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Número 235-236

Serie XXIV

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El Debate, Ya y los «otros» católicos

EL DEBATE, YA Y LOS "OTROS" CATOLICOS (*)
PO&
MIGUEL AYUSO
José María García Escudero ha dado a la estampa en poco
tiempo dos magnos trabajos históricos y antológicos sobre El
Debate y el Y a, confirmándose como uno de los escritores e his­
toriadores más activos de nuestra actual república de las le­
tras
(1 ).
Con sus últimos libros viene, además, a engrosar el elenco
de los que, partiendo de la trayectoria de un diario, tratan de
reconstruir una opción intelectual y dar vida
y explicación a
un pensamiento. Un elenco cada vez más nuttido desde que
Gonzalo Redondo diseccionase la evolución de
El Sol como te­
lón de fondo de las «empresas
políticas de

Ortega
y Gasset» (2).
Desde
luego, no deja de tener importancia la prensa como
documento histórico. Y, cuando
El Debate, en uno de sus edi­
toriales escribía que «la historia pasa por nuestro lado todos los
días» (3 ), no hacía sino reflejar la famosa opinión de Maculay
según la cual la verdadera historia de un pueblo está en sus pe­
riódicos.
Pero no es este el aspecto que deseo comentar con los lec-
(*) Subrayo el adjetivo indefinido «otros» porque, frente a la sim·
plificación

injusta
y la reducción inadmisible en que incurre Javier Tusell
en su reciente libro Franco y los cat6licos. La política interior española
entre 1945·1957, el catolicismo político no agota su virtualidad en las obras
de la Acci6n Católica de Propagandistas. Antes, al contrario, en su seno
alienta un semillero de corrientes plurales.
El Debate o Y a son realizacio­
nes que no sería lícito olvidar, pero el pensamiento tradicional ha· dado
lugar a empresas notables que, sin rigor alguno, son ahora marginadas y
condenadas al silencio.
(1)
José María García Escudero, El pensamiento de El Debate. Un
diario cat6/ico en las crisis de España (1911-1936), BAC, Madrid, 1983;
id.,
Ya, medio siglo de historia (1935-1985), BAC, Madrid, 1984.
(2) Gonzalo Redondo, Las empresas politicas de ·Ortega y Gasset,
Rialp,
Madrid, 1970, 2 romos.
(3) Editorial dd 21 de noviembre de 1935; cfr. El pensamiento de El
Debate ... , cit., pág. 351.
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tores de Verbo. Porque las investigaciones de García Escudero
dan mucho

más de sí, como pone de relieve el profesor Palacio
Attard en el prólogo al primero de los libros objeto
de esta nota:
«La
Antologia y el estudio introductorio son algo menos que
una historia exhaustiva de
El Debate, aunque reúnen materiales
para escribirlas; pero también son más que una simple historia
de el periódico; porque
El Debate se nos presenta en su doble
aspecto de protagonista de la historia de nuestro siglo xx, y no
sólo su testimonio» ( 4 ).
Del Ya, medio sig/o de historia, po­
dría predicarse sin mayores violencias la misma opinión.
Aunque no conociéramos el segundo de los libros, bastaría
cabalmente con el. primero para que toda sombra de duda, si
cupiere, sobre la intención del autor, hubiera de despejarse.
. Por

eso, prefiero dar a
la luz
primero las reflexiones que me
sugirió en su día «El pensamiento de
El Debate» yluego contras­
tarlas con lo que de nuevo aporta al planteamiento general el «medio siglo de historia» del
Y a.
* * *
El libro sobre El Debate k, es, a la vez, y en definitiva, so­
bre
la coyuntura histórica
.de la II

República y la actitud ante
ella de la democracia cristiana. Sin duda ofrece mucho más que eso. Pero también es eso sobre todo.
El quehacer histórico y político de García Escudero es aval
sobrado de la seriedad del intento. Aunque sea
el conciliador· y
tibio de la «Historia pol!tica de las dos Españas» (5).
Lo que
no obsta para que quien firma estas
!!neas siga

prefiriendo al
crítico del democratismo y de la Restauración liberal en España. El que con trazos magistrales -para demostrar que a nues­
tro pueblo «no puede imponérsele un Estado liberal»
y que «la
solución de la España de en medio no era tal solución, habiendo
de optarse pot una entre las dos Españas reales» ( 6 )-- desmontó
ayer la leyenda del
buen liberalismo canovista en su . «De Cá­
novas a la República», hoy acomete la empresa
de. historiar
la
labor
fallidamente consolidadora de El Debate durante la II Re­
pública y su eclosión de
liberálismo extremo.
· (4) El pensamiento ... , dt., pág. XL.
(5) José Maria García Escudero, Historia polltica de las· dos Espa­
ñas, 2.' ed., Madrid, 1976, 4 tomos.
(6) José Msrla Gsrcís Escudero, De Cánovas a la República, 2.' ed.,
Rislp, Msdrid, -1953, pág. 9. Ests obrs constituye un 'fino snálisis, docu­
mentado y sugerente, de «cómo 1936 fue el precio al que los españoles compramos 1874». - -
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EL DEBATE, Y A Y LOS «OTROS» CATOUCOS
Es, por decirlo con término consagrado en la historia con­
temporánea,
el «ralliement» de García Escudero. Que. viene ya
de
muy atrás, pero que alcanza la madurez de
la fragua ahora.
De

desestabilizador del canovismo a consolidador de
la Repú­
blica. Como al
lector no

escapará, el ilustre autor de quien vengo
ocupándome ni recibió agravio de una Restauración que no llegó
a conocer en
!.os límites

de su vida ni debe beneficio
alguno a
la

República. Tanto ayer• como hoy, cuando hace historia sub­
yace una pretensión política a su relato. En su penúltimo libro, con la boca pequeña habla del acatamiento de los católicos a la República para hablarnos en el fondo
de la

«restauración demo­
crática» de los ochenta.
· Esta

utilización, habitual por lo demás, de la historia como
testigo de cargo no viene sino a poner de relieve la profunda verdad expresada por Radaelis en un jugoso y sugestivo ensayo:
«La historia sirve a los hombres para dos cosas: para que
ha­
gan

política o para entretenerlos» (7). O se
extraen del

excurso
lecciones con vistas. al presente o se utiliza la narración como
mero divertimento.,
No creo al· señor García Escudero capaz dé una pretensión
tan
frívola como la mencionada en segundo lugar. Lo que me
inclina

a atribuirle el.primero de los designios.
Así han venido a reconocerlo los beneficiarios de la
heren­
cia que ha inventariado, devolviéndola a la luz. Asf se deduce
también, inequívocamente, de las palabras propias··del autor:
«Tiempo hubo,
la última

década del franquisnio, en
que el fiel
continuador de
El Debate que es el diafio Y a no tuvo más: que
escribir sobre la plantilla de su antecesor para instar al régimen
a

una evolución cuya necesidad se
obstinaba en
no
,ver; pero,
dado el momento en que se escriben estas
línea., no parece
inoportuno

presentar esta
Antología,' que·

viene a·
nosotros des­
de los

lejanos años treinta, como.
la mejor guía política para los
ochenta» (8).
.
La

lección de
El Debate, pues, apunta a nuestros días, a con­
solidar la democracia socialista
dé· nuestro tiempo.: En
esto
des­
fila

del brazo con ciertos miembros
del Episcopado.
Monseñor
Fernando Sebastián, su secretario, ha afumado que
la cuestión
del aborto, con ser grave para la conciencia cristiana., no enfria-
(7) Cfr. Jorge Vig6n, Teorla del militarismo, Rialp, Madrid, 1'955, pá­gina 13, donde se refiere al ensayo de Radaelis sobre La ·t'rreverencia his-t6rica, Buenos Aires, 1947. · (8) El pensamiento ... , cit., pág. 166.
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rá las relaciones de los obispos con el Gobierno. Y Monseñor
Díaz
Merchán, presidente
de
la Conferencia Episcopal, ha sos­
tenido que no identifica al Gobierno con la campaña que contra
los valores tradicionales de la civilización cristiana se ha desatado.
* * *
El estudio del Y a sólo explicita lo que más veladamente
muestra
el de E/ Debate. Ambos, en la mente del autor, pare­
cen estar íntimainente
asociados, vinculados
por un eje diaman­
tino.
Y no sólo por la cercanía o proximidad de ambos medios
-«el
Ya nació como un hermano menor de El Debate, dedica­
do a la actualidad con un enfoque
popular» (9}-, sino por el
paralelismo de
· las

circunstancias de la vida española con que,
dentro de las naturales diferencias, y a veces no despreciables,
han tenido que vérselas y por la voluntad plenamente consciente con que las han afrontado.
Por eso, del
Y a me interesa sobre todo lo que se refiere a
la
apertura y establecimiento de la democracia. Bien es verdad
que tanto el autor como un crítico afín tan importante como
Javier Tusell (10), aunque quizá por motivos diferentes, coinci­
den en esa valoración.
El período anterior a 1966, hasta 1952 incluso con un direc­
tor impuesto por el Gobierno, no es
útil a los propósitos a que
apunta el libro. De ahí que se renuncie a espigar entre sus edi­
toriales alguna significación ideológica peculiar, con la excusa,
que usa T usell, de que «no podía
darse» o

como pretexta Gar­
cía Escudero porque a lo largo de ese período «Ya es sólo un
periódico secuestrado al servicio de una ideología que no es la
suya» (11 ).
A partir de la Ley de Prensa empieza Y a a ensayar -.siem­
pre

dentro de los cauces del régimen, me permito añadir- un
proyecto de institucionalización en sentido liberalizador. García Escudero dice que recupera su voz (12).
A mi entender, y aunque no se pueda negar una cierta acti­
tud crítica del diario durante el franquismo -en concreto el pa­
pel del grupo «Tácito» (13), en determinado momento casi om-
(9) Ya, Medio siglo ... , cit., pág. 3. ·
(10) Cfr. su critica, en el número del 20 de abril de 1985, del pro-
pio diario Yá. · ·
(11) Ya, Medio siglo ... , cit., pág. 7.
(12) Ya, Medio siglo ... , cit., pág. 8.
(13)
Ya, Medio siglo ... , cit., pág. 23.
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EL DEBATE, Y A Y LOS «OTROS» CATOUCOS
nipotente, destaca con relevancia en este punto--, quizá tam_­
bién, y por qué nci decirlo, sea muy fácil destacar en la actuali­
dad esos aspectos críticos que en circunstancias distintas hubie­ ran sido susceptibles de una valoración sensiblemente contraria. Pero será en la difusión entre los
. españoles

de los principios
de la convivencia democrática, donde se produzca el reencuentro
del
Ya con su pasado representado por El Debate. Tusell, en la
crítica citada, escribe, a propósito:
«La actitud de Ya fue la
primera en el tiempo y, con toda probabilidad, la más coheren­ te en
la argumentación de las emitidas entonces. En otros sec­
tores se llegó a la democracia por puro pragmatismo; pero en
el
Y a de una forma mucho más coherente y articulada».
En definitiva, viene a tener razón cuando sostiene la pro­
funda influencia del periódico en la etapa preparatoria de la
democracia: el régimen constitucional fue traído en buena parte
por colaboradores del periódico
y con el aplauso del mismo.
Después,
el nuevo «estado de cosas», siempre que lo ha
precisado, ha tenido en el «diario católico» un valioso aliado. Su actitud comprensiva en la legalización del Partido Comunis­
ta (14); el apoyo firmisimo a la Constitución laicista -con ata­
que incluido a la pastoral en la que
el Cardenal Primado mos­
trara sus reticencias (
15)--,-; o

su bienvenida esperanzada al cam­
bio socialista ( 16 ), lo acreditan con suficiente nitidez.
Hechos que sin duda habrán de pesar mucho en
las. balan­
zas

de Dios y en las de la Historia. Pata bien o para
mal. Como
timbre de gloria o como acusación fiscal.
·
* * *
Ante el problema de gobernar a unas sociedades irreducti­
blemente divididas tienen los políticos dos maneras de intentar
resolverlo: «La primera, aceptar como un hecho la división de
la sociedad y procurar restituir a ésta la unidad moral perdida
mediante la acción de un Poder que no se proclama neutral en
(14) Editoriales del 15-VII-76; 24-XII-76; 28-1-77; 10-IV-77 y 16-
IV-77, reproducidos en
las páginas 264, 278, 281, 287 y 287-88, respec­
tivamente, de Ya, Medio-siglo ... , cit.
(15) Editorial de 30 de .noviembre de 1978; referido en las páginas
329-330

de
Ya, Medio siglo .•. , cit. Entre las páginas 317 y 330 se en­
cuentran los principales editoriales sobre la Constituci6n.
(16) Editorial de 29 de octubre de 1982, en p,lginas 423424 de Ya,
Medio

siglo
... , cit. En las páginas 42 a 44; además de hablar de la «be­
névola actitud» de El Debate hacia el socíalismo, compara el editorial que
siguió a· su

victoria en las
élecciones del 28 de octubre con el que El De­
bate obsequió a la naciente República el 15 de abril de 1931.
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l.,s contiendas ideológicas de. los súbditos cuando afectan a los
fundamentos
. de l., convivencia.
La segunda manera de intentar
resolver
el problema consiste en ignorarlo; desconocer que toda
política
es, en
su entraña, dogma; rehuir
el cortar y decidir y
' escoger .unos principios tan vaporosos que bajo ellos quepan ti­
rios. y troyanos, rojos y blancos» (17 ),
Si

traigo esta cita, evidentemente de tono distinto a
las ac­
tuales

de García Escudero, no es en ,modo alguno como
reprer
che

a su mudanza. Una mudanza que le ha llevado
-en un
asun­
to
como el del Alzamiento-- de «cumplir los veinte años como
alférez. provisional de infantería» a solidarizarse con cierta lla­
mada telefónica que se
hiw desde
Friburgo.
,Si, a pesar de su
extensión he querido transcribir las palabras anteriores es por­
que ilustran a la perfección
las dos escuelas políticas que per­
viven dentro del catolicismo. Aunque
hoy, variadas
sus prefe­
rencias, sólo tenga desprecio para la primera, sus ya antiguas
palabras son paradigmáticas en
su· concisión, . Y

también
· en
su
elección.
, Dom

Delatte (18) distinguió también dos tipos de católicos
en su «Vie de Dom Gueranger»: los que tienen por primer
cui­
dado la libertad de la Iglesia y el mantenimiento de sus derechos
en la sociedad cristiana;
y los que se esfuerzan primeramente por
determinar la dosis de cristianismo que la sociedad moderna pue­
de soportar para invitar a la Iglesia enseguida a reducirse a ella. Nuestro titempo, al
par que ha abjurado con silencio culpa,
ble

cuando no con denigración áspera de la estirpe de
los prime­
ros,

ha conocido con abundacia.el linaje de los segundos.
Convertido el recurso a la
Historia en

un método de eufe­
mismo político, yo estoy dispuesto a intervenir echando mi cuarto
a espadas. José María
García Escudero, conforme

con una
vo,
!untad

in equivoca que he tratado
de 'manifestar, ha

exhumado
la peripecia republicana., de un diario·
y· ha adecentado el papel
de otro en la historia de
la· transici6n-que:no-acaba. Con su Inti­
mo significado. Yo convoco aqul "a los estudiosos para que arro­
jen luz sobre otras publicaciones coetáneas de aquéllas:
El Siglo
Futuro y· Acci6n Española durante los treinta, y más adelante
otras como
Arbor, Punta Europa; Atlántidá o' Verbo.
En ellas está la- fuente de "lá '«otra>> !!nea de pensami~nto y
conducta,
de la que hoy estamos casi huérfanos cuando es im-
(17) De· Cánovas ... , cit., ¡i,lgAO. · ·
(18) Cfr. Robett Harvard de"la M6ntagne. Historia de ·1a democrticia
cristiana, vers. castellana de J. J. Pefia, Ed. Tradicionalista, Madrid, '1950; .~ ' . '
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EL DEBATE, Y A Y LOS «OTROS» CATOLICOS
prescindible para mantener viva la huella de nuestra identidad
hlstórica y cultural. Representan la «otra» familia del catolicis­
mo político: la del tradicionalismo y el alzamiento. Si El Debate aceptó figurar como actor secnndario en el re­
parto de la ortodoxia repnblicana,
y sí el Ya consiente en la
función de turiferario de la «democracia avanzada», no está de más recordar que hubo «otros» equipos intelectuales que busca­
ran sañudamente o sostuvieron un régimen de Cristiandad.
Se hace preciso rescatar esas páginas perdidas de nuestra his­
toria. La fe misma --en cuanto a su vivencia colectiva por un
pueblo cristiauo- está comprometida en ello, según explicación
que debemos al cardenal Dauielou (19). Otro escritor fraucés,
Jean Madirau (20), escribió una vez que el «limes» entre Revo­
lución y Contrarrevolución no radicaba tauto en la fe como en la
obra social del cristianismo. Ningún diagnóstico más exacto.
Lo
contrario del socialismo no es el Ya o la democracia cristiana,
es el

pensamiento tradicional
y el Estado confesional.
Y a quienes piensen que lo anterior les 'excusa como católicos
-al. no

estar muchas veces en juego los dogmas de fe- de pres­
tar su apoyo a las soluciones que defienden los «otros» católicos,
hay que sacarles de su error. Porque no se trata de sutilezas de
integristas, y, si las civilizaciones son mortales en verdad, no es
menos cierto que las estructuras temporales pueden, al desplo­
marse, arrastran en su caída las realidades eter.nas que reposan
sobre ellas.
La gracia supone la naturaleza. Por eso, lo que
destruye el
orden humauo ataca a la difusión de la gracia. Sobre el plexiglás
no puede encarnar lo divino. Péguy lo había visto:
«Lo sobrenatural es a la vez carnal,
y el árbol de la gracia habita en lo profundo ...
».
La democracia -convertida en nuestro tiempo en auténtica
«religión civil»-- al destruir las patrias hace incapaces a los hom­
bres de encontrar a Dios.
(19) Cfr. Jean Danielou; L'oraison, probleme politique, Fayard, Pa­
r!s, 1%5. (20) Jean Ma.diran, «Notre politique», en Itinhaires, núm. 256, sep­
tiembre-octubre de 1981, págs. 3-25.
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