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Número 229-230

Serie XXIII

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La alienación psicológica del político contemporáneo

LA ALIENACION PSICOLOGICA DEL POLITICO CONTEMPORANEO
POR
AGUSTÍN CAR.RASCO EmJJNO
Licenciado en psicología.
Es ya un lugar común afirmar la progresiva automatización
de la vida del hombre contemporáneo, su alejamiento de
la reali­
dád y

el consecuente embotamiento espiritual que ello comporta.
El fenómeno tiene una explicación filosófica. Fue Marce! de
Corte,
(1) quien, hace tiempo, caló con visión admirable en su
génesis profunda: renunciando a vivir en un tiempo personal
desde el cual se proyectase
h'l,remente hacia

el
ea:terior, el
hom­
bre se habría situado en el tiempo
ea:terno de

los acontecimien­
tos cósmicos con la pretensión de haberlos descubierto en su
sentido último.
Pero esta tesis, aun de buena filosofía del hombre, tiene una
llamativa implicación psicológica. Y es esta
la base de la que
parte el presente ensayo, que pretende apuntar algo sobre la psi­
cología del
'grupo humano

más influyente en la vida cotidiana
-los políticos-, afectados igualmente de esta posición del hom­ bre moderno en el tiempo
ea:terior.
Se

trata, pues, de una aplicación concreta de
la tesis de
Marce! de

Corte, pero enfocada
ea:plícitamente desde

la vertiente
de
la psicología. No es la primera vez que esto se ensaya; te-
(1) Corte, Marce! de: L'Home contre lui411bne, Parls, 1963.
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AGUSTIN CARRASCO EGUINO
neJDos un precedente en Rafael Gambra (2), autor cuya finura
psicológica rebasa las barreras de
la filosofía política y a quien
se debe
la inspiración de este artículo.
I. Los ORÍGENES DE LA ALIENACIÓN.
El político del siglo xx está alienado -enajenado--de·
su
experiencia vital inmediata. Su degeneración espiritual es
un hecho. Para ello
ha sido necesario un largo proceso de tras­
trocamiento
de la civilización occidental en todos los órdenes:
religioso, filosófico, político, económico, jurídico, sociológico, es­
tético, etc... El que aquí nos interesa detallar es el filosófico
en tanto que inspirador
del psicológico.
Fue, aproximadamente, en el Renacimiento cuando se
da un
giro copernicaoo en la historia del pensamiento. Los filósofos
abandonan progresivamente
la búsqueda de principios últimos
para comenzar a interesarse por el modo de conocerlos e, inclu­ so, por
la posibilidad de su conocimiento mismo. La metafísica
c,ede su

puesto a
la gnoseología, pero una gnoseología · cuyo pun­
to de
partida es el propio hombre y no el mundo sensible. De esta
manera, se llega a un subjetivismo endiosado, en
el que el pen­
sador es el deJDiurgo de lo pensado; es más, se concibe lo pen­
sado como una estructura limitada, perfectamente reductible a
fórmula: «... entiendo por racionalismo la concepción que deja
de considerar a este Universo en que vivimos como algo con­tingente que debe buscar en su Ser Necesario la causa de su
existencia para considerarlo como necesario
y autoexplicativo en
su ser
mistno» (3).

El racionalismo, pues, da
el primer y deci­
sivo paso hacia el inmanentism9 absoluto.
(2) Gambra Ciudad, Rafael: La unidad. religiosa y el derrotismo ca­
t6/ico,
Ed. Católica Espafiola, S. A., Sévllla. 1965; El lengua;e y los mi­
tos,
Ed. Spciro, S. A., Madrid, 1983.
(3) Gambra Ciudad, Rafael: Eso que llaman Estado, Ediciones Mon·
tejurra, Madrid, 1958, pág. 196.
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LA ALIENACION PSICOLOGICA DEL POLITICO
Los mitos.
Pero toda cosmovisión se traduce en unos hábitos psicoló­
gicos concretos; y ello, mediante un nexo de unión a caballo
entre las dos esferas. Nos estamos refiriendo al mito.
El mito, aunque vulgarmente sea el sinónimo
de un relato
fabulado es, en realidad, algo · más. Y a Platón consideró
el
mito como un medio de expresión -de ciertas vei¡dades no in­
cluibles en el molde del
razonamiento. Pero
sólo en nuestra
época se ha tratado al mito como un elemento cultural más,
expresión de eso que se ha
dado-en
llamar «la conciencia cul­
tural» ( 4 ). Y
más de

un psicólogo, en especial de la escuela
psicoanalista y estructuralista, ha subrayado su impronta
psieo­
lógica.

Entre nosotros Gambra -no un psicólogo precisamen­
te--nos

aporta una seria visión del tema. Siegún
él (5), los
mitos serían
el vehículo por el que se concretan las ideas o
sistemas de ideas de una colectividad y
el cauce por el que in­
fluyen en el proceso
hfatórico. Tendrían

un carácter no intelec­
tual, acusadamente imaginativo y emocional, amén de otras ca­
racterísticas que aquí no hacen al caso.
E] racionalismo y sus mitos.
Pues bien, el racionalismo proliferó en toda una serie de
mitos,
el primero de los cuales se ha denominado el «mito del
progreso indefinido»: «Según este mito ambiental, la .humani­
dad debe avanzar siempre en un progreso a cuyo término se
hallará el conocimiento omnicomprensivo o total de la reali­
dad» ( 6 ). Este mito «volteriano», pasivo en
si mismo,

ofreció
la base para su ampliación en otro ---el «mito de la Historia»-
(4) Ver el vocablo •mito», en Ferrater Mata, José: Diccionario de
Filoso/la abreoiado, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1970, págs. 283.
(5) Gambra: El lengua;, ... , cap. 2.
(6)
Gambra: La unidad ... , pág. 118.
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que contempla a ésta como «una instancia inapelable. Se la ima­
gina como un río sagraHo, irreversible, que en su fluir cons­
tante crea o preforma toda
realidad humana y la explica en
raíces dinámicas o genéticas» ( 7 ). Estamos ante una cuestión fundamental. El hombre moderno,
apartado de la realidad, delegó su responsabilidad en un fetiche
al que confirió todos los atributos de un ser vivo omnipotente.
Nada que hacer ante la Historia. Ella lo vivifica todo, ella lo
explica todo, ella todo lo arrastra. Sólo faltaba un detalle: que el marxismo indicase a la Historia un fin concreto
y la lanzase
violentamente a su conquista, acelerando la
morosidad de
su
flujo. Este es el «mito de la Revolución», tercero de los que
din a luz el racionalismo y que vino a activar la inmovilidad
del «mito del progreso
indefinido».
La vivencia moderna del tiempo.
Todo este proceso ha determinado, en lo psicológico, uno
de los más importantes
fenómenos que
se pueden estudiar en
nuestros días; nos referimos a la vivencia y noción que dd tiem­
po, de la historia y del propio acontecer íntimo tiene el hom­
bre moderno. Según Marce! de Corte, los antiguos se sentían inmersos en
dos clases de tiempos: uno personal
y otro exterior. Tiempo
personal sería aquel de la propia vida, continuo,
del que cada
uno se haría responsable por ser hijo

misma libertad.
Tiempo exterior seria el de los grandes acontecimientos; tiempo
discontimio, arcano y misterioso --contradictorio a veces-, que
incide en el tiempo personal. La tensión que en lo íntimo se genera entre los dos tiem­
pos, tiene su correlato objetivo en
lá ¡,ro potencial

del hombre al enfrentarse a las dificultades que la
vida
le depara. La afirmación de sí mismo y el logro de la
madurez personal son el fruto de esta doble tensión. El hom-
(7) G.mbra: La unidad ... , pág. 111.
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LA ALIENACION PSICOLOGICA DEL POLITICO
bre nece~ita de un acontecer cósmico al que oponer sus talentos;
ambos están suministrados por la Providencia, que en su infi­
nita sabiduría ha dispuesto que sólo así el
ser humano

se vea
libre,
crea:dor y atraigado.
Resulta
hermoso.

observar que lo que así es para la realiza­
ción de la naturaleza humana, se cumple igualmente en los niveles
primarios de
la misma. Es ya un clásico de la psicología la ex­
periencia

que en 1954 llevaron a cabo Bexton, Heron y Scott
en el campo de
la atención. Durante unos días los sujetos vivie­
ron

rumbados en una cama, en una habitación en
la que se
procuró eliminar hasta donde fuese posible toda estimulación
perceptiva o estructurada. Los
resultados fueron

concluyentes:
al cabo de los días los sujetos presentaban un cuadro de alucina­
ciones tanto visuales como auditivas (incluso táctiles y
cines­
tésicas);

anormalidades en
la visión ( tanto de los objetos como
en
el sentido de la perspectiva); síntomas cíclicos, progresiva­
mente más intensos, de inquietud y desasosiego; por último,
creencia en
la ocurrencia de fenómenos paranormales en la ha­
bitación. Se

concluyó que parece
esencial para el ser humano
un ambiente sensorial cambiante. Sin
él, el cerebro cesa de
funcionar de una forma
· adecuada

y se desarrollan anormalida­
des en
la conducta.
La alienación surge cuando el hombre deja de creer en Dios
para creer exclusivamente en sí mistno. El acontecer cósmico
deja entonces de tener explicación. Pero como su endiosamiento no puede
consentir tal
vacío, fabrica un sentido para la histo­
ria, como hemos visto. Este sentido es determinista y lo abarca todo, incluyendo al propio hombre.
De. esta

manera llegamos a
una forma de alienación psicológica en la que el hombre pierde
su vivencia de un tiempo interior para situai;se en la vivencia
de un tiempo exterior. Se arroja al cauce de «su» historia y se
abandona a su corriente.
Este
el tema de la psicología del hombre contemporáneo y
es
el drama dei politico moderno. El politico, cuya vocación es
el servicio a la comunidad para
la consecución del bien común,
ya no

afronta cada problema de
su nación
con un realismo,
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AGUSTIN CARRASCO EGUINO
inteligencia y prudencia cada vez renovados. Ahora ve cada pro­
blema con las gafas 'del «sentido de la Historia» e intenta em­
butir, aun a costa de tener
que mutilarla,

la realidad nacional
en su mdlde. Y esto se extiende tanto al político de derecha como al de izquierda.
II. LA ALIENACIÓN.
Llegamos así, por mor del proceso explicado, a describir las
consecuencias psicológicas que para el político tiene esta instala­
ción del hombre moderno en la exterioridad.
Una aclaración.
Pero antes querríamos aclarar un punto importante que no
nos desviará de la perspectiva del psicólogo tanto como pueda
parecer.
Nos referimos a la psicología del político, tanto de dere­
cha como de izquierda. Y ello porque creemos que derecha e
izquierda son las dos caras de una misma moneda
y no dos mo­
nedas distintas.
No compartimos la opinión de que derecha-izquierda sean
categorías ideológicas. Más bien creemos que se trata de sim­
ples
metáfor11s, y nada más. En este sentido, no nos parece
cortecto afirmar que desde el Protestantismo asistimos en la
historia a un progresivo avance del pensamiento de izquierda
sobre el de derecha. Creemos más exacto decir que presencia­
mos un proceso revolucionario que. pretende trastrocar el orden
cristiano de la civilización y al cual se ha opuesto la Iglesia ca­
tólica a modo de contrarrevolución. Tildar de derechista al pen­
samiento contrarrevolucionario sería sembrar la confusión al in­
cluir a la derecha en
el campo de la contrarrevolución.
Tampoco compartimos la postura joseantoniana sobre el
'tema. Para

José Antonio la derecha
significaba la
bandera del
. miedo
y de la conservación de los bienes propios en medio de
un orden económico injusto, para
lo cual se invocaba el ideal
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LA ALIENACION PSICOLOGICA DEL POUTICO
cr1st1ano del orden y la paz. La izquierda, a su vez, sería la
fuerza destructora ciega, azuzada en parte por
la miseria del
proletariado, en parte por
la envidia y en parte por los intere­
ses del bolchevismo internacional. Estas no son definiciones
conceptuales, sino descripciones de emociones y actitudes en­ cubiertas (lo que nosotros queremos hacer en este artículo),
actitudes que pueden haber variado en
la actualidad.
Se impone, pues, una aclaración conceptual. Baste un breve
apunte: en primer lugar, creemos que derecha e izquierda son
como
lás oscilaciones

del péndulo del mito de la Historia y su
sentido. La izquierda lo aceptaría sin reservas e intentaría su
.aceleración a la manera revolucionaria. La
:derecha no

rechazaría
el mito en sí; lo aceptaría pasivamente, «ilustrad.amente» e,
incluso, intentaría retardar su aceleración por parte de la iz­
quierda. En segundo lugar, coincidimos con Vallet de
Goyti'
solo

en que «la
actual perspectiva
de una
humanidad dividi­
da en derecha e izquierda... nace religiosamente del agnosticis­
mo, filosóficamente
del nominalismo y política y económica­
mente del liberalismo» (8); y añadiríamos que para enten­ derla cabalmente hoy, segunda mitad del siglo
XX, hay que
acudir al marxismo. Derecha e izquierda son, en la actualidad, términos acuñados por el método dialéctico del marxismo para
su praxis política del sentido de
la Historia, y al que no es
ajena, entre orros muchos factores, la
técnica del
condiciona­
miento semántico que
se estudia en psicología.
Esta, creemos, es la noción operativa
que rige
hoy en estos
dos términos y de la que tenemos que partir.
Alienación psicológica del político de derecha.
-Posici6n ilustrada ante el mito de la Historia.-Ya ha­
blamos antes del mito de progreso indefinido. Entonces lo ca­
. lifica'barnos

de pasivo, lo cual no hace sino referencia a la acti-
(8) Vallet de Goytisolo, Juan: «Notas críticas en torno a la distin· ci6n entre Izquierdas y Derechas», en Verbo, núm. 135-36, pág. 795.
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tud psicológica de quien lo profesa: «... el mito del progreso
tenía algo

de pasivo
y confiado ... El progresista profesa el ·mito
de

la razón
y espera en ella --se cree quizá en el secreto del
devenir histórico-, pero
no adopta todavía una postura activa
hacia el
futuro ni se siente llamado a intervenir en su curso.
Es
amigo de

las innovaciones ... pero no es todavía
un revolucio,
nario» (
9 ). Creemos que e_sta es la actitud que cuadra perfec­
tamente

con los lideres derechistas
del momento. Creen en un
sentido inexorable de la historia -se ha colocado en el tiempo
exterior-, pero se diferencian de los izquierdistas en que no
. son revolucionarios, sino reaccionarios, esto es, que reaccionan
contra la aceleración histórica y la violencia que conlleva.
-Segmentacion de la realidad.-Primeramente se da una
segmentación de la propia realidad interna en un curioso caso
de personalidad dividida o esquizoide. No cabe duda de que mu­
chos políticos de derecha realizan una
fuerte aportación
al
pen­
samiento contrarrevolucionario entre sus convicciones ideológi­
cas, pero no lo manifiestan en su actuación pública. ¿Por qué?
Quizá se pueda invocar como una de sus causas la teoría
personalista de Maritain, para quien se da una división entre el
individuo --elemento neutro que se debe al Estado--
y la per­
sona -este sí, elemento llamado a
la trascendencia-. Esta
teoría,
partiendo de una falsa
y artificiosa distinción, genera una
especie de «complejo de inferioridad» en el político
de derecha,
que se traduciría en el abandono para su praxis política de las
convicciones más íntimas
y en su actitud «pactista» frente a la
izquierda, siendo
así que ésta nunca
lo es salvo convenlencia
propia. Sin embargo,
si escarbásemos en esta actitud no tarda­
ríamos en encontrar la fuente de alimentación de
la personali­
dad dividida del derechista de que hablábamos: el miedo. Miedo,
por una parte, al carácter revolucionario
y violento de la izquier­
da; miedo, por otra, a la pérdida
de la estabilidad propia; por
último (

es una convicción
personal), miedo
inconsciente a que
(9) Gambra: La unidad ... , ¡mg. 119,
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LA ALIENACION PSICOLOGICA DEL POLITICO
el mito de la Historia sea una falsedad. La intuici6n de este
miedo fue
lo que inspir6 las observaciones de José Antonio,
En segundo lugar, se
produce una
segmentación de la reali­
dad como tal en el poHtico derechista. Este fenómeno es otra
de las consecuencias del racionalismo. El poHtico derechista di­
vide en compartimentos estancos las diferentes áreas de la vida
pública y sólo atiende a la de su propia competencia con exclu­ sión de las otras. Es más, en virtud de esta especialización ex­
trema a que nos ha conducido una ya larga tradición universi­
taria,
el poHtico no tiene una suficiente formación global que
le ayude a desechar su especialidad como
el ombligo del mundo.
Así surgen los «delirios» planificadores, económicos, ecológicos,
educativos, culturales, etc.
En esta segmentación de lo real se encuentra la explica­
ción del tercer fenómeno psicológico del poHtico de derecha.
~ Tecnocratismo.-Vallet ya trató con suficiencia el fen6-
meno de la tecnocracia ( 1 O), definiéndola como ideología que
se caracteriza por reservar el lugar central a los fenómenos eco­
nómicos y que se autojustifica en términos de eficacia econ6mi­
ca. Y, más aún, calificó a la tecnocracia de materialista, tanto
por los medios -el método de las ciencias físicas enseñoreado
de_ la

poHtica- como por el fin -el bienestar material con ex­
clusión de cualquier valor trascendente-.
Sfu embargo, pudiera parecer a primera vista que esta ca­
racterización de a tecnocracia se contradice con la
realidac;I de
unos

poHticos que se autodenominan «creyentes» -nadie duda
de su sinceridad- y que contribuyeron muchos de ellos a la
«des-ideologización» del
régimen de

Franco_
De
ahí que el epígrafe de este apartado intente significar
las motivaciones psicológicas tecnocráticas de un político de
derecha. Como ya se adelantó, tendríamos que considerar de
nuevo el fenómeno de la segmentación· de la realidad. Para un
político que piensa que, en tanto que hombre público, ha de ser
(10) Vallet de Goytisolo, Juan: Ideología, Praxis y Mito de la Tec­
nocracia, Ed. Escelicer, Madrid, 1960.
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AGUSTIN CARRASCO EGUINO
neutro y aséptico, alejado de toda trascendencia, aun permane­
ciendo cristiano en
lo íntimo, es lógica la búsqueda de un te­
rreno «imparcial» que posibilite un «consenso» con toda
la so'
ciedad.

Y este terreno es la economía, pero una economía tomada
en su vertiente cuantitativa, fácilmente controlable por resul­
tados
y por el goce material que proporcione a la sociedad.
De nuevo nos topamos con el complejo de inferioridad
y el
miedo. El político derechista está abocado a la tecnocracia.
Alienación psicológica del político de izquierda.
Cumple ahora hablar de los fenómenos psicológicos que se
dan en
el político de izqpierda, resultado de su alienación en el
tiempo exterior. Cabe hablar aquí de una progresión cualitativa
de estos
. fenómenos
con respecto al político de derecha,
y ello
tanto por vía negativa como por vía positiva.
Por
vía negativa:
-Ausencia de _ la segmentación de /¡a reaüdad interna y
del tecnocratismo.-En el político izquierdista el fenómeno de
la segmentación interna n_o se da, puesto que. para él sólo existe
el hombre en tanto que materia autorreflejada. No establece una distinción entre individuo
y persona, por lo que el izquierdista
ni tiene miedo, ni complejo de inferioridad, ni división de la
personalidad política.
En cuanto a la segmentación externa, en nuestra opinión, se
da y no se da. En cierto sentido se da aquello de que hablába­
mos sobre la división en compartimentos estancos de las áreas de
-actoación

política. Pero en cierto sentido no se da, porque
el
político izquierdista, contrariamente a lo que ocurre con el de­
rechista, es capaz de una visión unitaria
y trabada de la política.
La unidad le viene dada por la
consideración materialista
de
todo
lo vital. Este monismo materialista arquitraba todas las
áreas de la vida pública: religión, economía, cultura, trabajo,
agricultura, deporte, etc ...
, ,
Visto

así, el político de izquierda también
'está abocado
a
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LA ALIENACION PSICOLOGICA DEL POLITICO
la tecnocracia; pero mientras el derechista lo estaba por reac­
ción ante su división, el izquierdista
lo está por deducción de
su ideología. El político de izquierda
es tecnócrata,
pero no
tecnocratista en su psicología.
Por vía positiva:
-Posición roussoniana ante el mito de la Historia.-Por
,roussoniana queremos decir :revolucionaria. Rousseau, en tiempos
de la Ilustraeión, fue el primero en hablar de una acción con­
tra las viejas instituciones y no de una mera espera de su auto­
destrucción. El político de izquierda es roussoniano en su es­
píritu, esto es, revolucionario. Su postura no consiste en dejarse
llevar por la cor,riente de la Historia, sino que pretende' acelerar­
la sabiéndose favorecido por su sentido. Y esto es, precisamente,
lo que da lugar a una característica que creemos capital en el
político de izquierda
y en todo izquierdista en general: el mi­
litantismo.
Hablando

del mito de
la Revolución, Rafael Gambra añade
una sutileza
psicológica: «Esta
difícil armonización entre el de­
terminismo de un proceso económico cuyo sentido
y leyes se
conocen,
y la libre acción de un grupo, otorga al espíritu revo­
lucionario
actual su fuerza
y la seguridad de su destino ... » ( 11 ) .
En efecto, su fuerza nace de su seguridad. Y es que el mito de
la Historia es más marxista que derechista, le
«cuadra» más.
Un

derechista difícilmente será militante en el sentido en que
Len)n lo

concebía (
el revolucionario de veinticuatro horas); el
miedo no depara convicciones, no
genera militantes. Pero el
revo­
lucionario sí es
militante; se

entrega
cori ardor
a la causa, por­
que sabe que lo tiene todo a su favor
y porque el espíritu de
aceleración que la revolución comporta inspira el idealismo y la entrega sacrificada. Sólo el revolúcionario ·y
ei' contrarrevolucio­
nario son militantes.
En el fondo, es todo un drama el que se desarrolla en la
psicología izquierdista: la lucha éntre el
determinismo y la hoer­
tad. El izquierdista cree én la marcha inexorable de la Histo-
(11) Gambra: La unidad ... , pág. 120.
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ria; pero inmediatamente le acucia la queja natural de su libre albedrío. Y como solución intenta adelantarse a la Historia
acelerándola, para sentirse así algo más que la pieza de un en­
granaje monstruoso.
Es como el mulo tirando de la carreta.
Hasta los

héroes de
la . tragedia

griega disponían de más opcio­
nes ante el destino.
~ Negación vital de toda trascendencia.-No nos estamos
refiriendo aquí a un ateísmo racional, producto
de una doctrina;
lo que intentamos es
dar cuenta de un embotamiento psicoló­
gico,

casi patológico, que haría del político de izquierda un ser
clausurado
·a la

trascendencia. Incapaz de
ver más allá de lo tan­
gible y mensurable, estaríamos no sólo ante un prejuicio
-fe­
nómeno

en el que se conjugan factores de actitud y
· emocio­
nales-

sino ante una ausencia
de finura espiritual parecida a
la de

Pilato cuando exclamó: «¿Y qué es
Ja Verdad?»,
siendo
así que la
tenía ante

sus ojos. Se trataría de un neo-paganismo
militante que necesitaría, como medida terapéutica, una «gracia
tumbativa» similar a la que desmontó a San Pablo.
111. SOLUCIONES A LA ALIENACIÓN (PSICOLOGÍA DE UN CAMBIO);
Al entrar en la espinosa cuestión de las soluciones, quere­
mos
advertir
que, siguiendo la línea de este ensayo, no pretende­
mos ofrecer soluciones directamente políticas al problema ana­
lizado, sino
. sólo apuntar una

serie
de necesid.:des psicológicas,
básicas
para la restauración del político como persona, siempre
teniendo como norte el regreso
a la

vivencia de un tiempo
inte­
rior

personalizado.
l. Exacto ·conocimiento de la naturaleza humana.-No nos
referimos aquí exclusivai:nente a un conocimiento-filosófico, sino
también a una ponderación de las capacidades y limitaciones del
ser humano. El político, como hombre que es, ha de saber:
a) que su ser no es producto de una autofabricación, sino
el resultado de una creación «ex nihilo» y que tiene un grado de
parentesco de imagen
y semejanza con su Creador;
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LA ALIENACION PSICOLOGICA DEL POUTICO
b) que es un compuesto de alma y cuerpo y que, por tanto,
no es sólo materia o sólo espíritu;
e) que su inteligencia no es intutitiva sino racional, es de­
cir,

limitada, sometida a unos procesos de inducción y deducción
y condicionada por los datos de la experiencia sensible. Esto
que acabamos de decir nos puede llevar lejos, porque entre sus
consecuencias se contarían:
-la humildad con que el hombre ha de abordar. su inten­
to

de conocer el mundo y el político
ha de calibrar sus posibi­
lidades

a la hora de
la acción pol!rica;
-la

insensatez que supone afirmar que más
I allá de lo que
el raciocinio humano puede conocer, nada existe: «La situa~
ción de la cultura acmal, dominada por los métodos y por la
forma de pensar propios de las ciencias naturales, y fuertemente
influenciada por las corrientes filosóficas que proclaman la
va­
lidez

exclusiva del principio de verificación empírica, tiende a
dejar en silencio
la dimensión trascendente del hombre y, por
eso, lógicamente, a omitir o negar la cuestión de Dios y de la
revelación cristiana» (12);
- la mayor insensatez, por tanto, en que consiste tratar de
explicar de forma acabada y perfecta el cosmos en su totalidad
con el único instrumento de la
razón;
d) que es sociable por naturaleza, lo qúe significa que sus
facultades conllevan una
tendencia comunitaria,
inherente a ellas
mismas, y que
sólo en

la comunidad obtendrán su pleno
desarro­
llo

( como demuestran
1os estudios

publicados sobre «niños
sal­
vajes»).

De lo que se deduce que el político,
por la
misma na­
turaleza de su vocación, está abocado a la salvaguarda del bien
común de la sociedad y no a la tecnocracia ni al
tecnocratismo·;
e) que su sociabilidad redunda en una entrega innata de
sus facultades y de su inteligencia creadora (impregnada de
la
idiosincrasia propia de cada individuo), pero no en una integra­
ción de la totalidad de su yo en una masa amorfa en la que se
(12) Ver Mensaje de Juan Pablo U a España, BAC popular, Madrid,
1982, págs. 51-52.
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diluyen esas mismas facultades, esa misma inteligencia y ese mis­
mo yo.
2.
&estauraci6n de las costumbres.-Aunque brote, como
vamos a ver,
de la propia considel'l!ción de la naturaleza huma­
na, la restauración de las costumbres es un tema
lo. suficiente­
mente

capital como para que lo tratemos aparte.
Para Gambra «las costumbres constituyen la realidad huma­
na
, en

que las normas morales se encarnan y realizan socialmen­
te; de ellas deben
na= posteriormente

las leyes» ( 13 ). Es de­
cir, que las costumbres son el intermediario entre el precepto
divino y la moral positiva. Pero este proceso que lleva de la ley natural a la ley
po­
sitiva pasando por la costumbre, tiene su correlato psicológico en otro proceso, «típicamente» humano, que va desde la
consic
deración

o «intuición» racional de la ley natural a la acción
social, pasando por la imagen del
comportamiento.
¿ Y en qué consiste esta imagen del comportamiento? Según
el mismo Gambra, «lo mismo que el hombre en su obrar indi­
vidual se rige por imágenes motoras, en la vida de relación actúa
por imágenes de comportamiento, que son producto de una lar­
ga y remota elaboración en la que fe y sentimiento tienen
la
parte más decisiva» ( 14 ).
Hay un notable paralelismo entre esta idea
de Garnbra y la
explicación que da el
psicólogo Jean Piaget sobre
el desarrollo
intelectual del niño en la primera infancia. Brevemente explica­
do, hasta

los siete años el niño sustituye la
lógica de
los adultos
por
· la intuición, que

es la «interiorización
de las petcepci y los· movimientos en forma de imágenes representativas» (15).
Dicho de otro modo, el niño extrae los patrones
de su obrar
futuro de unas imágenes interiorizadas que representan sus pa­
sadas actuaciones.
(13) Gambra: Eso que ... , pág. 170.
(14) Gambra,
La unidad ... , pág. 39 .
. (15)

Piaget,
Jean: Seis éstudios de Psicologia; Ed. Seix Barral, 1977,
pág. 50.
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LA ALIENACION PSICOLOGICA DEL POLITICO
Suele decirse que «se han perdido las costumbres». Cierto,
pero se
han perdido, entre otras razones, por la pérdida en el
hombre masificado de las imágenes de comportamiento ( 16 ).
Restaurar las costumbres equivaldría, pues, en lo psicológico, a
restaurar las imágenes de comportamiento.
Y ya que hablamos de restaurar, quisiéramos apuntar, por
último, a sabiendas que
. no

descubrimos nada nuevo, que el
li­
brito El silencio de Dios, de Rafael Gambra ( 17), puede consi­
derarse un

auténtico programa de terapia psicológica en orden
al arraigo del hombre a la Ciudad.
3.
Polltica natural.-Este extraño título da cuenta, más
que de una necesidad fundamental, de una consecuencia deriva­
da de los otros dos apartados.
El político tiene la grave responsabilidad de conocer la pro­
pia naturaleza humana y de restaurar las costumbres. Si lo lo­
gra, los resultados no se harán esperar:
- el político habrá regresado a la «realidad de las cosas»
un . largo y desalentador periplo por el mundo del artificio de­
lirante;
-

su actuación política se atenderá a
fa consideración rea­
lista de los hombres, su naturaleza y sus condicionamientos his• tóricos, y propondrá soluciones serenas
y reflexivas, alejadas del
prejuicio partidista. No se darán, pues,
soluciones especificadas
de antemano en un programa, ni se aplicará, por sistema, una
única forma de gobierno en todas las naciones;
- la praxis política no emanará de un militantismo, fruto de
la especulación de una razón desvinculada de lo terreno; ni
mu-.
cho

menos, será la
expresión de
un miedo acomplejado.
* * *
(16) Nótese que esta pérdida se aplica al hombre masificado. Sería
objeto de un bonito estudio saber si el revolucionario tiene imligenes de
comportamiento y, en caso positivo, indagar cuáles.
(17) Gambra: El silencio de Dios, Librería Huemul, S. A., Bueoos
Aires.
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AGUSTIN CARRASCO EGUINO
Cabría pensar que aquí termina nuestro ensayo. Pero hay
algo que
añadir todavía: seríamos los propugnadores
de una psi­
cología miope si no reconociésemos que «aquí» falta algo. Falta la Religi6n. Ninguna de las soluciones propuestas sirven de nada si el
político no vuelve su mirada a lo trascendente. Porque si antes
hablábamos de
la humildad, forzoso es reconocer que no hay ,hu­
mildad verdadera
· en
quien no se re-liga a su Creador; y si ha­
blábamos del conocimiento de
la naturaleza humana, mentiríamos
si no afirmásemos que dicho conocimiento nos enfrentará de
bruces con la dignidad que nace de
ser hijos

de Dios.
El hombre. degenera sin la religi6n. La explicaci6n
la sabe
cualquier director de almas: es humanamente imposible que un
hombre persevere en
la virtud con sus solas fuerzas naturales,
sin
el auxilio de la gracia, porque la gracia completa y perfec­
ciona
la naturaleza humana, debilitada por el pecado original.
Si el político no
se convierte,
si no vuelve a
la religi6n, todo
lo dicho es papel mojado, pues lo comunitario, lo social, lo polí­
tico en sentido amplio, son hechos impregnados de
lo religioso.
Esto hay
que entenderlo

con la
raz6n y

verlo con la fe.
Como
decía Santa Teresa, «que nuestra alma no sea sino de
Aquel que
la ha comprado con su sangre». Tomemos a Dios,
a a realeza de su Ungido, al magisterio
,le su Esposa y a la obe­
diencia del «dulce Cristo en la tierra».
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