conso-
latione,
V, 6 ). ·
Sin
embargo, Señor, nuestra vida cambiante de este mundo
1207
Fundaci\363n Speiro
P. VICI'ORINO RODRIGUEZ, O. P.
está abocada a un fin de consumación, y no de consunción, como
diría San Agustín; transcurre con riesgos
de intercambios desor
denados y
'de cambios o variaciones regresivas y degradantes.
En el Evangelio
de la Misa de este domingo (Mt, 22,1-14) se
nos recordó la parábola
de los invitados a la boda del hijo del
Rey. Unos no quisieron asistir; prefirieron
ate1*ler a
sus nego
cios: intercambiaron a Dios por los intereses humanós. Otro
asistió, pero sin vestido adecuado de boda: no se cambió para
el encuentro con Dios.
Estos días hemos podido reflexionar sobre estos cambios e
intercambios a distintos niveles, fiados en
tu palabra y en la
de tu Iglesia. Te damos gracias por ello, Señor.
Sí, Señor. Sabemos que no
¡xidemos intercambiarte
a
Ti
por el hombre, tomando al hombre por Dios -hamo bomini
Deus-,
pasando del teocentrismo al antropocentrismo; no. po
demos enajenar a Dios, optando preferencialmente por las
ri,
quezas,
el
placer o el poder; no podemos
anteponer a
la
Ley
de Dios y a la ley natural la ley arbitraria de los hombres; no
podemos cambiar una situación de cristiandad por una situa
ción de laicidad o secularidad; no podemos
· cambiar el sentido
trascendente
de
la vida humana por un inmanentismo cerrado y
opaco.
También sabemos, Señor, que ;enemos la obligación ineludi
ble de
cambiar perfeccionándonos. «Despojaos del hombre vie
jo
-decía San Pablo (Col, 3,10)-... y. vestíos del nuevo».
«Dejándo,
pues, vuestra antigua conducta, despojaos del hom
bre viejo, Viciado ·por · Ias concupiscencias seductoras, renovaos
en el espíritu de vuestra mente y vestíos del hombre nuevo,
creado según Dios en justicia y santidad verdadera»
(Ef, 4,22-
23 ). Sí, cambio, pero para andar el camino de la perfección,
no para desandarlo, no
para cambiar el si por el no, como hizo
el segundo de los hijos de
la parábola del Evangelio de la Misa
de hace quince días
{Mt, 21; 28-32), sino para cámbiar el no
por
el sí en· caso de desobediencia anterior, como hizo el pri-
mero de los hijos.
'
. Ciertá:mente,-· «el cainbio'" por eI_·cambiO» es una insensatez
11:!etaf1Si~a: el ·«.motus propter moveri», lo misi;no que el puro·
cambio sin sujeto. Al cambio hay ·que señalarle un sujeto, un
sentido perfectivo
y un término· para que tenga sentido y va
lor: cambio
ide quién,
hacia qué
y por qué. Ni cambio por el
cambio fiÍ cambio in peiiii o peyorativo, -sino cambio .Perfectivo,
m,otus in perfectionem sin límite: «sed perfectos como vuestro·
Padre
Celestial es
perfecto» (Mt, 5, 48).
i2Ó8
Fundaci\363n Speiro
DIOS INMUTABLE E ININTERCAMBIABLE
. Sabemos, por último, Señor, y tu Vicario en la tierra nos lo
ha recordado el
día 10 de octubre en Zaragoza, que el cambio
perfectivo y bien ordenado va del corazón a las obras y de la
persona a las estructuras sociales y a la comunidad, y no al re vés: «No caigáis en el error-de pensar -nos elijo Juan Pa
blo II- que se
puede cambiar
la sociedad cambiando sólo las
estructuras externas o buscando, en primet lugar, la satisfac
ción de las necesidades materiales. Hay que
empezar por
cam
biarse a sí mismos, convirtiendo de .verdad nuestros corazones
al Dios vivo, renovándose moralmente, destruyendo las raíces
del pecado y del egoísmo de nuestros corazones. Personas trans
formadas colaboran eficazmente a transfrmar la sociedad».
Los organizadores y los conferenciantes de esta XXIII
Reunión
de amigos de la Ciuda'd Católica parecen haber adivi
nado la principal preocupación del momento del Santo Padre
y la actitud a adoptar coherentemente desde la
fe, y de'1Cle la
filosofía y
teología cristianas, de cara a los problemas y a
las
teorías más o menos utópicas del cambio.
Que tu Espíritu Santo, Señor, autor de nuestros cambios
perfectivos interiores aumente nuestra fe, · esperanza y caridad
y las lleve a plenitud, como las llevó en tu Santísima Madre,
paraidigma de
todo acceso a Dios, de todo camino de perfección.
1209
Fundaci\363n Speiro